Las Abejas del Doctor Eustebio

Las Abejas del Doctor Eustebio

¡Dios, líbrame de seguir aquí!
Pensó Amelia no con poca amargura mientras pasaba su dedo por el borde de su bebida, un champan que no le gustaba, en una fiesta que le gustaba todavía menos.
Estaba sola en su mesa de fino mantel blanco. Rodeada de otros invitados, pero abandonada por su novio Estiven, quien le insistió hasta convencerla de acompañarlo a esta fiesta con sus colegas del trabajo.
<< -¡Será divertido Am! La reunión es en el fundo del Doctor Eustebio, y el jardín que tiene ¡Es enorme! ¡Te encantará! Solo debemos vestirnos un poco más formal de lo usual, pero aparte de eso, será grandioso y solo irán gente de la oficina. >>
Si claro. Aja.
Tenía sus dudas al principio pero cuando “un poco más formal” pasó a ser un vestido largo para ella y traje y corbata para Estiven; del “solo irán gente de la oficina” y “una reunión” se convirtió en un fiesta elegante donde estaban presentes políticos, aspirantes a políticos, intelectuales de izquierda, seudo intelectuales de centro-izquierda, los que de creen intelectuales, contratistas y los sequitos de adulantes de oficio que no podían faltar, dispuestos a echarles flores a quien sea con tal de conseguir sus intereses. Después de todo, tus logros son proporcionales a tus aspiraciones.
Supo entonces que estaba en serios problemas.
Y en medio de todo eso está ella, irritada, hastiada y con ganas de irse, pero atrapada porque se vino en el carro de Estiven, por tanto, tenía que calárselo hasta-quién-sabe-cuándo.
Su resoplido sonó igual que un globo desinflándose, si el grupo de mujeres a su izquierda la hubiesen escuchado, la hubiesen mirado con el desdén y desaprobación del que se cree superior al próximo. Pero estaban ocupadas soltado chismes y riendo de las desgracias ajenas.
Para entretenerse empezó a buscar en su bolso hasta encontrar un bolígrafo y una hoja o factura que sabía que tenía en alguna parte…
Bingo.
Alisó sobre la mesa la factura que encontró y comenzó a dibujar. Empezó por la cabeza, los grandes ojos en los costados, unas antenitas en la parte superior, luego el tórax seguido por el abdomen alargado, seis patitas y para terminar las alas, sin olvidar las franjas en el tórax en blanco y negro. Y listo, apenas un bosquejo, pero se entendía su abeja por lo que era, tenía todos sus detalles en su lugar.
Sabía lo que dibujaba porque Amelia es Apicultora y firme conservacionista ambiental. Cuando se enteró que las abejas se encuentran disminuyendo su población de manera alarmante, comenzó a interesarse y a investigar más afondo. Lo que descubrió fue que las abejas son importantísimas para el desarrollo y proliferación de plantas en el ecosistema a nivel mundial y su posible extinción como especie provocaría un daño ecológico de proporciones incalculables para la vida.
Le vino a la memoria un recuerdo cuando se quejó de esta situación con Estiven en una oportunidad.
>>-¿Sabes cuál fue la brillante solución sobre las abejas? ¿Dejar de usar productos químicos tóxicos pesticidas que las matan? No. Las empresas que producen esos mismos químicos decidieron que mejorar genéticamente a las abejas era la solución. ¿Para qué arreglar el problema de fondo si podemos modificar las consecuencias?
>>-Sí bebé lo que tú digas concuerdo-Respondió distraído su novio mientras seguía leyendo su libro.
>>-¿Me estas escuchando? -Su tono suave y peligroso debió de alertarlo pues alzó la mirada de su lectura y tragando su nerviosismo le contesto.
>>-Sí, te estoy oyendo hablas de las… -dudo un momento…-Abejas y las empresas que las están amenazando. -Contestó al final.
Un poco más aplacada Amelia continuó, pero hubiese preferido que la mirara cuando hablaba.
>>-¿Y sabes que es lo peor? -Pregunta retórica. -Fue que por accidente crearon una subespecie mutante, las abespas, llamadas así por su parecido con las avispas, tienen la agresividad de estas, junto con su aguijón liso, los que les permite picarte más veces que una abeja normal, vuelan el doble de rápido. Y su veneno provoca una grave urticaria alérgica, en algunos casos hasta la muerte.
>>Sip. Que arrecha es la ciencia cuando es utilizada en pro de fines económicos egoístas.

-Su Atención por favor. -Amelia fue sacada de sus recuerdos y volteó al frente, allí estaba el anfitrión de la fiesta el famoso Doctor Eustebio, era un hombrecito gordo con entradas en la frente, su sonrisa era puro reflejo de la satisfacción que estaba sintiendo.
-Me permiten su atención queridos amigos míos. -Repitió. Amelia apostaba dos sueldos mínimos, (que no es mucho), a que ese hombre no conocía el nombre de la mitad de las personas que estaban en su casa.
-Para un hombre como yo estar rodeados de gente tan maravillosa y contar con su apoyo y amistad tiene un valor incalculable. Espero que todos estén disfrutando de mi humilde morada- hizo una pausa, hasta que los adulantes entendieran que debían reír del mal chiste para seguir con el guion preparado y no fue decepcionado.
Cuando la pista de risa terminó pudo continuar.
-Agradezco a todos el venir. Como sabrán soy un hombre de muchos intereses y el medio ambiente es uno de ellos. -Dejo la sonrisa para poner una cara de seria preocupación. –Las abejas, nuestras queridas productoras de miel ¿A quién no le gusta? Es deliciosa. Y confieso que a mí puede que me gusta demás. -Palmeó su estómago.
Más pista de risa.
Amelia no pudo evitar poner los ojos en blanco. -Es admirable como la ciencia nos permite proteger a unos seres que sean tan importantes; y no solo lo digo por su miel. Je, je.
Claro, porque la única utilidad que tienen las abejas es darnos su miel.
-He realizado amigos míos una pequeña inversión que, aunque no fue fácil o barata. Después de todo nadie escapa de la difícil situación que atraviesa el país por la guerra económica, pero bien vale la pena si se hace una buena causa.
>>Si me siguen les daré más detalles. -Indicó con señas para que lo siguieran, comenzando a caminar hacia una parte del jardín, los invitados se levantaron en masa para seguir al líder. En medio de la multitud se reencontró con Estiven.
-¡Estiven! ¡¿Qué estabas haciendo?! ¡Me dejaste por demasiado tiempo! -Le recriminó Amelia.
-¡Shh! Amor aquí no-dijo en voz baja mientras observaba si estaban llamando la atención de los otros invitados.
-¡No jodas! ¡No me vengas con amor ahora! ¡Y mírame a la cara! -Dijo más enojada cuando lo vio volteando para todos lados.
Cuando Estiven estaba a punto de responderle ya habían llegado a donde sea que su anfitrión los había conducido.
Era una parte del jardín que estaba casi en penumbra, a las puestas de cristal de un pequeño invernadero, estaba oscuro y no se distinguía nada adentro, Amelia se percató que escuchaba zumbidos en el interior. El Doctor Eustebio esperó sin dejar de sonreír de forma muy astuta hasta que todos llegarán y se concentrarán a su alrededor.
-¿Estamos todos? -Preguntó a su audiencia cuando ya nadie más se acercó.
-Bien. Lo que quería mostrarles está del otro lado de esas puertas. -Dijo señalando adentro, -pero primero dejen que los ilumine un poco. -Esta vez no hubo risas. Pero no parecía esperarlas porque se encontraba ocupado buscando en el bolsillo de su chaqueta, hasta que halló un control remoto con el encendió las luces.
El invernadero se iluminó cual arbolito de navidad, estaba lleno de hileras con plantas y helechos en materos colgantes en la parte superior, tenía arbolitos algunos con flores otros con frutos, pero lo que en verdad capturó la atención de Amelia era el enorme panal de abejas que estaba precariamente enlazado en la rama de un árbol en el centro.
Sin escuchar ni una sola palabrería de su anfitrión se acercó hasta una de las paredes. Había algo curiosos en la forma del vuelo de esas abejas…
-Disculpe ¿Qué especie son sus abejas? -Preguntó interrumpiendo el discurso de su anfitrión.
-¿Eh? -El susodicho parecía un poco irritado por ser interpelado, pero se recuperó en seguida, volvió a adoptar su sonrisa y con voz muy segura respondió.
-Bueno, lo iba a revelar al final, pero ¿Qué más da? Son abejas mejoradas, las he adquirido para introducirlas en la región. -Infló su pecho todo orgulloso al creerse tan generoso al poner su granito de arena por la causa.
-¿Está seguro? ¿Dónde las consiguió? -Preguntó Amelia, más decidida a comprobarlo, no le gustaba lo que empezaba a sospechar. Desde su posición veía el rostro de Estiven que le hacía señas, pero prefirió ignóralo.
En cambio, la cara que el Doctor Eustebio era la viva imagen de la sorpresa y posterior rabia ante la osadía de aquella joven por increparlo por tales preguntas, que casi eran acusaciones, por supuesto no iba a rebelar que no las adquirió por los caminos regulares, sino a través de un favor que les hizo a unos científicos europeos que fueron descubiertos tratando de llevar por contrabando especies de plantas, animales y casi cien kilos de oro extraído ilegalmente del Alto Orinoco. En lugar de meterlos presos, pues bueno, se llegó a un acuerdo, para ayudarlos a salir del embrollo que estaban metidos le consiguieron las abejas mutantes.
Y por supuesto el Doctor Eustebio no podía perder la oportunidad de jactarse de sus nuevos juguetes ante un público. O al menos lo fue hasta hace poco.
-Muy seguro. -Respondió algo tajante. -Y aunque no es asunto suyo la manera en que las conseguí y no pienso aburrirles contando todos los detalles, pues es un cuento muy largo, las compré a un grupo de desarrollo genético. Le aseguro que tengo los documentos en regla. -Terminó zanjando la cuestión.
-¿Y desde cuando las tiene? -Volvió a preguntar Amelia, siendo ella también cortante.
-¿Cuánto tiempo…? ¡¿Pero bueno?! -Exclamó el Doctor Eustebio, ya cansado de tanta preguntádera. Sus mejillas se estaban tornado de un color rojo y sus ojos empezaron a echar chispas. Los invitados empezaron a cuchichear entre si y Estiven se veía pálido y alarmado, movió los labios para que Amelia leyera ¡por favor cállate!
Pero de nuevo ella no le hizo caso y como su Anfitrión solo se limitó a fulminarla con la mirada y no daba muestras de querer darle una respuesta, Amelia pensó, ¡Al carajo! Y se lanzó directo en picada.
-Le pregunto todo esto mi estimado Doctor. Pues sí las tiene desde hace poco tiempo, entonces tienen un panel demasiado grande comparado con las medidas normales de crecimiento que se tardan las abejas en construir su panal. También veo que vuelan sospechosamente rápido, lo que explica que tengan ese monstro de panal. -Hizo una pausa para que calara lo que estaba tratando de decir.
-¡Fuera de mi casa! -Gritó el Doctor Eustebio entendiendo la insinuación. -De la nada unos guardias vestidos de negros aparecieron y la agarraron por los brazos y tuvo que hablar con prisa mientras se la llevaban.
-¡Creo que tiene abespa no abejas! Y ¡No solo son ilegales tenerlas, sino que además es peligro y usted no tiene los equipos de protección adecua…! -Pero lo último no pudo terminarlo, porque los guardias la arrastraron para que no siguiera molestando.
Estiven iba de tras de ellos viéndose muy avergonzado, pero no dijo nada para defenderla.
Cuando los guardias la dejaron con un empujón fuera de los límites de la propiedad. Amelia se frotaba el brazo con disgustó y les grito a su espalda.
-¡Mal paridos!
-¡Amelia ¿En qué pensabas al hacer una escena?!-La reprendió su novio.
-¡No lo entiendes Estiven! Ese Pajuo no tiene abejas alteradas, tiene a las otras, las abespas. ¡Las jodidas Abespas! Tiene una bomba de tiempo y no sabe que las tiene ¡Puede matar alguien!
-¡Eso no lo sabes a ciencia cierta! -Respondió Estiven igual de enojado.
-¡O por favor! ¡Sabes de lo que habló! ¡Soy una apicultora!
La discusión continuó un poco más, pero durante el trayecto en el carro reino un silencio cargado de amargura, enojo y reproche. Listo para estallar en cualquier momento con una nueva llamarada de gritos e insultos. Nunca habían discutido de forma tan fuerte, cruel y despiadada el uno contra el otro, no se guardaron nada. Al final Amelia llegó a su casa agotada y abatida, no gano nadie, pero de forma tácita decidieron un alto al fuego y cese de hostilidades, al menos de momento.
Se durmió esa noche con el corazón herido y llena de decepción por no sentirse apoyada, pero también preocupada y con un mal presentimiento sobre el asunto de las abespas, pues estaba más que convencida que eso es lo que eran.
A la mañana siguiente leyó en un portal de noticias el siguiente titular.
¡Alerta! ¡Ataque de Abespas en nuestra ciudad! –Su corazón comenzó a tronar más rápido. Dio clic en el link para leer más.
El día de ayer fue registrado un ataque de los insectos popularmente conocidos como Abespas. El hecho ocurrido tuvo lugar en el Fundo “El Reino” de nuestra ciudad Puerto Mariscal, perteneciente al ciudadano abogado Eustebio García Morales, ayer en horas de la noche mientras se realizaba una fiesta. Funcionarios Policiales y la Guardia Nacional Bolivariana fueron alertados por múltiples llamadas de auxilio a la zona de los hechos, controlaron la situación usando humo para adormecer a las enfurecidas abespas.
El hecho trajo como consecuencia el saldo de 10 muertos y más de 60 personas heridas, entre los cuales 15 están en estado crítico y se encuentran siendo atendidos en el Hospital Dr. José Gregorio Hernández.
Las fuentes oficiales no quisieron dar declaraciones sobre la procedencia de las Abespas, más sin embargo el Mayor General Roberto Recio Mora indicó “Se abrirá una investigación correspondiente. Este hecho no quedará así” Al mismo momento, uno de los invitados, que prefirió no identificarse, dijo a nuestro corresponsal que un rato antes de la tragedia ocurrió un altercado entre el anfitrión y una joven quien luego de hacer un par de preguntas sobre unas abejas que tenía el Dr. Eustebio, fue echada de la fiesta “Pero dijo mientras la sacaban que se trataban de abespas y que no era seguro” agregó…
Amelia no podía seguir leyendo en este punto. Un dolor de cabeza estaba a la orden del día. Saber que tenía razón más que darle satisfacción la hizo sentir irritada y decepcionada.
¡Qué desastre! ¡Si tan solo ese carajo la hubiese escuchado!
¿Y sí por la forma en que lo dijo, motivó a ese imbécil a ser imprudente y estúpido solo para demostrar que ella estaba equivocada?
Frotó su cara en frustración.
No. No podía echarse la culpa por eso, hizo lo que creía correcto y lo que podía hacer dadas las circunstancias, no podía asumir la responsabilidad por otros, además, en cualquier momento algo como esto ocurriría. El doctor Eustebio es, después de todo, un imprudente y un estúpido.
Y ahora solo el tiempo dirá cuáles van a ser las repercusiones ambientales, pues las habría; las controlaron, sí, pero pensar que algunas no escaparon propagándose es ser ingenuo. En este momento deben estar construyendo nuevas colonias.
Cuando una nueva especie es introducida a un nuevo ecosistema, este irremediablemente queda alterado en mayor o menor grado y con las abespas siendo tan agresivas como son solo es cuestión de tiempo para ver qué tan grave será el desastre.
Albert Einstein tenía razón, la estupidez humanada es infinita, pero sumado a la arrogancia y pretensión es una granada en las manos de un niño.

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