LA TRAVESIA DE LINA: ENTRE DOS MUNDOS

LA TRAVESIA DE LINA: ENTRE DOS MUNDOS

Alvaro Boza

02/01/2024

LA TRAVESIA DE LINA: ENTRE DOS MUNDOS

En la orilla del lago Titicaca, bajo la luz plena de la luna llena, una gatita amarilla con ojos enormes, resplandecientes como dos lunas, y patitas blancas que parecían trozos de algodón, fijaba su mirada en el resplandor lunar. A pocos metros de ella, se encontraba un hombre con un sombrero pequeño, una barba ceniza y un poncho rojo adornado con líneas doradas. Después de observar a la gatita durante más de veinte minutos, el hombre habló: “Michi, tu anhelas ser humana, quieres a un humano mucho. Observas la luna y solo te concentras en eso. Yo deseo ser humana. Mañana, cuando despiertes, serás una persona”.

La gatita abrió los ojos y, como todo felino, se lamió la mano instintivamente para acicalarse. Sin embargo, sus manos ya no eran las patitas de algodón; eran manos humanas. Con un salto, se deslizó fuera de la cama, desconcertada al notar que sus piernas también habían cambiado a una forma humana. Miró a su alrededor y encontró un espejo. Al verse reflejada, descubrió que ahora era una mujer, pero no una mujer común, sino una dama hermosa con ojos grandes, nariz pequeña, labios rosados y una melena dorada. En pocas palabras, era una mujer muy bella.

Mientras se observaba en el espejo por varios minutos, escuchó una voz desde afuera: “Lina, mi amor, el desayuno está listo”. Para su sorpresa, entendió el idioma humano y se quedó inmóvil, tratando de comprender lo que estaba sucediendo. En ese momento, alguien entró en la habitación: “Cariño, ¿por qué no bajas? El desayuno está servido”. Era un hombre de estatura normal, cabello corto, ojos ligeramente rasgados y una barba incipiente. Él la miró.

«¿Todo bien, gatito?», le dio un beso en la frente. «Sí, todo está bien. Me alisto y bajo». «Está bien, cariño. Avísame si todo está bien».

Se preparó por intuición, aún confundida sobre lo que estaba ocurriendo, pero bajó a la mesa con mucha hambre. Vio un jugo de piña, dos tostadas, un huevo revuelto y una taza de café. ¿Qué era eso? ¿Dónde estaba su carne? ¿Su pescado? «Amor, es lo que más te gusta, ¿no probarás?». Probó el café y sus ojos se abrieron como aquella noche bajo la luna. Sintió un sabor que le encantó y luego bebió el jugo de piña, quizás con el mismo efecto que el café, pero devoró todo el desayuno sin decir una palabra.

«Estás muy rara hoy. ¿Estás segura de que estás bien?», preguntó el hombre. «Sí, todo está bien», respondió ella. «Bueno, estoy saliendo a hacer algunas cosas. Estaré de vuelta en dos horas. Arréglate, hoy almorzamos en casa de mis padres».

Lina se quedó sola en casa, rodeada de revistas y fotos que estaban sobre la mesa. Aún confundida y con el corazón latiendo rápido, decidió observar en aquel mar de información para comprender su extraña metamorfosis.

Sus ojos curiosos escudriñaban las páginas, llenas de colores y letras que, aunque parecían formar palabras, aún eran un enigma para ella. Sin embargo, se detenía en las imágenes, estudiando detenidamente cada gesto, cada vestimenta, cada escenario. Trataba de absorber aquel conocimiento como una esponja sedienta.

Entre las páginas, encontró fotos. Fotos de ella junto al hombre con quien compartía ahora su vida. Al ver esas imágenes, algo se agitó en su interior. Recuerdos borrosos de cuando era una gatita empezaron a emerger en su mente. Recordaba momentos en los que se enroscaba en sus piernas, jugaba con hilos y se acurrucaba en su regazo. ¿Cómo era posible que esos recuerdos estuvieran vinculados a ella?

Tomó una foto en sus manos, observando detenidamente la imagen de ambos. La figura humana junto a ella, sonriente, la abrazaba con ternura. Los ojos de Lina se posaron en el rostro del hombre. Intentaba reconocer rasgos, gestos, cualquier indicio que le explicara su conexión con él. Sin embargo, por más que miraba, sus recuerdos felinos se superponían a la imagen del humano frente a ella.

La confusión y la curiosidad la empujaron a seguir explorando. Las revistas se convirtieron en sus guías, sus páginas se volvieron los libros de texto de su aprendizaje humano. Lina estudiaba las fotos de moda, los artículos sobre comportamiento social y las recetas de cocina con una determinación feroz, como si su vida dependiera de ello.

Intentaba imitar los gestos de las personas en las fotos, la manera en que vestían y hablaban. A veces, se encontraba tartamudeando palabras en voz baja, tratando de pronunciar lo que veía escrito. A pesar de la dificultad, su determinación no flaqueaba.

Los minutos se convirtieron en horas mientras Lina exploraba este nuevo mundo. A medida que avanzaba, una mezcla de asombro y frustración se reflejaba en sus ojos. Comprendía algunos conceptos básicos, pero la abrumaba la inmensidad de lo que aún debía aprender.

Entre cada página volteada, cada imagen absorbida, Lina comenzaba a entrever el significado de su transformación. Esta metamorfosis no solo le había dado una forma humana, sino también una oportunidad para descubrir un mundo que antes le era ajeno.

Decidida a enfrentar lo desconocido, Lina abrió el armario y se enfrentó a prendas que antes le resultaban ajenas. Entre colores y texturas, sus dedos se deslizaron sobre un vestido blanco salpicado de puntos negros. Con cuidado, se lo puso, sintiendo la tela acariciar su nueva piel.

Se detuvo frente al espejo, observando la imagen reflejada. El vestido abrazaba su figura con gracia, delineando sus curvas con elegancia. Lina se maravilló al ver a la mujer que la miraba desde el otro lado del cristal. Sus ojos grandes brillaban con asombro, y una sonrisa tímida se dibujaba en sus labios rosados.

Decidida a enfrentar lo que vendría, se armó de valor y salió de la habitación hacia el encuentro con su pareja. El corazón le martilleaba en el pecho mientras descendía por las escaleras, cada paso era un eco de determinación.

Al llegar a la sala, el hombre, su compañero en esta nueva vida, la esperaba. Al verla, sus ojos se iluminaron con una mezcla de orgullo y asombro.

«Lina, estás deslumbrante», susurró el hombre, acercándose para tomar su mano con delicadeza.

El gesto llenó a Lina de un cálido consuelo. A pesar de la incertidumbre, la calidez en la mirada de su compañero le transmitió una sensación de apoyo y seguridad. Se sentía reconocida, aceptada.

«Gracias», dijo Lina con una voz suave, sorprendida por la capacidad humana de expresar gratitud y emoción.

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El hombre la guió hacia la puerta, donde les esperaba un camino hacia lo desconocido. Lina se aferró a su mano, utilizando este gesto humano como ancla en medio de la incertidumbre que llenaba su mente. Juntos, se encaminaron hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Con cada paso, Lina se daba cuenta de que su transformación no solo la había convertido en una mujer, sino que también le abría las puertas a una nueva vida llena de descubrimientos, amor y aprendizaje.

Los pasos resonaban en el camino hacia la casa de los padres de Adriel ese era el nombre del humano. Cada huella en el suelo marcaba el inicio de una nueva etapa en la vida de Lina, quien se aferraba a la mano de su compañero en busca de seguridad. Al llegar, la puerta se abrió revelando un cálido abrazo de la madre de Adriel. Su sonrisa acogedora y los ojos brillantes de felicidad fueron como un bálsamo para el corazón de Lina. El aroma a café recién hecho y a comida casera inundaba el ambiente, despertando en ella un apetito insaciable.

«¡Bienvenidos, queridos!», exclamó la madre de Adriel con afecto, abrazando a Lina con ternura. «Qué alegría verte, Lina, estás radiante». Lina asintió con una sonrisa, agradecida por la calidez de la bienvenida. La atmósfera familiar y acogedora le brindó una sensación de calma en medio de la ansiedad que la invadía.

El almuerzo transcurrió entre charlas amenas y platos deliciosos. La madre de Adriel mostraba un don excepcional para la cocina, y cada bocado deleitaba los sentidos de Lina, despertando su paladar humano con nuevos sabores y texturas. A medida que la conversación fluía, Lina observaba con atención los gestos y las expresiones de los padres de Adriel. Las risas y las historias compartidas revelaban el amor y la conexión familiar, haciendo que Lina se sintiera parte de aquel cálido núcleo.

Adriel, por su parte, irradiaba determinación. Aunque Lina no sabía que él había mencionado la petición de matrimonio a sus padres, también percibía su respeto por el tiempo y el momento adecuados para dar ese paso importante.

El café, una bebida aromática y reconfortante, se convirtió en el cierre perfecto para la reunión. Mientras saboreaba la taza entre sus manos, Lina se dio cuenta de que, a pesar de la confusión y la incertidumbre, este momento había traído consigo un sentido de pertenencia y aceptación que anhelaba en su nueva vida. La promesa de un futuro incierto pero lleno de posibilidades se extendía frente a ella, y la calidez de aquel almuerzo familiar había sembrado en su corazón la semilla de la confianza en este nuevo mundo humano.

Lina notó la preocupación en los ojos de Adriel mientras salían de la casa de sus padres. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles que habían fuera de casa, creando destellos dorados en el sendero que se extendía ante ellos.

«¿Estás bien, Lina?», preguntó Adriel, su voz llena de cuidado.

Ella asintió, aunque su interior seguía siendo un torbellino de emociones desconocidas. Sin embargo, apreciaba la preocupación y el apoyo de Adriel. Se detuvo un momento, buscando en su mente algo que pudiera traerle calma. Entonces, sus ojos se posaron en un pequeño estanque cercano, donde patos nadaban tranquilamente. La imagen le trajo un recuerdo de su vida pasada como gatita, observando a estas criaturas con curiosidad desde la orilla del lago Titicaca.

«¿Quieres ir al estanque?», sugirió Lina, señalando con delicadeza hacia el agua.

Adriel asintió, comprendiendo el gesto. Caminaron en silencio hasta el borde del estanque. El suave sonido del agua calmó los latidos agitados del corazón de Lina, recordándole un lugar familiar y apacible. Juntos se sentaron en un banco cercano, dejando que la serenidad del lugar les abrazara. Lina observaba a los patos nadando con gracia, dejándose llevar por la tranquilidad que aquel escenario le ofrecía.

Entonces, un pensamiento cruzó su mente. Recordó el suave murmullo de las olas en el lago Titicaca, la calma de las noches bajo la luna, y cómo esa tranquilidad la envolvía como gatita.

«Es como en el lago», susurró Lina, más para sí misma que para Adriel.

Adriel le tomó la mano con suavidad, ofreciéndole un apoyo silencioso. En ese gesto simple, Lina encontró una conexión reconfortante. Se sintió comprendida, aunque aún no pudiera expresar con palabras todo lo que pasaba por su mente. La sensación de serenidad crecía lentamente en su interior. El parque, con su paz y sus pequeñas maravillas, le brindaba un respiro en medio de la incertidumbre que rodeaba su nueva existencia.

El regreso a casa trajo consigo una sensación reconfortante para Lina. A pesar de la incertidumbre, el día había sido una exploración constante de su nueva vida humana. Mientras Adriel se encaminaba hacia el baño, ella permaneció en la sala, absorta en el entorno que la rodeaba.

El suave murmullo del agua que caía en la ducha resonaba en la habitación, rompiendo el silencio. Lina se sintió intrigada, pero también avergonzada por la idea de acercarse. Sin embargo, su curiosidad era innegable. Con pasos silenciosos y cautelosos, se acercó tímidamente a la puerta entreabierta del baño. La neblina que escapaba por el umbral dejaba entrever la figura de Adriel, difuminada tras la cortina de la ducha.

El corazón de Lina latía con fuerza, el rubor tiñendo sus mejillas al sentirse como una intrusa en ese espacio íntimo. Aunque sabía que era incorrecto, no pudo evitar espiar por un instante. Sus ojos se encontraron con la visión fugaz de la desnudez de Adriel. Una ráfaga de emociones la inundó: curiosidad, timidez y un sentimiento desconocido que se alojó en el fondo de su ser. La contemplación involuntaria despertó sensaciones que antes no había experimentado.

Un rubor más intenso tiñó su rostro y, sintiéndose invadida por una mezcla de curiosidad y vergüenza, retrocedió rápidamente, golpeándose ligeramente contra la pared. El sonido de su propio golpe la devolvió a la realidad, y se apresuró a alejarse del baño, sintiendo el peso abrumador de su timidez.

El agua dejó de correr en la ducha y, segundos después, Adriel salió envuelto en una toalla. Sus ojos se cruzaron brevemente, notando la incomodidad en el semblante de Lina.

«¿Todo bien?», dijo Adriel con una sonrisa suave, percibiendo la turbación en el rostro de Lina.

«Siento haber… invadido tu privacidad», respondió ella, luchando por encontrar las palabras adecuadas, mientras evitaba su mirada.

Adriel se acercó con calma y, con delicadeza, colocó una mano sobre el hombro de Lina. «Está bien, no te preocupes». La calidez en su voz tranquilizó a Lina, aunque el nudo en su garganta seguía presente. Juntos, enfrentaban los desafíos de una transformación que los llevaba a terrenos desconocidos.

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Con Adriel tomando una siesta, Lina se encontraba en la sala, rodeada por la quietud de la casa. La curiosidad la impulsaba a seguir descubriendo más sobre su nueva vida. Sus ojos se posaron en una laptop que yacía sobre la mesa, y un impulso intuitivo la llevó a encenderla. Las luces parpadeantes de la pantalla llenaron la habitación. Lina observó con fascinación el mundo de posibilidades que se abría frente a ella. Con un toque curioso, comenzó a navegar por las páginas, explorando un vasto océano de información.

La computadora se convirtió en su ventana al mundo humano. Con gestos cautelosos pero determinados, tecleó palabras clave, buscando respuestas a preguntas que comenzaban a formarse en su mente. Encontró artículos y foros sobre la convivencia con un compañero, consejos sobre las dinámicas de compartir un espacio y las responsabilidades cotidianas. Cada palabra en la pantalla se convertía en una nueva lección sobre la vida humana.

Sus ojos se detuvieron en historias de personas que compartían su vida con otras, aprendiendo a adaptarse a las rutinas y hábitos del otro. La diversidad de experiencias la intrigaba, la manera en que las personas abordaban los desafíos de la convivencia despertaba su interés.

La información que absorbía despertaba una mezcla de asombro y comprensión. Lina entendía que vivir con un hombre requería ajustes, paciencia y comprensión mutua. Cada consejo y anécdota le ofrecían una visión más clara de lo que significaba esta nueva etapa en su vida.

Al descubrir los entresijos de la convivencia humana, la perspectiva de compartir su vida con Adriel comenzó a tomar forma en su mente. A pesar de la novedad y la incertidumbre, sentía una chispa de emoción ante la idea de explorar esta relación en la que se embarcaba.

Después de una cena reconfortante, la casa se sumió en la suavidad de la noche. Lina, cada vez más segura y comunicativa, se sentía más cómoda expresándose y compartiendo con Adriel. Juntos, habían construido un vínculo que trascendía lo desconocido. Preparándose para la noche, Lina se sumergió en pensamientos sobre su nueva vida, llena de descubrimientos y retos. Mientras se alistaban para dormir, Adriel se mostraba cariñoso, emanando una ternura que tocaba el corazón de Lina.

Sin embargo, ella notó un cambio en la atmósfera, un cambio sutil pero perceptible en la mirada de Adriel. Sus gestos y expresiones llevaban consigo una expectativa, un deseo íntimo que flotaba en el aire. Lina percibió la tensión en el ambiente. Si bien había explorado conceptos sobre la convivencia humana, este era un territorio que aún no había experimentado. El corazón le latía con fuerza, nerviosa por la nueva situación que se presentaba.

Adriel, lleno de afecto, buscó cercanía, expresando su cariño con abrazos y gestos tiernos. Lina, por su parte, se sentía abrumada por las emociones encontradas. Por un lado, apreciaba la conexión emocional que había desarrollado con Adriel, pero por otro, se sentía confundida y ansiosa por la intimidad física.

Tomando aire con calma, Lina se dirigió con delicadeza a Adriel: «Adriel, entiendo que hay un deseo compartido entre nosotros, pero hoy me encuentro un poco mal.»

Adriel, comprendiendo y respetando la petición de Lina, asintió con suavidad. «Por supuesto, mi amor. No hay prisa.»

El alivio se reflejó en los ojos de Lina, agradecida por la comprensión y la paciencia de Adriel. Juntos, se acurrucaron, abrazándose en un gesto de complicidad y cercanía que trascendía cualquier necesidad física.

En ese abrazo, ambos encontraron la seguridad y el consuelo en el entendimiento mutuo. Esa noche, el vínculo entre Lina y Adriel se fortaleció aún más, no por la intimidad física, sino por la complicidad emocional y la comprensión que compartían.

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Una semana transcurrió, y cada día, Lina se sentía más cómoda en su nueva piel humana. Descubrió un móvil entre sus pertenencias y, como si fuera un tesoro lleno de secretos, lo exploró. A través de él, se conectó con varias personas, entablando conversaciones y descubriendo el mundo social que se extendía más allá de las cuatro paredes de su hogar.

Había encontrado amistades, personas con las que compartía risas, preocupaciones y sueños. Uno de esos lazos especiales se materializó en la visita de una amiga, alguien que había llegado a su vida como un destello de luz en medio de la incertidumbre.

Entre charlas, risas y momentos de complicidad, las dos amigas se sumergieron en una conversación franca y profunda. Hablaron sobre la vida, las nuevas experiencias de Lina como humana y, entre susurros, tocaron el tema de la propuesta de matrimonio que se vislumbraba en el horizonte.

«¿Cómo te sientes al respecto, Lina?» preguntó su amiga con un brillo de curiosidad en los ojos.

Lina, con una sonrisa tímida, expresó sus pensamientos con sinceridad. «Es un mundo nuevo para mí, pero Adriel ha sido paciente y comprensivo. Aprecio mucho nuestra conexión, pero aún siento un nudo de nerviosismo por lo que se avecina.»

Su amiga asintió con empatía. «Es normal sentirse así en un momento tan importante. Pero confía en lo que sientes en tu corazón. Estoy segura de que, sea cual sea tu decisión, será la correcta para ti.»

Las palabras de su amiga resonaron en la mente de Lina, aportándole una sensación de calma y confianza. Había encontrado en ella un apoyo invaluable en medio de la transición que vivía.

Juntas compartieron risas y sueños, entretejiendo planes para el futuro y explorando las posibilidades que la vida les deparaba. Esa noche, la presencia de su amiga se convirtió en un faro de esperanza y consuelo para Lina, infundiendo luz en la incertidumbre que rodeaba su próxima etapa.

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La noche se vestía de un aura especial mientras el restaurante se llenaba de un manto de luces suaves y música suave que inundaba el ambiente. Lina se había preparado meticulosamente para esta ocasión. Conocía cada detalle, cada gesto, gracias a la investigación que había realizado en días anteriores.

Adriel había reunido a sus padres y a los de Lina en una mesa elegante, donde la expectativa y la emoción flotaban en el aire. Lina, aunque había estudiado cómo enfrentar este momento, sentía una mezcla de emociones. La certeza se entrelazaba con una pizca de duda que latía en su pecho.

La cena transcurrió entre risas y conversaciones amenas, pero Lina se encontraba absorta en sus pensamientos. Las miradas cómplices entre Adriel y ella no escaparon a la atención de los padres, quienes parecían estar enterados del paso significativo que se avecinaba.

Adriel se levantó de su asiento, la luz del restaurante dibujando destellos en su sonrisa expectante. Lina, con el corazón latiendo a mil por hora, asintió con una leve sonrisa, intentando mantener la calma que había aprendido a adoptar.

La atmósfera se llenó de un silencio expectante cuando Adriel se dirigió a la silla de Lina, tomó su mano con gentileza y se arrodilló frente a ella. Los ojos de Lina se llenaron de sorpresa y emoción, aunque había visualizado este momento, la realidad le inundaba de una sensación indescriptible.

«Querida Lina», comenzó Adriel con ternura, su voz resonando en la calma del restaurante. «Desde el día en que te vi por primera vez, supe que habías llegado para cambiar mi vida de una manera que nunca imaginé. Has iluminado cada día desde entonces, y no puedo imaginar mi futuro sin ti. ¿Quisieras ser mi compañera de vida, mi aliada en cada aventura que nos aguarde?»

El corazón de Lina latía con fuerza mientras observaba a Adriel. Por un breve instante, la duda se coló en sus pensamientos, pero al mirar a los ojos de Adriel, encontró la respuesta que buscaba.

Una sonrisa cálida se formó en los labios de Lina, iluminando su rostro. «Sí, Adriel, acepto ser tu compañera de vida», respondió con voz firme, dejando que la certeza y la emoción abrazaran su ser.

Los aplausos y las felicitaciones llenaron el espacio, pero en ese momento, solo existía la conexión entre Lina y Adriel. Juntos, sellaron un compromiso que marcaba el comienzo de una nueva etapa llena de promesas y sueños compartidos.

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Después del emocionante y significativo momento en el restaurante, Lina y Adriel regresaron a casa envueltos en un halo de felicidad y complicidad. La atmósfera era diferente, cargada de una emoción nueva y especial. Una vez en casa, el ambiente se inundó de una calma serena. Se miraron con una complicidad silenciosa, sus ojos expresaban lo que las palabras no decían. Lina se sentía cómoda y confiada en su relación con Adriel, aunque esta nueva etapa despertaba mariposas en su estómago.

Sentados juntos en el sofá, compartían miradas cómplices que transmitían su deseo mutuo de acercarse más. Adriel, con delicadeza, acarició su mano, buscando un contacto más íntimo. Lina, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo, devolvió la caricia con ternura. Cada gesto hablaba de una conexión más profunda, una complicidad que trascendía las palabras.

El corazón de Lina latía con fuerza, la anticipación flotaba en el aire. Se miraron a los ojos, comunicando en silencio la intensidad de sus emociones. Había llegado el momento en que ambos sentían la necesidad de estar mas unidos.

En un gesto lleno de suavidad y respeto, Adriel se inclinó para depositar un suave beso en los labios de Lina. Fue un contacto tierno, lleno de ternura y cariño, que despertó una oleada de emociones en ambos.

Lina, con una sonrisa tímida pero llena de complicidad, tomó la mano de Adriel y lo guió hacia su habitación. Era un momento de conexión más profunda y de exploración mutua.

En el silencio cómplice de la habitación, se abrazaron con ternura, permitiendo que sus corazones se comunicaran en un lenguaje que va más allá de las palabras.

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El amanecer trajo consigo una calidez reconfortante después de una noche de profunda conexión entre Lina y Adriel. Aunque había dado un paso hacia la intimidad humana, Lina aún conservaba algunas de sus características felinas, como el deseo de dormir un poco más y ciertos rasgos curiosos que no pasaban desapercibidos.

En este nuevo día, mientras se despertaba junto a Adriel, notó que su amiga Antuaned había llegado temprano para visitarla. Antuaned, conocedora de la historia de Lina y Adriel, había venido con la intención de curiosear sobre lo ocurrido y ofrecer su ayuda para los preparativos de la boda que se avecinaba en dos meses.

Lina, entre bostezos y estiramientos, saludó a su amiga con una sonrisa, aunque sus ojos aún estaban medio adormilados. Antuaned, con entusiasmo y complicidad, observó a Lina con ojos brillantes, notando los pequeños gestos que recordaban su naturaleza felina.

«¡Buenos días, Lina! Veo que tu noche fue… interesante», bromeó Antuaned con una risita traviesa.

Lina, sonrojada pero con un brillo juguetón en sus ojos, asintió con timidez. «Sí, fue una noche diferente.»

La presencia de su amiga despejó la neblina del sueño y animó la habitación con una energía vibrante. Antuaned, lista para ayudar en los preparativos, se sumergió de lleno en la planificación de la boda, organizando ideas y detalles para el gran día que se acercaba.

Mientras intercambiaban anécdotas y risas, Lina notó que, a pesar de su transición a la vida humana, aún conservaba sus peculiaridades felinas. La necesidad de descansar un poco más, su curiosidad innata y ciertos rasgos de su personalidad, eran pequeños recordatorios de su vida anterior.

La visita de Antuaned no solo trajo una agradable compañía, sino también una sensación de normalidad y conexión con su pasado, recordándole que ser única era parte de su encanto. Juntas, comenzaron a planificar y organizar cada detalle para el día tan especial que se aproximaba, con la promesa de crear momentos memorables para la boda que marcaría el inicio de una nueva y emocionante etapa en la vida de Lina y Adriel.

A medida que los meses transcurrían, Lina se había adaptado casi por completo a su vida humana. Había adquirido sabiduría sobre las costumbres y modales humanos, comunicándose con naturalidad y desenvoltura. Los días pasaron, llenos de paseos y viajes íntimos entre ella y Adriel, donde la conexión y los sentimientos profundos se expresaban en momentos compartidos.

En la antesala de la boda, con apenas una semana por delante, Lina experimentaba una mezcla de emoción y nerviosismo. A pesar de sentirse preparada para dar el gran paso, el latir acelerado de su corazón evidenciaba la magnitud del momento que se aproximaba.

Adriel, atento y cariñoso, había enviado las invitaciones a todos sus amigos y familiares para celebrar su unión. La presencia constante de Antuaned brindaba a Lina apoyo y compañía en cada detalle que rodeaba la organización del gran día.

Los momentos íntimos con Adriel habían profundizado su conexión, permitiéndoles expresar sus sentimientos más profundos y auténticos. Sin embargo, la proximidad de la boda despertaba en Lina una mezcla de emociones: alegría, expectación y un toque de ansiedad por el cambio que se avecinaba.

Antuaned se mantuvo al lado de Lina en todo momento, brindándole palabras de aliento y apoyo, asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar para la celebración que marcaría un hito en la vida de Lina y Adriel. Entre los preparativos finales, los ensayos y las emociones a flor de piel, Lina encontró en la presencia constante de su amiga un refugio reconfortante en medio de la agitación previa a la boda.

Con cada día que pasaba, la anticipación y los nervios se intensificaban, pero Lina sabía que contaba con el apoyo incondicional de quienes la rodeaban, listos para celebrar el amor que había encontrado en su nueva vida como humana.

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El día anterior a la boda, Lina hizo un descubrimiento impactante al encontrar una serie de fotos en el cajón de Adriel. En ellas, se vio a sí misma, pero no como la mujer que era ahora, sino como la gatita que solía ser. Sus ojos se llenaron de lágrimas al descubrir su vida anterior, la conexión profunda que compartió con Adriel durante muchos años.

Entre las fotografías, había una en particular que la conmovió profundamente: una imagen de ella, la gatita, junto a Adriel en su forma humana. Esta revelación hizo que una ráfaga de emociones contradictorias la abrumara por completo.

Lina, con el corazón en un puño, se sentó y cerró los ojos. Recordó fragmentos de su vida pasada, la calidez del amor que compartía con Adriel, el lazo que los unía. Sin embargo, aunque los recuerdos flotaban a su alrededor, había un vacío en su memoria. Algo faltaba, un desenlace que aún desconocía por completo.

Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas mientras luchaba por recordar con claridad lo que había sucedido al final. Había amor, alegría y complicidad en esas imágenes, pero también había un misterio que le impedía comprender por completo su pasado.

Lina ansiaba desesperadamente recordar el desenlace, lo que sucedió con la gatita que había sido parte de la vida de Adriel. Una sensación de frustración y tristeza se apoderó de ella al enfrentarse a la incertidumbre de no saber cómo terminó esa historia.

Entre sollozos y susurros entrecortados, Lina reflexionó sobre el amor que compartió con Adriel en ambas formas. Pero la certeza de que aún quedaba una pieza crucial en el rompecabezas de su pasado la impulsó a buscar respuestas, decidida a descubrir el desenlace final de la vida de la gatita que una vez fue.

Con el corazón lleno de preguntas, Lina decidió compartir su descubrimiento con Adriel aquella noche. Le mostró las fotografías de la gatita, y entre lágrimas y emociones encontradas, le preguntó qué había sucedido con ella. Adriel, con los ojos brillantes y llenos de nostalgia, miró las imágenes con amor y tristeza. «Oh, es Brit, mi gatita. La quise tanto», susurró, sus ojos llenos de la memoria de una amistad profunda. «Ella estuvo conmigo durante más de 6 años, pero un día simplemente desapareció. No supe qué pasó con ella. La extrañé mucho y siempre deseé que regresara, pero no tuve noticias de su paradero.»

Las lágrimas también inundaron los ojos de Lina al escuchar la historia de Brit, la gatita que fue una parte significativa de la vida de Adriel. La comprensión se abrió paso en su mente mientras escuchaba las palabras de Adriel, revelándole un pedazo crucial de su propio rompecabezas perdido.

En ese instante, algo hizo clic en la mente de Lina. Recordó el momento en que vio la luna aquella noche en que perdió su camino de regreso a casa. Una fuerza magnética, como un llamado desde lo más profundo del universo, parecía haberla atraído hacia ella.

«Fue la luna», susurró Lina, con una sorpresa palpable en su voz. «Esa noche… me llamaba. Me sentí atraída hacia ella. Fue entonces cuando perdí el camino de regreso a casa.»

El reconocimiento de esa conexión con la luna provocó un impacto en la mente de Lina. Una sensación de claridad comenzó a inundar sus pensamientos, como si las piezas de su pasado finalmente estuvieran encajando, revelando el enigma que había perturbado su memoria durante tanto tiempo.

Mientras la noche caía, Lina se sumergió en una profunda reflexión sobre los recuerdos que habían aflorado. Cada pieza encajaba en su mente, y estaba cada vez más convencida de que ella era Brit, la gatita que había compartido tanto amor con Adriel.

Con el peso de esos recuerdos sobre sus hombros, se sumergió en un sueño reparador, encontrando consuelo en los brazos de Adriel. Las memorias y emociones la habían agotado, pero sentir la calidez de su pareja a su lado le brindó un poco de paz.

Al amanecer, el día de la boda se abría paso con una sensación de anticipación y nerviosismo en el aire. Antuaned ya estaba en la casa, con una taza de café humeante en la mano, lista para comenzar los preparativos finales.

Lina, con una mezcla de emoción y nervios a flor de piel, se preparó para el gran día. A medida que avanzaba la mañana, su nerviosismo parecía disiparse, pero aún se reflejaba en sus ojos una chispa de inquietud por lo que había descubierto sobre su pasado como Brit.

El momento crucial llegó con la tarde. Lina, más radiante que nunca en su vestido blanco, caminó hacia el altar acompañada por la música suave y los latidos de su corazón que parecían resonar en cada paso.

El lugar estaba decorado con flores blancas y velas, creando una atmósfera mágica que complementaba la belleza del momento. Antuaned, con una sonrisa llena de complicidad, observaba emocionada cada detalle de la ceremonia.

Adriel, esperando en el altar, la miraba con una ternura palpable en sus ojos. Su amor por Lina brillaba en cada gesto, en cada palabra que no necesitaba ser dicha para ser entendida. El intercambio de votos resonó en el lugar, cada palabra cargada de emociones, promesas y sueños compartidos. Lina y Adriel se miraron profundamente, como si el tiempo se detuviera, sellando su compromiso con un beso lleno de amor y esperanza.

La celebración estalló en alegría, risas y brindis por el amor que había unido a dos almas. La noche transcurrió entre bailes, abrazos y momentos inolvidables que quedarían grabados en sus corazones para siempre.

Lina, en medio de la celebración, se sintió envuelta en un aura de felicidad y amor, dejando de lado por un momento la preocupación sobre su pasado como Brit. Ahora, el presente y el futuro eran su enfoque, con Adriel a su lado, dispuestos a escribir un nuevo capítulo en sus vidas como marido y mujer.

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Los días transcurrieron y Lina se encontraba plenamente inmersa en su vida como esposa, pero los recuerdos de su vida pasada como Brit seguían emergiendo, trayendo consigo una sensación de inquietud. En una noche de luna llena, un poderoso llamado la atrajo hacia afuera.

Salió de casa envuelta en un abrigo, guiada por una intuición desconcertante que la llevaba hacia el lago. Bajo la luz plateada del astro, recordó aquel momento en el que la luna había ejercido una atracción tan poderosa cuando era una gatita.

Al acercarse al lago, una voz conocida la sorprendió. Era el mismo señor que una vez le había hablado, el que había desencadenado su transformación. «¿Eres tú, Michi?», preguntó con una voz antigua y sabia.

La presencia del hombre la impactó profundamente, trayendo a la superficie una mezcla de emociones: sorpresa, desconcierto y un rastro de temor. Lina, ahora atrapada entre dos identidades, le expresó su deseo de permanecer como era, como Lina, y no regresar a ser Brit.

«¿Qué opinas de tu nueva vida?», inquirió el hombre enigmático, captando la esencia de la lucha interna de Lina.

Con una voz llena de súplica, Lina le pidió que no permitiera que volviera a ser Brit, anhelando mantener su forma humana para siempre. La desesperación se reflejaba en sus ojos mientras rogaba por la oportunidad de conservar la identidad que había construido.

El anciano, con un gesto de comprensión, le ofreció una última oportunidad. «Si realmente deseas permanecer así, debes desearlo con una fuerza inquebrantable. Solo así tu deseo se cumplirá», afirmó con solemnidad.

Lina, con determinación en su corazón, se sumergió en un ferviente deseo de ser Lina para siempre. Cerró los ojos con fuerza y, desde lo más profundo de su ser, anheló con toda la intensidad que pudo reunir que su identidad humana fuera inamovible.

Lina despertó al día siguiente con el corazón lleno de esperanzas, pero al abrir los ojos se encontró con una sorpresa desconcertante. Sus manos habían vuelto a ser las patitas de algodón de una gatita. La desesperación invadió su ser y las lágrimas rodaron por sus mejillas. ¿Qué había pasado si había deseado con tanta fuerza permanecer como humana?

Confundida y desolada, buscó refugio en un árbol cercano. Desde allí, el anciano misterioso que había aparecido antes se le acercó. Con voz serena, le recordó que, en lo más profundo de su ser, siempre había anhelado ser una gatita. Aunque había amado a Adriel profundamente, su deseo más íntimo siempre fue ser como era antes.

Mientras el anciano le hablaba, un gato blanco se deslizó hacia ellos desde las ramas del árbol. Con un salto, el gato blanco aterrizó en el suelo y, para sorpresa de Lina, habló. «Brit, ¿qué está pasando? ¿Por qué soy un gato?», preguntó el felino con un tono de desconcierto.

Lina se quedó atónita al reconocer la voz de Adriel en el gato blanco. La confusión y la incredulidad la abrumaron por completo. El anciano, en un intento de clarificar la situación, explicó que sus cuerpos humanos ahora pertenecían a Lina y Adriel, quienes estaban casados y conectados a esos cuerpos.

Con una mezcla de emociones, el anciano les informó que la próxima luna deberían dirigirse al pie del lago y pedir un deseo. Tenían un mes para vivir como gatos y luego tendrían que tomar una decisión definitiva.

Las palabras del anciano dejaron a Lina con un torbellino de pensamientos. Por un lado, anhelaba volver a ser humana y continuar su vida con Adriel. Por otro lado, la posibilidad de compartir una vida plena con él, aunque fuera como gato, la tentaba profundamente.

Con el corazón dividido entre dos mundos, Lina se preparó para el mes venidero, sabiendo que la próxima luna sería crucial para tomar una decisión que afectaría no solo a su destino, sino también al de Adriel.

La incertidumbre se convirtió en su compañera constante durante las siguientes noches. Cada vez que la luna llena brillaba en lo alto, una inquietud crecía en su interior. No sabía si al día siguiente sería humana o gato. Esta constante incertidumbre se convirtió en una parte ineludible de su vida.

Con el tiempo, Lina aprendió a aceptar esta dualidad. A veces, disfrutaba de la compañía de Adriel como humana, mientras en otras ocasiones, se deleitaba con la libertad y agilidad que le proporcionaba su forma felina.

El ciclo continuaba: lunas llenas que marcaban un cambio sin predecir si serían humanos o gatos al amanecer. Esta alternancia les permitía experimentar lo mejor de ambos mundos, creando una vida llena de misterio y maravilla, sin saber realmente cuál sería su destino al siguiente ciclo lunar.

Y así, Lina y Adriel vivieron una vida inusual pero emocionante, navegando entre dos identidades, abrazando cada faceta con amor y aceptación, siempre listos para lo que la siguiente luna llena les deparara.

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