Me asomo a la ventana y la miro, radiante, tumbada y tomando el sol en el jardín.

Pienso en lo mucho que la admiro, Linnea, elegante al caminar, charlar y haber.

Pienso en cómo sus cabellos se balancean cada vez que ríe ante mis ocurrencias, o corre para ser envuelta en mis brazos tras un largo día.

Estudio sus movimientos, su arte, su gracia al realizar todo lo que hace; la timidez que muestra ante desconocidos, la timidez que una vez me mostró, sin saber que pasaría el resto de su vida junto a mí.

Miro mi mano, y me fijo en la alianza que compartimos, su emoción al decir el sí aquel día, y lo atractiva que estaba con ese pomposo y agradable vestido, aún con sus emocionadas lágrimas salpicando su adornado escote y sus marcadas clavículas.

Sus brazos delgados, pálidos, y sus manos pequeñas y refinadas. Sus hombros estrechos, y su distinguido torso, junto a una cintura enjuta.

Su espalda, la cual podría besar hasta la saciedad, sus piernas, largas, fuertes y tentadoras.

Su actitud al afrontar dilemas, su capacidad de razonamiento, su fuerza de voluntad, su empatía con los demás, su honestidad y lealtad ante todo, su templanza, su serenidad, su gratitud, su compromiso y su responsabilidad.

Su manía de llegar pronto al trabajo, para evitar malas impresiones, y su manera de perseverar toda la jornada sin descanso, con su cabello despeinado y las manos en la cabeza.

Cómo se conmueve al encontrarse con viejos amigos de casualidad, y cómo es capaz de mantener conversaciones de horas sobre temas insustanciales.

Cómo mueve la boca al hablar, los puntos a los que mira cuando trata de recordar los pequeños detalles, la manera delicada en la que parpadea, cómo se mueve su garganta al tragar, y su pecho al aspirar y espirar el afortunado aire que entra en ella.

Linnea, virtuosa.

Linnea, cálida, culta y correcta.

Linnea, perfecta.

Linnea, ¿tanto me amas? ¿Es tu amor verdadero? ¿Es tan puro, tan natural? ¿Tan simple y tan complejo? ¿Tan inocente, tan perverso?

Linnea, quédate conmigo, no te alejes, somos bien, somos unidad.

Linnea, ámame, no seas seca, no seas fría, no seas desabrida, no seas brusca.

Linnea, dime algo, mírame, gira la cabeza y mírame, mírame y dime que me aprecias, que soy algo, que valgo.

Linnea, despierta y ven, ven y abrázame como cada tarde, ven, leamos algo juntos, disfrutemos del otro, seamos el único en la mente del otro. ¿Estoy en tu mente, Linnea? ¿Estoy tan presente en tu maravillosa mente como tú en la mía? ¿Debería dejarte ir? ¿Estás atrapada? ¿Estoy atrapado acaso, me has encarcelado quizá?

[ · · · ]

Advierto el bullicio de las calles, el eco de las sirenas y el rumor de la multitud. Vuelvo a asomarme a la ventana, pero no te veo, Linnea.

Miro y miro y no eres tú, ya no.

No veo a Linnea, veo su cuerpo indolente, veo sus restos inertes.

Miro mis manos, miro la alianza, pero está vestida de sangre.

¿Seré ahora libre, Linnea?

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