La gente solía contar,
tal vez para asustar
y yo no lo creía;
pero en una noche sombría
conduciendo en aquel lugar,
vi a la rubia esperar,
haciéndome la parada
un poco desesperada.
¿Será ella?, me preguntaba,
mientras mi alma contemplaba
su hermosura.
Era singular su figura,
Inevitable no parar,
y pensé en comprobar
si era verdad o mentira;
entre las lunas me mira
diciéndome ¿Puedo subir?
¿no sé a dónde ir?
pero tengo prisa;
con una leve sonrisa
de señorita apuesta
y sin esperar respuesta
subió y se sentó a mi lado,
sentí su cuerpo helado
y me pidió abrigo.
sin ser su amante, ni su amigo
la abrigué con mi amor
como el rocío a la flor;
la aventura fue incierta,
la dejé parada en su puerta,
tapada con mi atuendo
ella quedó sonriendo
hasta verme partir.
Al otro día, fui a pedir
su amor y mi prenda,
esperando que comprenda
que me había enamorado,
quedando ensimismado;
al salir su madre diciendo:
no entiendo,
mi hija hace tiempo a muerto;
le dije: ¡No es cierto!
pues anoche la dejé acá señora,
es mi alma que la añora.
Para salir del misterio,
fuimos al cementerio
y comprobar lo dicho,
y allí estaba su nicho,
en el soplar del viento;
hasta hoy no me arrepiento
de comprobar la historia.
La llevo en mi memoria
A la rubia que la dejé en su puerta
de la cual me enamoré,
le di mi amor y adoré
sin saber que estaba muerta.
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