La droga es una sombra

En el corazón de la Ciudad de México, donde los colores vibrantes de los mercados callejeros se mezclan con el bullicio incesante de la vida urbana, existe una sombra que se desliza por los rincones oscuros y olvidados. Es la sombra de la adicción, un eco persistente que resuena en los callejones y en las miradas vacías de aquellos que han sido atrapados en su abrazo implacable.

Juan, un joven de apenas veintitrés años, camina por las calles con los hombros encorvados bajo el peso invisible de su carga. Antes, sus ojos brillaban con la promesa de un futuro lleno de esperanzas, pero ahora, solo reflejan el abismo de una lucha constante contra la heroína. Sus días están marcados por una rutina desesperada: encontrar la próxima dosis que le permita escapar, aunque sea por un momento, del dolor que lo consume.

María, su madre, espera en casa, sus ojos fijos en la puerta como si de alguna manera su mirada pudiera traer de vuelta al hijo que conocía. Ella reza a la Virgen de Guadalupe cada noche, pidiendo por un milagro, un respiro para poder salir de esa situación . Recuerda con nostalgia los días en que Juan jugaba en el patio, su risa llenando el aire como una melodía alegre. Ahora, esa risa ha sido reemplazada por el silencio pesado y el sonido de sus pasos que solamente son para entrar o salir de casa.

En las calles, Juan se cruza con otros como él, sombras en busca de consuelo, sombras que en su interior piden ayuda para poder salir de ese problema. Entre ellos está Pedro, un hombre mayor que alguna vez fue un respetado profesor de literatura. Ahora, Pedro recita poemas olvidados a cambio de unas monedas, su voz un susurro quebrado que apenas se escucha sobre el ruido de la ciudad, sus poemas están inspirados por experiencias que a tenido. Sus palabras son fragmentos de una vida que parece pertenecer a otra persona, una vida perdida en el laberinto de la adicción.

En una esquina, un mural de colores brillantes cuenta la historia de lucha y esperanza del barrio. Pero a sus pies, las jeringas usadas y los frascos vacíos de metanfetaminas cuentan otra historia, una de desolación y abandono. La ciudad sigue su ritmo frenético, indiferente a los dramas silenciosos que se desarrollan en sus entrañas.

Una noche, Juan se encuentra con un grupo de voluntarios que ofrecen ayuda y rehabilitación. Sus rostros están llenos de una compasión que él casi ha olvidado. Le hablan de un lugar donde puede encontrar apoyo, donde puede comenzar a reconstruir su vida. Es una chispa de esperanza en su oscuridad, una posibilidad que él apenas se atreve a imaginar.

María, al ver a su hijo aceptar la mano extendida de los voluntarios, siente que su corazón late con fuerza por primera vez en mucho tiempo. Sabe que el camino será largo y difícil, pero por primera vez en años, ve que hay alguna esperanza para su hijo. La ciudad sigue su curso, pero en un pequeño rincón una lucha por la vida y la dignidad está comenzando.

En las entrañas de la Ciudad de México, donde la luz y la sombra coexisten en un equilibrio frágil, la historia de Juan y muchos como él continúa, una historia de resistencia, de búsqueda de redención y, sobre todo, de una esperanza que se niega a ser extinguida.

En está historia podemos ver qué no importa cuánto tiempo lleves en lo que se llama drogadicción, si tienes la valentía para que las personas que te puedan ayudar lo hagan será un esfuerzo que con el tiempo los vas a agradecer si es lo que quieres.

Podemos ver qué la droga es una forma en la que los chicos se pueden escapar de la realidad, de los problemas que tienen, es una forma en la que los chicos piensan que se escapan de todo pero no piensan en lo que en realidad le sucede cuando la droga está en su cuerpo, se están matando poco a poco y cuando menos lo esperan ya no están en este mundo.

La droga es una sombra que poco a poco va consumiendo a los chavos que la consumen que los va destruyendo y que cuando no queda nada para que sigan los mata como si no fueran nada, con la droga no se juega no se puede tomar a la ligera, como dicen por hay si te drogas te dañas y claro que es lo correcto te vas dañando y no solo a ti si no también las personas que te rodean, lastimas a esas personas que te quieren ayudar y lo hacen no para hacerte un mal si no para ayudarte.

Si te drogas te lastimas y lastimas a los demás. No caigas en sus redes.

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