Lo Que Podría Haber Sido

Lo Que Podría Haber Sido

Lukas Wohwend

08/03/2018

Decidí poner una foto de un cactus en mi teléfono, sabiendo que te encantan, para que cada vez que lo vea, recuerde lo feliz que alguna vez fui con la amistad que tuvimos.

25/2/18

¿Te estaré haciendo el mismo daño que me hiciste al repetir las acciones que me dañaron?

No me siento bien al ignorarte; algo dentro de mí me dice que no debo hacerlo. Me refugio en la idea de que, si tú lo haces conmigo, significa que no es de gran importancia, que no te haré el daño que me hiciste, pero no puedo quitarme el sentimiento de que estoy haciendo sufrir a la persona que alguna vez amé con todo mi corazón.

Hoy me llamaste dos veces, para decirme cuanto me amabas y extrañabas, ya que no nos hemos visto desde hace un mes. Es probable que sepas que con esos pequeños detalles me hacer querer estar contigo para siempre, quizá por eso lo haces, para no estar sola. Te respondí frío y distante, representado mi estado de tristeza, pero no pude evitar adornar mi diálogo, de una manera en que supe que te iba a gustar, evitando la posibilidad de herirte.

¿Es sano rehusarse herir a alguien que no dudó en hacerlo contigo?

26/2/18

Mi estrategia es simple; actuar normal, como si nunca hubiese pasado nada, usando como excusa mi intento de no insistir querer estar junto a ti todo el día, como siempre lo hice.
Llegué a la casa de nuestra amiga en común, Amalia, cuando tú ya llevabas 30 minutos ahí. Al principio, todo fue bien. Como acostumbrábamos, eras la primera a quien quería saludar, con nuestro abrazo característico, indiscutible mente más largo que el abrazo de quienes no se ven hace mucho tiempo, en el que me sentía seguro, sin miedo a lo que pudiese pasar en el futuro. Yo me tenía que alejar de ti, porque como tú siempre supiste, sentía que incomodaba a los demás, sin ser tú la excepción. Me gusta pensar que, en el fondo, sabías que, si dependiese de mí, jamás te hubiese soltado.
Solo éramos los tres. El tiempo pasó muy rápido cuando cada uno dijo lo que había hecho mientras estuvimos separados.
No pude evitar mirarte mientras hablabas. Tu forma característica de relatar sucesos, que convertía cada historia monótona y aburrida en lo más agradable que podría ser escuchado, enfatizando cada detalle, con el fin de alegrar a quien sea que te estuviese prestando atención.
Siempre me gustó que tuviésemos muchas cosas en común, como algunos gustos musicales, casi la misma personalidad, e incluso, ambos nos sentíamos atraídos con la idea de encontrar alguna vez el amor verdadero, recíproco y para siempre; pero una de las pocas cosas en que nos diferenciábamos era nuestra manera de hablar, o más precisamente, la forma en que relatábamos situaciones. Cualquier persona que me conozca podría identificar ese rasgo en mí. Siempre fui alguien que estaba nervioso al hablar, trabándose con facilidad, y comúnmente, solía hablar poco, ya que no quería incomodar a los demás; sin embargo, a ti nunca pareció molestarte ninguno de mis defectos, de hecho, cuando estaba contigo, podía sentir paz interior, una comodidad indescriptible, aquella que solo sientes con un número limitado de personas durante toda tu vida.

Cada vez que pensaba en la suerte que tuve al conocerte, y poder haber tenido nuestra primera conversación profunda a casi 5 años de haber hablado por primera vez, me venía una sensación de dolor, soledad y tristeza, al saber que nuestra amistad había llegado a su fin; que todos los recuerdos que, hasta el día de hoy aprecio, y guardaré hasta cuando que muera, ahora no eran nada mas que momentos pasados, que nunca volvería a compartir con nadie.

Mientras el día llegaba a su fin, tenía una mezcla de emociones, en las que resaltaba la alegría, de haberte vuelto a ver, pero también la tristeza, de saber que nunca iba a volver a estar tan tranquilo conmigo mismo, como cualquier día en que ambos hayamos expresado lo mucho que apreciábamos la amistad que teníamos.

Cuando oscureció, nos despedimos cordialmente de Amalia, y como de costumbre, luego de reunirnos en su casa, te acompañaba a la tuya, para evitar cualquier problema que pudieses tener en el camino. A pesar de que solo viviesen a 5 minutos de distancia, me gustaba poder aprovecharlos contigo.

Fue inevitable que, en el camino, te hubieses puesto a llorar. Durante el día, expresaste tristeza; pero nadie podía notarla, ya que, durante el tiempo, aprendiste a ocultar cada momento triste por el que pasaste. Como cada vez que te sentías mal contigo misma, porque tu novio no te prestaba la atención que yo sé que siempre necesitaste, cada vez que alguien te hizo daño en el pasado, y que ahora, como consecuencia, dificultaba considerablemente tu capacidad para hacer amistades. Más de una vez me hiciste creer que yo era una de las únicas personas que podía notar esos pequeños detalles, cuando hablabas más bajo de lo normal, o con pausas después de terminar ciertas oraciones; esos detalles que a vista de los demás eran bastante comunes, pero cuando yo los notaba, sabía que había algo en lo que estaba pensando, y que te afectaba de una manera silenciosa, pero tan grave que esperabas estar sola en tu cama, escuchando música con el volumen lo suficientemente alto como para ahogar tus llantos.

¿Te puedo abrazar? – Preguntaste, antes de rodearme con tus brazos desde mi espalda. Al principio pensé que solo me extrañabas, como me habías dicho ayer, pero supe que ese abrazo expresaba tristeza, cuando me di cuenta de que era más largo de lo normal. ¿Qué pasó? – Pregunté con la incertidumbre que cualquiera hubiese tenido al pasar por esa situación -. Nada – Respondiste lo suficientemente rápido para evitar cualquier índice de sollozo -. Por favor, dime. No entiendo qué te está pasando. – Te dije, para estar completamente seguro de que te sentías igual de triste que yo, por el hecho de que nuestra amistad se deterioraba con el paso del tiempo. Te quedaste en silencio, y te alejaste de mí, mientras contenías las lágrimas, usando de excusa de que tus ojos estaban acuosos por haber bostezado.

Se me hacía imposible ver llorar a alguien sin hacer nada, y tú siendo prácticamente la única amiga que tenía, lo dificultaba aún más. Mi primera reacción fue abrazarte, con un brazo apretando suavemente tu espalda, y mi otra mano acariciando tu pelo.
¿Qué pasó? – Pregunté nuevamente, después de besar tu pelo, como acostumbraba a hacer cada vez que ibas hacia mi llorando -. No te voy a decir – Respondiste -. Te conocía lo suficiente como para saber que me querías decir algo, pero estabas buscando interés de mi parte, al que respondí invitándote amablemente a sentarnos en un banco, que estaba cerca de un pequeño parque.
Cuando nos sentamos, pasé mi brazo por tu espalda, para poder acariciar tu hombro, porque bien sabía que en ese momento necesitabas que alguien lo hiciera. Te di un beso en la sien, con el mismo sentimiento que he querido expresar hacia ti durante toda nuestra amistad, nada más que amor, pero no amor de pareja, sino el amor de un padre, cuya hija necesita recibir afecto para estar alegre, o el de un hermano, que solo desea que su hermana pequeña sea feliz por el resto de su vida.
Hubo un silencio largo, uno de los detalles que manifestabas cuando estabas triste.

Tú: No recuerdo desde cuando no me siento tan bien como solía hacerlo. – Dijiste mientras llorabas – Al principio pensé que era porque extrañaba a quienes alguna vez fueron mis amigas, a las que tuve que saca de mi vida cuando me di cuenta de que no me hacían bien. Siempre me molestó cuando me pedían favores, o me hablaban de sus problemas personales, pero no estaban ahí para escuchar por lo que yo estaba pasando, o necesitaba su ayuda. Supe que tenía que alejarlas mucho después de que me dijiste que tenía que hacerlo.
Yo: -Pasándote un pañuelo- Sabes que siempre voy a querer lo mejor para ti, que voy a aconsejar sobre las personas o acciones que debas evitar, que voy a estar ahí cuando llores porque las cosas pasaron como te dije, y te diste cuenta de que tenías que haber seguido mis consejos.
Tú: Si lo sé, y te agradezco mucho que lo hagas.
Me tardé en descubrir que todo este tiempo me había estado sintiendo mal porque te extrañaba.
Cuando estaba leyendo las cartas que me hiciste a lo largo del tiempo, extrañé esa sensación de tranquilidad que sentía cuando las recibí, y me puse a llorar.
Yo: – Me sentí terrible al escuchar su versión de la historia. ¿Cómo pude ignorar a quien amo? –
No sabes cuánto te extrañé, te amo demasiado.
Eres la única persona que me entiende, a quien puedo contarle todo, y sé que va a tener un consejo que darme. Me haces saber cuándo estoy haciendo algo mal, y eso es algo que valoro mucho de ti; la mayoría de las personas no harían nada, pero tú prefieres lo mejor para mí, sabiendo que me podría enojar al escuchar que debería cambiar algunas cosas mías.
Tú: Eres la única persona con la que me siento tranquila, y me parece (no recuerdo qué adjetivo fue el que usaste, pero querías expresar intranquilidad, como cuando te sientes bien con algo que no debería hacerte sentir eso) que ni siquiera me pueda sentir de esa manera con mi pareja. No recuerdo haberme sentido tan bien conmigo misma desde antes de estar con él, y eso me está afectando.
Yo: Una relación deja de ser buena cuando te hace más triste que feliz, y empiezas a atesorar más los momentos pasados que los actuales. Lo más sano que podrías hacer en este momento sería terminarla.
Siempre voy a querer que seas feliz en cualquier etapa de tu vida, pero para poder lograr eso, necesito que escuches los consejos que te doy.
Tú: Sé que debería hacerlo, pero me cuesta trabajo.
– suena tu teléfono; es tu madre pidiendo que vuelvas-
Tú: Me tengo que ir…
Gracias por todo lo que has hecho por mí, te amo.
Yo: – Completo nuestra costumbre de despedida al abrazarte, deseando jamás dejarte ir – Hazme saber si necesitas cualquier cosa. Me alegro de que hayamos arreglado esta amistad tan bella. Te amo.
Me habitó un pensamiento de incertidumbre al llegar a mi casa y darme cuenta de que te extrañaba, ya que ayer, a esta misma hora, estaba deseando nunca más volver a estar contigo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS