Capitulo 1

¡corre!

Me removí incómoda en la cama cuando la luz del sol, que entraba por la persiana, que debería estar cerrada, me daba directamente en la cara. Quería seguir durmiendo, por lo que me giré sobre la cama, buscando evadir el rayo de sol, pero al instante en que me sentí cómoda y capaz de reanudar el sueño, mi celular sonó.

Trate de hacer oído sordo, pero fuera quien fuera, no dejaba de insistir, y el sonido era cada vez más molesto.

Hasta que me rendí, y protestando, comencé a buscar el móvil, debajo de la almohada, entre las sábanas, hasta encontrarlo caído en el suelo. Me estiré y miré el número marcado: Alex.

— Buenos dias amor! — me saludó entusiasmado mi novio cuando atendí

— Sabes que hora es? — cuestione, indignada por su llamada tan temprano.

— Es hora de levantarse! — exclamó, aun animado y divertido.

Esa siempre fue una de las más grandes diferencias entre nosotros. Alex cuanto antes se levante, más feliz resultaba. Mientras que yo necesitaba dormir hasta tarde, hacer de cuenta que nada importa y olvidar que el sol ya esta rajando la tierra del lado de afuera de mi cuarto.

—No! — exclamó, volviendo a la cama, con el móvil en la oreja — es mi cumpleaños, deberías dejarme dormir hasta más tarde.

— Ya lo hago todos los dias, por eso hoy quise hacer diferente y deje la persiana abierta, pensé que con el sol te ibas a despertar… — comentó, y puedo visualizar como sonrie.

— Y lo hice, para volver a dormir! — me queje, mientras miré indignada la persiana abierta de mi habitación, por donde me daba el sol directamente en la cara hace unos minutos.

— No te olvides de nuestra cena especial hoy! — exclamó, y escuché los sonidos del fondo de la oficina donde trabaja.

— No pretendo hacerlo, además vivimos juntos, no me vas a dejar pasarlo por alto — digo, rodando sobre la cama para quedar mirando el techo.

— Claro que no. Ya tengo todo planeado para esta noche.

—Sos divino amor.

Cuando lo llaman del trabajo se despide y quedamos de vernos en la noche, cuando regresemos, para la cena de la cual no ha dejado de hablar en días. Ruedo los ojos al cielo, puede ser tan romántico a veces que hasta a mi me resulta dificil superarlo.

Considero la idea de levantarme, pero como aun falta una hora para que suene el despertador, me cubro con la sábana y decidido a aprovechar esa hora para dormir otro poco. Después de todo, es mi cumpleaños.

Cuando salgo de la ducha, el sol brilla fuerte fuera de casa, y maldigo en mis adentros los malditos dias de calor y de altas temperaturas. Otra de las diferencias con mi novio. El ama este clima seco y pegajoso. No hay quien lo haga cambiar de idea.

A veces me sorprende que con tantas diferencias nosotros nos llevemos bien, y tan es así que estamos a casi un año viviendo juntos. Cuando cumpli 23 me lo propuso, y unos meses después ya estabamos mudandonos. Fue una de las mejores decisiones que tome.

Salgo del baño envuelta en la toalla y camino hasta el cuarto, donde deje la ropa. Me decido por un vaquero azul justo y una blusa musculosa blanca con flores. Nada muy llamativo, ya que después del almuerzo con mis amigas voy directo al trabajo.

Había deseado pedir el día libre, pero como no me lo han autorizado he tenido que organizar mi día de festejo alrededor de la hora de trabajo.

Meto algunas cosas dentro de la cartera y corro por el piso hasta llegar al espejo donde me maquillo un poco. Luego salgo de casa, asegurándose de cerrar todo.

Cuando entró al local de comida donde hemos quedado, sólo Laura a llegado, pero le sonrió y caminó hasta donde ella está.

Nos ubicamos en un rincón, donde pretendemos poder hablar y reír sin ser interrumpidas.

— feliz cumpleaños!! — me saluda ella en cuanto me acerco.

— gracias! — le agradezco mientras me siento en la mesa.

— las otras llevan retraso, como siempre — una nota de enojo se filtra en su voz pero trató de apaciguarla probando de su vino.

— elegiste el mejor — comentó observado cómo sonríe.

es algo que me enseñó Rubén — dice, refiriéndose a su pareja, con quien lleva junta más de cuatro años.

— Hola! — grita Karina acercándose a mostrar con un inmenso paquete entre las manos.

— Hola — le devolvemos el saludo las dos al mismo tiempo.

— nuestro regalo, de las tres. Falta Karla que siempre llega última — se queja mi amiga mientras me entrega la caja.

Estoy por abrirla cuando me interrumpen a los gritos que alarman a nuestros vecinos de mesas.

no lo abras hasta que llegue. Si no, nos mata! — dice Laura llevándose la copa a los labios.

— que niñas son! — me quejo moviendo la caja para tratar de averiguar que hay dentro.

Estoy por volver a insistir cuando veo que Karla entra en el local, y extiende la mano para saludarnos, con una amplia sonrisa en el rostro.

— quien faltaba! — digo mientras le doy un abrazo que ella se encarga de intensificar.

— estaba trancada en el trabajo — explica mientras saluda a las otras dos.

— siempre estás trancada en el trabajo — espeta Laura entre dientes.

— ya sabrás tú cuando trabajes — se defiende mi amiga.

Laura es la única de de las cuatro que aún no trabaja, dedica sus días a terminar la Facultad de arquitectura y sobrevive gracias a sus padres y a una beca universitaria que consiguió y se esmera por mantener.

Karina es la única que mantiene una carrera en Facultad y el trabajo de medio turno. Mientras que Karla y yo nos dedicamos a nuestro trabajo. Ella ya se recibió en abogacía el año pasado y yo conseguí este trabajo tras un curso avanzado de informática y programas detallados. Aún quiero hacer otra cosa, pero no logro decidir qué.

— ya pediste algo? — pregunto porque comienzo a morirme de hambre.

—No, no tenía idea de que iban a querer — explica Laura mientras nos entrega el menú que estaba sobre la mesa.

Cada una pide lo suyo y cuando el mesero se va con nuestros pedidos todas voltean hacia mi y comienzan a cantar, en un nada discreto volumen, el feliz cumpleaños. Que para mi asombro, todos los presentes se unen.

Estoy segura de estar más colorada que un tomate cuando la última palma es golpeada y mis amigas estallan en gritos y berrinches animados.

— el regalo fue idea de Karla, espero que te guste.

Agarró la caja y comienzo a sacarle el papel de regalo hasta encontrarme con un pack de cuatro libros de mi escritor favorito. Sonrió ampliamente al ver la selección de títulos. Son los que aún no tenía y que más de una vez había quedado encantada con ellos en las librerías. — Muchas gracias! — digo fascinada y les doy un beso a cada.

— les dije que le iba a gustar — fanfarronea Karla entre sonrisas.

— Ya, ya — se queja Karina entre sorbos y sorbos del vino.

Cuando la comida llega nos entretenernos un poco con eso, pero luego comienzan las preguntas de qué pretendo hacer cuando salga del trabajo. Les cuento de la idea de Alex de hacer una cena y de lo asustada que estoy de que resulte extremadamente romántica. Ellas se ríen con mi comentario pero terminan confesando que también lo estarían. Laura que es la que también tiene pareja se queja de que su novio no planee nada de eso y me obliga a no quejarme. Estoy aguantando la risa cuando Karina nos cuenta que esta saliendo con un chico y toda la atención y las preguntas de vuelva vuelcan ella, cosa que agradezco infinitamente.

Los comentarios de Karla son lo mejor y nos mantienen sonriendo hasta que nos traen la cuenta, cuando es hora de marcharnos. Como siempre planeamos vernos de nuevo, pero sabemos lo difícil que resulta eso con la agenda de cada una. Además, somos cuatro, lo que vuelve aún más complicado coordinar un día. Aunque siempre los cumpleaños son sagrados.

Nos despedimos en la puerta del restaurante y tras algunas fotos cada una toma su camino. Para mi suerte consigo que Karla me acerqué al trabajo y me libró de tener que tomar ómnibus.

— Que termines lindo! — me saluda ella mientras me bajo del coche.

— gracias por el regalo! — lo sostengo contra el cuerpo, tratando de evitar que se me resbale la caja demasiado grande.

Estoy por cerrar la puerta a mi espalda cuando mi amiga me llama desde dentro del vehículo.

— cualquier cosa me llamas, si? — su comentario me resultó extraño. Siempre estábamos en contacto. Siempre nos escribíamos, pero de esta vez ella sonó como abogada, como algo fuera de lugar en este momento.

No se bien porqué, pero tomó su mención sin protestar. Asiento y le agradezco. Como si estuviera haciéndolo por el futuro y no por el ahora.

Le sonrió en respuesta y ella me devuelve el gesto. Parece tan confundida como yo con nuestro reciente intercambio.

Mientras camino hacia el edificio donde trabajo pienso en eso, y en lo raro que resultó, pero al llegar al ascensor revisó en mi móvil un mensaje de Alex y me olvido del tema anterior, segura de que no tiene caso darle más vueltas. Karla siempre se preocupa demas por todas nosotras, quizá por ser mayor de sienta de algún modo responsable.

Ya en la oficina enciendo el ordenador y comienzo a ordenar el escritorio a mi gusto. Las muchachas de la limpieza suelen ponerlo todo amontonado en una esquina de la mesa.

Mi compañero no tarda en llegar y en felicitarme, alardea tanto que hasta algunas personas de escritorios contiguos que pasaban frente al nuestro entran a saludarme.

Lo estoy fulminando con la mirada, más roja que nunca, cuando me entrega una pulsera.

— es sólo un detalle… Es de la colección que hace mi Hermana para vender en la playa.

Rodrigo tiene dos hermanos más, uno mayor que trabaja de gerente en un edificio y del cual habla con mucha admiración, y una pequeña de quince años, que según cuenta, en vacaciones recorre las playas vendiendo collares y pulseras artesanales.

— me encanta! — digo sinceramente, pasando los dedos por las piedritas y las tiras coloridas. — decile a tu hermana que es preciosa.

Me estiró por el escritorio y le doy un abrazo, agradeciendo el regalo que no tenía necesidad de darme. Pero se que lo hace por gusto y eso me deja aún más contenta.

Pasamos el resto de las horas absortos en nuestro trabajo. Yo entro a la red y trato de vender el software antivirus que Rodrigo promociona. Cuando alguna persona se decide a comprarlo hago la conexión y se lo instalo en su computadora.

El proceso en si, desde que alguien acepte comprarlo, hasta que terminó la instalación, no lleva más de quince minutos, y nunca hago más de tres por día. A veces sólo uno, y otras ninguno. El resto del tiempo pasó hablando con las personas, informando de las ventajas de nuestro antivirus y que ya se lo damos instalado. Que tiene un período de tres meses de garantía.

A veces resulta aburrido y me pongo en pie y miró por la ventana, desde donde se ve gran parte de la ciudad, con sus enormes edificios, sus calles arboladas.

Reviso mi celular y respondo algunos mensajes de Alex y algunos en el grupo de mis amigas, a cual mandaron las fotos. Laura a pesar de ser la más joven es la más seria y en todas las fotos sale sin una sonrisa. Karina se lo critica y ella se queja de que ya deberíamos estar acostumbradas a su forma de ser.

No demora mucho vuelvo a trabajo mientras escucho las críticas de mi compañero de que se le ha trancado el sistema operativo. Mientras no vuelve se dedica a contarme de los problemaa con su actual pareja, el chico con quien lleva más de seis meses y al parecer, no parece ser el mismo de los primeros días. Me río de sus comentarios pero no le ofrezco ninguna solución, por más que quiera no creo poder darle algún consejo digno. Alex fue mi segundo novio, con quien estuve más tiempo y con quien ya vivo. No es como que tenga mucha experiencia para alardear.

Las horas siguientes pasan interminablemente lentas. Seguro se debe al hecho de que, debido a que no me dejaron tener el día libre, me pedí una hora. Con algo de recelo me la concedieron pero ahora las agujas del reloj no se mueven más y parece que mi hora de salida no llega nunca.

Estoy a punto de levantarme para hacerme un café cuando alguien responde a los mensajes y tras unos minutos de charla comienzo a hacer el proceso. Me entretengo con eso, con rellenar los datos de la persona, la fecha de efectuada la compra y el periodo de duración, hasta que se hace la hora de marcharme.

Recojo mis cosas y tras saludar a Rodrigo corro hacia el baño. Me tardó unos minutos y estoy a punto de irme cuando me percató que deje los libros de las chicas.

Pienso en recogerlos mañana, pero no quiero dejarlos en la oficina, así que me armo de tiempo y me dispongo a abrir nuevamente las puertas con la tarjeta. Primero la del baño, luego la que me da acceso al lugar donde están todas las oficinas… pero en cuanto pongo un pie fuera del baño, sin siquiera salir de dentro, me percató que algo está mal. Unos diez oficiales armados hasta los dientes entran en la planta de las oficinas, todos a comando de uno que da orden en silencio.

Los veo entrando por la puerta principal y me apresuro a entrar por la de la cocina. No es hasta que llegó al pasillo que da al resto de las oficinas que me doy cuenta de lo que sucede. No es hasta que lo veo que el pánico se asienta en mi cuerpo. Los Policías armados sacan a rastras a Rodrigo que protesta en voz alta, pero es totalmente ignorado mientras lo empujan para ponerle las esposas en las muñecas.

La alarma se dispara en mi cuerpo, estoy pegada al piso viendo como todos se aglomeran alrededor a la escena a mirar que sucede.

— donde está tu compañera? — escucho que alguien grita. Tardó un segundo en percatarme que se refiere a mi y otro segundo en reaccionar.

— no se! — escucho que dice Rodrigo, con voz entrecortada mientras retrocedo en mis pasos hasta chocarme con la pared.

Sin darme tiempo a pensar apuro el paso y comienzo a correr. Pasó la tarjeta por el sensor de la puerta y en cuanto se abre la atravieso a paso apurado. Apretó el botón del ascensor pero me doy cuenta que no va a llegar a tiempo, no va a llegar antes de que ellos me atrpen.

Me volteó y de un golpe abro las puertas de la escalera y con el corazón en la boca diciendo varios pisos. Estoy huyendo y no se por qué. Estoy corriendo como si fuera culpable de algo, que no tengo idea de que es, pero no me detengo. Estoy en uno de los últimos pisos, pero sigo bajando hasta que no puedo más y abro con mucho cuidado la puerta que da al piso ocho.

Me sección de que no hay nadie y en grandes zancadas eliminó la distancia hasta el botón del ascensor. Para mi suerte no demora en venir y me subo a este.

Siento el sudor corriendo por mi espalda y trato de tranquilizarme y lucir normal cuando dos personas entran al ascensor en el piso cuatro.

Estoy realmente por tener un ataque de nervios cuando el ascensor se detiene por fin en la planta baja y salgo dando grandes zancadas hasta la entrada principal. Una chica se me adelanta y pasa por el sensor, presiona su tarjeta contra la máquina y al autorizar el paso atraviesa las barreras.

Cuando aparecen ante mi los policías armados mi corazón vuelve a detenerse. Realmente lo siento parar de latir en mi pecho, pero, más una vez, trato de tranquilizarme, y doy lentos pasos hacia tras. Así que dejo de verlos me volteó y corro hacia la puerta que da a las escaleras.

Bajo los escalones que me separan del subsuelo a grandes zancadas, a punto estoy de caer varias veces, solo no lo hago porque me sostengo con todas mis fuerzas del posa mano, mientras mis piernas se atropellan entre ellas, torpes y temblorosas. Realmente el hecho de llevar tacos no ayuda, me planteo sacarlos, pero dejarlos tirados y estar caminando por el edificio descalza no ayuda a pasar desapercibida.

Una vez en el sótano me encuentro con el estacionamiento, donde algunos coches entran y salen. Reconozco la entrada que tantas veces vi cuando llegaba al edificio, pero soy consciente de que no me puedo marchar por alli, me verian y mi correria resultaría en vano.

— Sabe si hay alguna salida trasera? — pregunto a unos jóvenes que vienen entrado, charlando entre ellos, al parecer ajenos al lio que hay dentro del edificio. Trato de lucir casual, despreocupada, pero como me miran extrañados y parecen no estar dispuestos a ayudarme, añado: — es que mi novio me esta esperando en la entrada — señalo las escaleras por las que descendí — y realmente no quiero verlo… no despues de saber que me engañaba…

Sé que mi historia puede sonar patética en muchos niveles, pero pongo mi mejor cara y ruego que funcione. Una de las chicas que estaba en el grupo parece creerme, pues asiente en señal de comprensión y señala al fondo, donde no se ve más que oscuridad.

— En esa dirección hay una puerta, creo que es para el personal y da directo a una calle.

— Gracias! — agradezco sonriendo lo mejor que puedo y hecho a caminar hacia donde me indico.

Por un momento temo que me mintiera, que fuera una trampa para mandarme con los policiales, pero en ningun momento dejo de avanzar, cualquier cosa es mejor que detenerme y dejarme arrastrar como criminal.

Cuando por fin alcanzo la puerta que la chica me hablo, la empujo con todas mis fuerzas, rezando para que realmente sea una salida y no una cama de gato… Pero así es, me encuentro con la luz de la calle, el sonido de los coches corriendo, el ruido de mar que estalla a solo unos pasos de donde estoy.

Camino sin mucha idea de lo que estoy haciendo hasta que estoy a unos pasos de la calle, y casi sin pensarlo detengo un taxi. Es mi única alternativa para salir de este lugar. Presiento que lo voy a lograr, pero mismo asi no dejo de temblar.

No puedo evitarlo y le pido al taxista que pase frente al edificio.

El chico de camiseta a cuadros me obedece, pero no se detiene ni reduce la marcha como le indique. Pero mismo así puedo verlo, y lo que percibo solo me revuelve aún mas el estómago.

Pasamos rápido, como cualquier otro coche que pasa por la zona, pero ante mis ojos todo transita con lentitud. Lo veo a Rodrigo reclinado contra el coche de la policía, con los brazos esposados, mientras dos hombres altos, armados y con un chaleco anti balas, como si mi compañero fuera un auténtico peligro para la sociedad, lo mantienen apoyado, mirando el vehículo. Otros hombres con la misma imagen que los anteriores salen del edificio, pero son muchos mas, varios, creó entre veinte y treinta.

No se que esta pasando, creo olvidar respirar, y por en un horrible momento puedo asegurar haber leído en los labios de esos chicos, el que gritaba órdenes y los que asentian en señal de acuerdo, como repetían mi nombre.

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