Sí, ella sí sabía que a pesar de repetirlo muchas veces, se les olvidaría hacerlo de manera correcta. Por eso, se amarró su delantal y comenzó a empujar, a mover la loza, a sacudir las cortinas, a soplar detrás de las puertas, que ¡zas! se cerraban… Ave María purísima que está enojá la sra. Ana, dijo una vecina persignándose. ¿Qué dijo? preguntó la Silvia colorá de tanto llorar. Tu mami, que está enojá por algo, mira como se sacuden las cortinas, y no escuchaste los portazos? ¿qué será mija? La Silvia entendió altiro y mandó a buscar carne y vino con las últimas monedas que le quedaban.

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