Génesis 1

3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.

4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.

5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.


Es cotidiano que toda nueva creación reciba un nombre. El acto de nombrar supone una suerte de momento en que se concluye un trabajo. El nombre separa el empezar a ser del no ser aún. Lo mismo hacen los pintores con sus obras y los padres con sus recién nacidos.

El hombre moderno contempla su creación en la web: en el principio, en el siglo pasado, la web estaba desordenada y vacía -como en el Génesis-. Después de algunos usos, la web se empezó a poblar de hombrecillos con sus curiosas herramientas, nombradas con nombres prestados de cosas que ya conocíamos de antemano en nuestra cotidianidad. Dichas herramientas han evolucionado del mismo modo en que -otrora- nuestra escritura pasó de la piedra a la pantalla de luz, solo que esta transformación ha tomado lo suficientemente poco como para alcanzar a verlo en un ciclo de vida.

Estos primeros hombrecillos, pioneros en la web, empezaron a generar herramientas para dar soluciones a necesidades particulares que iban surgiendo: comunicación, velocidad, entretenimiento, su teletrabajo y el mío. Y cada solución ha tenido un nombre. No me deje sola el lector. Le propongo unas palabras y usted me dirá mentalmente el nombre del problema que resuelven. Comencemos:

Webcam: _________

Auriculares: _________

Bluetooth: _________

WhatsApp: _________

Tinder: _________

Snapchat: _________ … el nombre del problema es que somos feos. Sabemos lo que ocurre al cerrar la app.

Y hablando de evolución, es claro que el tiempo moldea las cosas, pero no el tiempo por sí mismo, sino más bien la acción prolongada en el tiempo:

Pasa lo que tiene que pasar: todo se adapta con destino a la simplificación. Lo afilado se hace romo, la piel se curte y las arrugas alrededor de los ojos están prestas para plegarse más rápidamente cuando viene la risa…

En esta evolución del lenguaje en la web nos rige el principio de economía lingüística, el cual, lejos de llevarnos solamente a rcrtr plbrs, nos ha llevado a reemplazar y complementar con memes el lenguaje escrito. Y no me refiero a estos memes, sino a los memes de Richard Dawkins.

La evolución del lenguaje en la web ha transitado los caminos de una evolución cultural a base de réplicas que se cuecen en mentes humanas y vuelven a volcarse en la red, sin ningún autor en particular, pero más hechas a nuestra medida. Del mismo modo en que la imprenta trajo nuevas perspectivas a las gentes que le vieron nacer, la web y su lenguaje nos moldean al tiempo que se dejan moldear por nosotros. Este lenguaje no tiene una sintaxis que atienda a las tipologías lingüísticas de las lenguas naturales descritas hasta ahora, pero no deja de ser un lenguaje esencialmente humano, humano como nosotros, multimedia como todo lo que pensamos en nuestra cabeza.

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