Me gusta cuando nos hablamos de esta forma,cuando me llega tu carta, esa que no esperaba. A pesar de que fue escrita meses antes, aún conserva tu esencia, aún conserva el sentimiento. Me da tanta alegría, la abro despacio disfrutando cada momento al romper ese papel marcado con tus labios,se me eriza la piel cuando pienso en que tu boca se poso allí dejando una marca de labial rosa, mi corazón se acelera. Por fin agarro la carta con felicidad, espero leer lo que tienes para decirme esta vez, que historias tendrá para contarme. O que poemas tendrá para enamorarme.
Leo la carta, y mi corazón se empieza a ralentizar, algunas lágrimas brotan de mis ojos. No creo el poder que tienen esas míseras manchas de tintas que puedo tapar con mi pulgar, me pregunto donde guardan esa esencia mágica que agobia. ¿Tal vez en la tinta con la que están escritas? Aun no puedo creer, en que momentos les dimos tanto poder, nosotros las creamos y ahora ellas nos destrozan cada vez que alguien que queremos la usa de una forma nefasta.
Esas letras dicen que ya no podemos hablar, esas letras dicen que te vas a casar.
Tome la carta, y la tire dentro de un balde con agua, la agarré y la empecé a refregar, deseando que con el mismo poder que pueden matar los sentimientos, puedan regresar el tiempo atrás, pero lo que único que se desvanecía era la tinta con la que estaban escritas la palabras.
Escribo mi respuesta, algunas lágrimas caen en la punta de la pluma y se mezclan con la tinta. Tal vez ahí es donde se forma esa locura de emociones pegadas al papel. ¿Así será la fórmula para matar sentimientos? De ser así pido que nadie, en ningún momento, mezcle lagrimas y tinta, es una receta mortal para la amor y la alegría.
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