Las bragas de Laura (Tercer capítulo)

Las bragas de Laura (Tercer capítulo)

La policía estuvo en el departamento de Laura aproximadamente 30 minutos, revisaron las instalaciones del mismo, tomaron huellas de los objetos que pudiera haber tocado el intruso que describió Laura, y luego de requerirle los datos personales a ella, se marcharon, no sin antes mencionarle que, si había otra situación parecida, llamara al servicio de emergencia.

Después de que la policía partiera de su departamento, se sentó al filo de su cama y empezó a repasar todo aquello que le había ocurrido desde el día anterior en el tribunal, donde por un momento se cloqueo y hasta perdió la conciencia, el episodio del baño con sus bragas, la llamada a su teléfono en la mañana y ahora lo acontecido con el extraño de voz áspera, que había incursionado en su departamento y en su cocina.

Según los primeros indicios o diligencias que habían realizado los policías en su departamento, nada estaba fuera de lo normal, no había señales de que la puerta principal haya sido violentada, las ventanas estaban cerradas y aparentemente todo estaba en su lugar. Era una disyuntiva la que tenía Laura frente a ella

¡Será que estoy delirando!

¡Será que estoy paranoica!

Estas y otras interrogantes rondaban su cabeza lo que le provocó un dolor intenso de cabeza, se tomó un calmante y se durmió por un lapso considerable de tiempo, donde nada extraño le interrumpió su descanso.

No fue sino hasta las 3 de la tarde que Laura se despertó y lo primero que hizo fue revisar su móvil, que estaba saturado de llamadas perdidas y de mensajes de voz y de textos, se levantó de la cama, se fue al baño a lavarse la cara y regresó a seguir revisando el móvil. Tenía llamadas de la oficina, de su amiga del tribunal, de algunos clientes, nada que la perturbara y que le hiciera perder la compostura.

Pasadas las 5 de la tarde agarro su laptop y empezó a revisar las redes sociales y los correos institucionales que tenía por su actividad en los juzgados, estaba por cerrar la revisión cuando había un correo que le llamó la atención y lo abrió, textualmente decía lo siguiente:

Abogada Laura.

Le comunicamos que el reo que Ud. visitó hace algunos días en la cárcel de mediana seguridad, el cual se llama Darío P. se fugó de la cárcel horas después de que asistiera a su comparecencia en el juzgado, donde Ud. tuvo un lapso de perdida de conciencia durante su intervención como abogada del detenido.

Esto le causó un estremecimiento muy profundo que le dejó los pelos de punta y una rara sensación de miedo y de intriga al saber que el tipo al que estaba defendiendo, y que posteriormente la había llamado a su móvil mencionándole que tenía algo que le pertenecía, sería el mismo que horas antes había entrado a su departamento y que le había preguntado

¿Con o sin azúcar?

Trató de guardar la calma, más las emociones y el miedo la traicionaron y se quebró en llanto, un llanto entre tristeza, y horror, que la invadía y que no le permitía pensar y colocar todas las piezas del rompecabezas en su lugar.

Se tomó un te relajante y trató de descansar, mas no podía hacerlo, pues su mente daba vueltas y vueltas para entender que le estaba sucediendo y que pasaría de aquí en adelante con ese presidiario suelto, y que, según sus deducciones, sería el mismo que se coló en su departamento y que la había besado tan apasionadamente.

Buscó refugio en un libro de detectives que años atrás le había sido obsequiado por un compañero de la unidad judicial donde realizó sus prácticas previas a recibirse de abogada, y lo analizó hoja por hoja desde la mitad hacia adelante, llevaba bastante rato hojeándolo hasta que llego a una parte donde decía “Un buen detective no es aquel que coge las cosas a la ligera, sino aquel que aligera los hechos, para que las cosas sucedan”. Esta frase le llamó poderosamente la atención y la anotó en una agenda personal que tenía en su mesita de noche.

Ya para entonces eran las 9 de la noche, y estaba agotada y con temor, aunque también con intriga, reviso por último momento su móvil y entre los mensajes de voz, que había muchos, encontró uno que era de un desconocido y lo abrió, el mensaje en principio no decía nada, solo se escuchaba un ladrido de un perro en algún lejano lugar, más casi al final escuchó lo siguiente:

¡Me gusto verte hoy!

¡Además de sentir tus cálidos besos!

Inmediatamente soltó el móvil y se tumbó en su cama, lo que había pasado horas antes en su cocina no era producto de su imaginación, había sido un encuentro con esa persona de voz áspera y aspecto sexi.

Rápidamente se repuso del impacto y descargo el audio en su móvil y se lo reenvió a uno de los policías que la habían visitado cuando realizó la llamada de auxilio, esperando que pueda escuchar el audio y proceder a iniciar una investigación al respecto.

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