La piedra de Sísifo

—¡Pues no haberme tenido! —espeta la adolescente de malos modos
a su madre.

Esta suspira y, con paciencia infinita, recoge su piedra y la empuja
montaña arriba. Empuja esa enorme y pesada roca intentado no
desfallecer, posicionándose de manera que no duela tanto. Y al
llegar a la cima respira aire puro y sonríe a la brisa que acaricia
su rostro.

Y
sonríe aunque es consciente de que, en cualquier momento, la piedra
volverá a caer, como también sabe que cuando esa piedra vuelva a
estar al pie de la montaña, ella volverá a cogerla, a
llevarla, a acompañarla, desde el pie de la montaña
hasta la cima del mundo si hiciera falta. Y una, y otra, y otra vez.

¿Y
qué no haríamos por nuestras benditas piedras?

Nota: La portada es una ilustración original creada y cedida para este relato por mi talentosa y bendita «piedra mayor» Irene Macián: @irenemaciart.jpg

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