Agazapo mi andar desfigurado
un rostro equívoco de penas
Hundo mi mejilla contra el
astillado espejo de mis sienes
y no encuentro mas que un vagar
desalentado
un añejo melancólico
donde las baldosas confabulan silencios
las paredes chillan tempestades
y un vivir se agota
como la gota impertinente
de aquellas llaves rotas
de mi infancia
de aquella Habana irreparable.
Qué pequeña era ante tan gigante gota.
Apretaba el manubrio con todas mis fuerzas
y la impertinente gota seguía cayendo.
Quería huir, escapar de mirarla
más un augurio de inundación me ataba a ella.
Parecían mis manos las más frágiles,
las más escuálidas,
las más endebles.
Maldecías la vida presa en esa gota
indetenible
y todo el universo se suspendía
en la imploración de una sequía.
Hay llantos donde el grifo no cierra
por más que la cordura apriete el eje.
Y sin embargo,
agazapo mi rostro
anido estas dos manos
cuenca imperfecta
esclava ofrenda
acepto este diluvio de causualidades inciertas
donde una sequía parece no asomarse
a la ventana húmeda
de mi pradera.
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