La Sombra de los Votos

El Congreso había decidido: Vizcarra no sería inhabilitado. Los votos, contados una y otra vez, no alcanzaron la cifra mágica. Mientras los legisladores abandonaban el hemiciclo, una figura oscura observaba desde las gradas, sus manos aferrando un dossier con nombres tachados en rojo.

Al día siguiente, Sagasti también fue absuelto. Pero esa noche, el secretario que había custodiado las actas apareció muerto en su oficina. Sobre su escritorio, una sola hoja: la lista original de votantes, con dos firmas alteradas. ¿Quién había cambiado el resultado?

El periodista Rojas siguió el rastro. Encontró un mensaje cifrado en el expediente de los oficiales dados de baja: «Todo se paga». Cuando estuvo a punto de revelar la verdad, la línea se cortó. Al otro lado, solo un susurro: «El Congreso no es el único que vota».

La pantalla se apagó. Rojas nunca apareció. Y los votos, como sombras, siguieron sin sumar.

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