La primera vez que me entregué por placer a la lectura , intentaba escapar de las garras de un fiero monstruo cuya única razón de existir, parecía ser persistir en perturbar mi sensible y apacible mente. Necesitaba una excusa para escapar de la realidad: huir de los problemas es, probablemente una de las pocas cosas que me salen bien.

Extrañamente, el día era gris, siempre lo era cuando él aparecía, así que buscamos refugio en un lugar que, si bien durante mucho tiempo consideré mi hogar, hoy no era más que un triste y doloroso recuerdo de que, Desafortunadamente no todo lo que aprecias y amas permanece siempre contigo, todo cambia, las personas lo hacen y la vida también.

Hina, fué con su consejera y mejor amiga, sólo ella la entendía, sólo ella era capaz de apaciguar la tormenta que se avecinaba y evitar que nuestro pequeño mundo cayera de un momento a otro hecho pedazos.

A pesar de que el monstruo me dañada directamente a mí, ambas me pidieron retirarme encargando mi cuidado a la hija de la consejera, como si yo no tuviese derecho de presenciar aquella charla; con el paso de los años, el ser humano se hace más y más egoísta, Es propio de su naturaleza, y Hina no era la excepción.

-Llévala a tu habitación -le ordenó la consejera a su hija.

Pese a que, prácticamente habíamos sido criadas juntas, ya nada era como antes, como cuando el mundo estaba en paz; nuestra amistad estaba rota, de uno u otro modo ambas nos habíamos cerrado tanto a los demás, Que para cuando nos dimos cuenta, éramos un par de extrañas tratando de coexistir.

Aún recuerdo su pequeña habitación: ubicada a unos escasos metros del último escalón del segundo piso, pintada de un tedioso rosa pálido, una pequeña cama sencilla en una esquina desde la que gran cantidad de juguetes nos vigilaban con ojos vacuos e inexpresivos y un armario donde reposaban con elegancia y dignidad unos pocos libros.

La chica repasó con la mirada la alcoba, visiblemente incómoda por la situación; se había instalado un silencio sepulcral entre nosotras, interrumpido sólo por el tenue murmullo de la conversación iniciada en la planta de abajo de la cual no pude oir más que unos cuantos sollozos de Hina. Su característica voz alegre, ahora quebrada como consecuencia de la carga emocional ocasionada por su empeño en mantener a aquel desatroso monstruo vivo, me perforaba los oídos, una horrible jaqueca amenazaba con aparecer, me sentía impotente.

Mi acompañante, tratando gentilmente de mantenerme ocupada en otra cosa, tomó una de las novelas sobre su armario y lo puso en mis manos temblorosas; con la vista nublada por las lágrimas que anhelaban salir y liberar mi dolor, logré vislumbrar una llamativa portada roja en cuyo centro se apreciaban las siluetas de una mano negra sosteniendo un bombillo blanco, en el que podía leerse el título del libro.

«El Teorema de Katherine de John Green». 《Ingeniosa, compleja y enormemente entretenida》

Me quedé un rato con el tomo sobre mis piernas, viéndole como si fuera un extraño animal de Circo mientras mi compañera tomaba otra novela y se sentaba tranquilamente en el suelo, al otro lado de la habitación.

Yo no había crecido en un entorno que incentivara la lectura, todo lo contrario, la mayoría consideraban – y aún consideran – la lectura como algo aburrido, inútil e incluso extraño; la misma mirada que le dirigí al libro la primera vez que lo tuve en mis manos, recae ahora sobre mi cada vez que me hago en un rincón apartado del mundo y me sumerjo en las seductoras y apasionantes fantasías plasmadas en esas suaves y frías páginas, las únicas con la capacidad de tocar profunfamente cada fibra de mi corazón, encender un brillo inigualable en mi alma y convencerme de que tal vez no esté tan sola.

A diferencia de las personas de las que me gusta rodearme, yo no poseo nada especial, una parte de mi se había resignado a ser completamente ordinaria, una copia más; sin embargo tras tener aquel libro en mis manos, algo cambió, esa cosa tan insignificante a simple vista me brindó una sensación de seguridad increíble, había encontrado un lugar en el que me sentía cómoda y finalmente me sentía especial.

«Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infligir daño y de remediarlo» esas palabras fueron dichas por Albus Dumbledore y, francamente pienso que tiene razón, en una hora logré llegar a la mitad del libro, quedando completamente inmersa en el extraño y divertido problema de Colin Singleton, olvidando completamente mi realidad, aquello que me afigía.

Me enamoré de mi pequeño e «insignificante» protector.

Tuve que hacer acopio de todo mi valor y pedir el favor de que me permitieran mantenerlo junto a mi un tiempo más puesto que la hora de volver a enfrentar al monstruo había llegado. Como lo dije antes, la naturaleza del hombre es ser egoísta y como el amor hace también parte de su naturaleza, no tiene éste por qué ser diferente, yo quería mantener a mi protector cerca; finalmente, después de muchos años deje de sentirme como una presa asustada.

Volvimos, enfrentamos al monstruo y aunque no se fue del todo, su sombria y atormentadora existencia ya no me molestaba, era valiente, después de todo, había encontrado un arma con la cuál enfrentarlo.

Mi amor se expandió, acumulé un tomo tras otro, llenando de libros mi habitación y perdiéndome en historias que me hicieron olvidar la mía. Es algo complicado de entender, lo sé más que nadie, aún no llegó a comprender la naturaleza de mi apego y aún así soy incapaz de separarme de un libro, para mi, solamente esos enormes o pequeños ejemplares son capaces de ofrecer una amistad sincera.

Cuando alguien experimenta su primera vez no sabe que encontrará: la incertidumbre que puede hallarse en la ignorancia puede llegar a ser realmente excitante. Las nuevas experiencias enriquecen el espíritu y nos evitan caer en la monotonía, de ahí la belleza de aprender, esa es mi razón de vivir.

No en arrepiento de mi primera vez, gracias a ella pude encontrar algo que me hiciera verdaderamente felíz, y a pesar de se juzgada y en ocasiones rechazada, los libros son lo que me llena, los únicos que pueden llegar a hacerme sentir lo que ninguna otra persona jamás haría: valor y amor por mi misma.

Esa fue la historia de mi primera vez…

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