Capítulo I
Todo empieza en un lugar, con un sujeto y un sentimiento. A veces cariño, celos, odio, o puede ser amor.
Nueva Orleans, 1998. Era un día frío, no había dejado de nevar por dos semanas. Pero sin importar el clima triste que se presentaba, la alegría y el amor rebosaba en una familia por la llegada de su pequeña princesa, o así solían llamarla. A ella, su pequeño ángel, Ángela. Pero la alegría no duraría para siempre, ya que su madre la dejaría a ella y a su padre para pasar a una mejor vida.
Con el paso del tiempo, Ángela creció sana y sin preocupaciones. Pero algo no cuadraba. Cuando apenas tenía cuatro años, por más sola que estuviera, ya sea en su cuarto o en el patio de su casa, siempre sintió a un tercero, otra presencia con ella. Por más que revisara toda la habitación o la casa, nunca podía encontrar nada. Este inexplicable acontecimiento la siguió hasta el haberse acostumbrado a ese sentimiento de compañía, inclusive hasta su adolescencia. Pero algo pasó.
Al cumplir los dieciocho años, como si fuera por arte de magia, esta presencia se esfumó. En los días que su padre iba a trabajar y se quedaba sola en casa, podía notar la rara ausencia que había en el ambiente. Una parte de ella extrañaba ese sentimiento de compañía inexistente, pero la otra estaba intrigada y buscaba una explicación para este hecho. Los días aburridos siguieron, ir a estudiar, volver, cocinar algo, hacer sus deberes, esperar a su padre de volver del trabajo, cenar juntos e irse a dormir. Nada interesante pasó luego del extraño suceso de toda su vida.
Pasaron los días y un par de años para que Ann cumpla los veinte. Tuvo una fiesta sencilla, por así decirse, ya que primero se estaría mudando al día siguiente y segundo que no estaba acostumbrada a fiestas bulliciosas, le gustaba estar en la comodidad de casa tranquila. Su padre le hizo un pastel de manzana y caramelo, su favorito, celebraron a su manera entre risas y anécdotas del pasado. Llegadas las doce, Ann recibió un regalo entregado por el mayor. Lo abrió y se encontró con un precioso cuaderno color negro y decorado con dibujos abstractos color verde esmeralda. Al abrirlo, le sorprendió que estuviera escrito pero le sorprendió más la persona que lo escribió.
»El amor no ve con los ojos, sino con el alma. Te quiero mucho mi amor. Siempre, Mamá»
Bastó un par de palabras para que Ángela derramara unas cuantas lágrimas y que su padre, luego de leer lo escrito, se le uniera. Fue un cumpleaños que no podría olvidar. Su padre le explicó que su madre, antes de morir, le encomendó darle ese regalo a la niña al convertirse en una mujer independiente, la cual dejaría de estar al lado de su padre para poder vivir su vida y aprender del mundo que le esperaba. Pero Ángela no contaba que a partir de ese momento, su vida cambiaría de rumbo y se encontraría con algo que nunca pensó en afrontar.
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