Mi trato con él
consta de dos
mares cortados
en la oreja izquierda.
La derecha comanda
y deforma, el nicho.
Agua ahogada
en el aire
termina siendo sed
llena de lágrimas.
Madre lluvia
riega de relojes
este paredón desnutrido
con tanto gurú que promete
lo que nadie
sabe.
Trituro el despacho
mojado
de un viernes traidor
sobre cinco líneas
húmedas
en la presencia.
Sin correr
el agua
que limpia
salpica
supongo:
le habrán cortado
ahí
donde lo qué pasa
es que no hay tiempo
de extrañarle
porque siempre
llueve.

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