Todos los días recordaré esta noche. Hoy tuvimos nuestra charla antes de la separación. Yo te marque unos puntos para nada descabellados, pero vos sos tan necia, y ese es el motivo por el que me molestó haber roto como lo hicimos, porque siento que no escuchaste ni siquiera las últimas palabras que intenté decirte, solo te marchaste, olvidándote sin querer un libro, dos pares de medias y un cepillo de dientes rosado, entre otras cosas no tan lindas.
Era una noche de abril, 28 o 29, habías llegado de juntarte con tus compañeras de laburo, al menos esa es la mentira que elegí creer, porque hace meses me eras infiel. Llegaste, colgaste la campera y lo primero que viste fue mi cara con una sonrisa optimista, esperando no volver a discutir hasta por si el agua de la canilla salia tibia o fría. Fue tan solo uno de los tantos esfuerzos inútiles que hice todos estos años, me terminaste recibiendo con una indiferencia que imploraba pelea, pero nuevamente, no me salió decirte nada. Pasaron las horas, y te dí lo que me estabas pidiendo con tu actitud fría, no recuerdo como se gestó todo exactamente, pero voy a pedirle ayuda a la memoria.
Ahora, ¿por qué las cosas siempre son así con vos?
El día que nos conocimos es sin duda el mejor de mi vida, no tengo que pensarlo demasiado mi amor, sabes que parezco venir de Tormes; sin embargo, el destino te puso ahí.
¿Te acordás? Era el cumpleaños número 10 de no se cual pibe del barrio, nos presentó Doña Tota, la de la esquina, esa en la que en bici no pasa nadie, ya sabes que sus perros te corren una cuadra entera. Te recuerdo viniendo de su mano, con un castaño pelo largo, y dos moños azules, uno de los cuales guardo, como las chancletas que use ese día. Se que Doña Tota te trajo obligada, vos siempre fuiste, entre todo el resto, la más compañera e irradiabas un aura de alegría, por lo que no te era difícil integrar a los demás niños a jugar. Una suerte de ritual que jamás entendí, yo era un lector regio, y encerrarme en el conocimiento me hacía, como lo he sido desde que nací, el bicho raro y solitario, eramos tan distintos. Fue por eso, y quizás que hace una semana había leído Romeo y Julieta, que ningún libro, ni personaje que haya conocido hasta hoy, ha alcanzado asombrarme tanto como aquella vez vos lo hiciste. Fue en ese momento cuando comprendí a G.Márquez, fue en ese momento cuando comprendí verdaderamente la literatura; porque ésta no era más que una mimesis atractivamente solemne de la realidad, ya que la realidad en sí era indescriptible, porque vos estabas en ella, y no existen palabras para eso. Finalmente acepté ir a jugar, aunque ese día no me anime a decirte nada, hice cualquier cosa con la excusa de escucharte, o compartir con vos un pedazo de torta y chocolatada.
Pasaron los años y te veía en el barrio pero jamás me anime a acercarme, aún cuando nos cruzábamos todo el tiempo en el kiosco de Cacho, el Tano, que sacaba la tele afuera en los mundiales para que la gente que no tenía, pudiera ver si hoy el día iba a ser menos triste de lo habitual, y la terminaba dejando afuera todo el día, porque los niños le rogábamos que nos deje ver dibujitos, los chicos pobres anhelan estar lejos de casa, como los pájaros.
Yo empecé a trabajar con mi padrastro en la obra, en casa faltaba alimento y sobraban las manos, así que aprendí a usar una pala cuando tuve edad como para medir más que la misma. Vos seguiste estudiando, fuiste abanderada, y yo estaba tan orgulloso, pero nunca tuve el coraje ni las palabras para decírtelo, incluso cuando me habías dado algunos me gusta en las fotos de vacaciones en el balneario de la ciudad, lugar donde no te veía nunca, vos siempre fuiste especial.
Siempre fuimos tan diferentes, recuerdo aquel día lluvioso, casi 22 PM, volvías del trabajo corriendo para no mancharte la gabardina bordo que te regaló tu abuela en tu último cumpleaños, y no esperabas para nada que el amor de tu vida esté ahí, llegué y te di mi paraguas, pero era tanto mi apuro que me caí llevándotelo, y fue tanta la vergüenza que no te di ni el beso romántico bajo la lluvia que seguramente esperabas, ni te dije nada, me volví corriendo a casa para no mojarme más todavía.
No todo fue color de rosas, porque ese momento fue el principio del fin. La mañana siguiente, fuiste a tomar un café con tu amiga al centro, lugar del que no soy fanático, vos sabes que prefiero quedarme en casa mirando la última que saco Tarantino, y se que odiarías escucharme hablando de eso, por eso nunca toque el tema del cine con vos, en fin. Hablando con tu amiga le comentaste de nuestro encuentro, lo se porque tenía que ir a hacerle unos trámites a mi abuela, vos sabes que las filas son muy largas, y te atienden de mala manera, así que de camino pasé por el café y me sorprendió verte ahí. Una vez más, vos nunca me notaste, pero estuve lo suficientemente cerca como para escuchar que entre bocados de medialunas, y sorbos a un descafeinado, te reías con tu amiga de lo que había pasado, te reías de mi, y ella alimentaba todavía más aquella humillación. Justo cuando me había decidido a darte un café de regalo, porque sé que te gustan esos tipos de detalles, y si soy el amor de tu vida, ¿qué menos que regalarte algo para que vayas a trabajar con la panza llena?, de todas maneras, no lo hice, y me fuí a hacer mis cosas. Por supuesto nunca te comenté aquel incidente, como dije, quería evitar cualquier tipo de pelea con vos. Lo nuestro era perfecto, aún cuando te veía salir de fiesta con tus amigas, porque sabes que odio esos antros, lo mio es más salir a caminar a algún lugar alejado, donde no me moleste el ruido, y sucedía siempre lo mismo, no se si el alcohol te convertía en otra persona, pero jamás regresabas sola a tu casa, nuestra casa, que con tanto amor reparé un verano con mi padrastro; siempre lo mismo, todas las noches, sombras de hombres, que cambian tu posición…
Hoy es 28 o 29 de abril, quizás ya es mayo, mi cerebro está tan confuso por todo lo que sufrimos que desconozco el horario , y el día, solo tengo presente que es tarde, porque volvías de una cena con tus amigas. Entraste y colgaste tu abrigo, y yo estaba ahí, en tu casa y con una sonrisa optimista, tenia un poco de sangre en las manos, me había cortado cuando entre por la ventana que rompí con un ladrillo de la entrada, me viste y no esperaba tu reacción, me preguntaste histérica y con pánico que hacía ahí, que estaba loco, que ibas a llamar a la policía. Naturalmente me dijiste todas esas cosas para pelear, sé que te esforzabas por sabotear lo nuestro aunque me amaras en el fondo, estando con otros hombres pensando que no lo descubriría, o riéndote de mi caballerosidad con tus amigas en algún café cheto, y poniendo en las redes que ya no existen los hombres como antes. Bueno mi amor, yo soy un hombre como los que había antes, en ese mundo perfecto que te imaginabas, yo se que vos también pensabas en mi. Yo tenia todo para darte, y vos te esforzaste todo el tiempo que compartimos en esa casa en escapar de mi, como si no me conocieras, como si fuese un bicho raro, ya no tenias el aura de cuando te conocí, corrías de mi abrazo, de mis besos, y fue tal mi decepción que, nuevamente, no pude decirte una sola palabra.
Pero ahora, que ya corrió el tiempo, y mi mano sigue con sangre aún cuando la hemorragia frenó hace rato, por fin junte el valor que necesitaba para poder hablarte por primera vez. Decirte todo lo que pienso, todo lo que siento, y poder perdonarte pero también que me perdones, y por eso, antes de taparte la cara con la última palada de tierra en el patio de nuestra casa, mirándote a los ojos como hace la gente que no miente, quiero decirte que te amaré toda la vida y que me llevo un libro, dos pares de medias, y tu cepillo, así nunca podre olvidar lo que alguna vez fuimos.
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