Tal vez como algunos afirman, «el que nada sabe nada teme», pero el hecho está en que la ciencia llego a mi mucho antes de que tuviera conciencia de mis pensamientos, de pie frente a aquel árbol, con tan sólo 6 años de edad, hablándole, tratando de sentir con un abrazo en su tronco, que había detrás de su corteza, ¿un corazón late?, recuerdo hacer un pacto de amistad a través de sus verdes e interminables hojas.
Se que aquel Sauce me sentía, eramos amigos de verdad, la forma triste de sus hojas caídas me hacían sentir que eramos iguales.
Aquel mes de Junio regrese a casa revoloteando del colegio para sentarme bajo su gran copa, note que algo andaba mal desde que gire en mi calle, aquel ambiente no era de felicidad, algo turbio paso frente a mi, ¿un fantasma acaso? seguí andando hasta unas 5 casas antes de mi hogar, por un momento sentí lo que es perder a un hijo, si, a mi corta edad lo sentí, aquel amigo se había ido, y sólo quedaban restos de la vida que se habían llevado, me arrebataron al Sauce y ni siquiera me dieron la oportunidad de aferrarme a su tronco suplicando que no se lo llevaran, lo cierto es que llore y llore, no lo comprendía, ¿que ser era capaz de hacer tan cruel acto?
Veinte años después aún recuerdo aquel árbol, aquel amigo que de cierta manera tiene algo de culpa por lo que ahora soy, una estudiosa de los bosques, de los grandes e inmensos árboles, de los grandes amigos y si eres afortunado al abrazarlos puedes llegar a sentir sus latidos provenientes del corazón.
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