Un ranchito se levantaba en esa calle de tierra sin veredas. Unos metros más allá solo había un cuartito que serviría de baño, tal vez.

Junto a una ventana, una maderita pintada grotescamente a mano decía: Gumersindo Gómez.

No había puerta, solo una cortina de mugrientas tiras separaba la calle de la entrada.

Golpeé mis manos, y una voz algo rasposa, me invitó a pasar. Un perro salió de debajo de una mesita chueca. Me gruñó hasta que su dueño, le hizo señas de echarse nuevamente. Un olor mezcla de mate y guiso, inundaba la habitación. El aire era denso y escaseaba.

Él era un hombre de unos setenta años, de mirada sombría, trigueño, cuyas manos callosas se cruzaban sobre la mesita. Tomé asiento en la silla que se encontraba frente a él.

-Usté viene por un entuerto que tiene con su suegra, no?

Cualquier duda que podía tener respecto a la veracidad de este hombre, se me derrumbó con esta revelación. Yo no se lo había dicho a nadie.

-Sí, así es. Desde el día que mi ahora difunto esposo me presentó a su familia, no recibí más que odio de parte de ella y su hija. Él ya no está, pero ella quiere quitarme de en medio y quedarse con los bienes de su hijo.

-Güeno, cuando usté salga, la Paulina le va a dar un frasquito, vio? Tiene un líquido que usté va a poner en algo que tome su suegra. Y santo remedio, se le van a terminar sus problemas, m´hija. Le paga a la Paulina, yo no toco la plata, tengo mis principios, vio?

Cuando salí, “la Paulina” me dio un paquetito, que guardé en un bolsillo y me retiré antes que la noche me alcanzara todavía por ahí.

De camino a casa, llamé a Inés, mi suegra. Arreglamos encontrarnos la tarde del día siguiente. Me sorprendió que ella mencionara que también quería verme, aceptó sin poner reparos.

Yendo a la cita, al pasar por una iglesia, una joven me dio un folleto y me invitó a la reunión que estaba por comenzar. Por supuesto, no acepté. Miré el folleto, en él decía: “Jesús es la mejor decisión”. Lo hice un bollo, y lo tiré.

Llegué antes que Inés. Los nervios me superaban ¿Y si se daba cuenta? Miré el reloj, cinco minutos habían pasado de la hora convenida. En ese momento la vi entrar, arreglada como siempre, demasiado para su edad.

Me saludó, se sentó y pedimos un café irlandés, una de nuestras pocas coincidencias. Se disculpó para ir al baño. No podía creer cuánto me estaba facilitando todo. El mozo dejó su pedido y fue la oportunidad de realizar mi cometido. Disimuladamente, destapé el frasco, volqué el contenido en el café de Inés, y respiré con alivio.

Ella regresó minutos después, quejándose de la demora contra el personal que limpiaba el baño.

-Pedí tus masitas preferidas- me dijo.

Yo asentí con la cabeza. Comenzó a hablar sobre su hija Lucy, quien tenía problemas de salud, de su negocio que estaba en quiebra, y que hacía tiempo quería encontrarse conmigo para pedirme disculpas por las diferencias que habíamos tenido en el pasado.

Calló cuando el mozo llegó dejando el plato con masas. Continué escuchándola por cortesía. Así que estiré el tiempo tomando mi café y las masitas. Mis manos temblaban. De pronto su hablar se tornó indescifrable, me hizo señas de que pidiera ayuda, se llevó una mano al pecho, y cayó pesadamente al piso.

-Un médico- grité. Alguien se acercó a realizarle RCP. En ese instante, solo atiné a levantar lo que ella había tirado en su caída, todo el contenido de su cartera estaba en el suelo. Entre sus pertenencias había una foto mía. Eso me confundió.

Dudé. ¿Acaso ella me estimaba? Sentí culpa. Pobre Inés, qué le hice? ¡Qué hice, qué le hice!

Un sudor frío me recorrió el cuerpo. Tal vez no era la mujer malvada que yo creía, pensé. Tomé la fotografía y la di vuelta…

Gumersindo Gómez, decía, y su dirección.

Miré a Inés, un frasquito color ámbar estaba junto a ella. Lo levanté, estaba vacío. Un dolor en el pecho me hizo trastabillar, caí junto a ella, que yacía sin vida.

No, no podía terminar mis días ahí, junto a la persona que odiaba tanto. Quise gritar y no pude.

Mis ojos se cerraron. Ya era tarde…

A Inés tal vez la encuentre en el infierno adonde van las brujas. Las dos lo habíamos sido.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS