Este es su primer día de clases en la universidad, en un edificio donde nunca ha estado antes. Él va a tomar un curso de negocios. Saca de su bolsillo la hoja donde ha anotado la letra del edificio y el número del salón 303. Entra al edificio corriendo y busca las señales en las paredes que indiquen hacia donde está su salón, pero no encuentra la señal en los corredores que lo lleven al ascensor. Corredor de los pasillos con flujo de estudiantes que la cámara toma borrosos, enfocando las señales de los pasillos. Decide tomar la escalera más cercana y sube los dos pisos de forma apresurada, pues faltan tres minutos para el inicio de su clase. 8:15 a.m. Al alcanzar el segundo piso se tropieza con una mujer que parece tener su misma edad. Tiene el cabello rubio que le cae sobre los hombros. Trae en sus manos unos libros, los cuales se caen al piso al tropezarse con él. Ella se queda de pie diciendo palabras que este no alcanza a escuchar. Está molesta por la falta de atención de él. Los libros caen de forma lenta al piso, frente a ella. De igual forma, la cámara a sus espaldas toma la caída lenta de una diadema que ella llevaba en el cabello, esta es tan blanca como el piso. La diadema se ve de cerca, desenfocando los tobillos de ella y más adelante los libros caídos. La cámara enfoca el zapato de él pisando justo al lado de los libros. Toma desde arriba. Él se agacha a recoger los libros de ella, mirándola desde abajo. Toma el primer libro y lee su título. Le entrega los libros, mientras ella apenas lo mira, los coge y sigue su camino por el corredor de forma apresurada. Él se queda agachado viendo cómo ella desaparece en la próxima esquina del pasillo. Nota que su pelo va suelto y es ahí cuando al levantarse ve su diadema blanca sobre el piso, del mismo blanco de su uniforme de estudiante de medicina. La recoge y trata de alcanzarla, pero ya es inútil, el pasillo está vacío y solo ve las ventanitas en las puertas de los salones, y a través de ellas las caras de los estudiantes sin poder encontrar la de ella. Entonces se acuerda de su clase, ya son las 8:22 a.m., mira el reloj y sale corriendo hasta entrar a su salón. Apenas se sienta, se mira su zapato y nota que debajo de este, en la suela, hay pegado una nota adhesiva amarilla. La toma y lee: “No olvidar recoger el libro. The Stanley Kubrick Archives. Taschen. Biblioteca”. Piensa durante la clase que ella debe ir a la biblioteca a recoger dicho libro y que de encontrarla le puede devolver la diadema y disculparse del incidente. Entonces va a la biblioteca tratando de llegar lo más rápido posible para poder volver a verla. Busca en el sistema y anota en un papelito la ubicación del libro: segundo piso, sección Artes Visuales/Cine. Sube, busca entre las estanterías y lo encuentra allí, por lo cual sabe que ella aún no ha venido. Ubica una mesa desde la que puede mirar esa estantería para verla llegar. Decide entonces tomar otro libro sobre Kubrick que está al lado del que ella debe de venir a buscar y se sienta a leerlo para conocer quién es Kubrick y poder hablar del mismo tema cuando la vea. Él tiene en su bolsillo la diadema de ella. Pasa una hora y decide ir al baño más cercano en el mismo piso, tratando de demorarse lo menos posible. Cuando va a salir del baño, un hombre en silla de ruedas que sale detrás suyo le solicita su ayuda. Él le sostiene la puerta y el hombre le dice que si lo puede conducir hasta el ascensor, que la salida ya la conoce. Él lo lleva allá, tratando de llevarlo rápido pero es consciente que debe hacerlo con cuidado. Lo deja en el ascensor, entra con él pero entonces al mismo tiempo ingresa una mujer con un coche de bebé y dos señoras más, queda así atrapado y decide bajar un piso, esperar que la gente salga y subir de nuevo. Cuando regresa a su mesa, nota que el libro The Stanley Kubrick Archives ya no está. Va hasta el estante y sale corriendo hasta el ascensor, este se demora, por lo cual toma las escaleras y va hasta la recepción y no ve a nadie con el libro, va al corredor de afuera de la biblioteca y tampoco ve a nadie, regresa a la biblioteca y confirma en el sistema que el libro ha sido prestado hace pocos minutos. Entonces se da cuenta de que la ha perdido, quizá para siempre. Trata de preguntar la información de la persona que acaba de llevarse dicho libro, pero le dicen que es confidencial. Con los días decide olvidarla guardando la diadema en un bolsillo de su morral por si la vuelve a ver en la universidad algún día.
Al siguiente año. Él está corriendo en el parque y delante suyo va trotando una mujer rubia con una diadema. La cámara la enfoca a ella desde atrás, esta se tropieza y cae en cámara lenta. Él la alcanza, se agacha y le pregunta si está bien. Le ayuda a levantarse y se sientan en una banca cercana. Él la reconoce, tiene la misma cara de la mujer con la que se tropezó hace meses, pero ella parece no acordarse y entonces él decide no revelar su anterior encuentro. Empiezan a hablar de gustos afines, de deportes, de sus actividades. Esa noche van a tomar un café. Días después la invita a una proyección de la película Lolita de Kubrick, de la cual dice que se ha visto ya varias veces. Al salir de la película, cuando van caminando por la calle, de repente ella se abraza a él y llora, ella le dice que le ha gustado la película, la inocencia y ternura y la perversión también. Le dice que hasta ahora no la había visto, pues desde que su hermana murió, meses atrás, había dejado de ir al cine. Le cuenta que ella murió en un accidente de tránsito y que ambas tenían, entre sus gustos afines, una fascinación por las películas de Kubrick, especialmente por La naranja mecánica y El resplandor. Él no dice nada, solo la escucha sosteniéndola fuertemente, como si al soltarla ella se fuera a caer. Él acerca su cara a la de ella y la besa. El atardecer cae sobre las hojas rojizas del otoño. Él, que ha preparado este día para confesarle que ya la conocía desde que se tropezaron en el corredor de la universidad, mete su mano al bolsillo donde tiene la diadema blanca que ha guardado durante meses para entregársela. Entonces ella sigue hablando, diciéndole que ambas tenían una conexión especial, una hermandad inseparable. Y él, sin saber por qué, le pregunta si ella tiene allí una foto de su hermana. Él ve en la foto la misma cara de la mujer que acaba de besar y entiende que son idénticas, gemelas, y que ya no sabe ni quiere saber si la mujer que tiene a su lado es la misma con la que se tropezó un año atrás y entonces la imagina vestida de blanco también, como un extraño juego de su memoria. La cámara los toma de espaldas, caminando en el atardecer de una calle vacía, cubierta de hojas rojas, hojas de olmo, mientras él deja caer de su mano la diadema blanca que ya no quiere entregar. La diadema cae lentamente al pavimento y se funde entre el rojo de las hojas para siempre.
London, mayo 2014
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