Juego de Titanes
V.J. William
El que subestima la naturaleza de la raza humana, es porque no ha conocido el alcance del odio, cuando este se encuentra con su único objetivo…
La venganza.
Vana es la constancia del que intenta desatar y separar los lazos de sangre o hermandad, porque estos siempre permanecen incorruptibles. Pues el destino mismo se encarga de unirlos en un infinito Ciclo de Poder, no se puede separar lo que celestialmente está unido. Y es que ¿Quién puede separar a los hermanos unidos por el alma, la estirpe y la patria?… Y para el que siquiera intente hacerlo, debe saber que despertara una furia que se expande como la luz voraz e implacable de una Supernova, que consume todo lo que esté a su alcance en las Tinieblas del Cosmos.
Libro uno
La Rebelión del Poder
Prólogo
Fueron muchos años de planificación, le había costado mucho tiempo y dinero, pero estaba cerca, tendría su primera prueba esa noche.
Mientras esperaba, observaba fríamente los monitores que había frente a él, proyectados en el aire, llenos de simulaciones y complicados procedimientos físicos, químicos, bilógicos y matemáticos. Estaba lejos de la Domápolis Capital, nadie se enteraría de nada. Era virtualmente imposible que fallara, lo sabía, “había hecho los cálculos él mismo una y otra vez”, pensó con arrogancia. La tenacidad del hombre llamó su atención (a pesar de ser un simple “viajero” ex militar nacido en el “exterior”) y tuvo que sobornar a muchos para conseguir su liberación. Sin embargo, no era suficiente, quería más y sabía cómo conseguirlo.
Habían pasado años desde que sus abuelos llegaran con su familia a ese prospero país, décadas de sufrimientos, desde el Norte. Poco después de que la gran inundación casi borrara a todos los países del centro del continente americano, reduciéndolos a un conjunto de islas, así como a gran parte del resto de la costa oeste del mismo, y el mar lo dividiera en dos: América al norte y Amazonia al sur. Después de eso, el mundo había acrecentado una profunda crisis global, debido sobre todo a que unos años antes había explotado una terrible guerra nuclear entre las superpotencias. Sumiéndolo así en la anarquía, la desidia hacia los más afectaos y la desolación. Su familia siempre fue poderosa, muy rica, pero ya en el continente del norte habían agotado gran parte de sus recursos durante ese conflicto, prácticamente vivían de la ayuda de los que ahora eran los poderosos. Sin embargo, no era propiamente pobre tampoco y se recuperaban con rapidez.
Ellos trajeron ideales muy prósperos que les prometía ser aún más desarrollados a esa nación de ignorantes, convertirlos en una verdadera nueva potencia. Pero su pasado estaba marcado por ser de la familia principal que financió la guerra por los recursos, una segunda guerra nuclear que casi pone fin a la existencia planeta; pues cuando América invadió Amazonia para apropiarse de los recursos que le quedaban, las mayores del planeta, trajeron con ellos, de forma definitiva, su cultura y economía, como mucho tiempo atrás hicieran los colonos Europeos. Pero el sur había aprendido de sus errores, ya no era débil y logró liberarse de nuevo, con mayor facilidad, de sus opresores. Una vez libre, Amazonia promovió la paz entre el resto del mundo, volviéndose una de las mayores potencias mundiales, e irónicamente, la principal aliada de la que ahora era América. Por eso su familia quedó manchada de sangre durante décadas en ese país, lo que casi los llevó a la total ruina. Como les ocurrió a muchas otras familias adineradas que emigraron del norte, y que aún seguían allí. Aunque, su padre había reivindicado su apellido, y él mismo seguía haciéndolo en la actualidad, ayudando al gobierno a recuperar las aéreas afectadas, no solo de ese continente, sino también las del resto del planeta.
Ahora era el dueño de la principal compañía de tecnología del mundo (fundada por su padre) que logró salir adelante a pesar de las adversidades. Se podía decir que tenía el mundo a sus pies.
Pero “ellos” podían amenazarlo, ya lo había hecho él… Bacco, en múltiples ocasiones”.
─Sr. Bullock ─lo llamó repentinamente Jezel, una joven y brillante investigadora de su equipo, llevaba su largo cabello castaño oscuro recogido en una cola de caballo─. Está listo ─le anunció con rotundidad la joven, la mirada de ojos verdes detrás de sus gafas de montura fina era seria.
Estaban en una de sus instalaciones secretas bajo tierra, una fortaleza cuyo interior, completamente blanco y aséptico, estaba equipado con los más modernos y poderosos equipos tecnológicos del mundo.
─¿El suero de fusión genética fue suministrado con éxito? ─preguntó despreocupadamente el hombre, su voz siempre era áspera como el papel de lija. Algunos, los que no lo conocían, lo achacaban a la edad, otros, los más cercanos a él pero menos objetivos, al odio y maldad pura que albergaba en su ser, y unos pocos, a su acérrima, dura y amenazadora inteligencia.
─Así es ─ratificó la joven Jezel sin titubear─. Está todo listo para la prueba con el objeto PF-1.
Rúffus asintió, era un hombre mayor y bajo de estatura, de pelo y poblado bigote blanco. Su mirada de ojos azules, muy fríos y oscuros, era siempre incognoscible e intimidante para todos quienes lo conocían. Vestía un traje azul oscuro con corbata gris de aspecto costoso.
─Me reuniré con ustedes en seguida, esperen a que llegue… y tengan todo listo cuando lo haga ─exigió el veterano Doctor sin inmutarse.
Ella asintió y se retiró de inmediato.
Debía tener éxito, había esperado mucho, se había mantenido bajo perfil fingiendo ayudarlos, era un hombre sabio y paciente. Toda su vida, por ejemplo, había buscado ese objeto, un tesoro antiguo, considerado una simple leyenda sin fundamento perdida en la historia (que llamo PF-1) y lo consiguió. Él revolucionaria la ciencia con aquello que los obtusos llamaban “mitos”. Luego llegaron ellos y consiguió apoderarse de algo de su tecnología, aunque el bastardo de Artemio se negó a revelarle todo. Pero él sabía mucho más de lo que creían, pronto demostraría quien era el verdaderamente poderoso. El imbécil de verdad se creía que estaba seguro porque había deslumbrado a la ingenua de su hija al punto de hacerla casarse con él. Que equivocado estaba si creía que lo dejaría seguir con ella. Él y su hijo no eran nada suyo, solo podía sentir odio por ellos, eran una aberración antinatural, una escoria maloliente de la existencia. Habían contaminado al único ser que amaba en el mundo; su única hija, Amelia, la viva imagen de su madre. Eso jamás se los perdonaría.
Unos minutos después, salió de la sala de espera del laboratorio y se encaminó a lo que él llamó su “destino”.
Su destino era gobernar, recordarles quienes eran los verdaderos amos del mundo.
Entró en una cámara circular, también completamente blanca, atreves de unas gruesas puertas automáticas. Había una amplia pantalla de vidrio que dividía la estancia. Del otro lado de la pantalla, había una gran capsula plateada en el centro de otra sala semicircular aún más grande. Encima de la capsula se abrió el techo rebelando una fría noche estrellada. Un sistema automatizado colocó una especie de pantalla circular entre la noche y la capsula blanca, tenía una esfera dorada en el centro. Se separó de esta otra pantalla más, ahora eran dos, la primera tenía la esfera dorado, la segunda una pequeña gotita azul aplanada, alineada con la esfera. Luego un extraño cilindro plateado salió de un compartimiento de una de las paredes. Un largo brazo de metal lo posicionaba en el centro de la parte superior de las pantallas, manteniéndolo fijo, como estas.
─Muestra lista ─reiteró una voz femenina y robótica, era el sistema conocido como S.I.O.N que controlaba el laboratorio─. PF-1 listo… capsula…─. Los sujetadores de metal se separaron de la capsula, liberándola, mientras un brazo mecánico la elevaba un poco más, dejándola expuesta bajo las pantallas─. Listo… esperando orden de comienzo de prueba.
Detrás del Sr. Bullock había tres científicos más a parte de la joven, uno alto de cabello negro de mediana edad, otro joven de pelo y ojos castaños, y uno mayor como de su edad.
─Iniciar ─susurró estoicamente.
Un sonido de carga comenzó a ser emitido por el extraño cilindro que apuntaba al centro de las pantallas, alineado con la muestra de ADN y la pequeña esfera dorada.
Unos minutos después disparó una especie de rayo de color azul, que atravesó la muestra y por ultimo alcanzó la esfera. El cilindro era delgado pero potente. Repentinamente el rayo se volvió rojo: las luces de las instalaciones parpadearon, fuera unas extrañas nubes se juntaron y empezaron emitir relámpagos en un cielo que hacía unos segundos estaba despejado. El rayo, aun rojo, atravesó la esfera, pero ahora salía de ella como una especie de nube de plasma que se movía como si tuviera vida propia. Arrastrándose por el aire, como una macabra serpiente escarlata, descendió hasta la capsula plateada. Lentamente se introdujo en ella, atravesándola como un fantasma. Mientras que en el exterior, donde seguían las nubes de tormenta, un rayo real atravesó el cielo con su potente poderío, al mismo tiempo que la voz femenina del sistema operacional S.I.O.N anunció el éxito de la prueba. Unos minutos después, las luces de las instalaciones se apagaron, los rayos iluminaron la efímera oscuridad, hasta que volvieron a encenderse tan repentinamente como se habían esfumado.
Fue un éxito, pensaba el Sr. Rúffus Bullock, había tenido éxito. Los otros científicos intercambiaban palabras de felicitaciones entre ellos, pero él no les prestaba atención. Una lóbrega sonrisa surcó su boca y agitó su bigote blanco, por fin había tenido éxito. Su arma estaba lista. Solo necesitaba dos más y lo conseguiría, pero eso sería más fácil. Después tendría el arma más poderosa, un arma con la que nada ni nadie podrían hacerle frente, un arma con la que gobernar, su propia versión de la “lanza del destino” por así decirlo. Ni siquiera esos repugnantes “viajeros” lograrían vencerlo ahora. Otro rayo surcó los cielos y fue tan intenso, tan potente su poder, que estremeció todo a su alrededor, como si compartiera su euforia… como si agitara la tranquilidad del mundo.
1
Planificaciones
─Vida, una palabra que encierra el sentido infinito de la misma existencia que da paso al hombre. Lo que desde tiempos inmemoriales ha conllevado inexorablemente a una única pregunta, sobreponiéndola a cualquier otra, devanándonos los sesos y por más que le damos vueltas y vueltas, ronda sin sentido aparente en nuestra alma, haciéndonos sentir cruelmente que podemos ser parte de algo más allá del conocimiento. Y es que quién no se ha preguntado: ¿Por qué estamos aquí?… Porque saber eso significa saber qué es la vida misma, así como saber qué es la vida significaría dejar de vivirla…
El profesor de filosofía estaba inmerso, como de costumbre, en el tema de la clase. Hablando y leyendo sobre los eternos cuestionamientos de la vida desde el punto de vista de los maestros más destacados de la historia… o lo que es lo mismo, aburriendo a sus estudiantes.
Sin embargo, a Lion aquello le resulto fascinantemente peculiar. Él mismo vivía cuestionándose y hasta en sueños, a veces. Sentía que algo estaba incompleto. Pero cuando estaba a punto de dar con la respuesta esta parecía eludirlo burlándose de él, dejándolo atrás con una abrumadora sensación de frustración y un amargo sabor de boca. Pero jamás hablaría de ello en un lugar tan concurrido como su clase.
─Yo me cuestiono si dormiré con Katherine este mes ─susurró un chico a su derecha a uno de sus amigos, quien trató de disimular su risa. A pesar de esto, el profesor lo escuchó.
─¡Silencio! ─ordenó de inmediato el profesor─. Aunque puede que su cuestionamiento sea válido para su nivel intelectual, me temo que aquí nos referimos al origen de la vida misma ─aclaró─. Más allá del carácter científico, debemos preguntarnos si merecemos estar aquí, si tenemos un propósito.
Lion se encontraba en la fila de en medio, de último lugar, como siempre, por su tamaño.
Aunque el profesor era delgado a un punto enclenque, de alguna forma lograba darse a respetar por sus alumnos. Por lo menos de casi todos.
─Mi propósito es ser muy rico, entonces ─comentó a modo de broma el mismo chico─. ¡Ah!… no, esperen, eso ya lo soy ─aclaró de forma arrogante y le echó una mirada insidiosa a Lion. Era Marcos, todo lo que representa la arrogancia se puede definir en él. Rico, apuesto y astuto. Títulos que al parecer le hacía digno de pasar por encima de todos los demás. Siempre estaba detrás de él, probando su inmutable paciencia, pero él sabía cómo contenerse cuando lo necesitaba.
Algunos rieron por su comentario y una chica bufó de disgusto.
─Hombres, siempre incapaces de ver más allá de sus narices ─comentó Katty, una chica masculina, ruda y fornida de su clase.
─¿Tú qué sabes? ¡Macho! ─recriminó Marcos de vuelta.
─¡Basta! ─llamó a la calma, de nuevo, el profesor Dante─. Ese no es el tema que discutimos ahora.
─No ─intervino Lion─. En parte, el tema es sobre como el hombre puede ser digno de un lugar que hasta hace poco más de unas décadas casi destruye ─todos se quedaron en silencio, por lo que él continúo─. ¿Nos merecemos aquello que no nos importa? ¿Nos merecemos el hogar que intentamos destruir? ¿Fuimos creados para estar aquí?… y en ese hipotético caso tienen que habernos hecho con un propósito. Pero ¿Por qué queremos saberlo?… la respuesta puede o no ser simple: conocer la razón de nuestra existencia, dará un mayor sentido a nuestras vidas.
Todos lo miraban de forma extraña, excepto el profesor que parecía extasiado de que uno de sus estudiantes comprendiera el punto al vuelo y a la perfección. Por un instante fue uno de esos momentos en que parecía estar en otro lugar. Cuando se recuperó, puedo escuchar en susurros lo que todos pensaban, pero nadie se atrevía a decirle a la cara:
─¡Vaya fenómeno!
Más tarde, ese mismo día, se encontraba en una de sus asignaturas favoritas, educación física, le encantaba correr, por extraño que pareciera, nadie podía ganarle en una carrera y eso le encantaba. Porque cuando corría, lo hacía de sus conflictos internos; corría de las constantes mudanzas, corría de sus compañeros, que siempre lo eludían, salvo la mayoría de las chicas, ellas no, lo cual tampoco era malo. Corría de sí mismo. Cuando sentía su velocidad, el viento en su cara, agitando sus cabellos, no importaba no tener amigos, ni hogar, pues mudarse siempre no era tener hogar por más que Génova, su madre, dijera lo contrario.
El tiempo parecía volar cuando corría, porque de un momento a otro estaba en la meta viendo llegar con cara de reproche a sus demás compañeros, ya estaba acostumbrado a ellas.
─¡Bien hecho Lion! excelente tiempo ─lo felicitó la profesora Cristina, después de soplar el silbato para anunciar el final de la carrera. Inmediatamente se fue con consejos y reprimendas al chico que había llegado de último lugar, dejando que los demás fueran a lavarse.
Atravesó el campo abierto camino a las duchas. El cielo estaba nublado, lo que le daba un color plomizo y un aspecto claustrofóbico a toda la Ciudad.
Cerca de la entrada de los lavados estaban dos chicas hablando; una de ellas era la mismísima Katherine Jhons. Estaba más guapa que nunca con sus pantalones de licra y su camiseta sin mangas que se amoldaba perfectamente a su esbelta figura, su larga cabellera rubia estaba recogido en una coleta, y sus ojos color avellanas estaban serios. Lion no quería espiar, pero no pudo evitar escuchar lo que le decía a su amiga cuando pasó junto a ellas:
─Lo he dejado, he dejado a Marcos ─admitió a su amiga, quien la escuchaba atentamente─. Es un prepotente que no sabe cómo tratar a los demás.
Levantó la vista y su mirada se encontró con la de Lion. Él la desvió inmediatamente. Pero ella siguió viéndolo como si lo viera por primera vez.
Él había estado a punto de decirle algo, pero se contuvo y pasó de largo.
Sin embargo, mientras se duchaba se juró a si mismo que hablaría con ella al día siguiente, no dejaría pasar esa oportunidad de oro, ella le gustaba. La invitaría a salir, aunque sabía que la probabilidad de que lo rechazara estaba allí, principalmente por el motivo de su poca vida social. A pesar de ello, el presentía que esto no le importaría a ella. Aunque ya estaban a punto de salir de vacaciones, se dijo que quizá el verano podría ser más divertido si no lo pasaba a solas con su madre, para variar. Tal vez ahora su vida diera un giro y las piezas encajaran en el rompecabezas de su existencia.
Jamás imaginó, cuando llegó a su casa con una sonrisa por este pensamiento positivo, que su propia madre rompería su frágil burbuja de entusiasmo con una noticia, si bien no impredecible, no por ello menos decepcionante. Cuando pasó por el pequeño vestíbulo y entró a la sala de su casa, se detuvo de golpe en el umbral.
Su madre estaba en el suelo tomando unos objetos.
─Sorpresa ─fue todo lo que pudo murmurar Génova cuando lo vio entrar y la encontró rodeada de cajas y cinta para embalar. La sonrisa se borró lentamente de su cara, así como todos sus planes para el día siguiente. Pero no dijo nada, solo se resignó a lo que veía venir y había olvidado apenas un segundo.
Su madre era una mujer sumamente hermosa para su edad, con una figura bien conservada, cabello negro, que heredo a su hijo, largo y sedoso, un rostro angelical que parecía tallado por un escultor de la antigüedad, piel de un ligero tono broncíneo y ojos cafés muy oscuros en los bordes y más claros a medida que se acercaban a las pupilas. Que en ese momento lo estudiaban perspicazmente:
─Estabas alegre por algo ─dijo sin rodeos. Como si conociera cada uno de sus pensamientos.
─No es nada ─susurró─. Tonterías de adolescente ─dijo forzando una nueva y frágil sonrisa solo para ella.
─Sé que odias esto ─comenzó Génova─. Pero te prometo… te prometo que esta será la última vez que lo hagamos.
─¿Sí? ¿Justo como las ultimas… cinco veces? ─le recriminó sin poder contenerse, mientras fingía enumerar las veces que le había dicho eso con los dedos.
─No seas injusto ─se defendió ella─. Es solo que…
Lion suspiró de pura frustración:
─Lo sé ─admitió─. No tienes que decirlo.
Sabía que desde la muerte de su padre no podía durar más de un año en el mismo sitio, de hecho esa era la primera vez que estaban un año entero viviendo en la misma ciudad. Esa era una de las razones que lo hacían resignarse. No podía recriminarle su dolor, pues el mismo sentía más de una vez la ausencia de su padre, aunque solo tuviera vagos recuerdos de él. Pues este había muerto cuando apenas tenía dos años.
─¿A dónde será esta vez? ─preguntó finalmente.
─A la Domápolis Capital ─respondió su madre.
Lo había dicho con un gran esfuerzo, como si admitiera para sí misma que había algo que resolver. Como si su vida dependiera de ello.
Lion se quedó boquiabierto más de un segundo, pues fue una revelación desconcertante por dos razones esenciales: una de ellas era que no conocía dicha ciudad, aunque siempre había querido ir allí. La otra, aún más importante; porque su padre fue Bruno Baccon (quien constituía un gran misterio para él en muchos aspectos) y a su madre no le gustaba mucho tocar ese tema, aunque nunca se atrevía a preguntarle los motivos. Hacía mucho que lo intentaba y siempre se volvía reacia a hablar de ello. Pero se conformó con pensar que, tal vez, era porque su padre había muerto en un accidente aéreo precisamente en esa ciudad: en la Domápolis Capital.
─Es… en serio ─dijo sin ocultar su desconcierto.
Ella solo asintió una vez, lo miró a los ojos y luego se agachó para seguir empacando los objetos de la sala.
─Sube y ve empacando alguna de tus cosas ¿sí? ─le pidió sin mirarlo─. Dejé algunas cajas y cinta para embalar en la puerta de tu habitación.
Él obedeció muy a su pesar. De momento, la estabilidad emocional de su madre estaba en conflicto y prefirió darle un momento a solas.
Subió las escaleras de prisa.
La puerta de su cuarto estaba abierta, al igual que la de su madre. En un impulso poco habitual en él, paso de largo de su habitación, de reojo vio las cajas vacías amontonadas dentro.
Entró a la habitación de su madre y vio que ya había empacado casi todo. Las cajas estaban apiladas y selladas una arriba de la otra en la pared de la izquierda al lado del closet, la habitación era pequeña, como casi todo en esa casa. Solo había dejado algo de ropa, su cama y a los pies de esta el cajón que representaba quizá el más recurrente interrogante sobre la mujer que le dio la vida.
Se acercó lentamente.
El cajón era grande y estaba, como ya esperaba, cerrado con un grueso candado de código de nueve dígitos. Era de madera maciza con bordados de metal.
Extendió su mano y toco el candado. Podía adivinar la clave, pero ¿se atrevería alguna vez a violar así la privacidad de su madre? También podía preguntarle, aunque era casi tan improbable como abrirlo por la fuerza.
─¡Lion! ─lo llamó su madre desde abajo, sobresaltándolo.
─¡Sí! ─respondió sin apartar la vista del cajón.
─¡Puedes venir un segundo, necesito ayuda para acomodar las cajas cariño!
Soltó el candado y se tomó un segundo antes de responder.
─¡En seguida bajo!
Se incorporó y se encamino a la puerta.
Antes de salir le echó un último vistazo a ese misterioso cajón.
“Tal vez en otro momento” pensó.
Le dio la espalda y salió.
2
Primer asalto
El reloj despertador le sonó indiferente, como de costumbre, esa mañana. En realidad él ya estaba despierto antes de que este sonara. Lion se levantó sintiéndose un tanto dividido emocionalmente; por una parte la perspectiva de no volver a mudarse le resultaba agradable. Su madre se lo había prometido y él le creía. Pero prefirió esperar a ver los resultados antes de alegrarse demasiado, siempre había sido así, positivo en la medida justa, guardando algo de escepticismo para ablandar el golpe ante una posible decepción.
“En fin” pensó para sus adentros con resignación.
Esa mañana comenzaba clases en su nueva escuela, hacía varios días que se había mudado junto con su madre a un nuevo vecindario, cercano a la gran ciudad, llamado Lidice.
Las constantes mudanzas ya lo habían hecho pasar por varias escuelas y ciudades. A pesar de esto, siempre terminaba sintiendo algo de zozobra al comenzar en un nuevo lugar. Realmente, siempre esperaba que fuera mejor que las veces anteriores. Más aun sabiendo que aquel podría ser su hogar permanente. De hecho era en ese lugar donde él había nacido y en donde, por algún tiempo, habían vivido junto con su padre, cuando este aún vivía. Pero lo habían dejado después de su muerte, por decisión de su madre, cuando él era muy pequeño. Ella necesitaba alejarse de los recuerdos dolorosos. Así que, no tenía muchos recuerdos de aquella ciudad.
“Ya no habrán más mudanzas” había dicho Génova, después de acomodar la última caja en el interior de la nueva casa. “Te lo prometo, aquí podrás hacer y conservar nuevos amigos”.
Recordando estas reconfortantes, pero a la vez frustrantes, palabras se dirigió al baño. Salió de su habitación al pasillo corredor. El baño se encontraba a la izquierda en una habitación contigua a la suya, se dio una ducha rápida y lavo sus dientes. Miró unos instantes su reflejo en el espejo: era un muchacho muy alto, en una excelente condición física, piel blanca como la leche, rostro apuesto de masculinas facciones, con un ligero (casi tenue) hoyuelo en la barbilla, nariz simétrica, brillantes ojos grises con destellos dorados en los bordes, enmarcados por largas y oscuras pestañas. Su cabello, era negro azabache con un ligero brillo, un poco largo, que en ese momento le caía a un lado en picos rebeldes. Con los dedos humedecidos con agua del grifo, logró moldearlo y peinárselo. Dedico más tiempo del que acostumbraba a esta terea, debía dar una buena primera impresión. Después de todo, solo había una.
Unos minutos más tarde ya se había colocado el uniforme de su nueva escuela. Bajó al comedor de la cocina donde ya lo esperaba su madre con el desayuno en la mesa, sintió en el aire el aroma de huevos, tocino y pan tostado, su desayuno favorito. Su estómago rugió al captar estos olores. Su nueva casa era de dos plantas, dos habitaciones, dos baños, una sala, un comedor, realmente básica y no tan pequeña, al menos no tanto como la última. Por fuera era de color blanco, como casi todas las de ese vecindario, y por dentro de un impecable color azul cielo. Lion miró a Génova con una ligera sonrisa y se sentó frente a ella.
─¿Por qué la sonrisa, moreno? ─preguntó ella alegremente.
─No sé, tu dime ─respondió ampliando su sonrisa.
─Ah, pues… acabo de llamar a la agencia y todo está arreglado, establecí esta ciudad como sitio permanente de trabajo de ahora en adelante, esta vez va en serio ─dijo Génova, con la alegría reflejada en los ojos, por su hijo─. Esta será definitivamente nuestra casa, tal como prometí.
─¡Entonces, quiere decir que este será nuestro hogar definitivo! ─exclamó Lion con emoción e incredulidad─. Ya es algo ─agregó dándole un beso en la mejilla y un apretado abrazo a su madre de agradecimiento.
La antigua tristeza por abandonar tan repentinamente su última casa, se disipó un poco en él. Se sentó y esperó a que Génova sirviera el desayuno.
─¡Lo sé! ─exclamó ella, también emocionada, mientras ponía los platos, ya llenos, en la mesa y se sentaba frente a él─. Y… quiero aprovechar la ocasión para pedirte disculpas… ─dijo un poco más seria─. ¡Ah! déjame terminar ─atajó a su hijo al ver que la iba a interrumpir─. Sé que debido a tantas mudanzas no has podido gozar como se debe de las cosas que normalmente hacen los chicos de dieciséis años, como tener amigos, una escuela fija y… novia.
─Lo sé mamá y entiendo que no es tu culpa ─la atajó el muchacho algo avergonzado─. Sé que no tengo tantos amigos como un chico normal de mi edad pero…
─¡Tú eres normal! ─lo interrumpió de golpe, como queriendo obviar ese punto rotundamente.
─A lo que me refiero es que… ─continuó el chico, acostumbrado a reacciones así de su madre. A veces se preguntaba el porqué de sus nervios entorno a la normalidad─, el hecho de no tener amigos se debe más a que, por alguna razón, no parezco caerle bien a muchos.
Lion tenía razón, en sus antiguas escuelas siempre solían rechazar su compañía, tener pocos amigos y a veces ninguno. Solía despertar de inmediato la envidia, los celos pero al mismo tiempo intimidar a los demás lo suficiente para que no le buscaran pelea. A pesar de todo, se sentía excluido y en ocasiones pensaba que tal vez si era un bicho raro.
─No digas eso cielo ─trató de reconfortarlo Génova, tomándole la mano sobre la mesa con ojos llenos de tanta compasión que se le humedecieron─. Eres un chico maravilloso, bueno e inteligente… como tu padre… ─bajó la mirada y Lion dejó de ver el brillo de sus ojos cafés. Solía hacer eso al mencionarlo. Es por ello que evitaba siempre que podía hablar de él.
─Estoy segura que aquí encontraras buenos amigos que te entiendan ─agregó soltando su mano para continuar comiendo, dando así por zanjada la situación… otra vez. Solía hacer lo mismo cuando era niño y le preguntaba por el gran cajón de su cuarto. A veces cuando lo hacía; ella se ponía tan mal y expresaba tal dolor en su mirada que un día, asustado, decidió jamás volver a preguntarle por esa cosa de madera. Eso también lo había desconcertado siempre, pero tenía la ligera sospecha que eran cosas, recuerdos más felices guardados bajo llave, de los días de su padre tal vez.
─Pues… eso espero yo también─ susurró dando un suspiro. Echándole una última mirada de intriga, bajó la vista al plato y comenzó a comer su desayuno. Tragándose, junto con la comida, las preguntas que no se atrevía a hacerle desde hacía ya mucho tiempo.
Cuando se enteró que se mudarían al lugar en donde habían vivido como una verdadera familia, se planteó la posibilidad de que, muy seguramente, el regresar a su ciudad natal le traería incontables recuerdos, incluso los dolorosos. Así que sería más difícil para ella regresar que para él, por lo que el muchacho prefirió no hacer ese día la excepción de guardarse sus preguntas.
Lion vio con una creciente emoción la gran escuela, un alto edifico blanco cuyos terrenos abarcaba casi una manzana, cuando su madre giró para dejarlo en la entrada. Tenía en lo alto unas grandes y gruesas iníciales doradas:
C.B
Arriba de las iníciales había un escudo que no logro distinguir bien a esa distancia. Su madre frenó justo enfrente del edificio.
Ella se volvió para mirarlo a los ojos:
─Recuerda, no estés nervioso y se…
─Yo mismo… lo se ─completó él. Siempre le decía lo mismo, aunque nunca resultaba como quería, seguía haciéndole caso.
Empezaba a sentir un cambio en su interior: la leve felicidad y justa indiferencia, más el sutil pesimismo que sintió al despertar; dieron paso a una sensación más fuerte cuando vio el soberbio edificio blanco surgir frente a él… nervios. Sensación que sentía como un hormigueo en el estómago. Se volvió hacia su madre y le dio el acostumbrado beso de despedida en la mejilla. La oyó susurrar algo que sonó como a: cuídate hijo, cuando cerró la puerta de la ovalada y plateada camioneta eléctrica, marca Heindall.
Se encamino a la entrada, echándose su mochila a la espalda (llena más que nada de ropa de repuesto para el uniforme), por un largo camino de piedra pulida. A medida que avanzaba lo hacía también sus nervios. Provocando que se acentuara más el hormigueo en su estómago, que poco a poco se fue convertído como en una piedra en el abdomen.
Había chicos y chicas, un mar de azul marino y blanco, pues llevaban el mismo uniforme que él; pantalones y chaqueta azul marino, (excepto las chicas que llevaban falda y botas altas), camisa blanca, corbata de seda azul cielo, y zapatos negros. Era el típico ambiente escolar, con amigos reunidos aquí y allá en animadas conversaciones, algunas parejas dándose muestras de afecto y toques atrevidos a un nivel incomodo al punto de sonrojar, al que los viera, en algunos rincones. Otros estaban simplemente concentrados en sus deberes o leyendo algún libro (a la forma antigua, en papel). Llegaban ya fuera en auto o autobús. Algunos estaban reunidos en el estacionamiento, muchos llevaban las chaquetas en las manos, la camisa con el cuello abierto, por fuera y la corbata holgada, metidos de lleno en sus delgados y cromados móviles que proyectaban hologramas de videos y juegos. Los observó un poco más, se veían bien aunque el considero prudente llevar el uniforme correctamente el primer día, por lo menos, por si acaso. Era primera vez que iba a una escuela privada y que tenía que usar uniforme. Los siguió observando hasta que el estacionamiento quedo oculto a un lado del edificio de la escuela. Otros, estaban en los alrededores del jardín, lleno de hermosos rosales. Algunas chicas, de un grupo que iban sin chaqueta y con la camisa por fuera, lo miraron con interés, entre ellas destaco una rubia menuda y delgada con atrevidos ojos verdes, otras con curiosidad y unas pocas con rechazo. Mientras que la gran mayoría de los chicos lo miraron con recelo. Al llegar a la entrada principal se sintió un poco más calmado. La puerta estaba constituida por enormes paneles de vidrio muy grueso y transparente. Al llegar a ellas se abrieron por si solas hacia los lados y la atravesó. El interior era aún más impactante: las paredes eran blancas y los casilleros azules, todo muy pulcro, limpio, tanto así que arrancaban reflejos y destellos a las luces blancas del techo. También había una gran variedad de pantallas y anuncios distribuidas ordenadamente.
Algunos anuncios, en las pantallas más grandes, indicaban, entre otras cosas, las fechas de las evaluaciones para conseguir el permiso de conducir. Él los ignoró, aunque ya tenía edad suficiente para hacerla, como no podían costearse otro auto, eso aún no le interesaba.
Lion miró a su alrededor, el interior se llenaba cada vez más de jóvenes estudiantes. Miró hacia arriba; al fondo del pasillo, sobre la escalera principal, como si flotara en el aire, había un gran estandarte de fondo negro y borde dorado, colgado en la pared, con el escudo de la escuela (que se contemplaba mucho mejor y más grande que el de afuera) además se percató que era el mismo escudo que formaba la insignia del colegio estampada en el lado izquierda de su chaqueta. Pudo ver claramente que constaba en un hombre con túnicas de lino fino y corona de hojas doradas, sentado en una colina, con una hermosa luna menguante azul y plateada detrás de él. Tenía una espada en su mano derecha en posición horizontal, mientras con la mano izquierda señalaba la misma dirección que la espada, las dos apuntando a la derecha. Tenía impresas, en la parte superior del escudo, en gruesas letras de plata la inscripción:
COLEGIO BLUEMONT
Alrededor del gran escudo, que era circular, en letras plateadas, mucho más pequeñas pero legibles, el muchacho leyó otra inscripción que comenzaba a partir del filo superior de la espada:
“La inteligencia es el tesoro más valioso del universo, capaz de ser una bendición como una maldición”.
Por último leyó las que estaban en la parte inferior del escudo, las cuales formaban el lema escolar:
CLASE, HONOR Y TRIUNFO
Se dirigió a una de las pantallas que estaba a su derecha, de la cual acaba de retirarse un chico delgado como de su edad, de cabello castaño claro y muy rizado que llevaba desordenado. La pantalla era como las otras, de un fino vidrio transparente de la cual sobresalía la tridimensional imagen con forma de mujer rubia, aunque solo se veía del busto hacia riba.
─Nombre, por favor ─dijo esta con voz sedosa y algo metálica, como si hablara por el extremo de un tubo.
─Apolión Febo Baccon ─soltó rápidamente.
Inmediatamente después de seleccionar las materias de ese curso, comenzó a salir de debajo de la pantalla por una delgada ranura, un horario de color azul, impreso con su nombre. Lo tomó y comenzó a leerlo haciéndose a un lado para darle paso a otro estudiante.
─Biología a las 7:45, aula 406, con el profesor Armando Aguilar ─leyó en un susurro.
Levantó la vista y miró al fondo del pasillo a su derecha: al pie de la magnífica escalera de mármol azul oscuro había otro holograma de cuerpo entero completamente tridimensional, en cuya base decía; ¿Necesitas ayuda?
Al lado de esta inscripción había en letras pequeñas hechas con marcador plateado, garabateada por algún estudiante, algo que decía: para imbéciles.
Se acercó, algo tímido después de leer la inscripción en marcador y le preguntó:
─¿Dónde queda el aula 406?
El holograma, que era un hombre de traje azul marino con cabello y ojos negros, respondió:
─Buenos días ─con extrema educación y el mismo tono de voz metálica que el otro holograma─. El aula en cuestión está en el tercer piso, sexta puerta del pasillo a la derecha de la escalera.
El colegio, como muchas otras instituciones de diferentes tipos, contaba con el más moderno sistema operativo conocido como S.I.O.N (Sistema Inteligente de Operaciones Nacionales) que controlaba todos los sistemas autómatas. (Su base en Bullock Corp. claro).
─Gracias.
─Estamos para servirle ─le recordó el holograma─. Si lo desea puedo mostrarle también el mapa tridimensional de la escuela y la ubicación de sus…
─No, no… gracias ─lo atajó apresuradamente Lion, interrumpiéndolo, al notar que un grupito cercano a su izquierda, de cinco, dos chicas y tres chicos, dos de los cuales eran igual de altos y fornidos que él, lo observaban y comenzaban a intercambiar risitas.
Subió las escaleras, como le había indicado el holograma (éste se quedó mirándolo claramente ofendido por la interrupción). Al llegar al tercer piso giró a su derecha, miró su reloj, estaba retrasado por tres minutos. Comenzó a contar las puertas azules de las grandes aulas, apretando el paso y pidiéndole al cielo que su profesor no hubiera comenzado aún.
Unos segundos después llegó al aula. Luego de echarle un vistazo al gran 406 plateado en lo alto de las puertas dobles, miró por la ranura de cristal de la puerta y vio la nuca de su profesor y entró.
Dio un respiro de puro alivio al percatarse que aún no habían comenzado y estaban apenas, la mayoría, acomodando sus cosas en los asientos. Sin embargo notó que era el último que faltaba al fijarse que solo había un puesto vacío al final de la última fila junto a la ventana que daba a uno de los jardines del colegio. El profesor se giró en ese momento, lo miró de pies a cabeza, frunciendo el entrecejo y desconcertado.
─Buenos días, puedo ayudarlo joven ─era bajito y calvo, llevaba camisa blanca manga larga, corbata roja bajo un pulóver a cuadros marrón, pantalones beige, y zapatos negros. Y lo miraba a través de sus gafas de montura.
─Ah… sí, soy Lion Baccon… el nuevo estudiante… estoy en su clase ─tartamudeó entregándole el horario algo apenado.
─Ah… bien…─dijo el profesor después de leerlo y dedicarle una gentil sonrisa─. ¡Clase!…─ llamó este.
“Oh no” pensó Lion.
─Él es su nuevo compañero… Lion Baccon ─agregó presentándolo y todos lo miraron con curiosidad─. Tome asiento por favor y siéntase bienvenido ─ le indicó.
Él lo obedeció de inmediato, tomó de nuevo su horario y se encamino a su lugar sintiéndose relajado, porque al menos el profesor parecía agradable, pero a la vez nervioso, porque todos lo seguían mirando. Al llegar a su asiento miró a su derecha y vio a dos de los chicos que habían estado en el “grupito” de abajo. Estaban en la fila al otro extremo, y lo miraban, como la mayoría, aunque ellos con sonrisas burlonas en sus rostros; eran los dos chicos altos y fornidos, que había llegado más rápido que él de alguna forma. Desvió la mirada hacia el profesor que había comenzado ya la clase con un “bien jóvenes” en general, frunciendo el entrecejo, algo apenado y enojado consigo mismo, al comprender de pronto que las burlas eran, muy seguramente, porque había ascensores para cada piso en algún lugar y él había tomado las escaleras. Con razón estaban desiertas.
“Siempre es lindo burlarse del chico nuevo ¿no?” pensó con resentimiento mientras les echaba una última mirada de reproche a sus nuevos compañeros, para luego prestar atención y concentrarse en la clase. La pizarra comenzó a mostrar imágenes de todo lo que explicaba el profesor, en uno que otro momento salían de sus mesas representaciones holográficas de lo que iban a estudiar ese curso. Se distrajo pensando en las fases de mitosis y se relajó después de unos minutos.
La mañana transcurrió muy tranquila y agradable, dejando de lado, claro, las burlas de los que ya consideraba sus compañeros menos preferidos. Lion encontró su casillero, en el primer piso, en donde casi vació su mochila, la mayoría con ropa, zapatos deportivos, un uniforme de repuesto y el uniforme de educación física, pues todos usaban libretas electrónicas ultra delgadas, táctiles y transparentes con acceso a internet, como él, en donde grababan información detallada de las clases, así como el material y libros virtuales de todas las asignaturas, que se compraban en línea. Así que después de vaciar la mochila grande, sacó una delgada y práctica, en donde guardaba su Electronic-Book, que le colgaba de lado.
En la última clase de la mañana, Idiomas, antes del almuerzo, conoció a dos chicos muy agradables con los cuales estuvo conversando, se llamaban: Ana Goodman y Jason Spear. Ella era una chica muy guapa de ojos grises, tez nívea pero sonrosada en las mejillas, facciones delicadas, aunque se veía enérgica a pesar de ser delgada, con cabello castaño claro, liso y largo. Jason era también delgado, más bajito que ella, se dio cuenta también de que era muy aplicado, pues se la pasó hablando de inventos muy ingeniosos que planeaba crear. Tenía el cabello corto y castaño oscuro, ojos marrones y piel ligeramente bronceada. Él rápidamente les ganó su confianza y lo invitaron a su mesa en la cafetería, que estaba en el primer piso.
A donde se encaminaban en ese momento.
Cuando Lion entró en la cafetería, después de cruzar la puerta de cristal, observó el enorme recinto, cubierto de un mar blanco y azul de estudiantes que combinaban con el color blanco de las paredes y el azul marino de las brillantes mesas pulidas, al igual que con el resto de la escuela. Iba detrás de sus nuevos y agradables compañeros, mirando los limpios alrededores en donde el aire fresco se mezclaba con el de la comida caliente de las bandejas y las vitrinas automáticas. Todas las mesas estaban ocupadas o eso le pareció él, además todos estaban enfrascados en conversaciones creando un ruido general que invadía cada rincón.
Las mesas eran grandes capases de ocupar a ochos personas sin problemas. A pesar de eso, vio como los muchachos altos de la clase de biología se sentaban ellos y dos chicas rubias muy guapas, dejando la mitad de la mesa vacía, la cual se encontraba en la hilera de mesas que estaba junto a la pared del fondo de la cafetería, y echándoles miradas de desdén a los plebeyos que intentaron sentarse con ellos. Lion los miro frunciendo el entrecejo, pensando que era absurdo comportarse de esa manera con la gente.
Los chicos que acompañaban a Lion se sentaron a una mesa un poco alejada de la de la de ellos, luego de hacer una corta fila y llenar sus bandejas con comida de las automatizadas vitrinas con sus tarjetas de identificación del colegio, que tienen la doble función de servir tanto para identificarse dentro de la escuela, como para comprar. Su mesa no estaba vacía, en ella había tres chicos, de los cuales reconoció a uno, al chico de espeso cabello rizado que estaba delante del holograma cuando fue por su horario, y una chica.
Se sentó, al igual que sus acompañantes, frente a los que ya estaban sentados (todos en su mesa iban sin chaqueta y la camisa un poco abierta, acepto él, que aun llevaba correctamente el uniforme) dándoles la espalda a los chicos grandulones.
─Hola Ana, ¿terminaste el trabajo de literatura… ─preguntó la chica sin levantar la vista de su plato, cuando lo hizo se fijó en Lion y dejo caer el cubierto con un estrepito metálico tal, que algunos de la mesa de al lado la miraron soltando una risita. Pero se recompuso rápidamente.
─¿Quién es tu nuevo amigo? ─logró gesticular.
Ana precedió las presentaciones dirigiéndose a todos:
─Muchachos; él es Lion, el chico nuevo… saben lo difícil que es ser el nuevo en este colegio, así que le pedí que nos acompañara ─anunció. Todos lo saludaron asintiendo encantados y se dio cuenta de que eran un grupo bastante agradable.
─Hola, ¿qué tal?… soy Anthony ─se presentó el chico de cabello rizado y de cara pecosa, saludándolo con la mano.
─Yo soy, Beth ─prosiguió la otra chica, mirándolo con interés. Era delgada como Ana, con el cabello castaño claro y ojos cafés delante de los cuales tenía unos anteojos de montura fina muy pequeños. Lo mismo hizo los otros dos, Daniel, un chico rubio de mirada tímida, y Zack que tenía el cabello pelirrojo y muy cortó.
Se sintió completamente tranquilo por primera vez, al tener nuevos compañeros tan agradables y de haberlos encontrado precisamente su primer día de clases, debía ser un buen presagio. Tal vez las cosas irían mejor allí, solo debía propiciarlo y más aun sabiendo que sería su hogar definitivo.
─Oye… Lion y ¿Ya te has inscrito en algún club? ─le preguntó Beth, haciéndole conversación.
─No… la verdad es que aún no he preguntado cuales están disponibles─ respondió sinceramente─. Y tampoco se cuales se ofrecen aquí ─agregó.
─Pues tendrás mucho de donde escoger ─se apresuró a añadir Ana─. Aunque a estas alturas ya la mayoría de los cubes están siempre llenos, solo quedan dos o tres de los deportivos.
─Uno deportivo estaría bien ─admitió Lion sin vacilar, si era uno donde pudiera correr, mejor.
─Te gusta el deporte ─observó Ana.
─¡JA!… míralo, es algo evidente ¿No? ─ comentó Beth, Ana la observó de una forma que pedía prudencia─. Solo hay que ver su… eh… semejante fisionomía ─aclaró con franqueza.
Lion se sonrojó un poco. No era la primera vez que alguien lo elogiaba por su físico, pero nunca terminaba de acostumbrarse. La verdad era que casi siempre había sido así, no era del todo por su afición a los deporte.
─En ese caso, están disponibles el de natación, baloncesto y artes marciales ─le informó Jason─. ¿Alguno de esos te interesa?
Lion lo pensó un momento, artes marciales, sonaba interesante y nuevo para él, pero los demás también podían serlo.
─No sé ─admitió al fin─. Tendría que pensármelo bien.
─Pues date prisa ─le apremió Zack─. Puede que no pase mucho para que se llene.
─Si quieres ayuda, el de artes marciales es el mejor ─le aconsejó Ana─. El maestro Ben es asombroso tiene años viajando por el mundo, complementando sus técnicas, estudiando diferentes formas de lucha en diferentes regiones, domina formas de lucha que pocos en el mundo han podido dominar y su ayudante es igual de dedicado, en verdad son los mejores.
─Sin mencionar que ella es miembro de ese club y que aún queda solo una vacante debido a que se retiró ese chico ─completó Jason señalando a uno de los grandulones de biología de forma distraída, con el entrecejo fruncido mientras leía algo de su libreta y comía al mismo tiempo─. Ariel ¿verdad Ana?─ ella pareció incomoda por un segundo, pero se recompuso a tiempo cuando Lion la miró.
─Así es ─volvió a hablar ella, que ya no reía y estaba claramente incomoda─. Si te interesa házmelo saber, como dijo Jason, soy miembro de ese club, además estoy encargada de llevar las solicitudes y seria genial tenerte; claro, tendríamos que hacerte una prueba el primer día. Pero eso son solo detalles, creo que tienes lo necesario.
Beth le dio claramente un puntapié a Jason por debajo de la mesa, quien reacciono y miró a su amiga, ella señalo a Ana con la mirada, este abrió mucho los ojos, como si se diera cuenta de lo que había dicho por primera vez.
─¿Quiénes son ellos? ─preguntó Lion, sin poder contenerse─. ¿Los de la mesa de allá? ─señaló con disimulo a los mismos chicos que Jason.
─Son… lo que a mí me gusta llamar en términos generales: “los bravucones” ─respondió Beth con parsimonia, algo de sorna pero sin irse por las ramas─. Se dedican a presumir y pavonearse como los dueños de la escuela… los más grandulones son Ariel, el de cabello oscuro, y Hermes Grum, son primos y se la pasan, claro, acompañados por su horda de rufianes, o lo que es lo mismo; el equipo de baloncesto… la verdad creo que son unos chicos muy problemáticos, todos, en especial los primos; lo cual es una pena pues son muy apuestos los dos ¿verdad? Ariel es huérfano y vive con sus tíos, los padres de Hermes, no es una joyita… soy su vecina, por cierto, así que sé de qué te hablo ─ añadió con suficiencia.
Lion echó otra mirada a la mesa y se impresiono al ver que ya no estaba tan vacía como antes, sino que por el contrario estaba llena a rebosar como con doce chicos altos, no tanto como Ariel y Hermes, y cinco chicas más, seguro sus animadoras. Habían unido dos mesas para dar cabida a todos. Se reían y creaban bullicio como la mayoría en el recinto. En efecto daban la impresión de controlarlo todo. Como también daba la impresión de que Ariel era el líder del grupo, o eso le pareció al ver que era el que estaba más serio de todos, porque hasta su primo Hermes reía y charlaba con los demás. Los dos tenían el cabello castaño, Ariel mucho más oscuro que Hermes, que lo tenía más bien castaño dorado, y la tez de los dos era del mismo tono de la de Lion. Ariel tenia mandíbula ancha y llevaba el cabello en altos y desordenados picos, mientras Hermes lo tenía muy liso, un poco largo y se lo peinaba a un lado, cayéndole asimétrico en la frente justo hasta la ceja izquierda, Lion se percató que era de facciones más perfiladas que su primo Ariel. Se dio cuenta también de otra diferencia notable en sus ojos; pues los de Hermes eran café dorado, mientras que los de él eran verde esmeralda, que en ese momento se encontraron con los suyos y le dedicaron una mirada de desdén. Lion no supo si interpretaba bien su mirada, porque desvió rápidamente los suya.
─Tampoco es para tanto ─los defendió Ana, como si nada.
Pero su amiga Beth le echó una mirada de comprensión resignada.
─El capitán del equipo de baloncesto es Ariel, y su primo Hermes también es parte del equipo como es obvio ─le aclaró Jason─. Por eso dejó las Artes marciales, estaba en ambos, pero decidió dedicarse de lleno a su equipo, Hermes también era parte de los dos equipos, pero su puesto ya está tomado.
─Fue una pena que lo dejara ─añadió Ana apesadumbrada─. Era muy bueno y sé que realmente le gustaba ─y dicho eso, siguió comiendo. Beth y Jason le dedicaron una disimulada mirada de compasión a su amiga que Lion no comprendió.
Pensó por un momento y se dio cuenta que no sería mal estar en el club de Artes marciales. Después de todo, estaba seguro de que le iría bien. A pesar de que en sus antiguas escuelas estuvo poco involucrado en clubes deportivos, se limitaba a las clases de educación física, realmente había llamado su atención lo de las Artes marciales. Podía ser igual de divertido y no podían ser más difíciles que las clases de educación física. Pensándolo bien, sentía curiosidad luego de la descripción de Ana sobre el profesor o maestro Ben. Así que se animó:
─Sabes que, apúntame a esa prueba para el de artes marciales.
─¿De verdad? ─preguntó ella perpleja, ahogándose con un bocado de pasta, pero con una sonrisa y renovada alegría─. No te arrepentirás, ya verás… es lo máximo, el profesor… es genial.
Tuvo que pasar el bocado con un trago de refresco. Pero su alegría seguía intacta.
El muchacho se sintió feliz de verla de nuevo animada. Y vio como los demás lo miraban con agradecimiento por levantarle el ánimo de algo que él aun pasaba por alto.
Después de un rato, Lion termino de almorzar, al igual que sus nuevos amigos, algunos ya se iban a sus clases de la tarde. Así que, animado se levantó y fue a dejar su bandeja de brillante acero inoxidable en su respectivo lugar al lado de las vitrinas de la comida. Pero cuando estaba a punto de llegar: alguien se le adelanto pasando por su lado muy rápido, golpeándolo fuertemente en el hombro y provocando que se cayeran sus cubiertos. Alguno, los de las mesas más cercanas, rieron por su torpeza. Miro inmediatamente a su agresor y vio con sorpresa de quien se trataba…
…Ariel Grum.
3
El club
Lion solo miró al sujeto, impresionado por semejante abuso. Algo ya le había dicho que tendría problemas con él. Ariel se volvió luego de dejar su bandeja y con paso firme se colocó frente de él y le dedico una mirada asesina. Se dio cuenta de inmediato que era más alto que el bravucón, por poco, y también le dedico una mirada fría. Estaba muy molesto.
─¿Qué? ─le dijo Ariel con desafío, su voz era potente y áspera, su mirada; desdeñosa.
─¿Disculpa? ─replicó un indignado Lion en el mismo tono desafiante, nunca había tenido problemas con nadie, pero si se metían con él no se iba a quedar de brazos cruzado. No era un tonto, para dejarse humillar y dominar por gente como él. Eso sí que no lo permitiría.
─Te disculpo, pero que no se repita ─se limitó a responder el otro, torciendo la boca en una sonrisa burlona y despectiva, acentuando el desdén de sus ojos, ya de por sí sombríos.
Dando media vuelta se dirigió a la puerta.
─¿Cuál es tu problema? ─escupió Lion en voz alta, sin poderse contener, al percatarse que sus nuevos compañeros estaban detrás de él. Se sentía humillado.
Ariel se detuvo de golpe y el silencio se alzó como una aplastante ola en la cafetería. Ahora todos los miraban, las vistas iban de Lion a Ariel y viceversa.
El bravucón se volvió de nuevo hacia él, lentamente, hasta quedar de nuevo frente a frente, con ojos aún más llenos de furia. Pero Lion no inmuto su rostro, que también reflejaba su propia ira.
─¿Qué dijiste? ─le preguntó Ariel como si no diera crédito a sus oídos, pero con la misma voz arrogante que retumbo más clara debido al repentino silencio. Parecía inmensamente ofendido. “Hay que ver” pensó Lion.
─Dije: ¿cuál… es… tu… problema? ─repitió, separando las palabras como si le hablara a un retrasado mental.
─¡Ten cuidado nuevo! ─le advirtió un chico desconocido, uno de los trúhanes (uno grande y alto, de piel morena). Como les decía Beth: El “equipo de rufianes” ya estaba detrás de Ariel. A su derecha se encontraba Hermes, incondicional, pero aun así le echaba miradas de preocupación a su primo, como si no quisiera que se metiera en problemas, algo dubitativo, le puso una mano en el hombro, como llamándolo a la calma, que este se sacudió sin miramientos. Ariel les hizo un ademan con la mano a los dos indicándoles que no se metieran, sin apartar ni un segundo los ojos de Lion, que aún tenía la bandeja en la mano.
─Los nuevos nunca saben nada ─aclaró el capitán de baloncesto─. Por eso hay que enseñarles ─y se acercó con paso firme a su contrincante hasta situarse a pocos milímetros de su rostro. Pero Lion no se movió, colocó rápidamente la bandeja a su lado, en su sitio, sin dejar de encararlo apretó los puños. No sabía por qué, nunca había estado en una situación similar, pero se sentía listo, como si pelear fuera parte de él, como si corriera por sus venas. Lo cual era absurdo porque nunca había golpeado a nadie en su vida. Pero eso tampoco significaba que no era capaz de defenderse si alguien lo agrediera. Sintió súbitamente un gran rencor hacia Ariel y un deseo irracional de hacerle daño, como seguramente también él sentía. Los puños le temblaban dándole la impresión de que echaban chispas eléctricas. Lo más extraño era que sentía un extraño hormigueo en su nuca, como si pasaran corrientes eléctricas de verdad desde allí a todo su cuerpo. Eso era algo que nunca había experimentado. Pensó que debía ser la adrenalina, pero no estaba muy seguro.
─¿Quieres que te enseñe tarado? ─le susurró Ariel a unos centímetros de su rostro, con mirada asesina.
─No creo que sepas nada que valga la pena aprender, a menos que consideremos la idiotez una habilidad.
Ariel se quedó pasmado un segundo y él lo miró a los ojos audazmente, bajando un poco la mirada, debido a que lo sobrepasa por un par de centímetros.
¡UHH!…
Murmuro la multitud, mientras unas cuantas chicas ahogaban sus gritos, pues en el repentino silencio se oía hasta el más mínimo susurro. La tensión se hacía cada vez más palpable en el aire.
─¡Te crees muy gracioso!… ¿No nuevo?
Luego, aún más irritado levantó un puño. Lion lo imitó… pero en ese preciso momento, en que todo podría haber explotado por fin; se interpuso Ana y los separó, no sin dificultad:
─¡Ya Basta! ─vociferó ella en medio de los dos─. Ya… basta. No busques problemas en tu primer día de clase, no vale la pena ─le advirtió a su nuevo compañero ─. Y en cuanto a ti… ─añadió dirigiéndose a Ariel con un poco más de dificultad─. Deja de hacerte el brabucón, fuiste muy grosero con…
─¡Bueno, es suficiente! ─la atajó él con impaciencia y brusquedad─. No necesitas restregarme a tus perros falderos en la cara ─le recriminó de mal talante.
─¿Pero qué estás diciendo? ─replicó Ana perpleja─. Te estás escuchan… es por eso que has armado esto, pensé que ya no te importaba…
─No me importa ─la interrumpió Ariel con presteza, rehuyendo a su intensa mirada─. Solo lo decía por decirlo. Me da igual.
Lion, que no entendía ni una sola palabra, ni la razón de estas, miró a Ana, que tenía ahora los ojos un poco humedecidos y reflejando una profunda tristeza, pero aun así se mantenía firme y con la frente en alto. Como si luchara intensamente por no demostrar su momento de debilidad, lo cual le hizo sentir un arrebato de respeto hacia ella.
─Vámonos ─les ordenó Ariel a su grupo, al ver que se acercaba un profesor a la entrada para llamar al orden. Se fue, no sin antes echarle una furtiva mirada cargada de odio al chico nuevo. El profesor miró de uno al otro y luego se fue al comprobar que todo estaba tranquilo. La avalancha de murmullos se alzó de nuevo sobre la cafetería, como si el profesor fuera el encargado de retirar el silencio, con nuevos y animados comentarios de lo ocurrido.
Un rato después, Lion abandonó la cafetería.
─Ese chico está muerto ─escuchó que le comentaba un muchacho a otro cuando él salía, que no vio que pasaba por su lado en ese momento. Y cuando lo vio, cerró la boca y casi se le salen los ojos de las orbitas.
Iba acompañado por Jason, quien amablemente se ofreció a mostrarle donde quedaba el aula de física, que estaba cerca de la suya. Debido a que Ana se fue muy alterada luego de lo ocurrido en la cafetería, no se atrevió a pedírselo a ella. Tampoco quería consultar de nuevo con un holograma. Los otros chicos que lo acompañaron en la mesa también se dispersaron cada uno a sus clases de la tarde.
Pero Lion lo agradeció así, pues resultó ser que Jason era muy conversador, más de lo que creía, y le explicó todo lo que no entendió de la discusión, después que se lo preguntara discretamente:
─Fue su novio ─le confió Jason, después de pensar un momento y dando un suspiro de resignación ante la interrogante de su nuevo amigo─. Ariel, fue su novio─ Aclaró al ver el desconcierto en la cara de Lion─. Por eso se comportó como un celo-patan, aunque trataba de mostrarse indiferente… pero aún está interesado en ella ─agregó esto último como reflexionando.
Lion se quedó perplejo, jamás en su vida se hubiera imaginado que semejante bruto hubiera sido novio de una chica tan agradable como Ana.
─Al verte con ella se sintió ofendido ─continuó el chico─. O eso me parece lo más lógico… y como el buen bravucón que es, fue directo a buscarte problemas.
─Pero si apenas la acabo de conocer y…
─Lo se, lo se─ lo atajó Jason─. Pero para él, con su minúsculo cerebro, no fue así. Ve en cada chico que se acerca a ella un posible rival y trata de intimidarlo. Ana sufre por eso. Mientras él sí que puede restregarle sus conquistas muy ufano─ al decir eso, Lion no pudo dejar de notar el dejo de desdén en su voz hacia Ariel─. Se cree dueño de todo, nos ha hecho la vida imposible a muchos aquí… o solía hacerlo ─añadió con una risita ironica.
─Pues conmigo se equivocó, no pienso dejarme pisotear por cualquiera y menos por él… si quiere guerra conmigo la tendrá─. Expresó esto último sin pensarlo. Nunca se sintió tan amenazado antes. Le asusto que Jason creyera que estaba loco, pero por el contrario, éste lo miro con ojos llenos de admiración; algo que no le agradó del todo. No quería que lo tomaran por otro rufián.
─Pues ya es hora de que alguien le ponga el alto ─apuntó Jason con una sonrisa─. Nunca vi que nadie se atreviera a encararlo de esa manera.
─Bueno… nunca antes me habían buscado problemas a mí tampoco ─se apresuró a confesar─. No es como que me guste pelearme con todo el mundo.
─Y se te nota ─señaló Jason con presteza, dejando claro que así lo creía─. Aunque es difícil creerlo viendo tu tamaño─ admitió levantando exageradamente la vista, Lion le sacaba fácilmente una cabeza y media─. Cualquiera creería, por el contrario, que eres un luchador profesional ─comentó viendo su fisionomía como si de un evaluador profesional de boxeo se tratase. Lion se divirtió mucho con su comentario, pues siempre le dio la impresión de intimidar a la gente.
Pero ese día había sido la excepción, pues no intimidó mucho a Ariel. Su sonrisa se ensombreció: a él tampoco lo había intimidado, pensó con inusitado orgullo.
Cuando Jason le indicó donde estaba su siguiente aula, señalando un largo pasillo a su derecha, lo miró y rápidamente le preguntó algo que lo traía pensativo:
─¿Por qué terminaron? ─inquirió apresuradamente─. Ana y Ariel, quiero decir ─aclaró al ver el desconcierto de su amigo, quien al parecer iba pensando otra cosa.
─Pues Ana “le cortó las alas” luego de darse cuenta que le importaba más la opinión de otros antes que la de ella ─reveló algo incómodo─. Intentó persuadirlo de que se quedara en Artes marciales con ella, pues dice que lo hacía feliz y lo calmaba. Realmente lo adoraba, o eso me contó. Pero prefirió hacerle caso a su primo y seguir en baloncesto. Por lo que ella se molestó mucho y le dijo que quería tener a alguien que tomara en cuenta su propia felicidad y la tomara en consideración antes que a los demás. Él también se enfadó muchísimo, como era de esperar, y le dijo que si eso era lo quería que hiciera lo que le viniera en gana ─el rostro de Jason se hundió en ese punto─. Te digo esto porque conozco a Ariel, sé que te perseguirá, así que mereces saber por qué… ¿no? ─intentó justificarse algo angustiado.
El muchacho asintió espasmódicamente con la cabeza dándole la razón:
─Y no sabes cuánto te lo agradezco.
─Sí, pero… ah… Lion… ─Tartamudeó─. De igual forma no le digas a Ana lo que te he contado, le tengo muchísimo aprecio, pues crecimos juntos, pero aun así seguro me ahorcaría si se entera que te lo conté ─le susurró al final, al ver que pasaban cerca un grupo de estudiantes, que le echaron miradas furtivas a Lion, como si fuera alguien a punto de morir asesinado, alguien fichado. Jason se despidió con un ademan de la mano y se fue a paso lento hacia su clase, hundido en sus pensamientos.
Él por su parte, se fue a la suya pensando en lo que dijo Jason acerca de que Ariel lo perseguiría. Y se alegró al darse cuenta que no le importaba, ni le asustaba ese hecho. No era ningún cobarde. Pensó que hasta era capaz de hacerse novio de Ana solo para darle su merecido. Pero luego reflexionó y decidió que no merecía que la inmiscuyera más en el problema. Era algo solo entre Ariel y él.
Aunque Ana era una chica atractiva y agradable, no creía prudente intentar nada con ella. Al menos no aun. Se conformó con pensar en que eso tampoco era imposible, quizá más adelante cuando se conocieran mejor, algo podía pasar. Y “¿Porque no?” pensó. Miro el número del aula comprobando que era la correcta, atravesó la puerta con decisión y entro con paso firme, más tranquilo que nunca en su vida.
Viniera lo que se le viniera encima, se preocuparía por ello a la hora de hacerle frente.
La primera semana de clases pasó muy rápido y fue la más rara, hasta ese momento, en la vida de Lion. Aparte de Jason, Ana, Beth y Anthony nadie más le hablaba, como si tuvieran miedo de tener el mismo destino que él ante Ariel. Por suerte, para él, a sus nuevos amigos no les importaba. Exceptuando claro a Daniel y Zack, quienes cambiaron abruptamente de grupo y se sentaban ahora en una mesa alejada de la de ellos, seguro con el mismo temor del resto de la escuela. Conoció al resto de sus profesores y ya estaba al corriente de la ubicación de todas sus aulas.
─Lamento que sus demás amigos los eviten por mi culpa.
─No te preocupes, solo… están atareados eso es todo ─se apresuró a justificarlos Ana, con educación, en la cafetería a la hora del almuerzo. Después del altercado del primer día de clases, le había agradecido el no apartarse de ella por miedo, como muchos otros habían hecho después de conocer a Ariel─. Y por Ariel, no te preocupes, no te buscará problemas aquí, ya tiene dos advertencias de expulsión.
Resultó que Ana tenía razón, Ariel y su grupo no se atrevieron a meterse con él, al menos no con amenazas y golpes. Durante la primera semana, luego de su encontronazo, se limitaban a burlarse y echarle miradas toxicas en las pocas clases que compartía con alguno de ellos.
Aun así, Lion prefería que se quedara todo como estaba (raro pero tranquilo) antes de meterse en problemas serios. No quería tenerlos y menos sabiendo que esa sería su escuela permanente. No quería que eso se arruinara por su culpa. También se resignó a pensar que con el tiempo todos olvidarían lo ocurrido y lo tratarían mejor. No le contó nada de eso a Génova para no preocuparla: sólo le habló de los detalles de sus amigos nuevos, y las asombrosas instalaciones del colegio para distraerla. Aunque con ella nunca se estaba muy seguro, pues era muy perspicaz.
El día miércoles era su primera reunión con el club de Artes marciales, lo cual lo tenía emocionado, y algo nervioso. Siempre le habían interesado los grupos deportivos, pero nunca permanecía mucho tiempo en un lugar como para inscribirse en ellos, o en cualquier otra cosa. Se conformaba con hacer ejercicio en las clases de educación física o en su casa. Había aprendido un montón de ejercicios que podía hacer sin usar instrumentos, o maquinas convencionales, con un entrenador que conoció en una de sus muchas escuelas. Su madre siempre le comentaba que era algo genético, pues su padre era igual.
Era martes, y luego de almorzar fue con Jason a su clase, pues compartían también la de matemáticas. El trayecto a clases siempre era agradable con la compañía y conversaciones del que ya consideraba su mejor amigo allí, realmente le caía muy bien. Comenzaron a hablar de sus amigos Daniel y Zack, pues él si le hablaba claro siempre y no se andaba por las ramas:
─Están asustados, piensan que cualquier cosa que te haga Ariel les perjudicaría a ellos también, lo cual me parece absurdo pues tu eres el que lo desafió… no te preocupes… ─añadió ─, ya se les pasara, siempre se ponen así, son muy capones… además nos tienes a Ana, a mí, que estoy donde este ella ─le recordó─ Beth también estará donde este ella, y Anthony… bueno él ya de por si nunca se ha llevado muy bien con Daniel y Zack, así que prefiere estar con nosotros.
El sonido de la campana retumbo por los pasillos unas horas después, a las 4:00 pm, anunciando el fin de la última clase de la tarde para Lion; Química; con el Profesor Carlos Rojas, un gentil hombre bajito y un poco subido de peso, con bondadosa cara redonda, además de divertido, pues le gustaba hacer bromas con sus alumnos. Él recogió sus cosas y se fue.
Esa noche, en casa, luego de que Génova fuera por él al colegio, estaban cenando sin hablar. Por lo cual, ella rompió el silencio:
─Estas emocionado… ¿verdad? ─él en verdad estaba muy animado, porque al día siguiente sería su primer entrenamiento de A.M y conocería a su instructor. Así que no era raro que ella notara el humor de su hijo.
─Si, mañana es mi primera práctica en el club de artes marciales ─respondió con cautela─. Me muero de ganas por empezar a practicar ─miró a su madre, esperando su reacción. Pues el día que le conto que se uniría a ese club deportivo, se enfadó y se mostró muy renuente a dejarlo entrar en el. Pero luego de pensarlo; lo aprobó, aunque a regañadientes. Así que se alegró aún más cuando su madre le devolvió la sonrisa.
─Estoy segura de que lo harás estupendo, cariño ─lo animó ella, algo que no esperaba.
Por eso, él se quedó con el cubierto medio suspendido en el aire…
Luego de la cena, se acostó, aun más entusiasmo por el día siguiente. Pero sin embargo no podía dormir, la emoción no lo dejaba conciliar el sueño. Por lo que empezó a divagar en la tenue penumbra esperando dormirse más rápido: pensó en sus nuevos amigos y lo bien que lo habían pasado en los últimos días. Pensó en lo feliz y tranquilo que estaba en su nueva escuela, en su nuevo hogar y hasta empezó a imaginarse como serían sus entrenamientos en Artes marciales. Nada podría ser mejor… Pero este pensamiento lo llevó, inexorablemente, por terrenos más oscuros de su felicidad… y pensó en Ariel, que lo odiaba por atreverse a acercarse a Ana. Era extraño tener un enemigo sin siquiera conocerlo bien, o aún más extraño haberlo hecho justo su primer día de clases. Caviló también en qué hubiera pasado si por el contrario se hubieran hecho amigos, o si aún podían serlo. Pero recordó lo grosero que eran él y sus amigos, en como lo habían tratado y mirado, así que desechó esa posibilidad. Él por más que lo intentara (que nunca lo intentaría) no podría tratar a la gente como ellos. Según sabía por algunos de sus compañeros, habían metido la cabeza de más de uno al inodoro de los baños de hombres, al mismo Jason por ejemplo. Beth le contó también que solían encerrar a novatos en casilleros y baños. Que hacían bromas como lanzarles gaseosas bien agitadas en la cara a los “imbéciles” y un montón de otras bromas pesadas y horribles.
Pero esto no fue nada comparado con la gravedad de lo que hizo una vez Ariel. Según le informó Beth; golpeó en la cara a un profesor que lo había regañado, humillándolo, por hablar en clase, según le dijo; y por eso él le respondió rompiéndole la nariz, noqueándolo hasta dejarlo inconsciente, se salvó de milagro.
Dicho profesor había renunciado al salir del hospital, procurando nunca volver a toparse con Ariel, algunos sospechaban que fue amenazado para que no levantara cargos contra su agresor. Aunque el muchacho se libró de su merecida expulsión debido a la intervención de su tío, el padre de Hermes, quien al parecer persuadió al director con una buena suma de dinero. De igual modo, esto le costó caro en cuanto a su libertad de andar por ahí a sus anchas, haciendo bromas y humillando a la gente, pues lo tenían vigilado. Le dieron un ultimátum; “una más y se va Sr. Grum” le había dicho el Director. Lo que importaba era que gracias a eso, Lion estaba a salvo de quedar inconsciente. Pues Ariel no se atrevería a buscarle pelea de nuevo en la escuela, al menos no de momento. “Aun así ten cuidado Lion” le había advertido Jason “eso no quiere decir que no te busque en la calle, debes estar alerta”.
La verdad era que a él no le daba miedo Ariel. Podría ir por él cuando quisiera con todo su conocimiento de Artes marciales, pensó. Él no le huiría, sabía cómo defenderse. O eso creía, pues no era que tuvieran demasiadas peleas de experiencia, por no decir ninguna. Aun así no le inspiraba temor. Rabia podría decir, pero miedo, nunca. Esto hacía sentir a Lion más tranquilo y orgulloso de sí mismo. Era irracional, pero así era. Además, no estaba tan indefenso, una vez incluso había practicado kick boxing básico en una clase de una de sus muchas escuelas. Esto claro, hasta que se mudaron y pudiera entrar de lleno en ella.
Pensó por ultimo en su padre ¿Qué le aconsejaría él ante esa situación? le diría que nunca se peleara o por el contrario lo alentaría a hacerlo y defender su hombría. Tenía la impresión, aunque fuera remota, que apoyaría lo segundo. Pensar en ello lo alegró. Su padre era un hombre orgulloso, según sabía de lo poco que Génova le había contado de él. Cuanto anhelaba tenerlo cerca y poder hablar con el de las cosas que era incomodo hablar con su madre, quería ese consejo masculino, que hablara con él de hombre a hombre, soñaba con ese papel en su vida, ese que solo un padre puede desempeñar. Pensando en cuanto podría parecerse a él, se durmió profundamente.
A la mañana siguiente despertó con el acostumbrado sonido del reloj; estaba contento y algo nostálgico, pero no por lo de las Artes marciales, sino porque había soñado con él, con su padre. Estaban juntos de nuevo, lo animaba junto a su madre en las gradas de un torneo. Lion estaba muy feliz en su sueño, pero de repente una gran oscuridad cubría a su padre y lo absorbía, mientras su madre daba gritos de desesperación, él intento ir a ayudarlo, pero sus pies se hicieron de plomo y no podía moverse. Los ojos grises y el cabello rubio de su padre, desaparecieron sin que pudiera hacer nada. A pesar de que su sueño se había convertido en pesadilla, no recordaba que hubiera soñado con su progenitor antes. Por eso se alegraba. Así que decidió recordar solo la parte feliz, con su familia completa, para guardarla bien en su memoria. Aunque no pudo dejar de lado ese sentimiento extraño de vacío, era estúpido, pero persistía incluso después del sueño.
Se sentó en la cama y contemplo varios minutos la mesita de noche, en donde estaba posada una fotografía enmarcada de él, cuando tenía más o menos un años, su padre lo cargaba en el hombro, sosteniéndolo con la mano izquierda, mientras con la otra rodeaba los hombros de su madre, y de fondo un hermoso parque con césped verde. La foto cambio en ese momento y mostró otra (era un retrato digital completamente transparente) en donde su madre lo cargaba recién nacido. Luego otra de él, de dos años, solo con su padre, que lo sostenía en alto y lo miraba con una sonrisa. Hasta que no vio varias veces el ciclo de las tres fotos, no se fue a vestir. Luego de un rato salió de su habitación metiendo algo de ropa deportiva en su mochila.
Después de un rápido desayunó junto a Génova, Lion se fue a clases; la escuela estaba igual de concurrida que de costumbre con jóvenes por aquí y allá, con las chaquetas del uniforme y dispositivos móviles de última tecnología en las manos o las orejas, proyectando imágenes y sin parar de distraerse con ellos. Él también se había quitado la chaqueta, llevándola igual que la mayoría, en la mano, la corbata y la camisa un poco abierta, mezclándose con los demás estudiantes en un mar de blanco y azul marino. En el colegio todos acostumbraban a llevar el uniforme de esa forma, exceptuando a unos pocos que lo llevaban correctamente, entre estos pocos estaba él; pero en realidad ese día estaba muy caluroso, por lo menos fuera en donde no había aire acondicionado, y tanto Lion como el resto del colegio tenían una buena excusa para llevarlo así. Ahí en los hermosos jardines del C.B, él, al igual que todos, se reunía con sus amigos y demás compañeros a charlar antes de entrar y asistir a clases. Echados en el suelo junto a los rosales o en los bancos de hierro forjado.
La mañana transcurrió tranquila y menos rara que de costumbre, La primera reunión del club de Artes marciales era después del almuerzo, en el único hueco de dos horas que había en los horarios en el que coincidían y en el cual todos sus miembros podían asistir. Ya que por lo general, según Ana, eran los sábados o las tardes después de clases que los clubes podían reunirse. Pero ellos habían tenido mucha suerte ese año al poder quedar dentro del horario común.
Después de un rápido almuerzo, Lion y Ana, se encaminaron al gimnasio, donde tendría lugar su primera práctica:
─Te va a encantar ─iba diciendo ella con entusiasmo─, ¿trajiste la ropa deportiva que te dije?
─Sí, claro ─respondió dándole unos golpecitos a su mochila con la emoción dibujada en el rostro.
Ana le había asegurado que el uniforme correspondiente se le entregaría después, mientras anotaba su talla durante el almuerzo.
Cuando entró en el gimnasio, una amplia y reluciente estancia, con suelo y gradas de madera muy limpias, vio que ya había alrededor de quince personas con uniformes naranja y cinturones de distintos colores. Formaban un semicírculo delante del instructor y su asistente, estaban sentados con las piernas cruzadas en el suelo. Lion examinó a los que serían sus Maestros, eran los únicos con uniformes diferentes; el del asistente era todo negro, incluyendo su cinturón, el del maestro también era negro, exceptuando el cinturón que era rojo sangre con una extraña inscripción dorada, muy seguramente en Japonés.
Él maestro era un hombre adulto, alto de anchos hombros y brazos, tenía el cabello oscuro con una que otra cana, en su cara se veía una pequeña arruga por aquí y allá. Sin embargo se veía joven y activo con un aura de destreza sin igual. Comprendió de inmediato el porqué de la admiración de Ana hacia él, ya que en verdad imponía un sentimiento de respeto a quien lo mirase. En ese momento el maestro miró a los que se acercaban, Lion vio que era como si su sabiduría y la gloria pasada lo cubrieran con un aura única que transmitía a los de su alrededor, lo cual acentuaba su mirada profunda de ojos gris azulado, como si encerraran un gran misterio. Estos parecían estar en desacuerdo con su boca porque se curvaron, al ver a Ana, en una sonrisa amistosa que no iba para nada con su aspecto imponente. A su lado había un chico de su misma estatura y contextura, de cabello oscuro y ojos negros, su postura y sus maneras eran algo arrogantes. Parecía muy orgulloso de él mismo y del lugar que ocupaba.
─Y aquí llega puntual como siempre ─declaró el profesor con voz ronca y profunda─. La pequeña… Ana.
─Maestro Ben ─saludo la eludida con una reverencia, para luego abrazarlo con cariño.
─Y este joven debe ser Lion, el chico nuevo del que me hablaste ─Agregó aun sonriente.
─Si Sr. así es, él está interesado en aprender ─se apresuró a responder Ana─. Lion, él es el maestro Ben Thomas y su asistente Billy ─los presento señalando a cada uno, Lion los saludó con un apretón de manos.
─El interés no es suficiente joven ─le advirtió el instructor, más serio, reteniendo su mano─. Debes estar dispuesto a entregarte por completo al aprendizaje de este arte milenario, con toda tu mente, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
─Lo estoy ─confesó sucintamente, como hipnotizado por toda esa gloria que prometía sus palabras.
Sintió un súbito deseo de aprender cuanto antes y un brillo en sus ojos, que debió notar el maestro, ya que este amplio su sonrisa sin agregar nada más.
Lion estaba realmente emocionado. Quería aprenderlo todo. Junto con Ana fue a cambiarse, cada uno en un vestidor diferente. Al regresar aún estaba igual de emocionado ¿qué aprenderían ese día? pero cuando llego; el maestro solo los mando a trotar y ejercitarse, pero esto no disminuyó en lo absoluto el ánimo en él, que corrió como siempre, sin agotarse lo más mínimo, e hizo todos los siguientes ejercicios, que al parecer habían dejado sin aliento al resto de su equipo, con animo.
El maestro dijo algo sobre el mantenerse en forma siempre y entrenar aun en vacaciones, no en tono de regaño pero si muy serio. Lion se dio cuenta que se tomaban bastante en serio sus enseñanzas. Pero esto solo quería decir que no debía tomarse a la ligera sus prácticas. Lo cual aceptó de buena gana, porque se sentía liberado allí, ejercitándose y esperando aprender habilidades y destrezas como las que seguramente sabía su instructor. Billy, el asistente, los siguió apremiando para que continuaran los ejercicios durante el resto de la práctica.
Ben les informo que para la próxima clase se dividirían en grupos y los de mayor rango enseñarían a los de menor las nociones básicas.
El muchacho quedo muy contento cuando lo asignaron al que dirigiría su amiga Ana, junto con otros tres. En total, se percató él, eran diecinueve los que conformaban el club, sin contar al maestro y su asistente.
Al final de los entrenamientos salió para continuar con su jornada de clases, después de bañarse en las duchas del gimnasio como los demás, igual de animado que cuando había entrado en el gimnasio. Se despidió de Ana cuando esta llegó a la puerta de su clase correspondiente y él siguió su camino hacia el ascensor.
Las puertas de este se abrieron y su ánimo se esfumo tan repentinamente como había llegado. El ascensor no estaba vacío: Ariel, en compañía, se había atravesado en su camino.
Otra vez.
4
Provocaciones
Los puños se le cerraron instintivamente, al mismo tiempo que se endurecía su semblante. Pero se relajó inmediatamente al ver que el que acompañaba a Ariel no era uno de sus rufianes, sino que era el mismo profesor que los había interrumpido en su primer encuentro en la cafetería. Lion ya sabía que era el Coordinador del Colegio, el Prof. Alfonso Madrid.
─Buenas tardes ─saludó este al pasar por su lado, sin prestarle mucha atención.
─Buenas tardes, Profesor.
Ambos siguieron su camino, y por la dirección que tomaron, Lion intuyó que se dirigían a la Dirección. Cruzaron la esquina del pasillo, no sin que antes Ariel le dedicara una mirada de desprecio. Él, sin embargo, siguió su camino a clase.
No sabía porque, pero desde que llegó a su nueva escuela su vida había estado plagada de sensaciones y situaciones nunca antes experimentadas. Nunca había tenido, por ejemplo, tantos amigos, nunca había sentido tanta pasión por algo como las Artes marciales y nunca había tenido un enemigo, pues aunque él no quería verlo ni como amigo o enemigo, Ariel sí que lo veía a él como su adversario.
Las siguientes semanas pasaron rápida y tranquilamente, tal como la primera. Lion había estado practicando cada vez más duro en sus entrenamientos, luego de aprender de Ana las nociones básicas y haber recibido su uniforme. Una especie de ajustado y ligero kimono naranja oscuro, como el de los demás, con cinturón del mismo color. Había comenzado a entrenar de mano de su maestro, que como imaginó, tenía la destreza de un tigre. A pesar de que sólo llevaba un mes, había aprendido bastante de él. Tuvieron que agregar como otro día de práctica, aparte del miércoles, los viernes después de clases. Él quería aprenderlo todo no importaba cuanto tardara.
Pero las prácticas aumentaban también sus exigencias, había peleado ya con casi todos sus compañeros del mismo nivel, y ninguno le había podido ganar; sin embargo, en ese momento era con Ana con quien peleaba. Algo que lo hacía sentirse dividido, pues no quería hacerle daño a su amiga, aunque ella no era tan frágil como parecía.
Ambos seguían girando en torno al otro, con los puños levantados, sin dejar de mirarse a los ojos.
─¡Vamos Lion, es una pelea, no la estas sacando a bailar! ─le gritó el asistente del maestro─. Harás que te derribé.
Algunos chicos rieron.
─¿Quieres bailar conmigo? ─le preguntó Ana en susurros.
Él se sonrojó. Una grabe distracción, pues Ana logró estamparle una patada que lo derribó de espaldas contra el duro suelo del gimnasio.
─¡Ves! ─gritó de nuevo el asistente, quien le pasó un billete disimuladamente y con cara de pocos amigos a uno de sus compañeros.
El Maestro Ben los observaba apaciblemente, como si no estuviera allí en realidad. Lo que hizo que se sintiera más apenado por caer ante Ana. Por lo que, aprovechando que ella se había distraído con la reacción de Billy, impulsó una patada desde el suelo hacia ella y logró derribarla a su lado. El profesor reaccionó al fin, todos callaron.
Ana lo miró cuando se vio a su lado en el suelo, como si lo hiciera por primera vez.
─Nunca nadie me había derribado ─dijo ella.
─Siempre hay una primera vez para todo─ comentó Lion, con una sonrisa a la que ella no pudo resistirse.
─¡Muy bien, eso es todo por hoy! ─los despidió el Maestro, miró a Lion que ya estaba de pie con su amiga─. Bien hecho muchacho.
Ana le dio con un puño en el hombro demostrando su orgullo.
Ambos salieron riendo de su entrenamiento, frescos y renovados después de pasar por las duchas.
─No puedo creer lo rápido que has aprendido, mucho más que los demás, me recuerdas a Ariel. Él…
Se detuvo de golpe, consciente de lo que había hecho.
─Lo siento, sé que tú y él no se llevan. No debí mencionarlo.
Lion se había tensado perceptiblemente.
─No tienes nada de qué disculparte, no pasa nada ─Mintió él.
─¡EH! Chicos ─llamó alguien repentinamente a sus espaldas.
Ambos se giraron agradecidos por la distracción.
Era Jason que se dirigía hacia ellos corriendo muy agitado por el largo pasillo de la salida.
─Por fin los encuentro ─dijo en un jadeo.
─¿Qué pasa?
Inquirieron los dos al ver su cara de preocupación.
─Ariel.
Ana y Lion intercambiaron una incómoda mirada
─¿Qué pasa con él? ─quiso saber Ana.
─Se está peleando en el parque del sur… con Leonardo.
─¿Pelea callejera? ─preguntó ella, con el miedo crispado en el rostro.
Jason asintió espasmódicamente haciendo que ella enmudeciera de pánico.
─¿Qué es pelea callejera? ─inquirió Lion─. ¿Quién es Leonardo?
─No hay tiempo ─dijo Ana─, debemos ir, en el camino te contaré.
Y tomándolo del brazo, se encaminaron hacia la salida.
Corrieron tan de prisa como era posible, el parque quedaba algo lejos de la entrada de la escuela, justo al final de la calle de la parte trasera de la misma.
─Aquí acostumbran a hacer peleas callejeras para hacer apuestas en ese parque, debido a su tamaño y la cantidad de árboles que lo rodea, es fácil ocultarse de la autoridad ─le iba explicando Jason─. Pero son peligrosas, no hay reglas y a veces las personas salen heridas de verdad.
─Y ¿quién es ese Leonardo?
─Mi hermano mayor ─le respondió Ana─. Se graduó aquí el año pasado, fue campeón de artes marciales.
─Como no ha entrado a ninguna universidad ─añadió Jason─, piensa que es en lo único que es bueno y lo usa cuando puede para ganar dinero. Supongo que los timadores que organizan estas peleas se han mantenido en contacto con él.
Ana le echó una mirada de reproche a Jason, que él ignoro.
Redoblaron la velocidad. Unos minutos más tarde se encontraban en la entrada del Parque del Sur. Una amplia estancia que abarcaba cuatro manzanas, como había dicho Jason, estaba llena de árboles y zonas boscosas que hacían difícil ver las distintas áreas desde afuera. Más aun a esa hora de la tarde.
Tuvieron que tardar más de lo esperado, pues el sitio era como un laberinto de verdes plantas, pasaron por un puente sobre un lago y atravesaron un camino que daba al corazón del parque, antes de llegar al amplio claro rodeado de altos robles donde se desarrollaba la pelea. Escucharon gritos cada vez más fuertes. Hasta que vislumbraron luces de docenas de flashes de móviles.
El lugar estaba concurrido casi en su mayoría por estudiantes que se arremolinaban alrededor de la acción haciendo difícil de vislumbrar bien la pelea a los de atrás. Ellos se hicieron espacio como pudieron, aunque Lion podía ver claramente desde su posición por su altura. Ana y Jasón tuvieron que caminar más adelante para poder ver mejor.
La pelea era brutal sin lugar a dudas. Reconoció a Ariel al instante, estaba sin su chaqueta y llevaba solo una camiseta interior sin mangas, ceñida al cuerpo, de color negro. Parecía por completo ileso, solo estaba un poco sudado. Cerca de allí estaba su primo Hermes viéndolo todo con su habitual expresión austera. El otro chico, quien debía ser el hermano de Ana, estaba por el contrario, hecho un desastre; llevaba una camiseta igual a la de Ariel pero blanca, y estaba manchada de sangre casi por todos lados. Era muy parecido a su hermana en varios rasgos de su cara, como los ojos y la forma de la boca, pero su nariz era más prominente y la mandíbula más ancha, y su cabello; aun en la oscuridad; se veía más bien castaño, a diferencia de Ana que lo tenía negro. Había otros aspectos que lo diferenciaban de su hermana, como el hecho de que era alto y muy fornido, más que él mismo Ariel. Los gritos eran cada vez mayores, haciendo imposible a Ana hacerse escuchar. Ambos contrincantes se propinaban golpes a diestra y siniestra sin consideración, puñetazos a la cara, patadas y codazos, los cuales Ariel esquivaba con suma facilidad. Aunque no se podía decir lo mismo de su oponente. Ariel se percató de la presencia de Ana. Distracción que le salió cara, pues Leonardo logró asestarle un golpe en la cara que le hizo tambalearse un poco.
─¡JA! ─gesticuló Leonardo con orgullo.
La multitud se calló de golpe, conteniendo un jadeo, incluso Ana.
─Esto lo pagaras caro leo ─amenazó Ariel limpiándose la sangre de la cara, casi sin darle importancia.
Un fuerte impacto de su puño, en el pecho de su adversario, reanudó la pelea. Leo trató de defenderse, pero los golpes de Ariel eran implacables. Todo se dio por terminado unos minutos más tarde cuando, con una patada giratoria, Ariel lo dejó inconsciente en el húmedo suelo lleno de hierba del claro.
─¡Leo! ─gritó Ana corriendo hacia su desmayado hermano, se arrodilló junto a él y trató de despertarlo.
Jason se colocó junto a su amiga.
─Debemos llevarlo al hospital.
Ella no respondió. Solo miró al atacante de su hermano con ojos llenos de resentimiento:
─¡Eres un salvaje!
Ariel se limitó a mirarla. Algunos comenzaron a repartir el dinero. Un chico bajo, de aspecto asiático, con el uniforme del colegio, le dio una gran cantidad a Ariel enrollada en una liga.
La gente comenzó a dispersarse de a poco. Lion se acercó a sus amigos, sin apartar la vista de Ariel. Este se percató al fin de su presencia. Primero lo miró con asombro, que rápidamente se convirtió en desafío. La adrenalina que sintiera la primera vez que lo enfrento, volvió, así como esa extraña molestia en la nuca. Se podía sentir la tensión que creaban en el aire.
─¿Qué haces tú aquí?
Las personas al ver con quien hablaba, se giraron y volvieron a agruparse. Lion no respondió y se agachó junto a Jason.
─Te ayudare a llevarlo.
─Tú no harás nada, porque pronto estarás como él ─le advirtió Ariel, con una sonrisa maliciosa─. Esto es perfecto, por fin podre darte tu merecido, aquí nadie podrá protegerse.
Lion se levantó.
─Como si lo necesitara.
─¡Nueva apuesta! ─gritó un chico de la multitud. A lo que todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a repetir sus palabras al unísono.
¡Nueva apuesta, nueva apuesta, nueva apuesta!…
─No Lion, no lo hagas él…
─Tranquila Ana, seré amable ─la tranquilizó.
Su comentario hizo enfadar aún más a Ariel, quien se abalanzó contra él preparado para atacar. Lion también estaba listo. Ahí estaba de nueva esa carga eléctrica que lo llamaba a la pelea, a la ilógica necesidad de probar su fuerza contra él, no importaba lo brutal que fuera.
Repentinamente una sirena sonó a lo lejos, mientras luces de linternas se filtraban entre los árboles. La reacción fue en cadena y la gente se dispersó de inmediato, corriendo como si su vida dependiera de ello. Ariel y Lion se quedaron inmóviles.
─Tenemos que irnos ─le advirtió Hermes a su primo, este lo ignoró─. Ariel, que esperas, vamos.
─Esto no se quedará así ─lazó hacia Lion.
─No esperaba menos de ti.
Lanzándole una última mirada cargada de resentimiento se fue junto con su primo. Lion se giró de nuevo hacia sus amigos.
─Vamos ─les dijo─. Yo lo llevaré.
Levantó del suelo al inerte muchacho, como si de un saco de patatas se tratara, y se encaminaron hacia la salida.
─¿A dónde lo llevamos?
─Al hospital ─sugirió Jason.
─No, creo que es mejor que lo llevemos a casa ─intervino Ana.
─Pero…
─Jason, si lo llevamos al hospital comenzaran a hacer preguntas.
─Pero esta vez…
─Estará bien, ya he curado sus heridas antes.
Lograron salir del parque no sin dificultad, pues a diferencia de cuando entraron, debían evadir policías y encontrar el camino correcto tomando algunos atajos que se sabía Jason. En el camino, Ana había llamado a su madre, quien los esperaba ya en su auto más allá de la calle de enfrente del parque, para llevarlos a casa.
─Todo estará bien ─le aseguró Ana a Lion antes de irse─. Gracias.
Él se quedó solo en la fría noche, le había dicho que no era necesario que lo llevaran, pues necesitaban atender a su hermano lo antes posible, además les prometió que llamaría a su madre para que lo fuera a buscar. Sin embargo, luego de que se fueran, se quedó debatiéndose entre llamar a su madre o irse a pie solo, sabía que debía estar preocupada y que lo regañaría al llegar a casa. Por lo que optó por irse a pie y retrasar el momento de encararla.
Unas dos horas después, estaba en la cuadra de su vecindario. Caminó por la oscura calle y entró con decisión a su casa.
─¿Se puede saber que son estas horas de llegar? ─recriminó una voz desde la oscuridad.
Lion suspiró.
─Hola mamá.
Unas reprimendas más tarde, se encontraba en su habitación muerto de cansancio. Después de asegurarle a su madre que solo había salido por ahí con sus amigos y que estaba bien, para que no se preocupara más. Con la brutal pelea aun grabada en su mente, además de la preocupación por Ana y su hermano, se durmió
El lunes, después de un agitado fin de semana haciendo tareas en casa como castigo, estaba muy animado, a pesar de que estaba en la única clase que compartía con Ariel y Hermes. Quienes, tanto ellos como Lion, habían evitado tener más problemas y mantenerse apartados uno de otros. Aunque a veces Lion sentía que la atracción entre ellos para pelear era irresistible, como si se cargara el aire y fueran atraídos como imanes. Tenía la leve impresión que igual lo sentía Ariel.
Lion pensó que muy probablemente se debía a que últimamente estaba pensando mucho en peleas por su entrenamiento. Aún más después de ver la impresionante y brutal pelea con Leo. Ana le había asegurado que su hermano estaba fuera de peligro y que en unas semanas estaría recuperado. Además le aseguró que prometió no volver a participar en esas peleas y buscar empleo. Él no quiso ahondar más en sus conflictos familiares por consideración a ella. Además, para eso tenía los propios. Sin embargo se percató de que ella seguía preocupada por Leo.
La campana que anunciaba el fin de esa clase sonó e inmediatamente se apagaron las imágenes del pizarrón y los hologramas de las mesas, con la clase de ese día. Pero el Profesor Aguilar los atajó antes de que lograra salir el primero:
─Esperen un momento jóvenes, debo hacerles un importante anuncio antes de que se vayan ─todos regresaron de mala gana a sus asientos, Lion regresó al suyo al final de la fila que estaba junto a las ventanas.
─Quiero anunciarles que para la próxima semana ─comenzó el profesor, después de que estuvieran todos sentados, con su habitual jovialidad─, he pautado junto con su profesor de Ciencias, el Sr. Rotta, con el respectivo permiso del director por supuesto, la primera excursión del curso al Museo De Arte, Ciencias y Tecnología. Para mostrarles la exposición de biología, microbiología, manipulación genética y la nueva exposición de última tecnología: han traído una estupenda replica a escala del generador Titán, prestado por sus dueños de Corporaciones Global R. Bullock, a la cual pertenece el original, y se los quiere mostrar su Profesor de Ciencias. En cuanto a lo que se refiere a mi clase; esto nos cae como anillo al dedo también, porque iremos a las exposiciones dedicadas a las ciencias biológicas, como las de genética, que es el tema que hemos venido hablando desde la semana pasada. Así que el próximo miércoles después del almuerzo, todos los de quinto se reunirán en el estacionamiento de los autobuses. Y no se preocupen ya he hablado con los respectivos profesores con los que tienen clases algunos a esa hora ─agregó respondiendo a la pregunta que había estado a punto de hacer Lion, pues esa era la hora en que tenía practica de Artes marciales. Sin más que decir el profesor los dejó salir. Aunque tenía practica también los viernes, se abatía pensando en que perdería un valioso día de aprendizaje, pero luego se resignó al darse cuenta que sus amigos también irían a la excursión…
─Ah… ─volvió a intervenir el profesor antes de que salieran─. He transferido la información que deben estudiar antes de ir al museo a sus libretas desde mi escritorio… buenos días ─se despidió, recogiendo su portafolio, donde guardo una libreta electrónica transparente parecida a la de los estudiantes, pero más grande, apagó también su mesa, de un brillante color negro, y salió.
La excursión fue lo más comentado por los estudiantes de quinto ese día. En la mesa, con casi todos sus amigos, inclusive Zack y Daniel, que habían regresado esa semana con ellos, luego de cerciorarse de que Ariel no mataría a Lion. Exceptuando a Anthony quien estaba enfermo y faltó ese día a clases. El mismo Lion hablaba con ellos del tema, uniéndose al habitual murmullo de la cafetería:
─Y… ¿Qué tal es ese Museo de Ciencias y Tecnología? ─preguntó mientras almorzaban.
─Es solo el museo más grande de la ciudad, y el más importante del país ─respondió Jason con entusiasmo─. Será genial, mi papá trabaja en Corporaciones Global R. Bullock, es uno de los científicos más importantes de su personal ─modestia aparte, pensó Lion, aunque ya sabía cómo era su amigo y este no lo decía con arrogancia sino con mucho orgullo hacia quien era claramente su héroe─. Yo quiero seguir sus pasos, me encantaría poder trabajar allí ─continuó él, solo había admiración en su voz─. Aunque él dueño sea el abuelo de Hermes ─gruñó con sarcasmo.
Lion estuvo a punto de escupir el jugo de naranja que estaba bebiendo.
─¿El dueño de… esa Corporación, como se llame, es Abuelo de Hermes?─ inquirió atónito, y echó una mirada a Hermes, en la mesa a su espalda, estaba riendo y charlando con sus amigos, incluso Ariel parecía estar animado aquel día, cuando él siempre tenía una cara de amargado.
─Así es ─confirmó Beth─. Son una familia muy adinerada, su madre es la hija del Magnate dueño de esas Corporaciones, el Dr. Augusto R. Bullock, más conocido como el Sr. Rufos Bullock, viven cerca de mi casa, bueno mi casa no es tan grande como la de ellos… ─luego comenzó a parlotear sobre detalles de su casa, Lion apenas le prestó atención.
Con que los Grum venían de una familia multimillonaria.
─Pero da igual, el hecho es que su Abuelo no quiere al padre de Hermes ─reveló Beth, atrapando la atención de Lion de nuevo, quien se interesó más de lo esperado por esa información, mientras más supiera de su enemigo mejor─. Así que visita muy poco a su hija, por no decir nunca… la razón no la sé, pero sí que debe odiarlo para haber intentado desaparecerlo, como según cuentan algunos. Que tanto tiene eso de verdad no lo sé. No es que ella lo necesite, pues su difunta madre le heredó dinero más que suficiente para cuatro generaciones ─añadió con una expresión de intriga típica en ella.
Lion apreciaba a Beth, aunque no siempre su parte informadora, pero ese día agradeció por sus conocimientos. Ella también parecía extasiada por haber capturado su atención.
─¿En serio? ─preguntó Lion intrigado también por esa nueva información─. Y… ¿A qué se dedica el padre de Hermes?
─Pues según se, es “científico” y trabajaba en las Corporaciones Global R. Bullock donde conoció a su esposa, la hija del viejo, supongo que desde allí viene su desagrado.
─Pero… ¿qué tiene eso de malo? ─preguntó Lion desconcertado.
─Debe creer que es muy poca cosa para su hija ─conjeturó Beth ─. ¿Tú qué crees Ana? los conoces mejor ─abordó a su mejor amiga. Pero ella siempre se mantenía distante en cualquier tipo de conversaciones sobre los Grum.
─No sé, la verdad nunca hablamos de eso Ariel y yo cuando… bueno ya saben ─respondió ella como si nada. Aunque con cierto ademan lacónico, como si no fuera la primera vez que Beth o alguien le hiciera esa pregunta. Lion estaba seguro que aún le afectaba hablar de él.
─Ah ─gesticuló Beth, como sin tragarse mucho su excusa.
─Si…Bueno…─intervino Jason para cambiar de tema─. Ya me muero de ganas por ver el funcionamiento del generador Titán, dicen que solo ese modelo a escala podría dar luz a media ciudad, aunque no creo que hablen mucho de su funcionamiento interno; papá dice que es un secreto muy bien guardado de la Corporación ─Cada vez que se lo imaginaba, Lion se iba emocionando más, al igual que Jason. Ese museo se escuchaba como un lugar interesante y diferente a otros en el que había estado.
En cuanto a los Grum, no era que le diera mucha importancia a su historia familia, solo se interesó un poco puesto que le intrigaba todo alrededor de Ariel y Hermes, ya que el primero lo consideraba su enemigo, mejor saber más de él ¿no?
Continuo almorzando mientras entablaban nuevas conversaciones con sus amigos, aun sobre el museo. Hablaban de los generadores TITAN; que era la teología más avanzada usada a nivel mundial para generar energía limpia y renovable para siempre. Inventada, por supuesto, por la compañía del Abuelo de Hermes. Hasta que terminaron recordando, muertos de risa y haciendo tanto ruido como los demás en la estancia de la cafetería, la caída de Jason en un destartalado cine al que habían ido hacia unas semanas.
Cuando Lion se levantó, con sus amigos, echó una mirada furtiva a la mesa de los Grum. Se percató que, como hacía de vez en cuando, Ariel miraba a Ana, lo estaba conociendo mejor. Pero cuando vio que Lion se levantaba lo miro a él con su habitual mirada desdeñosa. Él desvió la suya sin prestarle mucha atención al asunto. Volvió a mirarlo rápidamente cuando dejó la bandeja en su lugar, y vio, algo extrañado, que lo miraba con una sonrisita petulante, volvió a hacerse el de la vista gorda y se encamino a la salida. Cuando pasaron varias cosas a la vez:
Sus amigos se unieron a él para salir, en el preciso instante en que un muchacho corpulento, se interponía en su camino en el pasillo entre las vitrinas y las mesas, con una bandeja a rebosar de espagueti, además de un gran vaso de jugo de naranja. Haciendo como que se tropezaba, les hecho la comida en cima, salpicándolos a todos de espagueti, salsa de carne molida y jugo de naranja, Jason resbalo con la comida y cayó sobre un plato de sopa de maíz de una chica en una mesa a su derecha, salpicándola a ella también. Está, molesta, lo empujo maldiciendo por lo bajo. Jason volvió a resbalar, esta vez tropezó con Lion quien lo sujeto por debajo de los hombros evitando que se fuera de bruces contra la vitrina de la comida, mientras tanto, todo el mundo se reía a carcajadas de ellos. En especial los de la mesa de Ariel, donde este se desternillaba de risa como Lion nunca los había visto hasta ese momento y les gritaban imbéciles.
En el preciso instante en que se disponía a irse encima de Ariel, pues sabía que era el autor intelectual de esa broma de mal gusto, se detuvo en seco cuando vio de reojo algo que lo alarmó; a Jason tomando otro plato de una mesa, que arrojó gritando ¡Hey! hacia el chico que los había embarrado de comida, que iba otra vez camino a la mesa de sus amigos. El tazón de sopa fue directo hacia Lion cuando giró para ver a Jason, pero este con increíbles reflejos lo esquivo justo a tiempo y el tazón le dio con todo a la nuca de su objetivo. Lion ya había identificado al muchacho como Adán, uno de los rufianes predilectos de Ariel. Había tenido tiempo suficiente para por lo menos ir conociendo el nombre de cada uno de ellos. Algunos ahogaron un grito mientras otros reían aún más. El chico corpulento, Adán, se le había ido encima a Jason como un toro, pero Lion se interpuso a tiempo en su camino:
─Metete con alguien de tu tamaño ─le espetó Lion con voz potente y ronca, era verdad a medias, pues aunque Adán era ancho, no era tan alto como él. Se quedó mirando a Lion como enumerando sus posibilidades, pues la mirada de este pareció intimidarlo; cuando alguien habló detrás de él.
─¿Quieres pelea nuevo? ─era Ariel, quien había rodeado unas mesas, sin que nadie se diera cuenta debido a los estudiantes que estaban de pie para ver mejor la escena, hasta situarse detrás de él.
Lion volteó lentamente y lo miró con recelo.
─¡Fuiste tú! ─lo acusó molesto.
─¿Pero qué dices?… ─dijo en tono de falsa inocencia─. Yo estaba a diez metros de ti.
─Tú lo mandaste.
─No sé de qué me estás hablando…eh… ¿Te ha mandado alguien Adán?
─¡Uf!… Claro que no ─respondió este muy serio, con una voz ronca y sosa que lo hacía parecer imbécil─. Tropecé, fue un accidente ─agregó esto subrayando la palabra “accidente” mientras Ariel le sonreía.
─No te creo ─sentencio Lion que no cavia en sí de la rabia, y le temblaban las manos cerradas puños.
─¿Y qué harás al respecto? ─lo desafió Ariel levantando la voz. Ana ahogo un grito e intento intervenir, pero Jason, que se había reunido con ella la atajó, cuando la comprensión llegó a la mente de Lion, iluminándolo todo como un relámpago. La meta no era solo hacer que se burlaran de él, ni llenarlos de comida, sino también provocarlo para pelear, para que él diera el primer golpe y de esa manera saliera bien librado Ariel, y perjudicado él. Por supuesto con los cientos de estudiantes que estaban en el comedor como testigos.
Lion relajó los puños y cerró los ojos un segundo para calmarse, luego vio a sus amigos a unos pasos detrás de Ariel y les dijo con esfuerzo, pero más tranquilo:
─Vámonos chicos, tenemos clases y debemos lavarnos esto ─Jason se quedó con una expresión como de que no podía creer que se dejara, pero Ana se mostró más que dispuesta a salir de allí con él. Ella también lo había comprendido todo.
Justo en ese momento llegó el coordinador, el Prof. Madrid, acompañado por Austin, un muchacho delgado, alto y de cabello cobrizo, que era otro de los amigos de Ariel. Austin vio todo con desconcierto, como si no fuera el panorama que esperara, todo en silencio y ellos allí parados y aparentemente tranquilos. Lion comprobó, sin sorpresa, que querían que el coordinador los encontrara peleando. ¿Cómo podían llegar tan lejos? se preguntó, le resultaba difícil entender hasta donde eran capaces de llegar.
El profesor los vio a todos, y se detuvo para ver de pies a cabeza a Lion, Jason, Ana y Beth. Pues David y Zack se habían esfumado quien sabía cuándo.
─¿Qué es lo que está pasando aquí? ─exigió saber el profesor─. ¿Por qué están Uds. llenos de comida? ─estaba desconcertado. Nadie habló, todos miraban con cara de susto al Sr. Madrid, con su cabello negro bien peinado hacia atrás, sus siempre severos ojos marrones y acostumbrado traje gris.
─Ah ─comenzó Lion, decidido─. Fue un accidente, Señor, él… ¿Adán Cierto? ─preguntó como quien no quiere la cosa y señalando al muchacho, que no contesto y tenía cara como de no dar crédito a lo que oía, además de idiota─, tropezó y dejo caer su bandeja, sin querer, sobre nosotros ─dijo tranquilamente, volteo para ver a Ariel, que tenía la misma cara de su amigo, y dijo sonriendo─. Pero Ariel se ha levantado para ofrecerse a ayudar… ah… a Adán, a limpiar este desastres─ Ariel prácticamente lo mató con la mirada.
─¿Es eso cierto? ─le preguntó con incredulidad el Profesor a Ariel, quien comprendió en ese momento que si lo negaba, tendría que explicar porque se había levantado, sin su bandeja, pues salía sobrando. El profesor conocía a Ariel y su conducta. Si lo negaba, este quedaría en evidencia. Así que con el odio a flor de piel comprendió que estaba en manos de Lion y dijo apretando los dientes:
─Si Señor es exactamente lo que paso.
─Y… ¿Por qué esta Adán, lleno también de comida?─ preguntó el coordinador, aun confuso.
─Vera Ud. Fue un mal entendido ─dijo apresuradamente Lion, para interrumpir a Adán, que había comenzado a hablar─. Es que… mi amigo Jason… resbaló y cayó en esa mesa ─señalo la mesa a su derecha, en la que Jason resbaló por primera vez─, y el plato salió disparado hasta caer encima de él, un accidente que llevó a otro ─miró a Adán con una sonrisa presumida─. Causa y efecto ─añadió solo para que él lo oyera y a éste se le pusieron los ojos rojos de rabia. Pues comprendió lo mismo que Ariel. Su expediente tampoco estaba tan limpio por andar de amigo de los bravucones. Todos en la cafetería estaban callados, con demasiadas emociones para intervenir.
─Bueno… nos vamos a lavar ─concluyó Lion, esperando que lo atajara el profesor, pero este no dijo nada─. Con su permiso ─el coordinador los dejo pasar a él y sus amigos. Lion echó una última mirada a la mesa de los Grum y vio que Hermes se había mantenido apartado con el resto de su grupo, se preguntó si no había intervenido por voluntad propia, si no es que era parte de su plan. De igual forma observó con satisfacción como el coordinador les indicaba, a Ariel y Adán, que tomaran un trapeador. Y salió al pasillo, feliz de haber derrotado a Ariel a su manera y en su propio juego. Con sus amigos chorreando jugo, se fue sin mirar atrás.
─Sabes que no se quedara con esa ¿verdad? ─comentó Jason, quien se había recuperado de su decepción luego de aquella humillación a la que sometió a su rival.
─Si, y espero que así sea.
─Eso fue genial, se lo merecían ¡aaah que asco! ─agregó Beth con emoción, sacándose un espagueti de su cabello.
─Debes tener cuidado ─le advirtió Ana muy seria─. No deberías buscarte problemas con los Grum.
─Pero Ana, ellos comenzaron… ─iba protestando Jason.
─Ya lo sé… pero…
─Pero nada, él planeo eso y le salió el tiro por la culata ─se defendió Lion─. Además… solo “fue un accidente” ─dijo imitando el tono ronco y soso de Adán, y ni Ana pudo contener la risa.
─Bueno, no negare que se lo merece ─aceptó, aun riendo─. Pero no quita el hecho de que este mal ─la abuchearon, empezando a tirarse los restos de espagueti entre sí. Con ellos allí jugando, no resultaba tan mal estar cubierto de comida.
Se separaron al llegar a los baños para, por lo menos, lavarse bien los restos de comida. Luego se cambiarían el uniforme, pues iban retrasados los cuatro.
El miércoles llegó casi volando y aunque atrás había quedado el incidente de la cafetería, Beth aseguraba que aún no podía quitarse el olor de espagueti del cabello, a Lion aún seguía evitándolo la mayoría. Además Ariel había empeorado, pues ya no se limitaba a mirarlo con odio, cada vez que lo veía no podía contener una indirecta, fingiendo que no lo había visto, pero él las ignoraba todas sabiendo que éste aún se contenía debido a que sabía lo que le esperaba si iniciaba una pelea en el colegio.
Estaban todos en el estacionamiento de los autobuses, que se iba llenando cada vez más de estudiantes de quinto. Lion estaba con Jason, aun no llegaban ni Ana ni Beth. Así que charlaba animadamente con él de cómo sería la excursión o sobre lo que verían en el museo. Un rato más tarde llegaron Daniel y Zack quienes volvieron a separarse de ellos y se unieron con sus otros amigos, unos minutos después llegó Ana, Beth y Anthony. Este último se había recuperado por fin. Se saludaron y comenzaron a hablar más animadamente. Anthony comentaba que lo emociónate siempre pasaba cuando faltaba al colegio, pues Beth le había contado, con lujo de detalles, lo ocurrido en la cafetería.
─Pues te lo perdiste ─le iba diciendo Jason─. Fue divertidísimo, pero aterrador a la vez ─agregó en susurros.
En ese momento llegaron los Grum en una brillante, moderna, lujosa, negra y aerodinámica camioneta, cuyos neumáticos ocultos bajo el coche le daban un aspecto de flotar sobre el estacionamiento, era obviamente marca Heindall D’lux (lo más exclusivo de esa marca de autos, por supuesto pertenecía a la corporación de los Bullock) y captaron la atención de todos. Bajaron mientras todos echaban miradas de envidia a la camioneta y a los chicos. Pasaron por enfrente de Lion y sus amigos, esta vez Ariel ni lo miró siquiera a él, sino a Ana, quien rehuyó a su mirada. Hasta que se reunió con sus amigos de siempre.
Unos quince minutos después habían llegado los profesores, dándoles instrucciones como: primero pasaremos por las exposiciones de última tecnología, y al final veremos las de biología. Les habían dicho también que tendrían que hacer un informe sobre lo que aprendieran para la próxima clase. Advirtieron que no se separaran del grupo y que si armaban revuelo los suspenderían. Dicho eso, todos subieron a los autobuses.
Lion subió al brillante, largo, aerodinámico y plateado autobús que le había tocado, agradecido por estar con sus amigos y por no ir en el mismo que iban Ariel y sus rufianes. El solo imaginarse ir soportando sus indirectas lo fastidiaba. Mejor así y seguía evitando una pelea. Se había sentado al lado de Jason, este iba contándole sobre su última visita al museo ─ya verás Lion ─le dijo─. Te quedaras sin aliento con las increíbles exposiciones que se muestran allí.
El autobús comenzó a vibrar en ese instante, unos segundos después, cuando se comprobó por lista que no faltaba nadie, arrancó. Lion miro por la ventanilla a su derecha, mientras Jason iba diciéndole algo a Ana que iba con Beth detrás de ellos. Anthony iba en el de al lado de ellas. Él se relajó sobre su mullido y muy cómodo asiento.
Lion observó cómo se alejaba poco a poco el enorme edificio blanco de la escuela, y la emoción fue creciendo dentro de él. Aquel sería un buen día, o eso esperaba. Sacó de su mochila un pequeño aparato cromado, su R-Pop (un Reproductor de música y video) y de este unos pequeños audífonos esféricos, también cromados, unidos por un delgado y casi imperceptible cable, uno del otro, y se los coloco en los oídos. La tapa de la caja se iluminó como una pantalla tridimensional, cuando le apretó un botón, y mostró una larga lista de música con la respectiva imagen y nombre del artista que la cantaba al lado. Selecciono una canción que tenía la imagen de una chica rubia, comenzó a sonar la música electro-pop sobre bailar y solo bailar en sus oídos mientras de la pantalla salía el pequeño holograma de la chica rubia moviendo los labios y bailando por unos instantes. Luego lo guardó en el bolsillo de la chaqueta del uniforme y este dejo de ver la imagen holográfica… Siguió observando por la ventana, mientras escuchaba su música favorita.
El tráfico de la ciudad estaba tremendamente abarrotado de autos eléctricos de diversos colores que iban del negro al blanco y hasta plateados, ovalados y brillantes. Hacia un sol radiante y un día por completo despejado, así que se podía ver el perfecto azul del cielo sobre la gran y hermosa Domápolis Capital, hacía mucho que se estaba libre de contaminación allí dentro. El tráfico estaba un poco lento, a pesar de que las calles contaban con los más avanzados sistemas de tránsito, con anchas calles, policías, semáforos altos, plateados que grababan y reconocían infractores.
Vio un anuncio en una gran pantalla de un edificio que decía:
50 AÑOS DE REMEDICACIÓN.
Esto sobre un fondo verde con muchos árboles.
Era verdad, Gracias a avances tecnológicos y conciencia de la mayoría de las personas, existía un mundo con aires más limpios, libres de contaminación por gases, y menos enfermedades luego de que descifraran gran parte del genoma humano hacía varios años, allí mismo en las calles habían también pequeños robots cromados que limpiaban a toda hora, por lo que estas se mantenían impecables siempre. Más bien parecían autos redondos con brazos de cinco dedos, con luces azules a la altura de lo debía ser su cara que escaneaban el suelo y un contenedor con tapa que se abría en la parte superior y en la cual arrojaban la basura para desintegrarla. Estos robots estaban para recoger las basuras desechadas indebidamente por los transeúntes, pues Lion sabía que había depósitos donde los más sensatos podían tirar su basura; a su vez estos depósitos los recogían los camiones autónomos de basura, para así recolectar el material orgánico de los desechos urbanos, a diferencia de los robots limpiadores, y llevarlos a los lugares de Protección y Restauración Ambiental (P.R.O.R.E.A.M). Que, con ayuda de bacterias que descomponían la basura en segundos, obtenía la materia orgánica y usaban este material reciclado para ampliar terrenos de vegetación boscosa en los proyectos de Biorremediación (restauración de los suelos por bacterias) y Fitorremediación (que a su vez lo hace por medio de plantas), los cuales consistían en descontaminar grandes extensiones de tierra de los lugares más importantes de los continentes, pues después de que se agotara el petróleo, hacía varias decadas, los efectos de la contaminación por hidrocarburos continuaba, más los efectos de las guerras nucleares. Sin embargo habían logrado reducirlos considerablemente.
Si, el mundo era un lugar mejor en ese momento, pero solo dentro de las Domápolis, pues aun había mucho daño en el planeta que faltaba por reparar, esa ciudad era una de las muchas completamente ecológicas del mundo, encerrada en un Domo protector, aunque este era virtualmente invisible y constaba de una protección parecida a la de un campo de fuerza que hacia el cielo de un azul más intenso, que tenía una doble función; mantener el aire limpio dentro y proteger a las personas de los peligros contaminados del exterior. Porque fuera había lugares que quedaron devastados en el pasado, ciudades perdidas y desérticas, grandes extensiones de bosque y selvas destruidas y estériles, millones de especies extintas, algunas recuperadas y protegidas gracias a la clonación, todo esto por la “Era” de las personas ignorantes y las guerras por el agua y los últimos recursos del planeta. Pero aun así, los que quedaron, lograron levantarse de nuevo y resurgir. Esto a pesar que aún existía la ambición por el poder.
Así como esa Ciudad; la Domápolis Central, la más grande y poderosa del Continente del Sur; y por lo tanto del mundo, al ser a su vez las tierras más prosperas y ricas que quedaron en el planeta. Una nación, que además, ha logrado unificar al mundo de nuevo en una pacífica colaboración entre los países que quedaban, y promover la paz hacia los más reservados. Había a su vez otras Domápolis (que son Súper ciudades en tamaño, como esta) en el continente, así como otros Domos destinados a reservas ecológicas de vida silvestre y parques. Al menos eso es lo que siempre han enseñado en clases.
Lion siguió viendo por la ventanilla, observó también a las mujeres y personas que abarrotaban la gran Av.20 de la Domápolis Capital, que ahora podían estar tranquilas y que miraban en vitrinas de las tiendas, de marcas costosas, la ropa y como automáticamente estas se ajustaban al cuerpo de su reflejo en el vidrio, que ellas miraban desde todos los ángulos para luego entrar y comprarlos. Lion se quedó mirando a una rubia muy hermosa y de mortales curvas, cuyo reflejo se probaba un vestido rojo muy escotado en la espalda, la verdadera llevaba tacones y jeans ajustados. La vitrina usaba la tecnología conocida como realidad aumentada. Miró al fondo y vio los altos edificios de vidrio que reflejaban el cielo, algunos, los residenciales en especial, estaban como retorcidos porque tenían pisos individuales que rotaban en la dirección deseada, según el gusto de cada uno de sus dueños. Pasaron por algunos parques en donde había algunos ancianos leyendo el periódico, que era de un papel electrónico casi trasparente que actualizaba las noticias cada hora, y además permitía la reproducción de videos. Más edificios que tenían grandes pantallas trasparentes de publicidad tridimensional u holográfica en algunos casos, seguían extendiéndose por la Gran Avenida Principal.
Un rato después, también vio otro gran anuncio en un gran holograma de un parque que decía:
TRIBUTO A LOS 91.101 MUERTOS DEL DESATRE NUCLEAR EN LA ZONA ESTE, QUE HOY CUMPLE 14 AÑOS. Q.E.P.D.
Esto sobre una imagen de dos hermosas palomas sobre un monumento a los caídos, de la plaza principal de esa misma Domápolis. El monumento constaba en un alto obelisco con los nombres de todos y cada uno de los fallecidos tallados en dorado. Lo miró con algo de melancolía. El desastre nuclear, según había oído, no se había extendido porque habían podido detener su avance a tiempo y limpiar la zona este de la ciudad, gracias a la más avanzada tecnología, cortesía de las Corporaciones.
─Hay murió el padre de Ana ─le comentó bajito Jason, halándole con cuidado uno de sus audífonos a Lion, puesto que también iba mirando por la ventanilla a su lado. Él se sorprendió. No sabía que el padre de Ana estuviera muerto.
Así que también tenían eso en común, pensó. Aunque Ana era divertida y alegre, seguía siendo algo reservada. Seguramente ella y su madre se llevarían bien si se la presentaba.
Después de una estresante cola especialmente larga, el autobús se estaciono delante del museo, treinta y ocho minutos después de haber salido del Colegio. Como habían dicho todos y cada uno de sus amigos, el Museo de Arte, Ciencias y Tecnología era un enorme edificio, más que eso parecía un gran estandarte al conocimiento antiguo y contemporáneo. Con una fachada de grandes, blancos y pulcros pilares de mármol en la entrada, en donde se leía en lo alto en sendas letras dorada: Museo de Ciencias, Arte y Tecnología San Argus. A lo largo del edificio había también grandes y aterciopelados afiches rojos que anunciaban las nuevas exposiciones, también en letras doradas muy pulidas.
Los profesores los condujeron a la puerta encabezando el grupo, entraron y Lion, que había ido muchas veces a otros museos, no pudo evitar quedarse estupefacto con la magnificencia y hermosura del interior, que era aún mejor que su aspecto por fuera, era con mucho el mejor museo en el que había estado.
La sala principal del museo era un enorme recinto rojo y dorado con centenares de exposiciones y de gente que las observaba, habían fósiles de dinosaurios enormes y de un sin fin de especies, así como de todos los eslabones de la cadena evolutiva del hombre. Había sin fin de pantallas tridimensionales que mostraban y enseñaban por ejemplo el ciclo de la vida, a algunos niños de primaria, sobre distintas especies del reino animal. Había hologramas por aquí y allá dando instrucciones a personas, y gente que las seguían caminando sobre el reluciente piso de mármol negro y blanco. Hacia el fondo puedo distinguir salas con metros y metros de altas paredes llenas de un sinfín de cuadros antiguos. En el centro mismo del museo, después de pasar el vestíbulo, había un enorme espacio circular dedicado a una proyección holográfica sobre el periodo del triásico y como interactuaban entre si las especies, era tan real que aun algunos se asustaban cuando miraban algún enorme depredador remoto.
Un rato más tarde cuando dejaban atrás una exposición de hermosos cuadros renacentistas, los profesores los encaminaron a la sala de las exposiciones de ciencias aplicadas, donde estaba a su vez la exposición de última tecnología que les quería mostrar su profesor de ciencias, el Prof. Rotta. Para luego ir a la de manipulación Genética y todas las demás dedicadas a la Biología. Lion pensó que el recorrido en las salas de Biología le encantaría a su madre, pues esta tenía tres doctorados en la materia, aunque lo había dejado de ejercer, según ella misma, cuando el nació. Aunque no sabía los detalles al respecto, como donde había estudiado y trabajado de Bióloga ni por qué lo había dejado. No le gustaba hablar de ello, era otro tema desconocido y zanjado cada vez que salía a relucir el asunto, junto al de la muerte de su padre.
La sala, al igual que las demás, era enorme y estaba repleta de toda clase de tecnología, antigua, presente y posible. Las paredes estaban a su vez forradas con complicados planos de cada uno de los artefactos y holográficos de ellos, sobre el respectivo lugar al lado de cada uno de los aparatos, que explicaban su funcionamiento. El recorrido comenzó desde los artefactos antiguos y al final llegarían al lugar dedicado al generador TITAN, que tanto quería mostrarles el profesor Rotta.
Pero en ese momento apenas se encontraban en el de la locomotora, y ese estaba al final después de aviones que colgaban en el techo, reales y en su mayoría de combate (antiguos de los que debían tener piloto), y de filas de autos que mostraban su evolución a través de las décadas. Así como de un sin fin de objetos.
Después de un largo rato, según Anthony un siglo, llegaron, al fin, al generador; era como dos veces más grande que una caldera, y tenía largos tubos aquí y allá que salían de un ancho cilindro de grueso vidrio con una extraña sustancia de un color azul eléctrico e irregular dentro. Tanto la base como la parte superior del cilindro constaban de complejos circuidos y sistemas operativos autónomos:
─Este es un modelo a escala del generador titán… ─iba diciendo emocionado el profesor Rotta, con su cara redonda, cabeza calva y su habitual sonrisa. Pero Lion apenas le prestaba atención había algo familiar en la máquina, aunque era absurdo, pero aun así eso era lo que le parecía. La máquina estaba delimitada por la acostumbrada barrera de cinta roja proyectada.
─La sustancia ─seguía el profesor Rotta─… responsable de proporcionar la energía en la máquina y que a su vez es distribuida a todo el país, fue descubierta por científicos de Corporaciones Global R. Bullock y es un secreto de fábrica por lo que solo podemos aprender de los planos su funcionamiento mecánico, y no de la composición de la sustancia. Nadie fuera de sus creadores, saben que es esa sustancia y como produce tanta energía pura, pues solo se sabe que es peligrosa, y más aún si cayera en manos equivocadas. Como saben, la Corporación Bullock tiene una fuerte relación con los miembros de Seguridad Nacional y Mundial, pues es el principal proveedor de tecnología, es por ello que no se espera que sea de otra forma. Este es un modelo a escala pero la sustancia es real, lo cual significa que puede producir grandes cantidades de anergia similar a la de la fusión nuclear aunque un poco mayor y más estable o controlable. La razón por la cual esta exposición es única, es que durara solo una semana aquí, porque la compañía no quiere tenerla mucho tiempo el descubierto ya que son muy celosos con sus descubrimientos de este tipo, aunque de igual forma hay Agentes de Seguridad que cuidan de ella las veinticuatro horas mientras esta aquí, así como en la propia Corporación. El sistema consta de una coraza de titanio mientras que los conductores trabajan gracias a un sistemas mecatrónico de muy fina sensibilidad a…
El Profesor continuó explicando su fascinante y complicado funcionamiento con ayuda de un holograma de la máquina que se podía ensamblar y desarmar (un asistente del museo en una mesa al lado de la exposición.) Algunos estaban ya quedándose dormidos.
Repentinamente Lion sintió una extraña bola húmeda estrellarse en su nuca con una fuerza descomunal que le hizo inclinar un poco la cabeza, y que probablemente le dejaría un moretón. La tomó y vio que era una gran, maloliente y asquerosa bola de papel humedecida con saliva para luego dejarla caer, asqueado y molesto, al suelo. Miró atrás y vio lo que temía: Ariel y su grupo burlándose con carcajadas mudas de él mientras los profesores les daban la espalda. Lion siguió observándolo esperando que su mirada fuera suficiente para hacerle daño. El único que se dio cuenta de lo ocurrido de sus compañeros fue Jason, debido a que sus demás amigos estaban más adelante muy concentrados, como todos, para saber qué hacer en la evaluación que tendrían de aquella excursión. Pero inmediatamente una chica lo arrastro más adelante para ver mejor, debía ser una compañera de su clase de biología.
Quizá fue la gota que colmó su paciencia, pero Lion no se quedaría con esa, y la rabia no lo dejaba razonar, sentía una extraña picazón en la nuca otra vez, pero esta vez acompañada del dolor del golpe de la gran bola de papel ensalivado. Probablemente nunca había estado tan enojado, no, en verdad nunca había estado así de airado, pues siempre había tratado de ser una persona jovial por todos los medios. Pero en ese momento ya no lo era más y en un arranque de inspiración y resentimiento: Lion se acercó a Ana mirando con una sonrisa burlona y maliciosa, aun enojado, a Ariel para que lo siguiera con la mirada y viera lo que haría. Así fue.
Este lo siguió con la mirada un poco intrigado por su repentina reacción y, asegurándose de que lo viera todo, Lion rodeo a Ana por la cintura, apretándola con suavidad, su piel se sentía suave bajo el uniforme, ella volteo a verlo y Lion vio cómo se ruborizo hasta las orejas, algo que inesperadamente le fascino, volvió a ver a Ariel que estaba rojo como un tomate, pero de pura ira, parecía a punto de echar humo. Y en ese repentino ataque de inspiración o locura, pues no supo cómo llamarlo, para hacerlo sufrir más, pues ahora sería él quien lo provocaría: hizo lo que jamás habría sido capaz de hacer en otras circunstancias, se aseguró de que los profesores no los vieran y le plantó tal beso a Ana en los labios que algunos que estaban cerca, los que se habían percatado de que algo pasaba, ahogaron un grito, y otras suspiraron. Lion ya no veía a Ariel y en ese momento ni le importo, pues lo que experimento le gusto. Algo que en verdad no esperaba. Sintió los suaves, tibios y rosados labios de Ana contra los de él, como esta respondía inesperadamente al beso le hizo olvidar todo lo demás por una fracción de segundo. Sintió subir su temperatura y como en su estómago revoloteaba algo extraño, incluso por un momento creyó estar flotando sobre el piso de mármol del museo en el que se encontraba, pues parecía, al menos para él, que ya no existía museo o mundo alguno.
Solo él y Ana.
Pero todo acabo tan rápido como comenzó, no supo de donde ni porque al principio, pero luego de un desgarrador grito sintió algo que se le fue encima y lo golpeo con fuerza brutal, como si lo embistiera un toro enojado mientras caía contra algo duro y frio. Ariel, incapaz de soportarlo, pues no aguantaría una provocación como esa, se lanzó sobre él hasta hacerlo caer contra el generador Titán y sintió como se golpeaba la espalda contra el aparato, acompañado de un fuerte golpe en la cara mientras él le impartía uno en el estómago a su agresor. Lion podía oír los gritos desesperados de Ana pidiendo que se detuvieran, pero era imposible, era como si algo que no pudiera contener se desatara; como una bestia que solo pedía sangre. La multitud de chicos y chicas comenzaron a gritar “PELEA, PELEA, PELEA” mientras que los profesores trataban de hacer volver la calma e ir a separarlos. Pero todos se amontonaban alrededor de ellos impidiéndoles el paso.
Seguían y seguían propinándose golpes o patadas uno al otro, en el suelo o de pie. Hubo incluso un momento en que, mientras estaba en el suelo, el rufián lo había pateado en las costillas. Lion sintió algo cálido en el puño y en la frente, sangraba, pero vio con satisfacción como Ariel también lo hacía por la nariz, este ultimo lo sujeto por el cuello, con una llave desde atrás, levantándolo del suelo. Pero Lion le dio tal cabezazo en la cara que lo hizo retroceder, este lo miró un momento, algo aturdido por el golpe, y se lanzó sobre él otra vez para darle otro puñetazo, iban a caer de nuevo contra los controles del generador, pero ya no estaban solos. Hermes intervino para intentar separar a su primo de la pelea y calmarlo, trató de sujetarlo de los hombros con fuerza, pero aun así, los tres esta vez, cayeron con tanta impulso contra el duro y frio cristal, ya resquebrajado por el primer golpe, que éste cedió al instante y estalló en mil pedazos llenándolos del extraño liquido azul de la máquina, mezclado con pedazos de cristal, la multitud de chicos y los profesores se alejaron cuanto pudieron esta vez gritando de horror. Luego de una explosión extraña seguido de un dolor insoportable en el cuello, Lion sintió una corriente eléctrica invisible desde la nuca hacia todo el cuerpo, tan intensa y cálida que los paralizó a los tres. Pues el líquido también había caído sobre Hermes y su primo.
Luego de sentir otro ardor incesante, todavía en la nuca, que no lo dejaba pensar en nada y ver pequeños rayos azules a su alrededor, Lion no supo más de sí y cayó inconsciente al frio y húmedo suelo, sintiendo una extraña calidez que se extendía por todo su cuerpo. Lo último que escuchó fue a la multitud gritar, esta vez desesperada, mientras que lo último que vio fue a Ariel también desplomarse a su lado inconsciente, mientras su primo Hermes caía a su vez detrás de él. Luego todo se oscureció, mientras aun sentía toda aquella electricidad recorrerle el cuerpo, provocándole un dolor indecible y tan agudo que habría aceptado la muerte con los brazos abiertos en ese momento solo para huir de él.
5
Consecuencias
Lion sentía como si los huesos le hubieran estallado en miles de diminutas astillas. Astillas, que se abrían paso por sus músculos y le provocaban tal dolor que se preguntaba con ansias por qué no llegaba la muerte. No podía siquiera moverse por la intensidad del dolor, y aun así escuchaba voces como de paramédicos, incluso creyó oír un grito lejano de su madre. El dolor aumentaba cada vez más y parecía querer consumir por completo todo su ser, hasta obtener la última gota de su agonía, y eso era lo que deseaba en ese instante si con eso conseguía morir. Al menos así el dolor cesaría. Sentía la desesperación como un monstruo que se alimentaba de su alma. “Definitivamente, esta tiene que ser la muerte” pensó.
Su agonía parecía no querer detenerse nunca, pero aun así lo hizo. El dolor se fue junto con la desesperación. Fue un alivio tan repentino, que lo sintió como una fragante brisa cálida que barriera todo el mal de su cuerpo. Fue lo más agradable que hubiera experimentado nunca después de un dolor tan intenso. ¿Ya estoy muerto? Se preguntó. Aún seguía sin poder moverse. Esperó, en la oscuridad absoluta en la que estaba, hasta que logró distinguir un extraño punto de luz dorado. Fue hacia él, no supo cuando recobró el movimiento, y esta pequeña luz se hacía cada vez más grande. Hasta que todo se convirtió, tan repentinamente como todo lo demás, en un sueño.
La luz cegadora que vio lo cubrió por completo y le lastimaba los ojos mientras estos se acostumbraban a ella, sin embargo vio algo más extraño aun: estaba en un lugar desértico, de tierra roja, con cierta vegetación serófila, escasa, y al fondo una gran ciudad que reconoció como la ciudad en la que actualmente residía. Pero eso no era lo más extraño.
Lo insólito; eran los sujetos que flotaban en el aire como a cien metros de él. Se miraban fijamente, expectantes, los dos con el rostro muy serio, mientras un extraño resplandor blanco les cubría la piel, sería una visión celestial de no ser porque las ropas de ambos estaban casi toda rota en el torso y las piernas, aun así se distinguía que eran unos trajes extraños, de color negro y como de corredor de motocross, pero mucho más sofisticados al mismo tiempo.
Uno de los sujetos era rubio y de ojos grises brillantes que Lion reconoció de inmediato como su padre y sin poder contenerse le gritó:
─¡Papá!… soy yo, Lion… ¡ayúdame!… ─pero no le respondió, ni siquiera pareció oírlo. Definitivamente debía estar muerto pues si no, no vería a su padre que hacia catorce años que había fallecido. Lion le gritaba más y más fuerte pero no le respondía, era como si en realidad no estuviera allí. ¿Qué está pasando? Se preguntó confundido.
Vio al otro sujeto de cabello castaño rojizo y ojos grises, más claros y brillantes, como los de su padre y los suyos propios. Ambos, su padre y el sujetó, eran fornidos y altos. No tenía ni la más remota idea de quien era el otro. Y sin embargo le pareció familiar.
De repente el sujeto extraño hizo un movimiento fugaz, tan rápido que de haber parpadeado Lion no lo habría notado. Un segundo antes estaba a unos veinte metros de distancia de su padre y al otro, estaba detrás de él y le propinaba tal golpe con el codo en la zona media de la espalda, que sonó como el estallido de diez cañones disparados simultáneamente. Hizo que su padre se inclinara hacia atrás de puro dolor en un horrible ángulo y expulsara tal cantidad de sangre por la boca, que parecía mentira que no muriera al instante.
─¡NOOO! ─rugió Lion─. ¡PAPÁ! ─quería ayudarlo, pero no sabía ni cómo ni por qué su padre flotaba en el aire o si él también podía hacerlo. Sin embargo, el golpe parecía no haberle afectado mucho a su progenitor, quien le respondió dando un veloz medio giro, todavía más rápido que el movimiento del otro sujeto, y le dio tal patada en la cara; que lo hizo caer a la tierra tan velozmente, que parecía como un meteorito descendiendo del cielo, que al chocar con el suelo, levantó una cantidad inusitada de tierra que a su vez se hizo una nube de polvo que lo bloqueó todo por unos minutos. Pero inmediatamente después, para sorpresa de Lion, que esperaba que su padre hubiera acabado con él, se levantó y fue, veloz como el rayo, hacia su padre. Comenzaron a pelear a una velocidad inhumana, que Lion apenas podía creer que pudiera verla con todo detalle.
Peleaban con tal fervor que cada golpe rompía el silencio como un trueno. De pronto, sin saber por qué, la imagen comenzó a oscurecerse cada vez más, poco a poco, hasta volver a oscurecerlo todo. Se preguntaba qué pasaba mientras la oscuridad lo envolvía y dejaba de ver la extraña escena. Al final creyó ver que su padre se convertía en él mismo y el otro sujeto en Ariel…
Unos segundos después, fue consiente que el regreso de la oscuridad se debía a que estaba despertando mientras aún tenía los ojos cerrados y de que todo había sido un sueño. Todavía sentía un dolor punzante en la nuca y ahora también en la cabeza. Logró abrir los ojos pero fue como hacerlo por primera vez en mucho tiempo, pues la luz lo lastimaba como en el sueño. Esa vez se dio cuenta que estaba en una fresca habitación, toda blanca, de hospital, que debía contar con un regulador de temperatura para mantenerla en su punto, demasiado perfecto. Lo cual, hizo que se preguntara si aún seguía soñando. Ésta duda razonable se disipó mientras los recuerdos le atropellaron de golpe la cabeza, lastimándole, y lo recordara todo. Aun recordaba el sueño, pero también recordó la pelea con Ariel en el museo, y que la razón por la que estaba allí era porque habían hecho estallar un costosísimo y poderoso prototipo de un generador eléctrico, que a su vez, debido a las altísimas cantidades de energía que podía producir, debería haberlos matado en el acto.
La primera cosa que logró enfocar fue la lámpara de luz blanca de la habitación, seguido de un curioso murmullo que provenía de la puerta. Trató de mover el cuello, pero no se había dado cuenta, hasta ese momento, que tenía puesto un respirador y varios cables y mangueras salían de su cuerpo semidesnudo, cubierto solo por una bata y una frazada, así como de su cabeza, conectados a maquinas planas y plateadas con pantallas que monitoreaban sus signos vitales: como su actividad cerebral, en la cual su cerebro se veía desde todos los ángulos iluminado con colores en aéreas específicas, era una pantalla especialmente amplia a su derecha. Alrededor de la cama había un enorme escáner circular, era un aro cromado que emitía una luz azul que recorría la cama de punta a punta, buscando constantemente cualquier cambio en su organismo. Este mostraba su cuerpo en otra pantalla a su izquierda, en la pared que tenía detrás, con todas sus partes; huesos, órganos y músculos. A su izquierda había también una gran ventana, tapada con una gruesa cortina de color hueso, por lo que no supo precisar si era de día o de noche. Pensó que podría ser probablemente de noche, porque ninguna luz se colaba por los bordes de esta, o ¿de madruga quizá?
Sonó algo así como un “pi” prolongado de una de las máquinas, la cual sin duda debía anunciar que estaba despierto, y el murmullo detrás de la puerta cesó repentinamente. Vio de reojo que alguien se acercaba a él. Era su madre, Génova, con la preocupación marcada en el rostro, quien luego de verlo despierto pareció relajarse, como si un gran peso se le quitara de encima.
─¿Cómo te sientes hijo? ─le preguntó ella con voz trémula, al ver a su único hijo (la razón de su vida) en una cama de hospital.
─Algo… molido ─le respondió Lion, dándose cuenta que apenas podía hablar, no supo si por el dolor intenso de cabeza y cuerpo, del cual era más consiente por tratar de moverse, o por el respirador que tenía en la boca.
─Los médicos dicen que estarás bien ─le informo su madre en susurros─. Y dentro de más tardar tres días estarás de vuelta en casa ─sus ojos se humedecieron y la voz se le quebró en la última frase.
─No… llores… mamá ─se esforzó en decir─. Estoy… bien… ya regresare a casa ─cada vez que hablaba le parecía que su voz volvía, poco a poco, a sonar normal por lo que continuo─: y podrás… castigarme ─y le sonrió. Su madre le devolvió una sonrisa forzada, aun con lágrimas en los ojos.
─Así será ─le aseguró, y su sonrisa se amplió al igual que la de Lion. Ella le acarició con cuidado el brazo derecho, como con miedo de lastimarle algo.
Lion hubiera preferido no hablar de eso en ese momento, pero estaba consiente y recordaba todo. La pregunta parecía golpearlo en los dientes con ganas de salir, mientras la preocupación lo aplastaba, y ya que estaba con su madre aprovechó la oportunidad:
─¿Cómo se encuentra Ariel y su primo? ¿Todos están bien? ¿No hubo más heridos? ─susurró asustado y preocupado, su voz sonaba mejor aunque como un eco por el respirador. Estaba por lo menos seguro de que Ariel y Hermes también estarían allí. Pues recordó cuando vio que caían inconscientes a su lado en el museo.
─Tranquilo ─Trató de calmarlo su madre─. ¿Te refieres al chico que fue tu contrincante en el museo, o debo decir el ring de boxeo, y su primo? ─reprochó ella en tono más duro.
─Si… ─murmuró él desviando la mirada, avergonzado con ella después de lo ocurrido, nunca se había comportado así, dejándose llevar por su instinto, y se arrepentía de lo que había hecho. Aún más, se preocupaba de lo que podrían pensar sus amigos o de lo que pudiera haberles pasado a ellos. Y peor aún, si Ana había salido gravemente lastimada y ella lo odiaba por eso… o por el beso. Quitando todo lo demás eso era lo más importante. No quería pensar que ella estuviera… No, seguro estaba bien, solo vio a Hermes y su primo caer.
─Los otros muchachos están bien… recuperándose ─le respondió Génova con cautela─. Estan igual que tú, lo que no sé, es si ellos han despertado también porque solo he estado aquí contigo ─suspiró, tratando de calmarse, solía hacer eso cuando algo le preocupaba─. Y… por fortuna nadie más salió lastimado, y los paramédicos llegaron a tiempo. Todos tus demás compañeros y la gente del museo fueron desalojados por los Agentes de Seguridad que cuidaban el generador Titán, los sacaron a tiempo de que hubiera más desgracias. Fue un desastre bastante grave el que armaron ─su madre parecía muy cansada; iba vestida con jean, camiseta blanca, zapatos deportivos y llevaba su cabello recogido en una coleta, seguramente por salir apresuradamente de casa, pues ese era su día libre del trabajo.
Lion respiró hondo de puro alivio por la respuesta de su madre, pues ya se había imaginado lo peor. Todo habría sido su culpa si alguien más hubiera salido lastimado. Ya se sentía bastante culpable de que dos personas estuvieran allí en sus mismas condiciones.
Génova todavía parecía preocupada por algo, por la forma en que se quedó mirándolo.
─¿Con quién hablabas? ─le preguntó Lion abruptamente, sin poder soportar más su mirada de preocupación, para cambiar de tema. Por lo menos sabía que todos los demás estaban bien de milagro, tanto Ariel y su primo como sus amigos, y las demás personas del museo, eso era todo lo que importaba y lo dejaba un poco más tranquilo. De lo demás se enteraría y preocuparía después.
─Cuando desperté escuché voces detrás de las puertas ─siguió Lion, explicándole, pues su madre pareció desconcertada por la pregunta.
Esperó su respuesta, observándola, pues al parecer su pregunta la había puesto incomoda por alguna razón. Pero luego de unos segundos le contestó, cumpliéndole a su vez su deseo de cambiar de tema:
─Era el Dr. que me decía que estarías bien ─respondió con rotundidad─. Y dime ¿por qué fue la pelea? o debería preguntar ¿por quién? ─preguntó ella a su vez con cara de reproche.
─Luego… hablamos de eso… ah… quiero descansar ─la evadió él, bostezando de mentira, pero ella pareció no darse cuenta y prefirió hacer caso omiso de ello para dejarlo descansar. Esta vez fue él quien se incomodó y volvió a hablar con dificultad, pero por la vergüenza que sentía─. Tratare…de dormir un poco más.
─Está bien… ─concilió ella─. Pero no creas que te salvas de esa charla por mucho tiempo, jovencito ─agregó más tranquila.
Génova se quedó mirándolo un momento, como si fuera la primera vez que lo veía realmente, como si algo le intrigara sobremanera, como si viera alguna bomba de tiempo en él. Lion odió que lo viera de esa manera, pero al mismo tiempo sentía que se lo merecía, que se merecía cualquier reproche de ella y de cualquiera. Incomodo desvió la mirada, cerró sus ojos grises y trató de descansar para ver si se calmaban sus dolores. Definitivamente la reacción de su madre no era buena señal, pensó, estaría metido en verdaderos problemas. Era extraño que sus dolores no se calmaran por completo, debían haberle dado o inyectado algo que no hacia efecto, se suponía que había píldoras que calmaban el dolor al instante, tal vez en su condición no se habían atrevido a aplicárselas, pero no quiso preguntarle a su madre, quería descansar de veras y además no quería preocuparla más diciéndole que tenía, por momentos, dolores horribles en la cabeza y en los músculos.
Unos segundos después, sintió como se desprendía de la realidad y se sumergía en un sueño profundo. Debió ser alguno de los aparatos a los que estaba conectado que le había inyectado, automáticamente y en la dosis exacta, algún potente somnífero. Porque la oscuridad se cernió sobre él y se durmió profundamente.
Lion volvío a despertar, esta vez había dormido sin tener sueños, y se sentía maravillosamente bien. A través de los parpados podía ver que le daba luz en la cara, probablemente desde la gran ventana de vidrio a su izquierda, aunque no pudo precisar si era el de la mañana o el ocaso, había perdido la noción del tiempo, sin mencionar que no sabía a qué hora se había dormido. Se sentía bien, aunque parecía que había dormido por días. Recordó el hospital, pero no estaba seguro al cien por ciento de que siguiera ahí.
Se sentía raro, le daba la impresión de que había aumentado de peso o tamaño, pero era ridículo, ¿no podía haber dormido tanto?
Abrió los ojos repentinamente, lo primero que vio fue que efectivamente seguía en la misma habitación del hospital y que la luz del sol entraba por la ventana a su izquierda. Aún seguía conectado a los mismos aparatos de la última vez. Su madre estaba a su derecha en un gran sofá reclinable, profundamente dormida.
─Mamá ─la llamó.
Esta despertó al instante al darse cuenta que era él quien hablaba, se incorporó tan repentinamente y fue hasta su cama de un brinco, tan rápido que lo asustó. Por un momento pensó que su madre tal vez había perdido la cordura. Porque tenía una cara de tristeza mezclada con asombro e incredulidad que le daban un aspecto frenético. Se había cambiado y llevaba su uniforme de trabajo, pero parecía más cansada que nunca.
─¡Dios! ─exclamó exaltada─. ¡Lion! ─Y lo abrazó─. Creí que… te… ─dijo entre lágrimas. Lion algo desconcertado le devolvió el abrazo.
─Lo siento ─se disculpó el muchacho─. Pero… ¿Qué paso? ─preguntó confundido─. ¿Por qué dices eso? Y ¿Qué hora es?
Génova lo miro, con ojos aun humedecidos y respondió:
─Cielo, dormiste por seis días ─le informó algo exaltada─. Los médicos no sabían por qué, trataron de despertarte y te hicieron análisis, pero nada arrojaba luz sobre tu condición ─su voz se quebraba un poco─. Te habían dado en coma, no sabían si despertarías.
Aún más anonadado, Lion trató de digerir eso.
─Dices que dormí seis días, pero ¿Por qué? ─estaba muy impresionado─. ¿Cómo… ─se detuvo recordando algo; Ariel… y si él y su primo no lo habían pasado, y si estaban…─. Espera ─logró decir─. Y… ¿qué paso con Ariel y Hermes? ¿Cómo se encuentran? ─preguntó asustado y preocupado otra vez. Aunque Ariel lo odiara, no le deseaba ningún mal, a ninguno de ellos, menos la muerte. Además había sido él mismo el causante de todo aquello, por su orgullo. Si le habían pasado algo a él y su primo sería su culpa y de nadie más. No había nadie que pudiera convencerlo de lo contrario.
Su madre tardo en responder, aun lo miraba, agradecida de que no le hubiera pasado nada.
─Ellos estan igual que estabas tu… me parece… la diferencia es que no han despertado desde el accidente, y tu si lo hiciste por un momento. ¿Recuerdas?
─Si, lo recuerdo ─respondió aliviado otra vez.
Era verdad, recordaba todo, desde la pelea, hasta la conversación con su madre, era como si en un parpadeo se hubiera perdido seis días de su vida durmiendo. ¿Ariel y Hermes también despertarían? Se preguntó, y si no… No, seguro si lo harán, los dos, así como él. Trató de tranquilizarse… pero después de todo no habían despertado desde el accidente… Y si nunca.
Unos segundos después llegó un doctor atravesando las puertas corredizas y automáticas. Era bajito, un poco calvo, con cabello blanco en los lados, y anteojos sin montura muy pequeños, probablemente llegó atendiendo a algún aviso de las maquinas que lo monitoreaban. Traía en letras doradas su nombre en la bata; que decía Dr. Virgilio J. Pastran.
El Dr. Pastran observó al instante a Lion, con profesional mirada.
─¿Hace mucho que despertó? ─preguntó inmediatamente el doctor a Génova, acercándose a Lion para chequearlo más de cerca y chequeando también los monitores, comprobando sus lecturas con una larga tableta electrónica transparente muy delgada, que sacó de su bata, en la cual probablemente tendría todos los datos de sus pacientes.
─No ─respondió su madre─. Hace como menos de cinco minutos ─ella estaba más tranquila.
El Doctor examinó a Lion por última vez y luego de unos segundos dijo sonriendo gentilmente:
─Pues está muy bien, más que bien… Sus lecturas muestran que su cuerpo está en óptimas condiciones, muy saludable. De hecho nunca vi lecturas así de una condición como esta ─agregó con voz pausada y profesional─. Creo que eres un joven tan afortunado como fuerte, al igual que los otros muchachos. Es como si en realidad no les hubiera pasado nada. La cantidad de energía que soportó sus cuerpos debió haberlos dejado muertos de inmediato o, por lo menos, con lesiones graves, muy graves… Sin embargo, tanto tú como ellos salieron casi ilesos… bueno por lo menos en lo que respecta a sus cuerpos, ya que cayeron en coma unos días ─continuó─. Por fortuna, ya están despiertos y pueden contarlo ─concluyó, todavía con una sonrisa gentil.
─¿Quiere decir que ellos también despertaron ya?─ inquirió el muchacho, expectante y lleno de un inusitado alivio.
─En efecto ─respondió el Dr. Pastran tranquilamente pero algo extrañado por la situación─. Despertaron solo unos minutos después que tú, según leí en mis notas. Están en las mismas óptimas condiciones, aunque estuvieron más tiempo en coma… por cierto: estuvo realmente muy mal el que se pelearan ─lo remprendió el Doctor, más serio, mirándolo por encima de sus gafas─. Espero que resuelvan de otra forma sus diferencias en el futuro, ya que, por suerte, esta vez nadie más salió lastimado en el museo ─miró a Génova y agregó─, jóvenes─ Sonriéndole y poniendo los ojos en blanco. Ella le correspondió con una sonrisa amable.
Después se dirigió solo a ella, aunque en un lenguaje muy experto, típico de los doctores, a pesar que no lo fueran en la misma área, donde solo entendía que se mezclaban su nombre y el de Ariel. Lion cayó en la cuenta de que nuca la había escuchado hablar de esa forma antes, al menos no enfrente de él. Claro que sabía cuan inteligente era su madre, y los títulos que tenía, pero ella nunca daba la menor impresión de tenerlos cuando hablaba con alguien más. Era la persona más humilde y cariñosa que conocía, aun ahí; hablando en términos técnico de doctores, no dejaba de serlo. Algo que le hacía sentir como si su pecho se henchirá de orgullo ´por ella.
─Bueno ─comenzó a despedirse el Doctor luego de que su tableta inteligente de última generación sonara y le dijera que debía atender a otro de sus pacientes urgentemente, interrumpiendo su alocución con Génova─. Como le dije a los parientes del otro muchacho, este muy atenta de algún cambio, por suerte ellos también son bien entendidos como usted ─agregó, y se volvió a Lion─. Adiós, espero que pueda darte pronto de alta, aunque como están las cosas, lo más probable es que salgas de aquí mañana mismo ¿está bien?… hasta pronto ─dijo, abandonando la habitación apresuradamente.
Su madre fue por una bebida y le dijo, dándole un beso, que regresaría en seguida, parecía que se debatía entre la sed, salir y dejar un segundo a su hijo. Pero Salió rápido para volver lo más pronto posible.
Así que los familiares de Ariel también estaban allí, reflexionó él ahora que estaba solo. Y eran doctores de algún tipo como su madre, según dio a entender su médico. Aunque sabía de antemano que su tío era científico, ignoraba que su tía lo fuera. Era una nueva información sobre él… Pero no… No, se obligó a prometerse que ya no tendría que saber nada de él, ya no le vería como enemigo, ni tampoco a su primo Hermes, trataría de hacer las paces, por lo menos. Aunque sonara imposible, se lo propuso, todo lo que se planteaba no descansaba hasta lograrlo o por lo menos trataría de evitarlo hiciera lo que le hiciera, tal vez se aburriría algún día y no lo molestaría más. Tal vez Ariel también había cambiado de opinión después de lo ocurrido. Pero, que sabía él. Y si por el contrario solo empeoraba, parecía algo lógico tratándose de Ariel “el bravucón”. No, sería positivo, se obligó a pensar de nuevo. Bueno por lo menos ambos estaban bien y habían escapado con vida de su estrepitosa pelea.
Pensó en el beso que le dio a Ana, cálido y suave, pero sintió una punzada en el estómago al recordar en las circunstancias en que se lo había dado y el motivo. ¿Ana lo perdonaría algún día?… si, lo haría. Aunque sabía que no lo merecía, se alegraba de eso. Ya la conocía lo suficiente, aunque podría equivocarse. Quizá hasta podrían llegar a ser… Pero no, ¿y si Ariel aun la quería? Eso era lo que demostraba. Y si así era; ¿Importaba si él llegara a enamorarse de ella y ser correspondido? No. Pero si Ana aun lo quería y Ariel se la merecía… Si, solo así se apartaría y los dejaría en paz.
Esta vez hare las cosas bien, se recordó. Tanto con Ana como con Ariel, aunque más por ella. No podía permitirse otro arranque como ese para provocarlo.
No dejaré que me domine la ira de nuevo, se prometió. Haré lo que sea para evadirla haga lo que haga Ariel, prometió. ¿Y si no podía? Si podrás, le dijo una voz en un rincón de su cabeza que le recordó a su padre. Sonrió.
Su padre, había tenido un sueño extraño con él, el segundo sueño en realidad, desde un corto periodo de tiempo, y en los dos su encuentro parecía haberse dado en circunstancias extrañas. ¿Significaría algo? Pero… ¿Qué? Sintió que pasaba algo por alto, pero no supo muy bien la razón. ¿Se estaría volviendo loco? Seguía con la sensación de que había aumentado de tamaño y además se sentía más pesado, como con mayor masa muscular de la habitual. Así como una extraña sensación en el cuerpo como de hormigueo en la que no había reparado. ¿Será por lo del coma? Se preguntó. Lo más probable es que fuera así, por lo que no le dio mucha importancia. Será solo la hinchazón por la energía que tuvo que soportar.
Por ultimo pensó en Jason y las palabras que le dijo una vez: “yo estoy en donde está Ana”. Así que lo más probable era que si Ana estaba ofendida él también, y no lo perdonaría a menos que ella lo hiciera. Sintió tristeza de perder así a los únicos amigos que tenía. Tal vez no estaban molestos. Pero, el que no se encontraran allí en ese momento lo hacía pensar lo contrario. Se preguntó si habrían ido a verlo alguna vez mientras estaba en coma. No se lo había preguntado a su madre por las repentinas emociones.
Génova volvió a parecer en ese preciso instante, con unas bandejas llenas de comida, una para ella y una para él. Hasta ese momento no había sentido hambre, un hambre atroz como si no hubiera comido en un año. La mujer puso la bandeja enfrente de él en cuanto salió una pequeña mesa de debajo de la cama, luego de apretar un botón del mando, y se colocó automáticamente sobre sus piernas.
─Provecho ─le dijo a su hijo sonriendo, al ver que había adivinado que él estaba muerto de hambre. El muchacho sonrió también y se acomodó en la cama, sentándose, para comer. Sabía que lo conocía mejor que él mismo. Tomó el tenedor y probó el pollo a la plancha.
─Nada mal, para ser comida de hospital, podría acostumbrarme a estas tenciones ─dijo, mientras su madre se sentaba en el sillón a su lado y acomodaba otra mesa automática para comer ella─ Eh, mamá… ─comenzó él, sin dejar de cortar su comida y sin mirarla.
─¿Sí?… ─preguntó ella de inmediato─. ¿Te sientes mal?… ─comenzó a decir, pero Lion la atajó diciendo:
─No, no… Todo está bien… ¿Solo quería saber si nadie ha venido a visitarme? ─preguntó apesadumbrado.
Génova lo miro y descubrió al instante lo que pasaba.
─Por supuesto que sí, cariño ─respondió ella sonriendo y viéndolo con ternura─. Vinieron dos chicas y dos jóvenes ─continuó─, me parece que eran Anthony, Jason, Beth y… Ana─ nombró a esta ultima mirándolo con suspicacia─. Estaban muy preocupados por ti, en especial Ana y Jason, quienes se quedaban hasta tarde después de clases conmigo, son chicos muy agradables, todos.
─¿De verdad? ─contestó Lion, ahora si mirándola directamente a los ojos, sin dar crédito a lo que oía─. ¿Estuvieron aquí, todos ellos?
─Si ─le afirmo su madre muy entusiasmada por la repentina alegría de su hijo─. Dijeron que vendrían mañana por la tarde después de clases, porque tenían mucho trabajo del colegio ─le informó.
La cara de Lion se ilumino de felicidad al saber que las buenas noticias no se habían acabado aún. Sus amigos no estaban molestos, sino preocupados. Se sintió mal de haber pensado lo peor de ellos, pues ¿qué no le habían demostrado ya que eran bunas personas y amigos sinceros? Las palabras de su madre le recordaron la escuela, se preocupó por un momento por lo atrasado que debía ir, por estar tanto tiempo en cama, pero eso era lo de menos, ya se encargaría de recuperar el tiempo perdido de clases en su debido momento. Primero disfrutaría de la compañía de sus compañeros y amigos. Esa perspectiva, ahora, era más reconfortante de lo que se hubiera imaginado nunca.
─Ahora sigue comiendo ─le pidió su madre─. Luego me contaras todo sobre tus compañeros, no me has dicho mucho sobre ellos, aunque ya los conocí un poco, parecen estupendas personas.
─Si, lo son.
Lion suspiro de nuevo de puro alivio. Habían sido muchas emociones en tan pocos minutos, en tan pocos días. Al igual que el primer día que despertó, después del incidente en el museo. Al igual que cuando comenzó en su nuevo colegio. ¿Terminaría esa oleada de emociones y nuevas experiencia algún día? al menos esperaba que las malas experiencias si terminaran de por vida, o un tiempo largo por lo menos. Por fortuna también habían sido minutos de muchas buenas noticias. Estaba seguro de que de volver a pasar por ello, y haría lo posible porque no volviera a pasar, las cosas no le saldrían tan bien. Ahora su madre podía castigarlo una eternidad y lo aceptaría con gusto, pues sabía que lo merecía. Lo más importante era que nadie había muerto por su culpa o lo odiaba por lo ocurrido.
6
Pruebas de fuerza
Todo estaba oscuro, se encontraba en un lugar por completo extraño, él nunca había estado en un lugar así. Era un sitio con una oscuridad tan intensa que no podía ver ni sus propios dedos aunque los pegara a su cara. De repente un montón de luces se encendieron y vio maravillado la perfecta inmensidad del cosmos.
Estaba en el espacio, y no se explicaba cómo era posible que estuviera allí sin morir al instante, flotando como si se encontrara a la deriva de un inmenso océano. Por un momento pensó que era un sueño muy hermoso que lo llenaba de paz. Pero eso no duro mucho, porque una explosión colosal salió de pronto de quien sabe dónde y chocó con él, y al hacerlo sintió un calor tan tremendo que creyó estar ante el mismo sol. Allí estaba de nuevo esa pesadilla, había tenido la misma en varias ocasiones incluso antes de su accidente, y de nuevo venia esa pregunta a su cabeza; ¿Dónde está él?
Lion despertó sobresaltado.
El sueño cambiaba poco con el pasar del tiempo, a veces estaba frente a un espejo oscuro sin saber quién era al que reflejaba. ¿Por qué continuaban esos sueños extraños? después de todo sabía quién era ¿o no?… Era Lion Baccon. ¿O tal vez se debía a algo más profundo de su identidad? Más que un simple nombre, no lo tenía muy claro.
Solo fue un sueño, se dijo a sí mismo, y se levantó para ir a la escuela. Era extraño pero sintió como si fuera de nuevo el primer día, pues había pasado sus buenos días en un hospital. Sus amigos lo habían ido a visitar al día siguiente de recuperar el conocimiento, lo que por supuesto le había levantado el ánimo, al igual que a ellos el verlo despierto; Jason, Beth, Anthony y Ana. Daniel y Zack, se podría decir que su relación con ellos no era precisamente la más sólida en esos momento, y por eso no le importó que no fueran, en fin su relación con ellos no era ni la mitad de buena que la que tenía con sus amigos de verdad, los que sí estaban allí con él.
Ana, ella se había portado como si lo sucedido en el museo antes del accidente nunca hubiera ocurrido. Lo que significaba que su amistad le importaba tanto como para pasar por alto su canallada. Aun se culpaba por lo que había hecho, se sentía como el peor de los villanos por ello. Pero ella se mostró encantada de estar allí y lo miró siempre como si lo más importante en su vida fuera el hecho de que él había salido ileso.
Al igual que Ariel y Hermes.
Estos también habían regresado ya a su casa y estaban igual que Lion, recuperándose. Lo más probable era que los viera ese día, si iban a clases. Después de todo era lunes y compartían la primera hora, así como la primera hora de la tarde los miércoles.
No había forma alguna de evitar su encuentro, pues este ocurriría tarde o temprano, sin importar lo que sucediera, estaba consciente de que debía mantener la paz entre ellos lo mejor que pudiera. Por su parte, él no lo incitaría de nuevo a la pelea. Pero era Ariel el que más le preocupaba, Hermes aún ni le había dirigido la palabra, así que le era más indiferente.
¿Pero si era él quien lo comenzaba? Lo más probable era que así fuera, él no le temía a Ariel, si él lo atacaba de nuevo se defendería, eso era seguro.
Aun así, haría lo que estuviera a su alcance por no provocar una situación como aquella de nuevo. Si Ariel quería pelear, tendría que ser él de nuevo quien diera el primer golpe. ¿Sería capaz de encontrar la forma de justificar un ataque si lo hacía? De cualquier forma Lion estaba más que satisfecho por haberle hecho frente ese día como nunca nadie había sido capaz, a pesar del motivo que aún lo hacía ruborizarse. Pensando en esto se lavó, vistió y salió para encontrar las respuestas a sus preguntas en el colegio.
Daba la impresión de que todo el mundo, además de los que estuvieron presentes en el museo el día del altercado con el rey de los bravucones, estaba más que enterado de lo ocurrido. Era de esperarse, pensó Lion muy a su pesar, pues tenía la esperanza de que los días que había pasado en el hospital fueran suficientes como para que todos lo olvidaran, para que fuera parte del pasado o que por lo menos se hubieran aburrido ya de cuchichearla como para seguir haciéndolo cuando el pasaba por el lado de algún grupo. Como el que se encontraba en ese momento en el pasillo camino a su primera clase.
Casi todos lo veían como si fuera el peor de los criminales que acabara de escapar de la cárcel, o al menos eso fue lo que sintió. Otros lo miraban, aunque muy pocos, con cara de admiración. Excepto los amigos bravucones de Ariel con los que se cruzó, estos solo le lanzaron miradas mezcladas, entre asesina e intimidada por él. Se sentía extraño y no solo por las miradas y las murmuraciones, sino como si hubiera crecido en verdad unos cuantos centímetros y hubiera adquirido un poco más de masa muscular, pensó que esa sensación se le pasaría al salir del hospital pero persistía, además que sentía las cosas más nítidas a su alrededor, como los sonidos, olores, los objetos y personas. Era una sensación rara, pero pensó que lo más probable era que fuera algún efecto del extraño estado de coma del que acababa de salir, pues lo comenzó a sentir poco después de despertar de él, por eso no le preocupaba tanto, lo más natural era que se le pasara de un momento a otro al estar ya recuperado por completo.
A pesar de esta peculiar situación, se sentía extremadamente bien, hasta se sentía capaz de levantar un camión con sus propias manos, era el mayor estado de vitalidad que había sentido nunca. Lion se preguntó si le sucedería lo mismo a Ariel. Lo más probable era que sí. Pero algo si era seguro… él no se lo preguntaría. Razonando sobre esto, entro a su clase.
En el aula había poca gente, pues aún era temprano y el profesor no había llegado, se sentó en su lugar y observó como el aula se iba llenando gradualmente unos minutos después. Hasta que el profesor Aguilar llegó justo a la hora puntual, como siempre.
Suspiro de alivio, al parecer la persona que menos deseaba ver no iría ese día a clases.
Pero unos quince o veinte minutos después se dio cuenta de que lo había dado por sentado muy pronto; Pues Ariel Grum cruzó la puerta de repente, junto con Hermes.
Y no llegaban solos.
Habían llegado con un hombre de aspecto formidable: alto, corpulento y de ancha mandíbula cuadrada, ataviado con un costoso traje negro a la medida. El sujeto, que muy probablemente era el tío de Ariel, tenía un rostro amable, algo que no encajaba con lo que estaba acostumbrado a relacionar a su compañero de clases. Además, tenía los ojos color café dorado, como los de Hermes, pero su cabello era más corto y castaño oscuro, peinado a un lado de una forma escrupulosamente elegante, y un poco rizado en las puntas, mientras que su tez era del mismo tono blanco del de su hijo y su sobrino. A pesar de estas sutiles diferencias, se parecía mucho a Hermes. Tenía el típico aspecto de un empresario exitoso, aunque parecía más joven de lo que seguramente era. Daba la impresión de ser muy confiado y seguro de sí mismo, sin llegar a la petulancia, lo que quedó demostrado cuando habló con el profesor y lo saludó con un cálido apretón de manos y una sonrisa en el rostro.
El profesor les pidió, a Ariel y Hermes, que se sentara en su lugar cuando el tío de éste le pidió que lo acompañara a fuera un momento. Los muchachos fueron a sentarse y Lion se percató que pasaron directo a sus asientos, en la fila opuesta a la suya, sin dirigirle siquiera una mirada, ni a él ni a nadie. Parecían, especialmente Ariel, decididos a evitarlo así como él a ellos.
Unos quince minutos después el Profesor regresó con el ceño extrañamente fruncido y murmurando algo que sonó a; ¿cómo es posible? y continuó con su clase luego de calmarse. Lion estaba intrigado por lo que le diría el Sr. Grum, que a pesar de todo parecía una persona amable.
El resto de la mañana trascurrió sin eventualidades fuera de lo normal, para la hora del almuerzo ya se había encontrado con sus amigos y todos iban camino a la cafetería. Esta, como de costumbre, se encontraba abarrotada de estudiantes que formaban un mar de azul, el color de sus uniformes, contra la gran estancia de color blanco puro y con la mezcla habitual de olores de comida en el aire.
Lion y sus amigos se sentaron en su mesa de siempre luego de hacer la fila y llenar sus bandejas de comida. Todos lo miraron cuando este pasaba al lado de algunas mesas y comenzaban a murmurar, algunos lo miraban y les daban codazos a sus otros amigos para que estos hicieran lo mismo.
─Tranquilo ─lo animó su amigo Jason, dándole una palmada en el hombro, al ver su cara de incomodidad─. Los rumores van y vienen, seguro pronto pasa de moda, lo olvidan y empiezan otro, así que ¡ánimo! ─exclamó el chico incondicionalmente, con una sonrisa, palmeándole la espalda.
─Si ─murmuró él en respuesta─. Seguro así será ─él ya le había dedo vueltas al asunto y había llegado a esa conclusión, así que se volvió más optimista.
─Si, ánimo ─recalcó Ana con una sonrisa, a la que él correspondió.
Aún se sentía culpable por lo ocurrido en el museo, lo mejor sería ofrecerle una disculpa propiamente dicha, pero lo haría cuando pudieran estar a solas, cuando la vio en el hospital se lo había propuesto, pero tampoco allí habían tenido privacidad. Ella era una verdadera amiga. Además de una muy madura para su edad.
En ese preciso momento, los Grum, entraron en la cafetería, llenaron sus bandejas y fueron a su lugar de costumbre, a estos, sobre todo a Ariel, también le lanzaban miradas inquisidoras pero las ignoraron también, inmediatamente después se les unieron el resto de su pandilla. Misteriosamente fueron menos que los acostumbrados.
─¿Cómo es que aún no lo expulsan? ─se preguntó una indignada Beth, mirando incrédula a Ariel─. Supongo que es cierto lo que oí esta mañana y vino con su tío que muy generosamente debe haber sobornado al director ─se respondió ella misma su pregunta, sacudiendo la cabeza en señal de desaprobación al final.
─Yo también escuche algo al respecto ─informó Anthony en susurros─. Pero lo que yo escuché es que había sido más una amenaza que un soborno.
─Yo oí que sí, lo iban a expulsar ─aportó Jason─. Pero ¿Quién te dijo que su tío amenazo al Director? ─le preguntó a Anthony frunciendo un poco el entrecejo de la forma en que solía hacerlo cuando algo lo llenaba de curiosidad.
─Bueno ─comenzó Anthony, algo apenado, a diferencia de Beth, a la hora de contar cotilleos─. Comparto clase con Emily, la hija de la secretaria del Director, la Sra. Berta, y escuche que le decía a una de sus amigas que su madre oyó esta mañana discutir al Director con el Sr. Grum, que a su vez le decía en voz alta: “Es necesario que le recuerde que mi familia es la principal benefactora de este colegio” al parecer era una contestación a un comentario del Director sobre la inminente expulsión de su sobrino, a lo que el director no contesto nada.
─Y no lo culpo ─lo defendió Beth, con ojos llenos de gratitud por la nueva información de Anthony─. El Sr. Grum puede ser muy… Bueno… atemorizante.
Lion le dio la razón, pues a pesar de que parecía gentil, al menos en el momento en que lo vio esa mañana, podía imaginarse por su corpulencia, que igual podría resultar amedrentador. Aunque era solo un poco más alto que él.
─Pero… ─añadió Anthony─. El Sr. Grum también le prometió que Ariel ya no sería el mismo y que ya no tenía por qué preocuparse.
─Eso sí que esta difícil ─dudó Beth─. Ya saben lo que dicen, árbol que nace torcido… ─dejo la frase a la mitad teatralmente, como solía hacer cuando quería ser sarcástica.
Ana la miro irritada.
─¿Quién sabe? ─conjeturó Lion─. Esta mañana si parecía diferente, más tranquilo al menos, a lo mejor esta vez se lo tome en serio ─Ana le dedicó una media sonrisa, mientras los demás lo miraron incrédulos, como si hubiera enloquecido, pues él precisamente debería dudarlo.
─Por lo menos, al igual que tú, él parece haber cambiado en algo ─señaló Beth irónicamente, Lion la miro confundido─. Ambos están más altos, casi que los puede atropellar un avión ─añadió poniendo los ojos en blanco como si fuera lo más obvio del mundo.
─Si es cierto ─manifestó Jason con sorna─. Además parece que hubieran abusado más de los anabólicos esta semana en comparación con la anterior.
─Cómo crees ─se defendió Lion, sin humor─. Yo nunca usaría esas cosas.
─Lo que digas amigo ─se burló Jason, levantando las manos para simular que lo intimidaba, Lion lo miro molesto─. Hombre, que es broma─ agregó, ya sin reír y algo exasperado por la falta de humor en su amigo─. No te enfades, sino será más difícil creer que no las usas ─todos rieron esta vez, incluso Lion aunque a regañadientes.
El resto del almuerzo transcurrió igual de tranquilo, con conversaciones similares y de comentarios sobre las clases. Lion se relajó por primera vez en varios días. Otra de las cosas que le había estado preocupando en la mañana era que cualquiera de sus otros amigos le preguntaran sobre los detalles del enojo de Ariel en el museo, aunque sabía que lo más probable era que ya lo supieran, pero como Ana, parecía que todos habían decidido no torturarlo con ese tipo de preguntas y prefirieron alegrarse de que estuviera sano y salvo, quizá Ana les habría pedido que lo olvidaran o ellos mismo al ver que a ella no le daba importancia, habían decidido que tampoco tenian porque dársela, incluso Jason, quien quería a Ana como si fuera su hermana, parecía que lo había perdonado. Pensó en un momento de desesperación que ellos lo odiarían, que habían ido al hospital solo por cortesía y que no volverían a dirigirle la palabra después, pero ahí estaban para su gran sorpresa, seguían con él. Al parecer estaban de acuerdo que estar en un hospital en coma por tanto tiempo era castigo suficiente por su descaro.
Aun así, decidió que lo más apropiado seria ofrecerles una disculpa como se debe, a Ana especialmente y quizá a Jason, por ser el más cercano a ella. Lo haría en cuanto estuviera a solas con cualquiera de los dos.
El miércoles llegó en un abrir y cerrar de ojos. De nuevo, Lion estaba emocionado de volver al entrenamiento de artes marciales, se había retrasado una semana, pero eso solo lo motivaba más, al igual que la perspectiva de recuperar el tiempo perdido y distraerse. El día anterior se había dado la oportunidad de disculparse con sus amigos Ana y Jason, al principio le dijeron que eso no era necesario, pero igual insistió y lo hizo, ambos dijeron que no tenía de que preocuparse, le habían dejado claro que seguirían siendo sus amigos:
─Además ─le dijo Jason─. El culpable de todo fue Ariel, él no tenía derecho de molestarse, ya no es nada de Ana, ella puede estar con quien quiera ─eso lo había hecho sentir mucho mejor por un momento, pero luego se dio cuenta de que Ana no le había contado que él la había besado solo para molestar a Ariel, como pensaba, lo que le hizo sentir una nueva y aguda punzada de culpabilidad. Todos sus amigos, así como la escuela entera, pensaban que su beso con Ana era autentico. Seguramente Ana se sentía tan apenada que prefería no desmentirlo. Por otro lado, ella tambien acepto sus disculpas, por supuesto. Luego de hablar con ella se dio cuenta de que era algo que mejor debía quedar entre ellos dos, pues podía considerarse algo íntimo.
─Lo más sensato ─le había dicho ella algo incomoda─. Es que nos olvidemos de lo ocurrido y mientras menos personas lo sepan mejor.
Lo cierto era que tenía razón, no había motivo para involucrar a más gente en algo que había ocurrido entre ellos dos. Agradecido por la madurez de Ana, se había permitido relajarse por completo al fin, después de toda esa locura. Así que ese día estaba de muy buen humor.
Esa tarde se dirigía como de costumbre a los entrenamientos de Artes marciales con Ana. Durante el almuerzo le había explicado todo lo referente a los torneos y competencias que tendrían durante el año, y lo más importante sus reglas; como el de no salirse del límite indicado en la plataforma y cosas por el estilo. También le había dicho que ese día el maestro Ben les daría el calendario con las fechas para los torneos y tendrían una evaluación especial. Esto emocionó y asusto un poco a Lion, lo evaluarían. Era bueno, pero ¿tanto como para ser evaluado y salir bien?
─Tranquilo ─lo animó su amiga─. Lo harás bien, eres excelente en esto y estas pruebas no son nada del otro mundo. Lo primero que miden es tu fuerza de ataque con un dispositivo especial, muy preciso, y luego te asignan a una categoría para saber con quienes te puedes medir de acuerdo con tus especificaciones ¿entiendes? ─le echó una mirada evaluadora y agregó─. Seguro que con los pesos pesados. Sabes, Jason tiene razón, estas más grande.
Lion se sonrojó un poco por la forma en que lo dijo y se sintió muy alagado.
Unos minutos después, al entrar en el gimnasio, pudo apreciar que efectivamente había un aparato con forma cilíndrica muy ancha que, como a la altura del torso, era acolchada, parecía una versión estrambótica de los sacos que se usan en boxeo para practicar. El aparato se sostenía sobre un trípode de patas muy gruesas de acero, que seguramente lo harían capaz de soportar el golpe de un tren a su máxima velocidad, y parecía bastante viejo y usado
Lion caminó al encuentro de su maestro, que estaba en el centro con algunos de sus compañeros.
─¿Cómo va todo Lion? ─lo saludo él con jovialidad─, me alegro de verte de nuevo… y en perfecta forma.
─Que bueno que no pasó de ser un susto amigo ─añadió alegremente Billy, su ayudante.
Luego Ben volvió a su habitual expresión de serenidad, les ordenó a sus pupilos que se pusieran en fila de acuerdo a su tamaño, Lion al último como era de esperar.
Les presentó a todos un individúo joven, delgado, con gafas y cara de desinterés, como aburrido, llamado Frank Laín, quien vestía un uniforme deportivo de color negro y dorado, era el que traía el medidor de fuerza junto con un sujeto alto y robusto con overol azul, que se retiró luego a esperar fuera, seguramente el encargado de cargar la pesada máquina y manejar la camioneta de la compañía, y explicó que ambos habían sido enviados por los organizadores del Torneo Nacional Juvenil de Artes Marciales más próximo, para recoger los datos de todos los integrantes de los diferentes equipos de las escuelas del país.
Luego el maestro prosiguió a darles las indicaciones de lo que debían hacer a todos, en consideración a los más nuevos como Lion, ilustrada por una demostración perfecta de Billy, su asistente. Solo tenían que golpear, como ya les habían enseñado en los entrenamientos, en la zona acolchada del aparato, que luego mostraría en una pantalla, a la izquierda, la fuerza total del impacto midiendo la presión de los golpes de cada uno.
─Bien, comiencen ─les ordenó el maestro haciendo una señal al integrante que encabezaba la fila, un chico bajito llamado Jimmy. Este pasó con paso decidido al centro en donde el tal Frank ya estaba al frente de la pantalla del medidor, Lion oyó que le preguntaba su nombre para que el aparato lo registrara por voz, en donde aparecerían muy seguramente todos sus datos, como estatura o peso, y en donde, luego de obtener los datos de todos, los archivaría en su tableta electrónica, que serbia al mismo tiempo de pantalla al medidor…
Efectivamente, como pensó Lion, un escáner de un azul eléctrico que salía del medidor, cubrió al joven de pies a cabeza, midiendo su estatura, Frank le indico que subiera a una pequeña alfombra plateada que estaba un paso más adelante de él y tomó su peso. Para luego darle la señal de que procediera con el golpe para medir su fuerza de ataque, la maquina la registró y Frank siguió con su expresión de frio desinterés, como si ya estuviera arto de esa rutina en todas partes. Lion se imaginó que se sentiría igual de aburrido si fuera él, y se preguntó si quizás alguna vez había sido peleador y por eso preferiría estar entre los integrantes.
Uno a uno fueron repitiendo el mismo procedimiento hasta que después de un muchacho llamado Oscar, pasó Lion, Ana había sido la segunda y hacia un rato que ya estaba sentada en las gradas, a la derecha esperando que terminara la evaluación de fuerza. Todos observaron expectante a ver su resultado, pues era el de mayor estatura del equipo. Lion se sintió un poco nervioso por la inusitada atención y el alto techo del gimnasio se hizo aún más alto y la estancia más grande.
Cuando llegó al frente del medidor de fuerza, Frank seguía con expresión de aburrido. Él, por su parte, sintió un nudo en la garganta, nervios, éste le preguntó su nombre con voz cansina:
─Apolión Febo Baccon ─dijo en un susurro, pero muy claro.
La máquina midió su estatura, escuchó como ésta decía: “uno, ochenta y ocho” con su voz metálica y luego Frank le indicó que se subiera a la alfombra plateada para que diera su peso.
El maestro Ben estaba igual de expectante que sus alumnos a unos cinco pasos a espaldas de Frank, Billy se había sentado con los demás y observaba desde las gradas.
─Prosigue ─le dijo con voz seca Frank.
Lion tomo aire, se concentró al máximo en su fuerza para olvidar que lo observaban por un segundo y con un ágil, rápido y certero movimiento, uno como jamás había hecho en su vida, muy presto para su tamaño, golpeó en la zona que media la presión ejercida.
El golpe fue perfecto, limpio y sonó como el estallido de una bomba:
BOOM.
El medidor de fuerza se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, Lion vio horrorizado como se desprendía, volaba por el aire y abría un surco en el suelo de madera del gimnasio, antes de terminar de caer por completo, se llevaba por delante y partía desde la base el poste de la canasta de Baloncesto (que calló a unos pasos delante de él), se estrellara con un gran estrepito en la gruesa pared de concreto que tenía en frente y la atravesaba para caer al otro lado hecho pedazos, dejando un hueco justo en medio de las puertas de los vestidores de los chicos y las chicas. Por el hueco que había dejado el medidor se podían ver las duchas de los chicos a la izquierda, pues justo allí yacían los restos del medidor de fuerza hecho añicos, que a su vez habían roto una de las tuberías haciendo que un chorro de agua se derramara por el suelo.
Lion bajo lentamente el brazo con el puño aun cerrado pues se había quedado paralizado un segundo, el segundo que duro en hacerse el destrozo por su fuerza sobrehumana. Dejo el puño cerrado y aterrorizado miró a su alrededor. Como se temía, todos aún tenían la expresión de terror en sus rostros y algunos estaban con la boca abierta, como Frank, quien lentamente se apartó de Lion con temor cuando este se fijó otra vez en él. Ana tenía los ojos muy abiertos y lo veía como si no lo conociera.
Por el contrario, contra todo pronóstico, el maestro Ben se acercó a él. Lion lo miró a los ojos, al principio dilatados de impresión, pero luego se recobró y lo miró más atentamente, como si fuera la primera vez que se fijaba realmente en su alumno. Este sintió miedo, ¿qué pasaría ahora? Seguro lo expulsarían, de la única escuela en que había conseguido encajar.
¿Lo había perdido todo en un segundo?
Era en lo único que podía pensar. En eso y en preguntarse cómo es que había adquirido tanta fuerza en tan poco tiempo en los entrenamientos de artes marciales.
El maestro Ben llegó justo frente a él, todavía nadie se atrevía a hablar, apenas había transcurrido un escaso minuto desde lo ocurrido.
─¿Te encuentras bien muchacho? ─le preguntó Ben, en un tono igual que su expresión, como si lo acabara de conocer. ¿Pero qué clase de pregunta era esa? claro que no se sentía bien, se hubiera desmallado de no haberse sentido capaz de derribar un camión de un golpe y al parecer no era una metáfora en su caso. Pero aun así, por dentro se sentía fatal, asustado ¿y si la expulsión era solo el menor de sus problemas? comenzó a preguntarse si lo llevaban preso por destrozar la mitad del gimnasio, pues si de algo estaba seguro era que ni él ni su madre tenían dinero suficiente para pagar esos daños, aunque vendieran su casa, eso sin contar el medidor de fuerza que parecía un aparato costoso y sofisticado del cual lo único que quedaba era la alfombra plateada bajo sus pies.
Medio minuto más tarde se escuchó un rumor de pasos tras la puerta de entrada, Lion se volvió y vio a través del cristal de la puerta a un montón de chicos apilados fuera intentando ver, seguramente llamados por el gran estruendo que había hecho, pero el Coordinador les impedía el paso y les ordenaba regresar a sus clases. Luego este entró, cerró la puerta y miró a su alrededor, primero se quedó pasmado y luego un fulgor cruzó sus ojos.
─¡¿Qué demonios significa este desastre?! ─exclamó, miró a los demás estudiantes que estaban en las gradas y que se habían puesto de pie con un repentino murmullo entre ellos, pues se disponían a irse, menos Ana quien se quedó rezagada y miraba a Lion con una expresión ahora de desconcierto. El profesor recorrió la instancia con la mirada, como evaluando los daños, miro a Frank que parecía atragantado y luego al maestro Ben.
─¡Ben, explícame que…! ─Comenzó el profesor Alfonso, pero fue interrumpido por un grito furioso de Frank que dijo como si por fin pudiera sacar las palabras:
─¡ES UNA BESTIA! ─estas palabras le cayeron a Lion como un balde de agua fría─. ¡ESE DE AHÍ! ─añadió señalando a Lion.
Este miró aterrorizada a Ana que ahora miraba al tal Frank con expresión molesta y parecía ofendida, como queriendo decirle el mal del que moriría, esto desconcertó más a Lion.
El profesor Alfonso le lanzó una mirada interrogante a Lion.
─Por favor, ayúdeme ─le imploró en un susurro a Ben, quien seguía mirándolo con interés y con un extraño destello de reconocimiento en su velada mirada gris azulada. Lo dijo tan bajo que el profesor Alfonso no lo escuchó.
─Alfonso me encantaría explicártelo en un momento, pero ahora… ─tomó a Lion de un brazo, como si lo hiciera a regañadientes─, tengo que arreglar un asunto primero, si me disculpas ─y dejó al coordinador con una expresión de confusión.
Dirigió a Lion hacia los vestidores de los chicos, donde entró con él.
─Espérame aquí, enseguida vuelvo ─su tono cambio en cuanto dejó atrás el gimnasio, parecía más apremiante que nunca. Salió rápido y lo dejo solo, no pudo estar más agradecido con él, necesitaba un momento para asimilar todo.
No era un sueño por más que lo deseara, había sido él y solo él quien había dado un golpe con una fuerza descomunal que no sabía que poseía hasta ese momento ¿Pero cómo? Es imposible que uno tenga una fuerza como esa y la descubra de un día para otro. Se dijo intentando ser lógico, aunque sabía la respuesta: no, no lo es, había sentido una extraña sensación como ninguna que hubiera sentido antes. Se sentó en uno de los bancos entre los casilleros azules del vestidor, y se cubrió la cabeza con las manos deseando caer por un agujero del que no pudiera salir nunca. Todo se había tornado tan extraño desde que piso ese colegio, se dijo. Desde que conoció a Ana y por extensión a Ariel y… Ahora estaba peor desde el accidente. Todo le daba vueltas, vomitaría de un momento a otro. Sospechaba que algo tenía que ver el “accidente” en el museo, pero no podía decir exactamente a qué nivel: y si esa cosa del generador lo había transformado como a esos dignos héroes de las pueriles historietas y caricaturas que él solía ver de niño; “El Caballero Armagedón; con su reluciente y moderna armadura de plata, que se hizo el mismo cuando un accidente lo volvió súper inteligente, salvando al mundo de los Jinetes de fuego, sus más poderosos enemigos…” recordó de repente, esa era su seria animada favorita de chico, incluso había tenido juguetes alegóricos a ese personaje. Pero no, eso era menos que probable, aunque no parecía lógico descartarlo del todo. No cuando lo inverosímil se vuelve tangible, pensó con ironía.
¿Esto es real? ¿Me habré vuelto loco? ¿Seguiré inconsciente en una cama de hospital?
Todas estas, y más preguntan, se precipitaban en su mente y se atropellaban unas a otras.
No, se obligó a decirse pues lo mejor era ser sinceró consigo mismo, esto sí es real, yo soy real… y en un rincón de su mente una voz despreocupada dijo:
Real y poderoso amigo mío, real y poderoso.
Se levantó y se encaminó a su casillero, donde se cambió rápidamente de ropa, por hacer algo, para no sucumbir en la desesperación, aunque solo se colocó los pantalones, la correa, los zapatos y la camisa del uniforme, dejando la chaqueta y la corbata en su lugar en el gancho. Se dobló sus mangas hasta el codo y volvió a sentarse en el banquillo, acercando sus rodillas, tratando de mantener la mente en blanco. Esperando pacientemente.
La puerta volvió a abrirse de golpe, era Ben. Lion se puso en pie de un salte, la expresión del maestro era seria otra vez, pero éste no le dijo nada. Se fue hacia el fondo de los vestidores saco su celular, pequeño, plano y cromado, marcó y habló unos tres minutos en susurros apresurados. Luego se volvió y se acercó hacia él. Lo escudriñó un momento, para luego decirle:
─Tranquilízate un poco, la ayuda viene en camino… acabo de llamar a un viejo amigo mío y viene para acá.
─Pero… ¿Quién es? ─se extrañó el chico.
─Calma, ya lo sabrás, relájate.
Eso era fácil decirlo.
─Pero… el profesor Alfonso y Frank… ─comenzó Lion, con tono de desesperación.
─Ya solucioné todo con Frank, quien luego de dejar de verte se empezó a preocupar por el medidor de fuerza dañado y sobre quien iba a responder por él─ lo tranquilizó el maestro─. Y Alfonso, bueno le dije que yo solucionaría lo ocurrido y que se quedara tranquilo. Acaba de irse junto con tus compañeros y Billy.
─Pero ¿cómo pasó eso? le juro que yo no… ─comenzó imperiosamente.
─Tranquilo, lo sé, en un momento se te aclararan tus dudas, solo espera.
─Pero todos vieron como yo…
─De eso me encargaré yo luego, después de todo no sería la primera vez ─mencionó de modo irónico.
Lion respiraba hondo, a pesar de no entenderlo decidió no contrariarlo y se fijó en que su maestro lo miraba de una forma extraña, tenía en los ojos una mirada de cariño que no esperaba de él.
─Con que tu padre era Bruno Baccon ¿eh? ─comentó de golpe sacando a Lion de su ensimismamiento y distrayéndolo por completo.
─Si ─respondió desconcertado, como si no lo hubiera oído bien─. ¿Usted lo conoció?
─Por supuesto ─declaró con una sonrisa que nunca le había visto, parecía un niño recordando su mejor navidad─. Él fue un gran amigo mío, el mejor de hecho ─añadió con una mirada nostálgica.
Lion estaba anonadado por la nueva información de su padre, nunca había conocido a ningún amigo suyo y eso representaba una oportunidad de saber más de él. Entonces Lion también miro a su maestro como si fuera la primera vez que lo viera. Él podría hablarle de su padre de la forma y de las cosas que su madre no era capaz de hacer. Esa nueva certeza le hizo olvidar por completo todo lo ocurrido, pues de alguna forma, por muy descabellado que pareciera, sabía que todas sus dudas se responderían si lograba descubrir más cosas sobre su fallecido padre y su pasado. Tenía que estar conectado, los sueños que tenía con él debían significar algo.
─Hábleme de él por favor ─le imploró─. ¿Puede?
─Yo… ─dudó por primera vez el maestro Ben─. No sé si deba… veras…
─Por favor, sé que todo está conectado de alguna forma con mi padre… creo que siempre lo he sabido y solo le pido que me hable un poco de… como era él ─le aclaró el muchacho, muy lentamente. Al final se dio cuenta de que lo que quería saber era si su padre fue como él o fue lo mismo que él, fuera lo que fuera, pues ya tenía claro, por más que quisiera desechar esa idea, que era algo más. Algo diferente a un humano. Algo que a la vez no era tan extraño, pues siempre consideró ser diferente o por lo menos no tan normal como los otros.
Él se disponía a escuchar todo lo que le dijera Ben sin hablar, para luego asimilarlo si era posible. También de esa persona que venía en su ayuda, y que parecía saberlo todo al respecto, por lo que le dijo el maestro y como lo dijo; se aclararan tus dudas.
Por su parte, Ben pareció entender la esencia de las dudas y deseos de Lion de saber más acerca de su progenitor, porque le respondió justamente lo que quería oír.
─Él era tan extraordinario, como tu… y buena persona, excepcionalmente buena ─le contó sin vacilación, como si eso fuera más que suficiente, como si no hubiera lugar a dudas para esa afirmación. Lion volvió a sentir un nudo en la garganta, esta vez de emoción─. No te preocupes por lo que pueda pasar, tu estarás bien, nosotros no permitiremos que te pase nada y no los dejaremos desamparados… no puedo creerlo, ¿cómo no pude reconocerte de inmediato? supongo que el tiempo me está haciendo lento.
El muchacho se preguntó que quería decir con eso ¿quiénes eran los otros que no lo dejarían desamparado? Y ¿Se refería a su madre y a él? Comenzaba a desesperarse; pues ¿qué era lo que podría pasar que no dejarían que pasara? Eran tantas preguntas, pero aun así siguió firme, decidido a esperar a su supuesto salvador con su revelación.
En ese momento se abrió la puerta y por ella entró un hombre alto, recio, de fuerte mandíbula, cabello castaño y ojos café dorado con una sonrisa amable en su agraciado rostro, seguido por otro de casi la misma estatura y contextura, pero con un cabello castaño desordenado, aún más oscuro y los ojos iguales a los del otro. Eran muy parecidos, demasiado de hecho.
Uno de ellos era con mucho la última persona que Lion se hubiera imaginado ver jamás en una situación tan apremiante como esa;
El Sr. Grum.
7
Revelación
─Él es Artemio Grum ─presentó el maestro Ben, sin más, volviéndose a los recién llegados─, y él su hermano Demetrio ─siguió, señalando al otro, después de saludarlos brevemente.
Artemio le dio un gentil apretón de mano, y Lion sintió un extraño reconocimiento hacia él. Como si pertenecieran al mismo sitio, la sonrisa de Artemio se ensanchó. Demetrio también le dio la mano y Lion sintió lo mismo con él, como si los conociera de siempre. Aunque Demetrio solo le dedico una media sonrisa ligera y parecía más adusto que su hermano, o quizá se lo pareció porque vestía más informal que este: con jeans azul oscuros, chaqueta de cuero negra, cabello oscuro desordenado y un poco más rizado que el de su hermano, sin embargo, su ropa tenía el mismo tono costoso y de marca que el traje del otro. Tampoco parecía haber mucha diferencia de edad entre ellos, pues parecían contemporáneos, casi gemelos. Solo le dijo: ¡Hijo de Bacco!… como Lion no entendió su expresión, prefirió no contestarle nada. Tenían un extraño y tenue acento. Los dos imponían respeto de una forma soberbia.
─Es un placer Lion ─le dijo a su vez Artemio (su voz era potente y clara) y así parecía pues estaba extasiado, como si hubiera deseado verlo desde hacía mucho tiempo, como si fuera un gran amigo perdido─. ¡Vaya! ─añadió observándolo minuciosamente─. Eres la viva imagen de tu padre compañero.
Lion no puedo evitar sonreír de orgullo al escuchar eso. Artemio era alguien realmente agradable, pensó. A pesar de que no esperaba que fuera él quien, según el maestro Ben, le daría respuestas, se alegró de verlo.
─Sera mejor que nos apresuremos ─lo apremió su hermano, con voz imperiosa─. Debemos solucionar esto cuanto antes.
─Sí, claro ─coincidió Artemio repentinamente serio─. Ve por los muchachos y espéranos fuera ─Demetrio asintió y dejó de inmediato los vestidores cruzando la puerta con paso firme.
─Lion, sé que, en gran parte, estas confundido pero también sé qué otra parte ya la debes haber intuido y deducido por ti mismo pues conozco nuestra forma de pensar ─Lion lo miró con creciente desconcierto, pues ¿cómo lo sabía? Y ¿qué quiso decir con: nuestra manera de pensar?─. Pero te pido que esperes solo un poco más, ¿está bien? ─siguió Artemio, en tono benévolo─. Y te pido también que vengas conmigo por favor.
Lion no supo por qué ni cómo, pero se puso de pie decidido a ir con él. De alguna forma sabía que podía confiar en Artemio. Pero sin decir nada aun, iba a seguir con su plan de escuchar sin replicar.
─Ben, ya sabes que eres bienvenido si quieres venir con nosotros.
─No hace falta, los alcanzaré luego, debo arreglar el pequeño asunto del medidor de fuerza ─se disculpó el maestro, señalando hacia la derecha de la instancia.
Lion sintió una punzada de culpabilidad y vergüenza. Pero el terror que sentía hacía solo unos minutos no volvió a aflorar, lo mantendría a raya hasta entender todo. Casi estuvo a punto de pedirle a su maestro que fuera con él, pues era la única persona que había conocido que conocía también a su padre y podía hablarle de él, pero antes de replicar, él pareció entender.
─Escucha, Artemio conocía también a tu padre ─comentó colocándole una mano en el hombro─. Quizá hasta lo entendía mejor que yo, así que tranquilo, como te dije, él aclarará todas tus dudas ─dicho eso, Lion se tranquilizó, pues aunque le habría gustado que fuera alguien conocido, la verdad era que Artemio parecía muy amable y le inspiraba mucha confianza por un motivo que todavía no alcanzaba a comprender.
─Así es ─le aseguró éste al muchacho y luego volvió a dirigirse a Ben─. Y sobre ese asunto de los daños, mantenme informado─ le pidió el Sr. Grum con una sonrisa despreocupada. Ben asintió.
─Bien, vamos Lion.
Ambos salieron del vestidor de los chicos, Lion se obligó con todas sus fuerzas a no mirar hacia el desastre que había hecho. Salieron del gimnasio hacia los desiertos pasillos. Lion agradeció que todos estuvieran todavía en clase, lo menos que necesitaba era ver como todos se volteaban a verlo cuando salía con el padre de Hermes, o peor; como cuchicheaban lo ocurrido, porque seguramente todos se enterarían esa tarde de lo acontecido en el entrenamiento de artes marciales. Pero también ocultó ese miedo, decidido a no preocuparse por el hasta que no resolviera la situación más apremiantes del momento. Descubrir qué o quién era.
Caminaron el resto del trayecto hacia la salida del colegio en silencio, a Lion no le apetecía hablar y Artemio parecía comprenderlo muy bien pues tampoco rompió el silencio. Hasta que salieron por las grandes puertas dobles de cristal del Colegio. Fuera estaban ya esperando Demetrio en compañía de Hermes y… Ariel, quien sí era la última persona que quería ver en ese momento.
Ariel lo miró con recelo, aunque ya no con tanto odio, probablemente porque venía con su tío quien era por mucho más intimidante. Mientras Hermes lo miraba con curiosidad. Por lo demás parecían estar al tanto de que él vendría. Y también parecían más enterados de lo que pasaba. Pues cuando llegaron, Ariel le dijo con desdén y sin mirarlo a los ojos:
─Con que el niñato no puede controlar su fuerza ¿eh?…
─¡Silencio Ariel, esto es más serio de lo que crees! ─Ariel se calló al instante cuando Artemio lo apremio con voz potente.
Lion, quien ya había apretado los puños se relajó un poco.
─Vamos ─les dijo a ambos─. Tengo que hablar con ustedes también─ Y sin decir más, todos caminaron en dirección hacia un elegante auto plateado y aerodinámico que estaba estacionado en la calle de enfrente. El interior del auto era muy espacioso y también lujoso, tenía plaza para seis personas, dos delante y cuatro detrás. Los tres muchachos iban en los asientos traseros, Hermes en medio. De modo que Lion quedo en la ventanilla orientada hacia el colegio, la derecha. Sentía el inconfundible olor a nuevo del interior de auto mezclado con el de la piel sintética de los asientos.
El Sr. Grum conducía y su hermano iba a su lado en el asiento delantero. Cuando Artemio arrancó, Lion vio alejarse el colegio, aun no se preocuparía; se recordó, obligándose a olvidar mejor con quienes iba viajando en el auto. Vio alejarse el edificio mientras conducían calle abajo, lo menos que le preocupaba en ese momento eran las clases a las que faltaría. Se encontró preguntándose qué pensaría Ana, quien seguramente jamás se imaginaria a donde iba y con quienes, pues un día o una hora antes por no ir muy lejos, jamás se hubiera imaginado ni él mismo, viajar en el mismo auto que Ariel Grum. Sin embargo allí iba, con unos desconocidos de los cuales no sabía que le dirían, y de los cuales no se había planteado si debía desconfiar, pues lo que menos le inspiraban, por lo menos el Sr. Artemio Grum, era desconfianza. Además le hablaría de su padre, quien parecía haberlo conocido muy bien. Lo que más deseaba en ese momento era salir de dudas de una vez por todas y, sobre todo, saber la verdad. Al menos ya tenía claro que todo estaba directamente relacionado con su padre. Pero ¿qué tenía que ver esa familia con ellos?
Unos treinta o cuarenta minutos después, los más largos de su vida, el auto comenzó a disminuir gradualmente la velocidad cuando entraron en un vecindario que Lion no conocía. Estaba amurallado, pues era privado, en la entrada había una casilla de un guardia de seguridad que chequeaba quienes entraban, después de que viera que se trataba del Sr. Artemio Grum, cuando este bajo su ventanilla automática, abrió el portón dorado y lo dejaron pasar. Dentro avanzaron por una calle principal flanqueada por impresionantes y elegantes casas de familias muy acaudaladas, por lo que puedo apreciar Lion viendo la clase de autos que estaban aparcados en las calles y los garajes. Todo allí, desde las casas, hasta el arbusto más pequeño de los jardines (que estaban perfectamente podados) tenía aspecto de ser lo más lujoso y exclusivo de la ciudad, a tal punto que éstas, bajo el brillante sol de la tarde, tenían un aspecto irreal.
Pero todas esas casas juntas y sus lujos no tenían comparación con la magnífica mansión blanca y dorada que emergió de pronto al final de la calle y delante de la cual aparcó Artemio, luego de traspasar la verja automática que cercaba, a su vez, su propiedad y recorrer el largo camino de la entrada hasta rodear una espectacular fuente circular en el centro del jardín, conformada por una estatua de mármol de Poseidón, dios de los mares, sosteniendo un espectacular y bizarro tridente dorado, perfectamente tallada, con delfines y sirenas pequeñas que salían debajo de él. Un seto impecablemente cortado cercaba el camino por ambos lados y más allá de este Lion vio magníficos arbustos, algunos podados en figuras claramente inspiradas en esculturas humanas, mientras que en el borde delantero del jardín, justo detrás de la alta cerca de los terrenos, se alzaban macizos pinos como soberbios centinelas. Esto, sumado con el grandioso cielo azul despejado que estaba haciendo en ese momento, le daba a la visión en general un aspecto de paraíso terrenal sin igual.
Lion bajó boquiabierto y puedo apreciar más de cerca la enorme puerta doble de roble, muy pulida, de la entrada, la cual tenía unas extrañas inscripciones en oro justo arriba de la puerta. Después de observarlas un rato se dio cuenta que era quizá griego, por algunas letras, pero habían otras que parecían mucho más elaboradas e inverosímiles, él nunca había visto letras así. Aun así dedujo que debía tratarse del apellido de la familia en ese extraño idioma o tal vez un lema. Era raro, pues jamás imagino que los Grum fueran extranjeros, pues nadie se lo había dicho o se habían referido a ellos como tales, y tampoco él lo había preguntado. Y si así era ¿De donde eran los Grum? Genial, Otra pregunta para las otras cien que ya tenía, se dijo Lion así mismo sarcásticamente.
El resto de sus acompañantes bajó también del auto, ya Artemio estaba a su lado otra vez y los condujo hacia las enormes puertas dobles de roble. Su hermano, hijo y sobrino iban detrás de ellos y los seguían de cerca. Allí fuera el aire olía exquisitamente a rosas, impregnados con otros olores como el de los pinos y algunos otros que Lion no pudo identificar a la primera.
Antes de llegar a ellas, las puertas se abrieron solas hacia adentro, eran automáticas y la mansión misma saludo a su dueño en cuando este puso un pie dentro del alto y ostentoso edificio.
Buenas tardes Sr. Grum. Dijo una voz robótica y femenina.
Dentro, por muy imposible que pareciera, la casa era más lujosa, hermosa y espaciosa todavía, que todo lo demás junto. Había mármol blanco y otros tonos más en contraste por todas partes, en el piso, en los jarrones con figuras artísticas muy bellas, y en las estatuas de tamaño real en las altas paredes. Y eso solo era el vestíbulo. Había también pequeños adornos dorados, sin duda de oro, por todas partes en muebles de madera bruñida. Una impresionante escalera doble, también de mármol blanco, se extendía en el fondo de la habitación formando casi un arco. En medio de estas, justo debajo de un balconcillo circular superior del centro de las escaleras, había otra puerta doble de roble, y que estaba enfrente de ellos, más pequeña, que debía conducir sin duda hacia la sala de estar. Todo iluminado desde el centro mismo del alto techo donde caía una araña de cristal y metal dorado, como si estuviera forrada en diamantes, que llevaba luz a cada rincón de la estancia. Era todo mármol, madera fina, cristal y luz.
Lion se quedó callado admirando el lugar:
─Bienvenido ─le dijo el Sr. Grum, poniéndole una mano en el hombro─. Este lugar desde ahora, también puedes considerarlo tu hogar, eres y serás bienvenido aquí cuando quieres y lo necesites ─lo dijo con tanta gentileza e ímpetu que no dejaba lugar a dudas de que así era, incluso de que así había sido siempre, quizá desde antes de su nacimiento.
Se oyó un resoplido de disgusto detrás de él en cuanto Artemio le revelo aquello, proveniente de Ariel sin duda, pero se limitó a eso, seguía sin ser capaz de decir nada.
Artemio lo ignoró, como si no hubiera oído nada. Pasando eso por alto le dijo que lo siguiera a la sala.
─Te debe estar esperándote ─le explicó Artemio.
Pero antes de que tuviera tiempo de preguntar de quien se trataba, las puertas de la sala se abrieron y por ellas, para su sorpresa, salió su madre, que corrió a su encuentro muy preocupada:
─¿Te encuentras bien? ─se apresuró a preguntarle a su hijo luego de rodearlo por el cuello en un apretado abrazo. Venia acompañada por otra mujer muy hermosa de cabello castaño dorado y ondulado hasta la mitad de la espalda, de la misma estatura que su madre, de ojos gris azulado y tés nívea, con mejillas ligeramente sonrosadas, vestía un traje color blanco de falda ajustada por encima de las rodillas y zapatos de tacón de aguja bastante altos. Sin duda la Sra. Grum. Su mirada era gentil y le sonrió a Lion cuando este la miró, parecía igual de amable que su esposo. Aunqué, sin embargo, aún tenía un aire de altivez, quizá Lion tuvo esa impresión por la casa o por la familia de la que provenía o quizá simplemente por sus andares elegantes y refinados con su ropa de diseño. Como una modelo de pasarela. Debía tener la misma edad que su madre, rondando los cuarenta o ya en ellos. Paro aun así parecía alguien jovial, lo que le hacía parecer más joven.
─Estoy bien Mamá ─se apresuró a responderle Lion a Génova, dejando de mirar a la mamá de Hermes. Al fijarse que todavía llevaba el uniforme azul marino de su trabajo, parecido al traje de la Sra. Grum pero de aspecto bastante menos costoso, se extrañó─. ¿No deberías estar trabajando?
─Les dije que era una emergencia y pedí permiso, después de que Amelia me llamara y contara lo que había pasado ─le explicó ésta, ya más relajada después de verlo y examinarlo con la mirada para asegurarse de que no tenía ni un rasguño, para asegurarse de que estaba bien.
─Qué gusto verte de nuevo Lion ─lo saludó la madre de Hermes, aún con una sonrisa gentil─. Me recuerdas mucho a tu padre ¿sabes? ─continuó, como haciéndole un cumplido, luego fue a reunirse con su esposo, le dio un cariñoso beso en la mejilla, tanto a él como a su hijo y por ultimo a Ariel, su sobrino que no relajó el ceño ni un segundo.
─¿Nos conocíamos? ─preguntó Lion impresionado, volviéndose hacia ella, pues no recordaba haberla visto antes.
─Si, así es ─se apresuró a explicarle la Sra. Grum quien se había tomado de la mano de su esposo─. Soy Amelia, aunque claro tú estabas muy pequeño como para recordarme.
─Ellos son grandes amigos míos, así como lo fueron también de tu padre, hijo ─le aclaró Génova─. Pero ya te explicaremos más en un momento o por lo menos Artemio lo hará ─concluyó dirigiendo una significativa mirada al padre de Hermes. Parecía muy nerviosa por algo. Lion se percató de que ella sabía muy bien que era todo lo que estaba pasando y por qué. Repentinamente fue como si no la conociera, era como verla por primera vez. Lo que le hizo plantearse la posibilidad de reprocharle todo lo que se había guardado durante tanto tiempo.
─En efecto ─se apresuró a corroborar este─. Vengan conmigo los tres─ añadió señalando a Lion, Ariel y Hermes.
─Pero tú ya nos explicaste todo papá ─se apresuró a rezongar su hijo.
─Si, ¿Para qué nos quiere tío? ─protestó su sobrino en tono cansino.
Seguía ignorando cuanto podía a Lion.
─No todo ─le respondió este. Pensó en algo un momento antes de responderles─. Está bien, quédense cerca y vengan cuando los llame ─les ordenó─. Pero Lion, tu si tienes que venir conmigo.
─No hay… problema ─se limitó a contestar el muchacho. Artemio asintió y lo condujo hacia las escaleras.
Lion se volvió para ver a su madre.
─Aquí te espero ─le dijo ella con presteza para tranquilizarlo.
En realidad no estaba muy seguro de lo que quería decirle a su madre, tal vez reprocharle lo que sea que le había ocultado. Pero prefirió dejarlo así. No era el lugar ni el momento oportuno. Además, de que le serviría si ni siquiera sabía aun que era lo que le ocultaba de su padre. Sin nada que decir, subió las escaleras de esa mansión, guiado por su dueño.
Éste lo condujo por uno de los largos pasillos, en cuyas paredes había más puertas dobles de roble, hasta llegar a una al final del que parecía el más amplio de todos. El hombre la abrió y le indicó al muchacho que entrara en su despacho. La estancia era, como el resto de la casa, lujosa y espaciosa, con las paredes forradas de estantes llenos de libros gruesos y forrados en piel marrón o negra, había una araña de luz más pequeña que la del vestíbulo pero igual de lujosa, en el centro del techo que le arrancaba destellos a las letras doradas de los lomos a muchos libros, así como a dos muebles y un amplio sofá de piel marrón, distribuidos a la derecha del salón, frente a una gran chimenea. Delante de la única ventana, en el centro de la pared del fondo, había un pulido y espacioso escritorio de madera con tres sillas de aspecto cómodo y de espalda alta, forradas también en brillante piel marrón, las dos de delante, y de piel negra y más alta la que estaba detrás de este. Unas cortinas de sedas doradas y blancas caían hacia los lados desde lo alto de la larga ventana. Mientras una gran alfombra persa antigua, pero restaurada, cubría el piso.
─Siéntate, por favor ─le pidió Artemio al muchacho, este se sentó en una de las dos sillas de piel marrón que estaban frente al escritorio, la de la derecha, mientras que Artemio se sentó en la silla negra que estaba detrás. A Lion le dio la impresión de estar ente el jefe de su trabajo en una importante empresa.
El muchacho recordó lo que se había dicho antes de llegar; no hablaría, recibiría toda la información primero sin interrumpir y luego la asimilaría como una persona madura. Aunque conscientemente se había distraído a si mismo durante el trayecto hacia esa mansión para no pensar en lo que escucharía o descubriría de la, hasta ese momento, misteriosa vida de su padre. Y por consiguiente, en el sitio que lo colocaría ésta revelación a él.
Artemio dio un hondo respiro, como con pesar, parecía que le dolía tener que decir lo que iba a decir. Pero se recompuso, borrando toda expresión y sonrisa benévola de su rostro, y habló:
─Lion, lo que tengo que decirte es en parte algo muy doloroso para la mayoría de nosotros ─su voz era igual de inexpresiva, pero parecía querer hacerlo lo más fácil posible para el muchacho─. Todos los que conocimos a tu padre, que lo consideramos un hermano, en especial yo que lo conocí desde muy corta edad, aún lamentamos su partida, sabemos el dolor y la situación que has tenido que pasar con Génova durante tantos años.
Observó a Lion después de ese sentido comentario. Él estuvo a punto de decir que lo dudaba, pero se recordó que debía estar callado, por el bien de su cordura.
─Bueno ─continúo después de un minuto de silencio─. Te pido que por favor observes con atención a tu espalda ─Lion, obediente, se giró en su asiento y miro desconcertado. Allí no había más que lo mismo que vio al entrar. Un amplio espacio vacío. Pero unos segundos después el piso se abrió, al principio esto lo asusto, y más en el estado de alerta en que se encontraba, pero luego comprendió que se trataba de un proyector de hologramas oculto, algo tan común y corriente como un televisor inteligente, aunque no era tan común ocultarlo bajo el suelo. Era circular, muy plano y su superficie brillante, como si fuera de agua, pero más sólida.
Las luces se atenuaron cuando desde el proyector se elevó una extraña sustancia, como el plasma pero más fluida, que comenzó expandirse mientras formaba una hermosa y amplia vista del universo. Era con mucho el proyector más extraño y con la definición más realista que había visto. Y eso era decir mucho dada la tecnología que existía en el mundo y a la que estibaba tan acostumbrado.
Artemio se levantó.
─Es mejor comenzar mostrándote de dónde venimos Ariel, Hermes, mi hermano, algunos de tus ancestros, tu y yo.
─¿A qué se refiere? ─preguntó Lion receloso, frunciendo el entrecejo.
─Ten calma, ya lo veras por ti mismo, mira ─Artemio le indicó con un gesto de la mano que lo acompañara enfrente del proyector, este volvió a obedecer y fue a su lado.
En cuanto llegó hasta él, Artemio comenzó a hablar de nuevo:
─El universo no es lo que los humanos se han dedicado a pensar, o hay más cosas que ellos ignoran porque aún no están preparados para verlas. La primera es; que no están solos. Aunque eso sí que lo intuyen, pero aún se niegan a ver la lógica en ello, especialmente porque temen a eso que este allí afuera y no sin razón…
“Pero, lo cierto es que en el universo existe un sinfín de mundos con vidas inimaginables para ellos ─cuando dijo esto el proyector comenzó a mostrar imágenes de distintos confines del universo─. Y de uno en particular te quiero hablar ahora ─los hologramas volvieron a cambiar, esta vez se detuvo en un planeta extraño, casi parecía tener un resplandor dorado, Lion escuchaba con atención sin sentenciar creíble o no la información, no hasta tenerla completa, se recordó, parecía estar a punto del colapso mental si no lo hacía así─. Este planeta que ves, se llamaba Cronióm y fue un planeta gobernado por los Cronianos, seres poderosos, una raza guerrera podría decirse, así como inteligente. Nacían con un poder ilimitado, tanto así, que resultaban peligrosos si no se controlaban, pues uno solo que perdiera el control, podía acabar con el planeta entero. Por esta razón, al darse cuenta de éste riesgo, a muy corta edad se les debía colocar un aparato que regulaba su poder, a todos ellos: el Cdfy-cod (controlador de fuerza y codificador de poder) o más conocido como Brazerum; un dispositivo tan poderoso que podía controlar un nivel de poder tan grande como el suyo. Para esto, utilizaban una poderosa sustancia refinada de un mineral llamado Icrom, que solo existía en este planeta. En el Brazerum, se utilizaba también el ADN del individuo mezclado con éste, para asegurar que solo funcionara con su dueño y evitar que su pulso de energía afectara a otro que estuviera cerca y que no fuera el propietario; la sustancia resultante era llamada Proxitium (su nombre científico). Pero aun así era comúnmente llamada solo Icrom. Con esta creación tecnológica demostraron que su poder solo era superado por la magnificencia de su conocimiento e intelecto. Éste “aparato” se colocaba en la muñeca derecha y los acompañaba toda su existencia. Con él, ellos podían disfrutar libremente de sus habilidades; fuerza sobrehumana, extrema velocidad, la capacidad de irradiar su poder por sus manos y su cuerpo, e incluso, volar ─Lion sintió estremecer su cuerpo, cada palabra lo llevaba inexorablemente a la comprensión de algo nuevo, pero se controló como pudo y se recordó; no hasta tener la información completa. “Real y Poderoso” recordó con pesar lo que dijo aquella voz de su subconsciente…”
“Hace mucho tiempo, milenios ─continuó Artemio con su relato, hasta ese momento en el holograma había una especia de brazalete hecho de un grueso metal plateado con pequeñas ranuras de cristal desde donde salía una luz azulada, muy parecida a la del generador titán, para luego volver a transformarse en otro planeta─, ellos vinieron a este planeta en calidad de exploradores y se hicieron pasar por dioses, porque así los llamaron los humanos primitivos al verlos llegar en sus imponentes naves resplandecientes, con su tecnología avanzada y armaduras doradas, cada civilización nos llamó de acuerdo a su cultura y lenguaje. En esa época en particular gobernaba el Khron Agamenón (Khron o Kronida, para nosotros, significaba rey o emperador) esto claro no pasó desapercibido para los astutos humanos o por lo menos para algunos de ellos, aunque ellos le dieron una connotación distinta, más religioso diría yo, pero no perdió la esencia de su significado ─Artemio miró a los ojos a su acompañante─. Deduzco que ya debes haberte dado cuenta quienes fueron los que se acercaron más a nuestra cultura.”
Lion tomo aire para calmarse un poco y asintió sin hablar.
─Muy bien ─afirmó, con una sonrisa aprobatoria inclinándose hacia él─. Nuestra inteligencia y poder son parte esencial, así como inherente, a nuestra naturaleza. Nunca lo olvides Lion…
Se irguió cuan alto era de nuevo y continuó:
─Bien, claro que nuestro planeta no fue el único que hizo expediciones a éste, otros también quisieron expandir sus conocimientos, y dado que también estábamos relacionados con ellos, así lo hicieron. Puesto que lo habíamos visitado desde que el planeta todavía era muy primitivo, debido a que representaba una rica fuente de información para la investigación de la vida planetaria, la investigación fue satisfactoria. A esos otros que vinieron también los conocieron algunos humanos, nativos a la región que correspondía esa expedición en concreto. Estábamos regulados por un digamos Consejo Supremo, mejor conocido como el Hexagram, un consejo formado en principio por los seis planetas más poderosos del Universo; Groaster 2, Vanhéim 4, Shemák 7, At-Jotunham, Thanatos y Cronióm. Ellos buscaban la unión y la paz entre todos los demás planetas, aunque estos aún estuvieran en evolución. Por cada uno de estos planetas hay un representante en el Consejo, su gobernante o rey principalmente. Estos reyes edemas de trabajar juntos para proteger los tesoros del universo compartían sus conocimientos y tecnología. Una de sus misiones o leyes más importantes, por mutuo acuerdo, era la de proteger cada civilización por más pequeña que fuera, así como la propia…
“Lo que quiero decir con esto, es que cuando una raza estaba en riesgo o peligro inminente de destrucción, por causa de la naturaleza o lo que fuera, se le buscaba un planeta, no habitado, que pudiera acondicionarse a las necesidades de dicha raza, y así salvar su especie. Esto propuesto por el Khron Agamenón quien fue el fundador, aunque las decisiones se tomaban unánimemente. Los Cronianos eran considerados el más fuerte, sabio y justo de los planetas en la mayor parte del universo conocido. Con el tiempo otros planetas hicieron parte del Hexagram. Guiados por los seis emperadores, fue creciendo gradualmente en poder, importancia e influencia universal, tomando y respetando las decisiones y opiniones de todos para así mantener la paz. Pero esta terea se volvía cada vez más difícil. No son tan abundantes los planetas habitables o que por lo menos puedan acondicionarse para habitarlos, es por esta razón que el Consejo Supremo propuso y puso en marcha el experimento de un proyecto llamado “Los Creadores”. Este consistía, no en acondicionar un planeta, sino creerlos a partir de cero, es decir, a partir de los elementos esenciales más abundantes del universo. Algo que lograron descubriendo, y estudiando, lo que ocurrió después de “La chispa suprema” o como lo llaman aquí: el Big Bang.”
Lion sintió un extraño vértigo en el estómago.
─Así que se puso en marcha, y fue un éxito, hasta cierto punto. Crearon el planeta, si, también especies (no inteligentes) que lo habitaran y acondicionaran de forma natural, algo nuevo con respecto a los anteriores métodos de acondicionamiento, que requerían las más grandes y avanzadas maquinarias tecnológicas de las que disponía el Hexagram. Fue un proceso milenario, arduo, pero lo consiguieron. Mas sin embargo, a pesar de sus incesantes esfuerzos por la perfección, algo salió mal y una nueva “especie” surgió en ese planeta. Una especie que sabían era inteligente. Ya no tenían permitido la ejecución del programa Creadores, habían fallado, tanto los Cronianos como el Hexagram en general. Por esa razón fueron hasta ese planeta para conocer a esta nueva especie, tenían que saber en que habían fallado, descubrir que anomalía cósmica les había jugado esa mala pasada. Detectarla e identificarla… Así fue por mucho tiempo y siguieron observando, pero poco a poco, debido principalmente a lo infructuoso que resultaron sus esfuerzos en esta tarea, fueron dejándola en el olvido, decidiendo que ya no podían seguir poniendo sus recursos en esa investigación.
Lion no le escuchó mencionar el nombre de ese planeta, pero tampoco hacía falta, sabía en su interior exactamente cuál era su nombre, pues lo pisaba en ese mismísimo momento, así que, algo anonadado y horrorizado, prefirió seguir escuchando sin interrumpir con preguntas ingenuas.
─Otra de sus misiones más importantes era la de controlar la guerra, por más que se busque la paz, siempre habrá quien busque de la guerra. Para neutralizar a estos saboteadores y rebeldes, por lo menos para los que buscaran la guerra con el consejo y cualquiera de sus planetas, así como los que solicitaran su ayuda, siempre en nombre de la justicia por supuesto, este trabajo se le asignó a un grupo de elite llamado los “Titanes de Cronióm” o “los Titanes de la Destrucción”, como los llamaban en otros planetas. Eran los guerreros más fuertes, aparte de la familia real, en ese planeta, encargados de resguardar su integridad y de liderar sus ejércitos en Cronióm ─cada vez que Artemio mencionaba el nombre su planeta, lo hacía con orgullo e ímpetu─. Ellos fueron seleccionados luego de medirse con grupos similares de los demás planetas miembros del Hexagram, porque demostraron ser los más hábiles, se les asigno también la tarea de proteger el Gran Concejo y de liderar los demás ejércitos de otros planetas cuando fuera necesario, y casi nunca lo fue. Muchas veces bastaba solo con ellos, por lo general eran seis, uno para custodiar cada planeta, y de vez en cuando se le permitió uno que otro guerrero sobresaliente, que perteneciera a otra raza, formar parte de ellos. Todos temían medirse con cualquiera de ellos, así que mantenían a raya la rebelión en su contra. Podían arrasar con planetas y ejércitos enteros si se lo proponían, y los que estaban al tanto de esto jamás los desafiaban. Su deber era hacer cumplir la ley…
“Exterminar con o sin razón una especie, o cometer genocidio contra una, eran leyes muy respetadas, siempre se buscaba exterminar al rebelde sin afectar a los inocentes de su planeta…”
Y así fue por eones.
Lion había ido imaginándose cada palabra, cada escenario como una película, aunque no hacía falta pues el proyector mostraba las imágenes espectacularmente definidas de cada palabra de Artemio. Le sorprendió lo natural y conocido que le resultó todo. Cada uno de los lugares. Pues nunca había visto sitios semejantes a los que describía Artemio.
─Pero la historia no termina ahí ─continuó el hombre con voz pausada, sin emoción. Lion seguía muy callado─. Aunque todo parecía perfecto, inquebrantable, porque así se empeñó Agamenón en hacerlo. Hubo un tiempo, en la época del Khron Bocaró, hace relativamente poco, en el que ocurrió la gran desgracia de Cronióm ─el rostro de Artemio se volvió sombrío y su voz lejana─. Él y su esposa Areda eran los padres de dos príncipes; Bacco y Arieón. Bacco era el príncipe primogénito y por lo tanto el próximo Kronida, algo que no agradaba a Areda y a su hijo, pues esta no era la madre natural de Bacco, sino que su madre verdadera había sido la primera Reina y esposa del Bocaró, Dian. Ella había muerto en un atentado contra él y dio su vida para salvar la de su hijo, pues a pesar de lo que pensaban los humanos no somos inmortales, al menos nuestro cuerpo no lo es, aunque vivimos periodos mucho más largos que ellos al envejecer más lento gracias a nuestro ilimitado poder. Él tuvo varias hijas antes de Dian, sin casarse claro. Pero ella fue la que siempre valió la pena para él, contaban todos…
“Este atentado provocó una terrible guerra, pues había sido obrado por los líderes de Vanhéim 4, uno de los miembros más importantes del Gran Concejo, ambos planetas fuertes en batalla. La guerra casi llevó a la destrucción de ambos y el Hexagram se había dividido. Todo porque su rey, Adeplos, estaba harto del protagonismo de los Cronianos en el Concejo; esto luego de que por decisión de la mayoría se denegara su solicitud de destruir una raza para adueñarse de su planeta, el único conocido en mucho tiempo capas de acondicionarse a sus necesidades, pues estos eran seres oscuros, pero muy hábiles con la tecnología, de ahí radicaban sus verdaderos poderes. Su planeta estaba amenazado por un cuásar súper masivo que se dirigía directo a ellos y necesitaban un lugar a donde trasladarse urgentemente. Sin embargo destruir una raza iba contra todo lo que representaba el Hexagram, así que pidió la liberación de su creación más poderosa para desviar el curso del pulsar, su otra opción, pero esta también fue denegada. Los poderes de la tecnología en cuestión eran demasiado peligrosos para el universo, pues mucho antes de la creación del Gran Consejo de los seis, había estado a punto de salirse de control por uno de sus Emperadores, ese fue el argumento del Khron Bocaró, que convenció a los miembros del concejo de no aceptarla, y les ofreció resguardo en su planeta para la gente de Vanheim 4, mientras encontraban un mundo disponible. Las imponentes montañas oscuras en Cronióm eran adecuadas para ellos. Esto, por supuesto, fue a su vez rechazado por el orgulloso Adeplos, Nunca habían congeniado muy bien ambos planetas, pero sus relaciones siempre habían sido cordiales.
“Así que él salió furioso amenazando con abandonar definitivamente el Gran Concejo, y sintiéndose humillado se fue. Los seres Morshiár, así se conocían a los de su raza, eran peligrosos, extremadamente orgullosos, vengativos y atacaron primero. La guerra se abría extendido más, si al final el pulsar no hubiera acabado con la mayoría de su raza y la guerra debilitado su tecnología. Se intentó rastrear a los pocos que sabían se encontraban en el espacio en el momento de la destrucción de su planeta. Pero nunca se supo más nada de ellos, se estiman extintos pues había evidencias de que el pulsar había arrastrado también la nave en la que acostumbraba a viajar su emperador, con muchos de los suyos. Por orgullo, no permitió la ayuda y prefirió la total extinción de su especie. Estos, por supuesto, siempre de acuerdo con él. El consejo se restituyó ahora con otro planeta que pasaba a sustituir a los Morshiár; Créfios: habitado por poderosos e inteligentes guerreros… Pero la desgracia no terminó allí tampoco.”
Artemio suspiró.
─Como te dije, Areda ─dijo el nombre esta vez sin poder ocultar su desprecio contra ella─. No era la madre natural de Bacco, y su hijo Arieón envidiaba que él fuera el primogénito y no es de extrañar lo que pasó después: la desgracia del Khron llegó, en ese momento en que estaba débil por las secuelas de la guerra al ser ya mayor, y con su desgracia la del planeta Cronióm. Pues el príncipe también estaba desaparecido. La versión oficial fue que Bacco había huido al enterarse de la muerte de su padre, quien había fallecido por “causas naturales”, y que el joven príncipe había desaparecido en un fatídico accidente con un hoyo negro justo cuando ella, la Reina Areda, había enviado a que lo rescataran, no dejaron ver el cuerpo del Khron en respeto a su memoria, solo lo vieron las comitivas del parlamento. Dado que el siguiente sucesor al trono había desaparecido en una explosión inconmensurable, cerca de ese supuesto agujero negro, lo dieron por muerto y lloraron a dos reyes ese día. Yo era pequeño, pero pude ver la gran capsula dorada y reluciente como un espejo que llevaría al Kronida hasta el sol Khronos, el más grande y viejo de los dos soles de nuestro palmeta, para regresar su energía al universo, pues la energía no se pierde nunca, sino que cambia constantemente…”
“Areda gobernó mientras su hijo Arieón se preparaba para asumir el trono como el Khron supremo, cuando alcanzara la edad adulta de los veinte. Mi padre sospechó, hasta la muerte, de ellos. Pero de nada servía, pues ahora gobernaban y no había forma de demostrar lo contrario, siempre sembró la duda en mí, pero… lo daba por desvaríos de un anciano. Un tiempo después, Arieón asumió el trono, yo me volví su general al mando de los Titanes, le juré lealtad en nombre de mi padre ─Artemio apretó los dientes con fuerza en ese punto─. Y con el comienzo de su reinado, comenzaron también los desastres para Cronióm. Lo primero que hizo fue tomar el control del Hexagram para cambiar a la fuerza y a su conveniencia las leyes cuando le placiera. Actuaba como si él solo rigiera sobre todos los demás planetas, quería cada vez más poder, nuestro planeta perdió prestigio y respeto por su culpa, pero lograba intimidar lo suficiente como para que nadie se pronunciara, siempre decía que sus “Aliados” lo respaldarían si se enfrentaban a él, pero nunca dio a conocer a estos, probablemente porque mentía. Decía que había logrado más que el mismísimo Agamenón con solo tenerlos a ellos de su parte. Y así se mantuvo por largo tiempo…”
“Hasta que la sentencia de muerte llegó para nuestro planeta también, uno de sus dos soles, precisamente Khronos, había comenzado a amenazar a nuestra especie. Nuestros científicos nunca encontraron la razón de por qué esta estrella daba indicios de su muerte, pues de un momento a otro daba asomos de convertirse en Supernova, algo nunca antes visto en una estrella de esa edad. A pesar de ser la más vieja, aún le quedaba varios millones de años de vida. Esto también alerto a Arieón, ordenó la búsqueda de un planeta que pudiéramos ocupar, uno que se adaptara a nuestras necesidades quiero decir, pero no hubo suerte, ni siquiera uno que pudiera tomar por la fuerza. Estaba dispuesto a pasar por encima del resto del Gran Concejo si hacía falta y ellos lo sabían. Estos, temiendo lo peor, habían ocultado de él información fundamental de los planetas habitados al notar su naturaleza destructiva, y habían decidido mantenerlos en secreto después de observarlo. El planeta encargado de resguardar la mayor parte de la información al respecto era Shemák 7, así que desistió de seguir buscando. Lo último que quería en esa situación, era una nueva guerra y menos con los Shemikas, que también son una raza poderosa, en muchos aspectos, respetados y muy celosos con lo que resguardan. Pero un día fue detectado un planeta lejano, identificaron éste como Gea, un lugar considerado insignificante y hasta ese momento olvidado, lograron enviar naves de espionaje a investigar, pues la tecnología humana había avanzado considerablemente y no podían darse el lujo de llegar como antes. El planeta llenaba los requisitos necesarios y podíamos considerarlo nuestro, decía él. Después de todo se había creado para ese propósito. Era muy similar a Cronióm en muchos aspectos, así que Arieón reabrió el Proyecto “Los Creadores” y puso en marcha su ejecución… Nos… envió a los titanes ─tartamudeo esto último con vergüenza y asco─. Así que vinimos aquí, debíamos cumplir las órdenes, nuestras familias y toda nuestra gente estaban en peligro de muerte, nadie previó algo como eso, era imposible ─Intentó justificarse Artemio, más para sí mismo que para Lion.”
Lion solo escuchaba, como si oyera la historia en una cueva muy profunda y su interlocutor estuviera del otro lado…
─Llegamos a Gea (o la Tierra) en secreto, el consejo se enteraría cuando fuera muy tarde, pues Arieón cambiaría la ley de ser necesario. Cuando recorrimos el planeta, nos pareció fácil nuestra misión. Los humanos parecían débiles y en recuperación de sus propios desastres. Nos percatamos de que eran una especie destructiva, pero sin nada que pudiera detenernos. Incluso aún habían señales y evidencias de nuestras incursiones aquí, como centros ocultos bajo tierra que hacía milenios que estaban desactualizadas. Pero estábamos muy equivocados… ─una serie de sentimientos indescifrables pasó por su cara─. Él detecto nuestra presencia de alguna forma cuando nos disponíamos a exterminar a la raza humana de este planeta, con nuestras armas más poderosas, nuestras propias manos, nuestro poder. Bacco nos encontró, dispuesto a batirse con nosotros, cuando nos disponíamos a dividirnos para cumplir nuestra misión. Él pareció reconocerme y me pidió dejarlo hablar. Yo fui el único que lo reconoció al instante, pues lo vi de niño muchas veces, hasta luché con él en prácticas de Pankrius, un estilo de lucha de nuestro planeta, fuimos los mejores amigos por el corto periodo de tiempo que vivió en Cronióm. Al verlo no daba crédito a mis ojos. Fue ahí, en ese preciso instante de verlo con vida, donde recordé a mi padre, lo que siempre me dijo, lo que me negué tan rotundamente a creer. Era cierto, lo que él me decía de joven, supe la verdad incluso antes de que él me contara como habían pasado las cosas. Di la orden de dejarlo hablar y lo escuchamos:
“Contó como Arieón y su madre había conspirado contra su padre usando Jugo de Hignos, una planta cuyos fluidos fueron el somnífero más fuerte de nuestro planeta, capaz de debilitar incluso a uno de nosotros. Al ser ya viejo y encontrarse débil les resulto fácil darles el golpe de gracia que paró su corazón. Así lograron liberarse del hasta entonces actual Khron, y se disponían a matar dos pájaros de un tiro inculpando a Bacco de su muerte, cuando éste solo tenía doce años. Pero él los escuchó planeando como clavarle, al inerte cuerpo de Bocaró, una daga en el corazón y hacer que pareciera que había sido él quien lo había matado porque siempre lo reprimía. Él solía llamar a su hijo en las tardes. Los altos mandos del parlamento (que manipularían toda evidencia a su antojo) y algunos de los miembros más respetables del Palacio del Khron, incluso su consejero, así como el Alto Tribunal de Cronióm, estaban implicados. Nunca les gustó que su Kronida limitara sus alcances, pues Bocaró siempre tuvo la última palabra sin admitir replicas y que su hijo fuera tan aparentemente débil. Temiendo por su vida y creyendo que los Titanes también estaban conspirando, huyó. Mi padre, Sópater, era el general al mando de los titanes en ese entonces. Bacco, asustado mientras los traidores lo buscaban, se escondió en la cámara de los Titanes y usando su propio Brazerum, el cual apenas unos días antes le habían concedido; activó una de sus muchas naves ligeras y autómatas. Luego de pedirle que lo llevara a un lugar seguro de Shemák 7, pensó que los habitantes de este planeta tan querido por su padre eran los únicos que podrían ayudarlo; la nave fijó el curso obediente, era el príncipe quien lo ordenaba. Salió al espacio y mediante el Astrans (la tecnología que usamos para viajar mediante un salto astral-solídium a cualquier rincón del universo) se disponía a partir. Por desgracia en el último minuto una nave enviada por la guardia de Areda lo intercepto y controló el sistema haciendo que cambiara el rumbo, llegaron a un sitio lejano de la galaxia, cerca de un agujero negro, trataron de deshacerse de él allí, pero en el último instante la nave restituyo su sistema y fijó un curso completamente nuevo de forma aleatoria, uno que ellos no pudieron rastrear, la cantidad de energía que le dispararon para matarlo casi lo hizo desaparecer en el agujero negro, en una implosión, había una fuerte probabilidad de que estuviera muerto... Pero en realidad la nave logró traerlo a este planeta…”
“La nave se destruyó al aterrizar y él hizo lo mismo con su Brazerum asegurándose así de no ser encontrado por rastreo. Le conté todo lo que habían dicho y hecho la reina después de su partida; y a él le pareció lógico querer quedar como un gobernante que hizo lo posible por salvar al heredero cuando había fallado su plan inicial… Yo le creí de inmediato, estaba tan asqueado de servirle a Arieón después de enterarme de la verdad, tan enojado. Sabia de lo que era capaz. Ordené inmediatamente detener la misión, regresar con Bacco, el legítimo Kronida, y que él mismo contara la verdad ante todo el planeta, le dije que lo respaldaríamos. Él nos salvaría, cuando lo pusimos al tanto de lo que ocurría en Cronióm propuso que nos aliáramos a la tierra mientras encontrábamos un lugar apropiado hacia donde establecernos de nuevo. La tierra había demostrado ser ya lo suficientemente avanzada para no considerarse “en evolución” ya era tiempo de ponerlo al tanto de lo ocurrido en el universo, nos dijo él, después de la última situación que habían vivido lograron cambiar. Era cierto que aún tenían problemas, pero no eran muy diferentes a los de muchos otros planetas evolucionados. Cinco de nosotros estuvimos de acuerdo. Cuando él tomara lo que le correspondía por derecho de sangre, podría tomar las riendas y liderar con más sabiduría que Arieón, le ofrecí mi lealtad al instante como juramento… Pero Hyperón, mi segundo al mando, no estaba de acuerdo y nos traiciono, era el más orgulloso y demostraba mucha simpatía hacia el Kronida usurpador y su gobierno, siempre quiso mi lugar de liderazgo. Consideró aberrante y repulsivo convivir con humanos, esos seres tan insignificantes. Pero para disgusto suyo, yo era el que estaba al mando y le ordené quedarse, mientras Pyron, Spirus y Gayobé (parte de los titanes) volvían en sus naves ligeras individuales, y mi hermano Demetrio, mi hermana Artemis y yo viajáramos con Bacco en las otras, hasta la que se encontraba en órbita, para enviar la suya luego por él y regresar a casa. Cuando estábamos a punto de salir del planeta, vimos como las otras naves de Expedición explotaban y a Hyperón parado fuera apuntándoles con su mano. Los había destruido a todos. Estaba dispuesto a todo por su lealtad a Arieón, incluso a insubordinarse ante mí. Inmediatamente vire mi nave, justo a tiempo de esquivar su ataque, no tuve más remedio que volver a aterrizar de emergencia, y en el intento la nave se dañó, lo mismo se vieron obligados a hacer los otros. Logramos escapar para enfrentarnos a Hyperón. Nos batimos en un duelo de proporciones titánicas con él, todos, pero aun así logró matar a mí… hermana ─Hizo una mueca de dolor al recordarlo─. Y neutralizarnos a Demetrio y a mí. Sospeché que contaba con tecnología diferente en su Brazerum, pero nunca nos enteramos de qué. Bacco fue el único que logró, por poco, detenerlo. Él nos contó que había logrado un control sin igual sobre su poder, en la tierra, al aprender a usarlo sin ayuda de tecnología y por lo tanto hacerlo ilimitado. Así que Hyperón, en su orgullo, destruyó su propio Brazerum para demostrar que era más poderoso que Bacco, había enloquecido de Hybris (poder fuera de control). Su energía creció de golpe, a tal grado que estuvo a punto de destruirse a sí mismo y con él a la tierra. Pero su contrincante logró refrenarlo y matarlo a tiempo. Sin embargo, justo antes de que Bacco le diera el golpe final, lanzó un ataque que destruyó nuestra nave nodriza. La lucha no pudo pasar desapercibida para los humanos, aunque fuentes oficiales publicaron que habían sido entrenamientos militares para desviar la atención, pues el lugar de los hechos había sido en un lugar desértico, por suerte. Bacco nos dio asilo en su casa y con su esposa. Tenía una vida hecha, nuestras naves habían quedado irreparables y tardaríamos en reconstruirlas con tan poca de nuestra tecnología aquí. Principalmente queríamos comunicarnos con el Hexagram. Así que nos mezclamos con ayuda de amigos que él había hecho a lo largo de su vida en la tierra. Claro que se abrió una investigación secreta para debelar los sucesos ocurridos, pero nunca hubo pruebas suficientes, yo conocí a la que hoy es mi esposa poco después y por largo tiempo vivimos entre los humanos gracias a sus influencias. Ella nos ayudó mucho a mantener nuestra existencia en secreto y a buscar la forma de comunicarnos con el Hexagram para pedir ayuda. Aunque yo no quería irme, tenía… otras responsabilidades ─continuó esta vez con una ligera sonrisa en su rostro, que desapareció casi al instante al recordar el resto de la historia─. Pero tarde o temprano Arieón tenía que enterarse que algo iba mal, así que vino personalmente a inspeccionar nuestros avances un par de años después, y se encontró con su hermano de nuevo. Su rostro al verlo solo expresaba pánico, pero luego, decidido a terminar con lo que hacía mucho había empezado su madre, peleó con él, casi destruyo esta ciudad matando a miles de personas, solo para provocar a Bacco. Este suceso es conocido hoy como un accidente nuclear. Pero el legítimo Khron, Bacco, era astuto y lo persuadió de ir a un lugar más apropiado para proteger la Tierra. Arieón escogió Marte como campo de batalla y fuimos con ellos, pues no había llegado solo; lo acompañaban dos de sus más fieles guardias. Mi hermano y yo peleamos con ellos y los vencimos con gran dificultad. Pero la pelea de Arieón y Bacco casi nos hizo morir a todos. Al final logramos escapar en la nave que habían traído ellos. Bacco se quedó luchando con él hasta las últimas consecuencias. Sospecho que también su hermano contaba con la misma tecnología que Hyperón. Sin embargo nunca conocí a alguien con el poder de Bacco ─agregó con admiración…”
─Al final, a Bacco no le dio más remedio que dar su vida para proteger la tierra y con ella a su familia, o moría Arieón o morían los dos. Por desgracia fue lo segundo, en su lucha habían arrasado con gran parte del planeta, quisimos regresar por él pero se negó. Nos dijo que debía contener a Arieón o todo se perdería. Así que, usando su máximo poder, su último recurso, uno que se escapaba incluso de su perfecto control, hizo desparecer a su hermano, y con él, a casi medio planeta. Lamentablemente, esta última alternativa terminó matándolo a él también. Simultáneamente, en Cronióm anunciaban su inminente destrucción a la nave Real en la que escapábamos. Cuando descubrí, para mi sorpresa, que allí viajaba alguien más; el príncipe Ariesquel, él hijo de Arieón, quien se había metido a escondidas de su padre en la nave para acompañarlo y verlo en acción. Su madre angustiada enviaba una señal de auxilio; Ester llamó a su esposo, así que yo le contesté ─en ese punto de la historia el proyector mostró el mensaje donde una mujer extremadamente hermosa, de piel del color de la nieve, cabellos del color del brillante cobre hasta la cintura, labios rojos como la sangre y ojos verde esmeralda, hablaba desesperada, con evidentes señales de caos a su alrededor en una gran y brillante ciudad dorada. La señal llegaba entrecortada:
─Kronida Arieón… planeta está a punto de sucumbir… ninguna nave funciona, los… no responde y las continuas erupciones solares… deshabilitado todos los sistemas… transportación─ se cortó la transmisión visual. Artemio continúo su relato:
─Le di la noticia de que su esposo había muerto luchando con su hermano, pues aun podíamos escucharnos, al mismo tiempo que ella daba por desparecido el planeta debido al inicio de la repentina y antinatural supernova. Mi planeta… nuestro planeta estaba destruido por completo. Decía que no se explicaban como todos los pronósticos habían fallado y el sol sucumbía mucho antes de lo previsto, nadie podía escapar a una fuerza como esa, todo los sistemas se habían dañado y con ellos se había ido cualquier esperanza de huida. No podemos sobrevivir por mucho tiempo en el espacio sin ayuda de tecnología… estaban perdidos, atrapados. Ella también buscaba con desesperación a su hijo, pero le dije que estaba a salvo allí conmigo, que no tenía que preocuparse por él, que estaría bien, que yo lo cuidaría y protegería… Y ella solo me pedía una cosa como cumplimiento a la última voluntad de la Reina, cuidar de su único hijo. Le di mi palabra con un juramento de sangre (el máximo y más inquebrantable juramento para nosotros). Ella, a diferencia de su esposo, había sido una buena mujer, siempre tratando de controlar los excesos de Arieón, así que no me costó cumplir con su deseo, rogando que su hijo fuera igual a la madre y no al padre ─susurró, parecía haber algo de extrañeza en su voz, como si no le convenciera algo de su propia historia…
─Regresamos a la Tierra, destrozados por el dolor de la perdida de nuestro hogar, ahora éramos de los últimos Cronianos del universo. A Ariesquel le cambiamos el nombre por Ariel, pues su nombre podría resultar extraño para algunos. Debíamos pasar lo más desapercibido que pudiéramos y como los terrestres todavía no olvidaban los antiguos nombres que les eran ya tan familiares, fue una decisión acertada. Decidimos quedarnos aquí indefinidamente, pero aun en secreto, el Hexagram estuvo de acuerdo. Ahora nos podíamos comunicar a través de la nave Real y decidieron que discutirían la petición de Bacco de revelar nuestra existencia a los humanos. Nos comunicamos constantemente con ellos, mientras hacemos nuestras vidas lo más normal que podemos con la que es ahora nuestra familia ─hizo una larga y tensa pausa…
─Bacco también tenía un primogénito varón con su esposa, Génova, nacido antes que Ariesquel, el siguiente sucesor al trono si existiera aún nuestro planeta.
Lion se sentía mareado, para alguien más quizá esa historia seria confusa y hasta irreal, un mito. No para él, estaba más que claro que Bacco no era otro que su padre, quien no había muerto en ningún accidente aéreo como había creído toda su existencia, sino que había dado su vida por su hogar, por su madre… por él. Había muerto en manos de otro, no en ningún insulso accidente. Recordó el extraño sueño del hospital, con su padre y el otro sujeto, el padre de Ariel, ahora estaba seguro. También había comprendido que era un Croniano mucho antes de que Artemio terminara su historia, la historia de sus antepasados, de sus orígenes, del origen de todo. Y por si fuera poco, el pertenecer a ese planeta extinto le daba acceso a un ilimitado poder. La responsabilidad que caía con todo su peso sobre sus en ese momento debilitados hombros era abrumadora. No pudo más, era demasiada información, se sentía extremadamente débil, cayó al piso de rodillas, entregándose a la desesperación, porque lo peor de todo, y no sabía explicar cómo, era que por mucho que lo negara, sabía que todo era absolutamente verdad.
─No es verdad, no es verdad, ¡no es verdad!─ repetía cada vez más fuerte, gritándole su agonía a Artemio como si él fuera el culpable de su desgracia aunque fuera inútil no admitirlo. Éste trató de sujetarlo─. ¡Aléjese de mi… no… me toque! ─le gritó el muchacho, quitándoselo de encima como pudo. Artemio retrocedió lentamente para dejar que se calmara, la compasión brillaba en sus ojos, así como el dolor de ver a Lion allí tirado─. ¡No es verdad!… no puede serlo ─suplicó Lion para nadie en particular, pero su voz se fue debilitando también y se nubló su visión, trató de sujetarse del escritorio para levantarse, hasta que vomitó algo blancuzco sobre la antigua alfombra persa y cayó inconsciente, ante el último holograma.
Él, a los dos años, en brazos de su padre.
El Chip Inhibidor
Un ruido extraño retumbaba en sus oídos. Era un tenue gemido de dolor que salía de su garganta. Cuando repentinamente abrió los ojos… Lion sintió al instante de abrirlos como si un torrente de recuerdos y emociones revolotearan descontrolados en su memoria hasta llegar a la última experiencia vivida, ¿dejaría de pasarle eso alguna vez? Se encontraba sobre un sofá lujoso de brillante piel marrón. Seguía en la mansión Grum. Se incorporó velozmente, tan rápido que sintió que era inverosímil; como si un instante fuera sólido, luego incorpóreo, borroso y luego solido otra vez.
─Lion ─lo llamó una cautelosa voz. Era Artemio que se encontraba en otro sofá, frente a la chimenea de su despacho, tenía las manos unidas por las yemas de los dedos y las piernas cruzadas de esa forma particularmente señorial que adoptan algunos hombres de cierta edad─. ¿Te encuentras bien?
El muchacho lo miró unos instantes sin saber que responder; que debía decir, era claro que no estaba bien en lo absoluto, seguía un poco mareado y confundido por toda la información que ahora sabía.
─No sé qué responder ─admitió al fin, pues ser sincero, en especial con uno mismo, parecía la mejor opción en una situación como esa, y esperaba que al hacerlo, esto arrojara un poco de serenidad y luz sobre su mente. Si soltar todo lo que sentía suponía un alivio en su desesperación… lo haría─. Estoy confundido, no sé qué responder o que hacer, siento que mi cabeza va a explotar de un momento a otro, por otra parte todo lo que Ud. me dijo solo sirvió para empeorarlo todo, pensé que saber me ayudaría con esto pero no… Y está éste… poder que según tengo ¿Qué hago con él?… porque no lo quiero, quiero ser normal como antes, dentro de lo cabe… y… y… ─miró a Artemio intentando encontrar las palabras adecuadas, sus ojos café dorado eran serenos y su expresión tranquila de una forma realmente inquietante en ese momento─. Ud. Debe poder hacer algo ─exigió con presteza─. Sé que dijo que nacemos con esto, pero debe poder ocultarlo de alguna forma. Sé que no me ha contado todo, hay más ¿verdad? ─había llegado a esta conclusión sobre la marcha, tal vez era diferente, poro por lo que había entendido, todavía conservaba una parte humana, por su madre, se aferró a esa posibilidad con todas sus fuerzas.
─Si… y no ─se limitó a contestar Artemio, pasando la mano por su ya escrupulosamente peinado cabello castaño─. Si, cuando mi hijo, mi sobrino y tú todavía eran muy pequeños, decidimos que lo mejor sería ocultarles todo y esconder sus habilidades por su seguridad y la del planeta. Mi hermano y yo aprendimos a controlar los nuestros con tu padre, pero ¿por qué condenarlos a una vida de esclavitud ante ellos, estando en un planeta en donde había una fuerte probabilidad de que fueran marginados por ello? así que decimos implantar en ustedes un chip inhibidor; en su nuca, cuando todavía no los habían desarrollado del todo, con la misma tecnología del Brazerum. Solo que con el fin de ocultarlos y no de controlarlos; pues mantenía la mente fuera del alcance de estos dones, que están en su cuerpo; sin la conexión de sus poderes con su mente, estos no funcionan. Para ello use mi propio Brazerum y el de mi hermano, que ya no necesitábamos, aislando el icrom, solo un poco para cada uno bastaría. Los rehicimos en forma de chip esta vez con el ADN de cada uno de ustedes. Nuestra mente es igual de poderosa claro, de otra forma no podríamos controlar nuestras habilidades, algo que descubrimos aquí con los subestimados humanos; el control de la mente sobre el cuerpo, en sincronía con el alma. Éramos demasiados soberbios para ver algo tan simple como eso, lo que nos llevó a la total dependencia de nuestra propia tecnología ─hizo una corta pausa─. Funcionó muy bien, por supuesto, hasta que accidentalmente entraron en contacto con el Icrom refinado del generador Titán, el cual causo una sobrecarga en ellos, quemándolos con su energía pura, que es la que convierte en eléctrica, volviéndolos inservibles. Sus poderes los protegieron de la descarga de energía justo a tiempo, pues de haber seguido funcionando estos chips, jamás se habrían salvado. Tengo la ligera sospecha, dado que el vidrio que protegía la sustancia era de máxima seguridad, que el Icrom los reconoció de alguna forma, se liberó y trató de llegar a ustedes, de hacerles daño. Pero el por qué, incluso a mí me es difícil de descifrar. Pues no es una propiedad de ella hacer esto. Hay algo más… algo que estoy ignorando.
Dijo esto como si hablara consigo mismo. Se levantó para situarse frente a la chimenea, sujetando sus manos hacia atrás de la espalda, Lion solo escuchaba con atención, algo más tranquilo, su angustia pasaba poco a poco.
Recordó por un instante el intenso dolor de la nuca después del accidente del museo, y como lo había sentido con menor intensidad antes, cuando estaba frente Ariel, la primera vez que se enfrentaron y la primera vez que lo había sentido.
Por un momento sintió un arrebato de odio hacia su declarado enemigo, hasta que comprendió que él tenía igual cantidad de culpa por lo ocurrido en el museo ¿por qué tenía que haberse comportado así? ¿Por qué? nunca antes lo había hecho, y la primera vez; ocurría su total desgracia. Estaba pagando caro su error.
─¿Cómo llegó el Icrom a manos de Corporaciones Global R. Bullock? ─soltó intrigado. En parte también para evadir sus cavilaciones.
─Excelente pregunta ─respondió Artemio─. Tengo la acertada teoría de que el Brazerum de Hiperón fue encontrado, o al menos sus restos, con suficiente Icrom aun intacto como para reproducirlo y refinarlo, además de que posee gran poder y energía, es una sustancias que tiene la inusual propiedad de multiplicar sus moléculas al entrar en contacto con la electricidad común, y así aumentar su cantidad exponencialmente. Lo cual era muy conveniente para nosotros, que también lo utilizábamos como fuente principal, e infinita, de energía para nuestra propia tecnología ─parecía frustrado─. Cuando intenté investigar en la Corporación de los Bullock qué más querían hacer con ella, pues trabajé allí como científico, fui descubierto y echado como un miserable, aunque gracias a mí tuvieron sus mejores avances. Esto es algo alarmante pues no sabemos que puedan hacer los humanos con un poder como ese, pero me tranquiliza el hecho de que exista desde hace años un Tratado de Paz y Conservación Global que prohíbe la creación de armas de destrucción masiva, que evita que acaben arrasando este planeta del sistema solar, como casi lo hacen en el pasado ─aunque eso era cierto, no parecía muy convencido de que fuera suficiente.
Esa debía ser la razón por la cual no le agradaba a su suegro, agradeció saberlo de ante mano gracias a su amiga Beth.
─Entonces… ¿Podrá volver a esconder estos… poderes? ─le costaba pronunciar esa palabra.
─Me temo que eso ya es… imposible ─declaró de inmediato, Lion temía esa respuesta─. Sus poderes se han desarrollado y han creado de inmediato una conexión, un vínculo inquebrantable con su mente, tanto así que si se separa… los matara. Por eso decidimos hacerlo cuando ustedes eran muy jóvenes y estas habilidades apenas comenzaban su desarrollo. Además, de poder hacerlo no estoy seguro si debería, aunque yo fui el que propuso esa idea cuando eran niños, siempre sentí que les estaba quitando algo esencial, algo que los hacia ser verdaderamente… ustedes.
─Pero si lo intenta tal…
─Debes entender que nuestros poderes son inmensos, hasta qué punto no sabría decirte, hasta ahora nos limitábamos a un nivel, por seguridad. Nuestra naturaleza es compleja, casi divina, a tal grado que es casi incomprensible para la mente humana común─ le advirtió el hombre, con paciencia─. Incluso a tal grado que pienso que no es posible separarnos por mucho tiempo.
─¿A qué se refiere?
─A que, aunque a pesar que decidimos separarlos por su bien, tu madre por su lado, aquí estamos de nuevo, sin planearlo, ustedes han recuperado sus habilidades al mismo tiempo, no me enteré que estaban aquí, sino hasta que la vi en el hospital, ella estaba igual de impresionada que yo cuando nos encontramos y supimos lo que había ocurrido ─Artemio volvía a parecer intrigado─. Nuestro poder va más allá; hasta lograr controlar nuestros destinos. Por alguna razón externa, no quiere que estemos separados. Ahora que estamos aquí, en este punto, no hay más remedio que hacer lo posible por proteger este planeta y a ustedes. Somos en parte una Raza Guerrera, no resistimos la oportunidad de medir nuestro poder con otro como nosotros, en especial cuando se es joven. Aunque nuestros lazos de hermandad pueden ser igual o más fuertes que nuestra naturaleza bélica…
Lion recordó otra vez, las veces que sintió la necesidad irracional de pelar cada vez que se encontraba con Ariel.
Artemio se giró lentamente para verlo directo a los ojos, dorado contra gris, quedando de espaldas a la chimenea, por lo que se veía como una silueta oscura:
─Es por eso que es nuestra prioridad que aprendan a convivir con sus habilidades, estos crecen cada minuto, es peligroso para la tierra y ustedes si no los ayudamos a controlarlos, y ella ahora es nuestro hogar. Tú y mi hijo son mestizos, pero eso no cambia nada, antes también los hubieron, en las antiguas visitas, cuando algunos comenzaron a relacionarse demasiado con humanos, y esto siempre termino en catástrofe, a tal punto que tuvimos que llevárnoslos, desaparecerlos de aquí y prohibir la relación y mezcla entre nuestras razas bajo la pena de muerte, hasta que nos fuimos definitivamente; no debíamos volver a interferir con su desarrollo natural de las especies, según el Hexagram. Aquí se crearon todo tipo de historias al respecto que hoy se conocen como los mitos, con la particularidad de la creatividad humana tergiversándolos a través de los siglos, por supuesto. Ya habíamos intervenido más que suficiente en su existencia. Pero ahora estamos aquí y necesitamos de su ayuda.
Se acercó a Lion y colocó sus manos sobre sus hombros.
─Somos familia ahora, todos debemos permanecer unidos, pues solo así seremos fuertes y podremos proteger nuestro hogar, el lugar de nacimiento de mi hijo y tú, y Ariel creció aquí, así que es parte importante de los tres. Pero no deben olvidar que también son Cronianos de sangre y alma, que son de sus últimos descendientes, no deben olvidar nunca sus orígenes o su linaje ─lo miró a los ojos un largo rato y agregó con voz suave─. Comprendo tu confusión y sé que es duro que todo tu mundo aparentemente normal, hasta hace apenas unas horas, ahora no sea sino un recuerdo y una ilusión, pero es importante que estés sereno, que te relajes y lo aceptes, pues les queda un largo camino por recorrer, y no será fácil, deberán ser fuertes; porque no hay otro ─hizo una pausa y bajó sus brazos─. Dicho esto, debo pedirte que por favor esperes solo un poco más aquí, hay algo que debo decirle a los tres antes de que te vayas ─le pidió en tono casi de súplica. Lion pensó un momento, no había nada que quisiera más que largarse de allí, pero el Sr Grum había sido amable con él hasta entonces, así que se limitó a asentir con la cabeza.
Artemio, más tranquilo, retiró sus manos de los hombros del chico y salió de su despacho apresuradamente. Lion aprovecho el instante de soledad para tratar de asimilar todo aquello.
Cuando regresó unos escasos minutos después no venía solo, Ariel y Hermes venían con él.
Su hijo se colocó al lado de Lion sin problemas, mientras que su sobrino se mantuvo apartado de ellos, especialmente de Lion, al otro lado del sofá.
─Ya se les ha dado respuestas a los tres ─comenzó Artemio con voz magnánima─. Así que lo único que queda es informarles dos cosas, la primera; que mi hermano y yo hemos decidido establecer entrenamientos para que aprendan a usar sus habilidades, todos los días a partir de mañana, después de sus clases nos reuniremos aquí ─miró a Lion─. Ya hable con tu madre, estuvo de acuerdo en eso y que debías dejar el club de Artes marciales… Por un tiempo al menos, hasta que aprendas a controlar tu poder ─Lion sintió un nudo en la garganta, aunque se esperaba algo así, era más duro oírlo que imaginarlo, pero hizo de tripas corazón, la verdad era que no le apetecía experimentar las miradas de miedo en sus compañeros después de lo ocurrido la última clase, especialmente la de Ana. Ariel parecía disfrutar con eso, pero Lion decidió seguir ignorándolo.
Asintió solamente una vez, de nuevo hacia el Sr. Grum que quedo satisfecho.
─Muy bien, por otra parte deben comprometerse a dejar cualquier conflicto que exista entre ustedes a partir de ahora ─aunque lo dijo educadamente en general, miró a Lion y luego a su sobrino, ninguno contestó─. Bien dense la mano en señal de que lo aceptan y están dispuestos a intentarlo ─casi al mismo tiempo Lion le tendió la mano a Hermes, este se la estrecho gentilmente sin problemas, ahora se parecía más a su padre, mientras que con Ariel los dos siquiera se miraron y se limitaron a un asentimiento.
A pesar de todo Artemio se conformó con eso.
─Bien, es un avance.
Pero apenas termino la frase, su sobrino estalló.
─¡No entiendo por qué debemos hacerlo con él aquí! ─espetó despectivamente─. No es nada nuestro.
─No te atrevas a creer que esto es fácil para los demás ─se defendió Lion.
Ariel se le fue encima, pero Artemio le impidió el paso colocándose en medio de ambos.
─¡Basta ya! ─demandó su tío en tono amenazador, casi atronador─. Lion es también parte de esta familia, son primos les guste o no, ¿de acuerdo?
─Era todo lo que tenías que decirme tío ─lo apremió Ariel cansinamente.
─Sí.
Inmediatamente salió hecho un bólido sin mirar atrás.
─No creo que esto sea buena idea ─expresó Hermes.
─Ni yo ─admitió Lion.
─La decisión está tomada ─el tono del Artemio era categórico a un nivel autoritario.
─¿Puedo irme ahora Sr. Grum? ─preguntó Lion esperanzado, se sentía algo irritado y frustrado por toda esa situación.
─Tu madre te espera abajo, en la sala ─le recordó por toda respuesta─. Y en cuanto al incidente en el gimnasio del colegio… todo está arreglado.
Lion estaba tan ansioso por salir de allí, que no preguntó que tanto se había arreglado.
─Muy bien, entonces hasta mañana y gracias ─se despidió y salió él también.
Quería descansar, tenía mucho que asimilar, y todavía sentía que la cabeza le daba vueltas por toda la información que había recibido ese día. Atravesó el largo pasillo que lo había conducido al despacho de Artemio. Bajó apresuradamente las escaleras de mármol en donde se paró en seco al ver a un enorme gato subiendo; era como un lince, pero con un aspecto mucho más aterrador: tenía una oreja caída como si se la hubieran partido, y un ojo (el derecho) completamente azul, vidrioso y fijo con una cicatriz recta que atravesaba sus parpados, el otro era normal, de un color naranja oscuro con la típica línea fina de pupila que los felinos tienen cuando hay mucha luz, su pelaje era gris, de ahí su parecido con un lince, aunque poseía ciertas manchas parecidas a las del leopardo, pero lo más impresionante, incluso que su tamaño y su aspecto, eran sus garras que sobresalían y parecías de un reluciente metal, como de acero. El extraño animal lo observó con su ojo bueno de una forma muy inteligente para ser un gato, se quedó quieto y lo olfateó mientras pasaba sin apartar sus ojos de él. Lion pasó lentamente a su lado y lo dejo atrás. ¿Pero qué…
Entró en la sala, un enorme recinto de altas paredes azul claro, con techo abovedado, una gran puerta al fondo, así como dos a los lados, había uno que otro cuadro de arte realista y minimalista colgado por allí. En el centro había un enorme sofá en u (capaz de albergar como a diez o quince personas) enfrente de una chimenea, de mármol y oro, tan alta como él, donde encontró de nuevo a su madre, sentada en frente de su amiga Amelia.
Ella lo miró nerviosa, al ver que aún estaba agitado por los recientes acontecimientos, como si temiera que le reprochara algo, tal vez lo hiciera pero no en ese momento.
─¿Nos vamos?
─Sí, claro ─se apresuró ella, levantándose de inmediato─. Adiós Amelia, me dio mucho gusto volver a verte ─se despidió de su amiga con un beso en la mejilla y un abrazo.
─A mi igual, vuelve cuando quieras por favor ─le contestó Amelia y se reunió con su hijo que venía entrando con Artemio en ese preciso momento por una de las puertas, la de la derecha. Ambos pasaron por su lado y se despidieron de ella también.
─Gracias ─se limitó a responder Génova.
─Adiós ─dijo Lion en general.
Salió lo más rápido que pudo de esa mansión hasta el auto de su madre, esperando poder dormir, aun con la esperanza de estar en un mal sueño o por lo menos despertar mejor el siguiente día.
9
Explicaciones
El trayecto hacia su casa transcurrió en silencio. Lion puso toda su concentración y la poca cordura que le quedaba en mantener la boca cerrada, no quería sentir resentimientos hacia el ser que le había dado la vida, pero en ese momento no podía pensar en nada más. Génova por su parte parecía comprenderlo muy bien, por lo que guardo silencio y respetó su decisión de no hablarle.
Cuando llegaron, se apresuró en subir a su habitación y encerrarse, si era posible nunca saldría, buscó su reproductor R-Pop en la gaveta de su cómoda, se colocó los audífonos y subió todo el volumen, echándose en la cama boca arriba, había escogido un álbum de su grupo favorito de rock, siempre lo colocaba cuando estaba enojado o se sentía mal. Casi siempre esa música lo tranquilizaba en una situación como esa. Esperaba que esa no fuera la excepción. Se quedó un rato escuchando música, mirando el techo sin mirarlo en realidad, sintiendo lo que le rodeaba y tratando de serenarse. Su habitación estaba un poco sucia, con envoltorios de frituras aquí y allá, y uno que otra lata de maíz dulce, que ya no cabía en su papelera y se había caído al piso alfombrado. Había algo de ropa en el suelo y otras que sobresalían de su cómoda. Trató de distraerse pensando que debía limpiarlo lo antes posible, debía limpiar su vida, o lo que quedaba de ella. Aburrido de reparar en esto se concentró al máximo en la música que resonaba fuerte en sus oídos, dejando que lo transportara.
Miro el pequeño reproductor un rato, la música había logrado calmarlo al fin unos minutos después de ponerla, pero solo bastó una mirada más detallada al cromado aparato para darse cuenta que en un rincón de éste, en letras pequeñas, decía:
R-Pop-85-30 Marca Heindall, producto de Global Bullock Corp.
Esto le recordó de golpe de lo que intentaba huir, y fue como si de una patada le sacaran el aire de los pulmones. La ira afloró de nuevo en su interior. Una fuerza extrema se extendió por todo su cuerpo y el pequeño aparato quedo hecho polvo en su mano, al cerrarla en un puño que temblaba, como todo su cuerpo, como la frágil cama de madera que se estremecía peligrosamente.
La música cesó de golpe al mismo tiempo que una solitaria lágrima rodaba en su mejilla. Fue la única.
Amaba escuchar música, siempre lo relajaba, pero ni siquiera esta podía calmarlo ya, estaba más solo que nunca.
Los recuerdos, las responsabilidades, su identidad, su familia, todo estaba revuelto en su mente, se atropellaban entre sí. ¿Qué debía hacer? ¿Cuál era el siguiente paso a dar? la desesperación se apodero de su ser. Aunque en el fondo siempre supo que era algo más, aunque siempre se sintió diferente, ajeno a las demás personas, sus amigos, los pocos que había hecho en su nuevo colegio, habían logrado apartar esa idea. Ahora esta certeza regresaba más implacable que nunca para demostrarle que tenía razón, que era un fenómeno…
Entonces volvió a escuchar esa misma voz que le habló en los vestidores del colegio, provenía de su interior, en lo más hondo de su mente, era sublime, fresca y la sentía retumbar en sus oídos:
No negar quien eres, es el primer paso a la libertad… hijo. Así que no niegues tu naturaleza, sino que hazla tuya.
Esta voz calmo su agitada alma mejor de lo que hubiera esperado, y lo agradeció ante la ausencia de la música. Pero ¿Qué era esa voz? ¿Era real o un truco de su estresada mente? No podía estar loco, aunque así se sentía. Pensó en su conciencia, pero en su corazón algo le decía que esa voz provenía de alguien a quien amaba y deseaba ver de nuevo en ese momento…
Su padre.
Era imposible, se dijo a sí mismo, pero ya no sentía la desesperación que lo invadía unos segundo atrás, era como estar en un oasis de paz, pensó que deambularía solo en el camino desconocido que se extendía ante sus ojos, pero el simple hecho de saber que su padre estaría con él, desde su corazón, lo calmó e hizo que durmiera en paz, la que se suponía que fuera la peor y más terrible noche de su existencia, resultó ser la más serena.
Se durmió tranquilo, sin preocuparse lo más mínimo por el día siguiente, por primera vez en mucho tiempo durmió sin sueños.
Al día siguiente despertó sintiéndose más fresco y calmado que nunca, había sido como si alguna invisible deidad del sueño velara por él y cuidara que la inconsciencia le sirviera para calmarlo con su poder balsámico.
El reloj sonó, había despertado antes que se activara la alarma, se recordó que no debía comportarse como un idiota incomprendido e insensible ante la situación que se enfrentaba, aunque no había logrado hacerlo por completo, se planteó que dejaría que las cosas tomaran su curso y contaba que sobre la marcha aprendiera a lidiar con el destino que le esperaba. Se aseó, vistió y bajó a desayunar como en cualquier día normal de su vida, al menos le quedaba eso, seguir aparentando normalidad y ahora que lo pensaba, quedaba claro el porqué de la preocupación de su madre en torno ella.
Cuando Génova lo vio bajar, estaba cautelosa, pero la tranquilidad del chico se reflejaba en su rostro así que ella también se relajó un poco.
A pesar que se sentía un poco resentido por todo lo que le había ocultado durante prácticamente desde su nacimiento, verla allí, cuidándolo como siempre, le hizo un nudo en la garganta. Que otra cosa podía hacer su madre sino es proteger a su único hijo de la inquisidora naturaleza humana, protegerlo de la misma forma como recordaba que lo hacía cuando era niño y ella lo tranquilizaba cantándole en una noche de pesadillas, o cuando estaba asustado o enojado, de hecho tenía una canción especial, que ya casi ni recordaba, para cuando estaba enojado. Ella, que se preocupaba porque se alimentara bien desde que era niño y quizá lo haría hasta que fuera un anciano, si llegara a poder hacerlo. Entendía que quería cuidarlo de, por ejemplo, lo que sintió esa noche, de esa gran y agitada vida que lo esperaba. Era la única persona que le importaba en la vida, por la cual en realidad no estaba solo como pensó la noche anterior, aún la tenía a ella. No debía sentirse solo, menos ahora que sabía que de alguna forma su padre estaba con él.
Así que no había más que comprensión en su voz cuando le habló:
─Buenos días, mamá.
Ella no respondió de inmediato, sino que se humedecieron un poco sus marrones y hermosos ojos, se acercó lentamente, aun cautelosa y tanteando el terreno, hasta que lo abrazó con fuerza.
─Más que bueno, hermoso ─se limitó a contestar.
Él le abrazó con cuidado, ahora no quería correr riesgos con su extraordinaria fuerza. Sintió el dulce olor de su bella y larga cabellera negra en su nariz, el olor del amor de madre, pensó.
─Te amo mamá y eso no cambiara nunca.
─Lo se… yo también te amo cariño ─aseguró ella estrechando su abrazo y sollozando bajito─. Pero aun así debo pedirte que me perdones; ¿podrás hacerlo algún día?
─No quiero… que siquiera lo menciones de nuevo, no hay nada que perdonar, solo tratabas de protegerme y eso lo puedo entender, así que quédate tranquila ya ¿Si? ─y le dio un beso en la mejilla, ella lo miró con ojos llenos de gratitud, de orgullo, pero sobre todo, de preocupación por él.
─Mejor dime que hay de comer ─le pidió él animadamente.
Génova limpió las lágrimas de su rostro y se volteó para servirle su desayuno, más tranquila.
─Lo que más te gusta…
Entró a la escuela con más optimismo, algo que hasta la noche anterior creía imposible. Se dirigía a su primera clase del jueves, Literatura, en el aula 218, en la segunda planta.
La mañana había transcurrido muy bien, como siempre, hasta que entró en la clase que compartía con Ana y Jason, Idiomas, pues cuando los fue a saludar sintió miedo. No supo que hacer o incluso que expresión poner, pero en ese momento entró la profesora Iraní Rojas, saludando en perfecto francés. Así, que no tuvo más remedio que ocupar su lugar, por suerte estaba un poco alejado de ellos, en el asiento de atrás, el ultimo debido a su tamaño. No pudo, por más que intentó, concentrarse en la clase pensando en cómo explicarles lo sucedido en los entrenamientos, debió pedirle algún consejo a Artemio, pero lo olvidó, estaba tan apurado por salir de esa condenada casa que ni se le pasó por la cabeza. Creyó ver que Ana intento verlo de reojo desde su asiento en la primera fila, pero solo se agachó para tomar algo de su mochila.
La clase había terminado y ni siquiera se había dado cuenta. Ana y Jason se dirigieron hacia él, estaba más nervioso que nunca.
─Hola extraño ─saludó ella con una sonrisa ligera, tocándose el cabello para confirmar que estaba bien sujeto por la goma elástica.
─¿Qué hay? ─lo saludó Jason con camaradería─. ¿Estás bien? ─preguntó al percatarse de su semblante de preocupación y la tensión de los amplios hombros de su amigo.
─Hola… no… si… estoy bien ─tartamudeo sorprendido y tenso, había comenzado a rascarse la ceja derecha; solía hacerlo a veces cuando estaba nervioso o bajo mucho estrés. Pensó que lo bombardearían con preguntas sobre lo ocurrido con el medidor de fuerza en cualquier momento.
─Ana me contó lo del accidente del medidor ayer y que tuviste que irte ─comentó Jason con confianza, colgándose la plana mochila al hombro.
─Si ─afirmó ella, colocándose un mechón de su larga melena negra, que se había salido de su cola de caballo, detrás de la oreja derecha─. Ya el maestro Ben nos contó que fue una falla en el sistema de esa antigua cosa lo que ocasionó que explotara, por suerte no hubo heridos.
─Por eso mismo la escuela tampoco levantara cargos contra ellos.
─Si, tuviste mucha suerte, estabas tan cerca, me asusto pensar que te habías hecho daño.
Lion recordó como lo había mirado ese día, era una mirada de miedo pero no por las razones que él pensaba.
─Si, mucha suerte ─afirmo él, un poco más relajado al fin, soltando un resoplido de alivio interiormente.
─También dijo el maestro que un amigo suyo te llevó al médico para que te examinaran y estar seguro de que estabas bien y que allí te reuniste con tu madre ¿Ella tampoco levantara cargos? ─Comentó Jason.
─No, para nada.
─Quedaste como en shock y no es para menos, todos nos asustamos mucho cuando vimos lo ocurrido.
─Si fue… aterrador ─mencionó, ahora con tono algo ausente.
─Pero gracias al cielo que no te cayó encima y que sigues aquí con nosotros ─declaró Jason dándole una palmada en la espalda─. Incluso ahora pareces de hierro, tal vez ni siquiera te habría hecho nada ─bromeó su amigo al sentir la dureza de su espalda. Siguieron conversando así para ponerse al día, hasta que no hubo más remedio que seguir con la última clase de la mañana cada uno por su lado.
No podía creer en su buena suerte, aunque no le agradaba mentirle a sus amigos, las cosas no podían estar mejor ese día, sintió su ánimo renovado el resto de la mañana. Así que a eso se refería Artemio cuando le aseguró que todo estaba arreglado, le habría gustado que le explicara mejor para evitar la impresión, pero igual estaba agradecido con ellos.
La única excepción de lo bueno ese día fue tener que ver a Ariel en el almuerzo, pero esta incomodidad fue pasajera porque lo ignoró olímpicamente y no sabía por qué esto parecía irritarlo más.
¿Qué le pasa a ese tipo, estará loco? pensó Lion para sus adentros.
La tarde y el fin de las clases llegaron inexorables, como siempre, y aunque no quería hacerlo, sabía que eso significaba que debía regresar a la Mansión Grum. Estaba consiente que no había otro remedio si quería controlar el… poder (aun le costaba hasta pronunciar esta palabra) con el que había nacido sin saberlo. Ese día seria su primer día de entrenamiento, aunque no se acercaba ni un poco a la emoción que sintió su primer día en las clases de artes marciales, lo que le recordó que debía dejarlo y que había olvidado por completo notificárselo a Ana, se había entretenido demasiado en otras conversaciones.
Se había despedido de ellos con la excusa de esperar a su madre, pero la realidad era que debía ir la otra calle, rodeando la escuela, para esperar el metro bus que lo dejaría cerca del vecindario de los Grum. Su madre lo llamó esa tarde para avisarle que tenía que trabajar hasta tarde ese día, pero que iría a recogerlo apenas saliera. Pero, camino a la parada del M.B, un auto se detuvo repentinamente a su lado, un frio seguido de una fuerte corriente eléctrica recorrió su espalda: era un auto deportivo rojo, aerodinámico y lujoso (eléctrico y marca High-Heindall, donde se encontraba lo más exclusivo de está, por supuesto) por un momento pensó en Ariel buscando pelea, pero cuando miró bien por el oscuro vidrio polarizado, con toda claridad pudo comprobar que solo estaba Hermes. Sabía que una persona normal no habría podido ver a través de ellos, como le había advertido Artemio; sus poderes crecían más cada minuto. Ya comenzaba a acostumbrase a ellos y hasta podría decir que le gustaban en momentos como ese. ¿Pero qué quería Hermes con él? Hasta entonces se había mantenido al margen de todo.
Éste, como si adivinara sus pensamientos, bajo el vidrio:
─¿Te llevo?
10
Entrenamientos
Se quedó estupefacto un segundo que pareció eterno, era extraño el comportamiento amable de Hermes considerando de quien era primo, y ¿Si era un tipo de broma o trampa? aunque no podía juzgarlo solo por el parentesco, pues el mismo era primo hermano de Ariel, como se había enterado el día anterior, así que no necesariamente tenían que ser iguales. Pero sintió que su desconfianza y paranoia no eran injustificadas. Ser familia solo empeoraba la situación entre ellos, hubiera deseado mejor no tener nada que ver con él, pero; si uno pudiera elegir a la familia, pensó con ironía.
─No te preocupes ─rechazó─. El autobús debe estar por pasar.
─Vamos ─comenzó Hermes, hablaba con naturalidad y en tono amable─. Mi padre me pidió que te llevara, no quiero que piense que soy mal educado, además Ariel viene en su propio auto así que no tienes de que preocuparte.
─Él no me preocupa para nada, es solo que esto no me parece necesario ─soltó, con más ímpetu de lo que pretendía.
─No me refería a eso ─se disculpó el otro con displicencia─. Lo que quise decir es que así iras más cómodo, sé que no se soportan entre sí, no soy ciego o sordo ¿sabes?… y veo que es por lo orgulloso que son los dos.
Lion lo pensó un momento, analizando la situación, que mal podía hacer un aventón, además debía admitir que sí, era un poco orgulloso, y hasta ese momento Hermes no había demostrado ser como su primo, tal vez debía juzgarlo más parecido a su padre.
Rodeó con decisión el hermoso auto rojo sin considerarlo prudente o no, la puerta se abrió automáticamente hacia arriba, entró (era un auto deportivo muy bajo) y sintió el olor a nuevo de los cómodos asientos de piel sintética color beige. ¿Cuantos autos tienen estas personas?… se preguntó impresionado. La puerta se cerró y el auto arrancó velozmente con un ronroneo apenas audible. Transcurrieron unos minutos en silencio, hasta que se detuvieron frente a un semáforo en rojo. Por un momento quiso poder cambiarlo y seguir para acabar con ese asunto lo más rápido posible. Detrás de ellos, y a los lados, algunos autos hacían una corta cola. Por el parabrisas todo era nítido, más que el exterior, pero extrañamente la luz resultaba menos intensa, unos números aparecían aquí y allá, indicando temperatura o distancia, así como los metros que faltaban para llegar, Lion sabía que el sofisticado sistema de ese auto podía hablar, pero seguramente estaba desactivado, y tenía múltiples aplicaciones más, los más costosos siempre las tenían.
─¿No te parece que todo esto es realmente extraño? ─le preguntó Hermes de repente, con voz serena.
─¿Cuál parte exactamente?
─Pues a todo esto, un día todo es aparentemente “normal”, sin nada extraordinario en tu vida, y al siguiente…
─Eres el descendiente de una raza “alienígena” casi extinta ─completó Lion con ironía.
Hermes rio, y no pudo evitar imitarlo, realmente sonaba más raro al decirlo que al pensarlo.
─Si, a eso exactamente ─pasó su mano derecha por su cabello castaño dorado, ya bastante liso y peinado, lo tenía un poco más largo que cuando lo vio por primera vez, y ahora le tapaba un poco el ojo hacia donde caía. Parecía que estaba preocupado por algo, sus ojos color miel estaban fijos en el camino y en introspección al mismo tiempo─. Suena como cien veces más extraño ¿no crees?
─Si, definitivamente.
Hermes, a pesar de guardarse siempre lo que pensaba para él solo, parecía disfrutar de compartir sus opiniones y tener la seguridad suficiente para hacerlo. Ser callado y reservado parecía su decisión, no su verdadera forma espontánea de ser.
─Tu pareces tomarlo bastante bien.
─Bueno, ahora lo tomo mejor que ayer, la verdad fue un golpe duro enterarse de esto tan repentinamente, pero supongo que el único camino que nos queda; es seguir hasta donde nos lleve todo esto, ¿No crees?
Hermes reflexiono en sus palabras un minuto más. El semáforo cambio y siguieron su camino.
─Si, supongo, es una interesante forma de verlo, no lo había pensado de esa manera─ parecía realmente aliviado por ese simple pensamiento de Lion─. Gracias ─le dijo sinceramente.
El eludido se limitó a asentir. Se sentía extraño, parecía que entablar amistad con Hermes resultaba más fácil de lo que hubiera pensado.
─Creo que esto ha resultado difícil para los tres, aunque no de la misma forma ─argumentó─. A mi primo Ariel le afectó más el descubrimiento de quien había sido su padre y lo que había hecho, siempre pensó que sus padres habían sido víctimas del supuesto “accidente nuclear” del centro, y yo particularmente temo más a este asunto de los… poderes sin límites, pensar que solo por una persona un planeta esté en peligro me resulta abrumador, y más si sé que esa persona puedo resultar ser yo ─miró un segundo a su acompañante.
Lion se sorprendió de que también basaran la muerte de los padres de Ariel en ese desgraciado accidente, aunque viéndolo con frialdad, era una mentira creíble dado la cantidad de víctimas que hubo, así, si cualquiera decidía investigar, vería que al menos el hecho era verdad. Además fue Arieón, el propio padre de este, quien causo la explosión para provocar a su padre.
─Bueno la verdad… ─comenzó Lion, en voz baja─ A mí me resulta abrumador todo eso del mismo modo, así que puedo entender a lo que te refieres.
─Lo sé, no podía ser de otra forma. Tu pareces una buena persona, no entiendo el porqué del conflicto entre mi primo y tú, muchas veces traté de convencerlo de que te evitara, pero supongo que ya sabemos que se debía a algo superior que a una riña corriente, algo en nuestra naturaleza como dijo mi padre.
─Si, y debo admitir, para ser justo, que aunque tu primo dio el primer golpe de cierto modo, yo no pude evitar comportarme de la misma forma infantil.
─Y yo, aunque no me guste admitirlo, te veo más dispuesto a ceder en esto que a mi primo.
─Por supuesto que lo estoy ─admitió Lion─. No me gusta tener que estar todo el tiempo a la defensiva, es agotador y será peor si vamos a tener que vernos todos los días a partir de ahora.
─Yo creo lo mismo ─aseguró el otro─. Pero conozco a Ariel de toda la vida, y sé que no dará su brazo a torcer, no fácilmente al menos.
─Me conformaría con una relación cordial por ahora, no creo que sea mucho pedir.
─Eso es porque aún no conoces del todo a Ariel, sé que tuvo una infancia complicada, más difícil que la mía al menos, llegó a este lugar por completo extraño desde muy pequeño, después de ser criado por alguien como Arieón en un planeta por completo diferente… a pesar de no saber esto en ese entonces, yo traté de estar siempre al margen (por supuesto, mis padres nos trataban por igual siempre) a pesar de ser hijo único, para que no se sintiera excluido cuando éramos niños, supongo que aún lo hago, al final terminas acostumbrándote a destacar lo menos posible, justamente como él se acostumbró a destacar demasiado. Así que no te confíes ─le advirtió Hermes mientras atravesaba la verja dorada de su vecindario, luego de dejarse ver al vigilante.
─Supongo que tienes razón, pero haré lo que este dentro de mis posibilidades.
Tampoco lo conocía a él, cuando se proponía algo lo lograba.
Bajó del auto y entro a la gran mansión detrás de Hermes, las grandes puertas de roble se abrieron. Entró al maravilloso vestíbulo de la magnífica casa que parecía mezclar lo antiguo y lo postmodernista en perfecta armonía.
Artemio estaba allí junto a su hermano Demetrio y… Ariel.
─¡Lion! que gusto verte de nuevo ─lo saludó cordialmente el Sr. Grum con un apretón de manos y una fuerte palmada en la espalda.
─Hijo de Bacco ─saludó Demetrio con un asentimiento y una mueca amable.
Ariel no se volteó siquiera a verlo.
─Muy bien, debemos comenzar de inmediato, vamos ─los apremió Artemio, indicándoles el camino hacia la sala.
Atravesaron la puerta de la majestuosa estancia y siguieron de largo por otra puerta doble, había otras dos puertas únicas a cada lado de la sala, entraron por otra puerta que conducía al comedor. Caminaron por un largo y amplio pasillo hasta una gran puerta de cristal templado, corrediza, de otra sala con una decoración post moderna, más pequeña que la principal, que daba al gran patio de césped verde y arbustos finamente cortados. Este se extendía hasta donde se perdía la vista. A lo lejos, bastante alejado debía decir, estaban una extraña y gran plataforma del mismo tamaño que un campo de futbol, quizá un poco más pequeño que uno profesional. Estaba cercado por un seto alto bien podado que crecía a unos seis metros del borde de la plataforma.
Sin duda ese sería el lugar donde comenzaría su entrenamiento.
Siguieron caminando hacia el gran patio, el olor a césped mezclado con las distintas flores que crecían en sus arbustos se sentía intenso gracias a la fresca brisa de la tarde que lo transportaba. Atravesaron un camino hecho de ladrillos de mármol, bajando escalones de vez en cuando, hasta que llegaron frente al gran seto, que debía medir unos tres metros de alto, de cerca ocultaba por completo la gran plataforma y podía pasar por un laberinto.
Había una verja pequeña y dorada que se movió hacia un lado automáticamente para dejarlos pasar, nadie dijo nada durante el trayecto, Lion se había rezagado un poco. Delante iban Artemio junto a su sobrino, detrás de éstos, Hermes y su tío, a los cuales seguía con paso lento.
Todos subieron a la plataforma por unas pequeñas escaleras, pues debía de tener un metro y medio de altura. Pudo percatarse también que estaba hecha de bloques cúbicos de granito de aproximadamente más de un metro cada uno, tal vez dos, parte de ellos quedaban hundidos en la tierra, pero estaban perfectamente unidos. Siguieron hasta ubicarse en el centro de esta, en donde se detuvo Artemio. Rápidamente su hermano se colocó a su derecha.
Los dos se quedaron allí, frente a Lion, Hermes y Ariel, en ese orden de derecha a izquierda, desde la perspectiva de los adultos.
─Aquí comienza la primera fase de su entrenamiento ─les informó Artemio sin más preámbulos.
Lion no pudo evitar sentir un estremecimiento de emoción, el primero de hecho, por lo menos algo bueno podía sacar de todo aquello, seguiría disfrutando de un entrenamiento parecido a las Artes marciales.
─Lo primero que quiero que hagan es que se quiten las chaquetas del uniforme y se queden lo más cómodo que puedan.
Los tres obedecieron de inmediato, al parecer Hermes y Ariel se sentía igual o muy parecido a él en ese momento.
Se quedó con la franela sin mangas blanca que usaba debajo de su camisa, colocó esta, la corbata y la chaqueta del uniforme en su mochila, la cual dejó en el suelo a su lado. Los otros dos lo imitaron, Hermes se quedó de igual forma con una franela negra ajustada, y Ariel con una franela sin mangas parecida a la de Lion, pero azul oscuro.
─Muy bien ─continuó Artemio con voz profunda─. Ahora siéntense.
Inmediatamente, Artemio, se sentó en una posición que recordaba a una vieja deidad Asiática, entrelazando las piernas, con las manos reposando en sus rodillas.
Sin atreverse ninguno a replicar, lo imitaron, quedando en la misma posición, Ariel era el único que parecía renuente, pues murmuraba algo por lo bajo.
─Lo primero que deben hacer para lograr un máximo y perfecto control sobre sus poderes, es encontrar la forma de controlar sus emociones, serenar y disciplinar sus mentes. Esa es la forma en que podrán fusionar su mente, su alma y su cuerpo para manejar sus habilidades a su voluntad y no que estas los dominen a ustedes─ Artemio miró a cada uno para cerciorarse de que seguían el hilo de sus pensamientos─. No hay otra forma de comenzar a lograr esto más que con ejercicios de respiración y meditación que ayudan a manejar las emociones, no es tan fácil como parece, podrían durar días o meses para que lo logren, pero no es imposible si se tiene una mente abierta a la meditación… Deben entender y tener muy claro que no somos humanos y nunca lo seremos. Nuestra forma de ver el mundo, de comprenderlo, es diferente, así como nuestra capacidad cognitiva de raciocinio y de almacenamiento. Lo que los humanos llaman conciencia es superior en nosotros, tenemos un sentido de responsabilidad mayor, especialmente hacia los de nuestra raza. Esto no quiere decir que no haya quienes se salen de control, es por eso precisamente que es peligroso para nosotros perderlo o enloquecer con el poder. Más sin embargo; debo admitir que el equilibrio es algo difícil de lograr en nuestra raza y es por ello que dependíamos de la tecnología. Pero una cosa es la mente y otra nuestro poder, parece que parte de nuestra naturaleza se divide en ambos. Pero por otro lado nuestro poder es lo único que puede desequilibrarnos del todo si eres débil y escoges el camino fácil, dejando que tome el control por ti con su sensación embriagadora: eso es mortal ─los miró de nuevo a los tres, con más compasión ahora─. Sé que siempre se sintieron diferentes porque lo son y nunca vieron las cosas como ellos. Creían que sí, pero nunca fue así, era una ilusión. Si bien no manejamos muy eficientemente el estrés, podemos lidiar con más cosas a las vez de forma más precisa y rápida que la raza humana, lo que a su vez nos permite lidiar de modo más racional con lo desconocido o diferente que la mayoría de ellos. Una habilidad sumamente necesaria en combate al permitirte anticipar a tu oponente.
Todos continuaban en silencio, aunque parecía descabellado, el tono de su explicación, tan serena y profesional con su voz profunda, los hacía pensar que no había nada más lógico en el mundo, tal vez en el universo entero.
─Muy bien comencemos, esto, aunque simple, es poderoso, dio gran poder y ciertas habilidades mentales (para los estándares humanos claro) a un individuo que hace muchos siglos vivió en el continente Asiático, tanto que lo consideraron una deidad venerable, lo que es impresionante para un ser humano debo decir… así que hagan lo que yo ─inhaló y exhaló profundamente siete veces, los muchachos lo imitaron, cerró los ojos y ellos también lo hicieron.
─Deben tratar de desprenderse de sus pensamientos, ver su mente desde otra perspectiva, como si fuera algo ajeno, e imaginar sus pensamientos en algo tangible, algo parecido a la realidad, y tratar de calmarlos imaginándolos de esa forma que elijan… sientan solo su respiración.
Lion trató de ver en sus sentimientos, pensamientos, recuerdos, emociones y todo lo que conformaba la mente intangible, intentó luego no pensar en nada. Por un rato no logró hacerlo y se concentró cuanto pudo en eso. Seguía las instrucciones al pie de la letra. Respira lentamente y solo sentía el aire en sus pulmones…
Hasta que por un segundo pareció estar en blanco, relajado a pesar de la situación, y vio maravillado un gran lago oscuro, con aguas turbias y muy agitadas, lo más extraño era que no hacían sonido alguno.
Ese debía ser el modo en que se encontraba su mente, todo parecía estar revuelto en ella. Recordó lo que les acababa de decir Artemio y trató cuanto pudo en calmarlas, sin tener ningún éxito…
Después de lo que parecieron unos minutos, Artemio los sacó de su ensimismamiento.
─Muy bien ─los interrumpió, Lion abrió los ojos de golpe, había estado como en un trance, por un segundo todo le daba vueltas, sus otros dos compañeros parecían experimentar exactamente lo mismo y se percató, con asombro, que ya estaba bien entrada la noche. El cielo estaba despejado y podían verse un sinfín de estrellas sobre el penetrante frio nocturno, aumentadas por la acción del domo que los cubría.
─Creo que eso es suficiente por hoy, no espero que logren el estado mental perfecto en una noche, pero con constancia eventualmente lo lograran.
─Haces que suene tan simple ─le reprochó Lion.
─Bueno, lo es… si te esfuerzas ─le contestó este, miró a los demás y les recordó─. Como saben, esto es muy serio, no deben usar sus habilidades hasta que puedan dominarlas por completo, esta técnica es categóricamente efectiva, nos ayudó a mí y a mi hermano, así como al padre de Lion. Deben hacer lo que les diga al pie de la letra y todo saldrá bien, no me cuestionen ni se cuestionen ustedes. Les repito, nada de usar sus poderes, para nada.
─Pero dijiste que crecían… ¿Cómo haremos cuando estemos en alguna actividad cotidiana y nuestra fuerza nos traicione?… como le pasó a Lion─ le preguntó su hijo con ansiedad.
Artemio suspiró con paciencia:
─Eso no debería ser problema, solo tengan cuidado de usar la fuerza requerida o la velocidad adecuada, como han hecho hasta ahora, mientras estén serenos su fuerza será serena, aunque tampoco se confíen y menos si están ansiosos por algo. La desesperación, la ira o el descontrol suelen ser el principal detonante, como ya saben, para nuestro poder, pero también pueden serlo otros sentimientos más fuertes, como el miedo que te destruye desde dentro de tu mente, es ese al que hay que temer más. Sim embargo, la manera para dominarlos a cada uno, solo puede ser encontrada por ustedes mismos, yo solo seré su guía ─les advirtió─. Así que por ahora vamos a descansar y confiar que no pase de nuevo lo que le ocurrió a Lion.
Artemio se incorporó, los tres hicieron lo mismo, con cierta dificultad. Lion tomo su mochila apresuradamente. Demetrio ya no estaba con ellos y ni se enteró en qué momento se fue. Se encaminaron de vuelta a la enorme casa.
Génova ya estaba allí esperándolo de nuevo en la sala junto a la madre de Hermes. Este y su primo habían subido por otra escalera antes de llegar a la sala, seguramente a ducharse y cambiarse. Después de intercambiar algunas palabras con sus amigos, se despidieron y salieron de aquel imponente lugar.
Durante la semana siguiente los entrenamientos “especiales” transcurrieron más o menos de la misma forma, tratando de encontrar la serenidad mental. Lion no podía negar que con cada una de esas sesiones avanzaba un poco en el camino a calmar las agitadas y turbias aguas en que estaba convertida su mente en ese momento. Así que, después de mucho esfuerzo y constancia, había logrado calmarlas, siete días después para ser exactos, podía ver como poco a poco las aguas se quedaban quietas hasta formar una superficie lisa y reluciente, la paz que sintió era imposible de explicar.
Sentía como si desde su interior emanara algo parecido a la alegría y el nivel de relajación fue casi adormecedor. Era una sensación renovadora y refrescante, como si una corriente tibia calmara sus músculos hasta lo más profundo de su ser. Era un lugar que disfrutaba, sin dolor o tristeza, aunque también sin felicidad o excitación, era neutro. No quería salir de allí nunca.
Había sido el primero en lograr lo que Artemio les había explicado el primer día de entrenamiento, este se mostró satisfecho, Hermes y Demetrio impresionados y Ariel irritado. Pero no por mucho, al siguiente día fue él quien había alcanzado ese nivel de calma y al onceavo día lo había logrado Hermes. Aun así debieron seguir manteniendo ese estado por unas semanas más.
Artemio decía que mientras más fijaran esa calma más avanzarían en el camino hacia la fusión de su ser en uno solo. Lo que debían lograr para tener el pleno control de sus ilimitadas habilidades.
Lion podía sentir como cada vez los controlaba mejor, a medida que sentía que estos crecían. La ironía era que a pesar de no quererlos en un principio, ahora que los sentía, deseaba poder controlarlos. Sentir ese control sobre la fuerza y la energía que crecía en él, le daba una sensación de felicidad que no esperaba. Se sentía afortunado, se sentía poderoso… y lo mejor de todo; lo estaba disfrutando. Después de esas sesiones especiales le resultaba más fácil, por ejemplo, controlar su fuerza de forma que podía pasar desapercibido cuando estaba aparentando ser normal delante de sus amigos, era gratificante no tener que estar atento a cada instante por cosas como que movimiento hacer o la cantidad de fuerza que debía usar para una tarea tan simple como destapar una lata de refresco. Ahora sacaba su fuerza en la medida justa y necesaria, manteniendo a raya su energía excesiva, adormeciendo parte de ella. Los tres de hecho lo podían hacer mejor. Ariel, como era de esperar, era el más rebelde en cuanto a pasar desapercibido, parecía estar con ganas de mostrar su superioridad a toda costa, resultaba algo evidente: cada vez que lo veía, por ejemplo, retaba en los jardines o la cafetería a los más grandes de sus amigos a las vencidas, a los que dejaba casi sin brazos. Hermes, como siempre, trataba de controlarlo ofreciéndose él, de esa forma nadie saldría herido. Aunque tardaban más, como es obvio, pues ambos estaban igualados en fuerza, siempre ganaba Ariel, sospechaba que Hermes se dejaba ganar más fácilmente de lo que realmente resultaría hacerlo. Pero por lo menos su primo se quedaba satisfecho y calmado, siempre miraba a Lion cuando retaba a alguien para medirse, como deseando que se ofreciera. Él se había percatado de esto, pero lo ignoraba. Jamás respondería a su reto, debía evitar a toda costa una nueva pelea y más ahora que ambos podían acabar con media ciudad en un mínimo descuido. Y quizá hasta con medio planeta. Mientras tanto, disfrutaban de sus habilidades cada uno a su manera.
Seguía manteniendo sus continuas visitas a la residencia de los Grum en secreto, no quería tener que mentirles a sus amigos, pero tampoco quería contarles toda la verdad. Esa tarea había resultado más difícil de lo que imaginaba, pues a la semana del comienzo de su entrenamiento, Beth había reconocido el plateado auto de su madre cuando salía de la mansión Grum, por fortuna, al ir con las ventanillas cerradas, no los había visto a ellos. Sin embargo le había preguntado al día siguiente en el jardín, donde se reunían en las horas libres a adelantar deberes, aunque a veces perdían más tiempo en pláticas triviales que en las tareas.
─Oye, Lion ─lo llamó en su tono de investigación, ya la conocía tan bien─ ¿Tu mamá ha estado en la casa de los Grum últimamente?
Se había imagina esa situación, así que ya había ensayado qué le podría decir una verdad a medias y así evitar levantar sospechas, era más una situación de comodidad o mejor dicho; para evitar preguntas incomodas.
─Si, de hecho había olvidado comentarles, no le di mucha importancia, al parecer el Sr. Grum ha contactado a la agencia de viajes donde ella trabaja, creo que planean hacer un viaje pronto y por eso ha estado reuniéndose con él, siempre lo hacen con los clientes más importantes ─lo había dicho con tanta naturalidad, que hasta Beth se tragó la mentira, se sentía un poco mal, pero su secreto era demasiado importancia. De esa forma no preguntaría en futuras ocasiones si la veía salir de aquella lujosa finca.
─Claro, me imaginaba algo así, no creo que el Sr. Bullock le preste su jet privado muy a menudo ¿verdad?
Por suerte cuando le informo a Ana que debía dejar las Artes marciales por un tiempo indefinido, pues era peligroso que se encontrara en presencia de personas frágiles para él, aunque eso no se lo dijo, ella lo tomo muy bien. Le había dicho que por órdenes del médico debía guardar estricto reposo.
─Pero si después de lo ocurrido te presentaste.
─Sí, pero fue porque mi mamá olvidó notificarlo en dirección ─eso era la verdad, bueno también medias, pues con tantas preocupaciones por lo que le ocurrió, y lo mucho que había faltado al trabajo, su madre había olvidado ese punto importante, no la culpaba, pero se hubiera podido evitar el bochornoso incidente si lo hubiera hecho. Génova le había conseguido una orden médica nueva que le impedía seguir sus entrenamientos, debido a su resiente accidente en el museo, por más tiempo que el primero. Odiaba tener que seguir con más mentiras. Pero lo tranquilizaba el saber que no era permanentemente. Cuando tuviera el control sobre sus habilidades podría volver, eso le había asegurado Artemio unos días atrás.
El plan, según este, era que dejaran el Club en el que estuvieran y observarlos a los tres hasta considerar prudente, y absolutamente necesario, contarles a los demás, pero solamente sobre su parentesco. En cuanto a sus habilidades, se suponía que iban a crecer gradualmente:
─Sus poderes han crecido más rápido de lo supuesto y son más grandes de lo que podíamos considerar posible.
Al menos eso era lo que les había explicado Demetrio en una ocasión al observar cuán rápido aumentaban en los entrenamientos y más aún su control sobre ellos.
Su ánimo seguía en aumento luego de que decidiera hacer la prueba, después de hacer los cursos, para conseguir su permiso de conducir, por insistencia de Génova, –es prudente que la consigas de ante mano- le había dicho ella, aunque estaba consciente de que aún no podría tener un auto, tenían suficiente con los gasto de uno, al menos intentaría conseguir un empleo y ahorrar luego si era necesario. Ese martes le habían notificado que había aprobado y debía recoger su permiso el viernes, y así lo hizo. Al menos ya había dado el primer paso para convertirse en conductor legal y usar el auto cuando fuera necesario.
Ese sábado por la noche se encontraba en casa después de los entrenamientos, se disponía irse a dormir, ya casi no sufría de sus extrañas pesadillas, así que siempre amanecía fresco y relajado.
Cuando despertó a la mañana siguiente no se levantó de inmediato sino que se quedó tendido en la cama pensando, a fin de cuentas era domingo y podía levantarse tarde. Divagó un momento sobre lo extraño que era el que hubiera pasado tanto tiempo en un periodo tan corto, en las experiencias que había vivido, pensó en sus amigos y lo feliz que estaba al darse cuenta de lo leales que habían sido con él. Y por último pensó y reflexiono en Ana. ¿Qué sentía exactamente por ella? era su amiga, sí, y le tenía cariño. Pero ahora que lo pensaba; recordó que había tenido una sensación más fuerte el día que la beso, algo que intento con todas sus fuerzas enterrar en su memoria pues las circunstancias en que lo había hecho le resultaban vergonzosas. Pero sintió que era necesario pensar en ello. Por supuesto ya había besado antes a chicas, claro cuando era más joven, mucho más, y habían sido en situaciones infantiles. Pero esta vez verdaderamente sintió algo distinto al tocarla y sentir su cuerpo contra él… Deseo por ella.
Pero Ana era especial.
Decidió olvidar por un momento la parte que le daba vergüenza y recordó solo el beso, en cómo había sentido el calor de ella, la suavidad de sus labios, la firmeza de lo que se ocultaba bajo la abertura de su camisa blanca, la suavidad de su piel bajo esta cuando la tomo por la cintura con delicadeza e ímpetu… y allí estaba otra vez esa sensación. Algo que había sentido con mucha intensidad, un calor que había recorrido su cuerpo y estaba seguro que también el de ella, volvía a sentirlo ahora que solo lo recordaba; haciendo que dentro de él algo reaccionara con intensidad. No sabía cómo explicarlo, solo que era diferente de otras veces, más intenso, con un ingrediente esencial… Peligro. Eso era lo que le excitaba. Su mano, que descansaba sobre su pecho desnudo, sentía el calor aumentar en él.
Ese día no habría imaginado la sorpresa que le guardaba su madre, siempre despertaba tarde los domingos. Pero cuando bajó a desayunar, antes de entrar en la cocina, su madre lo llamó en la puerta de entrada.
─Tengo una sorpresa para ti amor ─le informó emocionada y tapó sus ojos con sus manos.
─Pero si aún no es mi cumpleaños.
─Eso no importa, es solo algo que necesitas ahora ─discutió ella, mientras lo conducía con cierta dificultad, pues era más bajita que él, al jardín delantero─ ¿listo?
─Sí.
Retiro las manos de delante de los ojos de su hijo e inmediatamente este vio un auto aparcado en la acera de su casa.
─¡Sorpresa! ─gritó Génova sin poder contener su entusiasmo, él no dijo nada de inmediato─. Es usado, pero casi ni se nota que es de segunda mano, está en perfectas condiciones mecánicas ─añadió, algo preocupada por la reacción de su hijo.
Tardó un poco en creer lo que veía, era un ovalado auto compacto de dos puertas, cromado, no era nada del otro mundo, ni mucho menos lujoso… pero le encantó.
─¿Es enserio? ─inquirió anonadado─. Es para mí ─siguió sin poder contener ya la emoción─ Mamá, me encanta, está perfecto, pero ¿Cómo? Creí que no podíamos costearnos otro.
─Pues por eso he trabajado horas extras ─le explicó alegre al ver la reacción de su hijo─. Además llegué a un acuerdo con el dueño anterior, que fue accesible con el costo y los pagos
─¡Pues me encanta!
Con una enorme sonrisa se acercó al vehículo, para observarlo mejor. Tenía algunos raspones aquí y allá, pero eso era lo de menos, podían ocultarse o al menos disimularse puliendo bien la superficie.
Se giró y le dio un fuerte abrazo a su madre, la levantó con suavidad girando sobre sí mismo, hasta hacerla gritar de emoción.
─Gracias… gracias… gracias ─le susurró─. Eres la mejor del mundo.
La bajó y colocó con delicadeza en el suelo.
Ella le entregó las llaves con ojos humedecidos.
─Pero hay una condición ─lo atajó cuando las iba a tomar─. Debes ir conmigo en tu primer paseo.
─Pues eso no será problema.
Subieron al auto. Emocionado, Lion comenzó a conducir. Cuando salieron a una avenida, no pudo evitar sentir el valor para pedirle algo que había estado rondando su cabeza, pero que debido a los increíbles acontecimientos había olvidado:
─Háblame de él.
Ella no respondió de inmediato, sabía que se refería a su padre y era posible que estuviera temiendo esa pregunta, otra vez. Él le echó una rápida mirada, solo para ver una expresión de angustia en el rostro de Génova. Unos minutos después, que parecieron eternos, ella habló al fin:
─Fue por mucho el hombre más maravilloso, el padre más atento y el esposo más gentil que se puede desear, era alegre, espontaneo y… divertido ─una inesperada sonrisa apareció en su rostro y sus ojos se humedecieron de nuevo, ¿cuánto tiempo había estado guardándose su dolor para ella sola? Lion no pudo evitar sonreír también. Ella siempre había sido tan reservada, tanto que aprendió a respetar su silencio. Podía entender qué era lo que había cambiado, él ya sabía el misterio más acuciante de su padre y su origen, así que no valía la pena callar más. Ella por un momento parecía haberse quitado un enorme peso de encima y parecía relajada. Recostando su cabeza contra el asiento y mirando al techo, como si viera a través de él hacia el cielo, hacia sus recuerdos, continúo…
─Cuando tu naciste él estaba tan feliz, no puedes imaginarte cuanto, su cara estaba radiante como el sol cuando te vio por primera vez ─las lágrimas comenzaron a caer de las mejillas de Lion, se las limpio rápidamente, más por estar conduciendo, que por vergüenza─. Él siempre estuvo orgulloso de u… de ti ─tartamudeo ella.
El miedo y el dolor reaparecieron en sus humedecidos ojos y calló de golpe.
─¿Qué pasa mamá?… continua… ─Ella se limitó a negar con la cabeza mientras miraba por la ventanilla para no verlo a la cara. Y dejó de insistir. Aunque había sido una pequeña revelación, no pudo evitar sentir una alegría que le inundaba el pecho, era un avance, quizá poco a poco podía ir sabiendo más de su padre. Pero entendía que aún era duro para ella. A pesar de sentirse un poco frustrado, debía ser paciente. Sin embargo, sabía de alguien que si podría contarle cosas, alguien en quien no había pensado antes por alguna razón, y que ya le había contado lo más apremiante sobre su pasado… Artemio.
Ese lunes por la mañana estaba igual de alegre que el día anterior, se alisto, desayunó y salió. Había recorrido media ciudad con su madre el día anterior, quien se quedó más tranquila después de un rato, en celebración por su nuevo coche. Debía admitir que era genial conducir al fin su propio auto. Tan grande era su emoción que la tarde de ese domingo lo lavó, aunque estaba muy limpio, lo pulió y encero tres veces hasta que la superficie reflejaba como un espejo. El auto, como la mayoría de los modelos, era un Heindall, pero de la vieja serie BX, tenía las ruedas parecidas a las de un balón de basquetbol, pero ligeramente más grandes, y ocultas bajo el vehículo. Que le daba un aspecto de coraza de escarabajo cromado.
Ahora que tenía medio de transporte, podía ir, por ejemplo, a los entrenamientos tranquilamente sin necesidad de esperar a que su madre fuera por él, o dejar de tener que tomar el autobús y pedir aventones a sus amigos o (a escondidas de sus amigos) a Hermes.
Llegó emocionado al colegio, sabía que no era la gran cosa para muchos autos de lujo que tenían varios estudiantes allí, pero lo que realmente le emocionaba era la sensación de libertad, se sentía, aunque fuera tonto, más adulto. Se estacionó en un lugar libre en el estacionamiento y esperó a sus amigos, que todavía no habían llegado. El lugar estaba casi vacío debido a que aún era muy temprano. Encendió el reproductor automáticamente conectado a su R-pop nuevo. Observó, encariñado, el interior de su vehículo mientras escuchaba Rock. Los asientos de piel sintética eran muy cómodos, el tablero era moderno, tenía reproductor con pantalla táctil y proyector, todos los controladores eran táctiles, había calefacción y aire acondicionado. Los autos eran automáticos, algunos a tal punto que se controlaban por voz, aunque igualmente la mayoría aun necesitaban de un conductor para guiarlo, los que se conducían solos eran los más exageradamente costosos del mercado. Pero sin embargo el suyo, como todos, contaba con un sistema de seguridad que conducía el auto por algunos segundos y lo estacionaba en caso de que el conductor se durmiera o distrajera por algún motivo de su camino, usando el Dispositivo Espacial de Manejo Seguro (DEMS) para guiarse y evitar accidentes. En el parabrisas podía ver los accesos más rápidos a las calles, la temperatura, incluso el pronóstico del clima. Aunque sabía que no contaba con todo lo más avanzado en tecnología de un auto, como los de los Grum. Le encantaba solo por ser suyo.
Un rato después comenzó a llenarse el lugar y llegaron sus amigos: Ana, seguidos de Jason y luego Beth, salió a encontrarse con ellos y darles la buena noticia. Debido a la gran cantidad de autos similares, no habían reparado en él.
─¡Eh chicos!
Ellos se giraron automáticamente al pasar a su lado y lo vieron un segundo.
─¿Qué les parece?
─¡Oh por Dios, tienes auto! ─expresó emocionada Beth, al caer en la cuenta.
Todos se acercaron.
─Está genial ─aseguró Jason incondicional─, aunque tendrás que explicarme como es que entras en él.
─Pero ¿Cuándo lo obtuviste? ─ Preguntó Ana, muy contenta por él.
─Mi mamá llegó ayer con la sorpresa, aun no me lo creo. Es de segunda mano y no es gran cosa, pero me encanta.
─El primer auto siempre es el mejor del mundo sea cual sea, a mí me paso igual ─le aseguró Ana.
Luego de mostrárselo por dentro y por fuera, se encaminaron, comentando sobre los autos nuevos, hacia el edificio escolar. Al parecer Ana también había conseguido su primer auto de segunda mano y después uno nuevo, mientras que Jason y Beth obtuvieron los suyos nuevos gracias a sus padres…
─¡¿Quién fue el imbécil que se estacionó en mi sitio?!
Gritó una voz desagradablemente familiar, antes incluso de que pusieran un pie en el interior del colegio.
Cuando Lion se giró, vio horrorizado como Ariel rondaba su auto, había dejado el suyo, una lujosa, alta y aerodinámica camioneta negra, que parecía incluso flotar unos centímetros del suelo, estacionado detrás con la puerta abierta hacia arriba. Tenía una mirada asesina, parecía dispuesto a lanzar por el aire su auto, delante de toda la gente que llegaba. Él sabía muy bien que podía y no dudaría en hacerlo.
Antes de que alguno de sus amigos lo detuviera se encamino molesto hacia él.
Cuando este lo vio acercarse y comprendió lo que había pasado, todo pudo solo empeorar…
─Tenías que ser tú ─susurró Ariel en voz baja, fría y punzante como el cristal de hielo… así como aterradoramente complacida.
11
Escala MeeQ
─Sera mejor que quites tu… carcacha de mi camino o…
─O ¿Qué? ─inquirió alguien detrás de Lion, era Ana que estaba que echaba chispas de la rabia, Jason la sujetaba de una mano junto con Beth─. Te recuerdo Ariel que no hay lugares permanentes o preferenciales en el estacionamiento para los estudiantes.
─¡Tú no te metas! ─espetó sin mirarla, seguía descargando su fría mirada únicamente en Lion.
─Cierto Ana, deja que yo me encargue de esto ─le advirtió Lion, también si mirarla.
Ariel soltó una risita maliciosa.
─¿Qué tú te… encargaras? ─se burló, para luego soltar una carcajada socarrona. Hermes fue a su encuentro en cuanto los vio discutiendo. Algunos otros estudiantes se acercaban y comenzaban a cercarlos en un círculo armando revuelo.
Después de evadirlos, Hermes llegó por fin al lado de su primo:
─Ariel basta, esto no es necesario, comenzamos a llamar mucho la atención de todos y sabes que no podemos…
─Tu tampoco te metas o… olvidare quien eres ─lo interrumpió éste en voz baja y cruel─. ¡Acaso te pones de su parte! ─le recriminó señalando a Lion con un gesto de la cabeza. La tensión en el lugar aumentaba cada segundo. Lion seguía tratando de controlarse como había aprendido en sus continuos ejercicios. Había mucha gente y podría, esta vez, salir más de uno herido. Trató de repetirse esto como un mantra en su fuero interno.
Los dos seguían mirándose con el odio a flor de piel. Lion guardaba la calma tanto como le era posible.
─¿Entonces? ─reiteró Ariel imperiosamente─. ¿Lo quitaras tú o tendré que hacerlo yo?
─¡No te atrevas a tocar mi auto! ─soltó entre dientes Lion, con voz ácida por la ira que sentía, había captado la sutil amenaza implícita en sus palabras, estaba dispuesto a destrozar su auto ahí mismo, delante de todos esos testigos.
Éste no le contesto y se acercó lentamente al vehículo de Lion, sonriendo. Casi podía oírlo en su mente decir; Anda ven, detenme si puedes. No sabía qué hacer.
Ariel suspendió una mano sobre el coche y comenzó a bajarla. Rápidamente, lo más discreto que pudo para no delatar su velocidad superior ante las personas (estos murmuraban y atraían cada vez a más estudiantes) Lion le sujetó la mano en el aire, podía sentir la presión que ejercía Ariel al tratar de zafarla, una fuerza que habría demolido, no uno, sino diez camiones de carga juntos, pero aun así no lo logró. Esto hizo que la cara de su contrincante se desdibujara de rabia, con la otra mano trato de golpearlo; pero Lion, lenta y fuertemente, también le sujetó esta, cerrando su mano alrededor de su muñeca. Ambos comenzaban a temblar, más que por el esfuerzo, por la enorme cantidad de fuerza que estaban utilizando. A tal punto que Lion sintió como el suelo que pisaba, de puro concreto, comenzaba a hundirse lentamente, si se desquebrajaba no pasaría desapercibido para los curiosos, algo que le preocupó de inmediato. Sin embargo aún mantenía fácilmente sujetando a su oponente. Los espectadores habían comenzado a exaltarse por la emocionante situación, Ana había comenzado a gritarle cosas como: ¡Basta Lion, suéltalo… sepárense!… pero antes de que los demás siquiera comenzaran a hacer bullicio, Hermes se acercó a su primo para murmurarle algo muy cerca del oído:
─Tranquilízate… aquí hay demasiada gente ─Ariel no se inmutó ni se movió, parecía como si no lo hubiera escuchado siquiera─. Si no lo haces llamare a mi tío y… a mi padre.
Ariel dejó de ejercer su fuerza automáticamente por la impresión y Lion también lo hizo, lo soltó y se alejó de él. Miro disimuladamente donde estaban pisando, se había hecho una ligera grieta que podría pasar desapercibida como muchas otras cualquiera de la ciudad.
Ariel miraba a su primo ahora con la boca abierta, ojos muy abiertos y pupilas dilatadas, como si fuera la primera vez que lo veía realmente. Consiente que este nunca lo había desafiado antes. Luego, unos segundos después, compuso su expresión a una de reproche:
─Ahora te pondrás en mí contra ─su voz, impregnada de rabia y rencor, era como una bofetada con una mano enguantada en seda.
─Sabes que no es así ─se defendió su primo con ansiedad.
Algo más calmado e impresionado por la intervención de Hermes, Lion se apresuró a intervenir.
─Basta, esto es una estupidez, yo moveré mi auto si eso es lo que quieres ─informó a ambos, pero mirando ceñudo a Ariel. Se tragó por vez primera su orgullo y subió a su auto. Nadie dijo nada, incluso Ariel parecía no dar crédito a lo que hacía. Los demás estudiantes, al ver que no pasaría nada, comenzaron a dispersarse desenfadadamente, sin siquiera imaginarse que podrían haber muerto en ese mismo lugar de haber ocurrido lo peor (como seguramente querían). Por suerte no paso a mayores y no llegó ninguna autoridad escolar. El estacionamiento de los profesores estaba al otro lado del colegio, muy separado de los estudiantes.
Colocó su auto rápidamente en un lugar vacío bastante alejado de la entrada del edificio principal y luego fue a reunirse con sus amigos en este.
─¿Por qué dejaste…? ─comenzó rápidamente un indignado Jason.
─Era lo mejor, estamos en el colegio, lo menos que quiero son más problemas, y menos por su culpa.
─Si, en parte tienes razón ─admitió Ana─. Aunque creo que esta vez Jason tiene razón, no debiste darle el gusto, esto solo lo exaltará más.
Pasaron al lado de un pequeño grupo, uno al parecer lo había visto y escuchado todo, porque antes de que viera a Lion, este lo oyó decirle a sus amigos:
─No sé qué le pasó, parece que es otro cobarde cualquiera y se la dejo montar del rey bravucón… pobre perdedor…
El chico se interrumpió enseguida cuando lo vio pasar de reojo y se puso rojo como un tomate. Era el mismo al que siempre escuchaba murmurar sobre él, ya debería haber aprendido a mirar sobre su hombro, pensó amargamente Lion, echándole una mirada de hastió.
Él y sus amigos siguieron su camino a clase.
─No les hagas caso ─le aconsejó su amigo Jason.
No le respondió y nadie más le dijo nada, se sentía humillado, peor aún, sentía que se había humillado a sí mismo. Sin embargo, estaba consciente de que había hecho lo mejor para todos, que había hecho… lo correcto.
Su orgullo era más fuerte de lo que había pensado, porque comenzó a considerar la posibilidad de desafiar a Ariel en ese mismo instante, su fuerza era mayor, lo había comprobado hacia unos segundos. Pero no podía, era demasiado riesgoso y sabía que luego se arrepentiría por ello, había hecho lo correcto, se repitió; además igual ambos ya sabían quién tenía más poder. Recordó con satisfacción.
Decidió olvidar lo ocurrido y seguir con su día como si nada hubiera pasado, aunque algunos otros murmuradores le recordaron a cada rato que no había sido así. Lo peor fue tener que soportar las indirectas de Ariel en la primera clase y luego unas muy fuertes en el almuerzo, pero siguió ignorándolo olímpicamente. No estaba seguro de ir a los entrenamientos después de clase, volver a encontrarse con él no era lo que más deseaba en ese momento. Sin embargo al final del día escolar, decidió que no rehuiría a su responsabilidad con Artemio y menos ahora que sabía el poder que estaba alcanzando, no podía darle ventaja, tal vez si sabía que era más poderoso, le temería y lo dejaría en paz. Pero por alguna razón, su sentido común le decía que no sería así.
Se encontraba ya en su auto conduciendo camino a casa de los Grum.
Al llegar se estaciono en uno de los lugares libres fuera del gran garaje de la mansión y se encamino hacia el interior de la casa, las puertas se abrieron automáticamente y la casa lo saludó al reconocerlo; anunciándole con su voz robótica, suave y femenina que lo esperaban en la plataforma de entrenamientos.
Se encamino hacia ella, atravesando la ya conocida casa y el jardín. Antes de llegar vio que tanto Hermes y su padre como Demetrio y su sobrino estaban esperándolo sobre ésta, conversando entre ellos. Junto a ellos estaban unos extraños artefactos cúbicos hechos con piezas de diferente forma y de un color dorado tan resplandecientes que parecían hechos con espejos de oro. En la parte de enfrente tenían grabado un extraño emblema circular, dentro del cual había un solitario tridente sostenido por una mano firme desde abajo. Tenía seis luces alrededor del borde y siete luces en ascensión, desde su derecha a su izquierda, dentro de la perfecta circunferencia, terminando con una, la más intensa, en la afilada punta central del arma. Pero lo más extraño era que ninguna de las partes que formaban el arma del emblema era igual. Al llegar al fin frente a ellos, se colocó al lado de Hermes, a su izquierda, mientras que Ariel se colocaba a su derecha.
─Buenas tardes ─los saludó en general.
─Lion, bienvenido ─expresó Artemio.
Sin más preámbulos, les habló:
─Hoy, quiero que comiencen otro nivel de su entrenamiento, ahora con mi hermano, sin embargo no quiere decir que dejaran de meditar y buscar el estado perfecto ─aclaró, estaba con un aspecto poco habitual en él: vestía un ajustado y extraño traje de una sola pieza, completamente negro, al igual que su hermano. Lion no se acostumbraba a verlo vestido así después de ver su porte de hombre negocios─. Por supuesto sé que han alcanzado en poco tiempo un nivel impresionante y están cerca, así que su entrenamiento físico dará el siguiente paso.
Sí, se dijo Lion para sus adentros, por fin, jamás pensó que se alegraría tanto, pero eso significaba que estaban listos para comenzar a usar sus poderes de verdad. De reojo vio una ligera sonrisa en el rostro de Ariel y su primo.
─No será fácil. Para ello, para una mayor fuerza y velocidad deberán usar estos ─señaló los extraños artefactos cúbicos, como de un metro cada uno, a su lado con un ligero golpe de su pie, haciendo que el metal resonara un poco─. Estos son trajes especiales usados desde hace miles de años por nuestra raza, aunque se han ido actualizando a lo largo del tiempo. Son tan prácticos como eficientes, se usaron en su mayoría para viajes o misiones en el espacio, en lugares donde no podríamos sobrevivir por mucho tiempo. Así que era un instrumento esencial. Están hechos de un metal virtualmente indestructible conocido como Hefosterínio, el cual se encontraba en su mayoría en estado líquido en las profundidades de nuestros volcanes y no podía ser de otra forma, para poder manipularlo debe estar en ese estado, pues luego de enfriarse y solidificarse era imposible hasta para los nuestros lograr hacerlo maleable, además absorbe eficazmente el 99,9% por ciento de los golpes lo que lo hacia una buena armadura en batalla.
─¿Cómo exactamente lo hará más difícil? ─preguntó Ariel incrédulo─. No parecen tan pesados para cualquiera de nosotros.
─Solo espera y veras ─se limitó a responder Artemio con una ligera sonrisa de suficiencia.
Lion pensó que Ariel tenía razón, no parecía la gran cosa para cualquiera de ellos.
─Antes de mostrarles el cómo ─habló esta vez Demetrio adelantándose a su hermano.
Sus ojos castaño dorado, como los de su hermano y sobrino, los observaban con determinación, hablaba con una voz potente que obligaba a obedecer, la misma voz que había escuchado antes en Artemio al reprender a Ariel, dejando clara la razón por la cual antes eran parte de un ejército─. Deben colocarse estos ─una delgada ranura se abrió de uno de los cubos cuando éste los señaló con un pequeño mando a distancia dorado que no parecía tener ningún botón.
De ellos salieron unos paquetes rectangulares de color negro.
─Tómenlos ─ordenó Demetrio.
Así lo hicieron los tres, casi al mismo tiempo.
Eran sumamente ligeros, volvieron a su posición y los abrieron. Inmediatamente se expandió una especie de traje negro a la medida, igual al que los adultos llevaban puesto, de una tela muy fina y suave al tacto, con extraños refuerzos de negro más brillante en donde debían ir los músculos pectorales, abdominales, los bíceps, los hombros, así como los muslos, los gemelos y la entrepierna─. Quítense la ropa y pónganselos ─apremió Demetrio.
─¿Cómo? ─preguntó Lion, algo alarmado─. ¿Toda la ropa?
─Así es Lion, este es un traje interno (mejor conocido como traje contendor) para que puedan colocarse la armadura, debe estar en contacto con su piel, pues resulta ser casi como una segunda dermis que les protegerá ─les explicó Artemio con su tranquilizadora voz.
El único, aparte de Lion, que parecía incomodo por esto era Hermes, pero logró disimularlo mejor que él. Ariel por su parte, como siempre, seguía indiferente, seguro y ya había comenzado a desnudarse. Lion trató de no ver a nadie y dando un hondo suspiro comenzó él también a desvestirse. Hermes y él apenas estaban quitándose la camisa del uniforme. Ariel ya solo estaba en calzoncillos, luego de quitárselos comenzó a ponerse el traje contendor, igual que lo hubiera hecho si estuviera solo en su habitación.
Lion fue el último en quedar semidesnudo, al fin se sacó también sus calzoncillos. Por un momento, que pareció eterno, se sonrojó y se sintió apenado por estar tan expuesto, hasta que se colocó el traje, que se cerraba automáticamente por la parte delantera. Sin embargo, al estar cerrado no parecía que tuviera ninguna costura o cierre en apariencia. Cuando lo hizo lo sintió extrañamente cálido en su piel, como si en verdad fuera parte de su dermis, suave y dura a la vez, también ligera. Le permitía moverse como si en realidad no lo llevara puesto, era casi como estar desnudo otra vez. Algo que no lo hizo sentirse cómodo a pesar de estar con el traje puesto, trató de no pensar en ello y verlo de forma lógica, en realidad no estoy desnudo, se repetía en su mente. Poco a poco se fue relajando. Lentamente, sintió como el traje iba, automáticamente, ajustándose todavía más, hasta quedar a la medida perfecta de su cuerpo, en verdad parecían no querer dejar nada a la imaginación. Lion se sonrojó de nuevo. Le cubría tanto cuello, manos y pies. Se dio cuenta de que en las articulaciones, el extraño traje parecía ser más flexible, como en la piel del codo o la de los nudillos.
─Muy bien ─se limitó a decir Demetrio─. Ahora acérquense a las armaduras ─ordenó Demetrio componiendo su cara y borrando todo rastro de sentimiento─. Dense la vuelta ─les indicó cuando estaban frente a cada una de las tres armaduras, que estaban en esa extraña forma cúbica, separadas entre sí a una prudente distancia.
Al darles la espalda, se oyó un extraño chasquido metálico, cuando dos largos ganchos plateados salieron extendiéndose de las armaduras y se les encajaron en los hombros. Luego los muchachos sintieron como lentamente las armaduras subían por su espalda hasta situarse bien y quedar el borde superior ligeramente por encima de los hombros. Se ajustaban casi perfectamente a su espalda, mejor que una mochila de acampar, también eran inusitadamente ligeras, como habían sospechado Lion y Ariel. Al menos para ellos.
─Ahora quiero que se relajen y extiendas los brazos y piernas lo más que puedan, cuando cuente tres las expandiré.
¿Expandir? Se preguntó Lion, pero inmediatamente entendió a qué se refería, se relajó y extendió sus brazos lo más que pudo, al mismo tiempo que Ariel y Hermes:
─Tres… dos… uno.
En un segundo, el extraño cubo dorado se expandió por el cuerpo de cada uno, cubriéndoles brazos, espalda, la caja torácica y piernas, casi todo su cuerpo, enroscándose como una enredadera de metal dorado por sus extremidades y su cintura, ajustándose a su medida lentamente. Tomando así la forma de una armadura que les apretaba los músculos. Puesta, se veía de un dorado aún más resplandeciente, era indiscutiblemente moderna, fría y soberbia. Seguía siendo inusualmente ligera y por extraño que pareciera… hasta cómoda, demasiado para tratarse de un artefacto de metal hecho a la medida. Su aspecto era regio, tanto así que de querer, aun estando en una época tan avanzada en la tierra, fácilmente podrían hacerse pasar por dioses (al menos en la primera impresión) como lo hicieron sus antepasados.
Demetrio los observó un minuto sin hablar, en sus ojos, así como en los de su hermano, brillaba una inconfundible nostalgia. Indudablemente, les recordaban a ellos mismos en una época de gloria y a sus hermanos perdidos en el pasado.
Lentamente, Lion comenzó a bajar sus brazos, comprobando que, aun con esa cosa puesta, seguía siendo tan fácil moverse como la haría con su ropa. Sospechaba que la comodidad se debía más al traje contendor del interior que a la propia armadura, flexiono los dedos y agito un poco los brazos para comprobarla.
Ariel y Hermes lo imitaron, bajando los brazos, moviendo sus dedos y pies para confirmar la ligereza de la Armadura de Hefosterínio. Lion los observó un momento para apreciar la armadura, ellos hacían lo mismo entre los dos. Era, en esencia, como una mezcla de traje espacial y armadura antigua convencional. También se podían ver aún, entre las articulaciones, el traje contendor. Ahora el extraño símbolo brillaba en el pecho de los tres, con el tridente sobresaliendo en relieve de ellos.
─Ese tridente es un símbolo de Cronióm, como ven todas sus partes son diferentes y su significado es simple; aunque seamos distintos, podemos unirnos y trabajar como uno y convertirnos en el arma más eficiente, cuyas partes son igual de importantes y sostenidas por la mano de nuestro gran poder ─explicó Artemio al ver como los chicos veían con poco disimulo el emblema─. Puede sonar estricto, pero es una verdad absoluta para nosotros… a veces lo simple, lo es.
─¡Capsulo! ─vocifero Demetrio para nadie en particular y antes de que nadie pudiera replicar, un extraño casco que salía de la propia armadura les cubría la cabeza a los tres, se llevaron un susto de muerte, pero se relajaron casi al mismo tiempo que el extraño yelmo se serraba alrededor, ahora si parecía más un traje espacial ultramoderno. El casco era como de motociclista, pero se ajustaba más perfectamente a su cabeza y cara. Una cubierta de una especie de vidrio trasparente se extendía hasta la parte superior de sus cuellos, que estaban cubiertos por el traje contendor, desde sus coronillas. Lo que les permitía aun ver todo con claridad. Lentamente, el casco introdujo algo frio y pequeño en sus oídos y ojos derechos. Tan rápido como un parpadeo y tan preciso y cuidadoso como solo una maquina avanzada puede ser. Automáticamente después unas imágenes se proyectaban en el vidrio mostrando lecturas en un lenguaje extraño que lentamente se convirtió en el suyo.
─Sus Intercodice ─explicó Demetrio─. Procesadores de micro tecnología, que les mostrarán lo que quieran ver o saber. Fueron muy útiles si estabas en un planeta extraño para ti y necesitabas saber, por ejemplo, la composición de los organismos, comunicarte o para saber el nivel de energía de una raza. Estos van ocultos a simple vista en el oído (el procesador y audífono) y ojo derecho (el lente de monitoreo, que es como un lente de contacto)… dichos dispositivos están configurados para accionarse con la voz de cada uno de ustedes.
Lion, como seguramente los otros muchachos, podían oírlo casi dentro de su cabeza, seguramente desde el procesador y tan claramente, incluso más, que si les hablara al oído.
─Estos estarán ─los ilustró Artemio─. Conectados a cualquier red de comunicaciones de cualquier lugar, en este caso éste, pero bajo nuestro servidor autónomo particular (que lo hará secreto) y que es más moderno que cualquiera que existe en la tierra. Podrían controlar cualquier computadora de cualquier parte.
─¿Cuáles son los niveles de energía? ─quiso saber Hermes.
─Los niveles de poder serán tema para otra ocasión, ahora lo que nos interesa es comenzar cuanto antes su entrenamiento físico ─aclaró Demetrio con impaciencia─. Estos trajes cuentan, entre otras cosas como la capacidad de volverse invisibles, algo que fue muy útil a la hora de investigar civilizaciones primitivas, con un Adgra-10 (adaptador de gravedad regulada de diez niveles)… así que prepárense.
Oh no; Lion temía lo que eso quería decir, pero antes de que pudiera reaccionar, Demetrio comenzó su cuenta regresiva otra vez con el extraño mando de oro delante de su boca:
─Tres… Dos… Uno: ¡Grabetum-1! ─inmediatamente una extraña presión ejerció su fuerza sobre sus hombros, Lion se dobló de las rodillas ligeramente, Hermes callo de rodillas y Ariel por poco se va de espaldas. Era como si cargaran con un peso enorme, de cuatro toneladas o más. De haber sido normales, los habría aplastado como moscas.
Poco a poco, Lion se irguió de nuevo hasta quedar en su posición inicial, aunque aún le temblaban ligeramente las extremidades, luego lo siguió Ariel y por último Hermes. Todos aun temblando por el esfuerzo.
─Muy bien ─los felicitó Demetrio─. Ahora traten solo de caminar y rodear la plataforma.
¿Está bromeando? ¿Cómo? Apenas me podo mover, pensó Lion. Artemio intentaba ocultar su risa de suficiencia, Demetrio estaba serio y parecía ligeramente decepcionado.
Con un esfuerzo que parecía drenar toda su energía, Lion movió un pie, casi al mismo tiempo que Ariel, y este seguido por Hermes, por un momento sintió que iba a caer, pero un inusitado deseo de llegar antes que Ariel al borde de la plataforma pareció dominar cualquier otra sensación. Movió otro pie con el mismo esfuerzo, y otro y otro, Ariel lo seguía igualando y un paso atrás iba Hermes. A cada paso el esfuerzo era mayor. A pesar de esto, como al décimo paso, una inusitada energía lo llenó y la gran presión que ejercía la armadura sobre él pareció dimitir ligeramente. Pero aun así lo sintió; el poder crecía de improvisto en su interior. Cada vez sus pasos eran más constantes, aunque seguía moviéndose lento. Ariel parecía sentirse igual porque seguía igualándolo mientras que Hermes todavía estaba un paso detrás de ellos. Se dirigían hacia un lado, la derecha de la plataforma, uno de los extremos más cercanos a ellos.
Un poco más se animaba Lion a sí mismo ya casi, solo un poco más y seré el primero en llegar, era tonto e infantil pero sentía que si llegaba antes que Ariel sería otra pequeña victoria ganada. Sin embargo éste seguía sin quedarse atrás. Por fin, los dos llegaron al borde al mismo tiempo, y un paso más tarde llego Hermes, todos estaban en silencio, aun debían rodear la plataforma al menos una vez. Esto no ha terminado se dijo Lion, aun podía llegar antes que Ariel. Unos minutos después comenzó a sentir que con cada paso el esfuerzo disminuía, iban a mitad de la plataforma, atrás había quedado Demetrio y su hermano observándolos impertérritos… Ariel (quien sin duda pensaba como Lion) seguía siendo él que iba a su lado, un paso atrás iba Hermes. Cada vez que sus pasos se normalizaban más, sus esfuerzos eran menos, lentamente se acercaron de nuevo al punto de partida, hacia la mitad de la plataforma. Hasta que finalmente sus pasos se normalizaron por completo cuando sus cuerpos se adaptaron a la presión. En este punto iban a una velocidad que parecía imposible hacía apenas unos minutos.
Ariel y Lion llegaron primero y con un paso de diferencia Hermes.
─¡No se detengan! ─les ordenó Demetrio con autoridad, a pesar de que tenía una expresión de no dar crédito a lo que veía─. Una más ¡vamos!
Artemio seguía viéndolos ahora con expresión insondable.
Los tres siguieron con mayor facilidad a cada vuelta, esta vez al mismo ritmo, y cada vez que llegaban a la meta Demetrio les ordenaba dar otra y otra más. En total fueron diez. En la tercera vuelta había llegado primero Ariel, y en la sexta Lion. Esto irrito a Ariel perceptiblemente quien trataba por todos los medios alejarse de él lo más que podía en casi todas las vueltas, fallando estrepitosamente en esta tarea. Tranquilo y relajado estaba solamente Hermes, quien parecía satisfecho con su propio y personal logro.
En la última vuelta habían podido correr a mayor velocidad que cualquier ser humano o animal veloz.
─Muy bien ─los atajó Demetrio con voz ronca, seguía impresionado─. Eso será todo por hoy ─compuso una sonrisa amistosa, la primera que le veía expresar Lion desde que lo conocía─, bien hecho, en verdad los tres no dejan de sorprendernos.
─Sin duda ─estuvo de acurdo su hermano─. Jamás vi a uno de los nuestros adaptar tan rápido su cuerpo a una condición extrema como esta ─una ligera sonrisa asomó a su rostro, al parecer ante un recuerdo que no quiso compartir.
El sol ya estaba oculto, apenas solo se veían los tonos rosa y naranja típicos del final del ocaso. Unas estrellas comenzaban a verse aquí y allá a través de las delgadas capas de nubes artificiales dentro del campo de fuerza de la Domápolis. Demetrio, con el mando y su extraño idioma, los liberó de las armaduras y con ellas la presión. Estas cayeron a sus espaldas con un estruendo seco. Lion se sentía inusitadamente ligero, como si estuviera lleno de aire, casi sentía que podía flotar. Decidió ir por su mochila a unos diez pasos de él cuando algo extraño le pasó. En el momento de pensar en ir por ella; ya se encontraba, en menos de un segundo, a su lado. Fue como si hubiera sido incorpóreo un nano segundo y se materializara al siguiente.
¡Wow! pensó.
Recordaba haberse sentido igual el día que se enteró de todo, después de desmayarse en el estudio de Artemio. Pero ahora lo había sentido con mayor intensidad.
Se volteó, todos lo observaban.
─¿Qué fue eso? ─le preguntó confundido a Artemio.
─Es el efecto de la ligereza que se experimenta luego de estar sometido a Grabetum-1─le respondió éste─, que es la presión de la atmosfera terrestre aumentada veinte veces, es decir veinte atmosferas de presión, el primer nivel en entrenamiento de gravedad de diez niveles, siendo el máximo de doscientas atmosferas.
Lion no puedo ocultar su impresión ante esa declaración; serian doscientas veces peor los esfuerzos en la armadura de Hefosterínio. Ariel, al otro lado de su tío, pareció incontenible y quiso probarlo por él mismo. Se movió, convirtiéndose en una mancha negra borrosa y apareció en un extremo de la plataforma. Una sonrisa atravesó su rostro. Hermes lo siguió y al llegar no pudo contener una risa de placer, disfrutando de su poder tanto como su primo. Lion quería alcanzarlos para divertirse también con su velocidad, pero Demetrio lo atajó:
─¡Suficiente!… quédense un rato en meditación para calmar sus habilidades ─les ordenó, apremiante como siempre.
Los dos primos, en menos de medio segundo, volvieron junto a Lion y se sentaron en la más que conocida posición de meditación para controlar y calmar sus agitadas energías, aun riendo ligeramente.
Lion reflexiono un momento en que si sus poderes solo crecían cada vez más, no podía imaginar lo que sería capaz de hacer cuando alcanzara su máxima expresión. Si es que la obtenía.
Una media hora más tarde Lion se estaba levantando, muy relajado, se colocaba su ropa de nuevo, encima del traje contendor, pues a Demetrio le pareció prudente que lo trajeran ya puesto al día siguiente. Gracias al cielo, pensó Lion. A una velocidad normal se dirigió con sus compañeros y los dos hermanos al interior de la mansión. Se despidió de Artemio y se encaminó a su auto en el estacionamiento de las visitas para regresar a casa.
Un mes más tarde, los entrenamientos habían aumentado de intensidad, pasaron en dos semanas al nivel 2 de su entrenamiento de gravedad en la armadura de Hefosterínio, que era la gravedad aumentada cuarenta veces. Aún faltaban ocho niveles más, la idea era llegar a poder resistir la máxima gravedad, de doscientas atmosferas.
Estaban comenzando el nivel tres y la dificultad aumentaba, pues ya no era solo correr alrededor de la plataforma, ahora también debían ejercitarse y entrenar sus movimientos de pelea. Por lo general cada uno peleaba con Demetrio o Artemio, que les enseñaba como hacer los movimientos de un estilo de lucha Croniano llamado Pankrius. Que consistía en hacer una serie de movimientos firmes, pero fluidos, así como intrincados y brutales. Para los cuales requerían de velocidad tanto de su cuerpo como de su mente y así obtener una soberbia combinación de inteligencia y fuerza. Algo sumamente difícil. Los primeros días lograban derribarlos a cualquiera de los tres con una facilidad insultante, pero pronto fueron ellos los que comenzaron a caer, mientras los muchachos iban superándose a sí mismos.
También se ejercitaban de forma tradicional, levantando grandes artefactos de toneladas de peso que salían del interior de la plataforma por distintas escotillas formadas de la misma piedra de mármol. Eran piezas de la nave que había quedado destruida años atrás.
Otro mes pasó y el nivel cinco estaba en su apogeo, su velocidad con la armadura en nivel cinco (cien atmosferas) eran impresionanten. Así como sus movimientos de pelea, que apenas se veían en una macha borrosa casi invisible. Sus saltos cada vez podían llegar más altos, la idea era que esto les hiciera más fácil cuando tuvieran que empezar a entrenar su capacidad de volar, al quitarse todo ese peso del traje armadura de encima. Lion había logrado levitar con la armadura en nivel cinco por unos minutos a unos cinco metros de la plataforma. Lo mismo había hecho unos minutos después Ariel, como era de esperar, y a este lo siguió Hermes. Todos los días era un entrenamiento diferente y complejo, diseñado para explotar al máximo sus habilidades, destrezas y resistencias. Lion, así como sus primos, sentía como su poder aumentaba con cada sesión y el avance con la meditación hacia más fácil dominarlos y ocultarlos cuando estaban fuera con el resto del mundo. Pero allí, todos ellos, podían sentirse relajados, libres en su pequeño y propio mundo particular. Podían ser lo que eran realmente.
Podían ser Cronianos.
Nivel tras nivel sentían el poder recorrer y brotar por sus venas, embriagándolos, pero al mismo tiempo controlándolo, lo cual era lo más importante de todo.
Después de superar el nivel cinco, habían aprendido sobre parte de la historia de su extinto planeta. Al parecer, este había tenido dos soles, uno más grande que el otro y el de menor tamaño se trasladaba en torno al más grande (Khronos), por lo que median el tiempo de forma diferente que en la tierra, más aun teniendo en cuenta que su densidad y tamaño había sido mayor. Artemio además les había mostrado parte de la tecnología que conservaba allí, en su mansión, en la parte subterránea de esta, entre ellos; la nave en la que había llegado Arieón. También les había explicado todo sobre los distintos Niveles de Poder, con que se medían en el universo a las diferentes razas, según la ley del Hexagram.
Un sistema efectivo conocido como M.E.E.Q (Medida En Escala Quantum) que mide el poder de cualquier individuo del universo, éste basado a su vez en los Gia-EMC’s, que engloban: Energía, Densidad Molecular y Velocidad (EMC). Todo esto a la máxima escala de poder: siendo E igual a energía, M igual a densidad molecular y C igual a velocidad. Cada Gia-EMC’s equivalía a su vez a doscientos Quantums puros. Un quantum, por su parte, era una partícula de energía, de hecho se podía considerar como la única y divina manifestación del Poder o Energía en partícula y onda a la vez (como la luz), para ser exactos.
Es por esto que a través de este complejo pero eficiente sistema se jerarquizaban los poderes en seis niveles principales de MeeQ´s, conocidos como:
- Supernova: para los más de quinientos mil millones de Gia-EmC’s (Máximo nivel, lo más poderoso en el universo conocido)
- Cuásar: más de mil millones de Gia-EmC’s (Alto nivel).
- Pulsar: para el millón de Gia-EmC’s en adelante (Medio Nivel).
- G-Red: para los miles de Gia-EmC’s (nivel considerable).
- E-Blank: el nivel bajo que mide los cientos de Gia-EmC’s (Bajo nivel; considerado débiles)
- Waken: para los menos de cien Gia-EmC’s. (Muy Bajo nivel; considerado lo más débil)
El instrumento que usaban para detectar estos niveles era el Intercodice que funcionaba a su vez con la misma energía, como toda la tecnología Croniana, que el Cdfy-cod (o Brazerum): el Icrom.
Con éste dispositivo se podía detectar el poder y alcance del ser o individuo de cualquier raza, o dicho de otra manera, la alteración (parecida a un campo electromagnético, que varía en intensidad) que se produce alrededor de su cuerpo a un nivel cuántico por efecto de su nivel exponencial de energía. Dando una medida perfecta y categórica de su estatus en MeeQ’s: lo que permitía posicionarlo en uno de los seis niveles de esta escala, al arrojar los datos de la cantidad de Gia-EmC’s que sea capaz de producir.
Esto los había impresionado mucho a los tres al darles una idea del poder que podían alcanzar. En ese momento estaban alcanzando el nivel Pulsar-medio en su octava etapa en Grabetum y seguían en aumento. Artemio les había advertido que para alcanzar el nivel Supernova debían llegar primero al máximo estado mental; sino sus poderes terminarían matándolos y con ellos a la tierra. Claro que este nivel siempre fue evitado por los habitantes de Cronióm cuando aún vivía, pero ellos habían descubierto allí como alcanzarlo de forma segura gracias a Bacco. Lo que no hacia menos preocupante su situación, todos se tomaban muy en serio este hecho tan apremiante y estaban conscientes del riesgo que conllevaba alcanzarlo.
Por esta razón, Lion solía pensar en sí mismo (en esos momentos) como la amenaza más peligrosa para su hogar, lo cual odiaba. Del resto, disfrutaba de su poder tanto como podía, como Ariel y Hermes.
No era un juego, debía recordarse constantemente, estaban en sus manos el destino de la tierra y de todos los que la habitaban. Y sobre todo, estaba consciente de que debía esforzarse más en sus entrenamientos o de lo contrario sería una bomba de tiempo para todo el planeta. Más de lo que ya lo era.
En pocos meses más estaría casi listo, la rapidez de su avance no dejaba de sorprender a sus maestros, aunque Demetrio les aseguraba que un ser con poderes como el de los Cronianos jamás dejaba de entrenar, pero si alcanzaban el máximo de sus habilidades en ese tiempo, podrían considerarse completamente realizados y libres de querer seguir o no sus entrenamientos.
Sin embargo los ejercicios de control y calma mental no cesarían ni aun después de esto, era incontrovertible el continuarlos… por el bien perpetuo de la humanidad. Quienes ahora eran parte de su responsabilidad.
12
Invitaciones
Lion tenía puesta su armadura de Hefosterínio, detrás de él estaban Hermes y Ariel, así como Demetrio y Artemio. Con su mano abierta señalaba a una pequeña colina de un desierto a las afueras de la Domápolis Capital. Alejados de ella, podían entrenar una de sus habilidades más impresionantes: lanzar energía pura por sus manos. Se concentró en el sitio que era su objetivo. Luego, como le habían enseñado, sacó la cantidad exacta de poder desde su cuerpo hacia su mano extendida, lo sentía como una corriente cálida y continua a través de sus venas hasta llegar a la punta de cada uno de sus dedos (cubiertos por el traje contendor) donde salían en forma de luz azul. Las pequeñas motitas de luz bajaron desde la punta de sus dedos, recorrieron la palma de su mano y los cinco puntos luminosos se unieron en el centro de ella donde se hicieron más grandes hasta hacer una esfera azul brillante del tamaño de un balón de basquetbol. Luego, esta estalló en la mano extendida de Lion con un resplandor blanco, creando un potente pulso de energía que se dirigió a la colina, que estaba como a cien metros, y en menos de medio segundo el ataque del muchacho chocó contra ella haciéndola estallar en miles de pedazos, como la explosión de una bomba, con un gran destello celeste. La onda expansiva provocada levantó una gran nube de polvo que los atravesó hasta llegar más allá de donde se encontraban ellos, oscureciendo repentinamente el sol de la tarde de un cielo despejado. Cuando, unos minutos después, se disipó la nube de polvo; ya no había colina de tierra. La había desaparecido por completo y en su lugar había dejado un gran cráter como de cincuenta metros de diámetro.
La voz robótica de mujer de su Intercodice habló dentro de su oído indicándole cuál era su nivel en la escalo MeeQ:
─Poder alcanzado en Gia-Emc´s: 1562.254.120 en total, nivel de Escala Quantum (MeeQ): Pulsar─ a continuación los datos aparecieron corroborados en su ojo derecho a través de su lente monitor, que hacia parecer que se proyectaban en el cristal dorado de su casco. Quedo satisfecho con la información. Una risa que provenía a sus espaldas le distrajo de su momento de auto orgullo.
─¡Bien hecho Lion! ─ decía sonriendo Artemio sin ocultar su emoción─. A todos, han avanzado a un ritmo que hace unos meses hubiera creído imposible ─miró a la cara a los tres con ojos llenos de orgullo, demorándose en su hijo Hermes que tenía una expresión de júbilo casi palpable en su rostro. Lion sonrió melancólico; como le hubiera encantado que junto a Demetrio y Artemio estuviera su padre dedicándole esa mirada.
Demetrio también sonreía con suficiencia:
─Como te dije hermano mío, tal parece que en esta generación nuestra raza ha logrado avanzar de una forma implacable en poder y rapidez de aprendizaje.
─Y aquí está la prueba hermano, ya pueden lanzar pulsos, hashes y esferas de energía sin problemas.
Tanto Ariel como Hermes habían hecho lo suyo, con sus propios trajes de Hefosterínio, con otras de las muchas colinas de tierra de ese amplio y desértico lugar que solía ser usado por bombarderos del ejército para practicar, lo cual les caía como anillo al dedo.
─Bien, creo que es hora de regresar a casa ─señaló Artemio después de ver la hora.
Habían salido por una de las muchas carreteras que conducían al exterior de la Domápolis, en una gran camioneta negra todo terreno, aerodinámica, y lujosa de Artemio, para pasar desapercibidos, pues atravesar el campo de fuerza protector del domo volando no era una opción. Los aeropuertos y los aviones de la aviación estaban en su mayoría bajo tierra, de donde eran transportados por túneles al exterior para despegar desde las pistas que estaban fuera, y la armada tenía su propio Domo conectado al de la ciudad.
Después de quitarse los pesados trajes de Hefosterínio, y cambiarse a su ropa normal, los guardaron en la espaciosa cajuela y se subieron a la camioneta. Siempre, después de los entrenamientos, se sentían tan ligeros como una pluma por experimentar los increíbles niveles de gravedad de las armaduras.
Salir al exterior bajo la propia responsabilidad no estaba prohibido, pero aun así la mayoría de las personas lo evitaba, entre otras razones por miedo a contaminarse, además de que la mayoría de la gente de las ciudades se había acostumbrado demasiado a la protección de los domos. Lo que más temían, entre otras cosas, era que habían ciertas mutaciones de animales peligrosas y carnívoras que representaban un riesgo, aunque la mayoría se confinaban a sí misma, por el tipo de ambiente, en el norte, y ya casi se habían extinguido, en eso los humanos eran expertos.
En cada entrada, cada quien que salía al exterior debía pasar por una estación libre donde era desinfectado. El aire aún era denso por la contaminación pasada, pero respirable, ellos podían resistirlo mejor que cualquiera. Había otras carreteras principales muy amplias envueltas en un túnel transparente que conducían a otras Domápolis, así como unas pocas que conducían a las zonas rurales y pueblos del país, algunos estaban en las pocas zonas descontaminadas y limpias que habían quedado, una que otra ciudad pequeña sin importancia que podían prescindir de una protección costosa como la de un campo de fuerza en forma de domo. Día y noche los alrededores fuera de la gran ciudad eran tratados con las más avanzadas tecnologías de R. Bullock Corp. Pero recuperar lo que habían dañado en las guerras era un proceso lento y arduo.
Al entra de vuelta en la ciudad, pasaron rápidamente a la estación de descontaminación, la gran camioneta negra entró por una puerta de gran tamaño que se habría automáticamente, en el muro de tres metros que rodeaba toda la ciudad y que marcaba el límite de la protección del domo. En la estación había muchas otras cabinas más pequeñas para las personas, cada uno de ellos pasaron por ellas; eran unas cámara completamente blancas, aséptica y automatizada en donde un gas plateado los cubría limpiándoles, aun con la ropa puesta, cada superficie que tuviera algún rastro de contaminación externa.
Era un caluroso sábado de principios de febrero. Ni una nube se apreciaba en el intenso azul del cielo. Media hora más tarde estaban en la mansión Grum, donde Lion tenía su auto, después de una rápida despedida de sus acompañantes, se subió en su vehículo y se fue. Ahora era tan fácil como exhalar un suspiro reprimido, el colocar su poder bajo control y en un nivel constante que se acerque al de los humanos. Cuando salía del perímetro de la gran y lujosa finca, no pudo evitar como siempre echar un vistazo a la entrada de la casa de Beth, que vivía cerca de allí, no había nadie, gracias al cielo.
Debía seguir manteniendo en el anonimato su relación con la familia Grum, podía decir que iba allí por Hermes, que se había hecho su amigo después de todo, pero mientras más se guardaran las apariencias, mejor. Todos sabían de su enemistad con Ariel. Ir diario a esa mansión podría levantar sospechas y preguntas sobre qué era lo que estaba haciendo y lo menos que quería era seguir mintiendo a sus amigos. Artemio había respetado su decisión de dejarlo así y no inventarles una excusa como que era amigo de la familia y estaba trabajando para él. Sin embargo no descartaba esta posibilidad del todo. Ariel había menguado en sus intentos de provocarlo y estaba, podría decirse, bajo perfil con respecto a su enemistad. Algo que lo aliviaba enormemente.
El sábado siguiente, Artemio se los había dado libre debido a sus incesantes progresos, así que saldría por fin en mucho tiempo, con sus amigos a divertirse un rato.
Todo estaría bien.
Lion salía de su última clase de la mañana del viernes y se dirigía al comedor con Ana y Jason, como de costumbre, cuando una chica curvilínea de largo cabello rubio, espectaculares y atrevidos ojos verdes, de mirada petulante, los interceptó. Miró a los tres, pero su mirada se elevó y quedó en Lion, junto a él se veía aún más menuda.
─¿Qué tal? ─lo saludó esta─. Lion ¿no?
─Hola, ah… ¿sí? ─tartamudeó incómodo y desconcertado.
─Soy Isabel, unas amigas y yo estamos organizando una fiesta esta noche por si quieres venir, nos encantaría que estuvieras ─le lanzó directo al grano y con una radiante sonrisa de suficiencia sin dejar de agitar las largas pestañas.
─¿Qué? ─Lion estaba perdido, y la chica parecía especialmente interesada.
Claro que él la reconocía, era una de las chicas más guapas del colegio. La había visto el primer día de clases.
─¿Qué si te gustaría venir a mi fiesta esta noche? ─repitió ella con menos entusiasmo─ ¿Podrás?
─Pues no se… mis amigos… ─respondió, tratando de buscar ayuda en Jason y Ana, él trataba de reprimir una risa y ella estaba inexpresiva.
─Bueno… ─concedió Isabel, mirando por encima del hombro a sus acompañantes─. Ellos también pueden venir si gustan.
─Pues entonces… veremos ─se limitó a responder el muchacho por los tres. No le había gustado el tono con que se había dirigido a ellos.
─¡Excelente! la dirección del lugar y la hora se les enviaran a los invitados por móvil.
Sin decir más y con un giño hacia Lion se fue.
Tardaron unos minutos en recuperarse y las bromas de Jason comenzaron:
─Bueno al parecer eres todo un conquistador, galana ─le decía entre risas.
─Cállate.
Ana parecía distante aun:
─¿Iras? ─habló al fin, sin alterarse.
─Solo si van ustedes.
─No sé…
─Yo voy si tú vas ─le confirmó Jason a Lion.
─Bien.
─Entonces yo también iré ─decidió Ana con presteza.
─¿Cree que habrán invitado a Beth y Anthony también?
Entraron a la cafetería y se reunieron con sus otros amigos después de llenar las bandejas. Y no, no los habían invitado:
─¿Qué? ─rugió Beth cuando le contaron lo de la fiesta─ he estado esperando ser invitada todo la mañana, me entere a primera hora, y ya ustedes lo están. Que injusticia.
¡Clink!
Sonaron los teléfonos de Ana, Jason Y Lion, les habían enviado la dirección y hora como había prometido Isabel.
─¿Qué es? ─se apresuró a preguntar Beth.
Nadie respondió, lo que le confirmó sus sospechas. Su expresión de consternación no tenía igual.
─Oh, Beth ya cálmate ─trató de tranquilizarla Ana─. En esas fiestas siempre entran uno o dos colados y el alboroto es tan grande que ni notaran si entran con nosotros Anthony y tú.
─A mí me da igual ─se limitó a decir Anthony sin dejar de comer.
Beth se calmó considerablemente después de la promesa de Ana y el resto del almuerzo se la pasó hablando de lo que sería la fiesta. Resultaba que los chicos que la organizaban eran ya conocidos por dar los mejores reventones del colegio, así que sería buena, sin duda.
Por supuesto habían invitado a la mayoría de los estudiantes, y el equipo de rufianes no podía faltar siendo la mayoría parte del equipo de Basquetbol. Los cuales habían ganado los últimos juegos del campeonato intercolegial, así que en parte, la fiesta era en honor a ellos por ir invictos y ser favoritos para quedar campeones. Ariel y Hermes habían jugado poco, fingiendo lesiones, al principio de los entrenamientos en la mansión, ahora podían volver a la normalidad ya que sus poderes podían mantenerse bajo control, sin embargo Lion tuvo que seguir con su excusa del reposo debido a que en pelea era más riesgoso y probable perder el control. Aún tenía la esperanza de la promesa de Artemio de que podría volver una vez alcanzaran el máximo nivel de concentración y controlar el estatus Supernova.
Así que no le quedo de otra que perderse los torneos de ese año y ver como avanzaban Ana y el resto del equipo en sus peleas, apoyándolos desde las bancas y realmente no les iba mal, aún tenían esperanza de llegar a las finales. Tal vez el próximo año sea su turno, no es como si hubiera dejado de practicar. Sus entrenamientos secretos incluían lucha y seguían dando resultados en la residencia Grum, claro que estas eran a un nivel extremadamente superior y no se podían comparar. Pero eso no lo sabían ellos, así que cuando volvieran debía seguir pareciendo novato, solo el maestro Ben sabría la verdad y lo ayudaría a guardar las apariencias.
Continuaron hablando de que pasaría en la fiesta un rato más hasta que termino la hora del almuerzo para regresar a sus clases.
Esa noche, después de los entrenamientos en la mansión Grum, Lion estaba nervioso, antes había ido a fiestas, pero sabía que no podía compararlas con una como la que ofrecerían ese día los hijos de las acaudaladas familias de la zona Este de la Domápolis Capital, de las cuales se decía eran inolvidables. Vestía jeans oscuros, camiseta gris, zapatos y chaqueta negra. Aun olía a gel de baño y su cabello negro, liso y húmedo, estaba algo desordenado, pero le gustaba así, después de verse en el espejo de su cuarto le pareció que lucía lo suficientemente adecuado para ir de fiesta. Se supone que la hora de llegada era las siete, pero Beth le aseguró que por lo general las personas llegaban una hora después, así que saldría a las ocho, echó un vistazo al reloj, aun tenia media hora así que era mejor ir saliendo pues la dirección estaba al otro lado de la ciudad.
─Oh, pero que guapo estas hijo ─exclamó Génova cuando lo vio bajar las escaleras, besándole ambas mejillas─. Y hules de maravilla, solo espero que no hagas nada de lo que te puedas arrepentir esta noche, así que ten cuidado ¿sí?… sabes a lo que me refiero ─él se sonrojo, sabía muy bien a lo que se refería.
─Mamá…
─Se cómo son estas fiestas, también fui joven, solo ten precaución.
─Si, entiendo, ya es tarde… mejor me voy.
─Está bien. Dejare de darte la lata.
Él la abrazó, le había costado que le diera permiso, pero ella sabía que salía tan poco últimamente, que no era justo reprimir su juventud.
─Hasta las once, más tardar las doce te quiero aquí ─le recordó Génova.
─Si mamá —gruño.
─¡Y no me rezongues!
Por suerte le resulto fácil encontrar la dirección, era más o menos cerca de la casa de los Grum, pero no en el mismo vecindario. Sin embargo el lugar era fabuloso, una gran caza blanca decorada con luces de colores, como en las discotecas, y un montón de autos estacionados en frente, a pesar del retraso que según algunos hacían, ya estaba llena de jóvenes. La música retumbaba en el suelo y los gritos de los entusiastas chicos se escuchaban por encima de ella. De su teléfono, una pequeña y planísima cosa transparente que tenía mil funciones, escribió un rápido mensaje a sus amigos para ver donde estaban. Unos minutos después se encontró con ellos enfrente de la casa. Ana y Beth lucían hermosas en sus provocativas vestimentas y tacones altos, mientras que Jason y Anthony estaban aún algo desaliñados. Se dirigieron juntos a la gran entrada. Las puertas estaban abiertas y el umbral era amplio, habían chicos aquí y allá bailando, comiendo, bebiendo y brincando.
─Aquí vamos ─exhaló Ana sin mucho entusiasmo.
Había un par de parejas besándose al punto de la obscenidad, algunas subían arriba con desenfreno, donde Lion sospechaba que ya estaban otros, pues una pareja venia bajando las escaleras tomada de las manos.
─¡Creo que deberíamos ir por algo de beber, y así entrar en ambiente, ¿no creen?! ─gritó a sus amigos para hacerse escuchar por encima de la retumbante música.
En el gran salón de la casa había un montón de chicos bailando, tanto Jason como Beth decidieron bailar con los demás bajo la impresionante cúpula del centro mismo de la residencia, todos estaban relajados, nadie estaba atento de los demás sino que disfrutaban cuanto podía del momento de libertad. En el aire había un olor a alcohol mezclado con humo de cigarrillos. Lion se unió a ellos con Ana, limitándose solo a escuchar la música y seguir su ritmo, todos se habían unido a la diversión sin pensarlo dos veces. Isabel estaba allí, en cuanto vio a Lion se colocó más cerca de él contorsionando su cuerpo a su alrededor, Ana, molesta, se alejó un poco de ella. Después de sudar hasta el punto de la deshidratación bailando, tomaron un poco para refrescarse y salieron al patio. Pasaron por una gran puerta de cristal y se encontraron con más chicos que se divertían brincando en la piscina, bailando, saltando, y luchando, unos cuantos iban a vomitar a los arbustos en donde otros se ocultaban para fumar. El sitio era inmenso, pero no tanto como la finca de los Grum. Al lado del alboroto de la piscina, algunos cantaban en un viejo karaoke sobre una amplia plataforma que habían colocado a modo de tarima, fuera, la música de dentro se amortiguaba un poco. Aunque el bullicio no era menor.
─¿Qué quieren hacer ahora? ─preguntó Lion, haciéndose escuchar de nuevo.
─Yo quiero cantar ─dijo Beth y arrastró a Anthony con ella.
─Yo regresare por algo de comer ─les avisó Jason, palmeando su delgado abdomen─ ¿Quieren Algo?
Ellos negaron con la cabeza y él se fue internándose de nuevo en el edificio de la casa, de modo que Ana y Lion se quedaron solos, tomando de sus vasos de cartón azul. La bebida comenzaba a atontar un poco a Ana.
─¿Qué te parece la fiesta? ─le preguntó Ana, algo nerviosa, por encima de la música, acomodándose un largo mechón de pelo detrás de la oreja, donde colgaba un delicado arete de cristal.
─No está mal ─le respondió con una sonrisa incomoda; agitando un brazo casualmente para no hacerlo notar. Ella estaba espectacular con su larga melena oscura suelta, maquillaje ligero que resaltaba sus bellos ojos grises, jeans negros ajustados y tacones de aguja a juego con su blusa plateada de escote pronunciado en la espalda.
─No, está mal ─repitió ella en voz baja, pero él la escuchó perfectamente.
De repente recordó su beso, lo que hizo que la atmosfera se tornara incomoda. Ella parecía notar lo mismo porque apareció un rubor exquisito en sus mejillas.
─Ana, yo… ─ comenzó de golpe, y en un arrebato de inspiración o locura tomo su mano, ella no se alejó como esperaba─. Yo quiero… ─siguió, los ojos de ella amplios por la anticipación, pero su valor menguo y bajo la mirada─, saber si te gustaría seguir bailando.
Ana compuso su rostro rápidamente de la decepción a la condescendencia.
─Claro ─concedió la chica, parpadeando varias veces, perpleja, haciendo notar sus largas y espesas pestañas oscuras─. Pero esperemos un poco más, aún estoy algo cansada.
─Bien.
El soltó su mano al fin.
Lion estaba confundido, que quería decirle, ¿Lo que había sentido en realidad cuando la beso? ¿Qué si le gustaría salir? ¿Qué fuera su novia? todavía estaba muy confundido, ella misma lo parecía a veces. Pero debía actuar rápido, lo más apremiante era saber una cosa: ¿Aun sentía algo por Ariel? Si eso era así, la dejaría en paz, Ariel independientemente de ser un rufián, era su primo, y lo menos que quería era más problemas con él. No ahora que había tanto en riesgo.
Como si lo hubiera invocado con el pensamiento cual espectro, apareció Hermes con su primo en la entrada de cristal del patio, escaneando el lugar, Ariel se encontró con su mirada casi de inmediato y luego se fijó en quien lo acompañaba. Ana y Lion estaban cerca de unos bancos, y algunos muchachos estaban bailando entre ellos y los recién llegados. Beth y Anthony tarareaban una letra de forma, a pesar de todo, no tan aterradora como el chico anterior.
Ana siguió la dirección de su mirada, y al verlo se asustó, evidenciando lo poco que le apetecía presenciar una nueva pelea. Se alejó un poco de Lion, aunque Ariel ya no los estaba mirando y parecía volver al interior de la casa. Extraño. Pero la reacción de ella fijó su atención en algo sustancial que lo hizo hablar sin pensar:
─Aún lo amas ─no era una pregunta. Ana se giró y lo miró a los ojos aún más desconcertada.
─¿Qué?… Claro que no… Yo… ─balbuceó esta, pero su convicción flaqueo cuando bajó la mirada, pensativa─. No… lo se ─susurró confundida, tocando su sien y volviendo a acomodar su mechón de cabello negro detrás de la oreja, aunque este no se había movido.
─Quizá, deberían hablarlo ─por alguna razón, escuchar esto le resultaba menos doloroso de lo que había pensado, hablaba en un tono neutro y acompasado.
─Es complicado, él siempre es tan egocéntrico y pendenciero, además de arrogante que a veces… quisiera…
─Que cambiara ─completó él, ella asintió─. Bien entonces es obvio, si eso es así, aun lo quieres… porque solo queremos cambiar a las personas que realmente nos importan.
Ella abrió mucho los ojos al darse cuenta del peso de sus palabras en su situación.
─Supongo que tienes razón ─suspiro y volvió a sostenerle la mirada─. El beso que me diste en el museo, me había confundido más.
─A mí también ─confesó Lion, ahora, hablar del tema parecía más sencillo, de repente, como si fuera un hecho de hacía años y no de semanas─. Pero eso no cambia nada, si tu aún estas enamorada de Ariel, ten por seguro que si es así, yo no interferiré, antes que nada soy tu amigo y eso no va a cambiar nunca, ni por él, ni por nada ─la sinceridad de sus palabras era absoluta.
La chica le dedicó una sonrisa y él se la devolvió incondicional.
─¿No has notado que últimamente está más tranquilo, menos agresivo? ─le preguntó ella con repentino entusiasmo.
─Si, algo he notado, ¿Por qué será? ─admitió con ironía─. Anda… ve con él, háblale y traten de arreglar las cosas ─la animó, no podía creer lo que estaba haciendo ¿En verdad dijo eso? lo cierto era que al darse cuenta de que Ana aun quería a Ariel; lo cambiaba todo, lo mejor era no continuar por ese camino antes de que fuera demasiado tarde y alguno de los tres saliera lastimado. En el mejor de los casos. En ese momento se dio cuenta que solo sentía… alivio. Entonces eso no podía estar mal.
Repentinamente ella lo abrazó en agradecimiento y él le devolvió el abrazo con cariño.
─Tienes razón, debo hablarle ─le decía en su hombro, rosándole la nuca con su aliento cálido, esto le erizó un momento la piel. Cuando se separaron ambos estaban sonriendo de oreja a oreja.
─Eres un gran amigo, gracias…
Alzó una mano y acarició su rostro dulcemente.
─No, claro que no, no hay nada que agradecer, ahora ve —volvió a animarla, tomando su delicada mano, sintiendo la suavidad de esta en la suya.
Ella salió, en busca de Ariel, eran alrededor de las diez y media aproximadamente, por un momento Lion deseó que no los hubiera visto intercambia esa animada charla, porque conociéndolo seguramente lo mal interpretaría todo.
Pero como a veces la vida parece una verdadera mierda, no le sirvió de nada desearlo. Ariel estaba cerca observándolos y no parecía feliz, Ana había ido dentro de la casa en su búsqueda, abriéndose paso por entre la multitud que salía al patio haciendo más bullicio en ese momento, pero en realidad él estaba ahora al otro lado de la multitud de la piscina, tomando algo con su primo y sus amigos. Hermes le decía algo intensamente, al oído, mientras la cara de su primo se contorsionada por la ira, parecía estar reuniendo todo su autocontrol para no saltar sobre él en ese momento. Por desgracia no fue suficiente. No saltó sobre él, pero con una lentitud casi acuciante, caminó en su dirección, Hermes trató de detenerlo en seguida pero con un rápido y limpio golpe lo tiró a la piscina, los demás reían pensando que había sido una broma, así que ignoraron cuál era su verdadero motivo y siguieron con su diversión, la mayoría estaban demasiado ebrios para notar nada.
Así que cuando estuvieron frente a frente unos segundos después, nadie les prestaba atención, se miraron un largo rato con el ceño fruncido, Hermes trataba de salir de la piscina lo más rápido que podía, pero había mucha gente y tenía que apartarlos con cuidado para hacerse paso sin lastimarlos, se veía la desesperación en su rostro, que no se apartaba de ellos dos.
Maldita sea, pensó Lion, no quería pelear, pero la ira de Ariel hacia que se le desdibujara el rostro al punto de la locura: Hybris, sin duda tenía que ser, Artemio les había advertido de ella si no se controlaba el poder frecuentemente.
─¡Ariel, ¿qué demonios crees que estás haciendo?! ─Lion hablaba entre dientes, allí estaba de nuevo esa atracción fatal a la pelea.
─¡Sabes muy bien qué! ─espetó en un rugido, sus ojos verde esmeralda, enrojecidos y casi en llamas en ese momento, no abandonaban los suyos. Verde contra gris─. Porque no te puedes hacer a un lado, ella… es… mía ─él también hablaba con la mandíbula apretada.
─No sabes…
Comenzó a tratar de explicarle, pero fue inútil, lo veía venir.
Ariel comenzó a temblar. ¡Oh no! Pensó Lion. Y antes de tener tiempo de reaccionar estaba en el aire, solo escuchó la explosión de la barrera del sonido que siempre hacían al emprender el vuelo a máxima velocidad. Volar siempre le daba una insuperable sensación de libertad. Pero esa vez solo sentía miedo, no por Ariel, sino por lo que podía pasar.
Se elevó sujetando a Lion del cuello y el hombro hasta perderse entre unas pocas nubes de la Domápolis. El cielo estrellado por encima era del tono aterciopelado de la tinta, y la luna llena se veía grande e imponente sobre ellos. En lo único que podía pensar era en que no los hubieran visto desaparecer de golpe, por suerte había algunos arbustos rodeándolos en la parte del patio donde habían estado y nadie iba a confiar en su juicio luego de beber tanto. El viento frio desordenada aún más su cabello y le azotaba con rápidas ráfagas la cara
─¡No! detente, esto está mal ─le gritó, tratando de liberarse, no debían, podían acabar con mucha gente inocente.
─¡Vas a pelear conmigo!… ahora sabremos quién es el más poderoso de los dos, si un mestizo hijo de un traidor o un Croniano puro como yo.
Eso era todo, la ira de Ariel se reflejaba ahora en su propio rostro. Eso no se lo permitiría, no dejaría que insultara a su padre. Apartó su mano; la que aprisionaba su cuellos, y lo empujó lejos de si (el sonido de la arremetida fue como el de un cañón), de modo que quedaron en el aire sobre las nubes, a unos metros de distancia entre ellos, podían mantenerse fijos en un solo punto, como si estuvieran parados sobre un piso invisible.
─¡No te atrevas a hablar en contra de mi padre, cuando el único sucio traidor fue el tuyo, fue por su culpa que nuestra raza casi desaparece ¿Recuerdas?! ─Le reprochó sin piedad.
La cara de Ariel se distorsionó aún más hasta hacerse borrosa. Y un grito desgarrador salió de entre sus dientes apretados. Con una embestida limpia a la velocidad del sonido, lo golpeó y sujetó del cuello con un solo movimiento, descendiendo de forma diagonal, haciendo clara su intención, estrellar a Lion contra el suelo con toda su fuerza. Todo estuvo borroso unos segundos mientras bajaban a toda velocidad, pero claro a la vez para los ojos superiores de los dos. Sin embargo, antes de chocar, Lion logró liberarse y colocarse de modo que quedaran de lado, así que ambos chocaron contra un suelo de tierra y piedra. Estampándose en ella con un estruendo aterrador y el crujido de la piedra al resquebrajarse. Dejando un amplio cráter en el punto del impacto.
Le bastó un rápido vistazo a su alrededor para saber que estaban en los límites de la ciudad. Un espacio bastante amplio de tierra y vegetación que dividía los límites de la Domápolis Capital, del límite que ofrecía el domo protector, señalado por unas líneas amarillas pintada en el suelo al borde de la cerca de tres metros de alto, y cinco de grosor, que rodeaba toda la ciudad y desde donde parecía salir el campo de fuerza en forma de Domo (cuando en realidad solo servía para delimitar el alcance del mismo). Una ligera luz azul claro salía de la parte superior del bajo muro. Y se le ocurrió una idea, mientras se ponía de pie.
─Muy bien, si es lo que quieres, así será ─comenzó Lion, sabía qué hacer, sabía que estaba mal pero cada célula de su cuerpo lo llamaba a la pelea, aún más después de lo que había dicho sobre su padre, al menos trataría de proteger a las personas lo mejor que pudiera─. Pero solo si vamos fuera de la ciudad.
Ariel se puso de pie de inmediato, sin mediar palabra, y ambos salieron despedidos de vuelta al cielo y atravesaron el campo de fuerza que formaba el Domo Protector, a una velocidad que, pedía, fuera suficientemente rápida para no ser detectada por los agentes de Seguridad Nacional y levantar sospechas. Artemio les había advertido que una persona jamás podría atravesar ese campo de fuerza, pero para ellos no era ningún problema. Pese a ello, representaba un riesgo, porque podían ser detectados por las personas que lo controlaban. Lo menos que necesitaban era Agentes del Gobierno investigando alguna anomalía justo cuando estaban en fase de entrenamiento.
Volaron lejos, a una distancia considerablemente prudente de la gran Ciudad Capital, bajaron para aterrizar en el lugar donde habían estado practicando sus ataques con energía apenas el fin de semana pasado. Se quedó uno frente al otro, a unos cuarenta metros de distancia.
Por fin, la hora de la verdad había llegado, se mediría contra Ariel Grum.
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