Juan y la chica del pan

José Tomás Hodges de Bittencourt
Juan tiene 30 años, estudio administración de empresas, pero actualmente no ejerce. Vive con su mamá; su papá falleció cuando él era pequeño. Juan no tiene muchos amigos, ya que le cuesta relacionarse con la gente y los amigos que tenía, se habían alejado de él, ya que Juan se embriagaba mucho y ellos se aburrieron de solo ver a Juan borracho. Juan se sentía solo, soló estaba acompañado de su mamá, que le aguantaba todo. Juan vivía encerrado en su habitación, sin mucho contacto con su mamá ni con el mundo exterior; desayuna, almuerza y cena, solo en su habitación; es como si no existiera en ese departamento, ni en el mundo.
Un día Juan y su mamá, debieron dejar el departamento donde vivían y se fueron a otro barrio de la ciudad; Juan ayudo, sin muchas ganas en la mudanza. Después de dos días, lograron arreglar todo, en la nueva casa. Ese día en la tarde, la mamá mando a Juan a comprar el pan, antes de que cerrara la Panadería de la esquina; Juan sin muchas ganas fue. Juan llegó sin problemas a la Panadería y entró; fue directo al pan, lo recogió y fue a la caja a pagarlo; cuando Juan llega a la caja, mira a quien atiende la Panadería y se encuentra con una joven hermosa, de unos ojos grandes, una piel que se veía su suavidad y con un cabello medio corto, de color café claro; de una belleza que Juan nunca había visto, de unos veinticinco años, imaginaba él. Juan comenzó a sentir algo, que él nunca había sentido en su vida; su corazón comenzó a latir fuerte, sus mejillas enrojecieron, comenzó a sentir una sensación, como si tuviera mariposas en la boca de su estómago; primero pensó que se había enfermado, pero se dio cuenta que esa sensación que sentía no era dolor, era algo distinto, no se lo podía explicar, pero le gustaba. Mientras más avanzaba la fila para pagar, más sentía esa sensación extraña para él y cuando ya solo faltaba una persona para ser atendido, sus manos comenzaron a transpirar y su respiración se agitó; Juan se sentía nervioso, era algo que no podía comprender. Juan no dejaba de mirar a la joven que atendía la Panadería; cuando fue su turno, quedaron los dos solos, era el último cliente de ese día; entrego torpemente el pan, para que lo pesaran; Juan tiritaba y transpiraba; cuando la cajera lo observo, Juan no pudo mantener la mirada y miraba a otro lado; la cajera se dio cuenta que Juan se comportaba extraño y se preocupó; le pregunto si se sentía bien y Juan con voz entre cortada, respondió que sí. Juan se quedó parado frente a la caja; la cajera lo miraba; Juan bajo la vista y miro su pechera que decía su nombre, se llamaba Sofia. Sofia le dio el precio del pan y le pregunto si necesitaba algo más; pero Juan estaba completamente paralizado; hasta que Sofia le regalo una sonrisa y Juan espabilo, saco las monedas de su bolsillo torpemente y estas se desparramaron en el suelo, Juan se agacho rápidamente a recogerlas y Sofia le ayudo; cuando estaban recogiendo las monedas, sus manos se tocaron por casualidad; lo que ocasiono que a Juan se le enrojecieran sus mejillas aún más y su corazón latiera aún más fuerte. Luego de recoger las monedas y pagar el pan, Juan se disculpó por su torpeza y compro un chocolate con el dinero que sobro. Cuando la compra estuvo lista, se dirigió a la salida de la Panadería, pero Sofia lo detuvo, diciéndole: –> Un segundo, esto es para ti, es un regalo; ya vamos a cerrar y no quiero que se desperdicien estos deliciosos pasteles. Juan tomó los pasteles que le entregaba Sofia y le dio las gracias y salió de la Panadería. Mientras Juan caminaba hacia su casa, se preguntaba que le había sucedido y no podía parar de pensar en Sofia, si, así se llamaba, pensaba Juan, se sentía feliz de saber su nombre. Llego a su casa con una actitud distinta; le entrego el pan y regaló el chocolate a su mamá; Juan esa noche cenó con su mamá, la cual se sorprendió mucho, pero prefirió no decir nada y disfrutar de su compañía, la cual no tenía hace mucho tiempo. Antes de acostarse, Juan se comió los pasteles que le había regalado Sofia y se acostó pensando en ella.

Al día siguiente, Juan se ofreció para ir a comprar el pan, quería ver a Sofia nuevamente; aunque no sabía qué decirle; fue, compró pan; esta vez se comportó más natural frente a Sofia, logrando controlar el nerviosismo que le provocaba ella; no le dijo nada, pero Juan se sentía feliz con solo verla, de estar esos pocos minutos con ella. Cada vez que había que ir a comprar a la Panadería, Juan se ofrecía. Y así paso la semana.
Juan fue a comprar pan, como siempre; pero cuando estaba en la caja de la Panadería, Sofia le preguntó: -> ¿Eres nuevo por aquí?. Juan, al ver que Sofia le dirigió la palabra, se quedó mudo y se sonrojó, su corazón comenzó a latir muy fuerte, su respiración se agitó, comenzó su cuerpo a transpirar, Juan se puso muy ansioso y nervioso; Sofia que era muy observadora, al darse cuenta, se rio tímidamente y le pregunto su nombre; Juan sacudió la cabeza, respiro hondo y respondió: -> Me llamo Juan y sí, soy nuevo por aquí; hace una semana que me mude a este barrio; ¿Y tú como te llamas?. Cuando Juan pregunto, Sofia bajo la vista y Juan tocándose la cabeza y con una sonrisa tímida, le dice: –> Sofia, verdad, lo dice tu pechera. Hace la compra y cuando Juan se dirigía a la salida, Sofia con una sonrisa tímida le dice: –> Bueno Juan, si te gusta el pan, por favor vuelve. Juan se sonrojo mucho, sentía que su corazón iba a explotar de emoción, las mariposas en el estómago se intensificaron; sonrió tímidamente y se apresuró a la salida, choca con la puerta, se ríe, Sofia se ríe y Juan logra salir. Camino a su casa, ya entendía lo que le sucedía, le gustaba Sofia, le gustaba mucho; Juan se fue cantando el resto del camino, con una sonrisa que nada ni nadie se la podía quitar, nada podía opacar la felicidad que estaba sintiendo en ese momento; Juan se había enamorado.
A Juan ya se le había hecho costumbre desayunar, almorzar y cenar con su mamá; Juan estaba rebosante de alegría, la mamá lo notaba y se sentía feliz por su hijo, pero no le decía nada, por miedo a desanimarlo. Juan comenzó a idear la forma de invitar a Sofia a salir, era lo que más quería Juan; su mente trabajaba a cien por hora, pero no se le ocurría como proponérselo y a donde la llevaría; a una discoteca pensaba, pero al final desistía, con Sofia quería que las cosas fueran distintas y con alcohol, sería como todas sus conquistas anteriores, que no pasaban de esa noche o un rechazo que no le dolía tanto, gracias al alcohol, pero si Sofia lo rechazara por estar alcoholizado, el sufriría mucho y lo sabía; Al cine… muy trillado, pensó; a un bar… mm podría ser parecido a lo que podría ocurrir en una discoteca, pensó; con Sofia tenía claro que no quería alcohol de por medio, quería conquistarla tal como era él.
El amor que sentía Juan le dio la motivación, que antes nunca tuvo por cambiar, comenzó a cumplir labores en su casa, como lavar los platos, hacer aseo, mantener su pieza limpia y ordenada, no con colecciones de platos y vasos como la tenía antes; Juan se sentía muy bien haciendo estas cosas. Con un amigo que Juan no hablaba hace mucho tiempo, le pidió ayuda para poder trabajar, ya que, si no trabajaba, no podía invitar a Sofia a ninguna parte; además que pensaría Sofia de un vago que no quiere trabajar. El amigo dudo un momento, por que conocía a Juan como era de irresponsable; pero esta vez, vio en Juan una motivación, que nunca había visto en él y decidió darle una oportunidad; le consiguió un trabajo administrativo, en una empresa que él había formado. Y así paso el mes, trabajando con una responsabilidad impresionante, cumpliendo laboralmente, como nunca lo había hecho; su amigo estaba impresionado. Juan volvió a encontrarse con sus amigos, pero esta vez de manera sobria y responsable. Todos estaban muy felices con el Juan que veían ahora.
Juan ya tenía el dinero para invitar a Sofia, ahora faltaba a dónde la invitaría. Un día Juan cenando con su mamá, le pregunto cómo había conocido a su papá y donde la llevó la primera vez, que salieron; la mamá impresionada, ya que Juan no era muy conversador, le respondió: –> Yo trabajaba en un local de antigüedades; un día tu papá vino a comprar un reloj antiguo, que vio en la vitrina; después de esa compra, comenzó a venir todos los días, a comprar cualquier cosa, hasta algunas ridículas; hasta que un día me invitó a un restaurant y yo le dije que sí; y desde ese día, no nos separamos nunca más. Juan quedo conmovido e impresionado con la historia, era parecida a lo que le estaba sucediendo y le volvieron las hormigas al estómago, le encantaba esa sensación. Juan ya sabía dónde invitaría a Sofia, la invitaría al mismo restaurant que fueron sus padres, en su primera cita; ahora solo faltaba invitar a Sofia. Juan se ilusionaba que Sofia dijera que sí a su invitación; pero le aterrorizaba que le dijera que no, que estuviera con otro hombre y mil ideas de cómo podía fracasar su invitación; a Juan se le apodero un miedo gigante, sentía una angustia muy grande en el pecho, muy dolorosa; no como cuando pensaba en lo linda que era Sofia; esta sensación era lo contrario, transpiraba, su respiración era cortante, su cuerpo se paralizaba. Y así Juan, por el miedo que sentía, comenzó a aplazar la invitación a Sofia.
Juan nunca dejó de ir a la Panadería, por cada pedido que había que hacer; ya no le costaba tanto hablar con Sofia, ella era muy simpática con él, pero a Juan siempre le faltaban las palabras. Juan siempre que iba a la Panadería, estaba a punto de invitar a Sofia, pero al final, le invadía el miedo y desistía. Juan comenzó a sentir mucha rabia consigo mismo, pensaba, “cómo puedo ser tan cobarde y no poder invitar a Sofia a comer”; Juan apretaba los dientes, respiraba con fuerza, su cuerpo se tensó y sus manos las empuñaba, quería golpear la pared, pero logro controlar sus impulsos, respirando hondo y dándose una ducha caliente, que lo tranquilizo. Su mamá comenzó a ver que Juan estaba más decaído, le faltaban las energías, se veía triste; no era el mismo Juan que veía, desde que se mudaron a este barrio. Su mamá se acercó a Juan y le dijo: –> Hijo, me he dado cuenta, de que estas preocupado por algo, que no puedes solucionar y por eso te vez apagado, triste, tus ojos están caídos, como si una tristeza muy grande se apoderara de ti; ¿Dime hijo que es lo que te sucede?; quizás yo te pueda aconsejar. Juan quedo sorprendido con la preocupación de su mamá; antes, siempre le tuvo miedo; ya que Juan, siempre que su mamá le preguntaba algo, Juan respondía de mala manera, sin decir lo que le sucedía realmente; pero esta vez, su mamá se atrevía a querer ayudarlo; Juan sintió toda esa tristeza contenida, que tenía guardada y sus ojos se humedecieron; recordó lo mal que había tratado a su mamá, durante mucho tiempo, su garganta se apretó, no aguantó más y se largó a llorar; le pidió perdón a su mamá, por lo mal que la había tratado en el pasado, por la indiferencia que tenía con ella y por no decirle siempre, cuanto la amaba; su mamá lo consoló, lo abrazo y le dijo que siempre supo que él la amaba mucho, tanto como ella lo amaba a él y que estaba muy feliz con el cambio rotundo, que le había dado a su vida. Juan se tranquilizó y entre suspiros, le conto todo sobre Sofia, que era la que atendía la Panadería de la esquina, que cuando vio a Sofia por primera vez, supo que quería cambiar, ser una buena persona, ser útil y que ahora pensaba, que nunca es tarde para cambiar; que llevaba un tiempo, intentando invitar a Sofia a salir, pero que, en verdad, le daba mucho miedo que dijera que no a su invitación. Su mamá lo escucho con calma y cuando Juan termino de hablar, le dijo: –> Hijo, entiendo lo que te aflige, pero si no la invitas a salir, nunca sabrás si acepta o no tu invitación; yo a Sofia la conozco, mientras trabajabas yo tenía que hacer unas compras y ella parece ser muy buena persona, y tú también lo eres; debes atreverte como tu papá se atrevió conmigo a invitarme a comer. Jaja se rio su mamá y le dijo: –> Vieras lo torpe que estaba tu papá, el día que me invito a salir; pero después que le dije que sí a su invitación, se tranquilizó y salió todo lo mejor de él; por lo cual yo me enamore. Su mamá se quedó en silencio un momento, como recordando esos viejos tiempos; luego la mamá de Juan se puso seria y le dice: –> Bueno hijo, yo creo que debes dejar de intentar invitar a Sofia a cenar. Juan se paralizó, abrió muy grandes sus ojos, sorprendido por lo que le decía su mamá; pero cuando Juan iba a responder, su mamá lo interrumpió y dijo: –> Intentar es no hacerlo, es darse permiso para no hacerlo, total si no lo haces, te dices a ti mismo, por lo menos lo intenté; pero la realidad es que no lo hiciste; cuando quieres algo, no lo intentes, hazlo; que es lo peor que puede pasar, que diga que no, pero si ese fuese el caso, tu estarías feliz, porque por lo menos lo hiciste; si no lo hicieras, vivirías con esa duda, que te consumiría hasta el alma. Juan quedó atónito, lo que le decía su mamá tenía mucho sentido, en su vida, nunca había hecho algo, siempre pensaba que, si hacia las cosas y éstas no resultaban, iba a ser fatal; toda su vida, se había limitado a intentar y por eso al final, no lograba terminar las cosas que se proponía, siempre se creaba obstáculos o si los había, era la excusa perfecta, para dejar de hacerlo. Para Juan, esta era la oportunidad perfecta para cambiar; para poder hacer las cosas que se proponía, sin escusas. Juan se llenó de valentía.

Al día siguiente, Juan se despertó muy animado, pero con mucho nerviosismo, ya que éste, sería el día que invitaría a Sofia a salir; se afeitó, se puso su perfume favorito y se preparó con optimismo y valentía, para este gran día. Se despidió de su mamá, ella le deseo mucho éxito y que no tuviera miedo, que todo saldría bien, con mucho optimismo se lo dijo. Y así Juan, partió hacia la Panadería, ensayando en voz alta la invitación que le iba a hacer a Sofia; lo decía, no le gustaba, lo corregía y así sin darse cuenta, estaba en la entrada de la Panadería. Se quedó paralizado; la Panadería estaba vacía, sólo estaba Sofia. Juan respiro hondo y entro; al principio se quedó parado en la entrada de la Panadería; todo lo que había ensayado Juan se le olvidó, no sabía que decir; pero Sofia lo saludó y Juan espabilo, se acordó a que fue a la Panadería y se llenó de valentía, pero con mucho nerviosismo, ya que, lo que iba a hacer, nunca antes lo había hecho; se acercó a Sofia y la saludo tímidamente, Sofia le pregunto que necesitaba, que ella lo ayudaría; ya que veía a Juan muy nervioso. Juan respiro hondo nuevamente y dijo: –> Sofia, saldrías conmigo un día, a comer algo. Pero Juan lo dijo muy tímidamente, con voz muy baja y Sofia no escucho; Sofia se quedó mirándolo, le dijo si podía repetir lo que le había dicho, diciéndole que no había escuchado bien; Juan levanto el pecho, sus mejillas se enrojecieron, su corazón latía con mucha fuerza, sus piernas tiritaban, su cuerpo se tensó; el miedo comenzó a apoderarse de Juan; pero decidió ganarle al miedo que sentía; respiró hondo, para tranquilizarse, se llenó de valentía y dijo: –> Sofia, hace mucho tiempo que tengo ganas de pedirte esto; te gustaría un día, salir a comer conmigo; conozco un restaurant muy bueno y creo que lo pasaríamos muy bien. Sofia se sonrojo y le regaló una sonrisa tímida; se quedó pensando un segundo; Juan transpiraba, su corazón latía con mucha fuerza, a sus pensamientos les daba mil vueltas a que dirá, cuál será su respuesta, que si lo rechaza, que si dice que sí; pensaba todo esto, cuando Sofia por fin respondió y dijo: –> Juan, sí, me encantaría salir contigo; yo ya pensaba que nunca me lo ibas a pedir; yo sería muy feliz de salir contigo a comer. A Juan lo consumió una alegría tremenda, su respiración se calmó, sus músculos se relajaron y en su rostro apareció una sonrisa tremenda; todo salió bien, pensaba; en ese momento Juan era el hombre más feliz de la tierra. Juan le dijo a Sofia, que tenía una reserva en un restaurant y si podía ir ese día con él; Sofia le dijo que si y que la pasara a buscar a la Panadería. Juan salió corriendo de la Panadería, a contárselo a su mamá; se fue bailando y cantando, rebosante de alegría.

Juan y Sofia, fueron ese día al restaurant y desde ese día, nunca más se separaron. A lo largo de sus vidas tuvieron dificultades, sí, pero fueron capaces de solucionarlos juntos. Juan y Sofia vivieron felices hasta el fin de sus vidas.
FIN
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