Julio gusta de Cesar. Bueno, Julio ha gustado de Cesar por un largo largo tiempo. Nunca se lo ha podido decir, la verdad es que Julio es un chico muy tímido y sumado a que ya conoce la homofobia de sus compañeros de clase, se le ha hecho imposible declararse. Siempre fue así y así seguirá siendo, pensaba Julio. Un día como cualquier otro, Julio entra al aula y va a su casillero en busca de su cuaderno de dibujo. Así era como Julio se expresaba, dibujaba, escribía poemas cortos, lo que le salía en el momento. Ese cuaderno era todo para Julio, era donde expresaba su verdadero ser. Dicho esto, te imaginarás lo que sintió cuando abrió el casillero y este cuaderno, su más preciado tesoro, no estaba. Empezó a entrar en pánico y trató de calmarse, se decía a sí mismo que se lo había olvidado en su casa, que seguro estaba en su cama, cuando él sabía perfectamente que no se lo había olvidado en ningún lado. Lo que él más temía es que quien tuviera ese cuaderno fuese Juan, compañero que le había hecho bullying durante toda su vida. Si este llegara a leer este cuaderno, viera esos dibujos (donde el cincuenta por ciento es sobre César), sólo le haría más bullying. Suena el timbre que da fin al recreo, los alumnos se sientan en sus sillas y el profesor comienza a escribir en el pizarrón. Juan le tira un papel a Julio, al abrirlo lee: “Así que te gusta Cesar?”. Julio gira y ve a Juan riéndose con sus amigos, luego de un momento se da cuenta de que no solo ellos se estaban riendo, era toda el aula. El profesor pide silencio, una, dos, tres veces. Ya harto de tanto alboroto, se da vuelta y ve a Julio que se va corriendo del aula y a todos los demás alumnos riéndose. Pregunta qué había pasado y va en dirección al banco de Julio, ahí encuentra el papel y lo lee. Se queda parado unos segundos hasta que abolla el papel y pregunta quien había escrito eso. Al ver que nadie le responde, se dirige al frente de la clase y dice: “Les voy a contar una historia. No hace mucho, había un chico que gustaba de otro chico. Era estudiante y sufría bullying constante. Sin embargo, esto nunca le afectó, solo lo motivó a ser mejor, mejor que esos que le decían cosas dolorosas día a día. Ese chico se declaró, ignoró todos los mensajes negativos de sus compañeros y se declaró al chico que le gustaba. Ese chico era yo y estoy felizmente casado con ese chico al que me declaré. Yo no deje que me afectan esos comentarios hirientes, provenientes de personas que nunca habían experimentado amor y que probablemente nunca lo harían. Pero no todos sabemos pelear por lo que amamos, ni todos sabemos ignorar los comentarios negativos. Esto que le están haciendo a Julio lo va a marcar de por vida y va a generar grandes inseguridades en él. Si desde pequeños empiezan a realizar estos actos de odio, de grandes se convertirán en seres incapaces de amar. ¿De verdad quieren eso? Cuando Julio vuelva al aula quiero que se disculpen.” Minutos más tarde, Julio volvió al aula, y al entrar encontró su cuaderno sobre su escritorio. Al abrirlo, vio una página llena de la palabra “Perdón.” Escrita en distintos tipos de letra y con distintas lapiceras. Al final de todo, vio un mensaje firmado por Cesar que decía: “¿Querés salir a tomar un café después del cole?”. Julio sonrió y el profesor también lo hizo, acordándose de su adolescencia y de cómo había cambiado la de Julio.
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