La evidencia de la muerte no contada

La evidencia de la muerte no contada.

Fue un grito desgarrador que se escuchó, no a la medianoche ni a las 3:00 a. m., sino en una hora desierta donde nadie podría haber hecho algo para salvarla. ¿Quién era ella? Todos sabían, o al menos creían saber, porque a la hora de describirla—su rostro, su cuerpo, su forma de ser—nadie pudo decir nada.

Era una chica de 17 años. ¿Por qué nadie sabía de ella? ¿Quién era su madre? ¿Quién era su padre? ¿Quién era la familia que debería llorarla? Solo se sabía que había muerto, y no por alguna enfermedad, sino por una muerte causada por aquellos que creían conocerla. Sin embargo, realmente era un recuerdo borroso en la mente; cuanto más intentaban saber de ella, más su recuerdo se desvanecía. Era sonriente, era seria, era muy reservada, era muy admirada. Era normal. Era anormal. ¿Quién era la chica de la muerte no contada?

Soy un fantasma. Soy un alma. Soy una persona cuyo cuerpo yace sin aire en algún rincón desierto de una cloaca. Soy alguien que necesita ayuda. Soy alguien a quien ya no pueden salvar. Es demasiado tarde. Recuerdo haber tenido un nombre. Recuerdo haber sonreído. Recuerdo haber sido admirada. Recuerdo haber sido reservada. Recuerdo haber escuchado un grito, un grito que salió por última vez de mi garganta desgarrada. ¿Quién soy y por qué me arrebataron la vida? ¿Quién soy y por qué no recuerdo haber sido amada? ¿Quién soy, dónde estoy y por qué mi muerte no fue contada?

La evidencia está guardada. En un día sin una hora exacta, la gente comenzó a preguntarse: ¿Dónde está la chica? ¿Dónde está? Escuchamos un grito horrible a una hora incierta. Sabíamos que estaba en peligro, y no hicimos nada. No sabíamos que la hora oscura se la llevaría. Hay evidencia. La hay. Pero aún no ha sido encontrada. Hay evidencia, y es tan confusa como clara. Hay evidencia, y es tan aterradora como el grito de la chica de la muerte no contada.

Me estoy riendo. Me estoy riendo, pero de una forma tan silenciosa que nadie puede escucharme. Me estoy riendo tanto que de mis ojos salen lágrimas. Me estoy riendo tanto que, en la oscuridad donde me encuentro, las personas solo pueden notar mis ojos y mi sonrisa estallada. Lo he logrado. Lo he alcanzado. Y soy tan feliz de ser tan alabado. Es tan admirable haber tenido un objetivo y disfrutar de mi hazaña. Es tan admirable haber logrado mi objetivo y haber disfrutado cada segundo de mi gran hazaña. Es tan admirable que ahora tengo la oportunidad de fijarme un nuevo objetivo y cumplirlo sin tardanza. Es tan admirable que logré que no hubiera evidencia. Es tan admirable que logré que la muerte de mi objetivo no fuera contada.