Juego de Titanes (Parte 2)

Juego de Titanes (Parte 2)

willin vasquez

20/06/2017

Libro dos

Las Sombras de la Muerte

13

Segundo asalto

La tensión se sentía en el aire como una carga eléctrica de un millón de voltios. La energía, la enemistad y deseo por la lucha, por medir sus fuerzas, consumían cada una de sus células, estaba en su naturaleza, lo llevaban en las venas y palpitaba ahora, sin existir fuerza en el mundo capaz de detenerla. Pero hasta qué punto estaban dispuestos a matarse el uno al otro, ninguno lo sabía. Pues aunque Ariel era un rebelde beligerante, aún no había demostrado ser un asesino.

─No sabes cuánto he esperado este momento ─decía Ariel, hostil, con voz amarga y fuerte, la ira casi parecía irradiar de su cuerpo ¿O tal vez era su poder?

Lion hizo un último intento de hacerlo recapacitar y calmar las cosas.

─No tienes que hacer esto, si es por Ana…

─Es más que por ella ─lo atajó el otro en tono grave, cerrando y abriendo sus manos─, no ves que hasta que no sepamos quien de los dos es el más fuerte no podremos estar en paz, aunque yo ya se quien lo es, pero tal parece que está en nuestra naturaleza el demostrarlo ─hablaba con desesperación, casi parecía un demente.

Entonces lo supo. Ariel tenía razón, tal vez así se acabarían sus problemas, pero aun había la preocupante posibilidad de matar al otro, y posiblemente la mitad de la tierra con él. También supo que quería ganar, tanto para demostrar que no era débil, como para proteger el planeta que era su único hogar y por el cual su padre había dado la vida, estaba más controlado que su oponente y tal vez pudiera noquearlo antes de que fuera demasiado tarde.

─Bien.

Aceptó, haciendo suya su naturaleza guerrera, con todo su ser y por primera vez, haciendo caso a la voz de su conciencia que llamó su padre:

“No negar quien eres, es el primer paso hacia la libertad. Así que no niegues tu naturaleza, sino que hazla tuya”.

El poder comenzó a irradiar de su cuerpo también, los dos estaban en nivel pulsar, y sin el traje-armadura de Hefosterínio eran más letales.

Ambos se fueron encima del otro al mismo tiempo, como dos trenes que viajan a más de quinientos quilómetros por hora hacia una colisión inminente, y el choque que se produjo entre ellos sonó como el de una bomba atómica que abrió el suelo a sus pies en un gran cráter de veinte metros de diámetro. Quedaron suspendidos unos pies en el aire justo en el centro.

Ariel lo golpeó en el estómago con su rodilla, sacando todo el aire de sus pulmones, para luego, con las manos unidas, golpearlo en la nuca y hundirlo cuatro metros más en el duro suelo del cráter.

La sangre corría a borbotones por su boca, mezclándose con la tierra que le ennegrecía el rostro, sentía los olores mezclándose en su nariz, pero la ira de Lion parecía controlar sus movimientos, así que levantó sus piernas manteniendo una mano en tierra para sujetarse, y antes de dejarlo reaccionar de nuevo, a una velocidad que lo hizo desaparecer repentinamente, le golpeó un lado de su cara con una patada limpia y certera. Haciéndolo atravesar una distancia considerable hasta estrellarse, levantando una ligera nube polvorienta, con una de las pocas colinas que quedaban en los alrededores, hundiéndolo en ella con tal impacto que la resquebrajó por la mitad en un atronador sonido.

Lion se puso de pie de nuevo, el polvo se desprendía de su cuerpo, y levantó el vuelo hacia su rival. Unos segundos después Ariel salía despedido como un rayo a su encuentro en el aire, dejando una larga estela de tierra en su vuelo, ahora también estaba lleno de polvo que se mezclaba con la sangre que salía del lado izquierdo de su cara, justo en la mandíbula en donde Lion le había asestado la patada.

─¿Esa… es… toda tu fuerza? ─se burló con desprecio, escupiendo sangre en el suelo con un movimiento brusco

Su mirada aún era sombría.

─Oh, créeme… solo estoy calentando.

Lion trataba de ocultar su miedo a toda costa.

Esto hizo enfurecer más a su primo y la verdadera pelea comenzó.

Lion esquivó varios golpes propinados directamente a su cara, a una velocidad insólita, sujetando sus puños, eran tan rápidos que las arremetidas hacían ver borrosas sus extremidades. Con la rodilla alcanzo el abdomen de su oponente, haciéndole escupir la sangre que tenía en la boca la boca, pero este lo golpeó de inmediato con su codo en un lado de su cara haciéndole un corte en el ojo izquierdo. Aprovechando la momentánea distracción de su ojo sangrante, que le impedía mantenerlo abierto por completo al caer el supurante líquido en su interior, Ariel se alejó desapareciendo un segundo. Hasta aparecer a una distancia de treinta metros, donde extendió su mano al frente.

¡NO! Pensó Lion ¡Maldita sea! sabía lo que se proponía, su ataque múltiple de energía; un ataque rápido y certero que le había visto perfeccionar.

De los dedos de Ariel comenzaron a salir disparos de energía azul como si de un arma se tratara y cada dedo lanzara una bala. Los proyectiles, como pequeños cometas azulados, viajaban más rápido que estas. Lion los esquivó uno por uno a la misma velocidad, algunos al caer al suelo hacia una explosión impresionante para ser tan pequeños, levantando más nubes de tierra. Uno tras otro lanzaba sus ataques. Si lograba alcanzarlo con tan solo uno, estaba perdido. Cuando iba a lazar un tercer ataque, se apresuró a moverse, por un momento pareció desmaterializarse hasta situarse a unos metros al lado derecho de Ariel. En el lugar, el aire había quedado lleno de polvo y olía a tierra quemada.

Extendió su mano y canalizó su energía a ella, justo como lo había hecho la última vez que había practicado en ese mismo lugar.

La esfera azul del tamaño de un balón estaba lista y salía despedida al encuentro con su oponente. Todo esto había ocurrido a lo sumo, en un segundo. Pero Ariel fue rápido, la esquivó, y esta se estrelló contra el suelo un poco más allá del lugar donde se encontraba apenas un segundo antes, haciendo una estrepitosa explosión. El viento y la onda expansiva que provocó fueron tan fuertes, que tuvieron que alejarse aún más de allí, pues estas los cegaban por completo.

En un abrir y cerrar de ojos estaban a medio kilómetro de su primer lugar de encuentro.

Ambos sangraban, él por el ojo, que lo hacía entrecerrarlo por la cantidad de sangre, y la boca. Ariel por la mandíbula, ahora notaba que también lo hacía por la nariz y un labio roto. Estaban sucios de pies a cabeza, llenos de tierra y raspones en la cara. Ni siquiera sus cabellos alborotados se habían salvado de la suciedad.

Lion se quitó su chaqueta hecha jirones, la arrojó lejos y se quedó con su ajustada camiseta gris que estaba casi intacta, excepto por una que otra mancha de sangre cerca del cuello en v. Ariel hizo un tanto con su camisa negra y se quedó en la ajustada camiseta sin mangas que llevaba debajo, también negra, los dos llevaban jeans azul oscuro.

Se quedaron un minuto allí parados en el suelo, a una considerable distancia entre ambos. Aunque respiraban con dificultad por el esfuerzo de la pelea, aún estaban rebosantes de energía. De nuevo frente a frente, mirándose fijamente, gris contra verde, verde contra gris, cada uno planeando su siguiente movimiento.

─Sabes, desde la primera vez que te vi ─comenzó Ariel con tranquilidad, por primera vez, parecía como si hablara del clima─, supe que tendríamos problemas, antes incluso de saber que se debía a algo en nuestra naturaleza.

─Se a lo que te refieres ─admitió, pasando una mano por su desordenado cabello negro para sacudirse un poco el polvo…

Hablaban bajo, a pesar de la distancia entre ellos, unos cien metros, podían escucharse a la perfección. Lion no pudo evitar el desagradable recuerdo de que él había pensado exactamente lo mismo en su primer encontronazo en la cafetería del colegio.

─Si, al principio creí que no eras más que otro cobarde ─continuó, ahora con su voz fría y punzante como el cristal de hielo─. Pero entonces me desafiaste y te atreviste a tocar lo que es mío, y supe que no sería fácil lidiar contigo y que no descansaría hasta darte tu merecido para ponerte en tu lugar.

─Mi lugar ─repitió Lion como sopesando la palabra, nunca había sido vanidoso pero le molestó tanto oír estas palabras que no pudo contenerse─. Mi lugar por derecho esta sobre ti ─escupió con voz áspera como el papel de lija, por la rabia─. ¿Acaso lo has olvidado?

Ariel soltó una desquiciada y terrorífica risa.

─¿Sobre mí? ─su voz era caustica─. ¿Aquí en la tierra? ¿Acaso, oh mi poderoso rey, nos elevaras sobre los humanos como se proponía a hacer mi querido padre en su tiempo? ¿Tú, piensas que eres un digno rey o que yo te seguiría si llegara a pasar?… te recuerdo que eres un rey sin corona y que nuestro planeta está destruido.

─¡Si, tu querido padre se encargó personalmente de eso!

─¡Y el tuyo lo mato y me dejo solo!

Ariel apretó los puños.

─¡Acosta de su propia vida dejándome a mí y a mi madre! ─dijo en un tono aún más fuerte Lion─. Y Todo por la ambición de un ser despreciable como lo fue Arieón.

Ariel apretó la mandíbula, y su ira original volvió a golpearlo con la fuerza de una demoledora, porque sabía muy en el fondo que las palabras de su primo eran tan ciertas como inquebrantables. Lion estaba desconcertado, ¿Por qué se hablaban así sobre sus padres y peleaban por ellos sin haberlos conocido? parecía infantil, pero tal vez los conflictos familiares lo eran, y además se heredasen, entre los suyos.

Ariel comenzó a temblar de pies a cabeza y un ligero resplandor blanco salía de él. Fue muy rápido, Lion debía reconocer que no lo vio venir, el ataque que lanzó su oponente con ambas manos. Se dirigía directo a su pecho y lo atravesaría como un láser. Era su técnica de energía entrecruzada, que formaban una especia de doble hélice en espiral, no tenía tiempo de reaccionar, era el fin, Ariel iba a ganar y matarlo en el proceso.

Pero de repente y de la nada se materializó Hermes, veloz como una centella lo empujo con él hacia un lado y ambos cayeron rodando en el terreno rocoso, abriendo un gran surco a su paso con sus cuerpos.

El rostro de Hermes estaba contorsionado por el horror, su cabello castaño dorado estaba alborotado por el vuelo y ahora tenía medio cuerpo sucio y su ropa rasgada en el lado con el que había impactado contra el suelo (el izquierdo). Aun iba algo húmedo por caer en la piscina.

Inmediatamente se puso de pie sacando su camiseta gris y quedándose solo con una camiseta sin mangas blanca que llevaba debajo, ahora solo se veía sucio y roto un lado de sus jeans negros.

─¡Pero que mierda creen que están haciendo ustedes dos! ─les gritó mirando a uno y al otro, mientras se apartaba un largo mechón húmedo y lleno de tierra de la cara. Lion se puso en pie. Por alguna razón, la presencia de Hermes le hacía sentía avergonzado.

─¡No te metas en esto! ─le advirtió Ariel agitando bruscamente la cabeza, estaba furioso porque su primo lo había hecho fallar─. ¡Es algo que debemos resolver solo nosotros dos!

─¡Me meteré todo lo que quiere porque también es mi vida y la de mi familia la que está en juego! ─espetó entre dientes, apretando los puños─. No ven que esto puede acabar en una catástrofe.

Muy a su pesar, Lion admitía que tenía razón. Pero Ariel no parecía dispuesto a entrar en razón.

─Avisare a mi padre de esto ─amenazó Hermes con decisión.

─No, tu no harás nada… no te atrevas a…

─¡Por supuesto que lo…!

¡BOOM!

El ataque de Ariel pasó rozando a Hermes, quien logró esquivarlo en medio segundo, de milagro. Él había demostrado ser el más rápido de los tres en los entrenamientos. Este explotó a pocos metros de Lion. Explosión, cuya onda expansiva sintió que lo atravesaba, a él y a Hermes.

Este último estaba boquiabierto por el ataque de su primo, incluso a Lion le costaba creer que atacara a su propio familiar. Se podía decir que Hermes era como un hermano con quien había crecido. Que podía esperar hacia él entonces.

─¡No puedo creer que hicieras eso! ─reclamó hacia su primo con enojo, se notaba en su voz que estaba dolido, pero él, casi o al igual que su padre, sabía combinar la serenidad y autoridad en la medida justa para hacer reaccionar a cualquiera─. Te das cuenta de que te estas saliendo de control.

Ariel no contestó, pero por un segundo pareció reaccionar abriendo un poco sus ojos, algo arrepentido de lo que acababa de hacer:

─No quería lastimarte ─le aseguró inexpresivo e inmóvil─. Solo… me deje llevar.

Eso era lo más cercano a una disculpa que podía llegar el tempestuoso muchacho:

─No es contigo esta pelea, así que de nuevo, no te metas.

Todos cayeron en un incómodo y tenso silencio que se extendió un minuto que pareció eterno.

Entonces la luz se encendió en la nublada mente de Lion; eso es, pensó, lo que necesitaba Ariel para calmarse era la serenidad y autoridad de Artemio, el único a quien lo había visto escuchar sin levantar la cabeza en desafío, su tío era el único que podía hacerlo recapacitar en ese momento, además de ser más fuerte si la cosa se iba por mal camino. Sin embargo no parecía dispuesto a dejar ir a Hermes en su búsqueda y él no huiría, eso jamás se lo permitiría su orgullo Croniano. Sin embargo podía detenerlo el tiempo suficiente para que Hermes fuera en su búsqueda.

Lo más bajito que pudo, le habló a este que estaba unos pasos a su lado, procurando que solo él lo escuchara.

─Ve por Artemio mientras lo detengo ─luego vio a Ariel directamente a los ojos, este le devolvió la mirada, ahora intrigado.

Lion vio de reojo asentir a Hermes, quien no abandonó los ojos de su primo ni un segundo. Entonces, sin perder más tiempo, se lanzó en una envestida aérea contra Ariel. Sujetándolo por el cuello y de un hombro, lo arrastro hacia el cielo a toda velocidad, escuchó cuando rompió la barrera del sonido al ascender muy alto tan rápido, para luego caer hacia abajo, hasta estrellarlo contra el duro suelo desértico y hundirlo en la tierra.

─¡Ahora Hermes, ve, ve!

Tuvo que gritarle, pues este se había quedado sin moverse por un valioso segundo. Ariel quien por fin había comprendido, trató de liberarse, pero el agarre de su oponente era implacable.

Hermes se fue en un segundo, convirtiéndose en una mancha borrosa bajo el estrellado manto nocturno. Se escuchó como cortaba el aire a su máxima velocidad, como una espada que es blandida con fuerza. Pasaron varios segundos antes de que Ariel lograra vencer al agarre de Lion y empujarlo de una patada para alejarlo de sí mismo.

Lion voló por los aires sin control, pero logró estabilizarse con una voltereta y caer de pie en el suelo, arrastrando los pies ligeramente al tocarlo. Ariel se puso de pie en el centro del ligero hueco que había hecho Lion en su arremetida, su franela interior hecha andrajos, ahora dejaba al descubierto sus imponentes pectorales y plano abdomen, así que se la arranco por completo, quedando solo en sus jeans y zapatos.

─¡Eres un maldito cobarde —lo acusó—. ¡Mandas al traidor de mi primo por ayuda!

Su voz era desesperada por el miedo anticipado de ver a su tío.

─Acaso no ves que tenemos más que perder si nos destrozamos en una pelea, no ves que tu primo y tu familia solo quieren ayudarte porque te aprecian.

Ariel no respondió más que con temblores de ira. Algo iba mal, un resplandor blanco que salía de su oponente, impulsado por la ira, no dejaba de brillar.

Eso no lo había visto antes.

No puede ser, pensó Lion, tiene que ser una maldita broma, ¿Por qué justo ahora? sabía lo que significaba: Ariel estaba alcanzando el nivel Cuásar, su siguiente nivel, sin control alguno. Su orgullo y el deseo por la pelea dieron paso al miedo:

─¡Detente, no seas estúpido o nos mataras a todos!

Estaban perdidos, era demasiado tarde, Artemio no llegaría a tiempo, si Ariel no controlaba su poder, medio planeta quedaría inexistente.

No, se dijo Lion, mi padre murió por todo lo que juró proteger, por nosotros, no lo permitiré, si era necesario él también se sacrificaría con el mismo fin. Reunió todo el poder que había alcanzado y lo sintió aflorar en su interior y correr por sus venas, esperando que su nivel fuera suficiente para detener a su primo hasta que llegara la ayuda. Solo necesitaba tiempo.

La luz blanca que rodeaba el cuerpo de Ariel, aumentaba más a cada vertiginoso segundo, volviéndose cegadora, agitando el viento y haciendo temblar el suelo del desierto que pisaban. Era como si una gran y apocalíptica tormenta se avecinara, amenazando con destruir el mundo a su paso. Pero cuando Lion estaba listo para arremeter en su contra, ésta comenzó a disminuir con la misma rapidez, como si el cuerpo de su emisor la absorbiera dando gritos de dolor por el esfuerzo que conllevaba esa acción. Cuando la luz disminuyó lo suficiente para quedarse como un ligero resplandor blanco en su piel y en sus ojos. Ariel parecía más amenazador e imponente que nunca. Su musculatura había aumentado ligeramente haciéndolo ver más grande.

No, comprendió Lion, no solo había llegado al nivel Cuásar de improvisto, sino que había logrado controlarlo. Por un lado eso era bueno para la tierra. Por el otro eso significaba su completa e inminente sentencia de muerte. Con tan solo un golpe podría eliminarlo ahora. Se sentía pequeño e indefenso, de una forma que nunca había experimentado antes.

Él nunca le había tenido miedo a nadie y esa no sería la excepción, se dijo con orgullo. Reuniendo todo el valor que le quedaba, junto con su poder, tomó una determinación:

Si iba a morir… lo haría. Pero luchando, dando todo de sí. Como lo hizo una vez su padre. Con todo su temple.

Una sonrisa de suficiencia se formó en el rostro de Ariel mientras veía la determinación en los ojos de su oponente. Sabía lo que pensaba. Mientras sentía el poder que había obtenido, en su rostro se leía la alegría del triunfo por haber alcanzado uno de los máximos niveles antes que él:

─Estás perdido ─susurró y un escalofrió recorrió la espalda de Lion. Su voz también había cambiado, ahora era atronadora, como el rayo, y majestuosa como el sonar de las trompetas. Su voz era la que uno espera oír en un… dios.

─Eso está por verse ─aunque su voz no era del mismo tono, alcanzó a ser convincente y hasta digna.

Esto hizo desaparecer la sonrisa del rostro de Ariel:

─Nunca aprenderás, nuevo.

Lion le sostuvo la amenazante mirada un segundo que pareció eterno: en los ojos de Ariel se había encendido una luz. Era como si el iris en ellos se hubieran convertido en pequeñas pantallas verde esmeralda y la luz las iluminara desde dentro, haciendo a su vez desaparecer por completo sus pupilas. El brillo en ellos era ligeramente mayor que el de su cuerpo.

Sin pensarlo más, Lion fue de nuevo a su encuentro con toda la fuerza de la que era capaz, Ariel no se movió y cuando le iba a propinar un puñetazo en su cara, este lo detuvo con tanta facilidad que ni pareció esforzarse.

El puño de Lion quedó atrapado en la mano de Ariel, inmovilizado con su descomunal fuerza. Intentó lo mismo con la mano libre, pero tuvo el mismo resultado. Ahora si estaba atrapado, sin la más mínima posibilidad de moverse. Ariel sonrió mirándolo a los ojos, luz verde contra ojos grises ahora, y en un movimiento que pareció inexistente le dio tal cabezazo a Lion que este sintió como si su cráneo se abriera en dos.

─¡AHHH! ─el grito de dolor que soltó era desgarrador, terrorífica, tanto que parecía provenir de una pesadilla, de lo más oscuro de la mente; donde se guarda el miedo y la frustración, por un segundo era como estar fuera de su cuerpo, pues el grito que había salido de su boca llegaba a sus oídos como si viniera de otra persona. Sintió la cálida sangre bajar por su frente y empaparle los ojos, estaba perdido. De pronto todo estaba teñido de rojo, Ariel, en frente de él, la noche, el suelo, todo. El dolor, punzante como un cuchillo que le rebanaba los sesos, rebotaba en su cabeza, como si diera giros incontrolables dentro de ella. Todo se le volvía brumoso.

La carcajada de satisfacción que escuchó le sonaba lejana. Pero estaba seguro que reverberaba del pecho de Ariel, el cual estaba a escasos centímetros de él.

─¿Me pregunto cuántos más puedes resistir? ─dijo Ariel con sorna.

Eso también le sonó lejano, como si viniera de un espectro desde el infierno.

Lion no podía hablar, había perdido la conexión de su boca con su cerebro, sabía que otro golpe como ese lo dejaría fuera de combate. Y todo habría ocurrido en menos de un segundo.

Ariel hecho atrás otra vez su cabeza, era todo, estaba perdido.

“No te rindas sin luchar escuchó en su mente”.

Qué sentido tenía seguir luchando, los brazos de la muerte ofrecían descanso y paz.

“Este no puede ser tu final, tu destino y el de ellos, está más allá de esto. El mundo, el universo entero los necesita juntos…”

Pero con que objeto iba a luchar en este punto, pensaba Lion…

“… Tu madre… la dejaras sola, ya de por si sufriendo por otras perdidas”.

Mamá, ella ha sufrido tanto en el pasado y este sufrimiento parece seguirla en el futuro:

“No, esto está mal, no puedo rendirme, quien sabe de lo que sea capaz Ariel ahora que es indestructible. Tengo que luchar, tengo que luchar”.

Se repetía en su adolorida cabeza, como un mantra.

─Este… es… tu… fin.

Le susurró Ariel palabra por palabra, con cierta ironía y voz divertida, pegando los labios a su oído derecho. Recordando lo que le había dicho en su primer encuentro. Sus ojos lucían enloquecidos todavía a pesar de su radical cambio.

De repente, un fuego que quemaba con la intensidad del sol se prendió dentro de Lion, impulsado por la ira, y se abrió paso por todo su cuerpo. Apretó su mandíbula y el dolor seso tan rápido como había llegado. Dejó de sangrar y una luz blanca y segadora salía de su interior. Con un fluido movimiento soltó sus manos del agarre de Ariel al mismo tiempo que las giraba y lo sujetaba de las muñecas. Todo esto en apenas un mili segundo.

En el rostro de Ariel apareció el terror por un breve momento.

─¡NO!

Lion seguía luchando por controlar el inmenso poder que se desataba en su interior.

Ariel le propinó una rápida patada que lo alejo de él, para aparecer de nuevo a sus espaldas y darle otro con su rodilla justa en la columna vertebral. Lion aún seguía brillando, no parecía sentir dolor alguno por estas violentas arremetidas de su oponente. Ariel seguía cada vez más desesperado. Le dio un golpe seco en el rostro que lo mando a volar lejos hasta chocar con una de las pequeñas colinas del lugar, destrozándola.

Lion lidiaba por tomar las riendas de su poder, tal como había aprendido en los entrenamientos, pero era más difícil con los incesantes golpes que recibía, los cuales no parecían tener tregua. Ahora, en menos de un segundo, Ariel estaba de nuevo sobre él, que había quedado en el suelo, lo sujetaba del cuello y lo elevaba por el aire cada vez más alto, más lejos. Mientras él seguía batallando por hacerse con el control de su creciente energía. Ahora estaban por encima de las nubes donde se veía el maravilloso cielo estrellado bañado por la luz de la luna en un fondo casi aterciopelado.

─¡Aun no, necesito más tiempo! ─rugía Ariel con inmenso dolor─. ¡NO!

Con una fuerza titánica, lo lanzó contra una lejana y verde montaña, una de las que los equipos de recuperación ambiental habían restaurado. Chocó contra ella destrozando la cima en pedazos, levantando tierra negra por el aire, para luego caer al pie de esta, más allá, sobre lo densidad boscosa que la rodeaba. Sentía impregnados en su nariz el olor de las hojas de los árboles, hiervas silvestre, así como de la tierra y agua, el olor de naturaleza limpia, pura. Vio de reojo los altos árboles y un pequeño estanque de agua limpia a su derecha.

─¡Solo quiero pelear! ─continuaba Ariel, reapareciendo─. ¿Por qué no puedes aceptarlo simplemente y dejar de desafiarme?

Estaba cada vez más furioso y distante.

Repentinamente, Lion no puedo más, y la luz se desbordo de su cuerpo azotando los arboles a su alrededor con un fuerte rugido, como el viento de un vendaval. Como las reacias ráfagas de un huracán que agitan con violencia el agua de las costas. La luz aumentó todavía más, segando a Ariel y haciéndolo retroceder. Lion se puso de rodillas y extendió los brazos para dejarla salir toda. Luego trató de cerrarlos, pero era como si una fuerza invisible se los sujetara, con mucho esfuerzo lo fue haciendo, lentamente acercando sus brazos a su pecho. Si lograba cerrarlos podría atrapar su energía y evitar que saliera sin control y arrasara con todo. Esto le dio la fuerza que necesitaba para lograrlo. Cerró sus ojos con fuerza, haciendo un último esfuerzo. Un grito salía de su pecho por el dolor que experimentó… y lo logró. Con un sonido de explosión y una sacudida violenta de su cuerpo, tal como había pasado con Ariel, la luz regresó a su interior en un abrir y cerrar de ojos.

El silencio reinó progresivamente, solo se oía el rumor del agitado arroyo cercano. La ligera brisa natural del ambiente boscoso acariciaba su rostro. Entonces pudo sentirlo, el poder más embriagador que se pueda experimentar, y que le hacía desear aún más… mucho más.

Abrió los ojos sintiendo como salía un destello de ellos, como dos haces de luz que se dispersaron en la fría noche.

14

Implosión

Se sentía como si hubiera aumentado de tamaño y sus músculos se hubieran hinchado. Otra vez. Lion extendió sus manos y observó en su piel ese extraño resplandor blanco. Supo con certeza que sus ojos también habían cambiado, pues veía todo con una claridad que no envidiaría a la del día. Indudablemente, también tendría esa luz en ellos remplazando sus pupilas, pero de un color gris intenso a diferencia del verde esmeralda de Ariel. En realidad sus ojos en ese momento eran como ver un brumoso cielo gris de tormenta, con esa pequeña, extraña e intensa luz de color blanco en ellos, justo en el centro, sustituyendo sus pupilas, con los destellos dorados de los bordes como rayos perennes a su alrededor. Pudo ver y confirma esto echando un vistazo a su reflejo en el pequeño estanque que estaba a su derecha, comprobando que efectivamente habían cambiado. Vio también que su imagen era imponente y gloriosa.

Ariel estaba cerca, observándolo con la cautela y el resentimiento reflejados en sus brillantes ojos.

─Y ahora que harás Lion ─lo desafió─. Al menos será más divertido matarte si das algo de pelea.

─Tendrás que esforzarte mucho más de lo que piensas, si es lo que planeas lograr─ aseveró este. Su voz también había cambiado, era igual que la de su primo en potencia, pero sin perder la particularidad de su propio tono al mismo tiempo. Sonaba como la palabra de un dios, potente, soberbia, celestial, como si con ella pudiera hacer temblar y arrodillarse al mundo. Podía lograrlo, podía detenerlo, ahora si podía.

Ariel desapareció y apareció en unos centímetros de él, recomenzando la pelea. Sujetándose ambos del cuello del otro se elevaron de nuevo por los aires. Ariel le dio un cabezazo de nuevo, pero sin el mismo efecto inmediato, no sangró, pero si sintió un leve dolor. Lion, soltándose de su agarre, le propinó un puñetazo en el estómago haciendo que se doblara de la cintura, con otro golpe lo mando como un cometa directo al suelo, donde se estrelló abriendo un gran cráter. Ariel se recuperó enseguida, y sus manos comenzaron a brillar con una luz blanca. Iba a lanzar su ataque, solo que ahora en vez de luz azul, su energía expedía un resplandor blanco intenso. De nuevo, sus dedos como cañones lanzaron proyectiles, más grandes que los primeros, más rápidos, seguramente más letales y poderosos.

Logró esquivarlos y allí donde chocaban en la gran área montañosa y verde, explotaban como pequeñas bombas nucleares. Debía alejarlo de allí, llamaría mucho la atención los destrozos. Las cosas se habían salido demasiado de control y se tornaban peligrosas para su secreto. Por eso en vez de esquivarlas, decidió interceptarlas en el aire con sus propios ataques. Con una rapidez que hacía ver el mundo moverse en cámara lenta, comenzó a atacar las esferas luminosas de Ariel con las suyas propias que salían de sus manos abiertas. Cuando los ataques se alcanzaban, hacían una explosión aérea y se esfumaban con un destello cegador que se hacía más intenso ante la negrura de la noche. Para un intrépido espectador seria como ver mortales fuegos artificiales bajo el cielo moteado de estrellas.

A pesar de sus incesantes esfuerzos, Ariel, apareciéndose de golpe a su lado, logró darle con uno de sus ataques, apuntándole a la cara con una esfera luminosa blanca del tamaño de un balón, como las que él mismo estaba creando. Esta explotó en su rostro y el ardor fue insoportable. Cayó de espaldas contra al suelo boscoso de nuevo, como un asteroide estrellándose en una luna. Sentía como lo que quedaba de su camiseta se quemaba y se desintegraba en su cuerpo, ahora solo estaba en sus rotos y sucios jeans azul oscuro. Su amplio y esculpido pecho, así como su definido abdomen, estaba lleno de raspones negros sangrantes. Ahora si parecían antiguos guerreros, esa era su latente y cruda naturaleza hecha patente.

Ariel arremetió sobre su cara con su rodilla, él aún estaba hundido en el suelo, y si no hubiera sido porque en solo una millonésima parte de un segundo lo esquivó, le habría dado de lleno en el rostro. La rodilla de Ariel se clavó allí, justo en el sitio donde antes estaba su cabeza. La fuerza del impacto resquebrajó hasta la capa de roca, levantando grandes trozos en el aire.

Ahora Lion estaba de pie, a su lado.

Ariel se levantó y ambos se sujetaron, con un virtualmente inexistente movimiento, de las manos. Sus dedos, entrelazados, empujándose uno al otro en un agarre implacable. Con un giró Lion lo arrojó lejos haciendo que chocara contra un gran árbol de tronco grueso, un roble, este se partió a la mitad. Rápidamente, para sacar a Ariel de la zona recuperada del Distrito Capital, emprendió un rápido vuelo haciendo clara su dirección, con la intención de que Ariel lo siguiera, se lanzó, con la velocidad y ruido de un cohete al despegar, hacia el cielo. Este lo siguió a su máxima velocidad, a un amplio terreno al otro lado de las montañas, que aún estaba desértico, pero en esta zona no había montículos ni pequeñas colinas de tierra, era todo llanura vacía, cercano a las antiguas ruinas de una gran ciudad. Perfecto, pensó Lion, tal vez aquí no se noten tanto los destrozos.

─Aun intentando salvar el día, el noble Lion ─expresó Ariel con rencor al llegar también y ambos posaron sus pies en el nuevo terreno al aterrizar casi al mismo tiempo, el desdén era claro en su voz─. Él digno… hijo… de Bacco. Nieto del “Gran Khron Bocaró”.

Esta vez la distancia entre ellos era mayor.

─Tú también eras su nieto ─le recordó, por alguna razón, le parecía estar hablando con alguien por completo diferente, estaba enojado con Ariel por obligarlo a afrentarse con él, e intentar matarlo en más de una ocasión en apenas una noche, pero eso no quería decir que sintiera la necesidad de asesinarlo.

─Pero no soy digno de un reino, ¿es que no lo ves? ─recriminó, con voz desdeñosa─. Estoy manchado por los vestigios de mi padre, su sangre corre por mis venas y vuelve oscura mi alma, es por eso que te envidié desde que me enteré de la verdad sobre nuestra ascendencia, haciéndome odiarte aún más de lo que ya lo hacía. Tú siempre diste señales de ser superior a mí, tanto en lo moral, después en estirpe y ahora parece que también en poder. Es por eso que cuando te vi con la única persona que me había hecho sentir vivo, que hacía que mi soledad se aplacara y calmara mi ira casi permanente, no pude soportarlo más, sentía como si me hubieras arrebatado todo, mi superioridad, y luego mi familia, que te aprecia más que a mí. Por eso creo que tengo derecho a odiarte aunque seamos familia ─confesó, la ira impregnaba su voz, así como la desesperación de alguien quien ha sido golpeado por la vida.

Entonces, fue así como Lion comprendió la profunda y compleja razón de ser de Ariel por primera vez. Un chico huérfano, abandonado a su suerte, criado por una familia que aunque lo amaba, no podían darle un lugar, una identidad, que no le quitaba la soledad que sentía y que expresaba en una casi constante ira. Al menos Lion tenía a su madre biológica, aun cuando a veces sintiera desconocer su identidad y propósito, la mitad de él era parte de la tierra, Hermes tenía a sus dos padres, así que era aún más afortunado. Pero Ariel era un muchacho solo, fuera de lugar, en un mundo donde no sentía encajar del todo, incluso aún más que él. Solo Demetrio podría comprenderlo bien y esa era la razón por la que se estimaban mucho el uno al otro, pues eran muy unidos, Lion se había percatado de esto en los últimos meses, Demetrio lo miraba a veces como si en verdad se tratara de su propio hijo, o un hermano menor.

Lion estaba perdido, no sabía que decir o hacer, así que dijo la verdad:

─Te equivocas, tu familia te ama y te lo demuestran a diario preocupándose por ti ─como Ariel seguía muy quieto y callado continuó─. Además, Ana… todavía… Te ama también ─la sorpresa peleó con la confusión en los ojos de Ariel al escuchar esto─, ella misma me lo dijo esta noche ─aclaró rápidamente Lion antes de que lo interrumpiera─. Yo le anime a hablar contigo y arreglar las cosas y por eso fue en tu búsqueda cuando tú…. ─ tragó saliva─. Si ella aun te quiere yo no interferiré, se lo dije, es solo mi amiga y aunque la he encontrado… interesante; la verdad es que no creo haber estado enamorado de ella, por suerte para todos, es por eso que es mejor así antes de que alguno salga lastimado.

Lion soltó un hondo suspiro, expresando sus pensamientos, se sentía más aliviado, tal vez esto arreglara las cosas de una vez por todas. Ahora la ira peleaba con la sorpresa en el rostro de Ariel, parecía no terminar de creerlo del todo.

─Pero ella fue la que me dejó, fui abandonado como siempre.

─Sólo porque ella no conocía, como tú en ese entonces, los verdaderos motivos de tu tío al obligarte que abandonaras las Artes marciales ─Artemio le había contado que en el caso de Ariel, lo obligó a dejar esos entrenamientos porque creyó que así sería menos violento, pues en ese tiempo sus poderes estaban ocultos.

─ Yo…

No sabía que decir, por primera vez estaba desconcertado.

─Detengamos esto ahora que podemos ─le pidió Lion con tono de súplica.

Una cascada de emociones indescifrables atravesó el rostro de su oponente. Hasta que habló de nuevo:

─¡No! ─rujió al fin.

Lion saltó un suspiro de resignación listo para continuar con la contienda.

Entonces ocurrió algo por completo inesperado para él, Ariel sujetó su cabeza Y comenzó a gritar:

─¡No, detente, déjame en paz! ─era tan extraño, como si se gritara a si mismo… como si le gritara a alguien en su cabeza… entonces la comprensión golpeo a Lion como un tren.

Ariel también oía la voz… No la misma que Lion obviamente… sino la de su propio padre, Arieón, torturándolo y obligándole a cumplir su venganza, pero ¿Por qué oían voces de sus padres muertos? Y lo más apremiante ¿Cómo era qué las oían?… Ahora eran obvia sus palabras, de hacía apenas unos minutos, cuando Lion estaba en proceso de ascensión, no eran contra él, sino contra su padre que lo obligaba a… matarlo, y él no había querido sino pelear.

Era como si hubiera dicho, no soy un asesino, como si se lo gritara a su padre. Quien parecía dispuesto a cumplir una venganza a través de su único hijo… vivo.

─¡No dejes que te controle! ─salió de la boca de Lion, sin su permiso─. Lucha, tú no eres como él.

La ira, con la súplica muda y la sorpresa, luchaba por dominar la cara de Ariel. Era como si a ratos apareciera quizá él, su padre, poseyéndolo o tratando de hacerlo. Temblaba de pies a cabeza, era como si se desdibujara a ratos.

─Ariel tú eres mejor que él, más fuerte, más digno ─le aseguraba, por primera vez acepto su parentesco─. Eres mi primo, un Guerrero de Cronióm, por tu sangre corre también la mía, la de mi padre y nuestro abuelo. Ahora nuestros destinos están enlazados, junto con el de Hermes, por nuestro poder ─Lion estaba seguro DE que no eran palabras vacías.

Ariel parecía más desquiciado que antes, y se halaba de sus cabellos con sus dos manos.

─¿Por qué no me dejas solo? ─suplicaba entre dientes a la voz de su cabeza, a la desesperada.

─No eres malo, piensa en Ana ─le suplicaba Lion─. Pelea con él, no dejes que te controle, puedes vencerlo.

─¡Pero no quiero que se vaya! ─rugió de golpe─. Entiende que es la única forma en la que puedo hablar con él ahora! ─el dolor impregnaba su potente y celestial voz. Suplicando, no quería dejar ir a su padre, Lion lo entendía, debía ser como tratar de alejarse de una parte importante de ti. Pero al mismo tiempo no quería que hiciera lo que quería con él:

─¿Pero de qué te sirve eso si no te conviene? No ves que trata de usarte para sus fines ─trataba de convencerlo, sintiéndose egoísta por un momento, pero había cosas más importantes en juego, más acuciantes en ese infinitesimal instante.

De la nada se materializo Artemio, medio segundo después Demetrio y Hermes.

Artemio estaba diferente, se veía tal como ellos, aunque el resplandor en su piel era mayor, la intensa luz dorada en sus ojos le indicaba que estaba en estatus Supernova. Y cuando le habló a su sobrino sujetando su rostro, ahora el miedo y la ira luchaban en él al ver a su tío, lo hizo con una voz atronadora, como los rayos al descender a la tierra:

─¡Escúchame a mi Ariel! sabía que esto podría pasar, así que no lo escuches solo escucha mi voz y repite lo que te diré, pero debes decirlo con decisión, autoridad y del alma ¿entiendes?.

Aunque su voz era como de autoritaria divina, tal vez incluso más que la de ellos, había una mota de desesperación en ella. Ariel asintió de forma casi imperceptible…

─¡Yo… te… destierro…! ─comenzó Artemio a decir para que Ariel lo repitiera, estaba casi gritándoselo y Ariel parecía sufrir de espasmos musculare, casi convulsiones y la luz comenzó a salirse de su control de nuevo─ ¡…de… la línea de sangre y poder!

─Yo ─decía Ariel, repitiendo sus palabras─, ¡te… no…. des… detente hijo!─ era como si dos personas diferentes pelearan en un mismo cuerpo.

Estas palabras fueron su perdición, Ariel había perdido, y el control era, de alguna forma místicamente poderosa, ahora de Arieón, su padre. Ariel empujó a su tío lejos, y su luz se hizo más segadora. Emprendió el vuelo de golpe, alejándose de ellos. Demetrio, después de un rápido destello parecido al de un flash de una cámara, entró en su nivel máximo de poder y lo siguió, tratando de sujetarlo, junto con Hermes, pero fue inútil, Ariel había rebasado los límites ¿O debería decir Arieón?

Los dos se estrellaron contra el suelo como meteoros, por las veloces arremetidas de este. Artemio volvió a intentar llegar a él, pero también fue lanzado lejos de allí.

El sujeto que ahora era Arieón, se quedó quieto un momento en el aire, respirando hondo, con los ojos cerrados, flexionando sus músculos, sus manos y su cabeza.

─Por fin ─murmuró con voz satisfecha, por completo diferente a la de su primo, y luego miró directamente a los ojos de Lion, que lo observaba desde abajo─. Esto se lo debo a tu padre, su muerte será en vano después de todo.

Había una sonrisa que helaba la sangre en su rostro, era como ver a la muerte a los ojos, no había luz, solo oscuridad en ellos. Como la que se ve en un foso sin fondo, o como la que se ve en un agujero negro.

Lion debía hacer algo, no podía dejar que pasara lo peor. Reuniendo todas sus fuerzas, despegó en una única y titánica embestida. Pero fue inútil, la fuerza del otro había rebasado los límites del estatus Supernova, y lo detuvo con demasiada facilidad, en el aire, como si fuera una molesta mosca. Se quedaron allí muy quietos, Arieón disfrutando de la vista. Apunto de hacer desaparecer todo lo que existía en el mundo, todo lo que él amaba. Lion estaba ahora colgando de su mano derecha, pues lo sujetaba del cuello como si fuera un muñeco de trapo.

Extendió la otra como señalando todo en el lugar, vio la cercana ciudad en ruinas, la apuntó con su dedo, luego abrió la mano cuán grande era; y con un solo destello blanco que salió de ella, como un láser apuntado con excesiva precisión, la voló y la borró de la faz de la tierra en un segundo. Fue como la explosión de una bomba atómica, fue como si por unos segundos fuera el amanecer, como si no existiera el tiempo, y el ruido, el ruido fue atroz, tan potente que hizo temblar la tierra.

─Magnifico, mi traidor hijo ha alcanzado un poder mayor que cualquiera que conociera alguna vez, al menos. Ahora será mucho más fácil cumplir mi cometido, pero será mejor que me apresure, porque no tengo mucho tiempo. Si este planeta no fue mío, y por él me mataron, entonces no será de nadie. Así descansaré en paz, sabiendo que… tu despreciable padre murió en vano.

Él sujeto seguía brillando en el cuerpo de Ariel, la luz cada vez crecía más sin control. Sabía que de seguir así la explosión acabaría por arrasarlo todo.

─¡No te lo permitiré, ahora estoy yo por mi padre!

Gritó desesperado el chico en su contra, con voz ahogada por el agarre de Arieón, tratando de liberarse de su agarre. Y entonces fue cuando su poder comenzó a crecer, de repente, otra vez. También comenzó a expresar esa luz cegadora, pero había algo diferente, en Lion la luz parecía seguir sus órdenes, y no al revés como en el cuerpo de Ariel. Ahora estaban luz contra luz… sujetó su mano con fuerza. Para no permitir que se alejara de él.

Abajo los demás comenzaban a recuperarse y levantarse, ilesos.

─¡No se acerquen! ─les advirtió.

─¡No, tu no me derrotaras… también! ─le aseguró Arieón con voz contenida, mirándolo con rencor, tratando de liberar su mano.

Lion contaba con contener su energía lo suficiente, envolverlo con su propia luz y evitar que, irónicamente, devorara la tierra como una supernova, acabando con su hogar y con todo lo que amaba.

─No, yo no ─masculló Lion, su voz en susurros por el esfuerzo de la contención─. Pero tú sí que puedes, Ariel.

El sonido de la inminente implosión comenzó a ensordecerlos. Era como el pitido a la quincuagésima potencia de la presión de una caldera.

─¡Ariel, sé que estas allí, pelea! ─llamaba a gritos a su primo─. No dejes que gane, se tu quien lo venza, se tu quien nos salve esta vez, se más digno que él… ─por un leve momento, volvió a ver esa pérdida mirada verde y profunda que había visto en su primo por un momento, hacia unos escasos minutos, y lo reconoció─. Se él digno esta vez, limpia tu nombre y tu sangre… porque solo tú puedes detenerlo, solo tú puedes hacerlo.

De nuevo observó una pelea en sus ojos, el odio, el rencor y su propia determinación.

─Yo… te… destierro… ─el esfuerzo que hacia Ariel, se hacía notar en cada silaba, apretaba su mandíbula con fuerza─ ¡del linaje… de sangre… y poder de nuestra razaaa… aaaaaaah!

Sus palabras se mezclaron con el de su desgarrador grito de dolor, y Lion ya no puedo más, la supernova hizo implosión, vio una gran luz dorada cubrir la luz blanca de Ariel, que se salía de control, y supo que era tarde, todo había sido inútil, todo se había perdido, su padre había muerto en vano… y Arieón había logrado su cometido y ganado al fin. Vio como Ariel se desvanecía en su propia luz, segándolo. Mientras que lo último que sintió fue cómo se hundía, aun sujetando la mano de Ariel, en la tierra, por el impacto de su caída, un dolor hasta la locura, como de mil cuchillos incandescentes hundiéndose en su piel y unas manos que lo sujetaban. Mientras que lo último que pensó fue: estamos todos muertos.

15

Las Asclocapsulas

¿Estoy muerto? era todo lo que podía pensar Lion, sumido en el letargo de la oscuridad que lo rodeaba. Cuantas veces se había hecho esa pregunta en tan poco tiempo, y para ser tan joven. Al menos se sentía bien, relajado y hasta en paz, a donde iría ahora, ¿al Monte Olimpo o al Inframundo? o ¿debería decir más bien al Monte Cronio?… pensó con ironía y buen humor. ¿A dónde quiera que esté mi padre? Siguió flotando por la agradable calidez de esa extraña oscuridad. A la deriva, a donde fuera que lo llevara. Esperaba que ese lugar fuera igual de agradable. Se preguntó qué había pasado con su primo, donde estaba, seguro también en ese extraño limbo. Por extraño que parezca, no lo odiaba por haberlo matado y arrebatarle todo. Trató de buscar que sentimiento dominaba en su interior hacia el descarrilado Ariel; solo encontró pena y comprensión. Eran familia, así que su deber era tratar de llevar las cosas con él lo mejor posible y nunca lo hizo así. Pero eso ahora ya no importaba, si era que estaba atrapado para siempre en el confort de la inconsciencia.

La oscuridad negra y cerrada comenzó a retroceder, lentamente todo fue convirtiéndose en rojo.

No estaba muerto, pero eso ya lo sospechaba. Sin embargo ¿Dónde estaba ahora?

Aun sentía una extraña y cálida sensación en su cuerpo, seguía siendo agradable, pero no podía ubicar qué era. Sus ojos se negaban a abrirse, estaba atrapado en ese punto entre el letargo y la consciencia. No sentía dolor o incomodidad, en realidad no sentía nada, solo ese agradable y extraño calor, como si estuviera paralizado y solo fuera capaz de percibir una sensación en su cuerpo. Lentamente, casi a un nivel tortuoso mentalmente, fue abriendo sus ojos. Lo primero que sintió fue un extraño líquido caer en ello, pero no lo lastimaba, ¿Agua quizá? No, era ligeramente viscoso, aunque incoloro, una luz blanca le impedía enfocar del todo su visión, así que tuvo que esperar a que estos se adaptaran para poder apreciar su entorno.

Un extraño cilindro, completamente de vidrio, lleno de esa sustancia, lo cubría. La extraña capsula estaba en una enorme habitación blanca, de un aspecto por completo estéril. No era un hospital, al menos eso lo tenía claro, y en la pared de enfrente se leía con claridad en gruesas letras plateadas:

Asclocapsulas de recuperación completa

Por supuesto, pensó el chico, Artemio les había hablado de esa tecnología con anterioridad. Esas cámaras estaban en el sótano de la mansión Grum, a la cual se llega por una puerta secreta, que daba a La Sala Eculapios, que era un centro de recuperación completo. Solo la había visto una vez, Junto con Hermes y Ariel, mientras les explicaban algunos aspectos de la tecnología que aún les quedaban de su antiguo hogar, recuperada de la Nave Real que había dejado Arieón. En esa sala se encontraba una división con las Asclocapsulas, que eran, a su vez, lo último de la tecnología Médica Universal del Hexagram, y eran usadas para sanar a los heridos en batallas, sobre todo en las guerras. La sustancia que utilizaba se llamaba Quironio, una especie de medicina Microtecnobiologica que podía sanar cualquier herida o enfermedad, sin importar su gravedad, estado, o número de otros agravantes, incluso servían con individuos que estaban al borde de la muerte, siendo categóricamente efectivas. El Quironio, había explicado Artemio, estaba formado por una especie de microorganismo de Cronióm, que eran capaces de metamorfosearse, combinada con tecnología nanobot; por lo tanto eran organismos mitad máquina, programados para convertirse en lo que el cuerpo necesitara, ya sea un combatiente de las enfermedades más grotescas del Universo o solo regeneradores de tejido, de ahí su categoría Microtecnobiologica. Reparaban todo en solo veinticuatro horas como máximo, dependiendo de las heridas y el estado, pero Artemio les había asegurado que ese era su tiempo máximo de ellas para sanar, sin fallar nunca en salvar a un “paciente”.

¿Qué tan grabes serían sus heridas después de la implosión de energía, como para tener que acudir a ellas? Estaba consiente que habían sobrevivido casi de milagro.

Como fuera, ahora sentía su cuerpo muy relajado y parecía estar intacto, como nuevo, casi como vuelto a nacer.

Las Asclocapsulas eran herméticas, y parecían flotar en una luz azul que salía de una ranura del suelo debajo de ellas. Estaban en posición horizontal. En la parte hacia donde estaba orientada su cabeza, había una especia de círculo de acero con un pequeño orificio, del que salía el delgado y flexible tubo que se conectaba a la pared para drenar o llenar las capsulas.

Cuando por fin, unos minutos después, recuperó el movimiento, tocó su cara, sentía la mano pesada en el espeso liquido incoloro, en la nariz tenía un extraño objeto que le cubría los dos orificio nasales, era muy pequeño y parecía de metal, formando un especie de Y cuyo otro extremo entraba directamente a su boca. Inhalo profundamente y, al parecer, oxigeno no le faltaba gracias a ese pequeño artefacto. Siguió flotando un rato más en la sustancia, completamente desnudo, y entonces se fijó por primera vez en las otras capsulas, en total había cuatro. A un lado, a su derecha habían dos, bacías, pero a su izquierda estaba Ariel, completamente ileso al igual que él.

No pudo sentir más que… alivio.

Tal vez ahora las cosas si mejorarían entre ellos, después de haber sacado toda la ira que sentían, en su catastrófica pelea. Sin embargo, Lion no quiso pensar en ello demasiado, era pronto para dar nada por sentado. Unos minutos después pareció recuperar la conciencia él también, pero su mirada se quedó fija en el techo, sin mirar nada más.

Unos minutos más tarde, las Asclocapsulas comenzaron a drenarse. El delegado tubo salió de ellas y se conectó a la especie de boquilla que había en la pared, y el líquido fue absorbido por ella, demasiado rápido, considerando lo pequeño que era el orificio que había hacia su cabeza. Pero él siguió flotando dentro de la capsula, al parecer la luz azul que salía del piso también los mantenía flotando a ellos, evitando que se fueran al fondo de cristal. Pero al mismo tiempo que el Quironio salía de la Asclocapsula, lo hacia su momentánea conciencia, hasta que volvió a desvanecerse.

Cuando abrió los ojos de nuevo, estaba en una habitación diferente de la Sala Eculapios, más grande, pero también blanca, y esta vez estaba en una cómoda camilla blanca con una delgada y corta bata de algodón azul claro, había alrededor de cuatro camas en la misma posición que hacía apenas un segundo, para él, estaban las capsulas. Se giró, vio que por fin Ariel se había fijado en que no estaba solo. Pues, sus ojos se encontraron con los suyos, verde esmeralda, normales otra vez.

Ariel no le sostuvo la mirada mucho rato, y volvió a fijarse en el techo. Estaba en una cama a su izquierda vistiendo la misma bata. En la pared delantera se leía claramente en las mismas letras plateadas:

Habitación de Reinserción

La gran y blanca, pero a su vez claustrofóbica, sala no parecía tener entradas o ventanas. Sin embargo en ese preciso instante entró Artemio por una delgada puerta que se deslizó automáticamente a la derecha, era tan blanca como la pared, lo que la hacía casi imperceptible.

─Bienvenidos ─les susurró este, colocándose con paso ligero entre las dos camas, mirando a uno y a otro con las manos entrelazadas a su espalda.

─¿Qué nos pasó? ─preguntó Lion.

Artemio suspiró y cuando habló parecía veinte años mayor por su expresión de congoja. Por primera vez parecía de su edad.

─Ambos cayeron luego de su combate ─explicó enarcando una gruesa y recta ceja─, y la implosión fue tan grande que les provocó múltiples heridas, tanto externas como internas, cuando salieron casi de golpe del primer nivel del estatus Supernova ─ahora perecía un poco enojado, se veía en sus claros ojos, pero no con los muchachos, sino con sigo mismo─. Entre los dos lograron contener la energía que se había liberado, apenas antes de que destruyera todo el planeta ─soltó las palabras en el aire como si fueran etéreas. Su mirada se volvió sombría. Consiente de cuento hubiera perdido de haber pasado.

─¿Cómo? ─inquirió esta vez Ariel mirando a su tío, estaba atónito─. Lo único que recuerdo es que estaba tratando de contener mi energía desde dentro de mí.

─Y Lion lo hizo desde fuera, fue un trabajo en equipo ─les aseguró, un poco más relajado─. Estoy tan orgulloso de ti Ariel, hiciste lo correcto y nos salvaste a todos ─sus ojos brillaban de emoción y orgullo, como una vez lo hicieron por su hijo.

─Si bueno, Lion ayudo también, no lo habría podido hacer sin él ─masculló, sonrojándose, no estaba acostumbrado a las muestras de afecto. Pero Lion se sorprendió más del hecho de que reconociera su ayuda.

─Efectivamente ─estuvo de acuerdo Artemio, mirando con la misma emoción a Lion─. Estoy muy orgullosos de los dos, pero espero que esto no se repita ─su voz se volvió repentinamente dura al final.

Ninguno habló, pero ambos estaban igual de avergonzados. ¿Qué estupidez habían estado a punto de hacer? Aunque parte de la culpa fue de un incorpóreo Arieón.

Lo que le recordaba a Lion una cosa; no se atrevía a preguntar por lo ocurrido a Ariel, sin embargo preguntó por él.

─¿Cómo es que puedo oír a mi padre en mi cabeza a veces? ─inquirió con repentina e inquietante curiosidad. Comenzaba a frotarse la frente con el dorso de la mano, como hacia cuando estaba ansioso.

─Como… les dije una vez, nuestra raza no es inmortal de la forma que los humanos solían creer al menos ─respondió en tono enigmático─. Cuando un Croniano moría, era enviado hacia uno de nuestros soles, los de la familia real al sol más grande y rojo, llamado Cronos, porque de esa forma regresaban la energía al universo donde se volvían inmortales y desde donde ellos podían estar, al menos una pequeña parte, aun en el universo físico a través de nuestra sangre y propia energía… es decir de su descendencia. Es por eso que para nosotros era de suma importancia tener hijos, dejar nuestra huella y que ellos a su vez dejaran las suyas en un continuo e incesante ciclo de energía. Es por eso que oyen a sus antepasados, todos ellos, en una misma voz, la que más anhelan ─sus palabras hicieron un eco, que a su vez hizo énfasis en la última cuestión, en las mentes de los ahora perplejos muchachos.

─¿Por qué no nos los habías dicho? ─recriminó Lion.

─Se supone ─explicó con paciencia el hombre─, que solo pasa cuando estas en el nivel medio Supernova, se los iba a decir cuando estuvieran listos para entrar en ese estado, no entiendo por qué en esta generación es diferente y parece ir más rápido, si no fuera porque he visto también un avance considerable en mi propio hijo, diría que se debe a un rasgo en ustedes solamente, dado que son los únicos desentienden de mayor estatus Croniano.

─¡Yo la escuché desde antes! ─dijeron tanto Lion como Ariel al mismo tiempo, ambos se miraron.

Por un segundo, que no pasó desapercibido para ellos, los ojos de Artemio se abrieron ligeramente por la sorpresa de esa revelación, pero logró recomponerse casi de inmediato. Como si hiciera caso omiso de ese hecho.

─Primero saltan al nivel Supernova de una forma poco común, por no decir única, ahora esto ─susurró, más para sí mismo.

Estaba muy concentrado dándole vueltas al asunto, soltando las manos de su espalda, y pasaba su dedo índice por sus labios, meditando en esto. Un rato después salió de su introspección─. No lo sé, no tengo ni idea de porque ustedes lo han escuchado antes, aunque tengo la teoría de que esta vez sí se debe a su tipo de descendencia ─Artemio no parecía del todo convencido en esta teoría─. Lo único que puedo explicar con certeza, es que tu padre ─dijo mirando a Ariel─, esperó que estuvieras en el estado más alto, una energía casi infinita que hacía más fácil poseerte, al invocarlo tu sangre (aprovechando el estado vulnerable de tu mente, ante él, en ese momento) lo que resulta irónico… lo he visto antes, es por eso que cuando lo comprendí, ya estaba preparado.

─¿Y qué fue toda eso que me hiciste decir?

─Solo tú podías expulsarlo de tu mente y de tu cuerpo Ariel ─le confesó su tío─. Aunque no habría funcionado si no querías de verdad, si no lo decías en serio y de corazón… de verdad lo lamento mucho por ti, sé lo duro que debe ser para ti ─agregó esto último con sentida y paternal voz.

─No, no lo sabes ─le aseguró, adusto, tratando de no mostrar sus emociones, algo típico en él─. Pero no importa, sé que no podía ser de otra forma, estoy bien… pero ¿A dónde lo envié?

Ariel se veía… intranquilo al hacer esta pregunta.

─A un lugar en donde ya no puede hacerte daño, ni a ti, ni nadie más ─Artemio miró a su sobrino un largo rato, con la compasión dibujada en su rostro─. Hiciste lo correcto, no debes flagelarte por tu decisión en ningún momento ¿me escuchas? pensaste más que en ti, demostraste un valor incalculable, lo que te hace mejor que él… lo cual me llena de orgullo y satisfacción porque fuimos mi hermano y yo los que te criamos buscando ese fin ─Artemio fue enfático ante esa afirmación.

Lion miraba el techo fingiendo no escuchar, se sentía como un fisgón en una conversación privada. Aunque vio a Ariel asentir a su tío, con resignación y algo embarazado por el repentino orgullo de su respetado tío.

─Bien, ya pueden salir de aquí, si quieren ─les indicó, dando una palmada al aire─. Su ropa esta en ese armario ─añadió señalando la blanca pared que parecía vacía, pero de inmediato se abrió otra puerta blanca, doble esta vez, revelando un compartimiento estrecho.

Ambos se vistieron (con zapatillas deportivas azul oscuro, un sencillo jean azul claro y camiseta gris, Lion, mientras que Ariel se ponía una sin mangas negra) sin mirarse o hablarse el uno al otro. Artemio los esperaba fuera de la habitación. Después de atravesar un largo pasillo subterráneo, y subir una larga escalera de caracol; hasta la puerta secreta camuflada en una de las paredes del primer piso. Entraron en la gran sala de la mansión. Artemio los guiaba al gran salón comedor, para que desayunaran. Era sábado por la mañana, alrededor de las diez, solo habían estado en la Sala Eculapios el resto de la noche, después de su pelea, como a partir de medianoche, así que sus heridas, aunque serias, no debían haber sido tan grabes o haberlos dejado al borde de la muerte, aunque así lo había parecido.

La sala del comedor, era amplia y de alto techo. Como todo en esa casa, estaba llena de lujos, aunque sin llegar a la ostentación, había cortinas de lino azul claro, una alta chimenea de mármol al fondo con porcelana china decorándola, sin embargo sus paredes estaban desnudas, a diferencia de la sala y el resto de la casa.

La mesa del comedor, capaz de albergar a más de diez personas, tenía un reluciente mantel blanco, era larga y estrecha, con sillas de respaldo alto, de color metálico. La mesa ya estaba repleta con la comida del desayuno, olía exquisitamente a huevos, tocino, pan, frutas, entre otras cosas. Tanto Hermes, Amelia y Génova estaban esperándolos. Esta última se levantó, llevaba su largo cabello negro suelto, el cual le caía en cascada sobre sus delicados hombros. Tenía puesto un vestido blanco (probablemente de Amelia, pues nunca se lo había visto antes) que contrastaba con su hermosa piel morena, de seguro había pasado la noche allí también, preocupada por él, además, parecía ansiosa hasta que fijó sus ojos en su hijo y corrió para rodearlo con sus brazos, pero no lloró, estaba contenta de verlo en una pieza. Comprobó que estaba bien tocando sus brazos, su pecho, su rostro. Hasta que sin previo aviso lo dio una fuerte bofetada que resonó en toda la estancia dejando boquiabiertos a todos los presentes. Su rostro giró levemente.

─¡Que sea la última vez que escucho que te has peleado en la calle o en cualquier lado, ¿me escuchas?! ─Le gritó la mujer a todo pulmón, con una severidad que nunca había visto en ella hasta ese momento─ ¿Escuchaste? ─repitió en el mismo tono.

─Si de acuerdo ya, entendí ─cedió Lion rápidamente, anonadado y desconcertado por la arremetida de su madre, aunque estaba airada, podía oír el miedo en su voz. El muchacho se llevó la mano a la mejilla, le había comenzado a escocer un poco, tremenda fuerza tiene, pensó, seguro mi mejilla esta enrojecida, en ese estado en que su poder está oculto, es más fácil que eso ocurra.

─Bien ─se calmó un poco, pero en sus ojos aún estaba el miedo luchado por dominar─. Come, tendrás hambre ─le ordenó, pero en un tono más apacible.

Lion, obedientemente, aun en estado de shock, y sin atreverse a replicar, fue a la mesa y se sentó al lado de la silla de Hermes, este parecía más concentrado de lo estrictamente necesario en su comida. De hecho todos lo estaban, incluso Ariel, que se había sentado ya al lado de su tía, al otro lado de la mesa, como Artemio, pero este último, a la cabeza del comedor, tenía una sombra de sonrisa luchando en su cara, que intentaba por todos los medio mantener seria.

Su madre se sentó a su lado y todos comieron en silencio. La comida estaba delicioso, huevos, salchichas, tocino, pan tostado, y zumo de naranja, en generosas cantidades en amplias y profunda bandejas de plata. Lion llenó su plato hasta, literalmente, hacer una montaña, se lo tragó todo, se sirvió seis rebanadas de pan tostado, bebió cuatro grandes vacos de cristal llenos de zumo de naranja, para después descubrir, sin sorpresa, que quería más. Hermes, así como su padre y Ariel, habían hecho lo mismo con sus platos, su apetito era voraz desde que sus poderes habían despertado de su sometido sueño. Los Cronianos, al ser una raza principalmente guerrera, debían comer el triple que las personas de la tierra, para mantenerse fuertes y saludable.

Unos minutos después se les unió Demetrio, y luego de hacer la montaña de comida en su plato, comenzó a comer. Lion no había reparado que no estaba a la mesa, estaba tan hambriento que ni se había percatado de su ausencia, aun menos después de la arremetida de su madre. El silencio siguió otro rato, solo se oía el estrepitoso tintineo de los cubiertos, el de los hombres sobre todo. Lion se atiborró de todo lo que había en la mesa, hasta que no puno más, su estómago debería estar que estallaba por dentro, pues desde el exterior seguía siendo tan plano como de costumbre.

Ligeramente, Artemio introdujo la conversación a la mesa con su esposa, a la que se unieron Génova y Demetrio poco después. Hablaron del trabajo, para sutilmente entrar a una de sus días pasados.

─¿Recuerdas cuando tuvimos que aprender las leyes y costumbres de la tierra? ─le preguntó Artemio a Génova.

─Nunca lo olvidare ─le contestó esta con una sonrisa divertida y relajada, que Lion poco veía en ella─. Pero Amelia te enseño bien.

Lion olvidaba con frecuencia que tanto Demetrio como su hermano no habían nacido en la tierra, y se sorprendía siempre al recordarlo, se veían tan… como decirlo; terrestres, al menos ahora. Aunque la noche anterior habían tenido un cambio radical, como él y Ariel, al alcanzar uno de sus máximos niveles de energía. Lo que les dejaba claro de una vez y por todas que eran más que humanos, así como lo peligroso que era olvidarlo.

─Hermes, tendrás que entrenar muy duro para alcanzar el nivel de tus hermanos ─dijo Demetrio, recordando algo de golpe.

Era la primera vez que usaba el término hermanos para dirigirse a ellos, pero en cierto punto lo eran, al ser los últimos descendientes de su especie, los últimos Kronidas, exceptuando un par que aún quedaban en el Hexagram como representantes de su raza. Sin embargo, que los llamara así impresionó un poco a Lion, al nunca haber tenido un hermano y haber crecido solo con su madre.

─Si, ya lo creo ─dijo su sobrino aceptando el hecho con humildad, mientras apartaba su plano vacío y ponía el cubierto sobre este, el cual hizo un ligero tintineo al caer.

─Es por eso que mientras te pones a nivel, solo entrenaremos contigo ─le prometió su padre después de dar un sorbo a su zumo de naranja─. Queremos continuar con el entrenamiento pero solo cuando todos estén en el mismo nivel, Lion y Ariel han demostrado tener un control casi perfecto, pero aun necesario que se esfuercen más, ¿está bien?

Ambos asintieron de acuerdo.

─Bien ─aceptó Artemio, satisfecho con ellos.

─Deberíamos ir a casa ─anunció Génova a su hijo.

Cuando salían al coche de la mujer, después de despedirse de sus amigos, vieron salir al enorme y algo magullado gato de los Grum. Este se quedó observando de nuevo a Lion. Ya sabía que se llamaba Linc y que había pertenecido nada menos que a su padre, Bacco, quien lo había rescatado en un pueblo llamado Crakto, que está al descubierto y muy alejado de cualquier Domápolis, en una las pocas zonas que nunca estuvieron o fueron contaminadas por la radiación. Bacco, lo había salvado cuando este era apenas un cachorrito sucio y escuálido, de un carnicero de la localidad que iba a matarlo al descubrir que le había estado comiendo parte de su mercancía. Son gatos silvestres, pero Linc debía ser huérfano y simplemente estaba tratando de sobrevivir, lo que lo llevó con los humanos. Lion los había investigado, son una especia de mutación del gato salvaje, que de pequeños son como un gato cualquiera, de color blanco como la nieve, para que luego su pelaje cambie a los tonos grises, muy parecido al del lince, de allí el nombre que le había puesto Bacco. Son capaces de crecer mucho, aunque no tanto como el lince, son muy fuertes, sus garras, al alcanzar cierta edad, toman las propiedades del acero, brillantes, largas y capaces de desgarrar lo que sea, hasta metal. Tienen también una visión que no envidiaría a la del águila, tanto nocturna como diurna, su pelaje es más abundante en el pecho, y de un tono blanco en esta zona, la cara, que es ancha, recuerda sin embargo más bien al tigre. Este en particular estaba muy sano y bien alimentado en ese momento, aunque tenía un ojo (el derecho) completamente azulado e inservible atravesado por una larga cicatriz, y la larga oreja izquierda partida hacia delante. Del resto se encontraba muy saludable, sin duda sería muy hermoso antes de que las cicatrices de batalla lo deformaran.

Se sentó al pie de la entrada sin dejar de observarlos, su ojo bueno inquietantemente inteligentes para un animal, tenían un aire de dignidad. Lion se acercó para tocarlo, con cuidado, y este lo dejó acariciarle detrás de las orejas, sin agachar la cabeza y dejar de observarlo.

─¿Por qué no te lo quedaste? ─inquirió el muchacho hacia su madre, que estaba a su lado viéndolos con cariño y melancolía en sus ojos, no se lo había preguntado a Artemio.

─No quiso venir conmigo ─respondió en voz baja─. Prefirió quedarse con Artemio, tal vez pensó que se aburriría menos con él, ya que no estaba tu padre.

Si, seguramente así era, pues su padre, de “joven” había tenido una vida interesante, ayudando a la gente por allí, viajando por el mundo y Linc había sido su más fiel compañero de batalla por mucho tiempo (Por eso tenía esas cicatrices) hasta que conoció a su madre y formo una familia. Antes de tener la experiencia que le había costado la vida.

Después de unos momentos, se montaron en el auto y se fueron, Lion se distrajo mirando por su ventanilla, mientras Génova conducía.

Su madre seguía portándose reservada con él, pero Artemio había hecho todo lo contrario, contándole toda clase de historia que sabía de la vida de Bacco en la tierra. A Lion, a veces, después de entrenar claro, le gustaba quedarse y hablar largo rato con él en su despacho, precisamente por esto, para conocer más acerca de la vida del que fue su progenitor. Ahora sabia más detalles de la misteriosa vida de Bacco, más de los que hubiera imaginado posibles, antes de mudarse a la Capital del Sur. Pero el muchacho se había percatado de algo, Artemio evitaba estrictamente las historias que concernían a la vida de su padre después que conoció a Génova. Pero pensó, y no se equivocaba al menos en parte, que probablemente esto se debía a que su mentor sentía la necesidad de darle esa oportunidad a ella, de no arrebatarle el derecho a la madre de contarle sus recuerdos más íntimos.

La cosa era que ella no parecía dispuesta a atreverse a contar nada, aun.

Sin embargo se había enterado, entre otras cosas, que no le gustaba el nombre que le había dado su abuela adoptiva, Joan Baccon, la mujer que lo había encontrado rondando su casa, que a su vez estaba, en una gran zona rural de un pueblo sin importancia llamado Lagos, en el oeste del país, otra de las pocas zonas pobladas que no estaban en un Domo Protector; se trataba de una mujer inmigrante del norte, que vivía sola, pues había enviudado hacía varios años en ese entonces y su único hijo había sido asesinado en una riña en el bar del pueblo poco después. Él siempre había dejado claro que prefería seguir siendo Bacco, nunca negó su identidad, era seguro, aunque solo era un niño de doce años cuando esta lo encontró. Por supuesto, Jen, así le decían todos de cariño a Joan en su modesta localidad, sabía cómo había llegado, pues vio la nave estrellarse cerca, en un bosque, de sus tierras. Mientras esta regresaba, de hacer algunas compras en el pueblo, a su casa. Aunque las circunstancia en que había llegado y su historia en general se las había contado este mismo luego de que ella le ofreciera ayuda. Nunca fue al registro a pedir su ciudadanía o intentar adoptarlo legalmente porque temía que fuera descubierto, allí a nadie le importaba y estaban alejados de la civilización moderna, además él no era un chico normal. Así que Jen Inventó una historia sobre una de las novias que su difunto hijo había tenido en su país natal, diciendo que ella era la madre y que le había enviado a su nieto porque no podía mantenerlo, entonces lo llamo Bruno Baccon, como su difunto marido. Para los ojos de todos era, entonces, su nieto, porque su esposo y su hijo, en una feliz coincidencia, también habían tenido los ojos grises, aunque no tan llamativos como los de Bacco, aun así nadie lo puso en duda y además, la gente de esa localidad solía cuidarse entre ellos. Ella lo aceptó, sin importarle si era peligroso o no, y lo crio como si en verdad de su propio nieto se tratase. Lo ayudó y salvó en más de una forma. Conoció su inmenso poder. Gracias a gente que ella contactó, entre sus amigos más cercanos y que conocían técnicas extraordinarias del control de la energía del cuerpo, le habían enseñado a manejarlo con precisión

Sin embarco el rebelde chico había insistido en que lo llamaran Bacco, como si de un apodo se tratase, y termino ganando. Lion había sonreído al imaginárselo. Aunque había sido muy inteligente para su edad, había seguido siendo un niño como cualquier otro de la tierra, aunque fuera solo en ese aspecto. Pero la verdad es que muy seguramente nunca fue así para él, pues en el fondo debía saber que no era más que un extranjero, un príncipe desterrado, solo y despojado de su Reino.

En cuanto a lo académico, siempre iba a la biblioteca del pueblo para saber más de la tierra, allí tenían derecho de educar a sus hijos en casa y si estos querían estudiar luego una profesión, debían presentarse a la Universidad de interés en alguna Domápolis para presentar un examen vocacional, y así poder determinar si estaban preparados para un curso superior. Él lo habría logrado fácilmente, pero nunca se interesó en algo profesional, además no estaba registrado como ciudadano y prefería seguir estando así, en el anonimato, le gustaba más estar en el campo con Jen, aprendiendo de la tierra, y sobre todo; entrenando su poder. Ganó varias competiciones clandestinas y eso parecía gustarle. Hasta que Jen falleció, cuando ya era demasiada anciana, después que él cumpliera los dieciocho. Fue entonces cuando, destrozado por el dolor de su pérdida, comenzó su viaje por el mundo. Él podía volar también e ir tan lejos como quisiera. Sus viajes lo llevaron a las múltiples hazañas en las que salvó a más de uno. Desapareciendo así, tan repentinamente como había llegado, de la pequeña localidad donde había crecido.

Volviendo a huir del dolor.

Al llegar a casa, Génova bajó del auto y ambos entraron en el hogar, ella llevaba todavía el vestido de la señora Amelia, seguramente porque había salido a toda prisa luego de que le avisaran lo que había ocurrido, y se había ido en su camisón de dormir y bata a la Mansión Grum. El vestido era de seda, de un bonito color blanco perla, con zapatos planos a juego, se veía muy hermosa. A menudo, Lion se preguntaba porque aún estaba sola, era claro que porque ella lo quería, aunque no estaba seguro de soportar verla con alguien más; pero de pasar, lo aceptaría, igual tarde o temprano él se iría y haría su propia vida. Mientras que ella se quedaría sola.

Lion también llevaba aun la ropa que le habían prestado los Grum, seguramente de Ariel o más probablemente de Hermes. La ropa que había llevado a la fiesta se había desintegrado prácticamente en su pelea de la noche anterior. Lo lamentaba sobre todo por su costosa chaqueta (de las pocas que tenía), era su favorita, y además en ella estaba su móvil. Suspiro, ya lo repondría luego.

Ese lunes cuando fue a clases, tuvo que afrentarse a la inquisición de sus amigos:

─¿Dónde te metiste anoche? Te dejamos como mil mensajes ─ le preguntó Ana, exaltada y con una mirada reprobatoria, apenas se sentó a su lado en la hora de inglés, antes de que llegara la profesora, Jason estaba en el asiento detrás de ella.

─Tuve que irme ─comenzó en tono cansino─. Mi mamá me llamó, y prácticamente me ordenó regresar antes de las once ─odiaba mentir, pero fue suficientemente convincente.

─Bueno, pues… no fuiste el único que se esfumó ─Lion sabía que se refería a Ariel, pero no dijo nada, Jason los miró sin comprender de qué hablaban. Pero tampoco dijo nada. Ana saco su libreta electrónica y comenzó a navegar por sus libros; se quedó en uno que proyectaba imagines de paisajes urbanos antiguos de Gran Bretaña, y de ciudades desaparecías de América, como Nueva York.

En el almuerzo, todos estaban hablando animadamente sobre lo increíble que había sido la fiesta del viernes pasado, incluso en la mesa de Lion, Anthony hablaba de cómo se lo había pasado en grande, algo que al parecer no esperaba. Ana estaba a su lado, a su derecha, bromeando sobre las canciones que Beth cantó en la fiesta, con esta misma, ambas reían despreocupadas. Ambos estaban de espaldas a la mesa de Ariel, así que no lo vieron cuando se acercó, aunque las miradas aprensivas de Jason, Beth y Anthony, enfrente de ellos dos, debió advertirles algo. Por un segundo Lion cerro los puños en una respuesta involuntaria, probablemente de su instinto, más después de lo ocurrido la noche anterior. Sintió como todo su cuerpo se tensaba en anticipación.

─Hola ─saludó este secamente en general, nadie respondió, más por la sorpresa que cualquier otro sentimiento que pudieran profesar por él. Sin darle importancia se inclinó y habló solo para Ana, en su oído, aunque todos pudieron escuchar a la perfección de igual manera:

─¿Podemos hablar un minuto? ─la chica lo miro desconcertada─. Por favor ─añadió rápidamente, al verla a los ojos, estaba tenso, pero más atento, más de lo que se le hubiera visto nunca.

─Ca… claro ─tartamudeo ella, sin podérselo creer aun.

Ariel le señalo una mesa vacía con un rápido vistazo y un brusco movimiento de cabeza. Ana se puso de pie con cierta dificultad al principio, pero pareció encontrar la determinación en algún momento mientras se levantaba de su asiento, pues cuando caminó lo hizo más segura y decidida que nunca. Allí, donde los dos pasaban entre las pesas, dejaban una estela de susurros y miradas de curiosidad e incredulidad.

La mesa a la que se dirigían, era una de las pocas que siempre estaban vacías, muy al fondo de la gran cafetería, aunque todavía había muchos estudiantes, formando el acostumbrado barullo.

─¿Puedes creerlo? ─soltó por fin Beth, después de recuperar el habla.

Lion sí que podía creérselo, pero no dijo nada, y trató de esconder la expresión que luchaba en su rostro.

─Por un momento pensé que venía por Lion ─confesó Jason, chocando repetidas veces el puño en su mano derecha, en un claro gesto de pelea. Si tan solo supiera, pensó Lion, que si eso llegara pasar con ellos muy cerca, el miedo se les quedaría corto, estarían aterrados.

Jeson miró con preocupación a donde se había ido su amiga, seguramente esperando que no le hicieran daño de nuevo.

El resto de la comida, se la pasaron haciendo conjeturas de qué era de lo que Ariel quiera hablar con su amiga, unas cuantas muy acertadas. En todo ese tiempo Ana y Ariel no dejaron de hablar entre ellos, e incluso en unas cuantas ocasiones Lion los había alcanzado a ver riendo ligeramente.

Así es como deben ser las cosas, pensó. Y por extraño que parezca, aunque algunas veces las cuestiones sentimentales lo son, estaba feliz por su primo y su amiga, al mismo tiempo que decepcionado. Esto fue sin duda una revelación hasta para él mismo. El alivio no vino de golpe como esperaba, sino que llegaba a él gradual y lentamente.

Nunca es fácil perder y menos en cuestiones del amor.

16

Rúffus Bullock

Los meses, como siempre que la vida es más feliz o simplemente uno está disfrutándola, pasaron volando. Mayo se abrió paso, marcando la recta final en el año escolar, y en la vida de Lion, Hermes y Ariel, el final también de los arduos entrenamientos. Hermes se había esforzado de verdad y había logrado el máximo control como sus hermanos. Ahora estaban concentrados más que todo con sus ejercicios de fusión mental. A pesar de esto Demetrio insistió en que continuaran al menos practicando las técnicas que ellos mismos habían estado desarrollando.

─Concentración ─le decía Demetrio a Hermes, quien estaba al máximo de su poder (Estatus cuásar de la escala MeeQ) con el ligero brillo en la piel, sus ojos como topacios sólidos con esa extraña luz, del mismo color, que sustituía las pupilas en ellos. Era media tarde y estaban en las afueras de la Domápolis, en el mismo sitio que siempre usaban para practicar sus técnicas con energía.

Con un movimiento por completo imperceptible a los ojos normales, Hermes creó en sus manos dos haces de luz blanca que chocaron silenciosamente, apenas con un ligero siseo, con una de las pocas colinas de tierra que quedaban, estas no la hicieron estallar, pero la cortaron en cuatro limpios pedazos, atravesándolas a la velocidad del rayo, en forma de x. Tres de ellos se desmoronaron contra el suelo de ese terreno inhóspito al caer. Solo quedó una base puntiaguda.

─Muy bien ─lo felicitó su tío.

Se mantenía de pie detrás de su sobrino, mirándolo serenamente.

El siguiente fue Ariel, uso primero su técnica de ataque rápido múltiple, que disparaba de sus dedos, que impactaron alrededor de una un montículo de tierra cercano, para luego sorprender a su tío con un ataque nuevo, creado por él. Entró en su máximo estado, en una abrir y cerrar de ojos, ahora era más fácil para los tres. La luz había salido y parecía una especia de flash en su cuerpo. Su técnica era simple pero podría ser útil. Ariel creó una esfera de energía blanca, del tamaño de un balón, con su mano extendida hacia adelante, y la lanzó a la misma velocidad que su primo, pero con una ligera floritura de su mano, esta parecía ir directo al pequeño montículo que quedaba de la colina que Hermes había utilizado para practicar, pero inesperadamente la rodeo y chocó con la que estaba detrás, en un colosal impacto. Guau, dijeron todos aplaudiendo, incluso Lion lo hizo, ahora las cosas iban mejor entre su primo y él, quizá aún no fueran los mejores amigos, pero ahora que estaba con Ana, parecía más relajado, hasta feliz y se toleraban lo suficiente como para hablar ocasionalmente. A veces hasta se sentaban en la misma mesa, cuando estaban con Ana sus demás amigos, incluso Hermes lo hacía, pero solo cuando estaba su primo. Todos en el colegio no se creían la repentina tregua.

Ariel, en agradecimiento, Inclinó la cabeza con una sonrisa satisfecha.

─Eso fue impecable Ariel, excelente ─le aseguró Demetrio.

Ahora era el turno de Lion ¿Qué podía hacer? había estado ideando una técnica hacia unas semanas, pero no había salido como esperaba. Ya no necesitaban usar las armaduras de Hefosterínio para entrenar, salvo que quisieran, ya habían superado todos los niveles de gravedad, hasta el máximo que es doscientas atmosferas y ahora les daba lo mismo llevarlas o no, debido al inmenso poder y dominio que habían alcanzado. A veces solo usaban sus Intercodice, para saber la cantidad exacta de energía que habían alcanzado, pero hacia algunas semanas los habían dejado de usar con regularidad. Solo llevaban el traje contendor, excepto Demetrio que llevaba ropa normal y su acostumbrada chaqueta de cuero negra.

Con mucha concentración, y cuidado, Lion entró en calor, su poder alcanzo el nivel Cuásar con la misma rapidez que los demás. Ya en ese estado, con mucha calma y paciencia puso en marcha su técnica:

Primero hizo la habitual, la luz blanca fue hasta la punta de sus dedos, luego se concentraron en el centro de su palma donde alcanzaron el tamaño de un balón de básquet, tal como había hecho Ariel. Pero en vez de simplemente impulsarlo al frente, lo dejo flotando en el aire, esta se quedó allí, como un pequeño sol blanco, independiente. En un abrir y cerrar de ojos, se apareció frente al montículo de tierra que había dejado Hermes en su ataque, y se posicionó a una prudente distancia, desde otro ángulo, a su derecha, con un movimiento de manos dirigió la esfera, que estaba quieta en el sitio donde la había dejado, y esta, un poco vacilante pero obediente, fue a su encuentro con el montículo y lo hizo estallar con un gran estruendo como de bomba, levantando una considerable cantidad de tierra, que ascendía como una columna humeante de una chimenea.

─Muy bien ─susurro Demetrio con apreciación─ la has mejorado, ahora la controlas con mejor precisión, pero aun tienes que seguir practicando, es una técnica difícil, pero no imposible, dirigir la energía a voluntad requiere un control perfecto de tu mente.

No era precisamente un cumplido como los que les había hecho a los otros, pero Lion lo aceptó a regañadientes. Claro, como no es uno de sus sobrinos queridos. Con el ceño fruncido y sin decir nada, salió de su nivel máximo. No sabía por qué, pero últimamente se enojaba con demasiada facilidad. Esto no pareció pasar desapercibido para Demetrio.

─Es solo que has elegido una técnica más difícil que la de tus hermanos… ─comenzó.

─Quieres dejar eso ─lo interrumpió Lion, irritado, moviendo bruscamente la cabeza─ Yo no tengo hermanos.

Demetrio parecía impresionado y ofendido, era la primera vez que Lion le respondía de manera tan altanera.

─Sabes que me refiero a que todos somos… ─comenzó a explicar, igual de irritado, Demetrio.

Para su sorpresa, la de Hermes y Ariel, Lion se fue volando. Tan rápido que fue como si desapareciera de golpe, rompiendo la barrera del sonido y el suelo a sus pies. Los sorprendidos rostros de sus compañeros se quedaron un momento grabados en su memoria.

Algo le molestaba, pero no sabía qué ¿Fallar en su técnica casi perfecta? ¿La evidente preferencia de Demetrio? Quizá.

Pero lo más probable, era que fueran las pesadillas que había estado experimentando esos últimos meses. Cada vez más frecuentes. Eran muy vividas, pero se volvían frustrantemente borrosas al despertar. Y siempre veía los ojos cafés de su madre y el cabello rubio de su padre, alejarse sin que él pudiera hacer nada más que observar. ¿Intentaba algo o alguien, tal vez su subconsciente, prevenirlo de que los perdería a los dos? ¿De que perdería ahora a su madre como perdió a su padre, sin poder hacer nada y quedarse completamente solo? No, pensó, eso no lo permitiría, debía estar preparado, debía entrenar y volverse más poderoso e invencible que ninguno que existiera en el mundo, que decir el mundo el Universo entero si era preciso. No le gustaba nada esa sensación de pérdida al despertar de sus pesadillas, era insoportable.

Volar lo calmaba, el aire contra su cara le aliviaba tremendamente, en ese momento no sería más que una sombra borrosa que atravesaba las nubes a una velocidad mayor a la del sonido. No sabía cuánto tiempo llevaba en el aire, pero aun así descendió a una verde colina que estaba cerca de una playa desierta. Era un paisaje espectacular el que se veía desde allí. El agua de mar se veía cristalina bajo la luz de la tarde, la arena parecía suave y blanca desde esa distancia, mientras un centenar de palmeras y árboles rodeaba el paradisiaco lugar en forma de media luna. Se quedó sentado en una roca que estaba en el borde de la colina disfrutando de la vista, tratando de vaciar su mente, de no pensar.

Pasó mucho rato allí, solo observando el maravilloso y despejado atardecer, que dibujaba ondas doradas sobre la superficie del mar, mientras la luz decreciente del sol teñía las hojas de los árboles de rojo, sintiendo también la cálida brisa que le rosaba el rostro, similar a una delicada caricia. Escuchando como las aves cantaban y aleteaban con premura en el bosque en busca de refugio. Sonidos que se mezclaban con el del batir de las olas en la orilla, dando origen a una relajante música natural. Hasta casi podía sentir el olor del sol y el sabor de la sal del mar. Todo allí, la luz, el cielo despejado, el agua, el viento, las aves y hasta el aire que respiraba… era Paz. Sin buscarlo, escogió el lugar perfecto para relajarse.

Se quedó así mucho rato, en silencio, sumido en un relajante letargo mental, que hacía mucho no disfrutaba, mientras absorbía cada detalle de esa pequeña maravilla de la naturaleza.

Hasta que escuchó el sonido de alguien que volaba hacia ese lugar también. Oyó como se acercaba, a sus espaldas, y aterrizaba ligeramente sin hacer apenas ruido, pero él ya conocía demasiado bien ese sonido como para no notarlo y su oído era más desarrollado de lo normal. Sin duda debía ser Demetrio o Artemio.

Pero no, para su enorme sorpresa era Ariel.

─¿Cómo te encuentras? ─le preguntó este de forma forzada.

─¿Te importa? ─evadió él de vuelta, sin molestarse en girar a mirarlo, apenas se alteró al escuchar su voz.

Él no le respondió al instante, sino que pensó bien en su respuesta.

─No mucho la verdad ─admitió al fin, en tono más relajado.

─¿Entonces qué haces aquí? ─inquirió Lion a la defensiva─. Te envió Demetrio ─resolvió él mismo.

Ariel no respondió.

─Bingo ─susurró Lion, sin mucho interés.

─No, no me envió nadie ─ahora era Ariel quien se ponía a la defensiva.

Se sentó en un troco, a una prudente distancia de Lion, ahora se podían ver de reojo. Ambos viendo el espectacular atardecer. Lion lo miró, sin comprender, al cabo de un rato en silencio, qué se proponía.

─Vine porque quise y ya ─aclaró Ariel, irritado por la mirada de Lion.

─¿A qué?… ─exigió saber─. Sabes, a lo mejor no fui muy obvio cuando me fui repentinamente irritado del entrenamiento, pero eso significa que quería estar solo ─agregó sarcásticamente.

─No, de hecho fuiste más que claro ─señaló su primo, parecía divertido a su pesar─. Demetrio está muy ofendido por eso.

─Me da igual.

Ariel se giró y lo miro incrédulo:

─Sabes, entiendo más de lo crees cuál es tu frustración, yo mismo la he sentido.

Lion, por toda respuesta, se giró hacia el atardecer otra vez, preguntándose que pretendía su primo, sermonearlo, si era si, prefería al anterior Ariel. Al menos una buena pelea con bastante sangre podría calmarlo un poco.

Pero no, en que estaba pensando, la última vez casi acaban con en el mundo.

─¿Y bien?… debo escucharte porque se supone que vas a hacerme entrar en razón, contándome tu testimonio personal y… ─Lion hablo sin pensar, las palabras salieron de su boca sin poderlas detener, pero no estaba dispuesto a soportar que le hablara como a un descarriado.

Ariel no parecía feliz y cuando habló de nuevo lo hizo con ira contenida. Todavía quedaba algo del conocido bravucón:

─No, no pienso hablarte de mi vida ─le aseguró, como si fuera lo último que haría en la vida.

─¿Entonces a que vienes?… Porque sigo sin entender.

─Solo… para decirte que no sigas por ese camino, ya lo he cruzado y no deja nada bueno a su paso, lo sabes, lo que sea que te moleste resuélvelo de forma racional, sin huir cuando intenten ayudarte ─pensó en algo antes de continuar─. Te estas comportando como un hipócrita.

Lion se puso de pie, también su primo, ambos cara a cara otra vez con la ira dibujada en sus rostros.

─¡Ah sí! ─le espetó Lion─. Ahora eres una clase de noble héroe, porque la verdad es que no te queda.

─¡No, solo sé lo que es sucumbir ante el orgullo, la soberbia y el odio! ─gritó Ariel, le molestaba tanto hablar de eso como a Lion escuchar, pero parecía querer pagar una especie de deuda interna─. No digo que ya no lo sienta cada vez que demuestras avanzar más rápido que nosotros en los entrenamientos… ─no terminó lo que iba a decir, pero parecía más calmado, solo el rojo de su rostro quedaba como prueba de su momentáneo arranque de ira. Pero eventualmente este se fue calmando también, como su estado de ánimo.

─¿Acaso viste como me fue hoy? ─dijo Lion, también más tranquilo, volviendo a sentarse en la roca, mirando de nuevo al mar. El sol ya estaba sumergido hasta la mitad en el horizonte y parecía hundirse como un barco a la deriva en el océano.

─Está claro que es por hay algo que te preocupa, de no ser así, nos habrías superado con creces a Hermes y a mí. Crees que no nos damos cuenta; tú poder a superado los límites antes que nosotros, eso quedo claro cuando rosaste el nivel Supernova al intentar detener mi energía cuando mi padre me poseyó la otra noche ─admitir esto le hacía arrugar la nariz de disgusto, como si algo en ello apestara.

─Eso no es verdad ─dijo sorprendido Lion, pues no se había dado cuenta.

─Eres el único que no lo ha notado al parecer ─masculló con ironía su primo, soltando una risita amarga—. Escuché a mi tío decir, luego de que tú te fueras de la mansión después de salir de las Asclocapsulas, que sí, al poseerme mi padre alcance un estado muy fuerte, pero que tu… cuerpo de alguna manera al detectar el peligro logró rosar el nivel supernova lo suficiente para contenerme, a pesar que ellos, que si estaban en ese nivel, se vieron superados por mi cuerpo y que fui yo quien empujo de vuelta a él mi energía desbordada.

Lion estaba desconcertado, no sabía que decir, si lo que le decía Ariel era verdad, a sus ojos, los de Hermes y su tío, su comportamiento debía haber sido de lo más petulante y engreído, aunque fuera sin intención.

─Si… hay algo que me preocupa ─confesó Lion anonadado─, y si salí de allí fue por eso no por… ─no sabía cómo continuar, pero su primo comprendió la dirección de sus palabras.

─Nadie ha pensado que lo hiciste por arrogancia ─dijo Ariel, moviendo la cabeza como queriendo decir: típico─. Nadie pensaría eso del intachable hijo de Bacco, para nosotros era obvio que tu reacción exagerada no era más que fruto de tu frustración ─volvió a sentarse también donde estaba antes─. Desde hace días nos hemos dado cuenta que algo te está quitando el sueño, pero nadie te dijo nada por consideración, pues no estábamos seguro de a qué se debía tu actitud.

Lion abrió mucho los ojos, y él que pensó que había sido discreto ¿O será que los de su raza se conocen así de bien entre ellos?

─Sinceramente ─admitió─, ni yo estoy seguro aún de lo que me está pasando ─se sentía apenado, por primera vez desde que salió huyendo.

─Bueno, eso sí que aclara las cosas.

─¿Te burlas de mí? ─de nuevo sentía decaer su humor.

─No ─se apresuró Ariel, con mirada hostil─. Es obvio que esa es la raíz de tu frustración.

─Ah, bueno ─dijo Lion sonrojándose─. Supongo que en eso tienes razón también.

Últimamente estaba tan irascible e inconstante con todo el mundo, a veces hasta con sus propios amigos, pero estos pensaban que era estrés por los exámenes finales, y él no había desmentido esta teoría.

─¿Crees que esto es fácil para los demás? ─inquirió de pronto Ariel─. Yo debo guardarle el secreto a Ana, debo lidiar aun con lo ocurrido con mi padre muerto, Hermes está preocupado de no seguirnos el paso, y mis tíos constantemente se preocupan por nosotros por todo lo demás ─soltó un resoplido de indignación al final.

Lion no respondió, poniéndolo de esa manera; Ariel volvía tener razón, quien era él para imponer sus problemas a los demás cuando todos tenían los suyos propios, de verdad comenzaba a dudar de que no se estaba volviendo egoísta y egocéntrico, aunque los demás no quisieran verlo. Las dos cosas que más odiaba en una persona se revelaban ahora en él mismo. Como pudo ser tan ciego para no verlo venir.

Sus primos debían pasar lo mismo o peor, al menos Ariel, que había vuelto con Ana, y debía guardarle un secreto tan grande, sin saber cómo reaccionaría si se enterara de la verdad. Hermes, aunque siempre parecía tranquilo, debía sentir una presión constante al entrenar con ellos, cuando claramente siempre avanzaban un paso antes que él. Como si no fuera suficiente, Artemio y Demetrio preocupados por su bienestar y el del planeta entero, todo ese peso en sus propios hombros. Era un desagradecido, mezquino y se odió en ese momento por eso. Habían hecho todo por protegerlo y él lo agradecía comportándose como un niño malcriado.

Ariel había acertado, pensó, era un hipócrita, no le había dicho él mismo una vez que su familia solo trataba de ayudarlo porque lo querían; cuando este se estaba portando tan irracional por sus celos infundados. Lion lo había ayudado también, dejando de lado su orgullo natural e instinto pendenciero, que era más parte de su naturaleza Croniana que otra cosa. ¿Y que hizo su primo entonces? No fue tragarse su propio orgullo y enfrentar a su propio padre antes que a él, la persona que más odiaba en ese momento.

Si en algo se había equivocado Ariel, era de haber pensado una vez que no se sentía digo al compararse con él. Pues Lion tampoco se consideraba digno de nada en ese momento.

─Bueno si ya terminaste de auto-flagelarte y auto-compadecerte ─le apremió su primo con firmeza─, deberíamos volver.

Jamás se le habría pasado por la mente que precisamente Ariel fuera el que lo hiciera entrar en razón. Realmente era la última persona que esperaba ver en esa situación. A pesar de lo incomodo que había sido, se lo agradecía.

─Si, vamos ─aceptó poniéndose de pie mientras ya solo asomaba un pequeño rayo de sol en el agonizante.

Ambos se fueron, despegando con el acostumbrado estallido, y travesando el oscurecido cielo como dos estrellas fugaces, justo cuando el sol se hundía por completo en el horizonte y un último destello lo bañaba todo.

Para la siguiente sesión de entrenamientos, Lion había logrado perfeccionar su técnica. Era increíble lo bien que había sido hablar con alguien de todo aquello. Aunque todavía estaba confundido por sus preocupantes pesadillas, no creía que fuera buena idea contarle acerca de ellas a alguien, por miedo a que pensaran que era estúpido o que se estaba volviendo loco. Sin embargo veía las cosas desde una nueva perspectiva, al no dejar que le afectara en su relación con los demás. Si, le hubiera gustado contarle a alguien sobre ellas, pero solo había pensado en Artemio. Quien últimamente estaba muy agitado y ocupado por algo. Lion pensó que podría ser por su trabajo en una compañía que había creado con su esposa Amelia. Pero como Lion entendía poco sobre negocios, le interesaba más lo relacionado con la ciencia y la enseñanza, no se enteraba del todo. Esperaba ser profesor universitario algún día, ese había sido su sueño desde niño, cuando su madre le ayudaba a estudiar.

Así que no le quedó más remedio que bloquear esa preocupación hasta que pudiera hablar con Artemio. Pero sabía que era cuestión de tiempo que estas lo abrumaran de nuevo. Aceptar que debía dejarse ayudar era el primer paso, y le había calmado un poco, lo suficiente para continuar con su vida cotidiana.

Demetrio había aceptado sus disculpas de forma tosca, era increíble lo mucho que se parecía a su sobrino favorito, Ariel, en ese aspecto.

Los exámenes habían llegado fundiéndose con junio. Ya casi salían de vacaciones. Tanto él como sus amigos estaban trabajando duro para salir bien en ellos. A pesar de esto, a veces sentían el impulso de salir y olvidarse del trabajo un rato. En su casa todo marchaba bien también, su madre estaba tranquila y había dejado las bofetadas, gracias a Dios, pensó Lion.

Estaba de nuevo en ese bosque extraño, rodeado de altos árboles de húmedas hojas caídas, el camino era sinuoso y se extendía por entre ellos como una serpiente, la oscuridad de la noche le daba un falso aspecto abismal que lo hacía sentir que podía caer por el en cualquier momento. Sin embargo, él lo recorría con decisión.

A medida que se acercaba al final de este, pudo distinguir un arroyo. Al llegar a su orilla vio de nuevo la extraña nave negra, compacta, individual, ovalada y hundida en la tierra. Se acercó a ella, pero antes de que pudiera llegar, la compuerta se cerró, uniendo la otra mitad y formando un objeto hermético como un huevo, impidiéndole distinguir bien su interior, trato de acercarse y ver por el oscuro cristal superior, y cuando lo hizo, de nuevo fue tirado de golpe del lugar. Lo último que logró ver fueron unos grandes ojos de color café oscuro en los bordes y un tono más claro a medida que se acercaban a las pupilas, los de su madre, y el cabello rubio de un ligero tono broncíneo que los cubría, el de su padre. Pero esta vez logró ver algo más antes de despertarse: tres altas y anchas sombras que lo rodeaban y le hacían sentir un terror que nunca había experimentado. Un terror que le recordaba a la muerte.

Se despertó sobresaltado, pero esta vez no gritó, solía hacerlo últimamente, despertando a Génova. Se estaba acostumbrando a las pesadillas, eso no era bueno, porque esto hacia que lo abrumaran incluso más. ¿Qué significan? Pensó, habían dejado de asediarlos desde hacía tiempo, incluso antes de mudarse, ¿Por qué habían vuelto?

Habían cambiado, pero eran las mismas de algún modo.

─Se acabó ─pensó, tomando una determinación.

En la mañana hablaría con Artemio, era en la única persona que había pensado en contárselo, podría decírselo a su madre, pero presentía que eso solo serviría para preocuparla más.

Trató de quedarse dormido, pero no lo logró sino hasta las tres de la madrugada. Cuando despertó, en lo que le pareció un segundo después, iba tarde al colegio, era jueves y solo le quedaban dos semanas de clases por ese año escolar, se acercaba julio, solo debían preocuparse por los exámenes finales unos días más. Había planeado ir a la playa, una de las artificiales de la Domápolis claro, para celebrar las vacaciones. Su madre se había apuntado, también todos los Grum, hasta el taciturno Demetrio había aceptado ir.

Se la pasó toda la tarde, de ese día, ansioso porque fuera la hora de salida de la escuela, seguro que la sabiduría de Artemio lo ayudaría a arrojar algo de luz a sus cavilaciones. Cuando al fin sonó la campana marcando el fin de las clases, corrió a su auto, después de despedirse de sus amigos, fue a su casa, se cambió rápidamente el uniforme, por unos jeans y camiseta de manga corta gris, de algodón. Salió a toda prisa y se dirigió a la mansión unos minutos después.

Cuando llegó vio un auto estacionado enfrente, un elegante, aerodinámico auto negro, más largo de lo normal y con las soberbias iníciales RB en la matricula, era el tipo de auto que tenía los más avanzados sistemas que existían en el mundo, puertas automáticas, neumáticos esféricos ocultos debajo de el, como la mayoría, con un diseño soberbio y lujoso, era un espectáculo de la tecnología por donde se mirase. Único, de esas ediciones especiales para los ricos y poderosos que vienen con un sistema de manejo autónomo.

Cuando se disponía a entrar a la casa, después de babear por el lujoso auto, Vio a Linc saltando por los arbustos., merodeando el coche con malicia en sus ojos. Iba a decirle que intentar arañar algo tan espectacular era un crimen, pero tenía prisa.

Entró, escuchando el acostumbrado saludo de la casa, y no había nadie por allí. Subió directo al despacho de Artemio, recorrió el largo pasillo y cuando estaba a punto de tocar, lo escuchó gritando.

─¡No me interesan tus amenazas!

─Sé que no le espetó alguien, con voz petulante y ronca─. Pero te recuerdo que si insistes en eso, me veré obligado a revelar cierta información a los agentes de Seguridad Nacional y puede que hasta algunos de los de Seguridad Global.

─¿Perjudicaras a tu propia hija y a tu propio nieto? ─recriminó Artemio con voz contenida─. Hasta de eso eres capaz… me das asco.

─Los insultos de un viajero no me afectan ─le aseguró el otro, aunque sonaba ofendido.

─Ah sí, pues te recuerdo que ésta sigue siendo mi casa y de mi esposa, así que aquí el “viajero” eres tú, invadiendo nuestro espacio ─le recordó con fingida educación Artemio.

Lion sabía que Viajero como término peyorativo, equivalía a decir visitante indeseado en la Capital. Era raro ver tan enojado a Artemio, nunca lo había visto alterarse de esa manera.

Hubo un silencio incómodo.

─Pues ya veremos por cuanto tiempo ─comentó el sujeto extraño.

─¿Qué tratas de decir? ─preguntó Artemio, en voz baja, como si tuviera tensa la mandíbula.

─El que todos estos años haya estado protegiendo los secretos de mi hija, y te recuerdo que lo he hecho solo por ella —aseguro el otro hombre en voz baja—, no quiere decir que he llegado ha tomado afecto.

─Por supuesto que lo tengo claro ─se burló Artemio con amargo resentimiento─. No se puede sentir lo que no se tiene.

─Escucha muy bien lo que te diré maldito ─inquirió el otro de golpe─: es la última vez que encubro a uno de tus aberrantes congéneres, sé que los estas entrenando, para qué aun no lo sé, lo admito, pero lo averiguare, tenlo por seguro.

─¿Y qué harás cuando lo averigües?

─Tu podrás creerte lo más poderoso del mundo o del universo entero si quieres, pero hace mucho que la humanidad dejo de creer en dioses ─comentó de forma enigmática, el hombre extraño.

─¿Qué has hecho? ─Artemio debía estar más enojado que nunca, porque su voz era inusualmente baja ¿O tal vez era por el miedo?─. ¿Con el icrom? ¿Qué hiciste? ─exigió saber a la desesperada.

─Eso dejó de incumbirte cuando dejaste de trabajar para mí, querido yerno.

─Sabes bien, porque te lo he dicho ya, que como arma el icrom rebasaría cualquier control humano.

─Eso dices tú, y no te atrevas a sentirte superior a nosotros, sé que no has compartido todo conmigo, además, yo juré que me vengaría de lo que ese maldito bastardo me hizo en su tiempo, de lo que me arrebató.

─¡Bacco ya no está y gracias a eso es que respiras maldito desagradecido! ─gritó Artemio.

Lion estaba congelado en su sitio, ¿Qué demonios estaba pasando allí dentro? Y ¿Qué tenía que ver con su padre en eso?

─¡Esa escoria casi me costó lo que con tanto esfuerzo construyeron mis padres y mis abuelos además de costarme lo que más quería en la vida!

─Los que también casi acaban con el planeta, que ahora se ven obligados a reparar.

─Así como tu raza hizo con el suyo ─la voz del otro hombre era maliciosa, casi como una caricia previa a la bofetada─. Al menos aún tenemos uno, y tú no perteneces a él.

─¡MALDITO EFERMO! ─dijo Artemio fuera de sí.

Hubo un ruido espantoso dentro, como si la habitación se derrumbara, por un momento dio la impresión de que todo estaba volando por los aires allí dentro.

Entonces escuchó el gritó de Artemio, uno que expresaba un terrible dolor. Esto hizo reaccionar a Lion sin pensar. Entró precipitadamente al despacho.

La visión era más aterradora de lo que había pensado, el escritorio estaba volcado y había chocado, arrojado por Artemio seguramente, con uno de los altos estantes de libros, haciendo caer a la mayoría y partiendo parte de la madera que lo formaba. Pero lo peor no era eso, sino algo mucho más inesperado e inquietante; Artemio estaba de rodillas, medio adormilado, en su habitual traje negro, frente a un hombre alto y delgado, de bigote, barba y pelo blanco, que vestía un soberbio traje azul marino y corbata plateada, sus ojos, que se encontraron con los de Lion, eran de un frio azul oscuro y lo miraban con una mezcla de odio y satisfacción por lo que le hacía a Artemio, así como con desconcierto por encontrarse al muchacho allí parado. Era Rúffus Bullock, el multimillonario dueño de medio continente nada más y nada menos, lo conocía por la prensa, que siempre hablaba de su compañía, la más importante del continente y quizá hasta del mundo entero. Sostenía en su mano izquierda una especie de esfera dorada del tamaño de una pelota golf, que emitía una luz roja sangre por algunas aberturas de las extrañas formas rúnicas que la cubrían, y con la otra; una extraña daga, que parecía hueca en el centro, pues estaba constituida por dos hojas en forma hélices en espiral, cuyas afiladas puntas se unían en la cima, estas a su vez, manchada de sangre fresca. Supo al instante lo que había ocurrido: ese hombre de alguna forma había conseguido Hignos, el poderoso somnífero Croniano. Artemio les había enseñado, aunque solo por hologramas, algunas de las sustancias que habían existido en su planeta, sus propiedades y características.

Actuó sin pensar otra vez, guiado por la ira y el miedo de que le hiciera daño a Artemio, su mentor y amigo. En un abrir y cerrar de ojos llego a su lado.

Rúffus, asustado, levantó la extraña esfera y la apuntó hacia él. Lion sintió como su cuerpo se debilitaba de pronto, haciendo que las piernas se le aflojaban de una desagradable forma, embotando sus sentidos, haciendo pesados sus parpados; todo eso combinado lo hacía sentir como si estuviera a punto de caer en un profundo sueño.

Artemio había caído de lado en ese momento, sangrando de un lado de su pecho, aun débil por el efecto de la extraña sustancia emitida en forma de luz. Rúffus reía ligeramente con arrogancia y suficiencia.

Lion no supo si fue por la ira de verlo regodearse de su sufrimiento momentáneo, o por lo que lo había oído decir de su padre, pero cuando sus rodillas estaban a punto de doblarse, este se volvió a erguir todo lo alto que era, mucho más que el hombre que lo apuntaba con la luz de Hignos. Esta ya era inútil contra él, sentía el poder aumentar cada vez más en su interior, protegiéndolo de la influencia de la extraña sustancia. Rúffus abrió mucho los ojos al ver que su invento ya no tenía el efecto deseado sobre su víctima.

Lion se la arrebato de las manos con un fugaz movimiento y lo hizo pedazos como si fuera una delicada bola de porcelana, aplastándola entre sus palmas, hasta hacerla menos que polvo. Dio un paso adelante y el anciano dio varios hacia atrás, asustado, soltando la daga que hizo un espantoso tintineo al chocar contra el suelo.

─No, Lion ─le ordenó Artemio en un susurro lastimero, como el de un animal herido, mientras se ponía de pie con dificultad─, no vale la pena.

Lion retrocedió enseguida, aliviado de verlo recuperarse rápidamente y lo ayudó a incorporarse haciendo que se apoyara de su hombro.

─Esto no se quedara así, ahora que sé que estas aquí, tú pagaras las deudas de tu padre, muchacho ─lo amenazó Rúffus, quien salió, elegantemente, pitando del despacho, destilando aversión, odio y arrogancia por cada poro, pero sin embargo aun pareciendo asustado. Una combinación sin duda peligrosa en una sola persona y más si esta se deja guiar por el odio.

─¿Estás bien? ─preguntó el chico sin inmutarse, observando aun por donde se había marchado el Sr. Bullock.

─Si, tranquilo, sobreviviré ─aseguró el hombre─. Por suerte no sabía que el efecto es peor si se ingiere o entra en el cuerpo de alguna manera.

─¿Cómo es que consiguió esa sustancia también? ─quiso saber Lion, indignado.

─La robó, de mi antigua casa, junto con esa daga —añadió señalando el suelo, donde esta había caído, justo al lado de los pedazos de la esfera—. Es la daga que mató a tu abuelo, Bocaró, claro que su mujer, Areda, sabía que solo dentro de la daga podría matar al Kron, como ya te conté una vez. Ruffus debió extraerle el Hipnos y usarlo en la esfera. Es por eso que mande a construir esta casa, una con nuevos sitios de seguridad secretos. Siempre ha querido todo la tecnología que recuperé de la nave en la que vino Arieón, sabe que no he compartido todo lo que sé de nuestra raza con él y esa sustancia venia en ella, dentro de un capullo de cristal en el centro de la daga ─gradualmente Artemio iba recuperando sus fuerzas y su herida iba sanando─. Aunque debo admitir que fui un tonto en conservarla, debí destruirla de inmediato.

─No podías saber que averiguaría tanto ─Lion estaba intrigado por cómo un hombre común de la tierra, por más ricos que fuera, había logrado averiguar tanto sobre algo que no conocía casi nadie, y los únicos que si sabían, jamás se le contarían.

Esto lo hacía estar más consiento de un poder que él creía insignificante después de haber visto todo lo que había visto: el del “dinero”.

─¿Crees que era todo lo que tenía de esa cosa?

─Si, apenas había una muestra pequeña, y a diferencia del Icrom, el jugo de Hignos no se puede replicar, solo se sacaba de la flor del mismo nombre que se extinguió con nuestro planeta ─le recordó.

─Por lo menos ─Lion se relajó.

No le gustaba la idea de que un hombre tan perverso, como parecía ser Rúffus Bullock, tuviera a su disposición más tecnología capas de afectarlos. Tenía suficiente con saber que tenía Icrom.

─Lion, disculpa pero ¿Querías algo? ¿Qué te ha traído por aquí? ─le preguntó Artemio, educadamente.

─Sí, claro, con el incidente se me había olvidado ─reaccionó Lion, que ahora no se arrepentía de haber ido, porque quien sabe lo que hubiera hecho Rúffus con su amigo─. Es que últimamente… ─comenzó el muchacho, no muy seguro, había empezado rascarse la ceja derecha con el dedo índice; en un claro gesto de nerviosismo─. He tenido estas pesadillas, que por alguna razón me dejan confundido, asustado y preocupado… más bien, quiero decir, como una sensación de pérdida.

Bueno, ya estaba, lo había dicho al fin. Artemio lo observó un momento, y pereció reflexionar, sus insondables ojos del color del topacio no dejaban los suyos.

─¿Me dirás de que se trata tu sueño? ─le preguntó el hombre con gentileza.

─Si claro ─que tonto soy, pensó Lion, y le contó con lujo de detalles la última pesadilla. Cuando termino de relatárselo, Artemio se giró repentinamente, dándole la espalda, quería ocultar su expresión, era obvio. Algo iba mal ¿Qué significaba su reacción? ¿Sabía de qué se trataba?

─Creo que no debes dar tanta importancia a esas cosas Lion ─le aseguró, fingiendo ir a ver por la gran ventana que daba al gran patio─. A veces los sueños son solo eso, sueños, y no hay que darles tanta importancia, no hay nada a lo que debas temer.

Después de unos minutos se giró lentamente y lo miró de nuevo, su rostro estaba ahora inexpresivo. Parecía tener prisa, pero más por salir de esa embarazosa situación que por algún que hacer importante. Lion podía notarlo.

─Ahora si me disculpas ─comenzó a despedirse─. Debo arreglar unos asuntos de negocios… espera a mi hermano por favor, seguro tiene algo que enseñarles esta tarde… adiós ─sin más, recogió la daga y salió.

Lo dejo allí plantado, como una estatua, solo, más desconcertado y confundido que antes. Miró unos segundos la puerta por donde había salido, preguntándose qué había sido todo aquello, era un comportamiento poco habitual en su amigo y mentor.

Maldiciendo por lo bajo y arrepintiéndose de haberle contado lo de su pesadilla, porque ahora estaba aún más preocupad que nunca, se fue.

17

Extraño accidente

Era más que obvio que le estaban ocultando información, además, Artemio se había ido sin que pudiera preguntarle por qué Rúffus los odiaba tanto y a qué se refería con lo que había dicho respecto a su padre. Una cosa era obvia, Bullock sabía de ellos y hasta los había estado protegiendo, aunque fuera solo por su hija, eso lo había dejado claro. Además de un aprecio inigualable por su hija, y no era raro, era la única familia que tenía, pues era viudo y estaba solo. También el que Artemio la separara de su lado debía haber contribuido más a su odio por él y los de su raza.

Lion se fue a casa, confundido, sin esperar a Demetrio, ahora podían saltarse algunos entrenamientos si querían.

Cuando llegó a ella, estaba a punto de gritar, ¿Quién iba a responder a sus preguntas? Y allí se encontró a Génova, en la pequeña sala, viendo en la delgada televisión, que no era más que un fino panel de vidrio, un programa de noticias, esperándolo.

─¿Qué ha pasado? ─le preguntó al ver su expresión. Estaba anocheciendo, y ella iba con su largo camisón rosa de seda. Lion fue al sofá y se sentó a su lado, luego se desplomo en su regazo, y ella comenzó acariciarle el cabello.

─¿Qué pasa mi cielo? ─insistió─. ¿Va mal algo con los exámenes o es con los entrenamientos?

Lion soltó un hondo suspiro, no sabía que decir, pero en un momento de inspiración decidió preguntarle algo sobre parte de su preocupación, ella debía de saber algo al respecto.

─Hoy conocí al Sr. Bullock, estaba con Artemio cuando fui a verlo esta tarde ─su madre se tensó perceptiblemente.

Lion se irguió y la miro a los ojos.

─Ah, sí ─dijo en tono tenso.

─Habló sobre una deuda que tenía con papá, parece odiarnos y saber todo de nosotros, quiero saber cómo y por qué ─dijo decidido a sacarle una respuesta.

Su madre, después de un rato evaluando que era prudente y que no decir, habló resignada:

─Claro que sabe de ustedes ─admitió─. Hace muchos años, cuando aún no había llegado Artemio y los demás, él había descubierto las habilidades de tu padre, y lo había estado cazando.

─¿Cazando? ─se alteró Lion.

─Tu padre fue un hombre íntegro, siempre odió las injusticias y el mundo todavía estaba y está lleno de ella, aún más que en su hogar de origen, aunque en las ciudades y países más desarrollados no se vean tanto, hay quienes quieren ver al mundo en llamas. Así que él les hacía frente, sin revelar quién era, pero en algún punto comenzó a llamar mucho la atención, su poder era demasiado grande para ocultarlo por mucho tiempo, y los países más avanzados comenzaron a investigar, por supuesta a la cabeza iba la Corporación de Rúffus, quien dirigía la búsqueda y captura, ellos lo llamaban Individuo Peligroso, apoyados en secreto también por el Gobierno. Había, y probablemente hay, otros humanos que desarrollaron habilidades, algunas mentales más que nada, aunque no revelan detalles de estos, pero en su mayoría eran tan inofensivas para la tecnología de los países poderosos que siempre habían sido ignorados y los pocos que de vez en cuando se ven, son discriminados. Exceptuando algunos pocos, la mayoría son pacíficos. Pero como tu padre ya había salido ileso de ataques perpetrados hacia él, y especialmente como medida de los Gobiernos preocupados de su presencia, se acordó su búsqueda y captura ─era algo extraño oír a su madre hablar después de tanto tiempo guardando silencio sobre su esposo. Ahora que había soltada la lengua, casi inconscientemente, Lion no se atrevía siquiera a interrumpirla, ni a mover un musculo, estaba paralizado, por miedo a sacarla de su ensimismamiento─. Le costó millones a muchos y un día lograron atraparlo… ─hizo una pausa y miro a su hijo a los ojos, había tomado una determinación, Lion gimió ante la revelación de que su padre había sido capturado, luego recordó que eso había pasado hacia mucho ya─. Yo trabajaba para Rúffus en ese entonces ─Lion se quedó boquiabierto ante esa revelación─. Cuando lo llevaron a un laboratorio subterráneo en una instalación militar del Gobierno, fui contactada para ser una de los expertos que experimentarían con él. Por supuesto él estaba sedado, de lo contrario no tardaría en escapar, no había nada que lo detuviera una vez que se diera cuanta donde lo tenían, le habían tendido una emboscada con las más poderosas armas paralizantes y sedantes de las que disponían, el no tuvo tiempo de entrar en algún nivel de poder, estaba vulnerable en ese momento. Amelia estaba encargada de toda la investigación, ella está capacitada en Medicina, es una de las mejores del país. No estuvo de acuerdo desde el principio con que buscaran a ese hombre que lo que había hecho no era sino ayudar a la humanidad capturando a peligrosos maleantes y terroristas del continente. Y yo la apoyaba, ella y yo nos habíamos conocíamos en la universidad. Así que ambas planeamos su huida ─Génova soltó un suspiro de nostalgia─. En su huida destruyó parte de las instalaciones y del equipo costosísimo tanto del gobierno y las empresas de Rúffus. Así fue como conocí a tu padre. Yo también había estado cuando cayó inconsciente en su captura, debíamos trasladarlo y al mismo tiempo comenzar los análisis, quedé intrigada por él desde que vi esa mirada airada de ojos grises, bordeados por rayos de oro, desvanecerse lentamente, nunca había visto ojos así, incluso más atraída quedé hacia él, cuando la volví a ver antes de que escapara, en ellos brillaba la gratitud esa vez y no el reproche, después me enteré, por él mismo, que había podido oír algunas de nuestras conversaciones cuando estábamos en la habitación donde lo tenían. Amelia y yo planeando su huida. Parte de la razón por la que decidí ayudar a Amelia fue que me había contado todo lo que había logrado averiguar de tu padre, y no encontré nada que lo hiciera merecer estar allí, como un animal hasta que decidieran matarlo.

Así que esa era la deuda que tenía su padre con Rúffus Bullock, ¿El no dejarse hacer pedazos por sus investigadores?

─Por supuesto ─continuó Génova─, todo se había hecho con la mayor discreción ante el mundo, y cuando tu padre huyó, Rúffus estaba furioso con su hija, y juro vengarse de él. Porque odia lo que no entiende y les teme, cree que son inestables y que en cualquier momento ustedes pueden intentar invadir el planeta o algo por el estilo… eso es ridículo. Después de tanto tiempo debería saber que no es así ─Génova frunció el ceño─. Claro que seguía sintiendo una especial aversión sobre todo a tu padre. Su obsesión con él se debía a que unos maleantes de una banda criminal que tu padre trató de detener, le tendieron una trampa, veras Lion: hay gente que cuando se les acorrala son capases de comportarse como un animal en la misma situación, ellos tenían poder y mandaban en esos pueblos abandonados por la civilización, y no estaban dispuestos a renunciar a él. Pero tu padre se encargó de diezmarlos entregándolos a las grandes autoridades, y como es lógico, ellos querían venganza; sabían que no disponían de tantos recursos como alguien que conocían y que si podía representar un peligro hasta para su poderoso enemigo: Bacco. Rúffus había ayudado a muchos de ellos a conseguir armas peligrosas (de su propia corporación) hasta para las ciudades grandes, como parte de sus negocios sucios para atemorizar a los centros de poder del continente y estos le exigieran cada vez más avances tecnológicos y armamentistas, financiando aún más su ya poderosa corporación. ¿Y qué hicieron ellos? urdieron un plan simple pero ingeniosos y cruel: ellos secuestraron a la madre de Amelia, Cristina Bullock (sabiendo que Rúffus haría todo por ello y que todos sabían era su vida) y a unos niños de una pequeña localidad (algo que tu padre jamás pasaría por alto) e hicieron el viejo truco de hacerlo escoger, cuanto tu padre escogió a los niños, por decisión en parte también de la propia Cristina que era ante todo una mujer muy altruista, las cosas empeoraron con Bullock. Ruffus enfermó de odio y dolor, jamás se vio a un hombre tan destrozado, fue como ver a un espectro torturar a un alma en el infierno, no puedo imaginar algo tan horrible y una mejor forma de describirlo. Yo acompañe a Amelia durante este periodo de duelo. Él jamás se lo perdonó y su obsesión ya de por si profunda, se volvió implacable. La cosa es que cuando ocurrió el incidente con Arieón donde…bueno ya sabes, él se quedó más tranquilo por un tiempo. Sin embargo no ha dejado las reservas con Artemio y su hermano (y ahora ustedes) sus nuevos objetivos. Siempre hemos sabido la amenaza que representa, y después de ver como estos sujetos, los criminales de la banda desmantelada por tu padre, que no eran nadie, lograron su cometido, no podemos subestimarlo siendo él el hombre más poderoso de Amazonia en influencia económica ─su voz comenzó a debilitarse─. Él sabe solo algunos aspectos de su raza, pues cuando su hija se enamoró de Artemio y se casó con él, algo que casi lo vuelve loco. Ella no quiso seguir guardándole el secreto después de todo lo ocurrido con tu padre y Arieón, porque quería que la ayudara a protegerlos. Rúffus solo haría algo así por su única hija después del sufrimiento por el que pasó (de hecho pasó un tiempo sin que se le viera mucho la cara después de ese incidente).

“Pero nunca dejó de ser receloso de los “visitantes” como el los llama, así que exigió conocer todo acerca de ellos. Artemio y Demtrio accedieron con algunas restricciones y amenazas. Él les proporcionó protección de los Agentes de Seguridad. Llegaron a un acuerdo y hasta accedió a que su yerno trabajara para él, por pedido de su hija, y no se arrepintió, fue con mucho uno de sus mejores científico ¿Y Cómo no? Pero no dudo que parte de la razón de ayudarlos era tenerlos cerca para vigilarlos, la mejor táctica, al enemigo hay que tenerlo más cerca que los amigos, un típico pensamiento en él. Después, de alguna forma consiguió el icrom y comenzó a investigar, justo cuando despidió a Artemio, no quería que supiera, pero Amelia se enteró y su esposo supo que se estaba convirtiendo en una amenaza palpable para todos. Sin embargo Rúffus no está por encima de la ley y los tratados internacionales que prohíben las armas de destrucción masiva” ─Génova no parecía muy convencida tampoco de que esto ayudara─. “Aun así, Amelia siempre ha ayudado a mantener vigilado a su padre y a estar atenta a cualquier peligro que pueda desatar”.

Lion no sabía que pensar, ahora entendía mejor el odio irracional de Rúffus, ¿Aunque el odio irracional no era a veces la manifestación del miedo? Pero temerles solo lo hacía más peligroso y el muchacho sospechaba que había algo más, tal vez envidia. Porque ¿Qué es lo que quieren los hombres poderosos, no es acaso más poder? Y ellos tenían de sobra, uno que nacía con ellos. Algo que él debía haber ansiado tener toda su vida.

Lo odiaba, no solo por lo que dijo de su padre, sino porque a pesar de que los había ayudado, a regañadientes, pero ayuda al fin, desconfiaba de todo lo que representaba ese odiosos y arrogante hombre.

─¿Y qué hacía reunido con Artemio? ─Inquirió de pronto Génova. Sacándolo de golpe de sus cavilaciones.

─Discutían sobre todo de… ─respondió pensativo, recordando la discusión─. Creo que, porque había descubierto que nos estaba entrenando, y porque había tenido que tapar mí… incidente con Ariel, a lo mejor fue difícil hacerlo pasar ante la mirada vigilante de los de Seguridad nacional.

─Me lo suponía ─expresó pensativa su madre, se acercó y tomo la mano de su hijo y lo miró a los ojos─. Tu padre ayudo a desmantelar muchos grupos rebeldes y extremistas del mundo, la mayoría de los cuales, como te he dicho, tenían negocios o eran financiados por Rúffus, allí hay otra de las razones por las que lo odiaba, tu padre frustró sus planes en más de una ocasión. Bullock no tiene escrúpulos cuando se trata de dinero y poder, y es un hombre astuto, extremadamente listo, es un reconocido científico, con todos los estudios que se puedan imaginar, especializado en Electromecatronica. Me extrañaría, o nos extrañaría, a Amelia, Artemio y a mí, que no allá puesto ya en marcha una investigación con algo capaz de ayudarlo a hacerles frente a ustedes de presentársele la oportunidad ─sus ojos se llenaron de miedo por su hijo─. Pero si lo ha hecho, ha sabido ocultarlo muy bien, hasta de su propia hija y sus contactos, si no es que tiene algo ya, de ser así desconocemos la naturaleza de su arma.

Lion trago saliva, si su madre lo ponía así, solo podía sumar otro sentimiento por el famoso Dr. R. Bullock: miedo. Y de no tenerlo sería un tonto porque ¿no es el miedo lo que les permite a los valientes estar alertas y hacerlos actuar cuando es oportuno?

Por otro lado ¿odiarle y temerle no lo hacían como él?… desechó ese pensamiento con asco, el jamás seria como él.

─Y ¿Qué pasó después? ─preguntó para cambiar de tema y apartar esas inquietantes ideas de la cabeza─ ¿Cómo se encontraron de nuevo papá y tú después que huyera de los laboratorios secretos y ocurriera toda esa locura con Bullock?

─Bueno ─pareció indecisa en dejarlo cambiar de tema, pero continuó para complacerlo─. Yo renuncie de mi puesto en Global R. Bullock Corp. antes de que me despidieran por lo ocurrido ─comentó ella, la nostalgia viva de nuevo en su voz y sus ojos brillando ante un recuerdo más feliz─. Comencé a buscar un trabajo como profesora de la Universidad Central y seguir con mi vida, no podía sacarme el recuerdo de los ojos de tu padre, muchas veces me plantee buscarlo, pero me decía a mí misma que eso era inútil, no tenía los recursos y él era un hombre con un poder increíble. Aunque a fin de cuentas no habría sido necesario, porque él fue el que me buscó y me encontró poniendo en riesgo su propia vida ─una sonrisa genuina apareció en su rostro─. Una tarde lo encontré mientras salía de la Universidad, estaba muy cambiado, se había rapado todo su hermoso cabello rubio, se había dejado una ligera barba y usaba lentillas de color café para evitar ser reconocido por los Agentes que lo buscaban en ese momento, al principio ni yo lo reconocí debo admitir, aunque los AS, después de un tiempo, habían dejado de buscarlo por órdenes de Rúffus. Amelia me contó una vez que su padre había suspendido la búsqueda para evitar gastar más dinero, estaba seguro que se delataría solo en algún momento y no se equivocó, pero para eso paso mucho tiempo, por suerte su búsqueda no fue de dominio público, no pusieron su cara en las pantallas con un “se busca, peligroso delincuente”, al mantener todo en secreto la gente no hablaría o se preguntaría por qué dejaron de buscarlo. La mejor virtud de Rúffus siempre fue la paciencia, y de todos modos no tenía un arma con que enfrentarse a tu padre. Además él les había dado una pista falsa de que se encontraba muy al norte, contábamos con que Bullock no sabía el nombre que le dio Jen, siempre se hizo llamar Bacco y nunca revelaba nada de su pasado a nadie, ni de dónde venía, donde había crecido o de su “familia”. Después de la muerte de tu abuela él se fue y no volvió a su hogar de crianza, como no nació aquí, no aparecía registrado porque tu abuela tenía miedo de que se lo quitaran, así que cuando lo buscaron no sabían nada de su pasado y la vez que lo capturaron, ni siquiera imaginaron que no era de este planeta. Sin embargo tenían su imagen y podían implantar un reconocimiento facial, pero los cambios que se había hecho, podrían funcionar si algo así ocurría y como nunca se dio la alarma de su búsqueda, los sistemas de seguridad no estaban al tanto de su verdadera imagen.

“Así que pudimos pasar un tiempo juntos, unas semanas más tarde me propuso que huyera con él, lejos… propuesta que yo acepte de inmediato. Para entonces ya estaba muy enamorada de él, lo amaba y eso nunca cambiara ─había vehemencia en su voz─. Nos casamos aquí en la Ciudad, con ayuda de Amelia, para registrar a tu padre como ciudadano con el nombre de Bruno Baccon. Decidió por el bien de nosotros dos, mantenerse bajo perfil por un tiempo indeterminado, para llevar una vida más normal, sobre todo por tu bien. También por el hecho de lo ocurrido con la esposa de Ruffus, pues esto también lo afectó y cambio profundamente, a él y su visión de la humanidad. Sin embargo, vivimos aquí en la Capital por corto tiempo, no ejercí más mi carrera para dedicarme a ustedes, él amaba volar y hacerlo sin ser detectado era gratificante así que trabajo como piloto, aunque a él le habría gustado más hacerlo de forma natural, como estaba acostumbrado. Al final decidimos mudamos a la granja de tu abuela, él decidió volver después de tanto tiempo, nunca le había gustaba mucho la vida de ciudad. Me dijo que allí estaríamos tranquilos, que podíamos vivir de la tierra, tu padre había aprendido mucho con Jen, era un experto en eso, como en cualquier cosa que hacía. Así que le dije que si ─en este momento cerró sus ojos, como queriendo retener ese recuerdo, para no dejarlo escapar nunca, para verlo dentro de su cabeza siempre─. Cuando tú naciste todo era perfecto y luego…” ─titubeó, abrió los ojos de pronto y miró a su hijo, había miedo en ellos, como si hubiera estado a punto de decir algo indebido.

─Luego… ─la animó Lion.

No sabía que habían vivido en la granja de su abuela Jen, siempre pensó que después de la muerte de su padre, ella se había ido con él de la Domápolis Capital. Esa información debía ser una de las que se había guardado Artemio para darle la oportunidad a Génova de contárselo, agradecía eso, pues la forma en que su madre se lo había dicho, hacía que su padre fuera, de cierto modo, más real para él, anquen sonara tonto, así lo sentía.

─Luego… pasó lo que ya sabes, vinieron esos monstruos y tu padre peleó contra ellos ─mintió, Lion lo sabía, estaba harto. ¿Por qué no le había dicho que habían vivido en la granja de la abuela Jen? ¿Qué tenía eso de malo?

─Estoy cansada ─dijo de repente poniéndose en pies─. Voy a dormir y tú también deberías… mañana hay clases y ya es día de escuela ─le ordenó evadiendo el tema.

Por un momento Lion estuvo por estallar y gritarle que hablara, pero estaba tan feliz de escuchar la historia de cómo se conocieron sus padres que no quería arruinar ese momento. Luego le sacaría que era ese secreto que todos parecían empeñados por guardar y que por alguna razón extraña parecía estar ligada a sus pesadillas.

Sin más, Génova salió casi huyendo. Se conformaba con lo que había descubierto sobre el Sr. Bullock y la historia de sus padres en especial, pero eso no sería por mucho tiempo, quería respuestas y las iba a obtener. Se levantó y se fue a acostar ligeramente más calmado. Aunque solo muy ligeramente.

A la mañana siguiente se encontró con Génova en la pequeña sala de su casa, viendo el noticiero.

Lion estaba por irse a desayunar cuando descubrió que era la noticia de una explosión a gran escala a las afueras de la Domápolis, cerca de donde ellos solían practicar sus habilidades, al parecer se trataba de alguna instalación interna que se creía abandonada desde hacía mucho tiempo, y que pertenecía nada más y nada menos que al Sr. Rúffus Bullock. La curvilínea reportera hablaba, con una extraña mascarilla trasparente de oxígeno pues estaba en las afueras de la Ciudad, de cómo no se explicaban aun la causa de la explosión de las instalaciones, que por suerte estaba abandonada y que aún continuaban investigando los Agentes Especiales del Gobierno. La explosión había sido tan grande que fue detectada por los satélites de Bullock Corp. Quienes lo reportaron de inmediato.

Esa había sido una explosión mucho mayor que las provocadas por ellos para entrenar, precisamente para evitar ser detectados.

─Que extraño ─pensó Lion en voz alta.

─Podría ser algún accidente militar que tratan de encubrir, alguna arma nueva, no sería la primera vez ─razonó Génova preocupada.

─Si, podría ser ─pero por alguna razón Lion no estaba tan convencido, había algo que no le terminaba de encajar, tal vez se estaba volviendo paranoico, o tal vez era el hecho de que el lugar había pertenecido a Rúffus Bullock, pero algo no encajaba─ Bueno como sea, ya es tarde me voy ─le dio un beso de despedida a su madre y salió a toda prisa.

No pudo dejar de pensar en el extraño accidente en todo el día.

Estaba en el patio del colegio, sentado bajo uno de los frondosos árboles que estaban en el centro del mismo, leyendo uno de los libros asignado por la profesora de Literatura, uno antiguo llamado Las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, aunque ya había pasado el examen, le gustó tanto ese libro que lo volvió a leer, solo para entretenerse, que irónico pensó. Ana andaba con Ariel, como es obvio, Beth estaba ocupada con Anthony en no sé qué de una clase, y Jason ayudaba en algo sobre mecánica cuántica al profesor de física. Estaba momentáneamente solo.

Levantó la vista de su interesante lectura, chicos y chicas caminaban y charlaban animadamente, era el último día de clases, todos llevaban el uniforme sin chaquetas como siempre. Hacia una hermosa mañana, el cielo, de un intenso azul, estaba despejado, y aunque estaban dentro de un Domo protector que controlaba un clima artificial a través del Centro de Control Meteorológico, había cierto grado de calor, aunque no desagradable; tal como habían anunciado en televisión. El aroma de las flores del jardín del Colegio, que traía la cálida brisa hacia su rostro, era reconfortante. Estaba emocionado por sus vacaciones, recostó la cabeza en el tronco del árbol, sintió la espereza de este en la nuca, pero aun así estaba relajado, como solo estaba pocas veces en esos tiempos.

Había estado escuchando, desde que llego a la Escuela ese día, como todos hablaban del extraño accidente que había salido en las noticias, y como es habitual, muchos se habían creado sus propias teorías, algunas extravagantes y elaboradas decían que había sido parte de una conspiración, otras que eran cosas de la milicia, y unos pocos que había sido algo que tenía que ver con una especie reptiliana de extraterrestres. La cosa es que no habían dejado que Lion se olvidara del asunto que tan mal presagio le causaba.

Mientras pensaba en esto, vio a un chico de despeinado cabello rubio, bajito, delgado, de granes ojos azules, y que llevaba el uniforme de una forma muy desaliñada, dirigirse directo a donde él estaba:

─Hola ─saludó este en tono seco─. Disculpa, me podrías decir en donde puedo encontrar a Ariel Grum ─su voz tembló un poco al decir su nombre.

─La verdad no sé dónde está ahora ─respondió con sinceridad.

Lion lo miro intrigado, jamás había visto a ese chico con Ariel, tampoco recordaba haberlo visto mucho por el colegio, aunque había tantos estudiantes que era natural no conocerlos a todos. No era uno de los habituales amigos que solía ver con su primo.

─A lo mejor está dentro ─le sugirió, incomodo por como lo observaba el chico, realmente recordaría esa mirada de haberla visto antes, pensó él.

Él joven miro hacia el alto edificio, pensativo, había algo inquietante en su mirada. Parecía a la vez desconectada del mundo he inestable.

─Bien, gracias ─le dijo, se volvió y encamino hacia el interior del colegio.

Pero qué extraño había sido eso. Decidió no darle importancia, aunque le estaba dando vueltas en su subconsciente, y siguió con su lectura.

Unos minutos más tarde todo se puso incluso más raro en la escuela, se estaba levantando para ir a almorzar, cuando unos chicos salieron corriendo alborotados, gritando “No entren, no entren ahí”. Y como era de esperar, los de fuera hicieron todo lo contrario precisamente. Entraron en tropel a curiosear que pasaba. Lion los siguió, algo iba mal.

─¡Lo va a matar! ─gritó alguien dentro, algunos gritos de espanto de una multitud corearon la afirmación. Por alguna razón se le vino a la mente Ariel con uno de sus arranques haciendo una demostración de fuerza bruta.

Pero no podría haber estado más equivocado: si, tenía que ver con Ariel, pero no era él quien estaba en la posición de desquiciado esta vez.

Se situó detrás de una multitud que obstruía el paso hacia la salida, Ana y Ariel, este enfrente de ella protegiéndola, estaban en medio del amplio pasillo principal. La multitud observaba, algunos salían huyendo, la mayoría mantenían una prudente distancia alrededor, pues el chico rubio que le había preguntado por el paradero de su primo, los apuntaba a ambos con una cromada y alargada arma, no de las que disparan balas, pensó Lion, debía ser las de plasma concentrada que te dejan inconsciente o te matan de acuerdo al nivel de potencia. Y algo en la mirada de odio del desequilibrado muchacho le decía a Lion que no quería tirar para desmayarlo precisamente.

─¡Tú arruinaste mi vida! ─le espetó el chico a Ariel, con voz temblorosa y agria, su mano, la que sostenía el arma, también temblaba─. Ahora te lo hare pagar con la tuya.

Ariel no respondió, estaba serio, mirando fijamente al arma más que al chico, y Lion sabía que era porque cuando disparara y la gente viera que no le hacía ningún efecto, o peor, porque si tenía que usar su poder para proteger a Ana… lo haría.

─No te acuerdas de mi ¿verdad? ─Ariel seguía sin contestar ni mirarlo, tenía la vista fija en el arma─. ¡Soy Danny uno de los que tú y tus malditos esbirros se encargaron de hacer la vida imposible en este lugar!… ¡tanto que tuve que irme a una escuela de segunda y perder mi beca aquí! ─gritó. Daba pena solo mirarlo y escucharlo.

Esta vez Ariel sí lo miró, y un pequeño rastro de arrepentimiento cruzó sus ojos, pero siguió sin hablar. Ana estaba muy quieta, parecía casi paralizada por el miedo.

Lion sabía que de no ser por el arma, lo habría intentado noquear.

Algunos profesores llegaron, junto con el Coordinador y uno de los vigilantes del colegio, que tenía su propia arma con la que lo apunto de inmediato desde atrás.

─Bájala hijo ─ordenó el vigilante, el Sr. Alan, apuntándole por detrás.

─¡No!… ¡y no intente nada! Lo mismo tardara Ud. que yo en jalar el gatillo ─le advirtió Danny con firmeza, pero aun temblándole la mano─. Si disparo morirán los dos, esta arma es de las que solo tiran a matar.

La multitud ahogo un grito de horror. ¿Cómo consiguió ese chico un arma de guerra? Los profesores, entre ellos su profesor de Biología, Armando Aguilar, trataban de alejar a cuantos podían.

─Si me dispara, no tardare en jalar el gatillo ─aseguró de nuevo Danny.

El Sr. Alan parecía indeciso, era una situación apremiante pero poco común.

─Admito que no recuerdo que fue lo que te hice ─comenzó Ariel de repente, con voz cautelosa─. Pero es porque le hice daño a muchos, y lo que sea que paso contigo de verdad… lo siento ─le dijo sinceramente, pues ahora en su mirada se leía otro sentimiento junto con el arrepentimiento, la vergüenza.

Algunos presentes no se podían creer sus palabras, ese no era el Ariel que todos conocían. Algunos parecían escépticos de que fuera sincero, entre ellos Danny.

─!No quiero tus disculpas! ─escupió Danny─. No me sirven de nada ya ─la determinación en sus ojos era absoluta.

Danny disparó, el sonido del arma al ser detonada era como el del estallido de un cable de alta tensión. Pensó en ponerse en medio, en hacer algo, lo veía todo en cámara lenta, y estaba seguro de que Ariel también iba a hacer algo, no quedaba remedio, todos lo verían, dejándolos al descubierto.

Pero antes de que hicieran nada, en menos tiempo que una inhalación, paso lo insólito. Una figura cubierta con un traje negro de pies a cabeza se puso en medio, era una mancha negra al moverse a la velocidad del rayo, Lion reconoció el traje contendor y supo quién era de inmediato. No podía ser otro que Hermes.

En menos de un segundo detuvo el disparo que fue a dar al techo, abriendo un enorme agujero y dañando varias lámparas (algunos gritaron y se cubrieron) e inmovilizó al agresor, quitándole el arma y tirándolo contra la pared donde quedó inconsciente. Luego se fue y lo único que vio o más bien sintió la gente fue una extraña ráfaga de viento, y al chico caer estrepitosamente en el suelo de repente. Todos estaban pasmados, preguntándose qué había pasado.

Solo Ariel y Lion, que ahora estaban más relajados, habían reconocido y visto a su primo. Agradecidos de que fuera el más velos de los tres.

El vigilante, que se había quedado paralizado un segundo, inmovilizó al muchacho de inmediato, cuando este empezó a despertar y luego de recuperarse se lo llevó seguido de algunos profesores.

La multitud seguía viendo a Ana y Ariel que ahora estaban abrazados. Lion se acercó a ellos abriéndose paso entre la gente, unos cuantos profesores les seguían pidiendo que fueran a clase o simplemente se dispersaran. Una profesora con el cabello recogido en un alto moño, y en un traje gris, que reconoció como la Sud Directora Iris Cox, se acercó a ellos y le pedía a Ariel que fueran a la enfermería, pero este no le hizo caso y ella se fue resignada a atender otros asuntos.

─¿Están Bien? ─les preguntó Lion al llegar a ellos.

Ambos se giraron.

─Si ─respondió Ariel, parecía molesto, pero también apenado.

─Lion ─dijo Ana al borde de las lágrimas, asustada. Lo abrazó brevemente, en ese momento llegaron Beth y Jason junto a su amiga. Quienes comenzaron a hablar entre ellos.

─¿Lo viste? ─le preguntó Ariel a Lion, discretamente mientras Ana charlaba con los demás. Lion asintió muy serio─. ¿Crees que hayan podido verlo los demás?

─No creo, además iba cubierto de pies a cabeza, por más que lo hicieran no lo reconocerían ─aseguró Lion, se alegraba de que hubiera intervenido, pero fue un movimiento muy arriesgado.

─Si, eso vi, me alegro de que lo hiciera estaba a punto de… ─se detuvo, las conversaciones a sus espaldas habían cesado y los demás estaban pendientes de ellos. Ambos se giraron para unirse disimuladamente con ellos, más tarde hablarían en la mansión de lo ocurrido. Todos se fueron a almorzar, con los nervios todavía a flor de piel.

El resto de la tarde todos habían hablado hasta agotar el tema del atentado contra Ariel. Tal parecía que el accidente reportado esa mañana había pasado de moda hacía mucho. En general todos se preguntaban cómo había pasado Danny las medidas de seguridad de las entradas, como el detector de armas. Los menos los visitantes podían entrar fácilmente, pues no era común que cosas como esas ocurrieran en una escuela, aun así, todas contaban con un sistema de detección de armas de cualquier tipo. Por eso, el cómo burlo ese sistema de seguridad representaba todo un misterio.

18

El Héroe

La primera semana de vacaciones había pasado ya. Tenía todo el mes de julio y agosto para disfrutar, iría a la playa con sus amigos y se relajaría cuanto pudiera. Decir que el último año había sido agotador era quedarse corto. Cuantas cosas habían pasado, cuanto había cambiado en tan poco tiempo, la época en la que tenía una vida normal parecía ser una época tan lejana, que era como tener un recuerdo ajeno. Sin contar que todavía estaba preocupado, y las pesadillas parecían no querer dimitir de sus noches de sueño. Aun le intrigaba el extraño accidente de la semana anterior en las afueras de la Domápolis, en el último día de clases. Por otro lado, al menos, descubrieron que Danny había pasado el detector de seguridad del colegio gracias a que el arma que portaba estaba hecha de un metal especialmente diseñado para burlar estos sistemas de monitoreo, porque era un arma reglamentaria del ejército. El Hermano mayor de Danny era soldado, lo que explica cómo pudo robarla, realmente era un chico muy listo. Artemio no levantó cargos e impidió que la escuela lo hiciera alegando que pagaría una terapia especial psiquiátrica y que lo mantuvieran interno solo por un tiempo para observación, hasta que los médicos estuvieran seguros de que no volvería a intentar lo que había hecho.

Lion estaba tumbado y relajado en su cama ese sábado por la mañana. En la tarde acompañaría a Génova al Banco y luego a hacer unas compras al centro, en la gran Avenida 20 de la Ciudad. Quería comprar algunas cosas para el viaje a la playa de la siguiente semana, como toallas, bronceador, bloqueador solar, lo usual para esos lugares. Seguro sería un caos, en vacaciones todos están planeando algún viaje, o al igual que ellos, iban a la playa la mayoría. Había quedado con Ana, Jason, Beth Y Anthony de encontrarse en el Centro Comercial. Ariel y Hermes se les unirían luego.

Los últimos meses, estos dos se habían integrado un poco más en su grupo, Ariel y él se toleraban más, los bravucones seguían siendo su círculo usual, aunque estos estaban más tranquilos sin su líder. Sin embargo no parecía importarles en lo absoluto, quizá por miedo a llevarle la contraria a Ariel, que seguía siendo intimidante a pesar de estar más relajado ahora que Ana estaba de vuelta con él. No es que de vez en cuando no se portara amargado o caustico con algunas personas, pero allí estaba la razonable Ana para halarle las orejas y él siempre parecía… bueno, feliz por eso… Raro.

Hermes había seguido entrenando, incluso hasta el doble que ellos dos. Artemio se había enfurecido con su hijo por la imprudencia que había hecho en la escuela, pero luego de enterarse como manejó la situación, muy discretamente, su ira quedo aplacada por el orgullo, aunque intentó que no se le notara, fracasó estrepitosamente, al igual que su madre Amelia.

Lion suspiro, comenzaba a tomarles mucho aprecio a la que él ya consideraba su familia… incluso a su primo hermano, Ariel. Seguían algo incómodos a veces en presencia del otro, pero hay que admitir que en comparación con el año anterior, era como si fueran los mejores amigos. Aun iba de visita a la casa de los Grum, Artemio no quería perder contacto con él y siempre lo invitaba, ya fuera para alguna sesión de historia de Cronióm, o para alguna nueva técnica de entrenamiento: como una debajo del agua, muy alejados en el océano pacifico a una profundidad alarmante.

Sus amigos aun no sabían nada de su relación con los Grum, decidió irlo revelando poco a poco ese verano, diciendo cosas como, sabes que me enteré que mi mamá estudio con la Sra. Amelia, la mamá de Hermes, y cosas por el estilo. Así no sería raro si Ana se lo encontrara en la Gran Mansión, y ya no le importaría si Beth lo veía salir o no. Después de todo ya se habían estado llevando mejor en la escuela.

Artemio aseguraba que los tres habían superado el nivel Cuásar, y se habían hecho más fuertes que muchos Croniano que existieron cuando estos aún tenían un planeta, pues nadie había pasado de ese nivel para entonces, solo Bacco y luego Demetrio y Artemio (así como Arieón e Hiperón de alguna extraña forma con su Brazerum). Lion estaba incluso superando poco a poco a su propio padre en rapidez de aumento de nivel. De seguir así, alcanzaría y rebasaría el nivel supernova en poco tiempo. Como les dijo una vez Artemio; sus poderes no tenían límites, esto asustaba a Lion a la vez de alegrarle. ¿Qué pasaría si no podía controlar tanto poder? Pero era inevitable que crecieran, como es inevitable que crezca el cabello o las uñas, y más con cada entrenamiento o la última pelea con Ariel. Artemio les había contado que sus poderes son complicados y conllevan a situaciones difíciles de explicar, como que a veces parecen aumentar por sí mismo, como un mecanismo de autodefensa, ante algún peligro inminente: a este suceso lo llamaban Pytous en Cronióm; pero esto solo le sucedía a uno en un millón cada cierto periodo de tiempo (de hasta mil años). Pero allí no parecía haber nada que los pusiera en ese estado, a menos que fuera una amenaza de fuera. Pero Demetrio apoyaba la teoría de que se debía más a un salto por la nueva generación.

Como sea, ningún Croniano hubiera imaginado sobrepasar el máximo nivel de poder a menos que deseara morir, Artemio y Demetrio eran fuertes pero aun ellos no habían alcanzado un estatus más allá de supernova, en parte porque ya no entrenaban con tanta frecuencia.

─Deben estar preparados ─les había dicho Artemio con sobria determinación─; en cualquier momento el mundo puede necesitarlos, y si es así, si escapa de las manos de los humanos, deberemos defenderlo nosotros, pues este es nuestro hogar ahora, y nosotros cuidamos nuestra casa, nos cuidamos entre los nuestros. Los lazos de hermandad que nos unen pueden ser incluso más fuertes que los que nos llaman a la pelea, somos guerreros y no está en nuestra naturaleza el rendirnos sin luchar, si es preciso hasta la muerte…

Un ejemplo claro de esto había sido su padre, Bacco. La raza Croniana era tan complicada y extensa que resultaba difícil planteársela de una forma simple y a veces hasta lógica. Otro punto importante que tener en cuenta sobre la naturaleza de su raza era que mientras más dificultades encontraran, más poderosos se harían, como una flor que nace en la adversidad y que si logra sobrevivir, nada, ninguna oposición, podrá con ella. Lo que no te mata, te fortalece.

Todavía tenían mucho que aprender, sobre todo de los mundos que formaban el Hexagram. Demetrio les había prometido hablarle de cada uno de esos lugares tan increíbles, de razas igual de poderosas, de los objetos y tecnologías que ostentaban y su increíble capacidad de razonamiento. Aún conservaban la nave de Arieón, pero no la habían vuelto a utilizar para mantenerla oculta de un peligrosamente curioso Rúffus.

Lo que más les preocupaba a Demetrio y Artemio justo en ese momento era hacerlos capaces de enfrentar cualquier situación. Fuera, hay grandes seres, con poderes, experiencias y técnicas titánicas que han perfeccionado durante milenios, les había advertido Demetrio. Esto debido a que Cronióm todavía formaba parte del Hexagram, mientras existiera tan solo un descendiente vivo de su raza, lo habría, y resulta que hay cinco en la tierra, y una familia de cuatro en Shemák 7, que hablan por ellos en este Consejo Supremo. Ese planeta en particular, Shemák 7, cuenta con una raza de seres tan poderosos, capaces de mostrarse tanto benevolentes y piadosos, así como implacables en la justicia y su ejecución. Los humanos los llamaron Ángeles en el corto periodo que estuvieron en la tierra junto con las otras Civilizaciones Supremas. Sin embargo, lo que ellos llamaron “alas” no era lo que en realidad tenían para trasportarse, sino algo mucho más práctico, novedoso y poderoso.

Alrededor de las diez de la mañana Lion estaba listo para salir con su madre, irían en el auto de ella. Después iría con Hermes esa tarde, cuando llegara a casa. Habían estado luchando entre ellos para complementar sus estrategias, Ariel había estado haciendo lo mismo luego de verlos un día, pero solo con Hermes, aun no estaban listos para una sesión de entrenamiento de ese tipo entre ellos.

Cuarenta minutos después estaba en el gran Banco Continental, un gran edificio blanco, gris, que contaba con los más avanzados sistemas de atención al cliente y seguridad del planeta. Atendido tanto por personas en las oficinas y cajeras holográficas. Génova quería abrir una cuenta personal para Lion y debía presentar la entrevista personal. Como pronosticó Lion, el centro estaba abarrotado de gente, allí en el banco había tantas personas que uno creería que era un caos, pero no, gracias al sistema, todo transcurría de forma ordenada y rápida, solo se escuchaba el rumor de algunas personas hablando mientras esperaban. La voz robótica y clara de las mujeres que daban anuncios en las altas pantallas trasparentes de las paredes; recuerde no recibir ayuda de extraños en los cajeros automatizados, su seguridad es lo que más nos importa y cosas por el estilo.

Un rato después salían del lugar y se adentraban en las calles comerciales, también abarrotadas. Las tiendas ofrecían todo tipo de publicidad en pantallas de tres dimensiones, algunos otros con hologramas en las puertas, sobretodo de famosos que invitaban a los consumidores diciendo que ellos compraban allí porque le ofrecían lo mejor. Era un espectáculo de luces y tecnología aun de día, las sombras de los altos rascacielos servían para intensificarlas aún más. Entraron al Centro Comercial del Este, había una gran tienda que ofrecía una amplia gama de objetos playeros llamada “Holiday’s” entraron allí primero. Veinte minutos después, salieron cargados de bolsas de las compras. Decidieron ir por unas bebidas en una de las cafeterías del centro comercial antes de continuar caminando. Cuando ya estaban sentados esperando que los atendieran, un repentino mensaje apareció en una de las amplias pantallas transparentes para anunciar que estaban asaltando el Banco Continental.

─Apenas acabamos de salir de allí ─susurró Lion, absorto en la noticia.

Génova se tapó la boca para reprimir un jadeo de susto cuando escuchó la noticia, parecía asustada y aliviada a la vez de haber salido temprano de ahí.

La situación estaba difícil, al parecer eran ocho tipos armados con armas del más alto nivel de destrucción que podrían hacer frente a las de los policías y agentes de seguridad, tenían un montón de rehenes y habían amenazado con matar a uno cada hora si no cumplían con sus exigencias, que no intentaran nada y que llevaran una Aerosurf, una nave parecía a un helicóptero sin aspas giratorias y más aerodinámica, para huir.

El suceso era crítico y el Equipo De Rescate Especial, con sus cascos, ajustados trajes de última tecnología antibalas, negro y azul, no estaban muy seguros de cómo actuar, los sujetos contaban con tecnología también, la más preocupante eran los dispositivos que bloqueaban las entradas al edificio, una especie de artefacto esférico y metálico que emitía un tipo de onda protectora. Una toma aérea del Noticiero mostró que era un alboroto de policías, reporteros con cámaras de todo tipo y Equipos De Rescate, autos de todos los tamaños, y curiosos, todos fuera del Banco. Allí en el centro comercial empezaba a ocurrir lo mismo alrededor del televisor. Un grupo de gente se congregó en el café restaurante viendo la noticia. Lion esperaba que no hubiera heridos, cuando una de las pantallas exteriores del banco se encendió y un tipo que tapaba sus ojos con gafas oscuras anti reflejantes y la mitad inferior de la cara con una especia de bufanda blanca, le hablaba a los policías.

─Para hacerles entender que no estamos jugando ─comenzó el tipo con voz distorsionada. De repente la cámara mostró un primer plano de un sujeto apuntando a un asustado hombre de unos veintitantos años, arrodillado frente a él, todos parecían llevar una especie de traje plateado, que dedujo serían antibalas, solo se veía su oscuro cabello rubio. Entonces, repentinamente le disparó en la cabeza a quema ropa y el hombre cayó muerto al instante, regando su sangre por el piso del banco. El arma, negra y plateada, lanzaba plasma comprimida de un color rojo intenso que por unos angustiantes milisegundos se mezcló en el aire junto con la sangre.

─¡Maldito! ─gritó Lion sin poderse contener, estaba horrorizado. Génova soltó un gritito de horror y aparto la vista de la pantalla, muchos presentes la imitaron y murmuraron asustados.

Por si fuera poco el sujeto, que parecía el líder del grupo, que presentó en ese momento como Las Ráfagas De Plata, mostró cómo iba ordenando a los rehenes para que hicieran una fila, por orden de tamaño, a las más de cincuenta personas que tenían cautivas. Delante, encabezando la fila, había quedado una niña de apenas unos ocho años, de corto cabello negro y ojos marrones, que estaba aterrorizada, su desesperada madre intento quitársela a uno de los tipo, gritando de terror y desesperación.

─¡Démela! ¡NO! ─y recibió un golpe que la dejó inconsciente, ahogando sus gritos, la gente que observaba estaba indignada a la vez que atemorizada. Cuando terminó de ordenar a las personas en la macabra fila, como si de ganado para el matadero se tratase, con la niñita en la cabeza de esta, y un muchacho de unos trece años detrás de ella, el sádico sujeto miró a la niña y recordó con voz fría:

─Cada Hora ─cortando la comunicación repentinamente y dejando en la pantalla el ostentoso anuncio oficial del nombre del Banco. El narrador de la noticia parecía también consternado cuando tomó de nuevo la palabra explicando los hechos.

La policía tiene que hacer algo, pensó, la gente se dispersó hablando asustada entre ellos. Génova le hablaba pero él no la escuchaba, era como si le hablara desde muy lejos, el asesinato del hombre joven y la mirada de la niña se habían quedado en su mente, grabada con esos ojos marrones inocentes, torturándole. Si no hacían algo la matarían, los tipos eran crueles, sádicos… pero nadie podía hacer nada… nadie salvo él… él podía poner fin a aquella masacre en un segundo y debía hacerlo porque de lo contrario esa mirada lo perseguiría el resto de su vida, como seguro lo hará la muerte del hombre que tenía tanto aun por vivir y seguramente una familia que lo esperaba en su casa. La ira que sintió por tan despreciables seres no tenía igual, le revolvía el estómago, eran repugnantes ratas que no merecían vivir, pero no los mataría, no estaba en sus manos tomar esa decisión, lo sabía, no quería mancharse las manos con la putrefacta sangre de tan asquerosos seres humanos, si se les podía llamar así.

Saliendo de su introspección, se puso de pie, casi dando un salto, su madre lo miró asustada aun.

─Debo ir ─le dijo con calma.

─No ─respondió rotundamente ella abriendo mucho los ojos.

─Sabes que ellos no podrán hacer nada, al menos no en ese tiempo, y esos… tipos, parecen disfrutar de lo que están haciendo ─se quejó indignado.

Génova estaba abrumada.

─No es tu deber, ni es tu trabajo, si te descubren…

─Entonces debo quedarme sentado mientras veo como muere gente inocente ─le espetó, en voz baja, estaba enojado, no con nadie en particular, solo ira pura y sin sentido. Ella lo miró, parecía pérdida, asustada. Él trataba de contenerse, pero le resultaba difícil en esa situación.

Génova lo miró con miedo y orgullo por él mezclados en su mirada. Pero en un momento de determinación le dijo:

─Espera fuera si algo pasa, solo si vez que el peligro es inminente actúa ─ella se mostró resignada, apartando la mirada de los ojos de su hijo, que parecían arder en llamas de la rabia. Los de ella comenzaban a llenarse de lágrimas. Era tan parecido a él, recordó Génova.

Antes de salir del gran edificio comercial, con su nueva cuenta; compró una larga chaqueta negra de cuero en una tienda, iba en franela blanca, también se llevó una bufanda blanca y lentes de sol, pago con el pequeño dispositivo que le implantan en la mano a todos los que tenían cuenta en el banco y se fue.

De camino de vuelta al banco encontro un callejón en donde se ocultó para cubrirse con el largo abrigo negro que le llegaba a las rodillas, se cubrió la parte inferior de la boca con la bufanda y se puso las gafas oscuras. Eso ocultaría bien su identidad. Trató de no pensar que así iban también esos tipos, y recordó más bien que su padre usaba cosas similares para ocultar su identidad en múltiples ocasiones en las que ayudaba a la gente. Según le había dicho Artemio.

Como la ira seguía recorriendo sus venas, haciendo retumbar a su desbocado corazón, no le resulto difícil llegar a una velocidad que lo hacía imposible de ver a los limitados ojos humanos, y que volvía todo en cámara lenta a su alrededor. Hasta que se detuvo en el alto edificio frente al banco desde donde podía observar sin ser visto. La azotea estaba desierta por suerte. Debajo, a sus pies, estaban los montones de carros de policías, amontonados con los del Equipo Especial De Rescate, estaban intentando armar su estrategia, tal como los había visto en pantalla, los profesionales intentando hacer lo imposible. Los curiosos no faltaban y seguían llegando sin parar, ni mucho menos los reporteros con sus modernas cámaras plateadas de fotografía y de televisión, algunos oficiales trataban de contenerlos y alejarlos hacia detrás de la cinta amarilla holográfica de la policía, sin éxito. Desde allí podía ver a la perfección la gran pantalla del edificio Bancario.

Lion estaba listo, utilizaría el poder justo, no debía ser demasiado, y entonces esperó…

La siguiente hora se cumplió, como sospechó aun no tenían la exigencia de los criminales, pues parecía que una niña no valía tanto para la ciudad, o simplemente no querían responder a las exigencias de unos terroristas. Aun desde esa distancia podía escuchar todo lo que hablaban los agentes.

En la pantalla apareció de nuevo el sujeto oculto en sus gafas y bufanda, ahora se cubría con la capucha del traje su cabello. Esta vez no habló, sino que inmediatamente pusieron a la niña frente a él, se podían escuchar los gritos histéricos de la madre, y la risa escalofriante del tipo que sujetaba la cámara y la del líder de las Ráfagas De Plata que era aún peor de fría y vacía.

El líder la apuntó con el largo cañón de reluciente acero, que tenía una pequeña luz roja justo por encima, que titilaba anunciando la inminente detonación, cada parpadeo de la luz era como los últimos latidos de un corazón: retumbantes, angustiosos, mortales, y probablemente así hubiera sido, al menos para el de la pequeña, que cerraba los ojos con fuerzas mientras lloraba de pavor, si él no hubiese estado ahí para protegerla, a ella, a todos.

Lion reaccionó en menos de un nanosegundo.

Al mismo tiempo que el sujeto disparaba, él atravesaba las gruesas puertas de vidrio templado, rompiéndolas junto con la barrera invisible dispuesta por los criminales, no había ninguna tecnología humana que lo pudiera detener, y menos en el estado de ira en que se encontraba. Antes incluso que los pedazos de la destrozada puerta llegaran al suelo, Lion ya estaba entre el disparo y la niña.

Sintió la presión del comprimido chorro de plasma en su pecho, le abrió un agujero en la camiseta de franela y rebotó hasta ir a dar en una de las lámparas de luz blanca del techo haciéndola añicos.

El tiempo se quedó paralizado, o al menos eso parecía porque nadie en el gran vestíbulo del banco parecía moverse, estaban estupefactos. Lion estaba alerta, listo para actuar. El criminal, asustado, volvió a disparar hacia él y la cosa reboto de nuevo. Luego de que los demás delincuentes reaccionaron, también lo apuntaron y dispararon. Eran ocho, rápidamente Lion cubrió a la niña con su cuerpo y la protegió de la lluvia de disparos que le agujeraban la chaqueta. La gente gritó asustada y se echó al piso. Los Agentes de Rescate Especial entraron al ver la oportunidad y dispararon a los criminales, algunos cayeron al estar distraídos con él, otros intentaron huir. Lion tomó a la niña y se la llevó a su madre aprovechando la distracción, ella la tomó enseguida y la puso protectoramente debajo de su cuerpo.

─Gracias ─dijo sentidamente la mujer con la cara mojada de lágrimas, muy asustada por el desastre que ocurría a su alrededor.

Lion, a su máxima velocidad, dejo fuera de combate a tres de los sujetos que oponían más resistencia a los Agentes, ellos no vieron qué los golpeó, los arrojó contra la dura pared de concreto como si fueran muñecos de plástico. Uno de ellos había sido el líder de la banda delictiva; que había dejado caer sus gafas por lo que Lion puedo ver su fría mirada de ojos verde oscuro. El último, él que llevaba la cámara, cayó noqueado soltando un grito, ya no reía. El muchacho tomó la cámara y la destruyó en su mano en un férreo agarre hasta hacerla polvo inservible.

─¡No se mueva! ─le ordenó uno de los Agente a sus espaldas, apuntándolo repentinamente, asustado de su presencia.

─¡No! ─oyó gritar a la niña y a la madre─, él la salvo ─dijo esta última─. Es… un héroe ─los policías fingieron no escucharla.

─!Dese la vuelta y quítese las gafas y la bufanda! ─siguió el oficial, tratando de cumplir con su trabajo, haciendo caso omiso de los gritos de indignación de otros que también habían sido rehenes.

Maldita sea, pensó que estaba claro que era uno de los buenos, pero quizá no estaban muy alegres de que hiciera su trabajo, se dijo el muchacho con amargura. Estaba de espaldas y consiente que más de un oficial lo apuntaba. No tuvo siquiera que girarse para tratar de apaciguarlos, sabía que no daría resultados, así que mejor se fue como llegó, desapareciendo de golpe de las vista de los asustados e impresionados hombres.

Unos escasos minutos más tarde se encontró con Génova en el Centro Comercial, de nuevo se habían cambiado en el mismo callejón, volvía a llevar solo su franela blanca, ahora con un agujero justo en su pecho.

Ella estaba impasible, pero no podía ocultar el orgullo de sus ojos, aunque quedaba manchado por el miedo y la preocupación de lo que le suponía a su hijo exponerse de esa manera. Lo miró de pies a cabeza para asegurarse de que estaba bien.

─Vamos ─le dijo, soltando un suspiro de alivio─, hay que comprarte otra camiseta.

La gente, en su mayoría, estaba eufórica, hablando del inesperado héroe misterioso que había salvado a la niña y que parecía tener poderes sobrenaturales, en el Centro Comercial comentaba lo ocurrido y en las noticias que se veían en las múltiples pantallas del gran edificio aparecían las agitadas imágenes que los reporteros habían logrado grabar desde fuera del banco. Esto le hizo darle la razón a su madre, no suponía nada bueno exponerse así al público a nivel Nacional y muy posiblemente internacional, por más que solo hablaran bien. Unos cuantos se mostraran asustados e inseguros de que en la Domápolis Capital hubiera alguien con esas habilidades. No tardaron en hacer programas especiales relatando y analizando los hechos en el banco.

Lion y su madre ya estaban en casa, esta fue a ducharse para descansar del ajetreo del día, él fue corriendo a ver qué tanto hablaban de él en las noticias, estaba algo asustado de que pudieran descubrir más de la cuenta.

Por suerte solo decían patrañas, como que había usado algún tipo de tecnología nueva y experimental, o que era un Agente Secreto del Gobierno. Algunos otros, pocos de hecho, pedían que lo atraparan, que era un loco que se volvería un psicópata y terminaría matándolos a todos. Entrevistaron a la niña, y a la madre de esta, a las afueras del Banco Continental; ellas solo estallaron en agradecimiento.

─Es un ángel ─dijo inocentemente la pequeña─. Y me salvo, es un héroe, no deben hacerle daño.

Lion sonrió, si había algo de lo que no se arrepentía ni se arremetería jamás es de haber salvado a toda esa gente, especialmente a esa pequeña. Aun sentía un extraño vacío por no poder haber ayudado al pobre hombre que fue brutalmente asesinado. Las imágenes seguían repitiéndose en su mente, se sentía fatal, ¿Pudo haberlo salvado? Se preguntó, aunque sabía que era imposible que adivinara lo que pasaría o que sí hubiera llegado a tiempo. A menos que se teletransportara y él no tenía ese poder. Se repetía que no podía haber hecho nada. Aunque no estaba tan seguro, tal vez si hubiera reaccionado enseguida habría… No quiso seguir por ese camino, no le gustaba nada.

Un rato después, cuando comenzaba a anochecer, alguien llamó al timbre de la puerta de su casa. Se levantó, ahora anunciaban una entrevista con los Agentes que habían estado en el asalto al banco.

Cuando abrió la puerta se le cayó el alma al piso. Pues en ella estaba nada más y nada menos que el mismísimo Rúffus Bullock en persona, con su soberbio traje y su lujoso auto esperándolo al otro lado de la acera.

─Buenas noches ─dijo este con su ronca y fría voz.

Lion tardo un poco más en reaccionar, más por impresión de que se atreviera a ir a su casa que por otra cosa.

─¿Qué quiere? ─es todo lo que pudo responder, comenzaba a enojarse y eso no era bueno, después de lo que su madre le había contado sobre él, era la última persona que quería ver en su vida.

─¡Vaya! ¿Te han inculcado modales muchacho?

─Solo con quienes lo merecen.

Rúffus no respondió, Lion le sacaba fácilmente un cabeza, por lo que este tenía que mirarlo levantando la vista, algo que parecía molestarlo, pues seguramente estaba acostumbrado a que lo vieran a él desde abajo. Para evitar esto, pasó sin ser invitado, se quedó observando el pequeño vestíbulo unos segundo, evaluándolo con cierta altivez.

─Tienes razón─ comenzó tranquilamente─. No he venido para una visita social, así que, qué más da ─se giró hacia él de nuevo─. ¿Está tu madre en casa?

─Está descansando ─respondió secamente Lion.

─Una hermosa e inteligente mujer, fue una de mis investigadoras favoritas. Hasta que conoció a tu padre claro.

Lion apretó su mandíbula, le estaba costando mucho contenerse.

─¡Cielos! ─dijo Rúffus riéndose por lo bajo─. Cálmate muchacho, te va dar un ataque.

─¿Qué hace aquí?

Rúffus lo observó unos segundos antes de responder.

─Solo felicitarte por el heroico acto que protagonizaste hoy.

Lion, abrió mucho los ojos, por primera vez sintió miedo. ¿Cómo?

─Si, así es ─continuó el anciano como si leyera su mente─. Sé que fuiste tú, quien más que el hijo de Bacco, tenía su sello por todas partes, el valor, la dignidad, la nobleza y toda esa basura que caracterizaba a tu querido padre.

─¡Cállese!

─¿O qué?

─No sabe…

─De lo que eres capaz ─se burló el viejo─. Se de lo que no eres capaz; jamás le harías daño a nadie y menos a un venerable anciano.

Lion no respondió, apretaba ahora sus puños en un intento de no salirse de control.

─Fue realmente cruel lo que hicieron esos tipos ─mencionó con fingida indignación─. No tenías alternativa más que intervenir te entiendo, eso fue muy valiente… y estúpido.

─¿A qué se refiere?

─Vamos Lion, tu padre al menos era listo. Crees que esas personas te lo agradecerán a la larga, crees que no pedirán tu cabeza cuando te vuelvas un estorbo. Créeme, así lo harán y cuando pase… yo estaré en primera fila para entregárselas.

─Usted tiene un trato…

─Tenía un trato con tu asqueroso amigo Artemio, pero eso ya está por terminarse.

─Sabe que no queremos lastimar a nadie.

─Yo lo sé, es la gente la que no lo sabe ─dijo Rúffus, riendo de nuevo, alborotando su poblado bigote y barba blanca.

─Tú no puedes hacer nada en contra de nosotros.

─Soberbia, eso es ─lo felicitó el anciano con un brillo siniestro en sus ojos azul oscuro─. Sigue así.

─Crees que te tenemos miedo ─comenzó Lion, sabía que el punto débil de la gente como ese hombre, era precisamente el orgullo─. Crees que nuestro poder no es suficiente para detener los intentos de un viejo senil.

Lion se acercó más a él, arqueando una ceja, desafiándolo apretando con inusitada fuerza los puños. Rúffus no se alteró. Un frio penetrante recorrió su espalda por alguna razón inexplicable.

─Escucha niño ─le dijo Rúffus con voz ronca y afilada como el vidrio roto─. Tu eres él que no sabe de lo que soy capaz, tienes mucha seguridad en tu poder, pero eso no te salvará, créeme. Yo he visto el infierno, vengo de un sitio muy parecido. Conozco cosas que tú ni te imaginas, fuerzas que pueden desafiar hasta a un dios. Fuerzas refutadas por mi ciencia. Los humanos no somos tan atrasados como esos de fuera piensan, y pronto quedará demostrado. Dices que no me tienes miedo, aún. Pero yo sin poderes como los tuyos, puedo infundir mucho más que miedo, puedo infundir terror, pánico si lo prefieres. Así que no te atrevas a desafiarme. Crees que esos terroristas estaban por casualidad ahí, crees que no soy omnipresente cuando se trata de ustedes, que conoces mis limitaciones y mis alcances. Te equivocas, pronto descubrirás lo errado que estas al subestimarme. Tu querido padre se atrevió a hacerlo y mira a donde lo llevó, no se quien lo mató pero se lo agradezco profundamente. Esa maldita cucaracha está como siempre debió estar…

Eso fue más de lo qué Lion puedo soportar, lo tomó de la chaqueta y elevó unos centímetros del suelo, quería hacerle daño, pero se contuvo y se limitó a arrojarlo fuera de su casa como a un perro. Como podía él pretender ser mejor que su padre, que había muerto protegiéndolos a todos, hasta a gente como ese viejo decrepito, que había financiado grupos terroristas, como esos asesinos que estaban en el banco.

El Sr. Rúffus cayó estrepitosamente al suelo. Sim embargo era fuerte para ser tan anciano, más de lo que parecía, y se levantó como si nada en su elegante gracia.

—Te arrepentirás de no haberme matado hoy. Te mostrare cual es el lugar en donde tú debes estar.

─Ahora tu estas como deberías estar. Como una visita indeseada.

Sin decir más, consciente de que podía pagar caro ese abuso, pues conocía los alcances de Rúffus Bullock, cerró la puerta.

Un rato después, Lion regreso a ver las noticias, estaba realmente distraído reflexionando en todo lo que había dicho el Sr. Rúffus, no le tenía mido, si acaso lastima y asco a ese despreciable anciano. Pero algo en sus palabras le hacía pensar lo contrario. Ahora anunciaban en la televisión la extraña desaparición de un paciente psiquiátrico que había ocurrido ese mismo día y que la noticia de él salvando a la gente del Banco había opacado, al parecer se trataba de un interno de uno de los psiquiátricos de la Ciudad. Lion dejo de cavilar cuando dijeron que se trataba de Danny Uriel, el chico que trató de matar a Ariel. Tal parece que huyó y nadie sabe dónde está. Lion esperaba que en la mansión Grum vieran la noticia, aunque después de todo Danny no podría considerarse una amenaza real para cualquiera de ellos, pero Amelia y Ana eran frágiles humana de todos modos. Ambas muy allegadas a Ariel.

De repente giro la cabeza al detectar movimiento por la ventana, vio un auto estacionarse fuera, los cuatro estaban allí, Lion los vio bajar del lujoso auto negro desde la ventana de la sala, detrás del televisor. Habían ido tanto, Ariel, Hermes, Demetrio y Artemio. Eso no augura nada bueno, pensó Lion receloso.

Se apresuró a abrirles la puerta.

El primero en entrar fue Demetrio:

─¡¿En qué demonios estabas pensando muchacho estúpido?! ─le espetó en seguida.

─¡Basta! ─lo atajó Artemio entrando detrás de él, seguido por los otros dos─. No venimos a discutir, sino a hablar ─le recordó.

─Lion… ─comenzó Artemio en tono apaciguador.

─Lo siento ─dijo apresuradamente, en tono cortante, interrumpiéndolo─. Si quieren caerme encima está bien, no diere nada ─les aseguró mirándolos a los cuatro─. Pero no esperen ni por un momento que me muestre arrepentido o avergonzado, porque si algo valió la pena de toda esta porquería fue salvar a esa pequeña y a toda esa gente inocente, así que si van a recriminarme el habernos expuesto, lo entiendo, ustedes también se verán afectados, lo sé, pero solo les pido que respeten eso.

Nadie dijo nada.

Incluso Ariel, que también parecía haber llegado molesto pareció apaciguarse un poco.

─No es eso lo que pretendemos ─le aseguró Artemio, comedido─. Es solo que fue algo muy arriesgado, las cámaras lograron verte.

─Pero aun así no saben quién soy yo, no fue diferente de lo que hizo Hermes la semana pasada con Danny ─se defendió, echando un vistazo a Hermes que se puso colorado.

─Si, lo sabemos ─intentó explicarse Artemio de nuevo, con paciencia, levantando las manos en gesto apaciguador─. Pero allí no había cámaras, entiendes.

Lion suspiro con resignación, tenía razón, no se esperaba algo así.

─Pides que respetemos tu decisión y lo haremos ─le aseguró Artemio, solemne como solo él era capaz de ser─. Entendemos tus razones y las compartimos, después de todo eres el digno hijo de Bacco ─lo miró como lo hacía a veces al mencionar a su padre, de forma orgullosa─. Pero tienes que ser más cuidadoso, ahora han levantado una investigación oficial, el Gobierno teme que seas peligroso y quieren capturarte bajo cualquier costo, anquen más que Seguridad, lo que quieren es experimentar contigo, como han hecho con muchos de esos humanos que desarrollan habilidades de menor envergadura ─señaló con un gesto de la cabeza.

─Eso es lo que nos preocupa, Lion… tu seguridad, eso es todo ─completó Demetrio, claramente preocupado.

Ahora sí que lo habían avergonzado, ¿cómo lo logran? se preguntó medio molesto. Como no sabía que responder, cambio de tema abruptamente.

─¿Ya sabían que Danny escapo del psiquiátrico?

─Si, me avisaron esta tarde ─informó Artemio, desviando el tema a regañadientes─. Aún no saben dónde está, pero ese es el menor de nuestros problemas ahora.

─Si, solo es un humano común y corriente ─se sacudió Demetrio, con impaciencia─. Nuestro problema ahora es que estamos donde nos quería Rúffus.

─¿Qué? ─dijeron los tres más jóvenes al unisonó.

─Si, eso es lo que queríamos informarles a todos juntos ─recalcó Demetrio.

─Resulta… ─comenzó Artemio, dirigiéndolos a la sala de estar y sentándose en el sofá, lo demás lo imitaron, la preocupación que mostraba su rostro lo hacía parecer mayor de nuevo─, que descubrimos que mi querido suegro ya no nos quiere tan ocultos, que quiere exponernos de cualquier forma y a cualquier costo.

─Pero pensé que lo hacía por su hija… ─había comenzado un desconcertado Lion.

─Pues no es solo su amor paterno lo que impedía que nos delatara ─se apresuró Demetrio con amargura, levantándose del mueble con impaciencia y paseándose en el pequeño vestíbulo con su largo abrigo de cuero negro, muy parecido al que Lion había usado esa tarde─. Sino que solo quería tiempo para idear la forma de hacernos frente, es un hombre paciente y astuto que no se debe tomar a la ligera, le gusta esperar e idear, ese ha sido su modus operandi desde joven, lo hemos investigado más de lo que él cree, desde que descubrimos que ostentaba icrom, y admito que yo jamás lo había tomado enserio hasta ese momento, un simple humano le decía a mi hermano, ¿Qué daño puede suponer? ahora sabemos que ha estado trabajando en un arma que quiere poner en nuestra contra, no sabemos la magnitud de esta, pero si usa icrom y si lo hace con aprobación de la Unión de Países presentándonos como riesgo para la humanidad, estamos en un riesgo considerable ─los ojos del hombre centellearon en todo su esplendor ambarino, estaba colérico.

─Sólo esperaba el momento idóneo para atacar ─Continuó su hermano Artemio─. Y era cuando perfeccionara eso en lo que ha estado trabajando, por desgracia no sabemos dónde están sus instalaciones secretas, destruimos una que resultó estar abandonada, lo debieron haber visto en las noticias hace poco.

Lion abrió mucho la boca, nunca se le paso por la cabeza que Artemio fuera el causando de ese desastre. ¿Cómo podía sermonearlos por no pasar inadvertido?

─Tuvimos que actuar ─Artemio estaba afligido─. Antes de que pusiera en marcha lo que sea que planea, pero nos engañó dándonos pistas falsas a mí y a los informantes de Amelia. No tiene ni idea del daño que puede hacer el poder que él cree lograr controlar, es capaz de hacer mal no solo a nosotros sino también a la tierra, su odio, su miedo y su maldad no conocen limites, hemos descubierto lo cruel que puede ser con los propios humanos que presentan alguna inocua habilidad, como los torturan y saca lo que puedan usar de ellos en sus investigaciones, ese hombre, si se le puede llamar así, no tiene escrúpulos ni limites o tan siquiera alma.

─Pero ¿No tienes al menos alguna idea de qué es? ─preguntó Hermes a su padre.

Él y Ariel parecían estar igual de preocupados, todos lo estaban.

─Solo que cuanta con icrom como fuente de poder, lo que mi hermano y yo hemos temido que los humanos hicieran, pues puede dar suficiente poder para hacer frente incluso a uno de nosotros, como bien saben.

Las más oscuras pesadillas de Lion se hacían realidad, estaban ante un peligro real y alarmante, todo el peso de las múltiples preocupaciones de los últimos meses cayó sobre él con todo su peso, como una avalancha.

─Eso lo explica todo ─se dijo Lion, más a si mismo que a los demás.

─¿Qué quieres decir? ─le preguntó Artemio.

Lion le contó todo sobre la inesperada y desagradable visita de Rúffus Bullock esa misma tarde.

─Eso solo confirma más nuestra teoría ─dijo Artemio─. Es un hecho, tiene algo planeado. No importa que lo echaras o no, ya estaba dispuesto a hacer lo que lleva tantos años ideando.

Lo que había temido más, estaba frente él ahora.

El verdadero rostro del Sr. Rúffus Bullock. Su imaginación voló de repente y vio múltiples posibilidades de armas que lo mataban a él y a sus seres queridos, a su recién descubierta familia.

19

Hexagram

La siguiente semana fue la más larga y mentalmente agotadora en la vida de Lion. Debían estar preparados para todo, salvar a una niña no lo salvaría a él y a los suyos del temor de los humanos a lo que no entienden, de su capacidad para la destrucción y apropiación de lo que no les pertenece. Una combinación peligrosa que no debe subestimarse, como no se debe subestimar al animal acorralado.

Se suponía que debían disfrutar de su día en la playa, pero él, como Hermes se la pasó pensativo y distraído. Solo Ariel parecía disfrutar de verdad con Ana en el agua o la arena. Tal vez deberían hacer como él, relajarse al máximo y disfrutar cuanto pudieran de los pequeños placeres de la vida. En vez de perder el tiempo preocupándose. Pero les resultaba difícil.

─Hemos entrenado hasta superar un poder que nuestros antepasados ni siquiera soñaron sobrepasar por miedo, no creo que lo que sea que tenga el maldito Rúffus sea tan preocupante o algo con lo que no podamos luchar ─les dijo Ariel a los dos, harto de verlos tan apesadumbrados.

En parte tenía razón, pero que arrogante podía ser a veces. Lion no pudo evitar animarse un poco, así como Hermes, y el resto de la tarde en la hermosa playa artificial del Área de recreación de la Ciudad, disfrutaron cuanto podían con sus amigos y familiares, celebrando el fin de las clases por fin, paseando y jugando en el agua, como cualquier otra persona normal.

Ana y Beth viajarían fuera de la Ciudad esas vacaciones, la primera a visitar a su Abuela que vivía fuera del país, y la segundo a otra Ciudad donde visitaría a algunos familiares, Jason se iría a un campamento para jóvenes “avanzados”, cortesía de su padre Científico, Anthony iría más al sur, a la casa de playa de un primo que le había prometido enseñarle a surfear. Todos seguirían con sus vidas normales mientras ellos cada vez estaban más hundidos en el destino que les había forjado su propio linaje. Agradecía también el poder despedirse de ellos, aunque no sabían que era por más que las vacaciones:

Ana se despidió esa tarde de Ariel con un largo y apasionado beso, Lion seguía sintiéndose incomodo al ver sus muestras de afecto, aun cuando había cerrado ese capítulo. Ana era solo su mejor amiga y Ariel un… amigo, al menos lo era a su manera hostil, extraña, y un poco caustica de ser.

─Nos mantendremos en contacto ¿Si? ─le dijo Ana acercándose a él para despedirse.

─Por supuesto ─le prometió Lion, despidiéndose de ella con un fuerte abrazo.

─No te vuelvas un extraño ─le pidió Ana.

─Nunca podría ─le susurró cuando se separaron.

─Lion, te extrañare muchísimo ─se despidió Beth de él, con un beso en la mejilla y un abrazo─. A mí también tienes que contactarme.

Le dio un apretón de manos a Jason.

─Hasta septiembre ─le dijo su mejor amigo. Había ido frecuentemente los últimos meses a su casa a hacer tareas y jugar videojuegos, junto con Anthony, era realmente bueno con los juegos tridimensionales…

─Podemos vernos más si vas a la casa de Ariel ─propuso Ana bajito─. Ya sé que su tío fue un gran amigo de tu papá y tu mamá… me dijo que no tenía problemas con que fueran de visita de vez en cuando ¿Puedes creerlo? ─Lion rio divertido, no sabía en realidad cuanto debía aceptar este hecho su novio. Suspiro… como envidiaba, de una forma sana, sus vidas normales, sin poderes y enemigos. Amaba a su padre, pero a menudo desearía que él hubiera sido normal. Quizá aún estaría con él y todo habría sido más fácil, más feliz, pero qué lo es en la vida ¿No?

Se alegraba de haber disfrutado al menos esa tarde de relajación, quizá todos dijeran lo mismo, aun así sentía que tenía a los mejores amigos del mundo.

El sol ya estaba a la mitad en el horizonte, a lo lejos, parecía que se hundía en el mar artificial cuando todos regresaron a sus casa y lo dejaron atrás. Lion se fue con su madre, Ariel llevaría a Ana con Hermes, este estaba más tranquilo desde la intervención de su primo con respecto a las preocupaciones, los demás se irían en una furgoneta muy amplia de color azul oscuro de Anthony, donde habían llegado también unos amigos suyos de otras clases.

Pero aunque fue un día bastante tranquilo, nada lo habría preparado para lo que ocurriría al siguiente. Se había dado la noticia de que la existencia de humanos con tecnología o “habilidades”, al menos no había dicho que en realidad descendían de una raza extraterrestre casi extinta, representaban un riesgo para la humanidad, y que la Unión Global De Países estaba de acuerdo en buscarlos y poner en marcha un proyecto de las Corporaciones Bullock para tratar de hacerles frente. El tratado que prohibía la habilitación de armas de destrucción masiva, fue oficial y temporalmente revocado por razones de Seguridad Global.

De vuelta a la realidad, pensó Lion amargamente.

Rúffus tenía el camino libre, y nadie podía prever qué planeaba hacer después de ver muertos a los últimos Cronianos.

Artemio se comunicó varias veces con el Hexagram para pedir guía, y los miembros del Supremo Consejo decidieron reunirse, por presencia virtual, con ellos, en una sala de conferencias subterránea de la mansión Grum. Habían concretado que sería ese miércoles, apenas era lunes de la segunda semana de julio. Pero la idea de conocerlos se le hacía emocionante y aterradora a la vez.

Las cosas se estaban poniendo cada vez más enervantes y abrumadoras.

Lion estaba con los ojos cerrados.

─Recuerden la metáfora del tridente real, Trabajo en equipo, si hacen las cosas como si fueran uno, serán indetenibles ─Demetrio parecía decidido a hacerlos trabajar juntos y en sincronía. Ariel se mostraba reticente aún a hacerlo así.

Los tres estaban sobre la gran plataforma del jardín de la Mansión Grum. Se disponían a una triple lucha con Demetrio, que estaba en el centro de la gran estancia, mientras los tres lo rodeaban en un triángulo perfecto. El plan era que sincronizaran sus movimientos de pelea como uno solo y se convirtieran en una maquina triple indetenible.

─¡Ahora! ─ordenó el maestro.

Cuatro estallidos simultáneos acompañados con destellos segadores les anunciaban que estaban en la fase primaria de Supernova, nivel que habían alcanzado hacia unos meses, entrenando con Demetrio.

Demetrio desapareció, Lion anticipó su aparición con éxito, a su izquierda, y lanzó su primer golpe; una patada dirigida justo a su pecho, esta lo despidió hacia atrás, donde Hermes ya lo esperaba. Pero cuando casi llegaba a su encuentro, Demetrio desapareció de nuevo y apareció detrás de Ariel, quien también había anticipado su movimiento y con un giro lo pateo en el costado, todo ocurría a una velocidad que los hacia desparecer de cuando en cuando. Solo se escuchaban sus golpes que se ahogaban en el aire, como detonaciones de cañones. Ariel logró acertar, pero Demetrio logró dominarlo con un golpe, con los dos puños unidos, justo en el pecho, el muchacho cayó hacia atrás, en cuanto lo hizo, Lion tomó su lugar volando sobre él, casi en un tiempo inexistente, lanzó un golpe a la cara de Demetrio, este lo esquivó con facilidad e intentó derribarlo con una patada, pero Lion lo sujetó del pie. Hermes entró en la escena, a espaldas de su tío, cuando este logró librarse de Lion con una patada, girando sobre sí mismo, de su pierna libre. Hermes comenzó de nuevo con su tío, ambos se lanzaba golpes a una velocidad que los hacia unas borrosas sombras oscuras contra el agonizante sol del ocaso.

─Ariel, doble ataque ─inquirió Lion, habían estado practicándolo, pero él se mostraba hosco a la idea de trabajar en conjunto con cualquiera.

Como de costumbre, este no respondió y atacó a su tío por su cuenta. Demetrio hundió a su sobrino Hermes en la plataforma de duro mármol, recubierto con granito, abriendo una gran grieta, desquebrajándola con un fuerte chasquido, y se enfrentó a Ariel, mandándolo a volar fuera del armazón de entrenamientos, donde cayó en el césped bien cordado del gran jardín. Lion iba a atacarlo cuando lo neutralizó, inmovilizándolo desde atrás, aplicándole una cerrada llave en su brazo y cuello. Hizo todo esto en menos de medio segundo. Hermes se levantó y fue a ayudar a Lion, apareciendo detrás de su tío, pero éste, prediciendo su movimiento, arrojó a Lion contra él y ambos cayeron fuera de la gran plataforma, uno sobre el otro, justo al lado de Ariel.

─¿Por qué rayos no le hiciste caso a Lion? ─regañó Demetrio con firmeza a Ariel─. Tenían una oportunidad y cuando la hay tienen que aprovecharla, esa podría ser la diferencia entre la vida y la muerte ¿Entiendes?

─No necesito ayuda de nadie, esto es ridículo ─estalló Ariel, poniéndose en pie de un salto─. Somos más poderosos ahora, más poderosos que nada ni nadie, sea lo que sea que nos tiene preparado Rúffus, no creo que sea para tanto ─comentó haciendo un gesto desdeñoso con la mano.

Demetrio bajó de la plataforma, cayendo justo frente a él, con una fuerza aterradora, abriendo un gran agujero en el suelo que hizo temblar el lugar. Aún estaba en Nivel Supernova:

─No sabemos qué es lo que ha hecho Rúffus, podría ser algún especie de arma capaz de herirlos, o muchas, quizá un ejército entero venga por ustedes, deben estar preparados para lo que sea ─le pegó con el dedo en la cabeza a su sobrino─. Metete eso en tu cabeza de piedra, ¿Entendido? ─Ariel no respondió─. ¡Pregunté que si has entendido! ─le gritó con fiereza, su voz aún como el trueno por su nivel de poder.

─Si… bien, entiendo ─se apresuró su sobrino a responder, nunca había visto a Demetrio tan enojado con él.

─Ustedes dos ─señaló a Lion y Hermes─, deben esforzarse más por estar en perfecta sincronía.

─Si ─dijeron ambos al mismo tiempo, levantándose del suelo.

Comenzaron de nuevo y así estuvieron hasta muy entrada la noche, al día siguiente debían salir y practicar fuera, lo más lejos posibles, recorrerían una parte del camino en el gran todoterreno de Artemio y el resto volando, hacia una zona por completo deshabitada, tenían que practicar el trabajo de equipo con sus técnicas especiales. Artemio les sugirió una que les fue muy efectiva a los Titanes en su tiempo, y que podían practicar los cinco.

La madrugada del miércoles, partieron para poner en marcha esa técnica, debían regresar en la tarde para reunirse con el Hexagram.

Sin embargo, no todo salió como esperaban, pues fue un completo desastre, el ataque que debía hacer Ariel después de Hermes salió fatal y terminó varios cientos de metros más allá de su objetivo, una gran roca que sobresalía del inhóspito lugar. Lo intentaron varias veces, pero seguían haciéndolo mal. Lo volverían a intentar al día siguiente.

Esa tarde, Lion estaba descansado y esperando en la sala de la Mansión Grum a que Artemio los condujera al salón de conferencias de la casa, donde hablarían y verían por primera vez a los miembros del Hexagram. Ellos le habían anunciado a Artemio que tenían noticias urgentes. Se había entretenidos mirando las pinturas de la sala mientras esperaba.

Unos minutos después, Artemio lo recibió, detrás de él venían su hermano, su hijo y su sobrino. Inmediatamente, después de saludarlo, los condujo, por una escalera que estaba detrás de una puerta camuflada de la pared, esta se abrió deslizándose, después de que Artemio pusiera la mano sobre ella y esta se la escaneara. Era la misma que conducía a la Sala Eculapios de sanación. Todos bajaron por las amplias escaleras de caracol que habían surgido tras ella. A medida que avanzaban, lo hacían también los nervios de Lion, sospechaba que sus primos estaban igual. Aun después de haber visto todo lo que podía hacer y las imágenes de su mundo, le resultaba extraño saber que vería a unos seres extraterrestres con poderes tan extraordinarios como los suyos. Sonaba de locos. Sobre todo teniendo en cuenta que era algo que ni siquiera habría imaginado apenas un año atrás.

El trayecto fue corto, a pesar que el pasillo subterráneo era largo, luego de atravesar una puerta doble de metal, que se abría a los lados automáticamente, al final del pasillo, estaban en una sala circular enorme, debían estar bajo el centro mismo de la gran Mansión, parecía tener las mismas dimensiones que la sala de esta, solo que no tenía muebles en lo absoluto, y era completamente blanca. De repente una mesa circular se elevó del piso, también blanca, y justo frente a ellos una especie de mullidos asientos rojo sangre, salieron al mismo tiempo que la mesa, por un agujero que se abrió en el suelo. Eran exactamente cinco.

Artemio les indico que se sentaran, de modo que Lion quedo en el centro, Hermes a su derecha, Ariel a su izquierda, y los mayores en los extremos, Artemio al lado de su hijo.

Unos cinco minutos después las luces se atenuaron automáticamente hasta casi oscurecer la sala de conferencias, una voz robótica y femenina, la misma que hablaba arriba en la mansión, anunció la llegada de los miembros:

─Bienvenidos. Estableciendo comunicación holográfica con el Consejo Supremo en, tres, dos uno…

Una luz salió del piso, al otro lado de la mesa, era casi segadora, pero esta se fue atenuando poco a poco, era extraña; como si estuviera hecha de unas nubes blancas de luz. Los integrantes del Hexagram aparecieron repentinamente por holograma, en remolinos de esta extraña luz, tomando forma a través de ellas, etéreamente y al instante. Todos se pusieron de pie para recibirlos. Lion abrió mucho los ojos al verlos, pero logró controlarse.

Ellos saludaron de forma solemne con una inclinación, y comenzaron a preséntese:

Eran seis y habían aparecido detrás de la amplia mesa circular. Aunque todos tenían apariencia humana, hasta cierto punto, resultaban intimidantes. El del centro era un hombre alto, corpulento, de anchos hombros, de larga cabellera rubia rojiza y lisa que parecía brillar y llegarle hasta la cintura al menos, ojos color naranja con destellantes tonos rojos que hacían que sus pupilas flamearan y brillaran como si hubiera fuego en ellos, su piel era blanca como la cal, sus facciones perfiladas y vestía una especia de larga túnica blanca (larga y brillante) que no se parecía en nada a las de la tierra y que solo podía comparar con el lino más fino, y ni este le llegaba cerca; se presentó como el emperador Mij-ak-El del planeta Shemák 7, su voz era atronadora y gloriosa, como la de ellos al transformarse, mientras que su expresión era de profunda serenidad. A su lado derecho había una mujer alta y sumamente Hermosa, de largos cabellos ondulados y rojos hasta más debajo de la cintura, ojos violetas, y vestía ropas doradas con decorados metálicos de oro como escamas que le cubría hasta el cuello y se ajustaba a su cuerpo esbelto; se presentó como Hiasta representante provisional de Cronióm, ella les sonrió a los chicos. A esta la seguía un hombre de apariencia mayor, barba y cabellos blancos muy largos que tenían el color y brillo de la perla, este iba con una especie de armadura plateada y reluciente, su piel ara del color azul oscuro del océano, tenía cuatro musculosos brazos cuyos dedos de sus manos, cinco en cada una, terminaban en unas uñas puntiagudas, como garras, de color hueso, sus ojos eran grandes y negros por completo, sin pupilas o la parte blanca en ellos, parecía austero, frio y se presentó como Jidú rey de Créfios. Al lado izquierdo del Emperador Mij-ak-El estaban el emperador Yu-VáhTar del planeta At-Jotunham, que era muy alto, más de dos metros, tenía voz ronca, piel de un perfecto color cobre, ojos como los del cocodrilo, y no tenia, aparentemente, orejas y era completamente calvo, vestía una larga túnica blanca brillante, y sobre este un coraza de plata que despedía destellos blancos: Pero a pesar de esto, de alguna forma, se mostraba pacifico, al menos en ese momento. Seguido de él estaba un ser también alto, pero no tanto como el último, de piel del color y textura de la aceituna, ojos de iris rojo, también calvo y de orejas puntiagudas, llamado Rasmaot que representaba al planeta Thanatos, él vestía una armadura brillando de un color cobre con una capa larga magenta. Por último, el rey Mído de Groaster 2, erade una estatura considerable, de piel apergaminada, pero más fornido, de una forma robusto, que todos los demás. Sus ojos eran negros como la noche, su nariz ancha y su cabello largo de un color castaño, caía de forma ondulada bajo un grueso casco de hierro, con cuernos rojos, que solo mostraba parte de su cara a través de una abertura con forma de T; vestía una ruda armadura negra, en apariencia de Plomo pero más brillante, con una capa del color del óxido. Recordaba a los intimidantes guerreros de las antiguas mitologías escandinavas, y tal vez no fuera por coincidencia. El resto: nariz, orejas, los que las tenían, y rostro en general eran de aspecto más normal si les quitabas esos rasgos y colores inverosímiles a alguno de ellos.

Aunque eran representaciones holográficas, eran muy reales… y sobretodo intimidantes. Todo en ellos anunciaba autoridad e imponía respeto. Aún más con esa extraña luz que los seguía rodeándolos (efecto de la proyección holográfica) como un aura, y que les deba ese aspecto etéreo.

Después de saludarlos respetuosamente, Artemio les presentó a los más jóvenes:

─Los príncipes Lion, Ariel y mi Hijo Hermes nos acompañan ─anunció en tono ceremonioso.

Ellos saludaron de pie con una ligera inclinación de cabeza a los miembros del Concejo Supremo, como les había indicado Artemio unas horas antes, estos hicieron lo mismo con ellos. Luego todos se sentaron de nuevo y el concejo tomó la palabra.

─El motivo de esta reunión ─comenzó Hiasta en tono solemne─: poner sobre aviso de un suceso a los restantes Cronianos que habitan en el planeta Gea.

─Y pedir su ayuda si es preciso ─completó el Emperador Mij-ak-El yendo al grano─. Hemos detectado una Nave de origen Trahona, pero con tripulación desconocida, que recorre los ocho planetas de la Galaxia Elix.

─Su capitán ─continuó Jidú en tono seco─, no ha quebrantado ninguna de nuestras leyes, así que no hay motivo para intervenir, pero los dos planetas en los que han estado hasta ahora, reportan intervención de tecnología posiblemente de tipo G-5 y comportamiento hostil sin llegar a la agresión con sus líderes.

─Algunos de estos planetas han pedido nuestra ayuda ─siguió Hiasta─. Temen que planeen algún atentado, pero el Hexagram no ha reunido pruebas de que así sea, no se ha detectado esa tecnología que sus habitantes dicen haber visto.

─¿Qué es lo que les preocupa? ─preguntó Artemio.

─Que buscan ─aclaró Rasmaot─, el mismo objetivo que hemos estado buscando desde hace catorce años, del cual, hasta hace pocos días, descubrimos su paradero… el último hijo.

Artemio se puso de pie de un salta.

─¿Cómo lo han sabido?

─Descubrimos un infiltrado en las instalaciones de la Sede Central Del Hexagram ─hablaba de nuevo Mij-ak-El─. En cuanto nos enteramos del paradero del Croniano, en dicho planeta, la información se filtró y descubrimos quien era, el sujeto fue capturado e interrogado satisfactoriamente, pero desafortunadamente no sabe quién está detrás de todo esto, solo recibió la orden anónimamente bajo una amenaza implícita, espera ser enjuiciado por traición.

─No te dimos el aviso de inmediato ─justifico Mído, su voz era muy potente─, porque debíamos resolver ese asunto primero, además por suerte el espía no sabía en cuál de los ocho planetas habitados, de esa galaxia, se encuentra, solo que era uno de ellos, así que deberán buscar primero, van en orden y tardaran unos ocho días terrestres en llegar al correcto… que es Kamulat.

─Hemos decidido dejarlo a tu criterio… Si son ustedes los que quieren intervenir, no nos opondremos, al ser un asunto interno que compete a su planeta, el Hexagram no se verá implicado para evitar conflictos de interés ─arguyó Mij-ak-El.

Lion, como seguramente Ariel y Hermes, no entendía nada de lo que hablaban, ¿quién era el último hijo?

─¿Qué tan creíble es esta información? ─inquirió Demetrio, poniéndose en pie como su hermano y paseándose por el salón circular.

─Tanto como para que este consejo lo considere relevante ─Jidú parecía ofendido y altivo por la pregunta de Demetrio, pero este último era más altivo que él.

─Es categórica ─intervino Mij-ak-El apaciguador.

─Muy bien, en ese caso y para que el consejo no se vea cuestionado… nosotros tomaremos el asunto en nuestras manos ─anunció Artemio con decisión.

Los miembros del consejo se mostraron más satisfechos por su declaración.

─Eso no quiere decir que no prestaremos ayuda en caso de ser requerido ─aclaró apresuradamente Yu-VáhTar.

─En efecto ─secundó Hiasta─. De alguna forma es como si los Titanes De Cronióm volvieran ─añadió nostálgica la hermosa mujer, con un brillo en sus ojos violeta intenso.

Artemio asintió en su dirección de forma afirmativa y educada:

─Pero antes tenemos asuntos que resolver aquí en la tierra ─les recordó.

─Respecto a eso ¿Qué nos tienen que informar? ─preguntó Hiasta preocupada.

Demetrio explico los últimos movimientos de Rúffus en su contra, y la decisión de los líderes terrestres en dejarlo intervenir. La hora estaba cerca, de seguro, y ellos estaban preparados.

─Muy bien, si se ve en riesgo su integridad física deben protegerse ─aceptó Hiasta─. Pero tengan en cuenta que no tienen mucho tiempo con respecto al último descendiente.

─No obstante, no sabemos que nos espera ─estaba claro cuál era el verdadero significado de las palabras de Demetrio, no sabían si saldrían vivos, Hiasta comprendió esto y dijo:

─No tienen de que preocuparse, de ser necesario intervendremos mi esposo Creomus, mis hijos y yo.

Esto tranquilizó, a su vez, a Demetrio y a su hermano.

Después de un corto silencio Mij-ak-El precedió las despedidas, pero antes Hiasta habló a los chicos:

─Debo agregar que ha sido un honor conocer al fin a Hermes, al príncipe Ariel… y a ti Lion, el ultimo y legitimo Khron de Cronióm ─confesó con orgullo. Lion no supo que contestar, se sentía abrumado, y un rubor cubrió sus mejillas en ese momento.

─Esperemos que no sea la última vez que nos veamos ─habló esta vez Mij-ak-El, dedicando una sonrisa ligera y una inclinación de cabeza hacia Lion, él no supo que responder así que no dijo nada y correspondió a la respetuosa inclinación de cabeza con otra poniéndose de pie. Ariel y Hermes lo imitaron en modo de despedida, así como Demetrio y Artemio.

Las luces se encendieron y ellos desaparecieron, dejando la ya rebosante cabeza de Lion llena de más preguntas.

Antes de que nadie preguntara nada, habló Demetrio a su hermano:

─ ¿Quién crees que esté detrás de la búsqueda?

─Sabes tan bien como yo, hermano, que los Cronianos, al ser una de las razas más poderosa y con nuestro pasado, contamos con múltiples enemigos, teniendo en cuanta; cuantas organizaciones rebeldes desmantelamos a través de los siglos con los Titanes De La Destrucción.

─Todo este tiempo estuvo en Kamulat ─Demetrio estaba frustrado.

─Eso parece.

─Partiríamos ahora de no ser…

─¿Nos explicaran lo que pasa?… o seguirán pretendiendo que no existimos ─espetó Ariel molesto, pero hablando por los tres.

Artemio los miró, luego su mirada se quedó en la de Lion, soltó un pesado suspiro, el que siempre hacia cuando algo de verdad le preocupaba y que lo hacía ver mayor.

─Lion, creo que debe ser tu madre quien te lo explique a ti.

─¿Mi madre? ─Lion abrió mucho los ojos confundido─. ¿Ella que tiene que ver?

─Mucho más de lo crees ─le aseguró Demetrio─. Ella ha pedido que si algo como esto ocurría, quería ser ella la que te lo revelara todo.

─Es probable ─conjeturó Artemio acariciando su barbilla con el dedo índice y el pulgar─. Que quiera compensar el hecho de que no te contó sobre el pasado de tu padre y su Origen Ancestral.

La cabeza le daba vueltas, que enredo era aquello, se limitó a asentir y quiso ir de inmediato con Génova y contarle todo para exigirle una explicación. Esa que quería pedirle desde hacía varios días, desde que le habló de cómo conoció a su padre.

Pero antes de que pudiera mover un pie siquiera, lanzaron el primer ataque, que hizo temblar el suelo a sus pies. Seguidamente se oyó un grito de mujer en el piso superior, Amelia…

Habían comenzado la batalla.

20

Las Sombras de la Muertes

Todo ocurrió muy rápido, los cinco corrieron, subieron las escaleras y salieron por la puerta secreta; a la cabeza iban Artemio y Demetrio, no pararon hasta llegar un segundo después al salón de la televisión, de donde se había escuchado el grito de mujer.

Amelia estaba frente a la gran pantalla proyectada en el aire que abarcaba casi toda la pared de la sala de televisión. Estaba en el suelo llorando, con el delgado teléfono cromado de la mansión todavía en la mano. Artemio corrió hacia ella, la tomó en sus brazos y trató de hacerla entrar en sí.

En la gran pantalla de ultra definición, se veía el enfoque de las cámaras del Telediario; que estaban cubriendo lo que parecía el pandemónium en el que se había convertido el centro de la Domápolis Capital.

Seguido de la repetición de la muerte de nada más que del mismísimo Sr. Rúffus Bullock, de manos de un sujeto vestido con un traje militar verde de última generación, eran muy parecidos a sus trajes contendores negros, y sospechaba que no era ninguna coincidencia. Este se ajustaba a la enorme y musculosa fisionomía del sujeto. No se podía identificar qué era lo más alarmante: que el extraño volaba, o como atravesó el corazón de Rúffus con la mano, este último había estado en su Aerosurf, asomado por una de las compuertas abiertas, mientras les daba órdenes a lo que los narradores describieron como el proyecto “Escuadrón Sombra”, que Rúffus estaba controlando desde la plateada nave aérea a través de un complicado y sofisticado sistema de computadoras, que emitía una luz azul eléctrica desde una antena que sobresalía de la compacta nave. Rúffus había tratado de presionar algo que se ajustaba a su muñeca, una especie de brazalete de metal negro, pero ni siquiera logró alcanzarlo: el tipo vestido de militar, después de matarlo, se lo arrancó y lo destruyó en su poderoso puño.

Tardó un poco en entender que lo que controlaba ese extraño brazalete, era al sujeto enorme, y que este no podía ser otro que el arma que él mismo había creado y que ahora había acabado con su vida.

─Los Transmuts; se autodenominaron “Las Sombras De La Muerte” y siguen sembrando el caos en la ciudad, los sistemas de seguridad han caído, las armas del ejército inmovilizadas por una extraña sobre carga en el sistema inteligente S.I.O.N, que controla la mayoría de los sistemas de defensa de la ciudad: desde la sede de Seguridad General Bullock Corp. Nada ha podido detenerlos…

Estos destruían y mataban a su paso a personas sin consideración o piedad alguna, era algo realmente horrible de ver, derribaban edificios y lanzaban ataques de energía con sus manos, muy similares a los que ellos usaban, que estallaban como pequeñas bombas atómicas en las calles, dejándolas incendiadas y agujeradas. Sus ataques eran tan fuertes que habían hecho templar media ciudad.

Transmuts, era el término que el profesor de biología usaba para referirse a las “armas” autómatas que se construían a partir de seres humanos (vivos o muertos) y que fueron muy populares en la última Guerra Nuclear. Para ello, se usaban la manipulación genética, uniendo distintas sepas que mejoran la resistencia de un humano normal. Se supone que su fin es mejorar la capacidad humana. Pero, según comentaban en las noticias mientras explicaban la tecnología que habían empleado para su creación, Bullock fue más allá que cualquier dictador de la historia y además les dio partes cibernéticas internas con energía del icor. Más poder, y según había creído, más facilidad de control mental. Ya que, un humano normal jamás resistiría esa clase de mejoras.

Ni en sus más descabelladas pesadillas imaginó que esta sería el arma de Bullock.

Seguían repitiendo la caída del que había sido el padre de Amelia, ya muerto, desde lo alto de su Aerorush, que también fue destruido en una estrepitosa explosión después por su asesino.

Los Transmuts eran tres, la cámara los enfocó en ese momento, estaban riendo por el caos que provocaban. Se revolcaban en su crapulosa libertad, sin reservas. Eran incontrolables.

─Se desconoce la razón del por qué se salieron de control, pero se sabe que eran cuatro, contando al líder Androide llamado Morzot, que los comandaría, pero fue destruido por este Transmut…

Mostraron al asesino de Rúffus y dijeron que el perpetrador se hizo llamar Keros; era grande, muy grande, como de casi dos metros, y ancho de hombros, calvó, de ojos azul oscuro, vidriosos, facciones burdas en una permanente expresión severa y de piel cetrina. Se veía… Mortífero, imponente, así como cruel. Luego mostraron imágenes de cómo los tres destruían a su comandante, Morzot, allí mismo antes de que mataran a Rúffus; el líder androide también había sido grande y vestía un traje como el de Keros, pero de color azul oscuro, lo hicieron pedazos en cuestión de segundos. Quedó hecho añicos en el suelo, donde se mezclaban la sangre de las personas, que habían estado cerca, con sus partes artificiales.

Enfocaron al otro y Lion contuvo un jadeo, era Danny, bajito, rubio y de grandes ojos azules, desgarbado aun, pero sus músculos se veían más definidos en el traje que llevaba. En sus ojos brillaba la locura. Rúffus debió llevárselo para convertirlo en una de esas cosas. Que más podría brindarle ese chico, que su odio por Ariel, algo que sin duda consideró le sería muy útil. De verdad Bullock no conocía límites. Miró Ariel y supo que su primo pensaba exactamente lo mismo, al ver el asombro en sus ojos.

─Bueno ahora sabemos dónde está ─dijo este sin rastro de humor. Adoptando una expresión muy seria.

De repente quitaron las imágenes, al mismo tiempo que veía de reojo a Artemio y Hermes conducir a Amelia hacia el sofá para calmarla:

─Tal parece que han capturado a nuestro camarógrafo que estaba en el Aerosurf del canal y lo han obligado a transmitir un mensaje ─decía el atónito conductor de noticias…

Repentina mente las sombras de la muerte fueron enfocadas.

─Mi nombre es Hipnos ─se presentó Danny con su nuevo nombre, en voz desmesuradamente grave para su tamaño.

─Y yo soy Thanum ─dijo la tercera Sombra, era un hombre joven, también alto y atlético, pero no tanto como Keros, tenía cabello rubio oscuro que llevaba al ras, como un verdadero militar, ojos verdes, su mirada era de diversión perversa y sádica por lo que hacían─. ¡Y no respondemos ante nadie ahora, ni a Gobierno, ni corporaciones o cualquier ente de burda autoridad, nadie! ─Añadió haciendo un gesto vulgar con el dedo de su mano izquierda, la que no sostenía el micrófono del asustado camarógrafo.

─Solo queremos decirles una cosa ─aseguró Keros con arrogancia, apuntando con el dedo a la cámara─. A las personas que nos escuchan, no deben culparnos de lo que hacemos, no somos nosotros los que los destruiremos. Solo somos instrumentos de la justicia. La estupidez humana es la que acabará de destruir el planeta, y con este, la vida en el… por mucho tiempo, hubo un pequeño grupo de personas que decidían y tomaban nuestras decisiones más importantes. Esa ilusión de libertad que tenían, y que yo mismo experimenté cuando fui humano, es solo para la comodidad vacía y egoísta de esos pocos. Mientras nos idiotizaban, acabaron miserablemente con nuestra libertad, nuestra cordura, y nuestra única “nave espacial” que ahora intentan tan arduamente reparar. La cuestión es: ¿A dónde creen que fueron a disfrutar sus riquezas aquellos que contaminaron masivamente? ¿Dónde concibieron la paz aquellos que creían que las guerras eran la solución? ¿Dónde difundieron el amor los clérigos hipócritas e idolatras que usaron la religión, la ilusión de redención, mientras pervertían y manipulaban al mundo?… Ellos son los que sobrevivieron, los que heredaron las tierras protegidas, y ahora pagaran por los crímenes de sus antepasados… ¡con la sangre de sus descendientes! ─esta vez el mensaje se dirigió enteramente a ellos, a los Cronianos─: si hay alguien que piense por un momento que puede detenerlos, los insto a que lo intente, pero si no aparecen, mataremos con más intensidad a cada ser humano de esta asquerosa ciudad de perros.

Su mirada era desquiciada mientras sus palabras absolutistas sellaban su juicio.

─¡Cada hora! ─concluyo Thanum con una risita de suficiencia, que le recordó a alguien, pero Lion estaba tan agitado que no le dio muchas vuelta al asunto.

Con ese aviso, Keros mató al camarógrafo: de su mano salió una esfera de energía azul, con un sonido de alto voltaje, que explotó, cortando la señal de la cámara, y muy probablemente, la vida del pobre camarógrafo. Un destello gris siguió a uno escarlata, antes de que se cortara la señal.

─¡Malditos! ─gritó Lion, sin poderse contener.

─La espera ha terminado ─susurró Hermes desde el sofá, abrazaba a su madre y a su padre; que era la preocupación encarnada.

─Es mil veces peor de lo que imaginé… Transmuts súper poderosos ─comentó Artemio.

─Lo se ─añadió su hermano, también estaba preocupado, no había rastro del confiado y austero Demetrio que siempre mostraba ser.

─¿Qué haremos? ─inquirió Lion con ímpetu─. No podemos quedarnos aquí.

─No, claro que no nos quedaremos aquí ─aseguró Ariel adelantándose─, ya es hora de que justifiquemos nuestro entrenamiento.

─Todos iremos ─decidió Demetrio.

─Entonces hay que moverse ─Apremió Lion inquieto, no podía soportar pensar que más gente podía morir en ese momento.

─No… ─susurró Amelia, se desvanecía poco a poco, aunque Rúffus era un desalmado, era su padre y lo quería─, que Hermes no vaya Artemio ─su voz era débil.

─Él está listo Amelia, yo no dejare que nada malo le pase, podremos con esto… es nuestro deber ahora, como te hablé una vez… no podemos eludirlo, muere gente inocente.

Ella se desvaneció en sus brazos, Artemio la cargo hasta su dormitorio, antes de salir ordenó a Demetrio que los llevara a los tres a la sala de conferencias de nuevo. Se encaminaron de inmediato a esta.

Ver a la Sra. Grum de ese modo, le hizo pensar a Lion en su madre. Justo cuando esta lo llamaba a su móvil, sacó el delgado aparato, desde donde una imagen en miniatura del busto hacia arriba de su madre salía de la pantalla.

─¡Mamá! ─estaba histérica─. Estoy bien, cálmate ─no se entendía lo que decía.

─No vayas ─le ordenó─. No es tu responsabilidad.

─No los dejare solos en esto y lo sabes ─le dijo con decisión y firmeza─. No podría aunque quisiera, y no quiero. Quédate en casa, estaré bien te lo prometo, no salgas porque es peligroso, busca refugio, o mejor ven a la mansión, aquí estarás más segura, y acompañaras a la Sra. Amelia que está muy mal.

─¿Por qué tenías que sacar el carácter de tu padre…? ─la comunicación se cortó. Al mismo tiempo que las luces del amplio pasillo, de la sala de televisión hacia la sala, se atenuaban ligeramente, para volver a encenderse. Estaban a mitad de camino.

─¿Mamá? ─no hubo respuesta, miró su delgado teléfono, sin una pisca de señal o holograma alguno de ella.

─Han cortado la electricidad y las comunicaciones ─razonó Demetrio en medio del pasillo, con voz contenida por la rabia─. Por suerte, esta casa tiene plantas generadores individuales para casos como este… vamos, debemos darnos prisa.

Volvieron rápidamente a la sala de conferencias, inmediatamente Demetrio fue a una pared donde aparición una especie de teclado tridimensional. Después de accionar algunos códigos, salieron del piso cuatro grandes cubos dorados y uno plateado, entre la distancia que debía haber entre la mesa, donde hacía unos minutos estaba el Hexagram, y las sillas en donde ellos habían estado escuchando.

Eran las armaduras de Hefosterínio.

─Pónganselas… ¡Ya! ─les apremió Demetrio─. Debemos ocultar nuestra identidad, con ellas no podrán identificarnos, además de que nos proporcionaran una protección adicional que no nos vendrá mal, recuerden que esas cosas cuentan con Icrom como centro de poder.

Inmediatamente comenzaron a desvestirse para colocarse el traje contendor, unos segundos después llegó Artemio e hizo lo mismo. En pocos minutos estuvieron listos para la batalla. Las armaduras se expandían ahora con la voz de sus respectivos dueños. Estas se retorcieron con un leve chasquido metálico y los abrazaron hasta ajustarse firmemente a las formas de sus cuerpos.

─Bien, vamos ─Ordenó Artemio.

Las armaduras eran muy ligeras, aún más cuando no aumentaba la gravedad, estaban tan acostumbrados a ellas, que ya era como llevar ropa común, caminaron por los largos, pulcros y subterráneos pasillos donde Artemio guardaba los secretos Cronianos. Artemio los condujo hacia unas puertas metálicas al final de uno de pasillo, era como un laberinto allí abajo, donde se abrieron unas puertas de metal en lo que parecía un ascensor cilíndrico. Entraron, era bastante amplio, y una plataforma comenzó a elevarlos rápidamente, hasta salir por un agujero que se abrió justo en la terraza, donde emergieron desde la tierra.

Atravesaron la terraza y salieron al patio, Lion le dio un vistazo a la gran plataforma, recordó su primer día de entrenamiento, así como todo lo que había aprendido. Estaba listo, se sentía listo, pero con todo y eso, el miedo lo atenazaba, abrumándolo. Este se cernía sobre él, como un pesado manto que amenazaba con cegarle su cordura. Sin embargo, entendía que era algo normal, teniendo en cuenta lo que estaba en juego. No sabía si volvería a ver aquel lugar, si moriría alguno de ellos, detestaba la idea de que cualquiera de ellos perdiera. Si Artemio tenía razón y él era tan poderoso… no lo permitiría.

─¡Capsulo! ─ordenó Artemio.

Su cara fue cubierta por el casco del traje, el vidrio, que se ajustaba perfectamente a su cara desde la parte superior de su cuello, se atenuó a un tono más oscuro, que ocultaba su rostro.

Los demás hicieron lo mismo.

En cuanto su identidad estuvo protegida, salieron a toda velocidad en un estallido supersónico, despedidos hacia el cielo nocturno, nublado en ese momento, con nubes grises artificiales, reflejando las del exterior; que amenazaban tormenta. Al menos en el exterior, porque en el interior del Domo protector, el clima era controlado continuamente por los meteorólogos. Aun así, las nubes le parecían un presagio de la batalla que se avecinaba.

Muy apropiado, pensó Lion.

En cuestión de segundos estaban en el lugar exacto donde hacía unos minutos estaban los Transmuts. El centro económico de la Capital.

Todo estaba oscuro, el lugar era un caos total. Lo único que parecía haberse conservado era la amplia plaza central, que podían ver desde allí, a su derecha. En el resto del centro, había escombros de metal y concreto por todas partes, bloqueando las resquebrajadas y levantadas calles. Edificios destrozados, autos volcados en llamas encima de cuerpos esparcidos llenos de sangre, destrozados bajo estos, era la visión más horrible que habían visto. El humo de los autos se mezclaba con los humeantes edificios destrozados, algunos postes de luz estaban arrancados de las quemadas aceras y se amontonaban con los demás escombros. La rabia afloró de nuevo en el pecho de Lion, incluso más intensa que la que sintió ente lo ocurrido con los asaltantes de Bancos.

¿Cómo podía alguien, aunque fuera “algo”, asesinar de esa manera?

No hacia siquiera una ligera brisa y solo se escuchaba el chisporroteo de las llamas de los autos, de pronto sonó un ¡pi! en sus cascos cuando su sistema de Intercodice le dio un aviso con su voz robótica y femenina:

─Nivel de energía supremo detectado a menos de: cien metros… noventa metros y contando… ─eran ellos, se acercaban.

─Sería buena idea hacernos invisibles ─sugirió Hermes─ Nos daría una ventaja.

─No, no serviría de nada ─les advirtió Artemio─. Son máquinas y Rúffus debió colocarles tecnología capaz de vernos aun así, sabia de la existencia de estos trajes, es mejor evitar llevarnos la desagradable sorpresa.

Un centellazo de luz salió al cielo y golpeo el Domo protector justo en el centro, con una detonación retumbante que hizo temblar el suelo a sus pies de nuevo. El Domo parpadeo hasta que se desquebrajo, por un momento pudo verse a la perfección en el cielo el azul eléctrico del campo de fuerza que lo formaba, este colapso y se apagó de inmediato ante el ataque de Keros. La ciudad, por primera vez en más de doscientos años, seguramente desde su fundación, estaba a la intemperie.

El generador principal del Domo Protector estaba en la Gran Plaza, una estancia circular de gran tamaño llena de árboles y blancos bancos de mármol, que se encontraba justo en el centro de la Ciudad. Y en el centro de esta plaza, estaba el Generador del Domo; que constaba en una especia de fuente redonda de varios metros de diámetro llena de un líquido negro que tenía la consistencia del petróleo, pero de un negro más brillante, en el centro de la fuente flotaba una gran esfera cromada de aproximadamente, veintiún metros de diámetro, que proyectaba el campo de fuerza con forma de domo, la esfera estaba medio sumergida en el centro del extraño líquido, y emitía un extraño resplandor azulado intermitentemente, pero en cuanto el campo protector colapso, este resplandor se apagó de golpe, estaba dañado, dejándolo como una esfera monumental, común y corriente.

Tres figuras aterrizaron frente a ellos como misiles, hundiendo el suelo a sus pies.

Las luces de emergencia que se habían encendido por la falta de luz eléctrica, se quedaron repentinamente parpadeantes, indecisas, sin saber si quedarse o no encendidas.

─Por fin ─dijo Keros con una ligera sonrisa─. Comenzaba a pensar que no vendrían.

Hipnos, que antes era Danny, soltó una carcajada de placer.

─Que empiece la acción ─anunció Thanum con satisfacción.

─Ariel es mío ─dijo Hipnos con presteza.

Ariel se tensó al lado de Lion, estaba impaciente por empezar.

Lion se preparó, estaba más que listo, el calor recorría sus venas, haciendo vibrar su cuerpo, aumentando sus músculos y en un nanosegundo sentía estallar su cuerpo con un resplandor, había rebasado el primer estatus Supernova, sintió como sus acompañantes hacían lo mismo. Ahora todos estaban al máximo nivel.

─Demetrio, Ariel vayan por Hipnos, Hermes y yo iremos por Thanum ─ordenó Artemio.

─Lion crees poder con…

─¡Podre! ─aseguró, miraba fijamente a Keros, este, que seguramente escuchaba a la perfección todo lo que decían, esbozó una sonrisa burlona que contorsiono su rostro, acentuando sus burdas y angulosas facciones.

Era realmente alto, también muy robusto, de anchos hombros y músculos, más de lo que se apreciaba en televisión. Tenía que admitir que era realmente… descomunal, por no decir aterrador.

Lion salió despedido a su máxima velocidad, embistió a Keros con toda su fuerza, tomándolo por sorpresa. Lo lanzó contra uno de los altos rascacielos donde se estrelló, dañando la estructura de este, al casi partirlo por la mitad.

Vio de reojo como los otros cuatro, por parejas, iban tras las otras Sombras De La Muerte.

En un segundo, Lion supo de inmediato que fue mala idea lanzar a Keros contra aquel edificio, gente que estaba refugiada allí comenzaban a salir en tropel, desesperados, con tapabocas de emergencia debido a la destrucción de la protección externa del campo de fuerza. La gente se dispersó enseguida, asustados, debía haber más de quinientas personas allí, que se diseminaban por las diferentes calles corriendo desesperadas, mientras al mismo tiempo esquivaban los esparcidos escombros. Lion se elevó unos metros sobre ellos, esperando ver salir a Keros.

En el desespero de la multitud, un niño fue separado de su padre, este quedo rezagado en la entrada del edificio, llamando a gritos y llorando por su papá. Lion vio el cabello castaño, liso y un poco largo del niño, que le caía hasta medio tapar sus ojos verdes, debía tener unos cinco años, llevaba tapaboca color hueso que destacaba en sus pálidas mejillas, desprovistas de color por el miedo. Mientras lloraba con desconsuelo, un gran pedazo irregular de escombro en lo alto del edificio, que quedó suspendiendo solo sosteniéndose por una delgada viga sobresaliente, cuando lazó a Keros hacia este, amenazaba con caerle encima.

El padre lo encontró justo cuando el gran escombro se desprendía y caía sobre su hijo, él estaba muy lejos de su hijo para alcanzarlo a tiempo.

Todo ocurrió en cámara lenta por unos segundos, el escombro había caído justo cuando Keros había decidido arremeter contra su oponente. Pero Lion lo esquivó y fue por el pequeño. Todo ocurrió en el tiempo de un respiro, tomó al niño en sus bazos y lo quito del camino del gran pedazo de concreto y metal. Sujetándolo con delicadeza, lo llevo junto a su padre.

Pagó caro su acto heroico. Keros arremetió contra él cuando aún tenía al niño en brazos, en el aire a unos pies del suelo, se giró para protegerlo. Su oponente le pateo la espalda, justo en la columna vertebral, un fuerte grito de dolor escapo de su boca. Luego le lanzó uno de sus ataques, sintió el calor de la energía impactar, de nuevo en su espalda, como una corriente de alto voltaje, lastimándole aún con la armadura puesta, pero no soltó al pequeño ni permitió que lo alcanzaran los ataques y lo lastimaran. En cuanto Keros detuvo sus ataque e intento ir de nuevo a su encuentro y golpearlo, él lo esquivo justo a tiempo, a su máxima velocidad y en un segundo estaba frente al padre del niño, que se encontraba entre la cada vez más pequeña multitud, intentando salir de ella para buscar a su hijo, y se lo entregó.

─Huyan lo más rápido que pueda y busque un refugio ─le dijo Lion con voz potente, pero clara, esa voz que solo experimentaba en ese estado supremo.

─¡Gracias! ─dijo el hombre tomando a su hijo apresuradamente, apretándolo fuertemente contra su cuerpo, con sus ojos muy abiertos al verlo flotar de nuevo en el aire, salió corriendo lejos de la contienda hasta perderse con el resto de la multitud.

Por suerte toda la atención de Keros estaba sobre él y no sobre los inocentes que huían.

Volvió a atacarlo pero esta vez estaba de frente y libre para defenderse.

Lion, todavía a su máxima velocidad, trató de propinarle un puñetazo en la mandíbula, pero Keros lo atajó en el acto, cerró su mano en torno a su puño, su fuerza era brutal. El muchacho abrió mucho los ojos, eso no debería estar pasándole.

Keros apretó aún más fuerte su puño, e hizo crujir su mano y el metal de la armadura de Hefosterínio que la cubría.

─¡AHHH! ─gritó de dolor Lion. Imposible, pensó.

─¿De verdad creías…. que eras más fuerte que yo? ─se burló el Transmuto─. Yo pelearé sólo con él, porque se ve débil… ¿No? ─sus ojos azul oscuro y vidriosos llamearon, era verdad que lo superaba en tamaño, aun así, se suponía que nadie podía alcanzar su nivel de poder, como podía superarlo un artilugio creado por un viejo.

El golpe de Keros fue hábil en su pecho y sonó como un detonación, a este lo siguió otro igual de rápido en su estómago, Keros aún sujetaba su puño, luego lo soltó y lo tomó de la nuca para arrojarlo contra el suelo donde Lion se hundió boca abajo varios metros en el calle, haciéndole un gran surco.

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, justo cuando comenzaron a oírse los primeros relámpagos, esta vez no lluvia del agua procesada de las reservas subterráneas de la Ciudad, sino agua pura de lluvia del exterior, ya no estaba contaminada, pero la gente estaba tan acostumbrada a la protección que ofrecía la Domápolis, que se asustaba de la cosa más inocua que viniera del exterior.

Lion se puso de pie lentamente.

─Espero que te quedara claro el mensaje ─habló Keros detrás de él

─Muy claro —susurró el muchacho con rabia.

Se giró y lo encaró, estaba asustado, pero no huiría, la idea era absurda para él, incluso en ese momento. Keros se había alejado y ahora estaba a unos veinte metros de distancia. No era un cobarde, pero tampoco tonto, podía ver que estaba en desventaja de alguna forma improbable, pero eso no implicaba que no luchara, morir era más aceptable que rendirse para él, más después de ver a toda la gente que ellos habían matado, jamás se perdonaría si no hacía algo.

Vio de reojo como Ariel y Demetrio cayeron como meteoros contra un edificio que se desplomó inmediatamente, sepultándolos, hacia el sur de la Ciudad. Estaban haciendo muchos destrozos, pensó Lion con preocupación, y aún había algunas personas refugiadas en esos altos rascacielos.

Artemio y Hermes también se esforzaban con Thanum. Pero este demostraba estar muy por encima de ellos, a pesar de que se enfrentaba a los dos a la vez.

La desesperanza comenzaba a arraigar en él, justo donde retumbaba su corazón, que golpeaba contra su pecho por la adrenalina, como si quisiera salírsele. En algún punto llegó a una única certeza, que se negaba a aceptar.

Todos morirían aquí.

No… se dijo, recordando la promesa que había hecho antes de ir a la batalla, no lo permitiré. Arremetió de nuevo, esta vez el otro lo esperaba, ambos salieron despedidos hacia las nubes, el agua mojaba el cristal de la armadura de Lion, y la cara de Keros. Los golpes sonaban, como los relámpagos que los rodeaban, cada vez que alcanzaban a su objetivo. Lion logró propinarle un golpe con la rodilla en el estómago, pero de inmediato este se lo devolvió con una patada en el pecho que lo alejo de él.

Lion dio un giro en el aire y lanzó su primera técnica de ataque, extendió su mano y la esfera blanca de luz salió como una estrella fugaz, quizá más rápida aún, y dio contra su enemigo. Sorprendentemente no le hizo ningún daño aparente, a pesar de que chocó de lleno justo en su pecho. Solo logró empujarlo unos pocos metros hacia atrás.

Después fue su turno.

Lion voló en todas direcciones esquivando sus ataques que daban en el suelo haciendo más destrozos a la Ciudad. Debían alejarlos de allí cuanto antes, pues terminarían matando a más personas inocentes, aunque fuera accidentalmente.

─Debemos sacarlos de aquí ─le dijo a los demás a través de su Inter-codice.

─Estoy de acuerdo ─respondió Artemio.

Vio como ellos salían, hacia el cielo, para luego dirigirse hacia donde se habían ido Ariel y él la noche de su pelea.

Él los siguió y las Sombras lo siguieron a ellos muy de cerca. El sonido que rompe los límites más inverosímiles de la velocidad, estallaron en el aire y en escasos segundos estaba en el sitio exacto donde solían entrenar.

Los cinco se reunieron de nuevo. Los Transmuts también lo hicieron frente a ellos, listos para seguir con la batalla.

Lion se deshizo de la armadura en cuanto llegó, tomando una determinación, esta se volvió a unir formando la acostumbrada forma cubica en su espalda y cayó estrepitosamente al suelo, que se hundió bajo su peso. Se quedó solo con el traje contendor negro, que se ajustaba a su recio cuerpo como una segunda piel, y el Inter-codice, adaptado a su ojo y oído derecho. Para no perder el contacto con los demás.

─¿Qué crees que haces? ─recriminó un asombrado Demetrio.

─Debemos estar lo más ligero posible, así seremos más rápidos.

─Tiene razón ─admitió Artemio─ hagámoslo.

Los cuatro se deshicieron de las armaduras. Se sentían un poco más ligeros, pero no estaban seguros de que esto hiciera mucha diferencia. Los cinco despedían un ligero resplandor blanco, Hermes, Artemio y Demetrio tenían ese resplandor dorado en sus ojos color topacio que reemplazaban sus pupilas, mientras que los de Ariel refulgían con una de color verde esmeralda, en cuanto a los de Lion; volvían a parecer gris brumoso, como de tormenta, con rayos dorados a su alrededor y la luz blanca, justo en el centro de estos. Todos estaban en tan excelentes condiciones físicas, que recordaban a las esculturas y pinturas de los antiguos guerreros espartanos, solo que ellos lucían trajes negros de última tecnología que se ajustaban a sus cuerpos como un guante en vez de una tosca armadura griega.

─Bien, intentémoslo de nuevo ─dijo Demetrio.

─Perfecto ─se burló Keros─, será más fácil hacerlos sangrar.

Éste embistió a Lion de nuevo, pero el muchacho pudo ser más rápido esta vez, había acertado con lo de los Trajes de Hefosterínio, y le propino un golpe en el estómago que lo hizo caer a sus pies. Bien, pensó.

Los demás se volvieron a dividir en parejas como antes, contra el mismo oponente, Ariel y Demetrio se perdieron en el aire con Hipnos. Mientras que los demás se fueron hacia más allá del oeste con Thanum.

─Nada mal ─reconoció Keros sonriendo y recuperándose─. Pero podría ser mejor… así.

El golpe que le dio lo hizo salir por el aire hasta caer haciendo un amplio y largo surco en la tierra mojada con la lluvia, esta caía más ligera en ese lugar que en la Gran Ciudad. Un relámpago se oyó a lo lejos. Y con la misma velocidad de este, Keros comenzó a golpearlo allí tirado en el lodo, repetidamente en el estómago, el muchacho escupió una alarmante cantidad de sangre por la boca mientras un grito de dolor se abría paso por su garganta, este quedo ahogados cuando su oponente le piso la cabeza hundiéndosela en el lodoso terreno.

─¡Eres una maldita cucaracha a mis pies! ─le gritó Keros riendo.

Lion lo sujetó de ese mismo pie, que aún estaba sobre su cara llena de sangre y lodo, al mismo tiempo que se ponía en pie con un ágil giro, lo arrojó a la velocidad del rayo contra el suelo, ahora era Keros el que estaba a sus pies.

El cielo se cubrió de destellos blancos, eran los ataques de Ariel o posiblemente de Demetrio, algunos caían a la tierra, a lo lejos, y estallaban, el resplandor y el sonido, como de bombas, se mezclaban con la retumbante descarga de los rayos que comenzaron de nuevo su exhibición de poder en ese momento.

Hacia el oeste ocurría lo mismo en la batalla de Artemio y su hijo contra Hipnos.

Keros se levantó, Lion escuchó el sonido de alto voltaje de su ataque de energía que hizo que se le erizara el cabello de la nuca. Logró esquivar el primer ataque, pero el segundo lo lanzó kilómetros más allá de su contrincante, cuando estalló en su pecho.

Cayó de espaldas, sentía una extraña presión allí donde había impactado el ataque de Keros. Observó el cielo nublado un segundo. Estaba en Nivel Supernova ¿Por qué les costaba tanto trabajo acabar con los juguetes del Sr. Rúffus Bullock?

Se puso de pie, justo en ese momento sintió el golpe en su espalda, que lo hizo doblarse hacia atrás y volver a mirar el cielo, ni siquiera pudo gritar, en una posición imposible. Repentinamente, todo el aire se había escapado de sus pulmones, estaba sin aliento.

Cayó de rodillas.

De repente, un gran destello ilumino la noche desde el horizonte a sus espaldas, no sabía qué hora era pero estaba seguro que no podía ser el amanecer. El sonido llegó pocos segundos después, y era desquiciantemente perturbador. Una voz llena de dolor habló en su oído, primero fue un grito y después una súplica, era Hermes.

─¡PAPÁ, NOOO!… Tío Demetrio, lo ha matado… ha matado a mi padre.

21

La danza mortal

No sabía cuál dolor era mayor, pero el de escuchar el anuncio de la muerte de Artemio, su mentor, su amigo, el que le había tendido su mano para ayudarlo, el que una vez le dijo que era de su familia y que siempre estaría ahí para él cuando lo necesitara, competía con cualquier otro dolor en ese momento, era punzante, como mil cuchillos al rojo clavándosele en la piel y le dejaba un enorme vacío en su pecho, uno que no podría volver a llenar nunca. No supo en qué momento se movió, pero salió disparado hacia donde estaba Hermes, no podía ser verdad, tenía que estar equivocado, Artemio tenía que estar vivo. En segundos estuvo al lado de su compañero y hermano, en el bosque donde una vez luchó contra Ariel. El hijo estaba de rodillas junto al cuerpo inerte de su padre, sus ojos estaban llenos de lágrimas cuando miró un segundo a Lion para luego regresar la vista hacia el cuerpo sin vida y tomarlo en sus brazos. Ambos estaban a la orilla de un pequeño riachuelo de agua cristalina, rodeados de vegetación. Hermes parecía un niño indefenso en ese momento.

Lion cayó junto a él sobre una rodilla, sus ojos se humedecieron inmediatamente, unos segundos después Demetrio y Ariel se reunieron con ellos. Aterrizando con prisa a su lado.

─No ─gimió Demetrio al ver el cuerpo inmóvil del único hermano que le quedaba─. ¡Tú también no! ─le suplicaba cayendo a su lado de rodillas y tomando su cabeza en su regazo. Toda austeridad y mal humor desapareció de sus ojos, para dejar solo al dolor y la desesperación.

La respiración de Ariel se aceleraba, respondiendo al dolor de la única forma que podía, con rencor hacia los que le habían quitado a un miembro de la única familia que conocía.

Artemio tenía una gran herida abierta en su pecho, la herida que le quito la vida.

─¿Cómo pasó? ─inquirió Lion.

─Thanum… él me ataco a mí con un golpe mortal, pero papá se puso en medio de los dos y… ─la voz de Hermes, aunque potente por su estado de poder, se quebró.

Lion se sentía tan impotente, tan culpable incluso, tal vez si hubiera llevado la Armadura no le habría pasado esto, pensó, era su culpa, era un estúpido por haber sugerido aquello.

De repente Demetrio miró el cuerpo de su hermano de forma extraña.

─Esperen ─dijo llevando un dedo a su oreja, lo estaba analizando con su Intercodice─. Aún no está muerto, pero está al borde de estarlo, sus signos vitales son muy débiles, hay que llevarlo a una Asclocapsula de inmediato ─dijo con una mota de alivio y preocupación mezclados en su voz.

Antes de que los muchachos asimilaran esto, de que el alivio siquiera recorriera sus cuerpos, él se levantó con su hermano en brazos.

─Yo voy contigo ─inquirió Hermes.

─No, debes quedarte ─lo atajó Demetrio─. Yo volveré en cuanto pueda, mejor cúbreme ─les ordenó, listo para emprender la partida.

Justo en ese momento llegaron las Sombras de la Muerte, aterrizando estruendosamente frente a ellos.

Lion, Ariel y Hermes, cubrieron de inmediato a Demetrio, haciendo un muro entre ellos y los Transmuts. Todos estaban en tierra, excepto Demetrio que se había elevado unos metros cargando con su herido hermano.

─Vete ─le pidió Lion apresuradamente.

Demetrio salió disparado de allí como una bala.

Lion estaba impasible, viendo a sus enemigos. La rabia por haber dejado a Artemio en esas condiciones seguía viva en él, y estaba seguro que también en sus compañeros. Thanum iba a perseguir a Demetrio y terminar el trabajo. Pero Hermes fue más ripidio y lo embistió como un meteorito enfurecido. Ariel fue por Hipnos con quien se alejó de allí.

Él se quedó con Keros otra vez:

─Después iremos por ellos ─le aseguró a Lion.

─Tu no vivirás más allá de hoy, maldito ─le aseguró Lion, con sus ojos comenzando a llamear por el fulgor de su cólera.

─Aún no me has demostrado el poder de cumplir con tus amenazas ─dijo Keros con una sonriso malévola en su rostro, pero sus ojos azul oscuro, por otra parte competían con los de él─. Y por cierto ¿Cómo está tu hermano? ─preguntó de golpe, repentinamente divertido, pretendía jugar con la mente de su enemigo.

─Sabes cómo esta si te refieres a…

─No, no hablo de Artemio ─lo interrumpió Keros con fastidio─, sino de tu hermano, el verdadero, el de sangre ─lo decía con un fingido deje de impaciencia en su voz.

Lion no entendía lo que le decía.

─Yo soy hijo único, imbécil.

─El único imbécil aquí eres tú ─le espetó su oponente, que señalándolo con un dedo comenzó a pasearse a su alrededor─. Pobre Lion, desde niño ignorado por su madre, engañado respecto a su origen, dejándole crecer pensando que era normal, común y corriente. Te han mentido toda tu vida niño, y tú sigues parado allí, sin siquiera quejarte, me das pena. Tienes un hermano perdido inútil, yo iré por él también después de que te mate a ti a tus súper amiguitos y… a tu madre ─los ojos de Lion se abrieron de repente, la ira que sintió por esa máquina era ya incontenible, Keros seguía paseándose tranquilamente a su alrededor, como si hablara de algo muy trivial─. Yo sé todo sobre ti, sobre todos ustedes, más de lo que crees, el Bullock nos transmitió mucha información suya, tenía mucho tiempo vigilándolos, tenía cámaras de vigilancia disimuladas por todos lados, en las máquinas de Remediación Ambiental por ejemplo, que los habían capturado entrenando, conocemos todos sus movimientos y todos sus secretos gracias a eso. Aunque no quiso revelar donde vivía Artemio para proteger a su hija, y en vez de eso nos hizo llamar su atención. Aunque debo admitir que fue divertido hacer todo ese alboroto y matar a todas esas cucarachas humanas. Le llevó años, pero era un hombre paciente y extremadamente listo lo reconozco. Al final creó la perfecta maquina asesina de Cronianos, impulsado por el odio que le tenía a tu padre, pero nos dio un nuevo objetivo prioritario… a ti… tu pagarías por las deudas de tu padre Lion… ─dijo, haciendo eco de lo que el mismo viejo le había dicho en el despacho de Artemio─. Pero era un imbécil controlador, yo no permito que me controlen ¿sabes? y por eso lo mate, me harté de que me diera órdenes. Él era un buen aliado, casi sentí pena por él aunque disfrute atravesarle el corazón como lo hice con Morzot… así como disfrutare atravesar el tuyo.

Lion no lo podía creerlo, así que todo eso era lo que había pasado.

Pero había algo que le había llamado más la atención. Aunque sentía un inmenso deseo de seguir con la lucha para que la maquina dejara de parlotear, no pudo evitar hacerlo seguir hablando.

─¿Cómo es eso de que tengo un hermano?… ─le preguntó con apremio, su corazón se estaba acelerando más con cada segundo, sentía que estaba al borde del colapso─. Seguro que Rúffus te engaño.

─No, no, no… él lo escuchó hablar con su hija un día, a Artemio, después de que tu patético padre muriera, hablaban de buscar al hijo de Bacco; el hijo que Arieón había secuestrado y enviado a un planeta desconocido.

─¡No es cierto, mientes, eres un maldito mentiroso! ─sentenció Lion, apretando los puños y subiéndolos a sus sienes, como si tratara de sostener su cabeza con ellos.

─Bueno si no quieres creerme, me da igual, después de todo qué más da, no vivirás lo suficiente para conocerlo ─su tono era caustico, estaba observando el prado distraídamente, casi con indiferencia, muy confiado en sí mismo.

Lion estaba confundido, eso era lo que quería; confundirlo, no era verdad, cuantos secretos más tenía que soportar descubrir. Pero una parte de él sabía que decía la verdad. La primera razón para creerlo era que tenía sentido con lo que había escuchado en la reunión del Hexagram esa misma noche, Artemio le dijo que su madre le iba a contar todo al respecto inmediatamente después de esta, al llegar a casa, pero fue abruptamente interrumpido. Ellos no podían saber lo que habían hablado, Demetrio daba prioridad a las salas secretas de la mansión en cuanto a seguridad, aunque después de todo fue un error dejar la exterior tan desprotegida.

Recordó las palabras del Concejo Supremo.

Ellos dijeron que habían encontrado al último hijo, que estaba en el planeta de una lejana galaxia, alguien a quien llevaban catorce años buscando, coincidía con la muerte de su padre, todo cuadraba, de repente recordó su misterioso y recurrente sueño: el cabello rubio y los ojos oscuros de su madre, ¡era él! su hermano, estaba seguro. Ahora podía entenderlo a la perfección. Eso era lo que estaba en sus sueños, ese suceso, ese recuerdo reprimido de cuando era muy pequeño. Un hermano que había sido lanzado al espacio, cruelmente alejado de su familia cuando era apenas un bebé. Lion jadeó por la impresión del descubrimiento. Esa era la razón de su constante sentimiento de pérdida.

Keros aprovecho su vacilación, atacándolo de repente.

El muchacho se estrelló contra una gran roca partiéndola a la mitad. Saliendo repentinamente de su introspección, se recuperó en seguida y lanzó su propio ataque doble extendiendo su mano derecha hacia su adversario y colocando la otra a su espalda con la palma hacia arriba, las dos esferas salieron de ellas, una se perdió en el cielo hacia arriba (la de la izquierda) y la otra fue directa a Keros, este la apartó de su camino con una mano, estaba atravesando el bosque volando, se dirigía hacia él.

El otro ataque de energía esférica de Lion, la cual había estado controlando con su mente, le cayó en la nunca y lo hundió en el suelo repleto de vegetación. Aprovechó la distracción, fue a por él. Lo sujetó del cuello del traje militar verde oscuro, comenzó a golpearlo con toda su fuerza, descargando su rabia en el Transmuto. Golpeó su cara y mandíbula con un puño, después, le dio con la rodilla en el estómago descargando toda la fuerza de la que era capaz. En vez de sangre, de su cuerpo, su boca y cara, en ese momento, manaba el Icrom de un color azul eléctrico, la sustancia que le daba poder. Esta no tuvo efecto cuando mancho la mano de Lion, solo lo hizo sentir un extraño hormigo, justo allí donde la sustancia hacia contacto con la piel.

Su enemigo aún estaba consiente, pero Lion no quería darle tiempo de reaccionar, y le dio un cabezazo. Sin embargo, finalmente Keros venció su agarre y lo lanzó por los aires con su propio ataque de energía, que salía en cascada de sus manos extendidas hacia él.

Lion salió despedido y recorrió varios metros en el aire cuando el ataque impactó en parte de su cara, pues logró esquivarlo por poco. Sintió como se rasgaba su mejilla derecha después del intenso dolor del impacto y como un líquido cálido goteaba de ella; su sangre, sentía su olor oxidado y salino. Esa herida se unía a sus ya múltiples raspones que había estado coleccionando en el transcurso de la pelea, tanto en su cuerpo como en su traje contendor.

Cayó cerca del lindero del bosque, impactando el suelo como una bala de cañon. Podía oír las otras peleas, Ariel y Hermes estaban al límite, cada explosión, cada golpe era propinado con todo el poder que eran capaces de alcanzar, la lluvia había cesado, al menos allí, y los rayos se atenuaron bajo el sonido de sus arremetidas. Bajo la lucha por la supervivencia.

Pero nada estaba determinado todavía, podían ganar tanto como podían perder, todo dependía de que tan listos fueran.

“La inteligencia, así como nuestro poder, son parte esencial e inherente a nuestra naturaleza, nunca lo olvides Lion”.

Recordaba a la perfección estas palabras de Artemio, casi podía oír su voz, su fiel amigo que en ese momento peleaba contra la muerte. Se sentía impotente sin saber si regresaría o si nunca más lo vería. Sin saber si Demetrio había logrado llegar a tiempo.

Lion se elevó en el aire sin siquiera ponerse en pie, justo cuando Keros salía del bosque, tratando de limpiar su herido rostro, aunque era evidente que no podía sentir dolor.

Se sentía frustrado, había peleado al límite y esa cosa seguía devolviéndole los golpes. Necesitaba ayuda, necesita a Ariel y Hermes junto a él. Estaba consciente de que eran más poderosos juntos, no debían estar separados, recordó, debían formar el arma más poderosa que podían, debían unir el tridente en uno solo para poder herirlos.

Debía reunirse con los demás, tenía un plan. Pero antes debía distraer a Keros, o a lo sumo, persuadirlo para que peleara con los tres a la vez.

─Rúffus ideo muy bien las cosas ─le aseguró Lion apelando a la soberbia de Keros, su expresión de seguridad era bastante creíble─. Hizo varios como ustedes porque sabía que ninguno podría con nosotros por si solos, al mismo tiempo, bien pensado.

─¡YO NO NECESITO DE NADIE PARA ACABAR CON TODOS USTEDES!

─Sí, y es por eso que cada uno de nosotros pelea por separado contra cada uno de ustedes ¿no?

Keros, estaba fuera de sí. Lion había acertado, era demasiado soberbio….

Pero eso no quería decir que fuera estúpido. Se quedó mirando a Lion, sabía lo que se proponía. Sin embargo las cosas se retorcieron en su contra, pues Keros tuvo una idea mejor y más brillante. Repentinamente Keros se fue, dejando a Lion preguntándose si había dado resultado lo que se proponía, este fue detrás de él, volando a toda velocidad. Hasta llegar donde peleaban Ariel e Hipnos, que también estaban en el aire. Este último tenía al muchacho por el cuello, Ariel ya estaba de un color morado.

Cuando de improviso, Keros atravesó a Hipnos por la espalda. Este soltó a su oponente que cayó semiinconsciente. Todo ocurrió muy rápido, sin siquiera dejarles tiempo de asimilar lo sucedido. La mano de Keros atravesaba el pecho del otro Transmuto, el cual estaba confundido, realmente no supo ni que lo golpeó. Keros retiró velozmente su mano, dejándole un gran agujero en el cuerpo, justo en el centro del tórax, un daño mortal. Antes de que este cayera muerto a la tierra, desprendió un resplandor azul, el resplandor del icrom, el cual absorbió su asesino con presteza. El resplandor azul entraba por su pecho y su boca haciéndolo más poderoso de lo que ya era.

La compresión golpeo a Lion como un rayo que casi le partiera el cráneo.

El cuerpo del vacío Hipnos, lo que quedaba del pobre Danny, cayó a la deriva del viento.

─Este se supone que era uno de nuestro último recursos ─le explicó Keros, satisfecho por la expresión de horror de Lion─. Absorber el poder de los otros, pero solo si alguno era destruido, ya lo hice con Morzot de todos modos, el bastardo me hizo más poderoso que los otros. Pero como tú me has desafiado, me veo en la obligación de demostrarte que conmigo no se juega.

Sin decir más, Keros fue volando detrás de Thanum.

No, pensó Lion, eso no era lo que quería, esperaba que los dejara pelear a los tres juntos contra ellos, pero de uno en uno. Tal vez así tendrían alguna posibilidad. Fue un estúpido e iluso. Eso era algo malo, muy malo para todos… no podía permitir que Keros se hiciera más poderoso.

Lion lo volvió seguir inmediatamente, desesperado, cuando estuvieron relativamente cerca de donde estaba Hermes y Thanum. Le gritó a su compañero y hermano de armas, la preocupación le había hecho olvidar su Inter-codice:

─¡Hermes… no dejes que se le acerque!

Hermes estaba luchando y resistiendo los ataques a unos quilómetros más allá, también en el aire, de donde estaba Ariel. Lo hacía bien, pero se distrajo con el grito de Lion. Thanum aprovecho esta distracción, lanzándole un ataque con ambas manos, la energía resultante de su asalto se dirigió justo al pecho del muchacho, este trató de contenerlo con otro igual pero exploto muy cerca de él. Hermes cayó también, en la oscuridad de la noche, en picada hacia el suelo.

Lion aceleró tanto como podía, y llegó con Thanum antes que Keros apenas por una milésima de segundo.

─Viene por ti ─le advirtió con desdén a Thanum─. ¡Vete!

Pero este, como si no entendiera lo que decía, lo atacó, Lion esquivó sus golpes y arremetidas. Su otra opción era tratar de matarlo antes que Keros, este ya estaba ante él. Lion le dio una patada que lo hizo alejarse de ellos, luego atacó a Thanum, le lanzó sus mejores técnicas de energía, las cuales estallaban en el suelo cuando este los esquivabas.

Hermes regresó. Ariel se les unió en ese mismo segundo. Ambos estaban confundidos, todos aún suspendidos en el aire a mucha distancia del suelo.

─Traten de distraer a Keros… ─les dijo sin dejar de lanzar ataques a Thanum con sus dos manos.

─Pero ¿Qué haces? ─comenzó Hermes.

─¿Por qué mató a Hipnos? ─preguntó Ariel al mismo tiempo.

─¡No hay tiempo para explicaciones ahora, solo confíen en mí!

Ellos fueron contra Keros de inmediato, al notar la urgencia en su voz, sin hacer más preguntas. Keros, por su parte estaba furioso he iba detrás de Thanum.

Lion siguió con sus fervientes arremetidas, no tenía mucho tiempo, sus compañeros solo lo podrían detener por pocos minutos. Cerró los ojos y aumento su poder aún más, sentía la energía emanar de sus poros, irradiar de su cuerpo como una luz blanca. Thanum lo alcanzó y trató de golpearlo, él lo esquivó, era más rápido ahora. Debía matarlo antes que Keros, era lo único en lo que pensaban, si absorbía el poder de él también; se haría casi indestructible, no podía permitirlo, quien sabe de qué sería capaz después de eso.

─Pensé que tu ibas por Keros, que pasa, piensas que puedes conmigo ─lo provocó Thanum─, No creas que he olvidado el robo que nos frustraste a mí y a mi equipo en el Banco Continental.

Lion abrió mucho los ojos, él también… Rúffus había tomado al líder de las Ráfagas Plateadas o como se llamaran, le había parecido familiar en cuando lo vio con los otros dos en la televisión, no había recordado de donde en ese momento, porque como no había visto su rostro completo, solo la mitad superior cuando lo noqueo aquella vez en el Banco y le resbalaron sus gafas.

─Eras tu ─susurró Lion.

─Así es… y de no haber sido por ti…

─¡HABRÍAS MATADO A UNA NIÑA INOCENTE! ─gritó Lion, su renovada ira le había dado más energía.

Se fue sobre Thanum, quien no puedo contenerlo, lo golpeó, el sonido fue tan intenso que le dejó los oídos con un irritante pitido continuo. Él salió disparado hacia atrás, donde Lion ya lo esperaba otra vez, lo sujeto del cuello enroscándole el brazo a su alrededor, descendió a su máxima velocidad y los estrelló boca abajo contra el suelo de tierra húmeda, donde se hundieron a más de cuatro metros de profundidad. A lo lejos Keros gritó de desesperación, Ariel y Hermes hacían un buen trabajo de equipo reteniéndolo.

Lion puso su mano extendía hacia su oponente, retrocedió flotando hasta que estuvo varios metros en el aire, muy alejado de él, sin dejar nunca de apuntarlo, su vista era buena en la oscuridad, pero el lente monitor la mejoraba aún más acercando y enfocando su objetivo a pesar de la distancia. La punta de sus dedos se iluminó, bajaron por su mano formando el mortal ataque con forma esférica. Esta pareció estallar en su mano, saliendo despedida de ella esta vez como un rayo de luz continuo. Directo hacia donde estaba Thanum. Este se levantó lanzando un ataque similar con ambas manos que interceptó al de Lion.

El sonido que produjeron al chocar solo se podía comparar con el de dos camiones de carga que colisionaran a doscientos quilómetros por hora.

Ambos sostenían su ataque intentando vencer el avance del otro. Keros arrojó a Ariel contra el suelo, Lion los vio de reojo a lo lejos, luego, desesperado, embistió a Hermes apartándolo y fue por él. No, lo arruinaría todo. Lion aumento la presión y el ataque de Thanum perdió varios metros.

Keros seguía acercándose volando, implacable, llegaría hasta él en menos de un segundo.

Pero cuando estaba a escasos metros de embestir a Lion con toda su fuerza, Demetrio apareció de la nada y lo obligó a retroceder con todo el peso de su fuerza. Ambos cayeron como un asteroide sobre el suelo mojado del desértico lugar. Hermes se unió a él. Ariel, se colocó alado de Lion y lo ayudó con su propio ataque de energía concentrada. Ahora que tenían más tiempo no iban a desperdiciarlo.

Con un descomunal esfuerzo de ambos, que los hizo gritar de dolor al punto de la agonía, empujaron aún más su energía. Todas sus fuerzas, todo su poder se concentró en ese único punto, en esa cascada blanca que despedían sus manos hacia su único objetivo; el Transmuto. El cual les oponía buena resistencia… Lion tuvo que extender su otra mano, uniéndola a la primera, para redoblar su ataque a la máxima potencia. No había mucho que Thanum hubiera podido hacer, el ataque de este se vio obligado a dividirse en dos para darle paso al de Lion y Ariel. Estos lo atravesaron en el pecho limpiamente y salió por su espalda e impacto también el suelo, abriendo un gran agujero que se extendió a varios quilómetros de profundidad. El unido ataque siguió y siguió hasta que, aumentando su grosor, desintegró el cuerpo ya sin vida, si se podía decir que estaba vivo, del Transmuto, que había soltado solo un resoplido al desfallecer, hasta hacerlo desaparecer por completo en el aire y volverlo cenizas.

Lion disminuyó su energía lentamente, al igual que Ariel, hasta apagarla por completo, ese ataque por desgracia los había debilitado momentáneamente. Se oyó el grito de Keros al ver perdida la oportunidad de aumentar su poder con la vida de Thanum. Lion nunca supo ni cuál era su verdadero nombre. Pero matarlo, no le produjo ninguna sensación de satisfacción. Basta con decir que no sintió ni pena ni placer, solo el cumplimiento de un deber, que le hacía sentirse más bien vacío. No sabía si podía decir lo mismo por Ariel, aunque este sonreía con satisfacción en ese momento por su hazaña.

─¡NOOOO! ─Keros estaba fuera de si por la ira.

De una forma salvaje atacó a Demetrio, dándole golpes con toda su fuerza, lanzando cuanto poder tenía hasta hacerlo caer y dejarlo tendido en el suelo casi muerto, sangrando por múltiples heridas. El resplandor blanco que hasta ese momento cubría el cuerpo de Demetrio, se apagó lentamente.

Ariel, que repentinamente fue hacia ellos, y Hermes lo enfrentaron pero no tuvieron mejor suerte.

A Hermes, Keros lo lanzó fuera de su camino con un golpe que lo hizo caer como una bala al asuelo, e hirió a Ariel, en ese momento débil por el inmenso poder que había utilizado, en el brazo con un ataque de energía haciéndolo estrellarse también contra el suelo.

Lion fue hacia Keros, otra vez, ambos iban por el otro atravesando el oscuro cielo, las nubes comenzaban a despejarse y no tardaría en amanecer.

Chocaron en el aire con tal impacto, que fue como el de una colisión de dos aviones comerciales

Ambos estaban allí, intentando empujar al otro en el aire, tomados de los brazos, decididos a demostrar quién era el más fuerte. Comenzaron a elevarse más y más, en poco tiempo atravesaban la decreciente capa de nubes hacia un hermoso cielo aterciopelado y lleno de astros. Siguieron elevándose, hasta más allá de las alturas en las que transitan los aviones supersónicos.

Ambos se soltaron al mismo tiempo y se alejaron sin apartar la vista del otro, hasta quedar a una prudente distancia. Debajo se veía la curvada forma de la tierra.

─No creas que necesitaba a Thanum para volverme más poderoso que tu ─aseguró Keros con una sonrisita de suficiencia─. También absorbí, solo por si acaso, la energía del generador titán de la Domapolis antes de ir a encontrarlos.

Lion abrió un poco los ojos, no contaba con eso, Keros amplía su sonrisa al ver la reacción del muchacho. Sus dientes eran grandes, amarillentos y dispares.

─¿Qué pasa, no se supone que te creías muy listo? ─continuo el Transmuto.

Lion apretó mucho los puños, su expresión se volvió muy seria, toda impresión se borró de su golpeado rostro. Sabía que con eso Keros había superado su poder. Pero eso no lo detendría, o moría Keros o morían los dos. Esas siempre serían sus opciones, quien diría que tendría el mismo destino que su padre… Ahora entendía mejor, con cada batalla que marcaba para siempre su existencia, el por qué había tomada esa decisión, siempre lo supo, pero saberla y vivirla eran cosas muy diferentes. Murió por defender a los que amaba, por salvar a su hogar y a su familia. Sabia ahora que el sacrificio valía la pena. Defendería hasta su último aliento todo por lo su padre había luchado hasta el fin, todo en lo que había creído.

Ese era su destino, ahora lo hacía suyo y se aferraba a él con todo el alma. Así que solo le respondió a Keros diciendo:

─Vas a luchar… o parte de las habilidades que te dio tu creador fue hablar como un loro.

Keros frunció el ceño por su insolencia, estaba furioso otra vez, era el más volátil de los tres.

─Ya verás lo que me dio, bastardo.

BOOM

Sonó el cañonazo de su disparo de energía, Lion lo esquivó pero el siguiente ataque lo alcanzó haciendo que se estrellara contra el suelo como un misil. Se levantó de inmediato, ya no sentía dolor, la ira lo hacía inmune a este, como el mejor de los analgésicos. Sabía que era fácil y eficiente aprovecharse de esa ira para aumentar su poder, como había hecho varias veces esa noche, pues esto podría descontrolarlo y lo debilitaba más a cada minuto, tal como había descubierto después de atacar y matar al Transmuto, pero no podía evitarlo. Keros iba por él pero justo antes de que llegara, Lion uso su máxima velocidad, por un segundo todo estaba en cámara lenta, y se situó detrás de su enemigo, lo apunto con la mana abierta, se oyó el sonido, como un siseo torrencial, de su poder, disparó, dándole en la nuca y hundiendo a Keros en el recién hecho hueco de su caída, abriéndolo aún más hasta hundir la tierra blanda y húmeda en un cráter de unos diez metros de diámetro, el barro terminó cubriéndolo como si de su tumba se tratase.

Esperó pacientemente a que saliera, sabía que eso no podía haberlo matado (pero confiaba en que al menos disminuyera su energía) unos segundos más tarde éste efectivamente salía desde el interior de la tierra haciendo otro agujero a sus espaldas. Elevándose metros y metros en el cielo. Se giró para también elevarse como un rayo embravecido surcando el aire, hasta alcanzarlo. Se habían alejado hacia unas montañas, muy por encima de ellas. Lion aceleró, lo alcanzó, y con toda la fuerza concentrada en su puño, lo golpeo en la nuca, arrojándolo hacia la más alta de las montañas de la cordillera. Keros fue hacia ellas como un meteorito, chocó contra la cima de una de estas, destrozándola y luego cayó por el otro lado hasta hundirse en la montaña que estaba detrás, justo en el centro de esta, justo como Ariel una vez hizo con él. Lion apuntó de nuevo con sus dos manos, repitiendo la técnica que había usado para matar a Thanum, la luz salió de ellas como si lo hiciera de un cañón de plasma, atravesó el lugar justo donde había chocado Keros abriendo más la gran montaña, su ataque la hizo colapsar y toda la mitad de ella cayó sobre su enemigo. Rocas, tierra, árboles y demás se derrumbaron sobre el sujeto, sepultándolo.

Que no salga, por favor, que con eso baste. Pedía Lion, pero en el fondo sabía que eso todavía no sería suficiente. Y así fue, Keros volvió a salir de la tierra disparado como un misil, se acercó a él y se detuvo a unos veinte metro de distancia, estaba lleno de tierra de pies a cabeza, pero por lo demás se veía intacto y… enojado.

Su ira era asesina, demoledora, casi podía irradiarla como irradia el calor una bombilla eléctrica. Su cuerpo se encendió repentinamente con un tenue resplandor azulado.

─Mi turno ─dijo, su voz daba miedo, era categórica, fría y cruel.

Sabía que nada ni nadie podrían detenerlo.

Arremetió contra él a toda velocidad, con una patada que casi le parte el brazo. Lion soltó un grito de dolor, cayó estrepitosamente hacia la espesa vegetación boscosa que rodeaba la base de la montaña. Le dolía escandalosamente donde le había pateado, era como si llevara clavado un puñal en su brazo derecho. Antes de caer, Keros ya lo esperaba en tierra y volvió a darle otra patada en la espalda con toda su titánica fuerza e hizo elevarlo otra vez en el aire, donde también apareció y le propinó un golpe en el estómago, la sangre salió, como la erupción de un volcán, de su boca. Keros jugaban a la pelota con su cuerpo y no podía hacer nada. Esta vez sí lo dejó caer y hundirse en el suelo verde del frio lugar, solo para alzarle con su máximo poder, su último ataque. Un destello de luz azul eléctrico se prendió en el cielo, justo en la mano de su brutal enemigo. Esta vez iba a matarlo, era definitivo. Escuchó el estallido eléctrico de su poder, un sonido como el de un cable de alta tensión multiplicado por cien.

El ataque bajó como un pulsar o un cuásar que lo desintegraría.

─Perdóname papá ─se lamentó en un susurro─. No pude hacerlo, te fallé… tú eras mejor que yo… ─una lagrima bajó por su mejilla derecha, mientras la fría mano de la muerte le recorría la espalda.

Iba a morir y nadie podría hacer nada. Lo único que lamentaba era que había fallado, su único consuelo, aunque fuera egoísta, era que cuando esa enorme y concentrada cantidad de energía le atravesara el pecho ya no habría más dolor. Y quizá, solo quizá, si el destino, como decían, compensaba el dolor solo después de la muerte, vería a su padre y tendría paz. Pero esto no lo tranquilizaba en ese momento porque sabía cuál era el costo de rendirse allí, pues pensó en su madre:

─También espero que tú me perdones mamá, lo intente ─dijo al aire, esperando que el viento llevara sus palabras a oídos de Génova.

El haz de luz estaba más cerca, justo en el centro del claro rodeado de árboles en ese bosque, por más que lo intentara estaba perdido, ya no tenía fuerzas aunque todavía estaba en su estado más alto de poder. Se quedó allí tendido boca arriba, con las manos extendidas en el duro suelo. Moriría como había dado muerte.

Sintió el intenso calor de la energía que se precipitaba sobre él. El mundo pareció detenerse por unos segundos. Keros había estado jugando con ellos todo el tiempo. Pues podrían haberlos matado cuando hubiera querido. El calor aumentaba más y más con cada segundo que avanzaba.

Ya todo va acabar, pensó, falta poco, estaba solo…

─No, no lo estás ─mintió la voz de su padre en su cabeza, quizá como una despedida o en el mejor de los casos como un saludo.

El calor se concentró en su pecho, su muerte seria rápida: -tu vida no pasa por tus ojos cuando vas a morir como dicen, solo piensas en lo que dejas, o al menos él lo hacía- se dijo decepcionado, cerrando con fuerza los ojos, le habría gustado hacerlo, tal vez podría haber recordado a su hermano, verlo por primera vez en mucho tiempo.

Ya era tarde para él, nunca más vería a aquellos que le importaba, a los que tanto quería. Sabía que estos morirían después, pero sin embargo guardaba una diminuta, ínfima esperanza de que tal vez los demás, que quedaban, se unieran y lograran detener a Keros. De no ser así, esperaba que no le guardaran rencor, cuando lo vieran del otro lado. Sería él quien los matara por rendirse. Pues, peor aún, los habría dejado morir.

22

Ira

Su respiración estaba acelerada, tenía sangre seca en el lado derecho de su casa, le dolía todo el cuerpo a pesar de estar en Estatus Supernova, lo cual era mucho decir, solo el traje contendor estaba casi intacto, si exceptuabas el lodo y sangre. No sabía que más hacer, sentía disminuir su poder poco a poco. Su energía flaqueaba, quizá por el miedo a fracasar en su misión de destruir a Keros.

Pero que más podía hacer, estaba solo, desamparado… no tenía a nadie, el poder de Keros lo mataría, allí en ese agujero de tierra en el que estaba tendido.

Pero cuando todo parecía perdido, cuando parecía que era imposible escapar, una mano firme y fuerte lo sacó de su agujero, justo cuando el poder de Keros atravesaba la tierra y se hundía hasta quien sabe cuánto quilómetros en ella.

Entonces cayó en la cuenta de que no estaba solo, había dos de sus amigos cerca de allí, su plan, aunque no como espera, había dado resultado, Keros estaba solo. Era su oportunidad de trabajar juntos. Solo así podían hacerle frente, había mucho en juego además de sus vidas.

Como si la sangre o el poder los hubiera llamado, Ariel y Hermes habían aparecido a su lado. No, no estaba solo, claro que no. Su padre tenía razón, otra vez.

Ariel lo había salvado, Hermes iba en ese momento contra Keros para distraerlo mientras él se recuperaba. Su primo lo había levantado de la zona de peligro elevándolo unos metros en el aire, luego descendió lentamente y lo dejó, con delicadeza, de nuevo en el suelo. Su cuerpo seguía sin responder, así que se quedó allí tendido. Tenía una buena visión de la pelea que se sostenía en el aíre. Hermes lo estaba pasando mal, Keros detenía cada uno de sus golpes y ataques. Anticipaba todos sus movimientos y los desviaba a pesar de ser Hermes el más veloz de los tres.

Ariel levantó la vista, sangraba un poco por la herida del brazo donde lo golpeó Hipnos, miraba preocupado hacia su primo Hermes, estaba a punto de despegar, decidido, para ir en ayuda de su primo, pero vaciló en el último segundo y luego bajó la vista hacia su otro primo. Parecía tener una lucha interna, hasta que al fin dijo:

─No podemos solos ─y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse─. Te necesitamos, debemos trabajar… en equipo ─le dijo sin reservas─. Sé que aún puedes, después de todo, siempre fuiste el más fuerte ─admitió, una ligera sonrisa que no llegaba del todo a sus ojos apareció en su rostro manchado de lodo y lleno de rasguños ensangrentados.

Lion no podía creer que ese hubiera sido su oponente hacía apenas unos pocos meses atrás.

Pero este gesto bastó para que saliera de su breve depresión, tomó la mano que le tendía su primo y se levantó con renovado ímpetu. Recordando que debía formar el tridente. Asintió hacia Ariel en agradecimiento:

─Entonces hay que ponerse en ello ─le dijo en un jadeo al ponerse en pie por completo.

Justo cuando Hermes era arrojado a su lado con una fuerza brutal. Lion fue en su ayuda de inmediato. Hermes sangraba por la boca y había quedado tendido en el suelo abriéndolo un poco. Así que le tendió la mano y lo ayudó a incorporarse, justo como habían hecho por él; también estaba hecho un desastre, solo sus trajes seguían casi intactos salvo por unos ligeros cortes aquí y allá. De verdad eran capaces de resistirlo todo muy bien y hacían honor a sus nombres.

Los tres estaban juntos de nuevo, Hermes a su izquierda y Ariel a su derecha. Keros aterrizó frente a ellos a unos pocos metros, cerca del borde del claro del bosque.

─Saben que incluso los tres juntos no son rivales para mi ─ironizó Keros con una sonrisa de suficiencia─. Pero para demostrarles que hablo en serio, los dejare hacer el intento si lo necesitan.

─Claro, porque no necesitaste de la energía de otros para superarnos ¿verdad? ─expresó Ariel cáusticamente.

Lion rio un poco, Hermes lo imitó. Esto borró todo humor del rostro de Keros, quien soltó un resoplido como el de un toro. Después de todo sabía que era la verdad.

─Recuerden, sincronía ─les dijo Lion despacio─. ¿Cómo esta Demetrio? ─preguntó recordándolo al decir esto.

─Está vivo, pero débil, nos envió contigo, dijo que no nos preocupáramos por él, aunque parecía muy herido, resistirá ─aseguró Hermes con presteza─. Lo conozco, no dejara que eso lo mate.

Lion asintió y fijó su vista en Keros.

El viento arreciaba el lugar y los contendientes se evaluaron unos segundos.

─¡AHORA! ─ordenó Lion.

Ariel apareció al lado derecho del Transmuto, Hermes a su lado izquierdo, Lion se quedó allí donde estaba y los tres encerraron a Keros en un perfecto triangulo, separados varios metros entre sí.

Lion comenzó a elevarse lentamente, Keros y los demás hicieron lo mismo.

Lion extendió su mano, sintió el acostumbrado flujo cálido por debajo de su piel. Sus manos formaron la acostumbrada esfera de energía blanca. Pero no la lanzó. Keros lo miraba directamente solo a él. Sus ojos azul oscuro contra los suyos grises encendidos con esa extraña luz intensa, se analizaban uno al otro.

Lion la lanzó al fin, lentamente, y la detuvo a medio camino, Keros no se inmutó.

Justo cuando Lion desaparecía, moviéndose a la velocidad de la luz, y aparecía al otro lado, a su espalda. Keros ni siquiera se molestó en girarse hacia él.

Lion repitió el proceso, pero esta vez no se movió, el poder salió disparado tan rápida que Keros no pudo esquivarlo, así que lanzó el suyo propio, girando rápidamente, y lo intercepto cuando casi impactaba contra él. La primera esfera que se había quedaba estática también se movió hacia él a la mima velocidad del segundo ataque de Lion, dejando al enemigo sin escape. Rápidamente Hermes puso en marcha su técnica de doble haz de luz, Ariel puso en marcha el suyo de doble elipse, girando sus manos en el momento de lanzarlo una sobre la otra. Lion aumento al máximo su energía desintegrando la arremetida de Keros y los cuatro ataques impactaron con su objetivo. Las torrenciales técnicas producían un sonido de alto voltaje al formarse, uno de bomba al salir disparados y uno de torrente al atravesar el aire.

Si ─pensó Lion, los poderes seguían fluyendo con toda intensidad, Keros gritó.

Allí donde los ataques se encontraron hubo un deslumbrante destello que produjo un sonido de impacto como el de los asteroides al colisionar. Creando una especie de plasma blanco que impidió ver a su oponente.

Pero por desgracia, cuando este se disipó unos segundos después mientras seguían fluyendo los ataques, descubrieron que sus incesantes esfuerzos fueron aparentemente inútiles, aunque lograron lastimarlo. Keros sangraba intensamente el Icrom por la boca, la nariz, y la ceja izquierda, pero no fue suficiente para matarlo. Así que siguieron extendiendo todavía con más fuerzas sus ataques por más tiempo.

Por desgracia, el trasmuto repentinamente comenzó a despedir e irradiar su poder por su propio cuerpo creando una onda expansiva de un intenso azul eléctrico que lo cubrió como una burbuja protegiéndolo de los ataques, lo hizo más y más grande hasta hacerla estallar como una bomba nuclear, interrumpiendo abruptamente sus colisiones y enviando a los tres muchachos despedidos hacia atrás en el aire, como balas. Se estrellaron, Ariel contra la montaña medio destrozada, Hermes contra el suelo de la base de otra a la izquierda, cada uno por su lado, alejándolos.

Lion quedo enterrado a varios metros, trozos de roca cayeron sobre él atrapándolo. Su respiración se aceleró. Sentía el olor a tierra y rocas impregnándose en su nariz.

─Maldita sea ─pensó, estaba resultado más difícil de lo que había supuesto, pero debía seguir intentándolo, no se rendiría aunque eso le costara la vida. Estaba seguro que los demás pensaban igual.

Volvió a encender esa llama en su interior que era su poder, lo sintió fluir con renovado fervor, salió atravesando tierra y roca como si fueran papel contra su implacable cuerpo. Saliendo a la superficie respiró el aire puro.

Hermes y Ariel se encontraron con él allí en el aire.

─¿A dónde se fue? ─preguntó Lion buscando a su oponente, Keros no estaba por ninguna parte.

─No lo sé ─le respondió Hermes con inquietud─. Cuando volvimos al aire ya no estaba.

Miraban en todas direcciones.

─El desgraciado robot es bastante rudo ─comentó Ariel colérico, sacudiendo con desdén la cabeza.

─Si nos mantenemos juntos tal vez… ─comenzó Hermes.

─Comienzo a dudar que eso pase ─lo atajó Ariel.

─No debemos darnos por vencidos ─animó Lion─. Eso es lo que quiere.

─Y si usamos la técnica que practicamos la última vez ─sugirió Hermes.

─Aún no nos sale bien, recuerdan ─razonó Ariel.

─Pero… no perdemos con intentarlo ─a Lion se le acaba de ocurrir una idea, que de tener éxito podría funcionar─. Escucha Ariel, antes de lanzar tu ataque dirígelo medio metro hacia tu izquierda como si no apuntaras a Keros.

─Pero eso de qué…

─Solo confía en mi ─le pidió.

Ariel asintió confundido.

─Tal vez si… ─Hermes se interrumpió abruptamente.

Keros había salido de la nada y estaba frente a ellos, sonreía de forma macabra y peligrosa.

─Ah, ya sales de tu escondite ─espetó Ariel con su voz fría y punzante como el cristal de hielo.

─Oh no, que va ─respondió Keros divertido por su actitud─. Ustedes son los que debería buscar uno pero eso no les servirá de mucho tampoco. Eventualmente los encontraría.

Levantó su brazo derecho, como si señalara hacia el cielo con su dedo índice, los miró con la misma sonrisa aún en sus burdas facciones, sus vidriosos ojos azules brillaban con siniestra excitación. Luego bajó su mano y la dirigió su dedo índice hacia ellos, señalándoles maliciosamente.

El tiempo pareció detenerse, todo estaba en silencio en la penumbra de la noche, la ligera brisa que había dejó de soplar de repente. Hacia un momento se escuchaban criaturas, animales nocturnos, pero hasta que no se callaron no fueron conscientes de ellos.

Inesperadamente, de todas direcciones del amplio bosque, salieron grandes, desmesuradamente grandes, esferas de energía del tamaño de globos aerostáticos, rápidos mortíferos, salían incontablemente de las inmediaciones como un ejército interminable. Subieron muy alto hasta el cielo y se quedaron suspendidas un momento en el aire. Un segundo después, el segundo que tardearon en entender lo que pasaría después, las esferas de energía comenzaron a caer como una lluvia mortal de estrellas, si no las esquivaban estaban perdidos.

─¡MUVANSE! ─gritó Lion, estaban estupefactos, paralizados de miedo por tan impresionante ataque.

Ariel esquivó por poco la primera. Las gigantescas esferas de energía se habían posicionado en el aire a una altura considerable, al atravesar el cielo, las esferas hacían un sonido como de misil, todos los cabellos se les erizaban cuando pasaban cerca de ellas, estas se estrellaban contra el suelo boscoso con catastróficos estallidos que les hacían zumbar los oídos e iluminaban la noche (debía ser de madrugada ya) arrasando con un área boscosa considerable y dejando un cráteres que no tenían nada que envidiar al de un auténtico asteroide.

Lion comenzó a moverse velozmente, pero debía detenerse de cuando en cuando pues las esferas también aumentaban la velocidad rosándolo de vez en cuando, quemándole ahí donde lo tocaban. Hermes y Ariel pasaban por lo mismo.

La lluvia de energía abarcaba un gran área de la zona recuperada, tardarían en salir de debajo de ella, y estaban conscientes de que Keros era capaz de movilizarlas a su antojo.

El desgraciado se divertida a lo grande, reía a carcajadas mientras los veía correr como ratas despavoridas en un barco que se hunde, era frustrante. Ellos siguieron con ese mortal baile por un rato, usando al máxima sus capacidades de velocidad para no sucumbir ante él.

Pero Keros se puso repentinamente serio y comenzó a aumentar los ataques, que seguían saliendo del bosque, así como su velocidad, se movían como balas de cañón, ahora parecían una lluvia de estrellas fugases contra el oscuro cielo que se aclaraba lentamente.

Esto, como era de esperarse, las hacia sumamente difíciles de esquivar. Era una tortura, no podían durar para siempre, y aunque ellos estaban al límite, estaban agotados. Era un esfuerzo descomunal cada esquive. Ariel intentó lanzarles ataques con su propio poder, lanzando esferas de energía. Pero también resultó inútil, estas fueron absorbidas por sus objetivos, haciéndolos más grandes.

Lion comenzó a dudar de que pudieran salir airosos de esa.

Las explosiones producían un hongo de luz allí donde colisionaban en el bosque, borrando toda vegetación y vida a su paso. Cada vez más iluminaban la oscuridad de la noche y ahogaban el silencio con el sonido de las detonaciones que producían al chocar.

─¡No pueden huir para siempre, Lion! ─le advirtió Keros, su voz era clara en el aire a pesar del atronador ruido: seguía con la mano alzada y señalando hacia delante. Bruscamente la cerró en un puño y sus ataques de energía aumentaron todavía más la velocidad hasta hacerse borrosas al surcar el cielo. Por lo que ellos también tuvieron que aumentar la suya, aunque esto les costara un descomunal esfuerzo y valiosa energía.

Lion, Ariel y Hermes seguían con su danza mortal, haciendo eses en el frio aire nocturno.

─Hermes ─llamó Lion por su Inter-codice, había tenido una idea─. Intenta con tu técnica de doble haz, pero trata de dirigirlas hacia Keros.

─Pero no soy bueno dirigiendo los ataques todavía ─se quejó este, recordándoselo con preocupación y voz ronca por el esfuerzo de la huida.

─¡Solo has un esfuerzo! ─le ordenó apremiante.

La respiración comenzaba a acelerársele.

A lo lejos vio el ataque perpetrado por Hermes a través de las agiles esferas que caían en tropel, los haces de luz salieron cortando el aire, uno chocó contra una de las esferas y esta automáticamente aumentó su tamaño. Pero la otra esquivó unas cuantas y llegó a su objetivo: el brazo extendido de Keros, lo abrió, pero no le hizo un gran daño. Sin embargo, fue suficiente para distraerlo de su macabra dirección. Desconcentrándolo.

Como pensó, las esferas disminuyeron su avance pero no mucho, sin embargo logró esquivar unas cuantas y abrirse paso hacia su adversario.

Ariel y Hermes lo imitaron al ver cuál era su intención, ir al lugar más seguro y cercano posible.

Llegaron junto con Keros.

Lo rodearon de nuevo con su formación en triangulo esta vez más cerca de él, casi podían tocarlo si extendían sus manos, ahora si una de sus esferas los alcanzaban, también él se llevaría buena parte del impacto.

Las esferas se detuvieron al instante. Unos minutos después el estruendo se desvaneció en el aire, como si se disolviera ante el peso del repentino silencio.

─Bien pensado ─reconoció Keros, con una sonrisita ligera.

Intento escapar, pero aún podían seguirlo con suma facilidad a la misma velocidad.

Lion comenzó a atacarlo para que se le hiciera más difícil, lanzó uno de sus ataques, pero Keros lo esquivó, aunque por poco. Sin embargo, Ariel logró patearlo en la cara para después dar paso al puñetazo que le propinó Hermes en el abdomen. No parecían hacerle mucho, daño pero al menos lo hacía enlentecer un poco abriéndole una herid aquí y allá.

Keros comenzaba a enfurecerse de veras, así que empezó a devolver los golpes con toda su fuerza, Ariel logró esquivarlos todos, Hermes recibió una patada en su cara que lo hizo descender varios metros.

Lion aprovechó su distracción y lo sujetó velozmente por la espalda haciéndole una llave, sujetando sus brazos desde atrás de modo que no pudiera moverlos con libertad:

─¿Te vas tan rápido? ─le dijo Lion al oído. Keros apretó su mandíbula con furia, pero no contestó.

Una vez inmovilizado, Ariel comenzó a propinarle puñetazos en el estómago con toda la fuerza de que era capaz, por un minuto parecía como si el estruendo que hacían las esferas se hubiera reanudado, pero con menor intensidad, debido al sonido que hacían sus puños al impactar contra Keros, uno tras otro. Keros intentaba huir de nuevo, pero el agarre de Lion se había hecho implacable.

El Transmuto se enfurecía cada vez más, el Icrom comenzaba a salir por su boca, aunque mantenía la mandíbula muy apretada para no gritar.

Ariel se retiró y dejó que Hermes hiciera lo suyo con su ataque de energía frontal, la luz irradio de sus manos, con el ya conocido sonido de torrente atravesó el aire, e impactó en el pecho de Keros, este gritó esta vez sin poderse contener, aunque más que un grito fue un rugido, intentaba resistirse pero le había dolido, esta vez comenzaba a salir sangre mezclada con el Icrom. Creando una sustancia horrible de color azul y rojo.

En su pecho, resultado del ataque de Hermes, se le había abierto una amplia herida sangrante que hacia posible ver algunas de sus partes mecánicas internas y uno que otro rastro de carne.

─Imposible ─dijo en un susurro escupiendo las sustancias que llenaban su boca, el poder arrojado por Hermes había logrado lo imposible al fin. Debilitarlo.

Pero Ariel se había alejado demasiado, y al darse cuenta Keros, reanudo la lluvia de esferas de energía que, hacia unos minutos, habían poblado el oscuro cielo, inundándolo todo con su luz mortífera. Como soles, inertes en el aire cada una a diferente altura.

Por suerte logró esquivar las primeras. Cuando otra fue a su encuentro, Lion se movió con Keros, que aún estaba en su férreo agarre y en menos de un segundo estuvo bajo una de sus esferas, esta se detuvo al instante.

Keros comenzó a removerse, estaba decidido a salir de los brazos de su captor, empleó toda su fuerza, las esferas comenzaban a caer por su cuenta de forma torrencial, estaba desconcentrándose otra vez. La mayoría ya estaban en el suelo.

Keros gemía de rabia, gritaba de desesperación. Se oían el eco de las explosiones otra vez en el aire a lo lejos, allí donde impactaban.

─¡Suéltame maldito bastardo! ─le gruñía a Lion.

De nuevo tuvo que recurrir a reunir su energía en torno de sí mismo, como una burbuja, hasta hacerla estallar. Haciendo que Lion se alejara de él como una saeta. Al fin había logrado liberarse y elevó su descomunal cuerpo, irguiéndose cuan alto era, hasta casi perderse de vista en las nubes, ya quedaban pocas esferas, como una docena en el cielo. Pero las lanzó a toda su potencia hacia cada uno de ellos, con un rápido e imperceptible movimiento de su brazo. Su rostro estaba contorsionado por la ira. Se escuchaba su respiración mezclada con el del sonido de misil que hacían sus ataques al surcar el aire.

Por imposible que fuera, parecía que su energía había aumentado de golpe y exponencialmente. Todas sus mortíferas esferas se estaban reuniendo en una misma línea de ataque, estaba agrupándolas para hacerlas más imposible de evadir. Lion esquivó una y otra con mucha facilidad, sus compañeros hacían lo mismo y recordó las palabras de Artemio:

“Debes entender que nuestros poderes son inmensos, hasta qué punto no sabría decirte, hasta ahora nos limitábamos a un nivel”.

Él creía que sus poderes eran infinitos porque nunca dejaban de crecer, y aún más cuando se los sometía a pruebas, como la pelea con Ariel, o la de esa misma noche. Ahora veía mejor las cosas. Keros había cometido un grave error al jugar con ellos y no matarlos cuando podía. Y este parecía haberse dado cuenta de su equivocación y opinar lo mismo, pues en sus ojos se veía ahora la determinación.

Tal vez sí tuvieran una oportunidad después de todo, pero debían actuar rápido.

─Sigan moviéndose, no se detengan ─apremiaba Lion a sus compañeros.

─¿Y qué crees que estamos haciendo? ─rezongó Ariel a la defensiva.

─Un poco más ─insistía Hermes, para sí mismo.

De pronto, todo había acabado tan repentinamente como había empezado.

La ultima esfera cayó iluminando un minuto más la noche, al terminar el estruendo que ocasionó esta, el silencio los cubrió como una gigantesca ola marina. Cuando las columnas y nubes de tierra se disiparon en el suelo, dejaron ver como Keros había arrasado con la mayor parte del amplio bosque recuperado por Bullock Corp. El Gobierno no estaría feliz por eso, pensó Lion con pesar.

─No crean que es lo único que me queda ─los desafío Keros─. Creen que son los únicos capaces de aumentar su poder bajo presión ─parecía tranquilo, demasiado sereno. Algo iba mal.

Ariel y Hermes se reunieron con Lion, cada uno en sus flancos.

─Yo también cuento con sangre Croniana ─rebeló el enemigo con deleite. Cerro los ojos, respiro profundo y los abrió de nuevo unos segundos después.

Lion abrió mucho los ojos, al igual que sus acompañantes.

─Imposible, Rúffus nunca se acercó a ningún Croniano vivo ─le espeto Lion.

─Miente ─aseguró Ariel.

Keros rio.

─No, no, no… verá,n hay algo que me gustaría revelarles antes de continuar ─se regodeaba de las expresiones de los chicos, de nuevo trataba de distraerlos, persuadirlos para tomarlos desprevenidos, ellos lo sabían, pero su curiosidad los venció y logró que se detuvieran también. Keros sonrió con satisfacción─. El Sr. Rúffus Bullock no solo experimentó con Transmutos en sus instalaciones secretas… también hizo incursión en los campos de la genética con el fin de aprovechar el ADN de uno de los adversarios de tu padre Lion, uno que llegó hace mucho tiempo ya, con Artemio… verán… Rúffus mezcló el ADN de ese Croniano con el de un humano elegido por él, uno prometedor, un ex convicto que asesinó a más de doscientas personas, perpetrando incontables crímenes de guerra… un psicópata con un alto índice de maldad nacido en el exterior del Domo: eso sumado con el odio y maldad natural del Croniano, hacia Bacco, darían origen al primero de una nueva clase de maquina asesina perfecta, pero no era suficiente… lo denominó Sustrans-mutación: porque era un ser que después de fusionar sus ADN y crear la perfecta fusión mediante los más avanzados proceso genéticos, cultivado en una capsula de suspensión artificial, le dio lo mejor de ambas raza. Pero eso no garantizaba que tuvieran la personalidad del sujeto Croniano y una rama pérdida de las antiguas e incomprensibles ciencias lo ayudó con ese problema. Siempre se interesó por esta ciencias olvidadas ¿saben? aunque pocos sabían cuánto, usando una maquina logró crear la perfecta transmutación de esencias a través de un artefacto antiguo que contenía una energía ilimitada y extraña, le dio paso a un individuo mitad humano, mitad Croniano; en la cual dominaba la personalidad del segundo. Luego fue perfeccionándolo con partes cibernéticas para una máxima adaptación, pues corría el riesgo de que aun después de manipular la genética de los individuos estos quedara destrozado durante el proceso de transferencia de esencia ─Keros miró las estupefacientes caras de sus contrincantes─. Se supone que la fusión tuvo una falla. El Croniano intentaba franquear el control mental teniendo acceso a todos los recuerdos y personalidad en el cerebro del humano, por ese motivo Rúffus tuvo que perfeccionar también el cerebro con partes cibernéticas para mantenerlo controlado. Sin embargo, Bullock lo aprovechó como arma, una que podía liberar cuando quisiera en caso de emergencia; pero mis planes eran diferentes… saben porque otra razón mate a Morzot: porque se suponía de todos modos que yo dirigiría a las Sombras De La Muertes, pero el gobierno le insistió a Bullock en que fuera un súper soldado mitad androide que querían que perfeccionara, así que no tuvo otra opción si quería el apoyo de este, después podría encargarse de ellos cuando nos tuviera libres y en su poder, pero yo era demasiado independiente para su gusto.

“Hasta ahora solo han tratado con mi alter ego Keros… es hora de que conozcan al verdadero ser tras la máscara: Yo soy… Hyperón, yo soy el rebelde Titán de la Destrucción que peleo una vez con Bacco y perdió, yo soy un Croniano como ustedes, quizá todavía más por la pureza de mi genética original. No saben cuánto deseaba esta venganza hacia sus padres. Y tu Ariel ─añadió con un gesto brusco de la cabeza hacia el muchacho─. No eres digno de llamarte hijo de Arieón por estar de su lado y darle la espalda a tu padre; si, también sé lo que paso cuando intentó poseerte ─Ariel soltó un resoplido de indignación─. Como les dije, Rúffus los vigilaba muy de cerca, en estos bosques habían cámaras de los equipos de remediación ambiental ─inhalo profundamente─. Bueno, ya basta de charlas…Yo también he aumentado mi poder en el trascurso de esta conversación, porque es parte de mi naturaleza casi divina, así como de la de ustedes, y su capacidad de poder infinito también… es… mío… ─su voz se volvía más profunda y grave mientras hablaba y su mirada era desquiciada, era como si una sombra rodera sus ojos, estaba fuera de control.

Un destello segador comenzó a salir de su cuerpo agitando el aire de la madrugada, era intenso y abrumador. Los chicos se cubrieron la cara con sus brazos, estaban temerosos. Jamás, ni en sus más remotas pesadillas, habrían imaginado que el mismísimo Hyperón regresaría de la muerte, como intento en su tiempo Arien, para llevar a cabo una implacable venganza contra ellos. Hyperón tenía sed de sangre.

Que se podía esperar en un mundo, un universo en donde los muertos no parecían querer estar muertos y regresar. Pensó Lion

Fue rápido, el destello se había ido tan pronto como llegó. Haciendo volver el silencio.

Hyperón no había cambiado visiblemente su apariencia, pero estaban seguros que su poder había aumentado. Una movida muy astuta de Bullock, pensó Lion, usar el odio de personas que habían sido detenidas por ellos para convertirlas en sus siniestras armas. Si existía la personificación de odio de la venganza y la maldad, el difunto Sr. R. Bullock debía haberle llegado cerca, el mundo estaría indiscutiblemente mejor sin él.

Pero por desgracia había dejado un último mal sobre la faz de la tierra, y solo estaba en sus manos el poder detenerla. Su Inter-codice detectaba un aumento inconmensurable de energía, pero debido a los constantes ataques que había recibido, solo se habían estado viendo unos extraños símbolos, parecidos al griego antiguo con extrañas florituras rúnicas que se mezclaban de vez en cuando con ellos, de los cuales solo entendía algunos que había estado aprendiendo con Artemio.

Nunca acabara, pensó Lion, si las cosas seguían así, jamás terminarían, debía poner fin a todo aquello pero ¿Cómo?…

El silencio seguía con todo su peso sobre la oscura madrugada, no tardaría en amanecer. Y Lion estaba recurriendo al único sentimiento que quedaba dentro de él: ira. Esta lo invadía, extendiéndose por todo su cuerpo. Era una inusitada ira asesina contra el oscuro ser que estaba frente a él.

Hyperón en ese momento estaba estoico, en su cara no se leía expresión.

─¿Alguna idea? ─le preguntó Lion a sus compañeros, apretando los puños con fuerza titánica.

Ellos se limitaros a negar con la cabeza, Lion los veía de reojo, se negaba a apartar la vista de su enemigo. La expresión del muchacho era seria, como de quien lleva el peso del mundo en sus hombros, y quizá así fuera en ese preciso instante del tiempo, que parecía negarse a avanzar a su ritmo normal. Todo le parecía pasar con irritante lentitud.

¿Debían a tacar o esperara? no sabían cómo actuar.

─¡No puedo soportarlo más! ─gruñó Ariel entre dientes y se lanzó sobre Keros sin ninguna precaución.

─¡NO, ARIEL! ─le gritó su primo Hermes, tratando de detenerlo sin mucho éxito.

Ariel ya estaba frente al Keros, el brillo de la piel de Ariel también había aumentado. El Transmuto, Sustrans-muto, ni se movió al ver al chico que lo enfrentaba. Seguía teniendo la mirada fija en Lion.

Ariel parecía pequeño delante de la descomunal figura de su enemigo:

─Veamos qué tan rudo eres ─le escupió Ariel, para llamar su atención, pero este seguía haciendo caso omiso de él.

Lanzó un golpe que habría derribado un edificio, o partido por la mitad un buque de guerra. Pero Hyperón lo detuvo en el aire con un movimiento virtualmente inexistente. Lo mismo hizo con el segundo, el tercero y cuarto golpe, detuvo patadas y puños de un frustrado Ariel que cada vez estaba más rojo de ira, con una facilidad insultante.

Los movimientos de ese ser eran imperceptibles, realmente rápidos.

¿Cómo podrían detener movimientos tan superiores?

El aire se agitaba con cada movida de manos y puños, como si lo cortaran látigos.

Hyperón parecía casi aburrido, sin expresión, hasta que comenzó a ser él el que daba los golpes, los primeros dos, Ariel logró, por poco, esquivarlos y detenerlos, pero el tercero fue tan intenso, tan certero, luego un cuarto, un quinto… uno en el estómago que lo hizo escupir sangre, otro que pareció partirle la mandíbula, una patada en el brazo, que se lo dejo colgando flácido en su costado derecho, y por ultimo Ariel recibió un golpe en el lado derecho de la cara que lo mando al suelo como a una molesta mosca, eso era para Hyperón. Una alimaña.

Ariel quedó medio suspendido en el aire, algo aturdido, unos angustiantes segundos. Pero parecía decidido a hacerle daño también de alguna forma antes de quedar inconsciente, pues mientras Hyperón creía que estaba medio muerto, aprovechó ese segundo para ir por un punto débil que éste, en su arrogancia, había dejado descubierto al levantar el brazo. Sus conocimientos de las partes vulnerables humanas en la lucha habían sido más que útiles en ese momento para él. Los ojos de Ariel se iluminaron de golpe, más intensos, más mortíferos que nunca, parecían cubrir toda su pupila e iris, por un breve momento. Usando su mano derecha como una espada, la blandió desde abajo, y con un certero golpe la hundió en la axila del brazo de Hyperón, medio desprendiéndoselo.

Ariel le sujetó la muñeca con su mano izquierda y se lo arrancó por completo con brutal determinación.

Sangre y fluidos de Icrom salían por el agujero que le había quedado, en lugar de brazo, a borbotones. Un grito, mitad rugido, de dolor surgido del pecho de Hyperón rasgó la noche con un estruendo aterrador.

—¡AAAHHH! —en medio de su frustración e ira, así como de su desesperación y agonía, Hyperón, con el brazo que le quedaba (el izquierdo) lazó un ataque mortífero que dio de lleno en el pecho de Ariel, este irradió una intensa luz blanca y segadora antes de que lo alcanzara. Pero esta no evitó que estallara justo frente a él haciendo, bien fuera por el agotamiento de éste al usar tanta energía, por la intensidad del ataque de su oponente o ambas, que se desmayara al instante.

Ariel cayó como un animal herido a la tierra, todavía aferrando el brazo arrancado de Hyperón, su luz fue perdiendo intensidad mientras caía, hasta que se perdió entre las hojas de unos pocos árboles que quedaban de pie juntos. Impactó con la fuerza de una bala de cañón, allí en el suelo de lo que quedaba del bosque a sus pies, donde levantó una endeble nube de tierra. Estaba seguro que ésta luz se debía haber apagado de él al tocar el suelo.

Todo fue tan rápido que para cuando llegó Hermes a ayudar a su primo, con expresión horrorizada, este ya estaba en el suelo:

─¡ARIEL! ─gritó este─. ¡MALDITOO… ERES UN HIJO DE…!

Su frase quedo interrumpida cuando Hyperón le lanzó un ataque como una ráfaga de luz blanca y azul que casi le da en la cara.

Hermes logró esquivarla por poco, cometiendo el error de quedar un momento suspendido en una casi posición horizontal, por lo que no puedo hacer nada con el casi letal golpe que Hyperón le dio en la espalda con su rodilla, seguido de un espantoso ruido de quiebre. El Sustrans sólo se había movido, pero pareció como si se teletransportara. Hermes estaba sobre la rodilla levantada de éste, en una posición horrible y casi inverosímil. El supurante agujero que era ahora su brazo derecho derramo una asquerosa sustancia purpura que quedo, durante esos instantes, suspendida en el aire. Tenía un olor horrible, como podrido.

Lion miraba con horror la escena, estaba estupefacto por todo lo que había pasado en esos angustiosos segundos, casi congelado de miedo. Un miedo paralizante, pero la ira intentaba dominar, su cara seguía seria, aunque sus ojos estaban un poco abiertos. Se sentía extraño, el poder crecía dentro de él pero no parecía que lo hiciera a voluntad.

Hermes cayó dando giros en espiral, casi en el mismo punto en que había caído su primo. La tenue luz de su piel se apagó también, junto con la de sus ojos, justo antes de que estos se cerraran y su cuerpo se perdiera allí abajo en la tierra, entre los restos quemados de los árboles. Se apagaron como estaba seguro que se debían haber apagado los de su primo Ariel.

Lion temblaba, seguía él, estaba seguro de que así lo quería Hyperón porque ahora le sonreía con malicia.

Lion comenzó a brillar muy intensamente, la luz salía sin el proponérselo.

¡NO! Pensó—. ¡Por favor esto no, esto otra vez no!

Sus peores pesadillas se hacían realidad de nuevo.

No, eso solo significaba una cosa –se dijo; había perdido el delicado equilibrio de su control mental. Lo que significaba una cosa; era lo que le impedía moverse, temía que un ligero movimiento lo hiciera estallar y con él a todo lo existía en el planeta.

El miedo hacia que se saliera de control, al igual que la ira, como había estado temiendo toda la noche, Artemio le había advertido por mucho tiempo que la ira fue el principal impulsor del poder Croniano, y eso los había llevado a depender de la tecnología. Pero sus consecuencias no se comparaban con las que producía el miedo atroz en ellos. Había sido siempre un problema para ellos. ¿Cómo hacer que su poder se detuviera ahora? ¿Cómo hacerlo suyo si no era con control mental?… pero ya no encontraba ese lugar pacifico de su mente, ya no le servía, sus preocupaciones así como los recientes acontecimientos lo habían desequilibrado internamente por completo, habían roto algo en su interior, habían agitado alguna especie de bestia extremadamente feroz dentro de él.

Hyperón se acercaba, sabía lo que pasaría, y le gustaba, –ya no le importaba si moría también junto con el planeta si lograba su cometido– pensó

─Este cuerpo reconstruido con partes cibernéticas me permite vivir indefinidamente en el espacio ─dijo como si leyera la mente de Lion.

El muchacho seguía con la vista fija en su enemigo mientras la luz blanca lo envolvía cada vez más. Él juntó sus brazos en torno de su cuerpo, abrazándose en un burdo intento de impedir que la energía saliera. Ya no podría hacer lo que hizo con Ariel, este no estaba para ayudarlo, debía encontrar la forma de hacerlo por sí solo.

─No te resistas más… no vale la pena, tarde o temprano nuestro poder sobrepasar nuestra resistencia.

Tal vez tenía razón… pero no se rendiría, la vida de millones, entre ellas la de su madre, dependían de que tan fuerte fuera capaz de ser en ese momento. Su enemigo se detuvo a observar cómo se consumía a sí mismo.

─Como la enfermedad de Hybris no funciona contigo es normal que esta sea la forma en que tu poder se muestre indomable, cuando has rebasado todos los límites de cordura y energía ─le explicó─. Hybris: la afección psicótica, causada por la ira o el miedo, que ejerce el ilimitado poder sobre nuestra mente, nos saca de control, es una enfermedad mortal en nuestro caso… ─divagaba el Sustrans con tono irónico.

Lion estaba fuera de sí, el poder salía de él de forma incontenible pronto seria como una verdadera supernova, no podría soportarlo mucho tiempo más, un zumbido escalofriante apareció en el aire, como una lúgubre analogía a una cuenta regresiva… pronto seria la detonación.

No… Lion se empeñó con más fuerza en superar algún nivel inalcanzable de serenidad.

En que podía pensar ahora para aplacar su ira. ¿Cómo se vencía un miedo como ese?

Entonces escucho de nuevo una voz en su mente, pero no era la usual voz de su padre… era un recuerdo ya olvidado que volvía en un momento de extrema desesperación.

Era la voz de ella, de su madre, cantando en una noche de pesadillas, sólo escuchaba la melodía, en un día triste y en un intento de ahuyentar su… miedo.

La oía como si estuviera lejos y fuera acercándose lentamente.

─Esto es perfecto, ni siquiera tendré que hacer nada ─dijo Hyperón, disfrutando ver como lo consumía la desesperación. Todo el Sustrans-muto era ahora una visión grotesca sin su brazo derecho, gracias a la arremetida de Ariel, y con el sangrante agujero en su pecho, causado por el de Hermes.

La voz se hacía más fuerte en su mente, como una especia de mecanismo de auto protección.

Entonces la escuchó, no la canción en sí, sino solo la parte más importante y la que siempre lo calmaba, la frase final que le decía su madre cuando era niño para calmarlo:

─Lion, aparta siempre, siempre de tu corazón el miedo y la tristeza solo recordando lo afortunado que eres y lo que podrías perder. El temor es mental y como tal puede ser controlado por la mente.

─Y si no he sido afortunado nunca le decía él.

Ella lo besaba en la frente y le recordaba:

─Todos hemos sido afortunados alguna vez, incluso solo por respirar.

Inmediatamente recordó todo lo que tenía que perder, su hogar, su madre, su familia, sus amigos y sus hermanos de armas que habían luchado y arriesgado todo valientemente con él. Además de a su verdadero hermano que aún lo necesitaba. Si, tenía mucho que perder.

─No ─repitió Lion con voz serena, apenas audible por el esfuerzo.

Un remolino de emociones atravesó su mente en un vertiginoso intento de recuperar el control, hasta que estos cesaron de golpe y solo pensó en una cosa:

─Yo dominé mi ira. Yo domino mis miedos. Y yo… dominaré… mi… poder. Ellos no me dominaran a… ¡MI!

Con un grito que desgarraba el alma, soltó su energía. Su grito se hizo eco en el ancho cielo y rebotó en lo que quedaba de la cercana montaña. La luz lo cubrió todo…

Hyperón se alejó riendo, hasta que la luz comenzó a disminuir tan rápido como había salido y fue absorbida por el cuerpo de Lion. Allí se quedó, dentro de él, a su mando, donde debía estar.

Lion había cerrado los ojos. Luego dio un hondo respiró.

Cuando los abrió habían cambiado otra vez, ya no eran de un gris intenso de bordes dorados con una pequeña luz en ellos, ahora todo el iris y pupila estaban llenos de la luz. Ya no era solo un puntito luminoso en el centro de sus ojos, era una luminosa pantalla de luz blanca que iluminaba la ya tenue oscuridad previa al amanecer. Los bordes dorados en el iris de sus ojos seguían pareciendo los rayos de una tempestad, pero ahora de color rojo brillante, incluso todavía más intensos.

Lion recordó algo que pensó cuando descubrió su fuerza aquel día en el gimnasio de la escuela y pensó:

Lo irreal era real. Aquello era real, él era real, ahora lo veía y aceptaba… él era Poderoso.

─¡NO! ─gruñó ferozmente Hyperón al ver lo que había pasado─. Eres realmente frustrante ─le espetó rabioso.

Todo humor se había borrado de sus facciones, crispadas ahora por la cólera, y el temor quizá, apretando le puño que le quedaba con obstinación.

Lion inhalo y exhalo, era la hora de la verdad, él estaba listo y se sentía capaz incluso de mover las montañas a su voluntad. Se sentía ahora más que un dios…

Se sentía como un verdadero Titán.

23

El secreto del cajón

Lion miraba a su oponente fijamente a los ojos, ahora era su turno de estar estoico. El poder era grande, lo sentía dentro, como un torbellino en su pecho, más de lo que había sido hasta ese momento, ahora estaba seguro de ganar, ambos estaban en igual condiciones. Hyperón lo miraba con odio, su cara estaba desdibujada por la ira.

─Entonces habrá que intentarlo de nuevo ─concluyó el Sustrans, con aparente calma, pero temblando por el rencor─. ¡Yo eliminare a cada Croniano traidor del universo, eso lo juro!

Hyperón desapareció de su vista, iba de regreso a la Ciudad. No, pensó Lion, intentaba provocarlo, lo siguió a la misma velocidad. Todo a su alrededor parecía quedarse paralizado en su avance, el cielo estaba menos oscuro, la luz del sol comenzaba a iluminar un poco el lugar, comenzando a aparecer por el horizonte.

No fue un viaje de más de unos escasos dos segundos, al entrar en la Gran Ciudad Capital, era obvia su trayectoria. Lion lo supo en un instante, en cuanto atravesaron el muro que limitaba el Domo Protector: iba hacia su casa, hacia el vecindario Lidice, en donde probablemente estaba su madre. Aceleró, debía detenerlo. Aumentó su velocidad al máximo, la desesperación comenzó a burbujear en su pecho. Concentró la energía en su mano, ésta salió como un misil blanco de ella, pero Hyperón la esquivó y este se perdió en el cielo. Estallo a lo lejos, en el aire, y por un momento fue como si un pequeño sol prematuro iluminara la madrugada.

Se detuvieron justo frente a su casa, toda la gente debía estar en refugios públicos, las casas debían estar desiertas, pero la ventana de la habitación de Génova en el piso superior de la pequeña casa blanca, estaba iluminada. No estaba seguro de si estaba allí, y no le dio tiempo de averiguarlo, pues Hyperón lanzó un ataque tan rápido, en menos de un parpadeo, y la casa exploto con un sonido atronador que inundó el silencio. La casa se derrumbó ante el leve, pero certero ataque, cayó sobre sus bases con un estrepitoso chasquido, hasta volverse carbón y cenizas.

Lion abrió mucho los ojos, no tuvo tiempo de averiguar si estaba o no su madre allí. Volvía a sentir miedo, pero no el mismo miedo, uno mucho peor; el miedo a la perdida, el miedo que precede el peor dolor, aunque sabía que era poco probable que estuviera en casa… ¿pero y si…?

El muchacho fue dispuesto a entrar y buscarla, pero una mano de hierro lo detuvo. Se giró, Hyperón le sujetaba del pie derecho con su única mano, había logrado lo que quería, abrumarlo para así tener la ventaja. La casa se consumía rápidamente, pronto no sería más que ceniza, si estaba allí debía estar muerta, no podría encontrar ningún indicio de ella.

Lion le propinó una patada en la cara con el pie libre, que sonó como una detonación de bomba. Pero éste seguía sin soltarlo. Hyperón, aun sujetándolo del tobillo, lo arrojó contra la calle; ésta tembló cuando Lion impacto en ella abriendo un amplio surco que hizo volar pedazos de asfalto sintetizado por todos lados, volvía a sangrar un poco de la barbilla, había caído boca abajo.

Lion se giró y lo miro desde el surco, quería matarlo.

Debía hacerlo si quería evitar que siguiera matando, eso se merecía. Un ser tan despreciable no merecía vivir y él podía cumplirlo, así como lo hizo con el Transmuto Thanum.

Hyperón apareció de la nada a su lado, puso su mano muy cerca de su cara, Lion apartó un poco la cabeza justo a tiempo, y el flujo de poder que había lanzado la mano de su enemigo paso de largo quemándole, sólo un poco, la oreja izquierda, la cara y el hombro, deshaciendo esas partes de su traje contendor. Abriendo un profundo agujero en la calle a sus espaldas. Aunque le ardía la piel, allí donde lo había quemado, no logró más que hacerle solo unos cuantos rasguños en ella. El joven Croniano contraatacó con una patada en el estómago que le hizo abrir la boca, luego se levantó con un fugaz movimiento y lo sujeto del cuello para arrojarlo lejos de él, como si fuera solo un muñeco de cartón, hasta que cayó contra la calle y abrió su propio surco en la calle. Luego Lion se elevó y elevó hasta pasar las escasas nubes que aún quedaban en el ya dorado cielo.

La creación de Rúffus lo siguió de cerca, flotaban ligeramente sobre su vecindario.

Cuando estuvieron a una altura que debió hacerlos parecer como unos puntos diminuto en el cielo a los ojos de cualquiera que mirase desde la más que enorme Domápolis Capital, todavía desprovista en ese momento de la protección de su domo de energía electromagnética, se quedaron estáticos en el aire a más de cien metros de distancia.

Entonces comenzó la verdadera y definitiva pelea entre ellos.

Ya no había escapatoria alguna, aunque en realidad nunca la hubo, el viento de las alturas azotaba en sus oídos, con interminables ráfagas que agitaban los cabellos negros, como plumas de cuervo, de Lion.

─Te destruiré ─le dijo el joven guerrero, su voz era neutra, aún tenía ese glorioso tono como de trueno y trompeta. Todavía sangraba un poco por el hombro, en el rasguño que le acababan de hacer.

Hyperón no rio ni dijo nada esta vez, ahora su traje estaba rasgado en la espalda también, al igual se veía su herido pecho, que volvía a sangrar por el último golpe de Lion. Pero sin embargo parecía muy concentrado.

Se quedaron allí, esperando cada uno su movida definitiva.

─¿Sabes que el poder que absorbí de los Transmutos me hace estar siempre un paso delante de cualquier Croniano? ─le recordó cáusticamente, con una repentina media sonrisa desdeñosa.

Lion esbozó una sonrisa ligera, que no llegó a sus ojos, los cuales contrastaban con su alborotado cabello, y combinaban con la blancura del resplandor de su rostro y cuerpo. De nuevo pensó, aunque creyó que era vanidoso de su parte hacerlo, que no era de extrañar que alguna vez fueran adorados como divinidades.

─Y tú: ¿Sabes que no soy un Croniano cualquiera? ─le espetó con firmeza─. Sino un descendiente directo de su realeza.

Esa vez Hyperón dejó de reír:

─¡Tú nunca fuiste ni serás nada!

─Eso no impide que la sangre de todos los Reyes pasados corra por mis venas ─su voz era serena─. Así como su poder, incluso mayor que el que ellos tenían permitido alcanzar, tú nunca viste a un Khronida usando su poder al máximo, así que tampoco sabes a qué te enfrentas ¿verdad?

Por primera vez el miedo apareció en los ojos del Sustrans. Éste no respondió.

—No —continuó Lion, nunca nadie lo vio, ni los Cronianos, ni tu…, ni tampoco Rúffus con toda su tecnología pudo prever y medir un poder así.

─Eso no importa, yo puedo superarte ahora ─se defendió, no muy seguro de sí mismo.

─Entonces demuéstralo ahora. Sin miedo, lucha con todo lo que tengas y veras que aun así perderás.

El eco de su voz, potente y gloriosa, en sus últimas palabras fue como el repiqueteo de campanas llevado por el viento, místico y aterrador a la vez. Su voz debía ser en ese momento, para los oídos de cualquiera, como el equivalente de una luz cegadora para los ojos.

Lion extendió una sola mano en su dirección, la derecha: sus dedos se encendieron, en un tiempo virtualmente inexistente recorrieron su mano hasta formar la acostumbrada gran esfera enérgica, con el usual sonido de alto voltaje, aunque creció el triple esta vez en comparación con todas las anteriores. El muchacho estaba con la frente en alto, decidido, en posición erguida, recta y fija en el aire, con su brazo de amplios músculos tensamente preparado, apuntando hacia su adversario, que repentinamente estaba serio y se colocaba en la misma posición que él con el único brazo que le quedaba. Pasaron unos segundos que parecieron eternos y el sonido se esfumo de golpe como si ya no existiera más.

¡BUM!

Lion lanzó su ataque final, Hyperón lo intercepto con el suyo propio, ambos poderes chocaron en un impacto que resonaría como el de dos ojivas nucleares al colisionar y estallar en el cielo. Impactaron a la misma distancia entre ambos produciendo una enorme onda expansiva que formó una burbuja que se veía como un halo alrededor de la intercepción de ambos poderes, como la que a veces se podía apreciar alrededor del sol. Sonaban como cascadas o torrentes mortales al salir despedidos como inexorables rayos de luz.

Pero la balanza parecía inclinarse más del lado de Hyperón, pues comenzó a ganar terreno. Cada vez disminuía más el poder de las manos de Lion. Imposible, pensó este.

─Sigues sin creerlo completamente ─decía la voz de su padre y podía jurara que sintió una mano posarse sobre la suya, la que tenía libre─, si no crees en tu poder, aunque sea difícil, este no tiene como fluir y… no existe.

Si creo, se decía, pero no era suficiente. Claro que creo, lo puedo ver y sentir. Cada vez el poder de Hyperón se acercaba más, sentía el calor mortal otra vez, como lo sintió tirado en el suelo del bosque.

Centímetro a centímetro, se reducía el espacio junto con su posibilidad de ganar…

Cerró los ojos un momento y busco dentro de sí, ¿Cómo puedo creerlo más?

Teniendo fe en mí mismo -concluyó, y abrió los ojos.

La luz que salió de ellos fue como el de dos faros que se encienden en la oscuridad inesperadamente, cegando a cualquiera que estuviera cerca.

Violentamente, una fuerza invisible salió de su cuerpo, como un pulso electromagnético, que hizo retroceder el poder de Hyperón solo un poco, para volver a ganar la distancia rápidamente. ¿Qué fue eso? ¿Cómo lo hice?… no debía permitírselo, debía impedir que siguiera ganándole terreno. Podía usar la otra mano, pero el orgullo Croniano se lo impedía, Hyperón usaba solo una, aunque nunca podría estar seguro si era por decisión propia. Era estúpido, pero debía haber honor en la victoria, quizá fuera algún cliché machista, pero así lo sentía.

Se acercaba más y más, estaba a escasos centímetros, el calor era intenso y lo quemaba. Comenzó a respirar aceleradamente. Su corazón golpeaba enloquecido en su pecho por el amenazante miedo de perder.

¡BASTA! se gritó en su mente; –debo aceptar mi propia naturaleza y dejar de lloriquear -se dijo con orgullo y confianza en sí mismo.

─¡Yo!… soy Lion… ¡el Guerrero!… Croniano… más poderoso… que haya existido hasta ahora… y tú… ¡no me vencerás! ─gritó entre sus dientes apretados con fuerza.

Como si sus palabras influyeran directamente en su alma, su poder comenzó a alejarse ahora, haciendo retroceder al de Hyperón… el sonido de torrente se intensificó hasta volverse atronador: Lion hacia disminuir con mayor rapidez el de su atacante, apretó la mandíbula con fuerza, tensó todos sus músculos y el impulso que le dio a su propio poder; hizo partir en dos el ahora frágil torrente de energía de su oponente… su cuerpo irradió hondas de luz blanca como un sol bajo el cielo, opacando los rayos del verdadero astro rey que habían asomado en ese preciso momento en el horizonte, entre las montañas. La luz del cuerpo de Lion aumentó más y comenzó a emitir unas extrañas hondas luminosas blancas que se desplegaban entre las nubes, su poder había rebasado todo limite conocido en el Universo, tan superior que se debía haber sentido hasta el último rincón del cosmos, la electricidad del aire aumentó, pequeños rayos, que aumentaban poco a poco su tamaño cubriendo el casi despejado amanecer, rodearon el cuerpo de Lion como un poderoso manto que lo embestía de poder, de gloria y parecía cubrirlo fundiéndolo con el mismísimo cielo donde estaba. Los diminutos rayos blancos salían de sus manos, alrededor de su poder.

Hyperón nunca tuvo oportunidad, ahora lo sabía, porque la limitada mente humana del Sr. Rúffus Bullock jamás habría previsto tan inmenso poder y menos cuando los mismos dueños de ellos lo ignoraban.

─¡IMPOSIBLE! ─gritó Hyperón con tal desesperación que podría sentirse hasta pena por él, un ser despreciable y frio, intentó en vano aumentar su energía para impulsar su propia poder de ataque… pero era demasiado tarde. Ya el suyo estaba muy cerca de su objetivo.

Lion lo vio a los ojos por última vez, en el preciso instante que su poder había hecho que su imperioso adversario abriera los brazos y comenzara a atravesar limpiamente su descomunal cuerpo, justo por la herida que ya tenía en el pecho.

El muchacho seguía sin expresión, lo había hecho de nuevo. Fue una milésima de segundo lo que duró aquel sublime acontecimiento. Al igual que el vacío que precede a la muerte de un oponente que no te deja alternativa. El vacío del deber.

─¡SI YO NO LO HAGO… SI YO NO LO LOGRÉ… ÉL LO HARA! ─gritó Hyperón con voz casi ausente.

El rayo de luz del poder de Lion lo atravesó y salió desde su espalda hasta perderse de vista.

Lion flexionó más el brazo y empujando hacia delante, aumento su energía, quería desaparecer por completo a esa máquina de la faz de la tierra, sus últimas palabras habían hecho arraigar un extraño miedo que recorría su espalda con un frio que le erizaba los cabellos.

Antes que el cuerpo de Hyperón explotara como una bomba termo nuclear, haciendo luego implosión y borrando todo rastro de él: Lion había seguido viéndolo a los ojos hasta el final y de ellos salió un destello rojo que por un segundo le hizo perder de vista la mañana y lo trasportó por un extraño túnel negro hasta llegar a una zona donde el verdadero Hyperón hablaba, pero fue tan rápido, tan abrumador el frio, tan tenebroso y oscuro el lugar, que solo alcanzó a verlo a él y a… Arieón, rodeados de extrañas bocas y manos de largos dedos pálidos de un tono grisáceo que se mezclaban con la oscuridad, como si los cubrieran mantos de tinieblas, las bocas les decían algo: pero la extraña visión se perdió, desapareció a la nada como el cuerpo y el alma de Hyperón.

Después de un último estallido en el aire, producido por la honda de la explosión del cuerpo de su oponente, el silencio reinó. La honda final atravesó su cuerpo y fue como si agua del ártico cayera sobre él, a pesar de que esta, más bien era extremadamente caliente.

Lion bajo su mano, la sentía temblorosa, la luz de su cuerpo seguía intensa en el cielo, pero gradualmente disminuyó.

Terminó… ¿Terminó?… Se preguntaba el chico, algo en su corazón le decía que no del todo…

Recordó su casa, en un parpadeo estuvo frente a ella, pero ya era solo cenizas, si su madre había estado allí, no podía haber salido… No, se negó a pensar, el dolor era demasiado abrumador, su peso podía aplastarlo, aunque ahora fuera quizá el ser más poderoso del Universo.

Génova debía haber ido con los demás a un refugio público, había muchos en la ciudad, ella era demasiado inteligente para no prever aquello y nunca confiaría toda su seguridad al domo protector. Uno de los aspecto positivo del Gobierno, es que era precavido y había mandado a hacer los refugios con lo mejor de la tecnología.

Iba a buscarla, pero recordó lo heridos que debían estar los demás también, de esa forma podría llevarlos y ver si Génova estaba en la mansión primero, su otra opción, no perdía las esperanzas.

A la velocidad que solo podía compararse a la de la luz, Lion estuvo en un nanosegundo en el lugar en que habían caído Ariel y Hermes.

Ariel estaba levantándose en ese momento, parecía aturdido, débil. Lo vio llegar y sus ojos se abrieron al ver su apariencia.

─¿Qué paso? ¿Dónde está? tú lo… ─preguntó con impresión.

Lion asintió. Ariel frunció un poco el ceño recelo, pero no dijo nada.

─Busca a Hermes y yo iré por Demetrio ─señaló Ariel.

A Lion le molesto un poco que le diera órdenes, pero en esa situación encontró infantil de su parte pensar así.

Encontró a Hermes en un segundo entre los restos de grandes árboles, lo levantó en brazos, rodeando su cuello con el brazo del desmayado y sujetándolo de la cintura con la mano libre, se elevó de nuevo. El sol asomaba un poco más ahora. Así que los destrozos se veían con mayor claridad, todo estaba casi desolado salvo por unos cuantos árboles que había sobrevivido a lo lejos del amplio terreno que se extendía hasta el horizonte, pudo ver también algunas máquinas de remediación dañadas en el suelo.

Vio a lo lejos que Ariel llevaba a Demetrio, Lion lo alcanzó, este se giró asustado al verlo aparecer, algo entendible por lo que acaban de vivir. Con un hondo suspiro y los ojos cerrados, apagó su poder hasta que perdió todo brillo de su cuerpo y quedó al mismo nivel que Ariel.

Ariel no habló en el trayecto a la gran casa.

El alto edificio blanco se extendía abajo, descendieron a una velocidad que no les permitiera verse a simple vista por algún curioso, pues los hacia ver borrosos.

Aterrizaron en la amplia terraza.

─Hay que llevarlos a la sala Eculapios ─sugirió Lion.

Ariel solo asintió, pero antes estuvo a punto de decir algo. Algo que le molestaba. Lion habría preferido que fuera Hermes el que estuviera consciente, quien era más callado y sensato que su primo.

Al entrar en la casa notaron que estaba vacía, aparentemente desierta. Se apresuraron a la entrada de la sala secreta, la puerta se abrió con un toque de la mano de Ariel, bajaron con prisa, recorrieron el largo pasillo blanco y entraron en la Sala Eculapios.

En la amplia habitación ya estaba un individuo en una de las Asclocapsulas (la primera con respecto a la entrada): Artemio, que parecía recuperarse de forma satisfactoria, el milagroso Quironio lo había hecho, lo había sacado del borde mismo de la muerte. Una cálida alegría invadió el pecho de Lion y Ariel, quienes se miraron sonrientes al verlo y fijarse en las lecturas de la pantalla proyectada en la pared detrás de las capsulas que eran más que prometedoras. A pesar de esto, en Lion la alegría no sería completa hasta encontrar a su madre.

Ariel hizo salir, apretando un botón azul en un tablero de la pulcra pared, de un agujero que se abrió en el suelo; dos Asclocapsulas, estas se elevaron y se abrieron por la mitad, quedando medio suspendidas en el aire por la luz azulada que salía del piso debajo de ellas.

Lion le quito el traje a Hermes hasta desnudarlo y lo colocó con sumo cuidado en la capsula de vidrio transparente donde se quedó también medio suspendido, sin tocar nunca el fondo, en el centro de ella, esta se cerró al sentirlo dentro, a su izquierda Ariel hizo lo mismo con su tío favorito. De la cabecera de la capsula salió un delgado brazo de metal que les coloco el dispositivo de respiración lentamente y con delicadeza. Después comenzaron a llenarse del milagroso líquido espeso y traslucido que salía por otro tubo delegado conectado a la pared.

─Es todo lo que podemos hacer ─susurró Lion.

Ariel quería preguntarle algo, quizá cómo había hecho para derrotar a semejante oponente como lo era Hyperón. Pero se calló.

Lion salió, sin mirar atrás, quería saber si su madre estaba allí.

Pero al salir de la puerta secreta, recordó que su primo podía ayudarlo a buscar mejor, pues vivía en esa casa enorme. Unos segundos después apareció Ariel a su lado.

Antes de que tuviera tiempo de preguntarle algo, alguien salió a su encuentro, era Amelia, con su espléndida figura y largos cabellos castaño dorado, estaba vestida para acostarse con su camisón y bata de seda rosa, tal como la habían dejado esa noche.

─Lion ─saludó esta, dándole un cálido abrazo, la casa debió anunciarles su llegada en cuando entraron, luego hizo lo mismo con su sobrino, este se lo devolvió, ella tenía lágrimas en los ojos─. ¿Dónde están…? ─comenzó ella con preocupación.

─Están bien, ya están los dos en las Asclocapsula, se repondrán, calma ─la tranquilizó Ariel.

─Iré a verlos.

Antes de que la mujer se fuera, Lion la detuvo.

─¿Está mi madre Aquí? ─le preguntó, estaba nervioso, ella se detuvo de golpe, se giró… y su mirada era lúgubre, dolida… Lion esperaba lo peor, su mirada no podía significar nada bueno.

─Esta… en el refugio ─susurró tristemente la dueña de la casa.

─¿Esta…Bien? ─preguntó angustiado.

─Lo está… en cierto modo, ha sufrido mucho estas horas, como yo, quizá incluso más.

─¿A qué se refiere? ¿Está herida?

─Será mejor que hables con ella, está bien al menos externamente, se encuentra en el refugio de la casa ─Amelia miró a su sobrino Ariel con elocuencia, este captó el mensaje.

─Te llevare allí ─dijo su primo al fin, a regañadientes.

Lion asintió. La nerviosa mujer bajó para asegurarse de que su hijo y cuñado estaban realmente bien.

Ellos se encaminaron por otra puerta de la gran sala principal, una gruesa puerta de madera, entraron en otro largo pasillo al lado de esta, hasta el final; donde unas puertas de metal les abrieron paso a unas amplias escaleras que descendían hasta casi perderse. En el fondo encontraron un largo pasillo tenuemente iluminado por unas luces amarillas, sus pisadas resonaban y rebotaban ligeramente en las paredes de piedra. Hasta que alcanzaron otra enorme puerta, pero esta vez era una de metal más grueso, como el de una bóveda, debía ser una especie de refugio anti bombas nucleares, todo para proteger a la Señora de la casa especialmente.

Ariel puso un código en un pequeño tablero táctil plano a la derecha de la puerta, el sonido digital del tablero hizo eco en las paredes de piedra, esta se abrió rebelando un amplio espacio rectangular, muy largo y lleno de camas y estantes de comida deshidratada en sus paquetes intactos. Hacia el fondo, en una litera de aspecto especialmente cómodo, se veía la silueta sentada en el bode de la cama inferior, contra una lámpara plateada de la pared de metal, de una esbelta mujer de largos cabellos negros media noche. Estaba de espaldas a la entrada y abrazaba algo con fuerza, aferrándolo como un náufrago en el mar aferra el salvavidas, se tapaba los hombros con la gruesa sábana blanca. Un aplastante alivio atravesó el pecho del muchacho al ver a su madre sana y salva.

Solo una lámpara iluminaba el interior.

La mujer no se giró a ver quién entraba, parecía media dormida. Ariel los dejo solos. Mientras que Lion se acercaba sigilosamente para no asustarla. Al llegar a ella, vio que su madre estaba con los ojos cerrada, seguía sintiendo esa sensación de alivio casi abrumadora que sintió al verla. Pero no estaba dormida, en su cara había una expresión de preocupación marcada.

─Mamá ─la llamó, ella abrió sus ojos marrones se giró y vio a su hijo. Se quedaron paralizados un momento que pareció eterno. Para luego ambos lanzarse a los brazos del otro, ella se levantó, dejó caer la sabana al suelo y rodeó a su hijo, iba con un pijama de seda azul y su bata a juego. Él la rodeo fuertemente pero teniendo cuidado de no lastimarla.

─Mamá, estaba tan preocupados, pensé que…

─Y yo… creía que te… perdería a ti también hijo ─susurró ella entrecortadamente, temblando y sollozando un poco en su hombro.

─Perdón por preocuparte tanto.

─Perdóname tu a mi… ─respondió ella separándose de él, inspeccionando su cuerpo, que no estaba tan ileso como le habría gustado─. Estas herido, sangras de la barbilla ─ella limpió la sangre de su cara con sus suaves manos, luego saco un pañuelo de la cama y empezó a limpiar sus otras heridas─. Será mejor que busque el botiquín de primeros auxilios.

─Estoy bien, mamá no hace falta ─dijo Lion, sujetándola de la mano, ella frunció el ceño.

Pero Lion se había fijado en lo que aferraba su madre al entrar, una especie de amplio libro. No, era un álbum, y al otro lado de la cama estaba el cajón… ese cajón que nunca le permitió ver, tan viejo como misterioso para él.

Ella siguió su mirada.

─No veré nada si tu no quieres ─le aseguró, apartando su vista de éste.

─Sé que ya sabes lo más importante de lo que guarda ese cajón, cuando vino Demetrio yo estaba bajando con Amelia, me contó lo que los miembros del Hexagram habían dicho sobre él… sobre tu hermano.

Lion sentía temblar sus piernas, casi lo había olvidado, la revelación de Hyperón… era cierta, pero eso ya lo había deducido. Tenía un hermano que estaba perdido y cavia la posibilidad de que alguien más lo estuviera buscando con un fin dudoso, recordó la nave mencionada en la reunión con los miembros del gran concejo. Aunque no sabía a ciencia cierta todavía lo que eso significaría para su hermano, sabía que no era nada bueno.

─Demetrio se fue muy rápido, pero deduje que te habían contado ya ─seguía diciendo.

No quiso decirle quién era el que se lo había revelado por consideración a su madre, aunque sentía una creciente ira por haber sido engañado por tanto tiempo, porque le guardara tantos secretos. El casi haberla perdido, o al menos haberlo pensado, mitigaba cualquier resentimiento.

Así que solo asintió.

Ella lentamente se giró y tomó el álbum, no era digital, sino una convencional, Génova se sentó en el borde de la cama y lo abrió.

La primera foto era una de su padre con la cabeza rapada casi al ras, con un traje negro, y ella hermosa en un sencillo vestido blanco, en el día de su boda sin duda. Ambos con genuinas sonrisas. En los grises ojos de su padre brillaba la felicidad reflejando la de ella. Lion sintió un nudo en la garganta, una emoción comenzaba a nublar su mente, la nostalgia, la perdida.

La siguiente era una de ella embarazada de él mismo, con un vestido azul, la otra de él en los brazos de ella, recién nacido, luego una de los tres en la cama de hospital, una lagrima caía rodando por su mejilla. Las siguientes eran similares, ellos tres en el campo, él jugando con su padre, ella dándole de comer cuando tenía un año, los tres en la plaza de un pueblito paseando cuando tenía dos, su padre arando la tierra bajo el incandescente sol. Y luego una de Génova embarazada otra vez, seguida de un hermoso bebé de cabello rubio recién nacido en brazos de su padre, era él, su hermano, estaba allí tan cerca, pero en realidad a millones y millones de quilómetros de su familia. Tenía los ojos de Génova. Una cálida luz se encendió dentro de él. Su hermano… tenía un hermano… y lo quería aún sin conocerlo. Eso no era necesario, era su sangre. Otra lágrima salió sin permiso y cayó en la foto. Las demás eran de ellos cuatro juntos, de ellos dos; él de dos años y su hermano, en la cama dormidos abrazados, de su padre con él en un hombro sujetando con la otra mano a su hermano mientras besando su delicada cabecita. Por dios, no sabía ni su nombre.

─¿Cómo se llama? ─preguntó.

─Tu padre lo llamo… Thesius, pero yo le decía Thes, nació un mes antes de tu cumpleaños, quince de junio, así que debe tener ya catorce años ─respondió ella con cariño y melancolía en la voz.

─Thesius ─repitió Lion, sonriéndole a su madre.

Ella con ojos inundados en lágrimas de felicidad.

─Lo encontraron ─dijo ella emocionada, cerrando fuertemente sus ojos─. Muchas veces lo di por muerto, sabes cuando he sufrido por él todos estos años, casi me vuelve loca, recuerdo cuando se lo llevó, tu padre se había ido contigo esa mañana y no había regresado en todo el día, después supe que era porque se había encontrado con él, con su hermano Arieón. Yo tendía la ropa esa tarde, en el patio de la casa de la granja que había heredado Bacco de tu abuela Jen, comenzaba a preocuparme por ti y tu padre, sin saber lo que pasaría después, sin imaginarlo siquiera. Thes dormía en su cuna, solo escuche cuando el techo se abrió y un hombre descomunal, robusto, de cabello y corta barba roja, con una armadura dorada, se lo llevaba por los aires, grite, llame a Bacco… supe que era de la guardia de Arieón antes incluso que me lo contaran; llevábamos un tiempo esperándolos, su nombre era Krem, me dijo Artemio después de lo ocurrido ese día, él mismo fue quien lo mato, pero por desgracia después que por órdenes de su Rey enviara a Thes a un planeta desconocido para hacer sufrir y descontrolar a tu padre ─estaba entre feliz por la noticia y triste por el recuerdo.

Lion estaba estupefacto, sí sabía cuánto había sufrido ella por eso durante años, aunque quizá solo había echado un vistazo a su dolor real, siempre pensó que era solo por su padre, ahora que por fin sabia toda la verdad, de nuevo se dio cuenta que ella solo intento protegerlo de un dolor insoportable, aunque no estaba seguro de poder justificar que no le dijera antes, seguía feliz de que ahora supieran que estaba vivo. Eso era lo que importaba, además ¿No era apenas un chico de dieciséis años? tampoco habría sido fácil decir algo así a un niño de tres, cuatro o diez, razonó Lion, tal vez solo habría podía haberlo asimilarlo en ese momento de su vida en que sabía que había esperanzas para Thesius. Las cosas muchas veces pasaban cuando tenían que pasar.

Siguieron viendo las fotos de su padre pescando o cultivando, de Génova ordeñando una vaca. El resto del contenido del baúl consistía en pertenencias de su padre, como el largo abrigo negro de cuero y la apolillada bufanda con la que solía ocultar su identidad cuando tenía que ayudar a los demás con sus habilidades. Podía estar allí horas disfrutando de los recuerdos más felices de su familia. Se quedó viendo una foto de Thesius, pequeño, con regordetas mejillas rosáceas y su cabello rubio liso cayendo en su frente, debía tener a lo sumo unos escasos dos meses en esa foto, quizá la última que le tomaron antes de… su rapto. La felicidad inicial quedó ahogada por un miedo abrumador, su hermano corría peligro, esa nave iba buscándolo y pronto lo hallarían, debía ir por él lo más pronto posible. No recordó esto a su madre, pero ella parecía consciente del peligro que corría su hijo menor, pues un rastro de preocupación nunca abandonó su rostro, una preocupación que le impedían a su felicidad ser completa. Él mismo se sentía así. Eso no cambiaría hasta que lo tuvieran a su lado, hasta verlo, tocarlo y hablar con él por primera vez en muchos años.

Esperaría a que Artemio se recuperara y luego pondría manos a la obra, no tenía miedo de enfrentar a lo que fuera, para traerlo de regreso. Estaba decidido a recuperar a Thesius, por su madre, por él. Porque aunque solo tenía vagos recuerdos de él en sueños y lo había olvidado por largo tiempo, aunque sus recuerdos se habían reprimido… lo quería, era su hermano, era su sangre la que lo llamaba, ese era el motivo por el que sus pesadillas eran tan aterradoras, el no saber si podía hacer algo por él y el haber perdido una parte esencial de su familia. Porque esos lazos no pueden romperse nunca, como nunca se podrían romper los de hermandad que lo unían a Hermes, Ariel, Artemio y Demetrio, los que le unían a su propia madre o los que lo unían a sus amigos. Ni con todo su poder podría deshacerlos, pensó Lion… Porque siempre ha habido cosas más grandes que nosotros los que existimos en este vasto e interminable Universo, en este Cosmos de misterios insondables. Y sin importar lo que hagamos, sin importar que tan poderosos seamos o nos volvamos… siempre las habrá.

Epilogo:

La llama y la nave

Sus tacones resonaban en el amplio pasillo de blancas y pulcras paredes de las instalaciones subterráneas, los ayudantes arrastraban la camilla con parsimonia mientras ella los seguía de cerca con las manos metidas en los bolsillos de su bata blanca, tan pulcra como las paredes. Estaba ansiosa, debía admitir que la había asustado lo que había visto en la televisión, pero era una mujer fría y calculadora, lógica, no podía permitirse rebajarse a caer es esas burdas emociones.

Su mentor había muerto, pero antes de morir había dejado instrucciones, era increíble que tuviera planes de contingencia incluso para la muerte, pero esa era la osadía que ella admiraba en él. Nunca podría pagarle lo que hizo por ella, así que estaba en deuda eterna con él.

Llegaron a una enorme y gruesa puerta de metal que se abrió corriéndose a los lados, la sala del interior era amplia y circular, diferente a la de su primera prueba en la investigación del proyecto Sombras De La Muerte. Esas bestias ya debían estar muertas, pero eso tampoco era una completa desgracia ni un total fracaso. Su mentor no confiaría toda su investigación en un único plan. Las puertas se volvieron a cerrar con un susurrante sonido al entrar ellos y posicionarse en el centro de la sala. De este centro, del piso color plata, salió una capsula blanca. Los ayudantes colocaron la camilla en uno de los lados, alejada del centro. Seguía pareciéndole innecesario dejar los restos allí, pues ya no servían de nada. Pero tenía órdenes.

—¿Necesita algo más señorita? —preguntó uno de los ayudantes, uno de ellos era hasta guapo, de su tipo, con facilidad lo seduciría si estuvieran en un bar, pero estaba trabajando.

—No —dijo ella sin voltearse a verlo, acomodando su ya bien recogido cabello castaño, aun con su otra mano en el bolsillo derecho de la bata—. Pueden irse.

Los ayudantes obedecieron y se encaminaron a la puerta. Pero nunca llegarían a ella. Antes de que siquiera se lo imaginaran, Jezel sacó una pequeña arma plateada de plasma comprimida de su bolsillo, y le disparó, primero a uno por la espalda y al otro en la cabeza cuando éste se giró asustado, e impresionado, a verla. Rápidamente se encamino hacia la puerta, pasando con cuidado por entre los dos charcos de sangre que se había formado bajo los insignificantes cuerpos de los chicos, trataba de no ensuciar sus zapatos caros.

Con gracia se dirigió hacia otra entrada, a una sala alado de la primera, por una disimulada puerta del mismo color blando de la sala circular. Inmediatamente después de entrar se cerró y abrió una especie de gran ventanal de vidrio templado, también disimulado en la pared, para observar todo. Inmediatamente un brazo robótico posicionó dos pantallas sobre la capsula, una con una muestra de ADN y otra con una esfera dorada extraña. Otro brazo posicionó un cilindro plateado que apunto al centro de las pantallas. Luego las luces se atenuaron y el sistema autónomo de operaciones comenzó el proceso de “Sustransiación extra corporal”.

Un sonido de carga inundó la sala, el cilindro disparó un rayo azul y atravesó las pantallas con la muestra y el PF-1, justo como en la primera prueba. El rayo se volvió escarlata y las atravesó como una nube de plasma que se introdujo en la capsula mientras una carga eléctrica anormal envolvía la sala circular chocando varias veces con los cuerpos muertos del suelo y el de la camilla. De golpe todo se tranquilizó, las luces se habían atenuado demasiado dejando todo casi a oscuras. El cilindro detuvo su disparo, apagándose con un sonido como el de la turbina de un avión al detenerse.

La capsula comenzó a moverse, se colocaba en posición vertical quedando frente al ventanal de vidrio templado, la puerta se abrió lentamente y un humo blanco salió de ella hasta que se disipó, el lugar había quedado muy oscuro para ver qué había dentro, y por unos angustiosos minutos todo quedo en un abrumador silencio.

Jezel se asustó.

—¿Está ahí se… señor? —llamó por el comunicador que le permitía hablar desde el otro lado de la pantalla.

No hubo respuesta.

La angustia comenzaba a envolverla de pies a cabeza. Los minutos seguían transcurriendo en silencio. Silencio que solo fue interrumpido por unos sonidos de succión y palpitación que comenzaron a salir de los cuerpos en el piso y la camilla.

—Comienza el proyecto “Llamada” —dijo de repente una aterradora voz fría y vacía desde la capsula. Como salida de una cripta, de una pesadilla. Sonaba como si viniera del mismo inframundo.

El rostro de Jezel se iluminó de golpe por la alegría.

—Enseguida Sr. Bullock —le respondió ella con suficiencia.

El amplio ascensor cilíndrico que daba a la zona más profunda de la mansión Grum, descendía velozmente, Lion iba acompañado por Hermes, Ariel y Demetrio. Todos con sus armaduras de Hefosterínio puestas.

─¿Cuánto tardará? ─quiso saber Lion.

─El viaje será breve con el sistema Astrans, lo que es difícil predecir es cuanto tardemos en encontrarlo ─respondió Demetrio.

Todo dentro de ese ascensor era de metal, las luces blancas iluminaban claramente cada rincón de este.

Una pantalla apareció frente a ellos, repentinamente, proyectada en las puertas doradas del ascensor. Era Artemio:

─Todo está programado, saldrán en aproximadamente dos minutos.

─Perfecto ─contestó su hermano.

Artemio no podía ir porque ahora dirigía la compañía de los Bullock junto con su esposa que la había heredado, Rúffus debía estar revolcándose en su tumba por eso. No podía irse solo así y dejar sola a Amelia con tantas responsabilidades. Querían cambiar el nombre de la Corporación a Grum Global Corp. Lo cual requeriría tiempo, dinero y dedicación.

Debían salir muy lejos de la Domápolis Capital, ya había tenido muchas emociones esa semana el Gobierno, como para que los detectaran “viajando”, aunque ahora todos pensaban que los “seres” que habían causado el desastre, se habían matado entre ellos, Amelia hizo un buen trabajo de encubrimiento. Todos estaban muy ocupados reconstruyendo la ciudad, restableciendo el Domo Protector, reparando el Centro Económico de la Capital, así como las zonas verdes dañadas en el exterior. Tenían mucho trabajo del cual ocuparse. Aunque Amelia se encargaría de cubrir cualquier huella de ser necesario, pero ahora lo tenía más difícil, pues el gobierno estaba más receloso que nunca con la compañía de su padre por el saboteo a sus sistemas de seguridad en las bases militares, lo que los hacia inusitadamente peligrosos para ellos; pues estarían atentos a cualquier indicio de presencias extrañas. El gobierno tomarían medidas cautelares que comenzaban a contemplar muy seriamente. Otra cosa de la que deberían cuidarse con mayor precisión al volver. Algunos habían agradecido a los héroes misteriosos, pero en general se alegraban de que esa amenaza desapareciera.

Su verdadera preocupación en ese momento era que los “otros” que buscaban a su hermano los detectaran. Por eso se aparecerían dentro del lugar al que iban. Artemio y Demetrio habían perfeccionado el Astrans. Sin embargo, enviarían un aviso falso para confundirlos y hacerlos retroceder. Lo que de funcionar, les daría un tiempo valioso.

El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron hacia un túnel largo, rectangular de metal que recordaba al refugio nuclear de la Mansión. Los cuatro recorrieron el largo túnel en silencio, al final unas puertas se abrieron, eran enormes, como de cuatro metros de largo y ancho, se deslizaban a los lados con un siseo, también eran de ese brillante metal dorado que parecía cubrirlo todo allí abajo. Llegaron al fin al umbral de la gran puerta, del otro lado todo estaba muy oscuro. Cuando repentinamente una luz ilumino la penumbra.

Los tres muchachos abrieron mucho los ojos ante el espectáculo que se había materializado frente a ellos.

La nave era dorada, aerodinámica, amplia, era larga, parecía un avión sin alas con forma de ovoide aplanado, más estrecha hacia adelante. Demetrio los dirigió hacia ella, era realmente imponente. Estaba lista para despegar, Ariel y Hermes estaban cada uno a su lado en el centro del umbral de la puerta. La nueva habitación, también metálica, estaba iluminada por luces blancas, como en el ascensor, abarcaba un espacio similar al que debía abarcar la Mansión entera.

Artemio apareció en otra pantalla proyectada, más grande, en la pared del fondo de la gran estancia que guardaba la nave:

─¿Listos? ─preguntó.

─Listos ─dijeron los cuatro.

─Fijando curso, con el Sistema de Ubicación Espacial Universal Del Hexagram, activado ─anunció el sistema de navegación de la nave con voz robótica y femenina.

Voy por ti Thes, pensaba Lion, y pobre del que intente impedir que te traiga de vuelta con tu familia. No podía evitar hacerse preguntas como; ¿Qué diría? ¿Cómo sería? ¿Habría sido feliz allí? ¿Querría él volver? y si por el contrario ellos lo hicieron sufrir, no sabía que era capaz de hacer. Tal vez si había sido buena idea que vinieran los demás, había discutido con Artemio porque quería ir solo a buscarlo. Había demostrado que era fuerte ¿O no?…

─la ayuda nunca está de más Lion ─le dijo este.

Parecía creer, sin error, que Lion había elevado de más su ego, y necesitaba un poco de humildad y sumisión. Tal vez si había cambiado un poco, lo que irritaba cada vez más a Ariel, quien fue prácticamente obligado a ir.

─Otro como él, que bien ─había dicho sarcásticamente este último.

─Es bueno trabajar en equipo ─había aportado Demetrio─. La ayuda nunca está de más en situaciones críticas.

Lo cierto era que los cinco habían aumentado su poder después de los últimos acontecimientos, pero quien seguía llevando la delantera era Lion.

Repentinamente la nave cobró vida, vibro ligeramente al expandir dos partes laterales y cuatro propulsores traseros que se encendieron con una luz celeste, para luego quedarse muy quieta otra vez. Algo se desprendió de debajo de ella, una plataforma circular que los elevaría hacia su interior, pues esta estaba flotando varios metros sobre ellos. La plataforma, plana y metálica, se elevó lentamente cuando ellos estuvieron sobre ella. Dirigiéndolos hacia una nueva y vertiginosa travesía, ellos desaparecieron dentro de la nave, como si esta se los tragara, dispuestos a traer de regreso al más Joven de los Croniano, hasta ese momento. La oscuridad interior de la nave los fue cubriendo lentamente, de la cabeza a los pies, a medida que subían y entraban en ella. La plataforma volvió a calzar en su logar con un ligero sonido de presión. Llevándoselos a otro mundo… un mundo de tinieblas.

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