En un lugar muy lejano había un pueblo alegre, en donde la paz, la risa corría por todas partes. Los habitantes de este hermoso pueblo trabajaban todo el día, unos sembrando las hortalizas, frijoles, tomate, papa, cebolla, y en donde no podía faltar la crianza de animales, como los pollos, patos, ovejas, vacas; estos los intercambiaban con los otros pueblos para obtener aquellos productos que no tenían.

Pedrito era el mayor de tres hijos de una pareja (José y María) muy pobre, sin embargo, compartían con alegría. Y con los que no tenían para comer.

Sus padres eran muy creyentes y en la mesa daban gracias a Dios por el pan de cada día, también una súplica, para que su padre le diera la bendición o una sonrisa.

En el pueblo había un señor (José) de edad avanzada que vivía amargado siempre con su cara fruncida y sin una sonrisa, al que se le acercaba le decía en tono impetuoso, “si vienes a pedir mejor te vas a trabajar, porque aquí no conseguirás nada”.

El señor vivía en una casa muy grande con muchos cuartos, amoblada con gran lujo, y en donde no se escuchaban ruidos, porque vivía solo, no tenía mascota o un perro que lo acompañara. Se la pasaba del trabajo a la casa o viceversa, no compartía con nadie para no gastar, y así seguir acumulando fortuna.

Un día Pedrito iba para el colegio y en el camino vio algo muy brillante entre la maleza, su curiosidad se avivo, su corazón le saltaba, los ojos se le pusieron como la luna llena, las cejas se le levantaron. Lentamente fue apartando la yerba que cubría lo que brillaba, se encontró una moneda de oro, sus pensamientos volaban de todas las cosas que podía comprar. En su imaginación veía un gran caballo blanco en donde corría por el camino para llegar a la escuela, una mula para que su papa trabajara la tierra, una cocina para que su mama no cocinara en leña, hacer una buena compra de comida para festejar la navidad.

Se puso a meditar cual era la mejor forma de gastar aquella moneda que se había encontrado. Y se le vino a la mente lo que su papa le pedía a Dios todos los días. Le pedía a Dios que su padre le diera la bendición y le regalara una sonrisa. ¿Cómo podía hacer para que se cumpliera el deseo de su padre?. Su papá, una vez le contó que su abuelo era aquel hombre que vivía solo en la casa más grande del pueblo, pero no le podía decir nada porque aquel señor solo pensaba en dinero.

Pedrito se preguntaba: ¿cómo se le podía acercar a este señor sin recibir un desprecio? decirle que su papa quería que supiera que era su hijo y lo único que quería era que le diera su bendición y una sonrisa?

Tomo valentía y fue para la casa de su abuelo, con el corazón que se le salía del pecho sin saber que le iba a decir. Toco la puerta, no salía ni contestaba nadie, miro a su alrededor y no había un árbol, una flor, un perro que ladrara. Se preguntaba ¿será que no hay nadie en casa?, ¿qué tendría que ir otro día o tener que esperar a que llegara su abuelo?. De repente se abrió la puerta y entre la sombra de aquel caserón salió un señor alto con la cara fruncida mirándolo fijamente como si lo quisiera golpear, ¿qué vienes a pedir?, “no tengo nada que dar”. Pedrito estaba enmudecido sin saber que decir, de pronto se acordó lo que le dijo su papa, a ese señor lo único que le interesa es el dinero, tomo aliento y le dijo “tengo una moneda de oro, quisiera comprarle una sonrisa”, al escuchar que tenía una moneda de oro le pregunto con incredulidad, ¿de dónde sacaste esa moneda? ¡será que te la robaste!, “no señor me la encontré en el camino y quisiera comprarle una sonrisa”, el señor pensó: esto es pan comido, ¿en verdad me darías la moneda de oro por una sonrisa mía.?

¡Sí!, le contesto Pedrito, quiso sonreír pero no podía, habían pasado tantos años que no sonreía que no encontraba la forma de sonreír, “quien te dijo que no podía sonreír”, “mi papa me dijo que su mama le conto que usted era un joven alegre que se pasaba cantando en el trabajo y que trabajaba mucho para obtener dinero para comprar una casa grande para cuando tuvieran una familia, que una joven andaba con usted por todos lados, con la cual compartían el trabajo, las alegrías y los problemas, y un día todo cambio, dejo la amistad con la muchacha, con los amigos, y ya no sonreía ni cantaba, con el tiempo quedo solo y cada vez más triste y amargado”.

Con aquellas palabras, sus pensamientos lo llevaron a recordar los tiempos cuando era joven, se le vino el recuerdo de aquella muchacha tan bella con la compartía todas sus alegrías, los proyectos de comprar una casa y tener una gran familia con muchos hijos. ¿Qué paso con aquella muchacha que le alegraba el corazón?, ¿qué paso?. Los recuerdos fueron llegando. Recordó que un día se encontró en el camino una moneda de oro la cual cambio su vida. Compro una panadería en donde trabajaban él y Carmen (su novia) todos los días. Un día Carmen pensando que ya era hora de formalizar su relación porque venía en camino el fruto de su amor le dijo: !José tenemos que casarnos!, él sin pensarlo le grito ¡aquí lo que tenemos es trabajo!, ¡si quieres vete y busca alguien que se case contigo!, y se puso a trabajar.

Viendo que estaba muy pensativo, Pedrito le dijo: Esa muchacha es mi abuela y su hijo es mi papa, fue tan grande su tristeza que no pudo decirle que estaba esperando a su hijo, ¡el fruto de su amor!. Sin poder hablar salió del pueblo y se fue a tener su hijo con sus padres.

Hoy me encontré esta moneda de oro y quiero que se cumpla el deseo de mi papa de recibir tu bendición y una sonrisa, y que pueda darte un gran abrazo.

Sus palabras le comprimieron el corazón las lágrimas salían de sus ojos. Comprendió que la familia que buscaba ya la tenía. –Pedrito-ven para darte un fuerte abrazo, la bendición y las gracias porque mis deseos se han cumplido. ¡Señor no lo entiendo!, -José tomo aliento para explicarle, pasé la noche sin dormir meditando el por qué me sentía tan triste y solo, desde que me encontré la moneda de oro, perdí la alegría y a mis amigos. Muy temprano tome la moneda de oro y sin mirar la tire en el camino deseando que me devolviera la felicidad… Le dijo: Rápido no perdamos más tiempo le dijo a Pedrito, llévame con tu papá, para darle la bendición un gran abrazo y muchas sonrisas, porque hoy volvió a mí la alegría y el deseo de vivir y no quiero perder un minuto más sin verlo a él y a tu abuela.

Llegaron a la casa, la sorpresa fue tan grande que cuando José vio entrar a su padre sonriendo; con lágrimas en sus ojos corrió lo abrazo, le pidió la bendición. Exclamo, ¡Gracias Dios mío, dale tu bendición a esta familia que hoy me has dado!.

Carmen perdóname. La moneda de oro me cegó y no vi claridad hasta que la boté. Quiero hacer la fiesta más grande del pueblo, invita a todos para que compartan conmigo la alegría de tener la familia que siempre soñé.

Cómprale a Pedrito el caballo más bonito del pueblo y a ustedes lo está esperando la casa que hace mucho tiempo compre para Uds. Pedrito, ¡busca a un jardinero para que llene todo el jardín de árboles y flores!.

Así la alegría volvió a la comunidad, todo se compartía, las risas se escuchaban por donde quiera, y vivieron felices para siempre.                                                                                                                                                                                                                                Fin

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