Jamás pensé que te vería así, dulce y sensible como una niña en el cuerpo de una adulta.
Se que en el fondo te hace feliz el vivir ahí en aquellas épocas memorables, que solo viven en tus recuerdos; en aquel tres de junio que nunca volverá o en aquella fatídica noche en que lo viste partir mientras pedia perdon a toda la prosapia.
Cuando estás lucida me dices que ves la enfermedad como una mariposa, en cuyas alas están imagenes de tiempos pasados, que se posa sobre tu frente y no te dejan ver con claridad el presente. Pero aún así, con humor, declamas ser una viajera del tiempo, porque vives en el pasado pero siempre estas en el presente y entonces sonríes por un momento y siento que todo ha vuelto a la normalidad hasta que me preguntas “¿quien eres?”.
Nunca me lo has preguntado pero para mi tu enfermedad es más como una bailarina de ballet, dentro de tu cabeza, bailando sobre un lago de hielo sin poder hacer nada para detener su movimiento, siempre girando y saltando de un lado al otro tocando el delgado hielo, con la suavidad de una araña posada sobre su red, pero viviendo al compás de que jamás se podrá detener.
A veces cuando hablo contigo escucho historias dignas de estar en un libro y también te nacen sonrisas con una expresión de felicidad que pocas veces logró identificar en alguien. Pero, poco a poco, esta misma sonrisa tiende a cambiar a una mueca extraña y de terror y entonces me doy cuenta que la bailarina, dentro de tu cabeza, se ha tropezado. Y ha roto un poco el delgado hielo, dejando escapar horribles momentos que querías ocultar. entonces me cuentas de la vez que papá prefirió a su ex esposa que a mi; y de como a ti te toco criarme sin tener lo suficiente para mantenerte a ti misma. Me cuentas como mi tío decidió no pagar la cuenta de hospital del abuelo. Y por supuesto rompes en llanto; cuando la bailarina, que en esos momentos hace que deseé con más fervor su desaparición, deja escapar del hielo, el recuerdo de todas las noches que lloraste luego de que te di la espalda, en pos de los caprichos de la primera mujer sin escrúpulos que se atrevió a dejarme soñar con una vida mejor.
Y entonces te quedas en silencio y me dices que me quieres aunque a veces no puedas demostrarlo; y yo no puedo ni siquiera pedir perdón o sentirme mal, porque en el fondo entiendo que no es tu culpa recordar esas cosas y que es más culpa mía por haber hecho que las vivieras, y que aunque pidiese perdón hoy, ya mañana no recordarás nada. dándome cuenta de que mi odio a la bailarina no es solo porque te haga daño, es porque jamás dejará sanar el daño que todos nosotros te hemos hecho.
Si alguna vez lees esto solo recuerda que en un futuro no muy lejano están mis brazos esperando para abrazarte y mi voz esperando para pedir perdón. Y como me dijiste miles de veces “Cuando seas un adulto entenderás todo lo que he hecho por amor”
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