LA CÁPSULA
-El 13 de septiembre del año 2131 fue el día en que Tórum Wolks fue juzgado.
En un mundo en donde la justicia es muy dura, Tórum fue condenado a muerte por robar comida de un restaurante para llevarle a Rusta, su hija de seis años. Eran de los pocos desafortunados en la tierra que pasaban una situación de miseria.
Cuando se dio la sentencia, rompió en un llanto audible a kilómetros, repitiendo mientras lloraba que ‘’solo robé comida para darle a mi hija, perdónenme por favor, perdónenme’’ a lo que el Juez Srotek de Marte respondió con frialdad ‘’ Señor Wolks, usted ha robado y creo que sabe bastante bien cual es la sentencia’’. El acento marciano era muy notable.
Cuando el pobre Wolks logró hacer silencio, el abogado defensor del dueño del local preguntó -¿Qué tipo de condena será, juez?-
-Será puesto en una cápsula, que saldrá de órbita y vagará por el espacio de manera infinita, será en tres días.- Dio un martillazo y ordenó que se levante la sesión.
Entre gritos de Tórum pidiendo por favor piedad, dos guardias lo sacaron, lo subieron a un Ford modelo 2130 autónomo y fue trasladado a la guardia de la ciudad.
Pasó un día y la pequeña hija de Tórum, Rusta llegó a la guardia de la ciudad, tenía cara confundida, no comprendía en su totalidad que es lo que estaba ocurriendo.
El viejo guardia Hustel abrió la celda, era un holograma de color celeste que permitía ver hacia el interior del pequeño cuadrado en donde un prisionero era recluido.
-Hola, hijita.
Hustel fue una persona muy amigable con Tórum, su último amigo, la última persona con la que entabló una conversación estable.
El guardia siempre trató de apoyarlo, diciéndole que robar comida no es para tanto, que lo que hizo fue por un bien mayor. Pero a los guardias de la ciudad se les tenía prohibido emitir una opinión respecto a un caso, ellos solo estaban ahí para atrapar a los que infringían la –autoritaria- ley.
-Tú sabes que no fue para tanto- dijo Tórum llevándose ambas manos a la cabeza.
-Lo sé, lo sé. No creo que sean tan duros contigo, sería injusto, servicio comunitario y ya- se escuchó del guardia, quería entrar a la celda, para aunque sea darle un abrazo, o estar de verdad cara a cara con el, no detrás de unos barrotes holográficos, pero le estaba terminantemente prohibido ingresar a la celda, estaba prohibido incluso, hablar con el prisionero.
-Escúchame- dijo el guardia, en un tono un poco más serio- se te permitirá ver a tu hija luego de la sentencia, si pasa lo que esperemos que no pase
– Ojalá que no- dijo Tórum entre lagrimas.
-Sí, bueno, si sucede le dirás a tu hija que serás enviado a Andrómeda, tú estudiaste en la Universidad de Kankris, en el sistema Sorasius, ¿no?
-Sí, estudié biología de criaturas Kankreanas
-Espera, y ¿por qué volviste a la tierra? Si ese título no te sirve de nada aquí.
-Por tonto enamorado, conocí a mi mujer, Tania, en una fiesta intergaláctica, intercambiamos números y bueno… volví para estar con ella.
Hustel se había sentado contra la pared, visiblemente cansado, pero intrigado por lo que le estaban contando.
-El amor, ¿eh? el feo y sucio amor, ja ja.
-No parece gustarte mucho
-Para nada, no tengo hijos, pero tuve dos esposas, una hermosa Guwert y otra Terrícola, a ambas las descubrí engañándome.
-Uf, qué buenas experiencias.- dijo Tórum intentando reírse un poco.
-Mi mujer no quería a nuestra hija, nos dejó y se fue a Plutón, creo, no sé si mintió.
Hubieron cinco segundos de silencio un poco incómodos, hasta que Hustel los rompe.
-¿Qué le dijiste a…
– Rusta. Cuando preguntaba quien era su madre y donde estaba, le dije la verdad, tratando de aligerar un poco la carga, le decía que estaba en Plutón, que quizás pudiera volver a visitarla algún día.
Tórum miró el techo.
-Algún día- volvió a replicar.
-¿Cómo está Rusta?
-Perfectamente, las oficiales que la acompañan están en un buen hotel, pasándola bien dijeron, pregunta mucho por ti.
-Escucha- dijo Hustel, poniéndose de pie.- Dile a Rusta que te vas de biólogo a Andrómeda, que estas en la guardia para chequeos rutinarios
-Sí, pero que va a pasar con ella en el hipotético caso de que… tú sabes.
-¿Tienes algún familiar cercano?
-Mi hermano vive en Marte, hace tiempo que no hablo con el, desconozco si tiene familia. Dennis es su nombre.
-Le preguntaremos, si no accede será puesta en adopción.
Tórum dio un soplido muy largo, como preparándose.
-Está bien.
El viejo guardia asiente y sube al elevador de enfrente.
-Gracias.- dijo de manera muy sincera Tórum.
-No hay problema- contestó el guardia.
La puerta se cerró, Tórum quedó en la soledad.
-Hola papi- dijo la niña, en un tono desconcertado, en sus manos sostenía algo parecido a los viejos smartphones, pero solo en la forma, era una pantalla transparente con cosas de niños.
-¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido en la escuela? Cuéntame, por favor.- Su cara esbozó una sonrisa que parecía verdadera, un pequeño atisbo de luz, entre tanta oscuridad para él.
-Bien, papi, todo bien- la expresión de la niña cambió de repente, sus ojos se tornaron llorosos.- me dijeron que es posible que trabajes en otra galaxia, ¿es verdad? ¿puedo ir?.
Tórum abrazó a su pequeña e indefensa hija, miró a Hustel y los ojos de Tórum se tornaron llorosos.
-Sí hija, es verdad, pero no vas a poder ir, perdóname, por favor, pero no depende de mí.
Rusta rompió en llanto, se alejó de su padre y esbozó un -¡¡¿Qué?!!-
-Si Rusta, perdón, en serio, perd…
-Por favor, papi quiero ir contigo, no me dejes aquí.
Tórum agarró a la niña y la sentó en su regazo, estuvo quince minutos tratando de calmarla hasta que al fin lo logró.
Durante dos horas no hablaron más que de ella, de como estaba, de sus amigos, qué estuvo haciendo, de absolutamente todo.
Finalmente una de las guardias que la cuidaba vino a llevarse a Rusta. Tórum no opuso resistencia alguna, sabía que eso podía perjudicar mucho psicológicamente a la niña.
Le dio el beso en la mejilla más largo y sincero de toda su vida, casi asimilando que podía ser el último.
-¿Vendrás a visitarme papá?
– No sé hija, no depende de mí- Se acerca a ella- pero ten siempre presente de que voy a estar siempre, aunque no me tengas al lado tuyo. Te querré y te amaré por siempre.-Le dio un abrazo de esos que no quieres que se terminen nunca, que se prolonguen hasta el infinito. Pero este terminó muy pronto, cuando la guardia se llevó a Rusta.
Arrodillado, mirando al suelo, casi sin esperanzas, así se encontraba Tórum.
Hustel lo miró por unos segundos.
-Te dejaré en paz.
-Gracias, Hustel.-
Inmediatamente después de que subiera el elevador, Tórum rompió en un llanto que se prolongó toda la noche.
Llegó el día.
El día de su ejecución, Hustel personalmente fue a buscarlo, subiendo el elevador a Tórum se le escapa – El final, ¿eh?, el triste final.-
El viejo miró a Tórum.
-Lo siento mucho amigo, de verdad, te prometo que tu hija estará perfectamente, me ocuparé personalmente de todo.
-Muchas gracias, por absolutamente todo.
-Ha sido un placer.
Subió al patrullero, que esta vez sí tenía conductor. Era un trayecto de una hora hasta el lugar donde sería lanzada la cápsula.
Durante el viaje no hizo más que mirar por la ventana, contemplando por última vez a gente feliz, a robots haciendo tareas matutinas. Tórum no volvería a ver tales cosas, jamás,
Llegó a su destino, allí estaba el Juez Srotek y dos guardias más, de lejos se apreciaba una cabina de comando, con tres operarios dentro., que apenas al llegar preguntó -¿Quieres que traigamos a un cura?
-No creo en esas cosas- replicó Tórum con firmeza.
Un guardia colocó una contraseña en lo que parece una Tablet, las esposas herméticas se liberaron de las manos del recluso.
Lo acompañaron hasta la pequeña cápsula, en el exterior, color gris, por dentro un color blanco, casi parecían luces. La cápsula disponía de cinco metros de largo, por cinco de ancho. Los costados eran de puro vidrio, para poder ver el Cosmos en todo su esplendor, por última vez.
Justo en el centro estaba una silla, donde los guardias lo sentaron, sin decir ni una palabra y le colocaron el cinturón.
El juez se puso casi en la puerta.
-Tórum Wolks, te sentencio a muerte por robo, que tu muerte no resulte tan dolorosa. ¿Últimas palabras?
-Já, por robo de comida, que ridículo sonaría decir eso- esbozó Tórum- lo peor es que pedí amablemente y ni un mísero trozo de pan me dieron. Díganle a mi hija que la amo con toda mi alma.
-Hecho.
La esclusa de la cápsula se cerró en un ruido seco ‘’¡BLUM!’’, que tomó por sorpresa al condenado.
Los propulsores de la nave se encendieron, en un santiamén había comenzado el despegue, uno muy suave, casi no se notaba que la cápsula estaba ya a treinta mil metros de altura, ya estaba prácticamente oscuro. De repente se escucha un sonido, como esos que hacían los antiguos aviones, cuando se daba un aviso. El cinturón se desprendió. Tórum contempló por última vez su planeta natal, aquel que tantas alegrías le dio y tantas decepciones también. Con los ojos llenos de lágrimas recordó a Rusta, cuando la arropaba, cuando jugaba con ella, cuando la llevaba al parque, dándose cuenta, otra vez, que jamás volvería a ver eso.
Rápidamente la tierra se fue quedando atrás, hasta ser un punto más en aquel vasto, vasto universo, del que solo fue explorado un 0,00001%, un grano de arena. Tórum pensó en esta inmensidad.
Se encontraba pasando por el inmenso Júpiter, cuando de repente se le hacía más dificultoso respirar. Se tomó la garganta, luego con desesperación vio sus manos que ahora tenían el aspecto de una pasa de uvas. Con su cara sucedió lo mismo, con sus últimas fuerzas tocó la ventana, viendo en primer plano la inmensidad de Júpiter.
-Te quiero, Rusta.- una voz ronca pronunció.
Hustel llevó a Rusta a Marte, precisamente a la colonia humana York.
Dennis, sus dos hijos- Quinzel y Merla- y su mujer Doria los esperaban.
Bajaron de la nave, inmediatamente Dennis le recordó a su padre a Rusta.
-¿Tú eres mi tío?
-Así es- dijo Dennis sonriente.
-Pasen, por favor, bienvenidos.- Dijo con una voz muy amable Doria.
Quizás, Rusta vuelva a recibir el amor de una familia, quizás se pareciese mínimamente al que su amadísimo padre le daba todos los días.
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