La ceguedad en el romance

Que tristeza insolente me produce de forma inconsciente al pensar en la dependencia emocional en lo que milagrosamente se puede denominar, relaciones amorosas, pero que regularmente terminan mal.

Situaciones contradictorias donde una de las partes trata a la otra como una escoria y cada día de manera exhaustiva escupen a las más profundas heridas, hurgan de forma reiterativa con el dedo del escarnio, causando con un comentario: 2, 377 agravios y al final con una justificación bien elaborada tratan de secar el dolor con un repulsivo acto instintivo de aparente amor, tratando de curar con 200 gramos de sal.

Haciendo que se incremente el malestar, que arda la herida de forma exhaustiva y dejando que se acumule por lapsos el dolor, hasta que de forma gradual la herida se comience a gangrenar.

Me cortaría los pulgares y el meñique, me dejaría ahogar en un destartalado alambique, me permitiría cortar la lengua, sin ningún tipo de tregua, si eso pudiese llamarse amor de verdad.

Para que mi poesía no se propague a comparación de esa triste realidad.

De una dependencia emocional que es casi fantasmal, donde solo una de las partes quiere avanzar y el otro lado solo sabe criticar.

Hago en este día un tributo a la toxicidad en el amor, que destruye más hogares que un fósforo en un bosque en otoño y acompañado con un litro de alcohol; prefiero que me odien por ser tan realista que callarme la verdad en este mundo hipócrita y poco altruista, ya que soy solo un romántico que no pretende ser artista, por inventar sentimientos que expiran , alimentar mentiras destructivas, sólo por tener una audiencia masiva.

~ Francis Drake ~