Comienzan, siempre al recordarte
las ganas y deseo.
Me asusta incluso el no hacerlo,
el recordarte amor,
cuanto amo tu ser.
Repetirlo incluso, cuando no haga falta.
Lo que por ti siento
se encuentra contaminado,
oh si, envenenado.
Los grandes maestros en mi mente colaron
las más grandes mentiras,
aquellas palabras que solo esas mentes pueden hilar.
¿Sabes? Cuando Shakespeare me dijo, cuanto necesitabas de mi
una vez tú armado, es cuando entendí tú ser.
La vez que Salinger pensó
en celar las almas de niños como única motivación,
yo pensé en ti, como único amor.
Y
Son los poemas,
las sonatas, las que desgarran el alma eh incitan a pensar.
Sumergida en versos oscuros,
en prosas ajenas
y en situaciones extremas.
Mientras me hundo en necesidad, en soledad,
en egotísmo.
Por no renunciar al dulce dolor de amarte.
Entonces es cuando quiero ser Kafka
porque, si sé que me quieres
“¿Cómo puedo entonces permanecer en mi oficina,
o aquí en casa, en lugar de tomar el primer tren
con los ojos cerrados y abrirlos solamente cuando estoy contigo?”
Envidia, maldita palabra
y sin embargo, es lo que siento
cuando no me queda más que copiar de los sabios,
cuanto te amo.
Porque tengo miedo.
Y sin duda lo digo,
de no honrar y no poder transmitirte
lo que por ti siento.
Caer en la inexactitud
ó lo erróneo de las palabras.
No conocerlas, mejor escribo.
Ignorar su poder y su gracia.
Sin escrúpulos me expongo a ti
y,
sin mesura derrocho letras.
En nada maligno debería convertir el sentir,
cuando es real, humilde y un poco idiota también.
Quizás, entre tanto embrollo de líneas
puedas comprender amor,
que hoy quise repetir
con palabras menos exactas y menos hábiles de leer,
lo que por ti siento.
Y también,
con esto aliviar tu ser.
Así siempre darte alivio y alegría,
cuando mis ingenuidades lees.
Se cuan feliz eres
cuando no te cansas de sentirme.
Siempre ahí, contigo.
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