Tener sexo es morder la fruta
sin saborear su dulzura,
es recorrer el cuerpo ajeno
como mapa sin legendas.
Son dos sombras que chocan
contra la pared de la noche,
fuego que prende rápido
y se apaga en las sábanas frías.
Hacer el amor es otra cosa:
es deshojar la margarita del tiempo,
pétalo a pétalo,
hasta encontrar su centro.
Es cuando tu boca no solo besa,
sino que descifra
el idioma antiguo de mi piel,
ese que solo las noches largas entienden.
Uno es querer llegar,
el otro es perderse en el camino.
Uno apaga la sed,
el otro inventa nuevas formas de tenerla.
En tu piel aprendí la diferencia:
hay quien busca el trueno
y quien prefiere esperar la lluvia,
lenta, generosa,
la que empapa la tierra
hasta las raíces.
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