Nunca he sido fan de tender camas.
Me daba mucha pereza cambiar sábanas y edredones, no era lo mío. Pero cuando era pequeña, usualmente había quien lo haga, así que todo bien.
Un día me casé y asumí que tendría que hacerlo y qué pereza! Sin embargo, me topé con un hombre que amaba tender la cama (o al menos decía eso para hacerme sentir bien) y los cambios de sábanas y todo eran una divertida actividad de domingo, juntos, ayudándonos, tu un lado y yo el otro.
Un día me divorcié y me quedé con la cama tamaño queen… Ahora sí qué pereza! Ya no había quien me ayude a jalar de un lado, quien me haga esta actividad más fácil, divertida y llevadera.
Así me tocó aprender a agarrarle el gusto a esta actividad, poner un poco de buena música y darme cuenta que sola también puedo hacer que tender la cama sea divertido.
OPINIONES Y COMENTARIOS