La ventana

La ventana

Vicky G.

03/12/2020

Como cada día, durante el último mes, abro la ventana.

El aire frio del invierno llena la habitación.

Busco el mechero en el bolsillo trasero de mi pantalón, mientras con la otra mano agito el paquete de tabaco hasta que cae el último medio cigarrillo que me queda. Me doy cuenta que mi vida es como ese cigarro: a medias, a punto de agotarse… y mis ojos se humedecen.

Miro hacia abajo, hacia la acera prácticamente vacía. La gente camina con la mirada triste y la cara tapada. Donde antes se encontraba una terraza siempre repleta de gente ahora solo hay silencio… Ya no hay cervezas, risas y brindis, solo puertas cerradas. Saludos a dos metros. Distancia y soledad. Y vuelvo a ver mi vida reflejada en esa calle: ya no hay amor, caricias, abrazos… Mi vida está medio vacía desde que la muerte se lo llevó hace ya un mes, a Él, a mi gran a amor, a mi medio cigarro.

Apago el cigarrillo con rabia en el cenicero que está sobre el alfeizar de la ventana, y después de secarme las lagrimas con la manga de la camisa, apoyo las manos y elevo mi cuerpo, hasta que consigo la altura suficiente para sacar por la ventana mi pierna derecha, luego la izquierda. Hoy es el día. Esta vez si.

Y ahí, con los pies colgados a 5 pisos de la acera, miro al suelo, mi destino. Y miró al cielo y pienso en él por última vez.

De repente, los gritos de la gente que me observa desde la calle se mezclan con una dulce voz a mis espaldas. Me giro y ahí esta él, mi pequeño, mi otro gran amor, que me hace temblar de emoción cada vez que me llama mamá.

En ese momento recuerdo porque sigo viva, luchando.

Un giro de 180 grados, los pies a salvo en el suelo de la habitación.

Y como cada día, durante el último mes, cierro la ventana.

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