Kloketen
Soy Kloketen, un hombre selk’nam y un día, en mi Hain me pasó algo extraordinario. El Hain es una ceremonia que los hombres realizamos cada año cuando cumplimos la mayoría de edad, es una ceremonia para pasar a la adultez, donde representamos a los espíritus de los cuatro cielos, yo y mis amigos vamos a representar el Sho’ort, este cielo esta relacionado con el sol (antepasado fundador del Hain de los hombres) que visita diariamente el campamento para castigar a las mujeres y aterrorizar a los niños. La ceremonia dura varios meses y debemos realizar varios rituales y ofrendas a los espíritus.
Todo para mi y los demás jóvenes iba todo muy bien, pero en un instante todo iba a cambiar. Estábamos realizando nuestra danza tipica para reencarnar a los espíritus, cuando de repente oímos un estruendo. No era una tormenta y no era un animal, vimos como unas personas brillantes venían a caballo hasta nosotros, hablaban una lengua extraña que no podía entender. Todo está borroso, recuerdo oír gritos ver a mujeres y niños correr, a hombres pelear y como morían muchos por culpa de las extrañas armas de fuego.
Yo en ves de pelear corrí lo más rápido posible a la choza del chamán, que ya había huido y me puse a orar a los espíritus, implorando que bajarán a la tierra de los mortales y salvaran a su pueblo.
Tenía miedo de abrir los ojos, sabía que si no resultaba, aunque no fuera mi culpa no me perdonaría. Pasaron minutos, que parecieron horas no escuchaba nada o no quería escuchar nada, pero aun tenia esperanza de que alguien nos iba a escuchar. Luego decidí abrir los ojos y una vez abiertos no podían creer lo que veían. Ya no estaba en la choza del chamán, estaba en un lugar maravilloso que no se describir y lo primero que vi fue a Temáukel, el dios y el espiritu mas poderoso y creador del hombre. Cuando le conté nuestra situación dijo que primero teníamos que darles una gran ofrenda, trate de decirles que no había tiempo y que nuestro pueblo estaba muriendo. Ellos me explicaron que necesitaban la ofrenda para poder viajar a nuestro mundo y no tenía tiempo para buscar y cazar un animal, yo ya no sabía qué hacer.
Hasta que tome una decisión, que sería nuestro último chance, decidí ofrecer de ofrenda mi cuerpo. Los humanos somos técnicamente animales solo que con espíritu y capacidad de pensar y racionar. Temáukel me dijo que al despertar me fuera a dormir y luego vendría por mi.
No entendí lo que significaba en ese momento pero igual acepté. Luego abrí mis ojos, no recordaba haberlos cerrado, pero si recordaba lo que tenía que hacer. Entonces de repente yo sentí un profundo cansancio y me desmayé.
Yo no podía despertar, esperaba con ansias el momento. Luego escuche una voz que dijo «ven, ven a mí». Repentinamente desperté y vi a los espíritus otra vez y me dijeron que ganaron esta batalla, pero no la guerra. Les pregunté qué pasó conmigo y dijeron que ahora era como ellos, era un espíritu. Pero no cualquier espíritu, yo era especial, tenía otro propósito. Mi labor era reencarnar en una persona digna de nuestro pueblo, diferente y del futuro para mantener viva nuestra cultura después de la guerra.
Finalmente, yo soy Ángela Loij, la última selknam.
OPINIONES Y COMENTARIOS