La Habitación

La Habitación

Pioquinto

06/02/2022

Cogí el bolso maltratado y sucio que solía usar siempre. La habitación seguía a oscuras, apenas unos cuantos rayos de luz lograban penetrar entre las cortinas. El olor dentro era insoportable la noche anterior había fumado por lo menos media cajetilla de cigarrillos. Encontré el ultimo pitillo. ¡puta madre! ¿Donde quedo el encendedor?. Tirado bajo la cama lo hallé. Detrás de mi, un gran espejo viejo que el tiempo apenas le dejaba reflejar mi cuerpo. Divise mis pechos, esos pechos que gritaban juventud, de solo verlos pensarías que tengo quince o dieciséis años, pechos que empiezan a florecer. Por el contrario la flacidez y estrías de mi abdomen me hacían ver como una señora de cincuenta años después de tres partos, el maquillaje me había abandonado, ya no cubría el cacarizo de mi piel que me había costado tanto disimular la noche anterior. Mis labios rotos estaban desnudos, el violeta intenso que los vestía ahora posaba sobre las sabanas, una enorme mancha sobre el espejo que vaya a saber dios de que, segaba mi sexo. Ojos color rosa que me hacían saber que eran solo fantasía, empezaban a molestarme. Acomode la peluca negra y lacia que había elegido usar, aunque a estas horas ya no importaba mucho mi aspecto, siempre quise verme lo mas femenina que pudiera. Él despertó, no llevaba mas que un par de horas dormido, mientras con su mano trataba de buscarme abrió los ojos y me vio. Debió haber pensado ¿que hacia ahí? Había tomado todo lo que encontró en en mi habitación que de no ser porque se lo impedí se hubiera tomado el pequeño bote de alcohol que tenia en la caja de primeros auxilios. Llevaba una barba que le cubría todo el mentón, parecía hacérsela dibujado. Sus ojos no eran muy expresivos pero me regalaban alguna que otra mirada. Se levantó y apenas pude divisar su flácido miembro que le colgaba entre las piernas, buscaba su calzón. Sus nalgas eran tan suaves como jamás las tuve yo. El cigarro estaba consumido. Caminé de un lado a otro para llamar su atención, para excitarlo, quería ser suya otra vez pero mi desnudez no lo llamo. La noche anterior me había presumido una pistola que saco de entre sus cosas, la vi y pensé que en cualquier comento si lo deseaba podría matarme ahí mismo, pero tuve confianza, después de haber estado mas de una decena de veces con él, sentía cierta familiaridad que me aseguraba que no tomaría el revolver y me volaría la cabeza. Al contrario aquello me excitaba, era como inhalar un golpe de euforia que recorría todo mi cuerpo. Esa misma sensación tuve la primera vez que fui de un hombre por decisión. Aquella tarde no vestía como la mujer que era ahora, no hubo una mujer, era solo yo siendo quien fui por muchos años, entramos a su departamento, aseguró la puerta de salida, aquello me hizo saber que si así lo quería no me dejaría salir de ahí. Empezó a vestirse, siempre quise que se quedara mas tiempo. La tarde antes de estar con él fue como siempre, buscaba la mejor ropa que podía lucir, los tacones mas altos para que estilizara mi figura que se desfiguraba con la enorme espalda que tuve. Me recuerdo siempre ocultando lo roto de mis medias, lamentándome no haber comprado unas nuevas. El ritual terminaba poniéndome unas enormes uñas. Tomo su maleta y salió de la habitación como si lo hubiera corrido, prometió verme pronto, jamás lo volví a ver.

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