La Sexta Guerrera. Crónicas de Un Mundo Recóndito I.

La Sexta Guerrera. Crónicas de Un Mundo Recóndito I.

Paula Vera

20/12/2017

Todos los derechos de autor reservados y registrados en Safe Creative bajo el código: 1707042848728.

Autora: Paula Vera. User: -PaulaVera-

Crónicas de un Mundo Recóndito — Libro I

Título: La Sexta Guerrera.

Categoría Principal: Fantasía Épica.

Categoría General: Acción, Aventura, Misterio, Drama, Humor Romántico.

Obra en proceso desde Mayo del 2017.

Fecha Inicial: Julio del 2017.

Fecha Final: (Sin especificar)

Fecha de Actualización: (Sin especificar)

Dedicatoria.

Principalmente, a mi familia, no saben todo lo que les agradezco por apoyarme en cada momento, alegrarse conmigo cuando les decía que había ganado un voto o un leído más, o cuando me daban ganas de eliminar la historia de una vez por todas y ustedes estaban allí para darme ánimo y apoyo. Por todas esas veces en las que no les importaba sentarse conmigo a escuchar todas mis ideas y opiniones durante horas y horas. Los amo…

A mis amigas y amigos, por haberme ayudado en mis típicos momentos de bloqueo, por todos los ánimos e ideas que me dieron para seguir y no abandonar, varías de ellas lograron estar integradas en la historia. Los quiero un montón mis compañeros y compañeras de locuras…

Y especialmente a todos ustedes, los que leen esta historia desde el comienzo y seguirán hasta el final, por todos sus consejos, aprecio y tanto apoyo. Son muy importantes para mí.

Esta historia es para ustedes…

Sinopsis.

Es increíble que hayan pasado tan solo un par de meses desde que Taira Vega sobrevivió a un terrible accidente, un lamentable suceso que le arrebato a su madre, hasta ahora le es casi imposible creer su ausencia, la extraña demasiado.

Pero, tras esta gran tragedia vinieron muchos misterios y verdades desgarradoras que impactaron a Taira en su totalidad. Más de un secreto oculto ante ella y miles de cartas involucradas, junto a extrañas visiones que la atormentaban y cinco enigmáticas presencias que la condenaban con un solo propósito hasta tomar una decisión. Una muy importante decisión.

La necesitaban urgentemente, y ella no tenía idea…

Querían que ella supiera de su verdadera identidad, de las inimaginables cosas que era capaz de hacer, que estaba predestinada a ser parte de un grupo, un grupo que sería la única salvación de un mundo sobrenatural y alterno al que no conocemos, y la destrucción total de un gran espíritu maligno.

¿Y tú? ¿La ayudarás a tomar la decisión correcta?

¿Tendrá que aceptar el duro destino? ¿O estará dispuesta a escribir el suyo?

Nada es lo que parece…

Introducción.

18 años atrás…

El sol por fin hace su aparición en el cielo luego de unas semanas muy lluviosas, los rayos de luz iluminan con toda su fuerza la tierra. Los dragones finalmente alzan sus vigorosas y potentes alas cortando el viento y soltando un fuerte rugido en lo más alto del cielo, indicando que por fin todo está bien. Después de tantas semanas, en las que solo desbordaba vasta penumbra y tempestad y los provincianos vivían la incertidumbre de saber si Kydian volvería a ser la misma maravillosa y sublime Tierra de unión. Lo peor ya ha pasado y la paz por fin ha llegado a sus casas, o al menos, todos tratan de pensar eso.

En Kydian todo puede pasar, y las guerras no son una excepción. La Gran Guerra, o como mejor fue llamada, Magno Bellum, volvió a Kydian una devastación total, los cinco reinos cayeron, dejando miles de muertes y desgracias, pero, gracias a cinco almas de bondad y valentía, el desastre tuvo su final y la llevaron a la paz que siempre perteneció.

Un arcoíris aparece de a poco dando color a las hermosas montañas de la aurora, lugar donde dos humildes herboristas cuidan a sus dos bebés en una modesta casa en lo que se preparan para ir al campo en busca de hierbas y plantas medicinales, el miedo que antes tenían de que alguna extraña bestia del averno les hiciese daño ha desaparecido, pasan a través de los peligros y fantasías de aquel tétrico, pero al mismo tiempo, hermoso bosque sin arriesgarse.

Las dos bebés van sumidas en un ligero sueño, en lo que las provincianas las llevan en dos cestas cubiertas. Las dos criaturas se volvieron inseparables desde su encuentro y a penas van a cumplir un año de su nacimiento.

Al llegar al encantador valle, dejan el par de cestas sobre una piedra cerca de un cristalino lago para comenzar su rutina de trabajo.

Todo parece ir de maravilla, las aves cantoras silban una suave melodía que sosiega a quien la escuche, las increíbles y majestuosas auroras rozan la montaña a pesar de que el sol está en su punto más alto, es lo que más caracteriza aquella montaña, y es simplemente hermoso. La alegría que desborda es palpable.

Pero, desgraciadamente, la maldad puede estar presente en cada momento, a pesar de que no se perciba, está allí, esperando el momento preciso para atacar hasta al más débil, pero, depende de ellos no dejar que les dañe, depende ellos confiar y tener la certeza de que todo estará bien.

En ese preciso momento, la maldad disfrazada de oveja blanca decide atacar a quien menos puede defenderse, la brisa y la melodía de las aves se callan apenas el espíritu oscuro toca el valle, dejando un rastro de oscuridad ante ella.

De a poco se va acercando hasta las canastas donde yacen las criaturas, las herboristas no se percatan de la tragedia que está a punto de suceder.

El espíritu toma la agarradera de la canasta de aquella pelirrubia con una malévola sonrisa adornando su rostro, un nuevo plan para la bebé va ideándose en su mente, un plan que no puede fallar.

Pero, sin que nadie se percate, la otra bebé despierta y presencia cada escena que pasa frente a sus ojos, y antes de que el espíritu se marche con la canasta, un fuerte lloriqueo de su parte llama la atención de todos.

La maldad rápidamente cambia sus planes y toca con la punta de sus manos el cristalino lago, convirtiéndolo en un viaje a otro mundo lanzando la canasta hacia este, desapareciéndola instantáneamente.

Finalmente el espíritu desaparece y los lloriqueos de la bebé cesan para cuando las herboristas llegan, no pasan ni cinco segundos cuando el desespero las invade y se preguntan entre ellas en donde se encuentra la criatura faltante, la única señal que parecen tener es la bebé que indica con su dedo una manta que yace en el lago encantado.

Capítulo 0.

Pérdida.

09 de Marzo.

Con grandes y fuertes zancadas, la chica llega a la puerta del copiloto del auto con un claro humor de perros, sin intenciones de hablar con su madre desde la noche anterior. Dentro del auto se siente un aire de tensión que les impide hablar entre ellas con libertad.

La señora con el mismo o peor humor que el de su hija, enciende el auto a mala gana y empieza a marchar dirección a la universidad. El camino es largo, pues viven en un vecindario alejado de la ciudad rodeado de árboles, montañas y lagos.

Pasan segundos en silencio hasta que la madre decide romper ese aire de tensión. Sin embargo, en menos de lo que ambas esperan, comienza una nueva discusión; al principio solo leves regaños, pero al pasar un rato, se gritan expulsando toda la rabia que tenían acumulada desde hace horas.

Aquella señora sin medir la gravedad de sus palabras y la chica sin intenciones de perder su dignidad. Últimamente las peleas abundan entre ellas sin cesar.

Cualquiera creería que se odian, pero la realidad es otra muy diferente; hasta hace poco era solo una relación de madre e hija extraordinariamente feliz. Pero, un dramático giro de los acontecimientos lo cambió todo haciendo un gran espacio entre ellas.

La madre ya con la cólera a punto de acabar con su cordura, pisa el acelerador sin ser consciente de a dónde se dirige y mucho menos de sus movimientos al volante, con la mirada ocupada en martillar a la de su hija mutuamente.

Los ojos de ambas permanecen cristalizados luchando por mantenerse intactos a las lágrimas que buscan escapar.

— ¡¿Por qué simplemente no puedes aceptarlo y ya?! Es mi decisión. ¡Mi vida!

— ¡Porque no es lo correcto y tú no lo entiendes! Esto no te hace bien. Estas actuando como una niña.

— ¡Ni te atrevas a volver hablarme así! Ni siquiera tomas en cuenta mis palabras…

— ¡Argh! ¡Ya estoy harta…! ¿Quieres hacer eso? ¡Hazlo! ¡Pero cuando te des cuenta del gran error que cometiste no te atrevas ni a mirarme!

Las lágrimas rebozan deslizándose sin clemencia por sus mejillas. Todo lo que sale de sus labios desatan miles de emociones entre ellas.

Hasta la más mínima expresión de dolor les hace sentir arrepentidas de lo que dicen, pero el orgullo es más fuerte y no las dejara detenerse hasta que una de ellas tome la última palabra.

Cada palabra es acompañada por los truenos que avecinan una fuerte tormenta lluviosa. Pero, aún sin ser conscientes de lo que sucede su alrededor, el acelerador sigue dando a todo lo que da sin darse cuenta de lo que les espera más adelante.

Hasta que frente a ellas pudieron ver cada detalle de un rayo destrozar sin piedad por la mitad el tronco de un árbol, provocando su caída y un gran incendio del impacto.

— ¡Mamá!— Gritó la hija con desespero y miedo, pero su madre reaccionó tarde, y al pisar el freno el auto aún sigue en movimiento. La madre lo único que piensa en ese instante es en su hija. Todo enojo se ha desvanecido, ahora trata de salvar la vida de la chica. Así que abre la puerta del copiloto y con todas sus fuerzas, la empuja fuera del auto, para que solo ella reciba el choque.

El cuerpo de la chica rueda por la carretera adolorido y sus anteojos se rompen en miles de fragmentos pequeños y cuando parece que todo termina, nota a las abrasadoras llamas que tardan en cubrir por completo el auto donde se ha quedado su madre.

Su cuerpo se paraliza quejoso tras resbalar a tropezones por los escombros empinados y siente todo su ser machacado y adolorido, como si su alma se desgarrara por completo en un instante. La mirada se le nubla de golpe y con las pocas fuerzas que le quedan se arrastra hasta llegar a la puerta del auto, la abre y encuentra frente a ella una escena desgarradora que le arranca un grito ahogado.

Una mujer, con la mirada perdida, un hilo de sangre cuelga de sus labios y de su frente se desliza el líquido carmesí, su piel pálida, ojos sin brillo y sus manos parecen estas adheridas al volante con el cuerpo tieso, casi sin recibir señal de vida.

La chica se tapa la boca como si hubiese visto un fantasma sin poder creerlo, todo su cuerpo tiembla al pensar que ha visto el cadáver de su madre. Antes de que las llamas puedan alcanzarla, trató de sacarla de esa cámara de fuego, pero su cuerpo está casi pegado al auto, inmóvil. El desespero la consume y las lágrimas esta vez no se esfuerzan por salir y caen sin cesar.

— Mamá, por favor, muévete… ¡Alguien que me ayude! Mamá…, Estarás bien, aguanta un poco— Sacude a su madre en otro intento fallido de sacarla. Trata de articular palabras pero se quedaban atascadas en el momento en que su cuerpo comienza a entumecerse otra vez.

Justo antes de caer al suelo, las llamas de fuego logran cubrir por completo el auto y una gran explosión la impulsa lejos de su madre.

Su cuerpo al impactar contra el suelo siente como su brazo derecho, el codo y el tobillo se dislocan, cierra sus párpados y suelta gemidos de dolor, todo su cuerpo arde rasposo. Quiere moverse, gritar, pedir ayuda y que alguien la salve. Pero, no puede. Su voz se rompe a penas intenta articular palabras de auxilio y siente cómo su respiración disminuye y se agudiza. Trata de recobrar la respiración pero esta le falla por completo, intenta moverse pero solo logra caer y estremecerme en un intento fallido de levantarse. Su cuerpo se vuelve frío e inerte al llegar al final de lo que parece ser un abismo sin fin.

¿Voy…, a morir? Es lo único que se pregunta observando las llamas que se llevan a su madre y siguen incendiando el auto. No pudo salvarla, la dejó morir, la única oración que resuena en su mente. De nuevo, las lágrimas invaden sus ojos al pensar que esa fue la última vez que pudo verla.

Parece haber aceptado su final, pero algo le impide ver la dichosa luz al final del horizonte. Del misterioso lago parece que algo sale, escucha varias pisadas salpicadas de agua y tierra que cada vez se sienten más cerca. Sus ojos entrecerrados tratando de divisar a las dichosas presencias deseando que las auxilien.

— Hemos llegado tarde— Murmura una de ellos. Son cinco personas que se encuentran a su alrededor, con la mirada fija en ella. Llevan ropas antiguas, hechas de cuero y armadura, con armas envainadas a los costados. Se pregunta a sí misma si está alucinando sin creer lo que está pasando.

Todos ellos se arrodillan a su lado y toman su mano. De repente, recupera la respiración, su cuerpo ya no siente la muerte, todo su alrededor se vuelve cálido y siente una esperanza de vida.

Pero, sin darse cuenta, las presencias se desvanecen de la nada, como si nunca hubieran estado allí.

Sus ojos finalmente se cierran sin estar seguro de que si volverán a abrirse nuevamente. Y ahí es cuando el sonido de la ambulancia resuena a su alrededor.

Capítulo 01.

Señales.

07 meses después…

La mañana ha llegado, y tan pronto como es posible se pinta de blanco, la nieve cae y se apresura en cubrir todo a su paso y la suave brisa se convierte en una fría ventisca, provocando lo que llaman una tormenta de nieve.

Taira Vega, al salir de su trabajo, suelta un resoplido de frustración al ver lo que la nieve ha hecho en la ciudad. Su cabello se iza con una ráfaga de viento haciendo que se estremezca de frío y refunfuña.

A regañadientes se prepara para salir al frío y apresura el paso ligeramente sobre la blanca nieve en lo que desea internamente llegar a su modesto hogar lo antes posible.

Desliza sus manos frenéticamente por sus brazos tratando de apaciguar el intolerable frió. La ciudad suele cambiar de clima reiteradas veces, a excepción de lo que son algunas temporadas. Esta suele ser una de las varías razones por las cuales a Taira no le apetece salir de casa, y menos en la temporada de invierno.

¡Vaya suerte le ha tocado!

Pero, ¡Vamos! ¿Quién con este clima se atreve a salir de su cálida casa? Claro, además del demente anciano que vive en frente, el señor Brown, ese señor puede leer el periódico fuera de su casa tranquilamente en una lluvia de meteoritos.

Su vista se empaña a través de sus lentes cristalizados por el frió. El cansancio se hace presente y sus piernas ya se sienten debilitadas ansiando tomar un merecido descanso. El trabajo en la librería le había dado una jugada dura. Al menos, para su suerte había cerrado mucho antes de la hora gracias a la gran tormenta de nieve.

“Al fin algo bueno de esta temporada.” Suspira en lo que tirita de frío.

No suele estar acostumbrada a salir horas antes del trabajo, en realidad, lo más normal es que se quede hasta más tarde, a pesar de que es una sencilla librería de segunda mano, se la pasa casi repleta de clientes pidiendo atención, al parecer a muchas personas sí les gusta leer.

La vida ya no es tan fácil ahora que está sola, debe trabajar más duro que antes para poder mantenerse a sí misma.

Cuando llega al pórtico sus ojos se posan en un auto estacionado en la casa de un lado. Observa con dificultad el diseño turquesa de aquel auto escalofriantemente conocido que lleva a su mente recuerdos inolvidables, pero increíblemente dolorosos.

09 de Marzo.

« — ¿Quieres hacer eso? ¡Hazlo! ¡Pero cuando te des cuenta del gran error que cometiste no te atrevas ni a mirarme!»

De repente la ventisca de nieve se siente más fría que antes y su corazón da un gran vuelco acompañado de una presión en el pecho que por inercia sostiene, sus ojos pican al recordar ese momento.

El dolor, la imagen del auto estrellado llega como un puñetazo a su memoria, la inexplicable agonía que sintió al ver a su madre allí, sin vida, encerrada sin alguien que la salvara y…

Se muerde la lengua para ocultar los sollozos que se avecinan, no se atreve siquiera pensar en ese recuerdo, en ella.

El dolor debería haber pasado, o al menos, eso cree ella, pero claro está que el dolor aún permanece en ella, por supuesto, no será tan fácil deshacerse de él.

Sacude su cabeza con la intención de alejar los malos recuerdos y suelta un largo suspiro, observando el vaho helado que escapa de sus labios ser llevado por el frío ventarrón, conduciendo hasta lo más alto del cielo.

Su vida se ha convertido en una rutina, tan igual, tan simple, tan repetitiva y monótona como la vasta nieve, casi sin gracia. En pocos meses ha perdido hasta la más mínima fascinación que sentía con tan solo ver los copos de nieve caer del cielo y la inmensa curiosidad por saber lo que no sabía y lo que estaba oculto ante ella ha desaparecido tan rápido como sus huellas en la nevisca.

Su mirada se centra entre las pocas nubes que se logran ver desde tal distancia y se pregunta con nostalgia.

“¿Qué tal la vista desde allá?”

Y sin intenciones de quedarse más tiempo fuera de casa, dispone de abrir la puerta entrando rápidamente para que el frió no invada la casa y sentir la más cálida bienvenida de la calefacción.

— ¡Ya lleg…!Exclama en dirección a las escaleras, pero la mitad de la palabra se queda atascada en su garganta al darse cuenta de que realmente nadie la escucha; en casa no hay otra persona más que ella; está sola.

La rabia y la impotencia comienzan a aumentar y toman el lugar de la nostalgia. Se zafa del abrigo con fuerza en lo que sostiene el puente de su nariz, acomodando sus lentes tratando de equilibrar sus emociones y no explotar como anteriormente pasa.

“Esto es el colmo…”

Sube al próximo piso, abriéndose camino a su dormitorio para cambiarse de ropa a una más sencilla y cómoda tratando de desviar su mente a otro punto, pero su atención es llamada por una puerta al final del pasillo.

Su caminar se vuelve inseguro a cada paso escuchando como estos hacen rechinar el piso de madera apareciendo un cosquilleo en su nuca y un nudo en su estomago la inquieta.

Sus pasos son desordenados, como si olvidase cual es el pie derecho y el izquierdo. Traza con la mirada aquel diseño de la puerta que recuerda en su totalidad. Toma la perilla y por momentos siente sus dedos temblar ante el frío contacto del metal y un escalofrío recorrer toda la espina dorsal.

21 de Febrero.

« Abre la puerta del cuarto de su mamá con dificultad tratando de que la bandeja de comida no se resbalara de sus manos, había estado planeando esa sorpresa desde hace muchos días y no es momento para que todo se arruine, alza la mirada encontrándose con aquella mujer de largos cabellos castaños e intensos ojos verdes, acostada en su cama con la mirada fija en un pequeño libro concentrada en su lectura, aún sin notar la presencia de la chica.

Toca la puerta un par de veces hasta llamar su atención y ambas se regalan una sonrisa de buenos días cuando conectan miradas.

Feliz cumpleaños, Mamá»

Su espalda se estremece al recordar eso como si lo estuviese viviendo, justo ahora. Su garganta y sus ojos arden amenazando con un sollozo silencioso y una lágrima que escapa. Odia pensar en eso, realmente lo odia.

“No, no volveré a llorar…”

Toma su pensamiento como una orden y aparta de un solo movimiento la lágrima antes de que salga y finalmente abre la puerta encontrando un lugar completamente distinto al que imaginó hace un segundo.

No hay nadie, toda la habitación está cubierta por una fina capa de polvo y los muebles desordenados por todas partes y en lugares donde no deberían; su culpa.

Al final de la habitación hay una pequeña urna artesanal blanco y vino tinto; lo único que permanece limpio e intacto en el cuarto.

Piensa en acercarse a él, pero se contiene al instante, su juicio no es de fiar en momentos como este. Así que sale de la habitación lentamente sin intenciones de mirar atrás.

Baja las escaleras con desgano, olvidando la razón por la cual subió y se quita sus botas reemplazándolas por un par de pantuflas, se arrastra a la cocina a preparar una cargada taza de café negro, su preferido, para luego arrojarse en el tibio sofá y en su mente automáticamente una canción empieza a rebobinar.

Una sensación tranquilizante la invade cuando el melodioso recuerdo danza en sus oídos, la sabe desde que tiene memoria a excepción de la letra, lo único que logra hacerla volver a sus sentidos, es esa canción, lo único que no lleva malos recuerdos a su mente.

Sus parpados están a punto de caer en un sueño reparador, pero unos repentinos rasguños sobre la puerta la despiertan al instante.

Se levanta a tropezones del sofá que aún la llama y se asoma por la ventana, hace una mueca de confusión al ver que la nieve ha dejado de caer y el viento ya no arrasa tanto como antes.

Abre la puerta el espacio suficiente para ver con un solo ojo y el frío no entre. Busca con la mirada al ente que ha provocado ese sonido, pero se sorprende al no encontrar nada, solo extensa nieve. Todo el vecindario está desolado, el escalofriante frío aún ronda por fuera.

Sin intenciones de salir y arriesgarse a que el frío invada su cálida morada, solo por algo que bien podría ser una broma. Gira sobre sus talones dispuesta a seguir en su descanso, pero en eso, una bola de pelos blanca con dos manchas negras en la punta de sus patas aparece en el suelo moviéndose alrededor de un objeto rasgándolo como si fuese algún juguete.

— ¡¿Qué demonios…?!— Exclama sin pudor dando un sobresalto que la hace chocar con la puerta.

Sus ojos no se despegan ni un instante del gato, revisa sus lentes y vuelve a ponérselos asegurándose de que no están vencidos y de que lo que ve es totalmente real y no una alucinación.

— Creí que ya las había superado…— Susurra para sí misma.

No parece encontrar palabras lógicas que expliquen cómo un gato ha entrado a su casa con todas las entradas cerradas. Parece imposible, ¿Cierto? Pero, no lo es.

Se acerca con incredulidad y repulsión a la criatura, nunca le agradaron los gatos. Y este, al percatarse de su presencia se sienta en el suelo y le da una mirada impasible moviendo su cola de un lado a otro.

Su mirada es fija cual apariencia de un ojo humano, y la observa de arriba a abajo, como si la escaneara y supiera quién es.

Trata de espantarle haciendo movimientos bruscos con sus manos pero el gato permanece inmóvil. Pero, lo que realmente hace aterrorizar a Taira, es que esta criatura ya la ha visto muchas veces, más de lo que cree, siempre aparecía cuando recibía cartas o se quedaba cerca de la entrada de su casa, como si esperara su llegada.

Finalmente se da por vencida y decide averiguar que lleva aquel animal.

Es un sobre, de color beige y tiene un sello de cera azul marino en medio. No tiene estampillas ni ninguna señal desde donde ha sido enviada. Igual a las otras cartas que había estado recibiendo hace varios meses, y con la misma excusa de no tener tiempo, ni las abría.

¡Vaya error que cometió al no abrirlas desde un principio!

“¿Quién querría seguir entregando cartas en plena ventisca, y en este siglo?” Piensa rascándose la nuca, el cosquilleo ha vuelto a aparecer dándole una sensación de nerviosismo.

Sin más rechistar. Abre ansiosa el sobre con un papel dentro doblado a la mitad, lo desdobla y comienza a leerla mentalmente.

«Sigue el punto marcado en el lago encantado y tú camino será aclarado, te guiará a tu destino real y lograra despertar a la guerrera espiritual.«— Susurra las últimas líneas en lo que entra en profunda confusión y su rostro se desfigura en una mueca.

— ¿Estás de broma?— Musita para sus pensamientos mirando aquella nota como si fuese un objeto científico altamente peligroso.

Ajusta sus anteojos de pasta gris y lee una vez más como si eso le asegurara que el texto no tiene sentido alguno. Y para ella, claramente, es así.

Su mirada se fija en el símbolo al final de la nota, le parece muy familiar, y por supuesto que lo es. Parece una escultura en un círculo con distintos espirales antiguos.

Llega a una tonta conclusión de que tal vez sea una especie de tarjeta de promoción a una convención de ciencia ficción. O, simplemente la broma del anciano demente que vive en frente

Arruga el papel y lo lanza al suelo sin intenciones de prestarle atención. Sin pensar un segundo que lo que pasará a continuación la dejará completamente conmocionada.

Al voltearse, sus ojos amenazan con salir de su orbitas al ver el sobre frente a ella en el suelo, como nuevo, como si no lo hubiese magullado.

Queda muda, perpleja, ni una palabra sale de sus labios, está pasmada.

La inexplicable situación hace que dude por completo de sus anteriores movimientos. Mira con aún más recelo que antes el extraño papel, y esta vez lo deja en el bote de basura.

Pero, algo aún más extraño sucede esta vez, al voltearse, la susodicha hoja vuelve a aparecer frente a ella en la mesa del comedor. Y por si fuera poco, ¡La gata desapareció!

“Estúpido anciano demente, ¡Te estás pasando con las bromas!..”

Observa su taza de café y llega a una segunda conclusión. El café es a base de droga.

¿Quién diría que esto se trata de café? ¡Por supuesto que no!

Comienza a alarmarse y como último intento la toma y en cada mano tira de ella en distinta dirección haciendo que se divida en dos.

“Tal vez solo se trata de las demás cartas, tal vez solo están esparcidas por toda la casa… Sí, tal vez es eso.”

¡Pero qué despiste!

Revuelve su cabello soltando un resoplido tratando de despejar el estrés y la confusión. Sube al segundo piso pero se detiene a la mitad de las escaleras. La curiosidad amenaza con atormentarla sin cesar, ¿Por qué ha estado recibiendo todas esas cartas? Se pregunta reiteradas veces sin conseguir respuesta alguna a su duda.

Se queja por lo bajo cuando la curiosidad gana la batalla y se devuelve hacia los cajones, donde guarda casi todo tipo de documentos.

Abre el último cajón y este desborda de cientos de cartas. Comienza a abrir y analizar una por una para encontrar alguna pista. Pero todas dicen lo mismo, exactamente lo mismo, no encuentra ninguna respuesta y parece que está dentro de un laberinto sin salida.

Trata de pensar en miles de opciones, referencias y probabilidades de lo que fuese o significase.

Hasta que una imagen llego de golpe a su mente, su collar, una cadenilla de cuero que de colgante lleva una pequeña y circular escultura con un fondo de nebulosa y diseño singular de distintos espirales en uno solo. Es igual al que sale en la nota.

Es demasiada coincidencia que el mismo símbolo estuviera estampado al final de la hoja.

“Como una especie de señal…”

Pero, por un momento, su mirada hace un camino entre su collar y un disco de vídeo que guarda en ese mismo cajón.

No puede ser, esto puede ser…

14 de Marzo.

Taira, perdóname… Por favor perdóname. No sabía cómo decírtelo, tampoco sé cuando vayas a ver este vídeo, solo espero que al final del día puedas comprenderme y me perdones…

[…]

Fue mentira, Taira, todo fue mentira… Yo no quise, pero era por tu bien. Ya es hora de contarte toda la verdad, algo que debí hacer hace mucho tiempo.

[…]

Taira… Yo no soy tu verdadera madre. Te encontré cuando apenas tenías un par de años en la orilla de un lago sobre una canasta con tu nombre. No podía dejarte allí, Taira, no quería. Llegaste justo cuando más te necesitaba y […]

[…]

Es hora de que encuentres tu verdadero camino, Taira, sé que eres muy especial y llegaras a hacer cosas grandes, no mereces estar sola. Búscalos, busca a tus padres biológicos. Sé que tu collar te ayudará, fue lo primero que tuviste cuando te encontré, una señal llegará a ti y debes aprovecharla.

[…]

Siempre te ame y te amaré como si fueses parte de mi, Taira. Siempre serás mi niña adorada. Y recuerda: No tengas miedo a lo que desconoces, se valiente. Te amo, mi niña.

El recuerdo ha llegado como un balde de agua fría. Un inquietante hormigueo la recorre de pies a cabeza. Su respiración se vuelve pesada, su cabeza arde, como si la estuvieran oprimiendo y golpeando con un martillo sin piedad, cada segundo el dolor aumenta, la sostiene con desespero en lo que abraza sus piernas por inercia, como si tratase de reducir el dolor en un fracasado intento.

“Estúpido recuerdo… ¡Estúpido todo!”

Con la cólera hasta el techo cierra de un golpe el cajón haciendo que el escritorio se tambalee.

Sostiene su cabeza de nuevo con todo su cuerpo temblando.

Ya no soporta tanto dolor, no puede seguir. Es demasiado…

Lo único que puede escuchar es el palpitar acelerado de su corazón. Un gran nudo en su garganta aparece en compañía de una presión en el pecho impidiendo que respire con facilidad, tiene los ojos abiertos de par en par y las lágrimas salen con total libertad empañando por completo sus lentes, rompiendo aquella promesa que tanto le había costado cumplir.

— No puedo, ya no puedo…— Solloza en susurro átono en lo que tapa su boca tratando de ocultarlos— Perdóname, te prometí que ya no volvería a llorar por esto, que me olvidaría y seguiría con mi vida, pero ya no puedo… — Su voz se rompe dando paso a los sollozos y suelta un grito lastimero— Vuelve, mamá… Ayúdame, por favor.

“Te necesito…”

“Desaparezcan… por favor… no quiero más recuerdos, ¡Es suficiente! ¡No lo soporto!… desaparezcan.”

[…]

La noche finalmente cayó y un nuevo día floreció, el sol hace su aparición a través de las nubes y la tormenta de nieve ha escampado un poco, pero el friolento clima aún se siente recorriendo las calles.

Taira ya se encuentra en la universidad durante el descanso, tratando de estudiar para un examen en compañía de su revoltosa amiga Murphy, siendo interrumpida por sus diversos temas triviales.

Pero, a pesar de lo muy interesantes que puedan parecer los temas de los que habla Murphy, la mente de Taira aún se pasea por los acontecimientos del día anterior, como sí los repitiera una y otra vez.

— No puede ser tan difícil, ¿Verdad? Es solo un ejercicio de matemáticas, no es nada fuera de lo común Finalmente Murphy se une a Taira en su idea de estudiar en lo que destapa una galleta de maní con su boca, sosteniendo el libro de Matemática II tratando de convencerse a sí misma de que el ejercicio es pan comido Oye, creo que ya le encontré sentido a esto, Taira.

— Murphy… Tienes el libro al revés— Responde Taira con la mente perdida en otra parte en lo que tamborilea con sus dedos la enciclopedia que no se ha atrevido a abrir desde que lo saco de su mochila.

De su bolsillo trasero saca por enésima vez la carta. Su mente no puede rondar alrededor de otra cosa que no sea ese sobre, la carcome por dentro el no encontrar una solución. Y vaya que detesta tener preguntas y ni una respuesta.

“¿Acaso se trata de una señal? Es lo más obvio.”

Se exaspera en lo que su mente reitera el tema. Sus visiones frecuentan cada vez más y la confusión aumenta, definitivamente esto no le sirve de ayuda.

— ¡Demonios! Exclaman al unisonó. Murphy lanzando el libro al suelo en el que están sentadas y Taira en un fallido intento de arrugar el sobre con rabia.

— ¡Esto no salía en el pensum! ¿En qué mundo subnormal dan matemática en una facultad de arte?… ¡Se acabó! ¡Venderé mi alma al diablo! Vocifera Murphy una vez más con los brazos extendidos al aire Espera, ¿Por qué gritaste tú? ¿Tampoco entiendes? ¡Fantástico! Repetiremos el semestre juntas.

— No es eso, Murph. Es otra cosa… más complicada Responde ya con desgano en lo que suelta un resoplido dejando caer el sobre al suelo.

— ¿Más complicado que esto? Rayos, estás en serios problemas Murmura tomando el sobre con recelo.

¡Y vaya que serios problemas!

Segundos después un foco imaginario se encendió sobre su cabeza al tiempo en que sus ojos obtuvieron un brillo bullicioso— Acaso esto es…

— ¿Sabes qué es? Casi se le salen los ojos del asombro y volvió a exclamar ¡Por favor, dime!

“Ella sabe… ¡Ella sabe!”

“Esperen, podría ser que… ¿Ella la haya enviado?”

— ¡¿Una carta de amor?!

“Olvídenlo. Voy cambiarme de amigas, es un caso perdido.”

Resopla; casi gritando, y se da una palmada en la frente mirando al cielo. Definitivamente no es lo que esperaba.

— No, Murph, no. Es una de las tantas cartas que me han llegado desde hace varios meses. No sé qué significa ese símbolo. Es el mismo que tiene mi collar.

— Em… Probablemente sea una tarjeta de promoción a una convención de ciencia ficción, ¿No crees, Taira?— Responde sosteniendo su teléfono sin prestarle mucha atención.

“¡Yo pensé lo mismo!”

— No lo sé, no estoy segura— Responde apoyándose en un sauce llorón, acomodando un brazo detrás de su cabeza y otra mano sosteniendo el collar. Murphy alza la mirada cambiándola por un ceño fruncido— Creo que significa algo más, como una señal, lo sé. Algo me lo dice.

— Taira, yo creo que deberías estar pendiente de otras cosas. Despejar tu mente… sobre ya sabes.

— No, es en serio, Murphy. Creo… creo que con esto podre encontrarlos…No logra ni terminar la oración cuando la interrumpe y su rostro se tuerce en una mueca.

— ¡Detente! Es suficiente, Taira. Deja de pensar en eso al menos durante cinco minutos, por favor, es por tu bien…— Suspira y sostiene su cabeza exasperada— Te lo dije, Taira. No era tiempo de dejar las sesiones.

Taira ha pasado por varios momentos difíciles, y Murphy sabe de eso más que nadie. Se han estado apoyando entre ellas como hermanas desde tiempos inmemorables y hasta el día de hoy sigue siendo así. Desde que Taira se enteró de esa desgarradora verdad sobre su identidad, Murphy la trató de ayudar repetidas veces para saber su identidad y de sus padres biológicos, pero, cayó en cuenta de lo frágil que era, y es la situación, ¿Y si no es lo que ella espera? ¿Y si no quiere devuelta su identidad? ¿Y si sus padres no la quieren? O peor… ¿Y si ni siquiera viven? Así que prefirió dejar el tema para un momento en el que Taira estuviese lo suficientemente preparada, y definitivamente no lo está.

Taira rueda los ojos al escuchar esa reprimenda. Ella había estado asistiendo a sesiones con un psicólogo cercano, pero dejo de asistir solo porque creía que ya no sería necesario. Gran error, Taira.

— No, no lo entiendes. Debo encontrarlos, siento que por fin llegó una señal a mí, y no la desperdiciare, no esta vez.

— Por favor, Taira. No más, al menos por un rato, ¿Si? Necesitas serenar tu mente, entiendo que te carcome la duda de saber quiénes son y dónde están. Pero, no te hará bien seguir así, tal vez sea mejor que te distraigas…— Haba ¿Sabes qué? Ya sé como: Vamos a salir con los demás para que despejes tu mente y nos divertiremos, sí que sí— Su ya usual sonrisa bulliciosa adorna su rostro dando a demostrar que una especie de plan travieso se está creando en su mente, la cual es interrumpida por el sonido de las campanas, el descanso ya ha terminado.

Sin más, se levantan para dirigirse a los casilleros, y Taira bufa levantando hebras de su flequillo al aire, ni siquiera habían estudiado, se ha dejado llevar por el incesante parloteo de Murphy, otra vez.

Al depositar todos sus libros, aprovecha para verse en el pequeño espejo que está pegado en él y acomoda un mechón de su cabellera rubia ceniza como si tapase su ojo derecho con disimulo, realmente nunca le ha agradado que todos que vean ese ojo.

— Deberías mostrarlo, no se ve tan mal— Comenta en lo que observa las nuevas carteleras del pasillo y al instante comienza a teclear mensajes en su teléfono.

— Murphy, un ojo con un color completamente distinto al otro no es bonito, ni normal Responde anodina señalando su ojo derecho y acomodando sus lentes de manera que no se notase tanto. Había nacido con una extraña especie de heterocromía en ese ojo, o al menos, eso decían los doctores. Igual a una nebulosa estrellada.

No es algo que le gustase presumir, en realidad lo odia, según ella, le hace parecer un fenómeno.

Y gracias por la intención. Pero, por ahora prefiero encerrarme en mi casa rodeada de dulces, café y miles de libros y series, si no te importa a ti y a los demás, pueden divertirse sin mí, no es tan difícil— Acaba sacando los libros y libretas que usaría en Historia del Arte.

— ¿Tú estás loca, mujer? ¡Por supuesto que nos importa!— Exclamó de nuevo sobresaltándola haciendo que choque con un muro y en menos de lo que espera, Taira se encuentra en el suelo con todos sus libros esparcidos por todas partes.

Alza la mirada y se da cuenta de que no era un muro, había chocado con una chica, la cual también había caído.

— ¡Lo siento! Se disculpa entre tartamudeos arrodillándome para recoger mis libros— No te había visto, de verdad, lo siento.

La chica con la que tropezó ni se molesta en mostrar quejas ni expresiones de dolor. Y su grupo, el cual Taira no se percato de que la observan inmutablemente, ayudaron a levantar a la chica, pero esta no recibe la ayuda.

— Ella está aquí, lo presiento— Murmura una chica encapuchada hasta los ojos en lo que los demás le dan una mirada llena de sorpresa y tratan de apresuran el paso rápidamente.

“¿Qué rayos ha sido eso?”

— Extraño…— Susurra Taira para sus pensamientos y la voz hilarante de Murphy llama su atención

— ¿Qué haces?— Pregunta como si no hubiera presenciado toda la escena— Nos toca la próxima materia. No puedo siempre estar al pendiente de que asistas sin falta, Taira. Debes ser más responsable.

— Me imagino. Como tú, que eres tan responsable que obvio asistes a todas las clases y cumples con todos sus deberes sin copiarse de nadie— Contesta Taira con sarcasmo y ella aparta la mirada haciéndose la tonta— Vamos.

— ¡Oye! ¡Yo no me copio de nadie!…, Bueno, solo a veces, pero… Pero…

— Vámonos, chica responsable— Interrumpe con un gesto hacia el salón y finalmente resopla en rendición.

Sin más rechistar caminan dentro del gran edificio y mientras se dirigimos al salón se encuentran con un par de amigos de Murphy.

Amina, una chica una tanto silenciosa e intuitiva, a veces un poco imprudente pero también es agradable a su tiempo, siempre con su rostro casi inexpresivo y la mayoría de las veces solo habla para decir algo inteligente. Y Christian, o como él prefiere, Chris, su completo opuesto, un chico un tanto hilarante, siempre con su enérgica actitud que a veces llega a desesperar, siempre sin miedo a los riesgos y a probar cosas nuevas, casi todo el tiempo se la pasa detrás de Amina. Pero, entre ellos un chico que en definitiva nunca había visto Taira conversa alegremente con su grupo.

— ¡Hola! Saluda Chris al tiempo en que nos ve y engancha un brazo en el hombro de Amina— ¿Qué tal?

— De maravilla. ¿Les llegó el mensaje?— ¿Entonces? ¿Sí vienen?— Pregunta Murphy esperando con ansias una respuesta.

— ¡Por supuesto!— Responde casi con el mismo ánimo guiñando un ojo.

— ¿De qué están hablando?— Pregunta Taira confundida.

— No me apuntes en eso Habla finalmente Amina, pero Chris la interrumpe y en su lugar dice.

— Ella estará encantada ¿Cierto, Amina?

— Me niego. Adiós Murphy, Taira— Se despide con un asentimiento y Chris la observa hasta que ya no puede verla más.

— ¡Oh, venga!, ¡Amina!— Exclama su nombre con una sonrisa divertida Ella aceptara, lo sé Añade muy convencido de sus palabras mientras que una risita escapó de sus labios. Probablemente un plan travieso.

— Cambiando de tema… ¿Quién es ese?— Pregunta Murphy señalando con interés al chico que se encuentra distraído con su casillero.

— Ah, sí, él es Mathew, chico nuevo— Lo presenta y él se acerca a ella con una sonrisa de medio lado. Estrechan sus manos como saludo, pero, su mirada se clava en su collar y alza sus cejas con una sonrisa un tanto extraña, es la sonrisa que pondría alguien si ganara la lotería o si pensara en algún plan diabólico

— Que colgante más… Interesante— Murmura pausadamente mandando una mirada que le causa escalofríos por todas partes haciendo que suelte su mano de golpe— Yo tengo uno también— Señala su cuello en lo que saca un colgante de cuerda, pero muy diferente al de Taira, este tiene como dije una especie de colmillo negro alargado cubierto en su extremo por un fino metal con una forma indescifrable.

Frunce el ceño estando muy insegura de su presencia, definitivamente ese chico da mala espina. También puede notar que además de ese colgante, tiene una gargantilla de cadenas sellada en medio por un extraño candado.

— Chicos, miren— Chris llama la atención del grupo señalando una cartelera llena de papeles de información de la universidad o sobre eventos recreativos— Adivinen, ya salió la fecha de la feria, es en dos días.

— Bueno, ¿Ahora si me dirán de que están hablando?— Pregunta Taira interrumpiendo ya con los brazos cruzados.

— De acuerdo— Responde Murphy— Tal parece que están organizando una fiesta al estilo feria para los egresados de este año. Estamos planeando ir ¿Qué dices? ¿Vienes?— Pregunta sacudiendo los hombros de Taira frenéticamente.

— Por favor, Taira, no puedes decir que no— Habla Chris mostrando su típica mueca de cachorro abandonado en la lluvia, pero no hace efecto en ella.

— En realidad…Sí, sí puedo.

—Vamos, no seas negativa. Además, recuerda lo que te dije, ¡Necesitas divertirte! está es la oportunidad perfecta, piénsalo.

Taira se tomo su tiempo para pensar en alguna estrategia para librarse de ir a esa feria, simplemente no tiene remedio.

— ¡Pero, mira!Exclama Taira señalando dramáticamente el folleto. Al parecer ha encontrado una manera de escapar Es en parejas y yo no tengo una, creo que no podré ir entonces. ¡Pero qué trágico! Exclama una vez más dramatizando la escena, lo que hace que Murphy se dé cuenta de lo que planea Así que… ¡Diviértanse sin mí!

— Ni lo pienses, tú vendrás con nosotros— Habla Murphy arruinando la estrategia de Taira— Me encargare de encontrarte un acompañante antes de mañana, así sea yo esa persona.

Taira estuvo a punto de responder, pero, de nuevo, trata de tomarse su tiempo para pensar en una decisión, si tiene que ser sincera, se negaría por completo, pero es fácil comprender tanta insistencia de Murphy, ambas ya no salen a divertirse como antes, es obvio que quiere recuperar los viejos tiempos.

Taira simplemente no puede encerrarse en su mundo y alejando a todos sus seres queridos, porque eso es lo que hace realmente.

Finalmente suelta un suspiro en rendición, el cual Murphy entiende perfectamente, por lo que libera un leve grito de emoción seguido de un abrazo en obvio regocijo al ver que su amiga ya está volviendo en sí.

— Pues, yo tampoco tengo acompañante…— Dijo por fin aquel chico nuevo «Mathew» con una mirada algo astuta y traviesa— Vamos juntos— Concluye con un tono autoritario, sonando más a una orden que una propuesta.

— Ya está, todo resuelto— Responde Murphy antes de que Taira pudiese tan siquiera pensarlo— Taira irá con Mathew.

— Pero yo…

— Pero nada, prometiste que intentarías unirte otra vez.

— No recuerdo haberlo hecho— Contradice rodando los ojos.

— Ay, no te hagas, será divertido, anímate.

— Será divertido— Habla Mathew tratando de convencer a Taira, su astuta mirada aún adorna su rostro y él no se molesta en ocultarla.

Parece un adolescente de muchos misterios, no, ni siquiera parece adolescente, su apariencia parece falsa, al igual que su sonrisa.

Mathew inconscientemente dirige otra vez su mirada al collar de Taira, pero esta lo malinterpreta y cree que intenta ver sus atributos descaradamente, por lo cual le envía una mirada de repulsión y se aleja rápidamente.

Chicos, yo me… Me adelantare. Los veo luego Dice rompiendo el largo silencio y se despide con ansias de entrar al salón de clases y no volver a toparse con ese chico.

[…]

Finalmente, luego de un par de horas, la campana resuena en todas las aulas indicando que ya ha concluido la hora de clases. Taira sale del salón y se abre camino entre la multitud de estudiantes hasta la larga fila de casilleros tarareando el ritmo de la melodía que siempre serena sus sentidos. Abre si casillero para guardar los libros y casi a punto de cerrarlo, nota que en el reflejo del espejo aún se ve su ojo derecho, y en eso, una intensa mirada azulada se posa en ella viendo a través del espejo su pequeño «fenómeno»

Su vista en un abrir y cerrar de ojos está en el chico que no pudo evitar una expresión de sorpresa.

Su rostro automáticamente empieza a ponerse rojo, no sabe si es de la rabia o de la vergüenza.

“¡Lo ha visto! ¡Diablos, diablos y más diablos! ¿Cómo pudiste dejar que pasará, Taira?”

“Bien, tal vez piense que fue producto de su imaginación, todo está bien.”

“Me está mirando su grupo, se los dijo. ¡No! ¡No está bien!”

Al pasar unos segundos Taira se percata de que se trata del mismo y extraño grupo que vio antes de las clases.

Y una repentina y loca idea de que ya los conoce comienza a atormentarla.

Trata de relajarse y se pone sus audífonos fingiendo escuchar música, cuando en realidad se carcome la cabeza tratando de adivinar de qué remoto lugar les conoce.

Son alrededor de cinco personas, dos chicas y tres chicos.

El chico, aún concentrado en no apartar la mirada, le transmite escalofríos por todas partes, como si le obligara a no apartar la vista.

Eso fue suficiente para saber que desborda de misterio y muchos secretos ocultos, secretos muy sorprendentes y hasta aterradores, secretos que de seguro está dispuesta a descubrir.

En eso, un gato se posa en su hombro llamando su atención, su pelaje es tan parecido al del gato que había entrado a su casa.

Es demasiada coincidencia. No puedo estar comparándolos con todo lo que me pasa.

Finalmente su mirada dejo sus ojos y se fija en el collar, sus ojos se abren de par en par en lo que su piel palidece, se sorprende aún más que cuando vio su ojo derecho, como si hubiese visto un fantasma. Frunce el ceño sin comprender y al instante la mirada de los chicos vuelve a clavarse en ella.

«En sus ojos la marca está, y en su cuello cuelga la señal que les dirá la verdad, si realmente es ella la sexta guerrera espiritual.»Una voz resuena en su mente repitiendo una frase escalofriante una y otra vez que la saca de mis cinco sentidos.

Su vista se nubla, comienza a perder el equilibrio y su cabeza duele, duele como si la estuviesen martillando. La sensación parece volverse infinita y parece que en cualquier momento se desplomará.

— ¿Taira?

No escucha…

— ¡Taira!

“¿Qué pasa…?”

Finalmente su trance desaparece y logra enderezarse con dificultad. En lo que su vista se aclara, alza la mirada y se encuentra en frente de Murphy, Amina y Chris.

— Reacciona, Taira. ¿Estás bien? Acaba la oración Murphy con una mirada de preocupación mientras la toma de los hombros y le da unas palmaditas en el rostro sacándola de su anonadación ¿Qué pasó? ¿En dónde estabas? Te hemos estado buscando por todas partes. Las clases han terminado.

— ¿Qué?— Logra hablar en lo que termina de reaccionar— ¿Terminaron? Pero, aún no ha sonado la campana.

— Por supuesto que sí, sonó hace casi una hora— Contesta Amina señalando el reloj de pared de la universidad— Te estuvimos llamando desde entonces y no aparecías.

— ¿Una hora?— Saca su teléfono revisando la hora y la cantidad de mensajes y llamadas que hay, es verdad.

— Pero no escuche la campana.., ¿Como pudo haber pasado el tiempo tan rápido?

Busca al chico de antes con la mirada y se lleva una gran sorpresa al no encontrar nada. Solo un pasillo vació.

“¿Qué acaba de pasar…?”

[…]

«Una vez más, Taira se encuentra en la misma pesadilla, sintiéndose de nuevo en un pozo sin fondo, sigue igual, sola, vacía, afligida y asustada, se levanta del rincón en el que siempre suele aparecer, recorre el camino de nuevo, trazando con sus manos la pared, hasta que llega a un extremo del lugar, donde encuentra una escalera de cuerdas que cuelga desde la salida del pozo.

Observa la luz al final de este, la cual parece tan lejana y cercana a la vez. A pesar de que no es la primera vez que está aquí, el miedo no desaparece, se intensifica.

Sube las escaleras muy lentamente, cada vez sintiéndola más quebradiza que antes. A cada paso que sube, un recuerdo, o al menos ella cree que es eso, llega a su mente.

Primero, se hace presente la desgarradora e inolvidable escena de su madre sin vida encerrada en el ataúd de madera, a punto de ser enterrada. Algunos tienen la cabeza gacha, otros miran a Taira con desprecio, ahora sabe el porqué de eso…, De a poco todo se convierte en un verdadero mar de sangre, todo está en llamas. Su madre pide ayuda, pide que la saquen de allí, de su sufrimiento. Nadie hace nada, ni ella.

“No pude salvarla, la deje morir…”

Cierra mis párpados con fuerza tratando de no soltar ni una lágrima, pero le hez imposible evitar que un sollozo de sufrimiento escape de sus labios, y como consecuencia una de las cuerdas que la sostiene comienza a deshilacharse. Justo antes de que volviese a caer, sube rápidamente otro escalón.

Después, siente la fija e inexpresiva mirada de cinco personas que aparecen de la nada a su alrededor. Desde el día del accidente no dejan de aparecer, solo que, cada día, más cerca. Sus miradas la perturban, el miedo aparece para quedarse en compañía de la incertidumbre por saber de donde los conoce.

Uno de ellos alza la mirada al instante, es una chica. Su negro y platinado cabello se levanta en el aire dejando ver su ojo izquierdo, este de repente desborda una brillante luz blanca, al tiempo en que el ojo derecho de Taira hace lo mismo.

Un dolor increíblemente horrendo se hace sentir en él, haciendo que Taira se retuerza del sufrimiento.

“Lo sabía. Ya los conocía.”

Pero, antes de que pudiera decir siquiera una palabra, todos se desvanecieron en el aire, junto a su dolor y a su misma presencia.

Suspira frustrada, la luz en la punta del pozo se ve cada vez más distante. Sin embargo, no parece ser una razón para detenerse y sigue subiendo más hasta que otra escena aparece.

Esta parece ser nueva, ya que nuca la ha visto, al menos, no la recuerda. Está una mujer sentada en una silla mecedora, con un par de bebés en cada brazo tarareando una canción que Taira pudo reconocer al instante, aquella voz resuena en su memoria danzando al compás de un arpa que suena por sí solo junto a ella. Se trata de la misma canción que ayuda a controlar sus emociones.

Observa detalladamente a aquella mujer que parece ocupada en mimar a las dos pequeñas criaturas. Tienen gran parecido en realidad, ambas con grandes ojos de color, una de ellas está sumida en un sueño profundo agarrando pequeños mechones de su cabellera negra, la otra simplemente ríe ante los cantos de su madre.

Lo que no puede evitar ver, son sus ojos, tiene unos hermosos y grises ojos, pero uno de ellos comenzó a verse en varios colores, simultáneamente, igual a una nebulosa estrellada, y en sus párpados se desliza una escalofriante forma de espirales blancos.

Trata de ver más allá de lo que puede, pero no se lo permite, la escena se desvanece y la luz de aquel pozo de nuevo se vuelve infinita, y vuelve a caer en aquel rincón que tanto aborrece.»

[…]


Capítulo 02.

Secretos revelados.

Desliza con destreza el grafito sobre la hoja de papel dando retoques finales a su obra de arte. Sonríe satisfecha al observar detalladamente el resultado final, dando un trago a su taza de café que había pedido al llegar.

Es su día libre en el trabajo y en la universidad, así que aprovechó para visitar su cafetería favorita y distraerse.

Le encanta venir a este lugar por lo ideal que es para relajarse, a veces para algún bocadillo o para simplemente admirar el paisaje e incluso dibujarlo.

Es una vista preciosa desde afuera, se ve el ángulo perfecto entre el inmenso bosque y las empinadas montañas. Por las noches es una belleza sobrenatural y fascinante, junto a las miles de estrellas que viajan alrededor del cielo cada noche. Desde ese lugar puede escucharse el ligero, pero arrullador, canto de las aves ser acompañado por la suave melodía de la brisa danzar entre las hojas de los árboles, es simplemente encantador y sosegador

Se dice que desde lo más alto de las montañas y lo más profundo del bosque se puede percibir y apreciar cierta esencia mágica y misteriosa.

En realidad, Taira es la única cliente fija, los demás solo vienen de visita o por un breve descanso. Aunque, lo prefiere así, piensa que tiene todo ese hermoso paisaje para ella, y, aunque a veces no lo parezca, la mayoría del tiempo le fascina que no haya nadie, solo sus pensamientos y ella. De alguna manera, encuentra como distraerse.

Echa otro vistazo más a su dibujo que ha quedado casi igual a aquella imagen que ha quedado grabada en su memoria y parece no querer salir, el símbolo al final de la carta. Y una vez más, vuelve a preguntarse insistidas veces de donde se hace familiar, sin encontrar respuesta alguna a todas sus dudas.

“¿Qué significa la carta? ¿Quien la envió? ¿Acaso es una broma? O… ¿Es una señal de mi madre? Entonces, ¿Es cierto lo que dijo? ¿Por qué tengo visiones? ¿Por qué siento que esas personas de la universidad me están persiguiendo? ¿Soy especial? Dios mío, estoy enloqueciendo, ¿Cómo podría ser yo una guerrera espiritual?…Tal vez no es tan literal.”

Resopla en rendición, dejando a medias el tema de la carta con la intención de resolverlo después. En eso, se percata de que no está completamente sola. Los pasos seguros de alguien abriéndose camino entre el césped y una mirada llamo su atención. El ruido proviene de un chico encapuchado que se dirige a los asientos, los mismos en los que está ella. No pasan ni cinco segundos cuando saca un libro en el que apoyó toda su atención sin percatarse de su presencia.

Trata de diferenciarle en un fallido intento, ya que la capucha cubre casi la mitad de su rostro y solo se ven los mechones rebeldes de su oscuro cabello cortando su vista, pero aún así, sabe que no es de por aquí. Su mirada azulada parece confundida y concentrada, como si tratase de descifrar algún código imposible.

Estuvo un buen rato admirando la presencia de aquel chico que se encontraba a su vista, hasta que de repente se levanta y emprende camino hacía el bosque camino a las montañas, dejando allí el libro que había estado leyendo.

Taira, inconscientemente, se levanta de su asiento al instante con el fin de entregárselo, pero, ya estando a un par de metros cerca, se percata de que la tapa del libro tiene un diseño exactamente igual al de su colgante.

— ¡Oye…! Olvidaste algo…— Exclama hacia el chico, al tiempo en que reacciona y frunce el ceño entrando en perplejidad.

“¿Qué diablos significa esto?”

Logra llamar su atención y este rápidamente se acerca a ella, casi trotando, haciendo que su capucha se levantara con el viento dejando ver su rostro, en ese instante Taira descubre de quien se trata.

Su cabello, sus rasgos y mirada son tan familiares, está claro que lo conoce, es el chico de la universidad.

Sus ojos se abrieron como nunca un poco sorprendida y confundida por el hecho de que él llevara el libro.

— Aguarda…— Susurra con recelo.

Queda atónita, casi paralizada, y aprieta con fuerza la tapa del libro negándose a entregarlo, en lo que trata de pensar con claridad. Ahí es cuando las miles de preguntas comienzan a irrumpir su mente repetidas veces.

“¿Por qué el libro tiene este símbolo en la portada?”

“¿Por qué él llevaba este libro?”

“¿Acaso él sabe algo sobre mi collar o… las cartas?”

“¿O alguna otra cosa sobre mí que yo no sepa?”

Un sinfín de suposiciones comienza a alertarla y le sugieren en huir de allí. Pero, a pesar de su corazonada, se mantiene inmóvil.

— ¿Quién eres?— Pregunta al tiempo en que él trata de quitarle el libro y Taira lo aparta de su alcance. Se ve atareado y sin intenciones de responder, sin embargo, responde con la mirada a un costado.

— Soy… Ilan— Articula un poco incomodo, pero aún así, su tono de voz se escucho casi aterciopelado, un sonido casi arrullador e hipnotizador que hace danza en sus oídos. Arremanga su camisa gris y guarda una de sus manos en los bolsillos de sus vaqueros negros, la otra la extiende hacía mi esperando el libro— Entrégamelo. Ahora— Ordena, cambiando drásticamente su tono de voz a uno más autoritario y grave.

— Sabes que no me refiero a eso— Interrumpe haciendo caso omiso a sus palabras, a pesar de que sus piernas flaquearon y sintió un cosquilleo en la nuca al escucharlo— ¿Quién eres? ¿Por qué tienes este libro?

Oprime su mandíbula aún sin intenciones de responder, lo que la hizo rabiar, en lo que le dedica una mirada muy fija, increíblemente potente, como si tratara de hipnotizarla o ver más allá de sus ojos.

De repente, su mente queda en blanco, dentro de un transe. De un momento a otro se ve extendiendo los brazos hacía él, casi a punto de entregarle el libro. Hasta que ambos reaccionaron, no supo que estaba haciendo.

Al instante regresa el libro hacia ella y ve como él presionaba sus ojos con fuerza perdiendo el equilibrio.

— ¿C-Cómo hiciste eso? ¿Qué no me vas a responder?— A duras penas puede volver a hablar tratando de poner un tono de voz igual o más autoritario que el de él, pero es inútil, su voz temblorosa y torpe la remplazo y sus piernas flaquearon de nuevo haciéndola sentir vulnerable.

Definitivamente no entiende por qué se siente así, tan débil, como si presintiera que en cualquier momento pasará algo malo, algo completamente aterrante de imprevisto

— ¡No lo abras!— Vuelve a ordenar con una voz casi igual de temblorosa que la de Taira y su rostro se torció en un gesto de preocupación y miedo— Taira, por favor, solo dame…

— ¡¿Taira?! ¿Ahora sabes mi nombre? ¿Quién demonios eres tú? ¡No tendrás lo que quieres si no me respondes ya! Tú sabes algo, ¿Cierto? Algo que yo no sé…, Este libro…— Musita Taira con el miedo comenzando a invadirla, es demasiado extraño para ella, sus dedos tiemblan sobre el libro y trata de no mantener la mirada sobre aquel chico.

Hasta que, finalmente la curiosidad gana y abre de par en par el libro y hojea rápidamente cada página, ni siquiera sabe que está buscando, no entiende nada, el escrito está hecho en distintos tipos de códigos, sus ojos van y vienen en cada oración, buscando alguna palabra que la haga entender todo.

Ni siquiera puede analizarlas bien cuando el libro desprende una luz tan cegadora que le impide ver. Todo se vuelve oscuro a su vista desplomándose en brazos de aquel chico de intensos ojos zafiro.

[…]

A la sexta deben encontrar para así lograr derrotar a la bestia que nos quiere aprisionar—Musita la bruja con cierto tono dramático haciendo que de su caldero apareciese el reflejo de la silueta de un monstruo sobre una ciudad—, si juntos no están el sufrimiento y la destrucción total vendrá, y esta vez nunca podremos escapar— El reflejo de aquel monstruo ahora se ve como destruye aquella ciudad—. Ya que el monstruo que se avecina tiene más poder del que antes tenía.

¿Cómo sabremos quién es la correcta? ¿Cómo es?— Preguntan casi en desespero los guerreros anhelando una respuesta.

Aquella, aquella dulce y alma pura, capaz de traer luz a la penumbra. Sus ojos con aspecto muy singular, el mundo ve a través de un cristal— Señala su ojo derecho—. Vive en un mundo distinto donde la paz se acaba y el egoísmo gana, para encontrar ese lugar el lago encantado deben cruzar. ¡Cuidado! — Exclama espantando a los presentes— Los guerreros espirituales deben apresurar, ya que la vida de la sexta en peligro estará. Venit tempus, prope, Aragon…

[…]

— Chicos, ¿Creen que siga viva?— Sisea un chico con voz divertida.

— Por supuesto que sí… Creo— Contesta otra voz afeminada e insegura.

“¿Dónde estoy?»

Taira abre los ojos al tiempo en que los tapa y se acostumbra a la luz del sol que invade sus ojos al instante. Observa el ambiente a su alrededor con la vista un poco borrosa del lado derecho, toca su rostro y se da cuenta que no trae puesto sus lentes, palmea torpemente el suelo hasta que los consigue y se los coloca. Ya con su vista mejorada logra caer en cuenta, no está en la cafetería, ni en el bosque, mucho menos en su casa.

“¿Qué rayos…?”

Se levanta del suelo con todo su cuerpo quejumbroso por la mala posición en la que estaba y camina hasta obtener una mejor vista del lugar buscando alguna pista para saber dónde está.

No tarda mucho en darse cuenta de que se encuentra dentro de una cueva en medio de una montaña…

— ¡¿Cómo diablos llegué aquí?!— Susurra para sí misma tapando su boca, casi al borde del desespero,

Se acerca a la orilla de la cueva y la distancia increíblemente larga le pone los pelos de punta. Hasta que fuera de la cueva percibe cuatro sombras y ella retrocede tres pasos de golpe con la intención de no ser descubierta.

— ¡Lo dije! ¡Se los dije una y mil veces!— La misma voz femenina de antes se vuelve a escuchar, solo que más indignada y molesta— ¡Ella no debía ver el libro! ¡Ella ni siquiera debía saber de nuestra existencia, no aún!

— En realidad, yo fui la que dijo eso— Interrumpe otra voz femenina más suave y menos impacientada.

— Y más sin embargo, les parece bien que nos presentemos y todo ¿No? Además, ni siquiera estamos seguros de si es ella realmente— Prosigue la anterior voz haciendo caso omiso— Que una anciana, bruja o como sea, con complejo de poeta frustrada, nos diga lo de la cabra oscura y catacumba, o lo que sea que haya dicho, no significa que tengamos que creerle. Tenemos que estar cien por ciento seguros.

— ¿Cabra oscura y catacumba? ¿Dónde traes tu mente, Isis?— Cuestiona de nuevo la voz divertida de antes— Es alma pura y penumbra, tarada.

— Tú eres la insegura. La hemos estado observando desde hace meses, todas las pistas indican a que ella es la sexta. No le des más vueltas, Isis, no se puede hacer más nada— Concluye otra voz masculina más suave y firme.

Da un paso más hacia atrás cuando escucha las voces cada vez más cerca, pero su espalda choca con lo que parece ser una pared haciendo que se detenga en seco.

“Que sea un muro, que sea un muro, que sea un muro…” Desea internamente en lo que aprieta sus parpados y los nervios la irrumpen.

— ¿Es interesante espiar conversaciones ajenas?

“¡Que me parta un rayo!”

Gira su rostro automáticamente y levanta la mirada encontrándose con el chico de ojos azules y cabello oscuro. Su nombre… Allen. No puede divisarlo bien entre las sombras, pero sabe que es él.

— ¿Te sientes bien?— Pregunta con la misma voz aterciopelada de antes, ni siquiera se toma la molestia de responder. En un movimiento fallido trata de librarse de él y salir corriendo el maratón de su vida, pero la sostiene fuertemente con ambos brazos— Chicos, acaba de despertar— Habla más alto llamando la atención de los otros.

— ¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¿Van a hacerme daño?!— Pregunta Taira, casi gritando, aún intentando deshacer su agarre cuando todos se acercan a ella.

— Deja la cara de espanto, niña. No te haremos daño— Dice una chica pelinegra con sus brazos cruzados con un singular parche gris en un su ojo izquierdo.

“Tranquilízate, Taira. Tal vez solo me invitaran a tomar una tacita de café. Todos son felices con una tacita de café… ¿Verdad…?”

Es la misma chica, no, es el mismo grupo con el que se topo en la universidad. Pero, todos llevan vestimentas ajustadas, armaduras extrañas y armas increíbles envainadas como si vinieran del futuro evolucionado combinado con la época medieval, una apariencia muy distinta a la que traían en la universidad, pero está demasiado asustada como para darse el tiempo de conversar acerca de ello.

— ¡Entonces déjenme ir! ¡Juro que no se lo contaré a nadie! ¡A nadie! — Exclama Taira suplicando sin dejar de forcejear sintiendo el frío sudor descender por su rostro.

“¿Debo creerles? ¿Qué me asegura que dicen la verdad?”

— Erian, ya sabes que hacer— La chica pelinegra dirige su mirada a un chico pelirrojo quien sonríe al instante, una sonrisa traviesa, como si estuviera a punto de hacer una broma— Suéltala, Allen. No podrá escapar— Habla de nuevo e instantáneamente, las muñecas de Taira dejan de sentir la presión, la libero.

No duda ni dos segundos en salir corriendo como si no hubiese mañana hasta la salida de la cueva planeando buscar una salida por donde sea, o incluso lanzarse por el precipicio. Pero, no le hez posible, a penas trata de cruzar la salida, nota como Erian extiende sus manos hacía la salida y una fuerza descomunal le impide salir y su cuerpo impacta fuertemente contra el suelo cortando su respiración de golpe.

09 de Marzo.

«Una gran explosión la impulsa lejos de su madre como si de un muñeco se tratase y su cuerpo impacta sobre el suelo provocando un grito desgarrador de su parte, puede escuchar como su brazo y tobillo se hacen daño y sus pulmones luchan por recuperar el aire en lo que tiembla de dolor »

“¿Por qué…? ¿Es que nunca voy a superarlo? ¿Tengo que vivir con este insoportable dolor hasta que mis ojos no vuelvan a ver la luz…? ¿Acaso es eso?”

— De acuerdo, acabemos con esto. Sentada— Sus recuerdos son interrumpidos por la orden gélida de la misma chica que parece tratarla como un animal, pero no puede articular ninguna palabra, la falta de aire se lo impide y su vista borrosa la marea.

“¿Qué me harán ahora?” Piensa en lo que siente que el miedo vuelve a consumirla por dentro y se retuerce en el suelo, está temblando, su espalda se arquea con sus pulmones buscando desesperadamente el aire, su garganta arde y duele de tanto que ha gritado y las lágrimas contraatacan cortando de nuevo su vista.

— Ayúdenme…— Susurra en un fallido intento de gritar, se siente vulnerable sin poder defenderse.

— ¡Isis!— Regaña otra de las chicas como si fuera su madre— ¡Estas demente! De verdad te pasaste, ¡Sabes que un impacto como ese puede ser letal para ella! Ni se te ocurra volver a hacerlo. Y Erian, no tienes porque siempre seguir sus órdenes, o al menos no siempre las que te parezcan divertidas, pudo haberse desmayado, otra vez…

— Aja, sí… lo que tu digas. Perdón, supongo.

En lo que trata de levantarse, con el corazón a mil por segundo, suelta un quejido al sentir una punzada en su mano, está sangrando, hay un largo corte desde la palma hasta la muñeca.

Allen le ofrece ayuda, de la cual duda mucho, pero finalmente, termina por aceptar.

Se sienta adolorida en una de las piedras grandes y nota que Allen le vuelve a ofrecer su mano y ella alza una ceja.

— Solo tómala— Por un momento Taira había olvidado su tono de voz tan suave, pero al mismo tiempo autoritario.

Está claro que no pretende responder a ninguna de sus preguntas, así que con inseguridad hace caso y entrelaza su mano con la suya.

Puede notar que en la punta de sus dedos hay una extraña cicatriz, pero no es una cicatriz realmente, es un símbolo antiguo y detallado, igual que su colgante. Pero, sus pensamientos fueron callados de repente por una pequeña corriente recorriendo desde su mano hasta todo su cuerpo que hace que se sobresalte y suelte su mano.

Observa la suya y se sorprende al ver que el sangrado ha parado de golpe, sin embargo, la herida sigue allí.

“¡Santa patrona del café!”

Allen aún sigue esperando su mano en el aire y vuelve a posarla en ella con un poco más de seguridad que antes. Otro choque vuelve a recorrer su cuerpo haciendo que se vuelva a estremecer y sobresaltar. Segundos después la herida ya ha desaparecido.

“No creí que el golpe fuese tan fuerte, pero mira, ya estoy alucinando…”

“¡Ya sabía yo que tomar tanto café traía estas consecuencias…!”

— ¿C-Cómo hiciste eso?— Pregunta Taira con voz trémula y con los ojos tratando de escapar de sus orbitas. “Esto no es posible…”

— Es un secreto— Susurra al desenlazar sus manos— Ya lo sabrás…

Taira hizo un camino con su mirada desde la mano de Allen hasta su hombro, lugar donde apareció un gato el cual llama la atención de Allen, exactamente el mismo gato que se había aparecido en su casa, sus rasgos son los mismos y la mancha en su pata lo dice todo.

Pero, de repente, la criatura da un gran salto al aire convirtiéndose en una enorme bestia refulgente al aterrizar en el suelo. Taira se levanta rápidamente de las piedras y se aleja a tropezones desconfiando una vez más.

La increíble bestia blanca es la sorprendente pero majestuosa combinación de varios animales, sus rasgos de gato blanco están combinados con los de un lobo, pero ahora tiene unas enormes y corpulentas alas, pequeños cuerpos de antílope y su cola es larga y al final de esta una pequeña llama de fuego se enciende, y al contrario de lo que cree Taira, no le hace daño, más bien se inclina ante ella.

“O me drogaron… O estoy soñando…”

— No tengas miedo— Agrega Allen acercándose a la bestia demostrando que no hace ningún daño— Amarok no te hará daño.

— Creo que lo prefiero alejado— Responde Taira dentro de lo que puede entre balbuceos.

— Taira, ¿Puedes acercarte?— Llama la otra chica castaña, la que había regañado a Isis, automáticamente da un paso hacia atrás— No te voy a hacer daño.

“Sí, como si lo que me acaban de hacer solo fue un abrazo de bienvenida ¿No?”

Suelta un suspiro al darse cuenta que no le cree y al tiempo en que levanta su capucha y alza la mirada dándole a ver claramente unos grandes ojos grises verdosos sin iris con una mirada penetrante a la nada, como si buscara ver más allá de ella, como todos ellos, algo que la dejo completamente atónita.

— ¿Puedo ver tu collar?— Pregunta cuando Taira se acerca, esperando su permiso, a lo que ella musita un “Si”, le inspira algo confianza y dulzura— Es muy lindo. Me llamo Danica.

— Gracias. Yo me llamo Taira— Responde ella con un poco más de confianza. Le parece un poco más amable que Isis, al menos se presento.

— Lo sé— Objeta y Taira se confunde, no cree haberla conocido antes, ni siquiera se sabía su nombre, pero, antes de que pudiese preguntar cualquier cosa, Danica vuelve a hablarAún no sabes quienes somos, deja que los presente. Isis, es la chica con humor de perro. Erian, es el chico pelirrojo que disfruta de bromas pesadas. Caleb es el chico rubio, calculador. Y pues, a Allen, ya le conoces, no es de muchas palabras.

Agradece que haya hecho el favor de presentarlos a todos. Su mirada no es fija, más bien, perdida, como la de los ciegos. Y en medio de su frente está el mismo símbolo que trae Allen en sus dedos.

Sus dedos se deslizan sobre el colgante, trazando y descifrando el diseño con ellos, luego sostiene la cadenilla de cuero hasta que finalmente les da una mirada a los chicos seguido de un asentimiento.

— Al parecer la “anciana, bruja o como sea, con complejo de poeta frustrada” tenía razón, ¿No crees, Isis?— Pregunta Erian sacudiendo su pelirroja cabellera, con la misma voz divertida haciendo comillas con sus dedos y soltando una risotada al ver la expresión asesina de la pelinegra.

— ¿Qué fue lo que me paso? ¿Quiénes son ustedes?— Pregunta una vez más Taira con aún más curiosidad que antes— ¿Por qué están siguiéndome?— Esa escapo de sus labios en menos de lo que ella esperaba, y al parecer, ellos menos— Yo los conozco ¿Verdad?

Todos dieron un suspiro frustrado antes de que toda la cueva quedara rodeada de un silencio sepulcral, ni siquiera a las aves se les oía cantar.

— De acuerdo, terminemos con esto— Dice Caleb. Es un chico rubio cenizo con unos impactantes ojos carmesí— Taira, te desmayaste por la presión, tenías mucho estrés y miedo acumulado. Imaginamos que— Dio una pausa— no, sabemos que has pasado por algo muy difícil, Taira, lo lamentamos. Así no podías ver el libro, no aún. Por eso, pasó lo que pasó.

— Comprendo. Pero, ¿Qué tiene ese libro que no me permite verlo? Aún no responden por completo mis preguntas— Recuerda señalándolo y de brazos cruzados.

— A eso voy. No, no nos conoces, pero nosotros sí, Taira. Nos hemos visto incontables veces, solo que aún no te has dado cuenta por completo— Cada palabra que sale de su boca deja a Taira más atónita que antes, y un miedo involuntario aparece por saber más respuestas— Ya pronto te darás cuenta de lo especial que trae ese libro. Y acerca de la pregunta más impactante, no quiero que te alarmes por nuestra respuesta, lo que has vivido recientemente, las visiones, los encuentros, la golpiza que te dio el campo de fuerza en la cueva y que sobrevivieras luego de… ese accidente con tu madre, todos tuvimos que ver con eso. Eres especial, no lo digo como un halago, lo digo en serio. Todos nosotros somos especiales, tenemos algo, algo que aquí nadie tiene. Vinimos hasta acá con un solo propósito, encontrarte.

— ¡Aguarda, aguarda, aguarda! ¡Pisa el freno que me caigo!— Exclama sin rienda, completamente estupefacta— ¿Están bromeando, cierto? Juro que les daré una golpiza que las sentirán hasta sus hijos si se trata de una broma de muy mal gusto— Observa a Erian fulminante, quien le devuelve una mirada de inocencia. Si las miradas mataran, ya todos estarían tres metros bajo tierra— ¿Cómo sabían del accidente…? Ustedes…— Hasta que cae en cuenta, ellos aparecieron ese día, frente a ella. Su suposición siempre fue cierta, los conocía— ¿Ustedes estaban…-

— Sí— Afirma Erian antes de que ella pudiera concretar su pregunta— ¿No lo recuerdas? Nosotros te salvamos. Estabas a punto de morir.

Taira dirige la mirada a los demás, quienes observan concentrados toda la escena, como sí esperaran que se desesperara o se pusiera a gritar.

¡Vamos! ni yo me creo el hecho de que hasta este punto no se haya vuelto a desmayar o no haya entrado en un ataque de pánico.

— Taira, te necesitamos— Se sorprende quedando muda al escuchar esas palabras, como si fuera un ruego.

— Es cierto— Afirma Isis levantándose— No sabes todas las cosas malas que nos están pasando… Si no estamos juntos, todo nuestro mundo se destruirá. El lugar donde habitamos, donde nacimos, muy distinto al tuyo. Cualquier tecnología de acá no supera a la de nosotros— Por un momento se siente inferior ante su tono de voz tan seguro y dominante— Pero, ahora, está en un momento demasiado crítico, esta peligrando y va decayendo poco a poco y de la peor manera, no podemos permitirlo. Es nuestro deber como los seis guerreros impedir toda esta catástrofe.

— ¿Seis guerreros?

— Sí, larga historia. Pero, sí tratamos de acabar con esto de una vez por todas aún estando incompletos solo empeorara.

— ¿Por qué?

— Porque faltas tú— Responde con obviedad— Tu eres la sexta guerrera— Esto último le cae como un balde de agua fría y no parece poder creérselo— ¿Estas de broma? Te hemos estado enviando cartas hasta por las pestañas para que te des cuenta de la verdad, y ni siquiera te dignaste a ir a ese desquiciado lago encantado.

— De verdad lo siento, yo pensé que sería una broma, o algo así, que solo perdería mi tiempo.

— ¡Sí, pues mientras tu creías que era una patética broma, nuestro mundo estaba destruyéndose!— Exclama con la rabia impregnada en sus ojos y sus puños apretados con los nudillos blancos, haciendo a Taira sentirse culpable e impotente.

De repente, el descontrol se apodera de Isis una vez más, su ojo izquierdo desprende centellas a través de su parche y una gran corriente eléctrica recorre todo su cuerpo terminando por dar un gran puñetazo a la pared que resuena en toda la cueva haciendo un gran eco y dejando grietas por todas partes.

“¡Ay, virgencita!”

Taira da un gran sobresalto y retrocede cuatro pasos hacia atrás. El miedo ha vuelto a ella para atormentarla de nuevo, esto ya es demasiado para su cabeza.

— ¡Isis!— Exclaman los demás acercándose a ella, parecen preocupados. ¿Qué no vieron lo que acaba de hacer? ¡Casi hace que la cueva se caiga a pedazos!

— ¿Estás bien?— Le preguntan a Taira, pero es incapaz de responder, queda muda al ver tal acto, aún no se lo cree.

Luego de un par de minutos, Isis logra calmarse y entrar en sí, pero comienzan una discusión entre ellos.

— Es que, ¡No lo entiendo! ¿Cómo ella puede ser la guerrera que falta? ¡Mírala!— Exclama con descaro y por un momento Taira se siente inservible con la cabeza gacha fingiendo no escuchar.

— ¡No seas imprudente! Tal vez le falte practica, pero te recuerdo que ella no fue criada igual que nosotros, no esperes que sea una guerrera de la noche a la mañana. Tenemos que enseñarle lo que debe hacer— Responde Caleb dando una reprimenda.

— Pero, no tenemos tiempo, Cal. Sí no nos apresuramos, será tarde. Todos esperan que hagamos algo cuanto antes.

— Ten un poco de positivismo al menos, ¿Quieres? ¿Qué esperas que hagamos? Tú más que nadie sabes que sí intentamos detenerlo por nuestra cuenta, peor serán las cosas, para ellos, para nosotros, incluso para ella—Concluye Erian interponiéndose en la discusión.

Un par de minutos después, la idea de que tal vez solo estén actuando y le están jugando una broma regresa a su mente, pero, así como llega, desaparece, no pueden estar actuando, el libro, el campo de fuerza, el puñetazo a la pared y el hecho de que la salvaran el día del accidente, la hizo cambiar por completo de idea.

“Todo era cierto entonces… ¿Cómo es posible?”

— De acuerdo, ya tomamos una decisión— Habla Danica sacándola de su burbuja de pensamientos— Te vamos a llevar con nosotros.

— Espera, ¿Qué? ¡No!

— ¡¿Cómo que no?!— Replica Isis haciendo que Taira se retracte.

— Es que… Es que, es muy repentino, compréndanme. Yo tengo una vida, un trabajo, una casa, todos mis amigos aquí, no puedo simplemente dejarlo todo e irme. Necesito asimilarlo todo ¿Saben? Hoy estaba de lo más tranquila en una cafetería, y de un momento a otro, me entero de que soy una guerrera y debo combatir con quien sabe qué cosa— Habla analizando sus palabras sin creer realmente en ellas—, no es fácil creer cosas que parecen bromas.

— Es cierto— Afirma Danica asintiendo en lo que piensa detalladamente la situación, no es fácil y la entiende— Pero, también debes comprendernos a nosotros, Taira. Nuestro mundo está cayendo a pedazos y no podemos hacer nada sin ti, los guerreros espirituales no pueden combatir una calamidad como la que se acerca si no están juntos, es como una conexión que nos une. Entiendo que tengas una vida aquí, pero, algo tenemos que hacer, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

Taira suspira en rendición en lo que observa toda la cueva tamborileando sus rodillas buscando alguna distracción.

— ¿Pueden darme al menos un tiempo para pensarlo mejor? Prometo que tendré una respuesta.

Escucha como Isis resopla y se apoya en la agrietada pared de la cueva.

“¿Cuál es su problema?”

Unos minutos más tarde en los que solo se miraban entre sí buscando una respuesta entre ellos, finalmente Caleb habla.

— De acuerdo. Dos días, ni más, ni menos, vendremos por ti y te llevaremos— Acabo con un gesto prudente y de brazos cruzados a lo que Taira abre los ojos con algo de indignación.

¿Dos días? ¿Es en serio?

— Ya no hay tiempo, tenemos que irnos, chicos— Interrumpe Erian— Están tratando de atravesar el campo de fuerza, no es solo uno, vino acompañado y no creo que quieran jugar. Lo presiento.

— ¿Otra vez? Esos bichos no se cansan— Musita Allen desganado apretando sus nudillos.

— Demonios…— Maldice Isis levantándose y chequeando sus armas envainadas en cada parte de su cuerpo— ¿Qué esperan? ¿Una invitación? ¿Un cafecito? ¡Apresúrense!

Y así mismo todos se levantaron, incluyendo a Taira, los seis se dirigieron a la salida de la cueva.

Isis se posiciona en la orilla, suelta una larga respiración profunda y cuenta lentamente hasta tres, al llegar al último número finalmente se impulsa en un gran salto a la tierra.

Taira se acerca rápidamente a la orilla con cuidado y ve como Isis extiende sus brazos al aire juntándolos arriba de su cabeza cayendo en picada al lago encantado.

Todos hacen lo mismo y el último que se prepara para saltar es Allen quien llama a Taira pero aún está anonadada por tales actos.

— ¿Qué esperas? Vamos, te ayudare a bajar— Y sin esperar respuesta hala del brazo de Taira y la posiciona en su espalda sosteniéndola con sus brazos— Sostente fuerte, no tengas miedo. Cuando salte, no abras los ojos, me lo agradecerás.

Y así como lo dijo hizo caso, prefiere evitar las molestias. De repente, siente un gran impulso que acelera su corazón de golpe y la fuerte brisa chocar con su rostro revolviendo su cabello. Segundos después la brisa se detiene y la adrenalina desaparece cuando ha llegado a tierra firme.

Los demás ya habían sido transportados y solo quedan ellos dos. Antes de que Allen se abriera paso en el agua, Taira le llama en un susurro.

— Lo siento— Suelta con rapidez en compañía de un gesto que rebosa de arrepentimiento y vergüenza.

— ¿Hay razón?

— Sí, por todas las molestias que les hice pasar. Me encuentro demasiado confundida en estos momentos, no esperaba algo tan repentino como esto, es insólito, yo de verdad no sabía lo que pasaba.

— Exactamente, no sabías lo que pasaba, no te sientas culpable— Responde con algo de compasión en su tono de voz, algo que tranquiliza a Taira— Ella a veces puede ser… algo imprudente e irritable— Agrega y ella capta rápidamente que se refiere a Isis— No lo tomes personal, siempre es así. Ahora, tienes que pensar mucho en tu decisión, espero que no te equivoques…

Taira asiente y se despide al ver como Allen se sumerge en el agua desapareciendo instantáneamente. Sin más, suelta un largo suspiro tomando mechones de su cabello mientras analiza bien todo lo que acaba de pasar. Pero termina por jalar las greñas de su cabellera rubia ceniza y libera un grito exasperado soltando toda la tensión acumulada.

Una vez más, observa la palma de su mano intacta. ¿Quién diría que hasta hace un par de minutos se encontraba sangrando y ahora mágicamente está curada? Parece increíble. Es sencillamente imposible que estas cosas estén pasándole, es lo único que opina acerca de todo esto.

Finalmente decide buscar el camino hasta la cafetería y de allí ir a su casa. Su mente se hace la idea de llegar a casa lo más pronto posible para acurrucarse entre las cálidas sabanas de su cama. Lo mejor será tomar un buen descanso y no pensar tanto en lo que pasará, pero, como siempre suele pasar, su mente no se lo hace tan fácil y el tren de preguntas hace su parada.

Y como siempre, entre ese montonón de dudas ninguna consigue respuesta.

“¿Esto como afectará mí vida?”

“¿Volveré a ser la misma de antes?”

“¿Cómo será mí futuro de ahora en adelante?”

“¿Descubriré algo más impactante que esto? ¿Quizá otra verdad o algún secreto oculp9to ante mi…?”

No se detiene al indagar una y otra vez lo que le espera en el mañana e imagina lo que podría ser. Siente que por primera vez en tantos meses, algo despierta en ella, pequeño, pero está allí, eso es seguro.

Aquella inmensa curiosidad por saber lo que no sabía está volviendo y lo sabe, una mezcla de estupefacción, emoción y nervios se enciende y ocupan el lugar de la turbación que sentía hasta hace poco.

Y una involuntaria melancolía se acopla en esa extraña combinación, pero parece no notarlo y sigue con su camino.

[…]

— Y entonces Travis le lanzo una rama a la ventana y casi la destroza, lo peor fue cuando el viejo salió de su casa con una escopeta y…— Y una vez más, Taira se encuentra allí, hablando y escuchando a su risueña amiga contar sus anécdotas de vida a través de su teléfono.

Había llegado sana y salva a su casa, de alguna manera, el camino fue muy fácil de encontrar y no sintió inseguridad al pasar por el misterioso y fascinante bosque que rodeaba la montaña.

Ahora, se encuentra en su cama jugando con una pelota de goma lanzándola a la pared y automáticamente volviendo hacia ella.

— ¿Aló? ¿Estás ahí?— Dice Murphy captando la atención de Taira, quien se había perdido de todo lo que dijo anteriormente.

No se atreve a contarle lo que pasó en la montaña, quien sabe cómo reaccionaría y si le creería.

— Sí, estoy aquí— Afirma en lo que sigue con su juego— ¿Qué decías?

— ¿Qué si realmente irás mañana a la feria con Mathew?— Pregunta por segunda vez.

Taira rueda los ojos inconscientemente al escuchar el tema sobre aquella trillada feria.

— No lo sé, ya sabes que pienso acerca de eso— Responde con desgano deteniendo la pelota en sus manos.

— Ya sé, ya sé, no es lo tuyo— Repite aquellas palabras que han salido de los labios de Taira una y otra vez cada vez que Murphy la invita a salir a un lugar que tenga que ver con demasiado ruido, demasiadas personas o demasiado descontrol— Pero, no puedes encerrarte en tu mundo, Taira. Miles de cosas interesantes pueden estar pasando delante de tus ojos, no puedes simplemente hacerlo a un lado solo porque crees que no es lo tuyo, y mucho menos debes tener miedo o desinterés a lo que ni siquiera conoces. Ya ves, Mathew te invito a la feria, quien sabe que pase de ahora en adelante. Date una oportunidad, y si pasa algo malo, dejaré que me uses como saco de boxeo para desahogarte. ¿Entonces? ¿Si irás con él?

Taira suspiro de nuevo con fastidio y musita— Sí, supongo…

No parece tener ni un ápice de ánimos para si quiera salir de su casa, pero, todo por su mejor amiga. Además, el hecho de que se haya ofrecido como saco de boxeo la hizo reír un poco.

Al menos agradece que Murphy la haya llamado y distraído de todo lo que le ha pasado hoy.

Solo le queda esperar a mañana e ir a una probablemente extravagante feria con un extravagante chico.

“Quizá no sea mala idea…”

Aunque, quien sabe lo que pase de ahora en adelante.

Nada es lo que parece…

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