Insistes en enseñarme a vestir

a combinar el pantalón con la camisa el blazer con los zapatosy el soutien con la bombacha.Dices que no es propio de mi nivelsocio económico cultural, así lo dices,mi forma de vestir despreocupadasucia y arrugada. Son cosas que he aprendido en mi niñez,las he mamado, como te he mamado a ti. Mi madre tenía muchas amigas que vestían como tú. Cuando aparecía con una nueva amiga, yo me enamorabadel calce de su pantalón, de la caída de la tela, del cinturón y los accesorios. Pero cuando hablaban, cuando soltaban una pseudo opiniónsobre un libro, una película, un restorán o un resto pub, sobre un supermercado o un almacén situado en la esquina de mi casa, se me caía el mundo. Pasaba del amor al desamor con una simple oración,esos fueron mis abismales comienzos en este rubro. Tantas fueron las decepciones que terminé por promulgar una ley, que me protegiera por el resto de mi vida,una ley simple y sencilla (como te gustan las cosas a ti) que se pronuncia acerca de la forma como lucen las mujeres y cómo es su cerebro: “Toda mujer que sigue los mandatos de la moda es hueca e ignorante”.Vislumbraba que alguna vez me encontraría una excepción, tal idea, en cierto modo me ilusionaba. Como si el hallazgo de una mujer inteligente y sensible que además siguiera los mandatos de la moda fuera una reparación de mi relación con la especie humana. Cuando tú apareciste pensé que serías esa excepción. Pero a medida que fui conociéndote fui confirmando la ley. He investigado mucho, he leído mucho en busca de una respuesta,pero no hay libro que pueda explicar por qué ocurre así.¿Cómo se articulan los eslabones de la cadena?¿Qué agentes socio económico culturales (como te gusta decir a ti)son los que generan tal relación inversamente proporcional? No he podido reparar mi relación con la especie humana. La ley sigue totalmente vigente, gracias a ti. Ha sido modificada para re afirmar la idea y completar el ciclo. “Toda mujer que sigue los mandatos de la moda es hueca, ignorante y tan fea que da miedo”.

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