Imperitius Maximus Caracallus

Imperitius Maximus Caracallus

晴日

29/11/2024

Tal como Aquiles, a las afueras de Troya,

Como el Magno Alejandro al gobernar Macedonia.

Así va trotando, el gran Caracalla, 

Heredero de Roma, la bestia de Ausonia. 

¿Qué diría tu madre, oh Caracalla,

Si su voz hubieses dejado latir aquel día?

La domina en sus brazos sostiene menguante

El clamor de su hijo, aún suplicante.

A las puertas de Roma crepita silente

La toga de un césar que no obtuvo tapiz;

De veinte mil hombres aún se oyen los llantos,

Pues la piedad desconoce el color de su manto,

Y el vino de Italia derrama en sus labios,

Su espada se tiñe de rojo barniz;

Un hermano que exalta ante sacra pretoria:

¡Como Remo perece al desafiar su linaje,

Así muere Geta, en los brazos de Madre!

En el Ilium de Troya, en las colinas de Héctor,

Con los mantos de Tetis se ha de ensalzar;

Y con caballos y antorchas celebra el augusto 

 El honor a Aquileo, de grebas y mar.  

Recordad hoy la historia, ¡oh hijos de Troya!,

¿Cuántas vidas no lloran sus calles rocosas?

Mas ante el césar no bastan los cantos y odas,

Su libreto concluye en deletéreo final. 

A la luz y la sombra de viejas memorias,

Un canto a Patroclo se ha de elevar:

Un dracma al delirio y otro a Caronte,

Un liberto perece en su nombre inmortal.

Y en la Partia distante a las afueras de Roma, 

Con su mano promete la paz orquestar.

Entre incienso y altares honrando su paso,

La sonrisa en la boca y la daga en la mano:

Las bodas de sangre de un rey sentencial.

 Herido y renqueando, con el orgullo espoleado, 

Artabano se pierde en el follaje sin más,

«Mas recuerda mis huestes, vil Caracalla,

Tus hienas no vuelven mi sangre a probar».

¡Hijo Severo, hermano inclemente,

En tus tropas se esparce infecto tumor!

Imperios partidos, de huesos roídos,

Vena y suicidio, y un clamor familiar:

Pues de Aurelio no queda ni la sombra ni el nombre

En un hombre que hiede a silencio espectral.

¡Mas las Moiras aún tejen con hábiles dedos,

El tapiz funerario del necrófago actuar!

De su historia inclemente no queda memoria,

El murmullo del agua a orillas de Roma,

Sólo escombros y ruinas recuerdan con sorna,

La burla antonina de un rey ejemplar.

A la sombra de un valle camino a la Edesa,

Bajo el fresco follaje de un fresno oriental,

La daga penetra la carne y la escoria,

La tierra se tiñe de juicio final. 

Y tras un rey enjaulado entre negros escaques, 

Y un reino asolado de pobreza y masacres,

Una madre que llora sus hijos exánimes:

 Las Parcas entonan sus cantos ecuánimes. 

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