La puta de las playas

La puta de las playas

Hernán Randisky

27/09/2021

La puta de las playas y el comunista muerto se fueron juntos a la gran villa miseria creada por el partido hace años ya.

A  la puta realmente solo le interesaba la arena blanca y el agua piedrazulí pero al muerto, que era quien pagaba todo el viaje ya que la puta de por sí jamás hubiera podido hacerlo, le atraía -como buen comunista- todo lo que oliera a sepulcro, a fracaso, a sangre ajena.

Así  es que una mañana, pasados ya tres días desde la llegada y cansado del ron y los cócteles, el putrefacto alzó uno de sus repugnantes extremidades y le dijo, a lo que supuso sería la cara de la puta de las playas, ya que ésta había perdido todo rastro humano en pos del alcohol, que debían visitar el mausoleo de un famoso asesino de masas, amado por

la cancerosa ideología que mantenía la isla bajo oximorónica cuarentena.

La puta pensó para sí que aquello era una pérdida de tiempo, pues implicaba alejarla de los miles de millones de guijarros que los miles de millones de años habían transformado en arena y de los centuplicados zillones de moléculas de H2O que la composición química había tornado hogar de medusas, barracudas, cangrejos y opositores al nauseabundo régimen.

Pero el informe y humeante montón de podredumbre pagaba, no había forma de practicar siquiera una protesta, de por sí tan poco efectiva por aquellos lares.

Además la puta recordaba con afecto los intentos del patético por penetrarla a través de sus pliegues, los múltiples orgasmos derramados en los lugares equivocados, la paciencia con que recorría los valles buscando la vagina hasta darse por vencido.

Aquellas eran vacaciones largas, pensó la puta, se quedará conforme y podré volver a cultivar mis carcinomas.

Ambos treparon a una van para turistas conducidos por un maní con chocolate que hablaba como elástico vencido y les narraba aburrido el paisaje que pasaba veloz por las ventanas del vehículo:

-Ayí está la casa de Demién González, el niño que rescatamos de las garras del imperio.

-Hay dos soldados en la puerta-observó la puta

-Azí é, zeñoa, é pá quel imperio no se lo lleve, é un hídolo rebolucionaio.

-Pero ya debe estar grande, no? pasó hace tanto tiempo, debe tener casi treinta años.

-Calláte hija de puta-cortó grueso el comunista, con un rugido nacido desde su esencia más soretil. -Vos no serás un agente del imperio?

-No dije nada, dijo la puta, temblando a tal punto por la amenaza del execrable que la grasa le brotó de los ojos.

-Más allá, dijo el grano de cacao, pueden ver las plantaciones de cucarachas. Como otra vez estamos en un período especial -por culpa del bloqueo imperialista-, nuestras sabias autoridades han descubierto, justo a tiempo, que la pulpa de cucaracha es sabrosísima y llena de proteínas, además acá en Escara las cucarachas se han alimentado de ratas durante tanto tiempo que alcanzan un tamaño único, como el de dos o tres gatos asados juntos.

-Qué fascinante! – exclamó la puta tratando de congraciarse con el estiércol que no había dejado de observarla con paranoia desde su última intervención. El aliento a ron caro y a muela podrida la atormentaba aún más que sus sospechas. – Qué ejemplo para el mundo, no?

Por fin la van llegó con su carga ante la gran explanada.

Lejos de la calle, una gran pared vertical sostenía la silueta de un rostro, el dibujo era de pésima calidad y la obra en sí manaba rusticidad: la silueta había sido trazada con hierro forjado, oxidado en varias partes por la mala calidad del material; hilos de diarrea metálica brotaban de los agujeros donde se hundía el perfil en el granito.

El sorongo salió conmovido de la van, sin protegerse del sol escárico, obnubilado ante el momento. Los vahos de mierda manando de su boca entreabierta empañaron un tanto la tarde, como si los pedos expelidos por la puta durante el trayecto no fueran suficientes.

De todos modos en Escara el comité revolucionario había desarrollado una técnica para aprovechar las malsanas emanaciones de los comunistas que en masa acudían en peregrinaje, era de hecho la única fuente de energía desde que el Imperio les había cortado toda posibilidad de otra energía.

Diminutos agujeros en el piso absorbían los gases y líquidos expelidos por camaradas de todo el mundo, convertidos en fuentes humeantes, esencias chorreantes de su ideología. El maraño caminaba lento, la insólita erección -observaba la puta celosa-, hincha la tela caqui mucho más que conmigo.

Lo siguió como pudo, arrastrando las nalgas y la vagina prolapsada sobre el pedregullo caliente de la explanada.

Adentro del mausoleo no había nadie, el único adorno era un cuadro bastante limpio considerando el escaso número de baños corporales que había usufructuado el personaje histórico y una cajita para poner colaboraciones, como hay en las iglesias.

El sorete se llevó una mano al pecho y con voz gruesa, como la que sale por el culo después de comer un guiso muy cargado, saludó: «Hasta la victoria siempre, mi comandante!!!»

-Sí, hasta la victoria. ¿Vamos?- preguntó la puta, ansiosa, recordando las conchas en la playa, las conchas en la cena, las botellas de ron, clericó, cerveza, vermouth, whisky y curacao con las que entonaba el garguero antes de subirse encima del macho mierdoso pero de billetera abultada por el partido.

-YA VAMOOOSSS!!!! GORDA DE MIERDAAAA!!!! TE TRAIGO HASTA ACÁ Y VOS NO PODÉS ESPERAR UN MINUTO SIQUIERAAAAA!!!!

-Perdón- dijo la puta- perdón mi cagoncito, perdón, ¿me perdonás? culminó mientras pensaba: este idiota me hace perder el tiempo, ¿qué edad se piensa que tiene este imbécil? ¿20 años? Que a los 20 años te de por adorar genocidas vaya y pase pero con casi 60 años si hacés lo mismo son flor de pelotudo, o puto y te gustan los milicos.

La tarde caía sin prisa sobre Escara, la villa miseria a cielo abierto más adorada del mundo.

Donde la prisa no tenía lugar pues, lo saben todos los comunistas del mundo, el clima y los días serán siempre iguales.

Y si acaso se equivocan, la culpa será del Imperio.

2

La mierda antes de ser un pedazo maloliente era una barracuda comunista maloliente. Él no sabía que su destino de excremento incluía hundir el hocico en el morrón brotando del prolapso que la puta de las playas guardaba entre sus piernas solapadas, paspadas, frotadas contra el elástico del traje de baño, una de las principales víctimas de este drama.

Tampoco sabía el sorete nada de su futuro cáncer de púlmon pues antes se provocaría un ramillete de carcinomas malignos por seguirle el ritmo a la puta de las playas en sus exposiciones solares. Se conocieron una tarde, llenaban de babas su respectivos recipientes llenos de orines alemanes.

La barracuda eructaba y recitaba poemas de dos sílabas y la puta de las playas suspiraba mientras sentía que, de alguna forma, aquello le devolvía al lugar de donde jamás debía haberse ido.

De donde sí se fue la puta de las playas fue del lado de su familia. Era comprensible ya que tanto su esposo como su hija no tenían el buen gusto de ser deformes ni barracudas y podían leer palabras de cuatro sílabas.

Pero lo que más le molestaba a la puta de las playas era que no se emborracharan, que triunfaran sobre la botella cuando ella se ahogaba dentro. Sus genes de mala calidad siempre le jugaban una mala pasada. Primero el alcohol, luego el cáncer de piel y al final, bien al final, ni siquiera un Alzheimer olvidadizo sino apenas un ACV que la haría cagarse en la cama hasta el fin de sus días.

Pero todavía faltaba y ahora la isla de Éscara brindaba todo su esplendor de metal oxidado y cuerpos tajeados por la miseria.

La puta bajó esa mañana un poco jaquecosa por lo que desayunó liviano.

Apenas una caja de cigarros y media botella de ron. Para comer nada, gracias. Todavía no cagué la langosta de ayer.

La mierda abandonó la habitación un poco después, dejando un trazo marrón en su desplazamiento hasta la reposera junto a la puta.

-¿Qué hacés?-graznó.

-Qué hermosa mañana, esto es el paraíso.-respondió desprotegida la puta sin saber la tormenta que se gestaba.

-No vinimos acá para gozar del paraíso, puta. ¡Vinimos a ver los éxitos de la revolución éscarista!

-Bueno, sí. Pero mirá qué sol, apreciá el agua, pisá la arena, sentí el olor a mierda… siempre olés así, ¿no?

-¡Es el olor revolucionario, compañera puta! Jeder bien es de capitalista.

-Bueno.-concedió la puta, siempre consciente del papel que le correspondía.-Perdón.

-Estoy consiguiendo un tour para ir a la tumba del Comandante.-anunció la diarrea con orgullo.-Es lo menos que podemos hacer por él, que edificó con sus propias manos este paraíso en la Tierra para todos sus hijos comunistas.

-No saldremos muy temprano, espero.-alzóse la voz de la puta de las playas, temiendo ver interrumpida su tarea de asarse el cerebro.

-¿Y? ¿A quién le importa el horario? ¡Tenemos un compromiso eterno con el Comandante! TODO lo demás es secundario.

-¡Ah, no!-estalló la puta, olvidándose en un instante de su papel de puta pagada. -No me rompas los huevos, yo vine a disfrutar de la playa y el sol. Dejame quieta y andá vos si querés.

-¡Puta! ¡Te lo exijo! ¡Contraté los servicios para DOS!

La puta, retornando a la realidad materialista de la deposición poderosa, bajó la cabeza en señal de sometimiento, reprimiendo a duras penas las arcadas.

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