Mi madre me llamó para hablar de los temas consuetudinarios de
nuestras vidas: del clima; de qué haría el fin de semana; de lo que iba a
cenar esa noche. Pero luego su tono de voz cambió y me dijo, con esa
voz monótona y casi glacial de los informativos radiales, de que había
muerto Marion.
Marion era la mascota de mi primo-padrino. Uno de esos perros de oscura procedencia, alargado y de múltiples colores.
“Uno
no le desea la muerte a nadie pero mejor así, si daba lastima verlo;
casi no comía. Y además tu tía, la pobre andaba renegando todo el día
con el animal”. Yo dije “claro” o algo así o no dije nada, ya no
recuerdo. Pero luego de eso, como que los dos nos vaciamos de contenido y
de palabras, yo busque el teléfono rojo del celular y lo pulse.
A
mi primo-padrino le encantaba ponerle nombres franceses a sus mascotas,
el anterior se llamaba “Cilion” pero todos le decíamos “Sillón”. Lo
cual lo enfurecía.
Pensé en escribirle para lamentar su pérdida,
pero… no supe qué decirle. Ese mismo fin de semana fuimos con mis padres
a la casa de mis tíos. Estaban caídos, pero enteros.
“Muchos conocen nuestras primaveras pero no nuestros inviernos”, me dijo mi primo-padrino.
Claro
los que iban de visita a la casa veían al perrito, que antes daba
volteretas para todos lados, y usaba botellas vacías de plástico como
patineta, ahora adormilado y tranquilo.
“Es normal, ya está viejito”, decían.
A
este último sí le respetamos el nombre, porque para nosotros era Marion
de marioneta, si al verlo correr parecía un esparadrapo que se
contorsionaba, y sus movimientos graciosos, nos hacía pensar que desde
algún lugar oculto, los integrantes de la familia de mi primo-padrino le
manejaban los hilos.
¿Ahora qué?
A buscar consuelo en otras cosas; en la música, en el futbol…
¿Consuelo?
¿La desaparición o interrupción de aquello que nos aflige el ánimo?
La muerte no mata al ser amado, lo transforma en recuerdo.
“Te acordás de aquella vez…”
Después de todo, en el recuerdo hallamos el verdadero amor.
Y
aunque pasen las primaveras y los inviernos, Marion seguirá siendo esa
marioneta que nos alegra el corazón y nos llena la boca de risa fresca y
sana, cada vez que lo veamos venir, meneando la cola.
OPINIONES Y COMENTARIOS