LIE TO ME. ¿Una imagen vale más que mil palabras?

LIE TO ME. ¿Una imagen vale más que mil palabras?

Luis Araujo

31/08/2018

Reflexiones sobre la conducta no verbal y la formalización del comportamiento (Parte 1)

Desde el momento en que nacemos, el ser humano se encuentra condicionado por la cultura en la que habita y que lo circunda: lo que es válido en una determinada estructura social puede no serlo en otra o tener más o menos relevancia: esto es hartoconocido por los profesionales en ciencias sociales.

Como seguramente le ha sucedido a muchos (no quiero decir todos porque establecer generalidades sobre cuestiones que involucran a uno mismo nunca me pareció del todo correcto), desde mi primer empleo formal fui conformando, instruyendo mi comportamiento en diferentes empleos y ante determinadas situaciones: aprendiendo a ser formal y cortés (entre otras cosas).

“…A la señora, por más que sea una señora mayor, la tenés que tratar como señorita…”, me dijo un compañero en mi primer trabajo como cadete.

“…Tenés que aprender a impostar la voz cuando decís America On Line…”, me indicó un supervisor en un Callcenter cuando me llamaban para reclamar el CD de instalación.

“…Frente a un gerente tenés que sentarte siempre con la espalda más recta…”, me recomendó un amigo cuando me entrevistaron para una promoción.

“…Al presentarse en una entrevista de trabajo siempre deben saludar con la mano firme y mirando a los ojos al interlocutor…”, nos insistía un profesor en la facultad.

Escenarios como los anteriores (cuestiones que, quizás, algún millenial pasaría completamente por alto) me llevan a reflexionar que, sin importar el grado en que formalizamos nuestro comportamiento, hay cuestiones de nuestra personalidad que siempre se manifiestan aunque no queramos; están allí latentes esperando salir.

Cambia nuestro tono de voz cuando no estamos tranquilos; aumenta el ritmo cardíaco en situaciones de stress; aumenta la sudoración cuando estamos nerviosos o simplemente nos sonrojamos ante situaciones vergonzosas: el cuerpo habla aunque no lo hagamos nosotros.

Darwin entendía que las expresiones humanas primarias podían remontarse hasta algún acto funcional primitivo y a su vez que existían pautas universales de la expresión emocional.

¿En qué medida influye la conducta no verbal de un postulante en un proceso de selección de personal (presencia, comportamiento, posturas y gestos durante la entrevista?

El psicólogo Paul Ekman afirma que “…la conducta no verbal escapa a la censura que distorsiona el comportamiento verbal. Nos filtra información que la persona puede tratar de ocultar verbalmente…”

Diariamente en la red de Linkedin se postean recomendaciones sobre cómo comportarse durante una entrevista de trabajo (recogí algunas expresiones): apretón de manos firme pero que no se alargue demasiado, mirar fijamente a los ojos sin llegar a intimidarlo, no mirar hacia los costados cuando nos hacen una pregunta, no hacer movimientos repetitivos con los dedos, no tocarse la cara o la nariz porque es signo de que algo estamos falseando, no bajar las cejas, mostrar las manos pero no usarlas demasiado al hablar porque denota incapacidad de trasmitir algo con palabras, no cruzarse de brazos, no cruzar las piernas (y la lista puede ser interminable…).

Lo paradójico es que la individualidad es lo que nos hace únicos, aquello que nos destaca de los demás: ¿cómo aprovecharlo? No lo sé con certeza: allí está la psicología o los profesionales en comunicación no verbal para brindar un aporte (aquellos a quienes a veces criticamos desde RRHH porque pensamos que nos quitan espacios).

No dejo de pensar en que es importante centrarnos en nuestras propias fortalezas: justamente al explicar claramente qué tenemos de valor real para aportar nos hace más fuertes.

Y en ocasiones romper (algunas) reglas establecidas culturalmente también nos hace trascender.

relaclabor@gmail.com

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