LA BELLEZA DE UN AVE

Érase una vez un pájaro tan hermoso como un amanecer de verano, su plumaje era tan majestuoso y azul como el firmamento por el que solía volar, sus patas y su pico estaban siempre relucientes.

Cuando llegó la temporada de apareamiento se tongoneaba por todos los prados mostrando su belleza exterior, pero no lograba atraer ninguna pajarita como lo hacían los demás que, por cierto, según él, tenían un plumaje feo y desaliñado. 
En uno de sus muchos intentos por conquistar, se acercó a una bella pajarita y le dijo: –Mira que bellas plumas tengo, sin duda eres muy afortunada de que sea yo quien construya un nido para ti-, de inmediato la pajarita voló tan rápido como pudo en otra dirección mientras murmuraba: –Que engreído es este pajarraco, con esa actitud quien sabe a dónde irá a parar-. 

El galán un poco confundido, pero sin perder la esperanza decidió dejar de tongonearse y empezó a construir su nido, aunque todavía no tuviese con quien compartirlo; fue poniendo ramita por ramita, hojitas y piedritas… 
En uno de esos vuelos divisó un libro viejo y pensó que un poco de papel en su nido vendría bien para la comodidad del hogar. Rasgó un par de hojas hasta que algo brillante en medio del libro llamó su atención, era una hoja dorada tan brillante como el sol y contenía una nota que decía: “He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. Aquel mensaje fue como una revelación divina para él, de inmediato se dio cuenta del error que estaba cometiendo, de lo presumido y vanidoso que estaba siendo.
Decidió dejar de creer que solo su apariencia era valiosa y se empeñó en conquistar desde su ser y su querer hasta que finalmente una pajarita se enamoró de él.

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