CUATRO POEMAS (Tercer Premio Nacional Fundación Argentina de la Poesía)

BAR LOS CARANCHOS

En esa esquina he sentido al viento rozar mi piel.
He escuchado tu nombre que es nombre plural y escarba en la muerte.
He observado al borde del desborde de mis ríos
a esa vieja hechicera, la memoria, leer nuestra piel.

-(Cenizas y botellas rotas
sostienen de sus muros la antigua llama, el último temblor).-

Quién, sin embargo, hace latir como otro corazón
todo lo que poseía y nunca fue suyo? Luminosamente.

Digo botellas rotas y un pretexto sano, intacto, azul,
para que el bar de Don Domingo Salvarezza siga existiendo.

Y hay una fotografía dentro de otra fotografía.
-(“Sentir que es un soplo la vida…”).
Hay un reloj que marca las doce menos cinco,
un mediodía igual a tantos otros mediodías
y sin embargo único.
Hay mil y una botellas que recuerdan
las no menos misteriosas mil y una noches.

Digo la luz o el cristal que muestran sin rostros
y nombres al pasado, Baco y las uvas,
la embriaguez y sus infinitas razones.
Hay una cita colgando de una servilleta como un beso.
Burbujas y deudas aguándose en promesas.
Y la historia de lodos los días descuartizándose como los caranchos sus presas.
Hay una mujer y un silencio que se vacía pleno de formas y visiones.
Delante del mostrador el coraje desenvainó varias veces sus cuchillos
ydetrás está el padre de mi padre, por eso allí también bebe mi corazón.

Nada es real, ni la foto ni el poema.
Que convierten al latido en oscura rosa
Y a la rosa, en jardín.

FOTOGRAFÍA

10 X 12 – 1920 – Gualeguaychú – E. Ríos – Argentina – Foto Guzmán

Ellos están sentados.
Él tiene cruzados los pies y ella las manos.
Detrás o suspendidas como las tres Marías u otras estrellas,
Luisa, Juana y Ana, las hijas.
En la mirada de él, el tiempo hace sus aterrizajes
que ya no lucen como conquistas.
Sin embargo hay algo que enreda sus hélices al viento.
Difíciles repetir los voluptuosos miedos de ella.
Sus pensamientos convertidos en paracaídas.
-(Aquel que no tiene tierra bajo sus pies, tampoco tiene Dios)-.
Por eso la fotografía demora en sus ojos
un recuerdo más doloroso que la muerte;
un recuerdo, señal y lágrima, que se precipita.
Josefa es la tatarabuela de mis hijos y de ella, nosotros,
paradójicamente conservamos un ángel sin alas.
Y de lo que muestra la foto: las tres medallas.
Y de él, de Juan Santiago, el único aviador de la familia,
los despistes y aterrizajes de esa otra nave, la imaginación.
Y también las otras caídas.

FOTOGRAFÍA(8,50 x 13,50). C. del Uruguay (E.R.), Argentina, 1930.-

FOTOGRAFÍA

(8 X 12,50) – Concepción del Uruguay – E. R.- FOTO GALEANO

El recuerdo más profundo de mi pasado está en esta foto.
También el más triste.
Porque nunca los pude ver como ella los muestra: juntos.
Una sonrisa ubica a mis padres en primer plano.
-(En el mismo sillón en que están sentados, un año después,
me desnudarían para fotografiarme)-.
Y otra vez la vida los reuniría a los seis.
Detrás de mi madre y como vivieron, siempre de pie, sus padres.
Están a la izquierda y también tomados de las manos.
Ese extremo es el más oscuro pero huele a flores, nísperos y naranjos.
Y de él, algo, una luz o un latido, se desprende.
Detrás de mi padre, los otros abuelos. Y otra es la luz y los perfumes.
De esa pequeña diversidad de aromas nacimos ella y yo.
Tanta confluencia de luces y sombras convierten a esta fotografía
en una de mis preferidas.
Aunque mi madre sufra diciendo que de esa foto, ella, es la única viva.
Y su tristeza los vuelva a reunir.

El es un hombre apuesto. Está sentado.

Sus manos poseen la calma que precede a la tempestad

Y su mirada traduce todo lo que fue. Nítidamente.

Ella está de pie. En el lugar que nunca dejó de ocupar:

El centro.

La golondrina de metal dorado que adorna su pecho

se guarda en un cofre que luce como una jaula.

El primogénito disfruta sobre un triciclo.

Detrás de ellos una mesa

y detrás de nadie

o de lo que toda fotografía esconde,

esa tímida declaración que nunca se hizo

pero que siempre estuvo por hacerse.

Hoy en María Auxiliadora se ofreció por sus almas una misa cantada.

Y el niño del triciclo que es el abuelo de mis hijos lloraba.

Luis Alberto Salvarezza

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS