Las Princesas no lloran

Las Princesas no lloran

Yani Na

26/11/2017

La niña.

Ella era una niña cuando conoció el amor y los príncipes azules en un cuento de hadas. Creció esperando encontrar ese chico que la correspondiera. Que la rescatara. Y la pusiera bajo su protección. Su madre le leía cuentos en donde la princesa esperaba ansiosa a su príncipe. Y esa era le esencia de su vida.

En su casa, su papa se sentaba en la punta de la mesa. Mientras su mama serbia la comida.

En los grandes sillones estaban cómodos mientras su mama lavaba y limpiaba los pisos.

Mientras su papa iba a jugar al futbol con sus amigos. Su mama se quedaba cocinando y cuidando de ella.

Cuando la niña estaba enferma, cuando se bañaba, cuando se peinaba o vestía, cuando hacia la tarea. En cada momento de su vida el único rostro presente era el de su madre. Cuando ella preguntaba porque las respuestas eran simples y normales “porque las mamas tienen que hacer estas cosas» le explicaban. Y la criaban en un mundo donde la mujer esta llena de responsabilidades y obligaciones. Donde solo ella tiene que hacer determinadas cosas. Como si fuera una maquina siguiendo ordenes. Donde el que un hombre lave un plato esta mal visto. Donde un hombre no puede llorar. O mostrarse débil. Donde la mujer es esclava de su casa. Y todo lo tiene que hacer con amor y pasión. Y sobre todo, sin quejarse.

La niña creció. La niña fue a un colegio donde separan a niños de niñas. Donde las nenas juegan con muñecas y los varones a la pelota. Donde el rosa es color de niñas. Y el azul exclusivo de varones. Creció en un lugar donde le dejaron bien marcada la línea que separa a las mujeres de los hombres.

Y con mil preguntas rondando en su cabeza. Donde todas las respuestas eran idénticas “porque esto hacen las niñas. Y esto los niños”. La niña siguió creciendo, sin entender mucho. Viviendo y viendo cosas fuera de su comprensión. Viajo con extraños y vio como las mujeres se tenían que cuidar de los hombres “malos”. Viendo como el cuerpo de una mujer es tomado, tratado y mirado como una cosa. Creció viendo una tele donde te dicen como tienes que ser para ser linda. Vivió en un mundo donde el único propósito de nosotras es encontrar al príncipe azul. Y esperar sentadas a que nos rescaten. Y aun peor que eso vio como todos alrededor definirían a esas cosas como normales.

Le explicaron que tiene que ser linda. Delgada. Correcta. Delicada. Le explicaron como ser mujer. Ella quería aprender a tocar la guitarra pero la mama la llevaba a clases de baile. Ella quería estudiar informática pero la mama la anotaba en clases de cocina.

Cuando quería agarrar una pelota, se la arrebataban para poner en su lugar una muñeca. Y sin comprender. Sin entender la niña fue perdiendo su libertad. Y se acostumbro a Esas cosas que no se sabe porque, pero simplemente hay que aceptarlas.

La niña siguió creciendo, mientras leía novelas de chicos rebeldes que cambian por amor. De chicas que se entregan y sacrifican en nombre de ese amor. Y así se fue adaptando a un lugar en el que no estaba de acuerdo. En el que sus preguntas no tenían respuesta. Aun así siguió la corriente. Siguiendo el ejemplo de su papa. De su mama. De su maestra. De sus amigas. De una sociedad llena de normas incomprensibles y autoritarias.

“quiero tener el pelo corto” dijo un día. “No. Las niñas llevan el pelo largo” respondieron. Sin explicación, sin apaciguar la ola de incertidumbre que se despertaba en ella.

“Súbete la pollera” le decían sus amigas. “ así les gustaras a los chicos”.

“Bájate esa pollera” le decía su padre “ pensaran que eres una cualquiera”.

Pero el problema era que ella no quería pollera. Quería pantalones. Nadie le daba la oportunidad de elegir. De ser autentica.

Un día. Sin esperarlo y por sorpresa la niña que ya no era niña se enamoro. Vio al príncipe de sus sueños. De los cuentos de su madre. De las novelas que leía en secreto y a escondidas.

Ese chico también se enamoro. Su amor fue correspondido. Ella llevaba pollera, y pensó que por eso existían esas normas tontas, que ahora cobraban sentido. Para que te quieran tienes que llevar pollera y ser linda pensó. Para que te quieran, para que no te alejen tienes que ser igual que los demás. Y se aventuraron en un camino que sin darse cuenta los llevaría a un lugar desconocido.

Pasaba las tardes con el. Las horas corrían cuando estaba a su lado. Todo era risas. Mariposas en su panza. Y felicidad. De esto se trata la vida pensaba. Esto sintió mi mama cuando conoció a mi papa.

“te necesito” le decía su novio.

“eres mía” y ella pensaba que eso era amor. Nadie le explicaba que amar no es necesitar. Que no perteneces a nadie. Y que no tienes que entregar tu vida a la persona que amas. Sino compartirla con el.

Crecieron juntos. Bajo las miradas de ternura, y de nostalgia de una sociedad que sin embargo miraba con desaprobación a una pareja de jóvenes del mismo sexo. Otra cosa que la niña no entendía.

Entrelazaban sus manos con orgullo. Y miraban con vergüenza a sus amigas lesbianas que pasaban por su lado. Sus amigas no eran malas, pero eran diferentes. Y a ella le habían enseñado que se tenia que alejar de las cosas y de las personas diferentes.

Cuando salían a comer, el la pasaba a buscar, el pagaba la cuenta, y el la devolvía a su casa, sana y salva. Inconscientemente, tácitamente todo lo que la rodeaba le demostraba que el poder lo tenia el hombre, bajo el concepto de caballerosidad.

Cuando quiso pagar una cuenta. O caminar sola en la noche todo lo que recibió fueron reproches. Y su porque todavía no encontraba respuesta.

Termino el colegio con notas excelentes. Y conducta ejemplar. Con polleras planchadas. Pelo largo y peinado perfecto. Cuerpo delgado. Actitud delicada. Cientos de clases de baile encima. Alejada de sus amigas que habían escogido diferente. Y con un príncipe azul y caballero como novio. Su vida era perfecta. Había seguido ordenes y se había acostumbrado a las normas sin sentido. Pero aun así, en su soledad se sentía vacía. Triste. Insegura. Y llena de impotencia. Tenia ganas de gritar, de agarrar una pelota, de estudiar informática. De salir a pasear con sus amigas “diferentes”. De correr. De ser libre. De ir al cine sola. De pagar una cuenta y sentirse independiente. Y se guardo todas esas cosas. En lo mas profundo de su ser. Lo guardo al fondo para que no saliera. Guardo todos sus porque y escondió su curiosidad. Convenciéndose a si misma que lo correcto es lo que te hace feliz. No ahora. Pero si en un futuro. Un futuro seguro le habían dicho.

La niña cumplió sus 18 años. Ya era mayor de edad. Aquí empezaría su libertad pensó y creyó inocentemente. Pero la vida tenia otros planes.

Su novio quería perseguir sus sueños, mientras ella todavía no había decidido que quería ser cuando sea adulta.

“tienes que demostrarme que me quieres” le dijo su príncipe azul.

“tenias que llegar virgen al casamiento” le reprocho su madre.

“estas embarazada” le informo el doctor.

Y toda su vida se derrumbo en ese instante. Gritos. Enojos. Decepción. Reproches.

Nadie le había explicado como cuidarse. Nadie se preocupo por ella. Pero ahora todos estaban enojados. La miraban con desprecio, con lastima. Con preocupación. Y la niña seguía sin entender esos porqués de la vida. ¿Porque tener una vida dentro mío es tan malo? Se preguntaba sin atreverse a decirlo en voz alta.

“ahora tienes que casarte” le sentencio su padre. “ es lo correcto.

Y la ola de miedo, rabia e impotencia que se había hecho enorme dentro de la niña por fin exploto.

“no quiero casarme. Quiero tener mi hijo sola “ dijo con valor.

El horror se instalo en las personas que escucharon esa frase. Una madre soltera era una aberración, aun peor que estar embarazada tan joven.

Y una vez mas. No entendía porque.

¿Porque una madre no puede elegir tener y criar a su hijo sola? ¿ Porque esas miradas de desprecio cuando ven a una adolescente con un niño en el vientre ?¿ porque la lastima?

Había tantos porqués. Y ninguna respuesta. Las estúpidas normas de una sociedad sin sentido.

Lo cierto es que por primera vez esa niña se dejaba de sentir sola. Esa vida que tenia dentro suyo la hizo mas fuerte. No importaban los reclamos o las miradas de los demás. Las criticas o la lastima. Nada importaba porque ese niño logro despertar en ella un amor tan intenso que la lleno de vida. De felicidad.

La niña estaba casada, con un niño en brazos. Y un marido que atender. Ya no era perfecta. Y nadie perdía oportunidad de recordárselo. Su príncipe azul ya no era su príncipe perfecto. Tan lejos estaba ahora de ese chico que se había enamorado.

La sociedad la convenció que ella le tenia que entregar su vida a el. Que se tenia que sacrificar. Que tenia obligaciones. Y que aunque no lo ame, su deber era estar a su lado. Y de su hijo.

Siguió el ejemplo de su madre.

Y todos a su alrededor la convencieron y la atornillaron al lado de un hombre que no quería. La obligaron a sonreír. A fingir que era feliz. A no llorar. Porque la tristeza y el cansancio están prohibidos en una familia. Le cortaron la posibilidad de elegir. De ser libre. Una vez mas la ataron, la amordazaron y la dejaron en el lugar que debería ocupar. Porque así son las cosas “ Porque este es el lugar de la mujer, y este otro el del hombre “ tan simple como eso. Tan triste como eso.

Cuando recibió el primer insulto del hombre que decía quererla, se callo. Lloro en silencio. Se trago su orgullo. Dejo de lado su dignidad. Porque ese era su lugar. Y dejarlo significaba rendirse.

Cuando recibió su primer golpe del hombre que decía quererla lo aguanto. Por dentro quería correr y alejarse. Pero no podía. Ya era tarde. La sociedad le había cortado las piernas, le había quitado las posibilidades de elegir. Ese era su lugar. La habían convencido. La habían hecho creer que estar sin un hombre al lado era sinónimo de fracaso. Que no seria feliz sin el. La convencieron que la familia es papa, mama, hijito, perro, y casa perfecta. No podía llorar. No podía decir que no. Tenia que sonreír. Tenia que demostrar que es feliz. Por el. Por su hijo. Por y para la sociedad.

Vivía con el enemigo. Con un hombre que sin saberlo también era victima de esta sociedad. Victima del sistema que le inflo su orgullo de ser hombre. Que le enseño como pisotear a una mujer. Como humillarla. Una familia que lo crio con costumbres y pensamientos machistas. Personas que lo limitaron, que al igual que a la niña le arrebataron toda posibilidad de elegir. Un hombre no llora. Un hombre no cocina, ni lava, ni plancha. Un hombre no puede estudiar baile, o peluquería. Un hombre no puede elegir. Porque ese es su lugar le repetían.

Y una niña, una niña que esta muriendo por dentro. Marcada por esos golpes que no son los físicos. Golpes al alma que son los que mas duelen. Y una y otra vez se debería levantar del suelo, secar sus lagrimas, tragarse su llanto, aceptar sin preguntar, sin cuestionar. Rendirse, guardar su dignidad en el bolsillo y tapar esas marcas con un poco de maquillaje y una sonrisa forzada.

Un niño, un hijo que crecería bajo la misma enseñanza en un circulo vicioso y cruel donde nadie responde sus porqués. Donde le imponen como debe ser. Donde lo vuelven a criar para que se convierta al igual que su padre, en un futuro asesino.

La niña tan joven, en un cajón. En su propio velorio. Con los sueños por el piso, llevándose de este mundo todas sus preguntas sin respuestas. Victima de esta sociedad. Sociedad cómplice de su femicidio. Porque también son culpables los que vieron y callaron. Los que sospecharon y no preguntaron. Los que la convencieron que estaría mejor a su lado. Los que le impusieron el miedo de criar a un hijo sola. Los que justificaron a un hombre que estaba enfermo. Y que ahora, tan hipócrita la llora. Porque el silencio y el miedo también matan.

Ella era valiente, era autentica. Era mujer en todas sus formas. Pero era frágil y se abusaron de esa fragilidad.

Un niño se quedo sin madre. Y termino en manos de un asesino. Un niño repetirá su historia. Bajo la mirada silenciosa y juzgadora de todos nosotros. Porque yo y cada uno de ustedes es esta sociedad. Somos cómplices de cada femicidio.

Para ser violento, primero tenes que ser machista.

Hombre de mente cerrada, con valores prehistóricos. Criados por madres machistas, creciendo en una sociedad que no entiende. Una sociedad autoritaria y egoísta. Una sociedad que les infla el orgullo de ser hombre, que los hace engreídos, que les enseña como pisotear a una mujer. Porque la violencia de genero no es pegarle a tu mujer. La violencia vive entre nosotros. Como un arma silenciosa, que con disimulo se mete en tu cabeza. Que te hace actuar. Que te hace callar. Que te hace mirar para otro lado.

Violencia es juzgar. Es criticar a la mujer por su aspecto. Por su forma de caminar. Por pintarse. Por simplemente hablar. Violencia es creerse con el derecho de tocar a alguien que no quiere. De hablarle a alguien que no quiere escucharte.

Violencia es someter. Es pensar que la mujer tiene obligaciones y lugares que cumplir. Porque ¿ porque si tu hijo es varón no puede jugar a cocinar? ¿ porque si tu hija es mujer no puede jugar a la pelota?

Vos agarras la violencia y la acomodas en tu casa. Al lado de tus hijos. Rodeándote. Creando y criando nuevos futuros golpeadores y violentos. Que también son victimas de este sistema que no funciona.

Violencia es pensar que sos mejor por tu sexo. No elegí ser mujer. Pero quiero elegir ser respetada. Quiero vestirme como quiera sin que me juzguen. Quiero poder tener el cuerpo que quiera sin presiones. Quiero ser feliz. Quiero que me vean como una persona, libre, fuerte y valiente. Quiero que mi voz se escuche. Quiero estar a la par del hombre. Ni atrás ni adelante. Quiero igualdad. Porque nacimos iguales y morimos iguales. Quiero que se me considere. Que me vean.

Si sos mujer quiero que sepas que vales mucho mas de lo que pensas. Que tenes derechos. Que tenes la oportunidad de ser libre y feliz. Vos elegís tu camino y con quien lo queres caminar. No tengas miedo de soltar eso que te hace mal. Mereces ser querida y respetada. Mereces dignidad. Orgullo. Y sobre todo respeto.

Si sos hombre quiero que sepas que no sos inmortal. Que no tenes el derecho de gritar ni de pegar ni de abusar de tu fuerza. Porque en el mundo existen hombres y mujeres. Pero todos somos personas. Respeta, ama y valora a esa persona que te ama. Que te quiere. Que se sacrifica por vos. No esta mal que la ayudes. Que la abraces. Que llores con ella o que pidas perdón. No sos mas macho por pegar. O por ser autoritario. No seas machista por favor. Que el cambio también esta en vos. Tu mujer no es tu mujer. Es una mujer que eligió ser tu compañera. No es tuya. Ni esta atada a vos. No tiene obligación de complacerte. Ni de morir a tu lado. Conquista con amor. No con fuerza. Hombre no es el que demuestra poder, mas hombre es el que demuestra amor.

Si te hace mal. Déjalo. No vas a estar peor sin el. Te lo prometo. El dolor que sentís al alejarte con el tiempo pasara. Y las heridas cicatrizaran. Pero si te quedas. Esas heridas siempre estarán abiertas. Cada vez mas grandes cada vez mas dolorosas. Corre. Ándate. Querete a vos misma. Amar no es necesitar. Vos no lo necesitas. Vos no tenes obligación con el. No le perteneces. No te dejes convencer.

Mereces ser feliz.

No mas niñas muertas, no mas silencio. No mas preguntas sin respuestas. Elegí ser libre. Se autentica. Cuestiona. Pregunta. Discutí. Alza tu voz hasta que se escuche, se libre. Se feliz. No mueras!

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS