Hoy llovió en la ciudad

Hoy llovió en la ciudad

Luca Villar

19/06/2024

  Está lloviendo en Buenos Aires, una imagen desoladora hace de escenario: obra decadente de una ciudad que perdió esa belleza que tanto la caracteriza aclamando consuelo y atención del público que la ignora, incluso, huye de ella misma. A decir verdad, jamás había avistado un temporal así de inestable e imprevisto; un nubazón inmenso y grisáceo se posa, imponente, ante una urbanización vulnerable a su naturaleza: los pájaros huyen sin rumbo fijo, los semáforos titilan en aleatoriedad incesante, bocinazos desenfrenados nacientes de esos autos desesperados sonando, al unísono, con el tronar de los charcos rebalsando, producto, de las botas corriendo en busca de un refugio, haciendo de banda sonora en pos a un cielo que, sin saber por qué, llora desconsoladamente. De fondo, se escucha una noticia proveniente de una televisión la cual no logro divisar: nos habla sobre una chica que, esa misma mañana, se había quitado la vida en su habitación. La familia desconocía el motivo, pero había algo curioso en el caso, la existencia de una breve nota dejada por ella como despedida; tres palabras simples que, al juntarse, generan una oración hermosa. Me pongo los auriculares, estas historias me deprimen, la vida, la muerte; el hecho de existir en relación con el entorno presentado por tal desconocida fuerza superior nos deja en la intemperie con el peligro de el fin nos esperándonos en cada movimiento, no hay mayor miedo que estar en jaque mate, dicen, situaciones poniéndote al desnudo ante la improbabilidad de responder con certeza, sentimiento y mente fría, un callejón sin salida donde la luz ya no se trasluce en ningún rincón, un espacio opaco donde la vida se nos abalanza para recaer en el dilema del existir, del dolor, del augurio implantado en una figura tétrica que nos persigue hasta nuestro último suspiro; abrimos los ojos y denotamos que la vida misma nos hace de parca hacia el camino de la muerte.

  Sumido en el caos y las peligrosas divagaciones del existencialismo moderno, me encuentro yo, en esta modesta cafetería de microcentro, sentado en un sillón, observando por el ventanal a mi lado como Avenida Corrientes se sumerge en la desazón de que el sol la abandone y la penumbra sea nuevo huésped de sus calles. Porque un paisaje azul es tan hermoso, en cambio, unas precipitaciones espontaneas y efímeras están relacionadas en estrecho con la tristeza, como si ellas eligiesen tornar gris el cielo. Dictaminar lo bello y horrible es un atrevimiento que se permitió la soberbia del ser humano, moviendo lo natural pero único a un plano horrendo predominando el juzgar estético con suma importancia. Aún sabiendo esto, no puedo evitar sentir esa melancolía generada por el llover, tal vez ya soy una marioneta más de esta aglomeración, incitándonos a sentir como ellos. O será producto de mi carácter alicaído de este último tiempo, hace mucho no me paro a apreciar un cuadro, un poema, una canción o a una persona, el arte ya no moviliza mi ser como solía hacerlo, de ahí viene el problema. Me despegué de aquel concepto tan profundo que me dio un motivo para movilizarme entre tanta humanidad, sin embargo, con el pasar de la vida, mi percepción fue deformándose y se volvió cada vez más banal, dejó de ser ese concepto maravilloso de las primeras veces, ya no es arte, ahora se convirtió en realidad, y abandonó las bases tan intensas como fundamental en mi vida, tal vez sea porque, cuando lo endiosaba, terminaba obsesionado con lo que generaba dentro de las paredes de una inquietante mente solo anhelando ser apaciguada por sus encantos.

  Que triste aquel momento en donde reconoces que la vida ha perdido su singularidad y, sobre todo, en días como estos, donde todo se presta a la tragedia; cómo ignorar la tristeza, si el cielo está gris, cómo abrazar al olvido, si en cada tronar del ventanal recuerdo, cómo escapar de la desesperación, si la gente corre sin rumbo, cómo ignorar la muerte, si está a la escucha de mis oídos. La magia desaparece y lo real abunda en esta trágica novela que miramos con ojos de esperanza con la ilusión de tener un final de fantasía ignorando que nos encontramos en un relato purista con relación a la crudeza de vivir, donde los protagonistas recorren el sueño de interpretar lo literario en carne propia, supongo que nunca nos explicaron que los sueños se cumplen, pero no como realmente queremos. Lugar donde el arte ya no puede posar tranquilo porque una sociedad incomprendida siente sus pinceladas como manchas arruinando el lienzo arrugado denominado como “mundo”, problema que recae en la incomprensión de su existencia, lo marginan por ser pulcro y único antes de avergonzarse por ser incapaces de lograr tal estado de plenitud. Abandonan sus principios por entregarse a lo que nos propone esta visión terrenal; gente sin comida viviendo en la calle, delincuentes matando por robar, una naturaleza marginada, mentes esclavas de la tecnología, jóvenes que se suicidan. Si el arte nos abandona… ¿quién iluminará este mundo podrido?

  A mí sorpresa, un suceso inesperado interrumpió mi reflexión previa, en medio de tal diluvio torrencial, se posa estática e indiferente de la muchedumbre alterada, una figura femenina serena que se limita únicamente a observar el cielo como si nunca antes lo hubiese hecho. Ahí estabas tú, parada alrededor del desastre que te acompaña, pero, a pesar de todo, te muestras en deleite ante lo presenciado; creí que jamás volvería a verte. Tan fina como de costumbre, tu elegancia podría quebrantar la cordura de cualquier escritor ansiado por la inspiración expresada en mujer; tu cabeza mira hacia arriba asombrada, tus ojos marrón claro parpadean a la par del suave y repetido choque de gotas en ellos, tu pelo castaño y flequillo despeinados, tus labios entre abiertos denotando el estupor recorriendo tu sentir, tu buzo azul marino, tus botas bordó y pantalón negro, impregnados, por el regalo que aquel fenómeno atmosférico te proporciona. No entiendo por qué te dejas mojar tanto, te enfermaras, tu perplejidad podría generar que algún auto te choque o las personas interrumpan tu quietud, el rumbo será trágico, pero ahí te encuentras igualmente, como si todo eso no te importase con tal de ver tal acto de la naturaleza. Así eres, tal locura siempre fue característica de tus andares, la misma culpable de mi divorcio con la soledad, lo habías logrado, luego de mucho tiempo pude conocer el consuelo en el sentir de alguien que me comprendía tal y cómo soy. Pero la eternidad es solo una ilusión tentativa en la mente del idiota, entonces, te fuiste y entregaste mi locura al espacio que deja la melancolía, te extrañé mucho tiempo y admito las pocas veces he dejado de pensar en ti, por ende, tenerte en presencia tan cercana genera en mí algo que no puedo ser capaz de explicarlo.

  No sé qué haces aquí, qué te trajo a este lugar, hace tiempo desconozco los anhelos que te mueven, los sueños que te conmueven, las desilusiones que te entristecen, los dolores que te entumecen, pero estás espléndida, eso nunca cambiará, acostumbraste el caracterizarte como la estrella que brilla en medio de tanta oscuridad, tu singularidad, intacta, me sorprende cada vez más. Admirar la fascinación por el techo que te desviste, el mismo tornado como gris, feo, incluso triste, para ti es precioso como si de la obra más hermosa se tratase, envidio la cohesión armoniosa que hay entre tú y el arte, como si fuesen dos brochas ilustrando de memoria un trazado excelso digno de reconocimiento. Deslumbras, regocijada por el escenario que te abraza dulcemente en gesto de agradecimiento, quizás, por apreciarlo a pesar de su aspecto oscuro y apagado, como si hubieses visto algo en él que ninguna de los cientos de almas que lo visitaron aquella tarde vio. Un Buenos Aires de luto, sin vida, ausente del cristalino en el iris de quienes lo transitaban, a su sorpresa, hay dos personas viéndolo todo distinto, están en otro momento, en otro tiempo, en definitiva… en otro mundo diferente al de los demás; una era esa joven mujer que, por obra de las coincidencias, se encontraba en medio de Corrientes, con un brillo hermoso en los ojos, presenciando un firmamento depresivo desahogándose, en busca del consuelo de sus pupilas, el otro, era solo un viejo conocido que, por obra del destino, se encuentra en el sillón de una cafetería sentado, con los ojos lleno de brillo, observando aquel destello bello que en ella habita. Lo inesperado es cruel, traumático para algunos, es estresante luchar contra las consecuencias de un hecho repentino, no estamos preparados para afrontarlo, sin embargo, a veces es gratificante el sabor que nos deja en la boca, como ahora, cuando recuerdo lo pleno que me hace sentir el verte brillar.

  La lluvia cesa, luego de innumerables manifestaciones, las gotas dejan de impactar contra el ventanal, las personas ya no corren, los charcos se reencuentran con la calma, los pájaros emprenden vuelo, las nubes se aclaran, y tú parpadeas, parpadeas para intentar quitar el exceso de agua que hay en tus pestañas mientras te peinas con delicadeza el pelo. Todo parece volver a la normalidad, pero, por primera vez en el día, tu mirada se desvía repentinamente hacia otro lado, te percataste de algo, a lo lejos, una inmensa neblina viene hacia ti con suma rapidez. A la par de tu sorpresa, tu expresión cambia, tus piernas tiemblan, tus puños se aprietan, una mueca de miedo se fluctúa en tu expresión y esa hermosa mirada que antes deslumbraba, ahora se horroriza, el brillo que me encandilaba se vuelve oscuridad y tristeza en cuestión de segundos. Estás asustada, preocupada por el venir, como si lo inevitable estuviese apretando sutilmente tu cuello hasta lentamente termine por matarte, entonces, en presencia del caos que te asecha, dirigiste con rapidez tu mirada hacia mí; un escalofrío me recorre los nervios, la piel se me eriza, las pupilas se me dilatan, comienzo a estremecerme y es que es increíble lo que generas con solo verme, sin embargo, tu mirar no es feliz; unas gotas encarnan el papel de lágrimas en lugar de restos del diluvio previo por sobre la desilusión expresa en tu impoluta piel, no puedo explicarte lo horrible que me hace sentir verte así. Quiero ayudarte, ir corriendo a abrazarte y decirte que todo va a estar bien, solo es bruma, ya se irá y podrás volver a disfrutar del cielo como tanto te gusta hacerlo luego de que termine.

  Estoy inmóvil, mi cuerpo no responde producto a que todavía no ha asumido el asombro recorriéndole con intensidad, en un despiste, dejo de apreciarte, la neblina te cubrió por completo y tu imagen se esfumó ante mi presencia, de repente, la desesperación empezó a volverse huésped y, por encima, el miedo de no saber si volvería a verte. Me quité los auriculares para salir corriendo en busca de nuestro encuentro, bajando las escaleras, la ansiedad me invade, no sé qué decirte ni cómo vas a reaccionar al tenerme de frente, pero eso no me importa lo suficiente como para evitar el hecho de contemplarte en cercanía.

  Al salir de la cafetería, el panorama se muestra delirante; una cortina inmensa de humo cubre en su totalidad la avenida, los edificios desaparecieron, un blanco sempiterno se hizo dueño de la calle; muchos han hablado sobre la definición de vacío, doy seguridad a que a esto se referían, un vacío impoluto donde solo estás tú contra la inmensidad que lo representa, sin rastros de vida, ni de muerte, un lugar donde divagar sin rumbo por el camino de lo desconocido como si el todo se hubiese entregado a la tentación de flotar en la nada. Es irónico que el universo nos ponga en esta situación, buscándonos en un escenario que nos impide vernos, obligados a danzar entre aquello que desconocemos dependiendo de los instintos ajenos a nuestro pensar, juraría que no es la primera vez. Pero no te encuentro, aunque te busque incesable, no te cruzo, grito con fuerza tu nombre sin recibir respuesta alguna. A mi pesar, desconozco si pensamos igual, más tu locura y la mía son cónyuges llenos de frustración, por tanto, no me sorprendería que nuestras acciones latan a la par.

  Has pensado de tu existencia como algo irrelevante, nunca te han apreciado como querías y caíste en labios que no tenían idea de lo relevante que eres, normal que el amor te resulte un suplicio, si nunca te han amado como merecías, confundías al querer en presencia del dolor y, plagada de dolor, te sentías amada. Esa confusión terminó por arruinarte, pensando que nadie volvería a amarte cuando, en realidad, solo buscabas que te hicieran más daño. Un día me tomé el tiempo de conocerte, me maravillaste, encendiste una inspiración radiante en mí que me concretó como virtuoso y te quise, te quise tanto que no pude evitar caer embobado en tus andares tan delicados. Aún recuerdo cuando tu incoherencia me atrapó por primera vez; éramos dos sombras danzando en la caverna de las esperanzas que huían, por el miedo de perecer en encierro, hasta que les pareció imposible irse sin ver lo hermosa que era nuestra danza plasmada en las paredes. Te dediqué cartas, escribí poemas, plasmé tu nombre en melodías, te pensé hasta el hastío imaginando que así te presentarías ante mí, quise enseñarte lo que era el amor cuando aún desconocía su concepto bajo la premisa de quemar las horas en tu compañía porque, el hecho de estar a tu lado me hacía feliz; anhelos idiotas de una mente enamorada. En presencia de mi idealización, tu naturaleza hizo acto cotidiano, ilustrando tu demencia en todo su esplendor destrozando sin piedad una débil mente enamorada; te esfumaste de mi vida sin siquiera darme un motivo, de un día al otro, decidiste desaparecer sin dejar rastros… ¿tan soporífero te resultó mi llanto que yaciste en templanza en otros brazos? Sin embargo, nunca pude alejarme de ti, no comprendía por qué seguías rondando mi cabeza luego de tanto tiempo, supuse que te extrañaba a pesar de ya ser preocupante. Ahora que te veo de nuevo, lo comprendo a la perfección, me veo en la imposibilidad de dejar de apreciarte porque, entre toda esta putrefacción, eres arte y, a mi desgracia, soy artista, mi lienzo no existe sin tu pincelada y mis poemas son hojas en blanco sin tu definición en ellos; mientras estés con vida, el mundo conservará una pizca de luz que lo haga sentir privilegiado por el acto de verte desprender tu esencia por cada rincón que lo representa.

  Corres, escucho tus pasos alterados recorriendo los charcos y sigo su sonido como guía para formalizar nuestro encuentro, cada vez los oigo en lejanía por mucho que me acerque, gritas mi nombre, yo el tuyo, mas la imposibilidad nos remonta a el anhelo de reencontrarnos dando espacio a la desesperación de saber que, a pesar de ambos estemos ahí, no podemos abrazarnos. Será aquella bruma que nos separa intencionalmente o seremos nosotros que nunca supimos cómo encontrarnos. Mi voz gritando por ti se pierde en el eco y mis intentos por tocarte terminan en manotazos en falso, un auto pasa con suma velocidad frente mí, casi me arrolla, sentidos fieles a la vida impidieron tal accidente, igual sigo en tu búsqueda. Bailamos mártires de la ceguedad y esperanza, al ritmo de un sueño que se torna imposible, sincronizados por el latir, desconectados por el destino o por nuestras mismas fuerzas que nos imposibilitan disfrutar del otro en su totalidad. Logro rozarte, siento tu cálida piel por unos segundos, pero nos distanciamos nuevamente, vas y me voy, voy y te vas, serán los pasos desogarnizados que nos condenan a bailar en línea eternamente, entonces, la coordinación de nuestros andares serán antónimos indiferentes de la igualdad del sentir. Siento tu respiración agitada, estamos en cercanía, tanto esfuerzo valió la pena, por fin podremos vernos, luego de tanto tiempo, podré volver a sentir tu piel en contacto con la mía y el placer de ser objetivo de tus ojos.

  La inesperada persecución revivió recuerdos en mí, como dije, no es la primera vez que nos buscamos, era rutina el correr detrás de los pasos del otro, es irónico, incluso que, años después, sigamos haciendo lo mismo, buscarnos entre los confines de un resultado invariable desencadenado en la frustración de dos naturalezas incompatibles es una adicción de la que nunca pudimos desprendernos porque, a nuestro pesar, somos abstinentes de nuestra ausencia. La incomodidad de estar sola te carcome, criaste a tus ojos con el don de admirar la valía ajena mas te impides ver lo valiosa y única que eres por tu propia cuenta sin que alguien tenga que recordártelo con locura. Pero me conociste y sentiste que por fin alguien no solo te miraba, sino que también te ayudaba a verte, tu incapacidad de valorarlo te dejó en un dilema incoherente donde tramitabas al amor como interés y tu obsesión se volcó en otras palabras, a tu sorpresa, con el pasar de los días, ya habías olvidado de como mirarte. Tal vez por eso te deleita tanto el constante crepitar de las gotas en tu piel, en cada impacto, ves una caricia de cortejo que, aunque fuese por unos minutos, te hace sentir que no estás sola, pudiendo huir del tormento alojado en tu mente. Entonces, espero me manifiestes en aquellos momentos donde la soledad te atrapa y la lluvia te abandona, quizás así, dejaremos de sentirnos solos, viviendo en la cabeza del otro.

  La bruma comienza a disipar, dejando mostrarse nuevamente esa ciudad gris que estaba ocultando detrás de su incertidumbre. La paz predomina sobre la tormenta previa, nadie hubiese imaginado que el sosiego volvería a pisar estas calles, aquel feroz torrencial había terminado y la calma parecía volver a habitar las calles de microcentro, el escándalo se tornaría armonía retomando las riendas de lo efímero, un silencio marginal planta su bandera con firmeza por sobre el estruendo que hace minutos nos martirizaba, haciendo parecer que todo lo ocurrido hubiese sido producto de nuestra imaginación. Pero el caos todavía no había terminado: no te veo, te busco por los alrededores, en cada esquina, no logro encontrarte, estábamos tan cerca, cómo puede ser que no te vea. Ya no siento tu respirar ni el latir de tu corazón, se acabó, en cuestión de segundos, te fuiste definitivamente de mi cercanía, lejos o cerca, ya es improbable que nos reencontremos entre la muchedumbre, nuevamente, estuvimos a centímetros de juntarnos, mas te desapareciste como acto rutinario. Es triste admitir que soy propenso a sobrellevar tu ausencia, tus juegos, tu incoherencia, como juzgar tu esencia si ya somos dos notas que se reconocen sin sentir su vibrar; tu ser me cautiva porque está igual de roto que el mío, por eso nos necesitamos, para en la destrucción del otro, no sentirnos tan destrozados. Tus defectos acarician los míos y mis deslices enseñan a tus flaquezas a quererse porque saben que existe alguien que las ama tal y como son; tal y como eres. No sé si volveré a verte, es ridículo cuestionarlo, siempre vagamos en el limbo del recuerdo y el olvido, negándonos a caer en cualquiera de sus matices, por el miedo de categorizarnos en conceptos insuficientes para describirnos, quizás eso somos… Escucho una voz, es una televisión, caminé tanto que terminé en uno de esos locales que venden electrodomésticos, me acerco a presenciar su contenido, es un conductor, está redactando a detalle las noticias de esa mañana y, de repente, el cielo se nubla de nuevo, como por arte de magia, pequeñas gotas se posan ante mi visión nublada: la lluvia ha vuelto. Me arrodillo en el suelo a la par que lágrimas comienzan a brotar sin cesar en mis mejillas, un vacío abrupto se aloja en mi pecho y es que por fin había entendido el motivo de tu visita en este día.

  Hoy llovió en la ciudad, mi amor, y tú desapareciste entre la bruma, el cielo lloró, pero, esta vez, tenía un buen motivo. ¿Quién amará al desastre que hay aquí? El arte ya empieza a sentir el frío y el mundo no está preparado para el insomnio y las ojeras; desequilibrio constante nos espera ante la perdición de no poder hacer nada al respecto, supongo que es el fin. Caigo en lamento pero la risa de unos niños logra desconcentrarme; levanto la cabeza, están jugando a mojarse con pequeñas botellas de plástico cortadas, sus prendas parecen desgastadas, pero su sonrisa está intacta, a su lado, dos enamorados se abrazan sentados en un banco observando la lluvia mientras un perro lame con alegría restos de agua de los charcos, los autos siguen pasando, las personas caminan frente a mí, a ojos de un sol que, de a poco, se va ocultando en el horizonte dejando lugar a la luna, generando así un atardecer que, junto con la leve llovizna, nos regala una imagen de película. Logro levantarme, me seco las lágrimas, entiendo tu cometido, solo te pido me esperes con paciencia, juro aclamaré con fuerza esas tres palabras, escribiré versos que hagan eterna tu memoria, aprenderé a vivir con tu ausencia, hasta que el destino me visite, así se cumplirá el encuentro que tanto anhelamos, te buscaré sin importar, ignorando el pasar de los segundos, hasta, por fin, seamos uno con la niebla y podamos descansar en paz, juntos.

                                                                                                                        La vida sigue girando.

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