Llega de madrugada con el disfraz que le puso la noche de copas, mi puerta siempre está abierta para ella. El abrazo eterno de dos corazones rotos, cansados e inconscientes de tenerse uno al otro. Con poca prudencia esboza palabras que siempre quise escuchar y me pregunta porqué. La cobardía puesta en dos personas que no se dejan ver. Yo sólo observo y trató de entenderla. Adentro en el colchón en el suelo, ese que se opone a lo nuestro, jugamos, nos robamos besos, caricias inapropiadas y roces indebidos. La copulación no llegará debido a que gastamos lo último que nos protegía. Se queda dormida y sólo observo. Sus piernas eternamente largas, su trasero redondo, muy bonito (soy valiente) su cabello lacio y su manera incorregible de dormir dando la espalda, esa que me hace el mejor caballero que jamás haya conocido. Se levantará turbia y se irá sabiendo que dejó nuevamente sus dudas. Yo sólo escribo.
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