En un poblado devastado por la sequía y la hambruna, donde la tierra estaba estéril y la esperanza se desvanecía, un joven llamado Eric encontró una última semilla en un rincón olvidado de su hogar. Era una semilla de una planta ancestral, una reliquia de un tiempo en que la tierra era fértil y generosa.
Eric, desesperado, decidió plantar la semilla. Sin embargo, había un problema: no había agua suficiente en el pueblo para cuidarla adecuadamente.
A pesar de las dificultades, Eric protegió la semilla con su vida. Buscó soluciones creativas para obtener agua y regarla con asiduidad, y la resguardó de los saqueadores que buscaban cualquier atisbo de comida.
La planta floreció con frutas abundantes que proporcionaron alimento. Eric miró con orgullo el fruto de su sacrificio y esfuerzo, recordándole que incluso en tiempos desesperados, la esperanza y la determinación pueden traer un nuevo comienzo.
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