Una noche donde Mariana contemplaba las sombras que se encontraban en las paredes,las cuáles proyectaba la luz de la calle. Las horas se pasaban muy rápidamente y junto con ellas, la certeza de su decisión se desvanecía. El reloj marcaba la media noche y el silencio en su habitación era un testigo mudo de cuál sería la decisión que ella tomaría.

El aborto esa palabra  que resonaba en su mente como un eco distante se había convertido en el centro de su vida así como también de su universo. Pero Mariana sabía que la sociedad tenía sus propias opiniones, sus propios juicios, pero en ese momento a ella no le importaba lo que importaba nada de lo que escuchaba que decían todas las personas de su alrededor, solo su voz interna sobre lo que ella pensaba.

Recordó las conversaciones, los debates encendidos, las historias de mujeres que habían cruzado por lo que Mariana estaba pasando en esos instantes,una decisión irreversible, en donde algunas de todas estas mujeres hablaban del alivio, de la liberación de una carga no deseada; otras del vacío, de la pérdida que las acompañará por siempre.

Cuando de repente Mariana se encontraba un poco desesperada de su propia historia,cargando el peso de la vida y la libertad. La vida que crecía dentro de ella, que latía con un ritmo ajeno pero íntimamente ligado al suyo. La libertad de elegir su camino, de decidir sobre su cuerpo y su futuro.

Las voces de la razón y la emoción se entrelazaban dentro de su corazón en un duelo sin fin. La razón le hablaba de responsabilidad, de las consecuencias de traer una vida al mundo en circunstancias menos que ideales. La emoción le susurraba sobre el amor maternal, sobre el vínculo inquebrantable que ya se estaba formando dentro de ella.

Cuando de repente Mariana cerro sus ojos, buscando en la oscuridad una respuesta que parecía que cambiaría todo a partir de ese momento. Sabía que más allá de las opiniones ajenas, la decisión era suya y solo suya. Y en ese momento de inquietud ella comprendió que cada opción  traería consigo su propio universo de posibilidades y renuncias.

La noche se despedía con un suspiro, y los primeros rayos del sol se empezaban a filtrar a través de su ventana, reflejando en las paredes de su habitación una hermosa mezcla de colores anaranjados y amarillos que daban la señal de que ya estaba amaneciendo. Mariana aún permanecía inmóvil, envuelta en el abrazo de sus pensamientos más profundos.

El debate interno aún no terminaba, pero la claridad empezaba a abrirse entre las sombras de la duda. Pensó en su familia, en sus amigos en las espectativas que todos parecían tener sobre su vida.

Pero en ese instante, comprendió que la única espectativa que debía cumplir era la suya propia.

Las sociedad le había enseñado que ciertas decisiones se convertían en un tabú, que al hablar del aborto era cruzar una línea invisible de moralidad y ética. Sin embargo, Mariana sabía que el silencio no era una opción. Pensó que el silencio no le permitiría ser fiel a si misma, no le permitiría vivir con la autenticidad que su corazón anhelaba.

Con cada latido, sentía la vida que se gestaba dentro de ella, una vida que le pedía ser escuchada, que exigía ser considerada. Pero tambien sentía su propia vida, sus sueños y aspiraciones, que merecían igual respeto y atención.

La decisión del aborto no solo era una cuestión de ser o no ser madre; era un cuestión de identidad, de autonomía, de ser la diseñadora de su propio destino. Mariana se dio cuenta que no buscaba una respuesta  correcta o incorrecta, sino una respuesta honesta, una que resonara con la verdad de su ser. 

Entonces así con la llegada de ese nuevo día, Mariana tomo su decisión, una decisión que no sería juzgada por los ecos del pasado ni por las voces del futuro, sino que sería honrada por la sinceridad de su presente, ella no abortaria a una personita que no tenía la culpa de nada.


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