Historia de otro camino…

Historia de otro camino…

Kim Bertran Canut

02/04/2024

Hace
muchos siglos que este viaje fue engendrado. Concebido por una desazón interior
que mi memoria había procurado retener como uno más de esos filamentos venéreos
que guardamos inanimados en la zona de la tripa del subconsciente. En aquel
momento lo presentía demasiado fantasioso, pero, sabes?… no duelen los
imposibles cuando los llevas a término y las ciudades con sus muros
infranqueables, sus asustadas paredes olvidadas de metralla, los niños
derritiéndose sobre el ardiente asfalto de calles barnizadas de alquitrán y
jardines inyectados de hipodérmicos venenos… aún soplan cuatro gotas de viento
del aguacero de anoche… Te digo que es delirante comprobar que la nada te
afecta. Para qué esperar más medias horas, sin llaves, en el descansillo del
portal ausente, mientras otra lágrima entrelazada salpica los adentros,
cristalizándose misteriosamente… aislamiento. He conocido supuestamente la
amalgama del precio por morar en la tierra de un «creador vengativo y sin
escrúpulos»… indefinido entre paréntesis. ¿Vegetar y morir?, ¡no!, no, amigo
acomodado y conformista, prefiero como decía Zapata (y se atribuye al «Che»)
morir de pie que vivir arrodillado. No hay nada más contundente que el filo de
una navaja amolada en arenisca pupila, para auto convencerte.

Estoy
aquí, año 2001, recuperando la noción del tiempo… o alejándome. De nuevo en la
carretera ¿te extraña, verdad?, claro, ni yo mismo puedo creerme con tantos
miedos instituidos por nuestra hipócrita, patética y decadente sociedad. En
pleno auge de progreso evolutivo y avance tecnológico -nada más incierto en
cuanto a valores humanos-, voy recorriendo campos y poblados en vagones
desiertos de ansiedad, otra vez la imperiosa necesidad de conocer gentes… una
débil lucidez… ilusión, va recobrando entonación. Vivir el camino, dormir en el
arroyo y despertar en coagulados amaneceres rociados de laureadas auroras y
marcados horizontes lineales… esperanza.

En
bus o a dedo, da igual, las prisas se han detenido. Te escribo desde un
anguloso paraje con el sol a punto de largarse por las montañas, dejando
luminosidades colgando de los árboles. Sentado en cristal de roca, bajo una
cornisa de nidos, abandonada con la inmensidad por delante… a los cuatro
vientos… releo una página de Cumbres borrascosas mientras Melville es tragado
por una ballena blanca.

Recuerdo
amigo mío, aquella distancia que transitamos hace ya más de veinte edades…
¡fiiiuuu!, se dice pronto, eh?, probablemente acariciados por los sueños de
fragancias exóticas de sándalos, inciensos y aromas descuartizados de Oriente…
aflora la nostalgia… añejas vías muertas de mañanas tempranas. Contemplaciones
junto a fuegos… persiguiendo constelaciones, deseosos de evadir los egos
siniestros, refrescando cansancios de días de cortas palabras… demasiadas
guerras y ninguna paz. Rememoro las estaciones donde dormíamos y ¡cómo no!, la
literatura tan absorbente, libros que ilustraron nuestra andadura. Citaría
tantos títulos como piedras tirábamos a las botellas, ejercitando el hastío del
calor de los tramos desérticos. Sí, dejamos atrás los convencionalismos y el
ritual socio académico, huyendo de un obligado bautizo en el submundo. Hoy
camino desnudo, el alma sensibilizada con mi pensamiento. Tengo un compañero
que duerme en la sombra de mi pierna, es un perro callejero, sin raza, igual
que yo ahora… sonrío con sarcasmo. He dado pasos de gigante sin dulcineas,
después de tomar un combinado de psicóticos y pensar que cualquier idiota
podría representar el papel de secundario en este anuncio de cereales que
presiento forma la existencia. Me masturbé imaginando el crack bursátil y sus
cotizaciones y eyaculé los futuros en las bocas andróginas, áridas de
conocimiento, ordenadores por cabeza… engañados por los de siempre. Entendí que
para un agnóstico hay creencias tan absurdas como enigmáticas. Marché harto de
químicas y cómputos de cifras ilimitadas. ¡La naturaleza sigue aquí!, soy un
tronco, una rama, una hierba… integración camaleónica. Sin puntos y aparte, si
me fuera posible describir, pintarrajear con sensaciones la arácnida piel
tejida de firmamentos licuados de este paisaje carmesí y los coléricos
contrastes de las elevadas cimas que atrapan este pueblecito donde me
encuentro, no hay más de quince almas, etéreas hospitalidades que me dan comida
y techo en el derruido pajar de abundante trigo, entre los residuos de verdades
increíbles.

Intentando
dar un significado a la espiral del op art (arte óptico y abstractista), me
pregunto si ha nacido el arte, tal vez Marcel Duchamp o Rrose Sélavy (su alter
ego femenino, traducido, la vida es Eros) tras pincelar todos los movimientos
de la época y crear el arte «ya hecho» o «disponible» (Ready-mades) y
definiéndose como «pobre artista», se decidiera por el ajedrez porque obtuvo
respuesta o por su condición de inquieto innovador individualista… no más pues,
así se queda.

Cada
mañana del mismo ayer, salgo con la noche entre las manos al encuentro de
reflejos ahogados en mi río solitario… en lo más tremendista de la meditación…
opaca intensidad del ser desgranado.

Tropiezo
en la ruta con las fotografías del holandés Ed Van Der Elsken, con sus rostros
masacrados, acordeonistas ciegos, charlo con los vagabundos que duermen
tendidos en los suelos junto a la «seine grise» y me he introducido en los
ambientes jazzísticos de la generación apaleada que no llegué a vivir. Ed fue
divulgador de un tiempo en blanco y negro exteriorizando el interior de la
humanidad que se vislumbra en movimiento, fuerza y obsesión por conseguirlo.
Desgarrada y arrebatadoramente lo logra con la fascinación por la vida y sus moradores…
cosmología gozosa, camino astral…

He
conocido a un joven sacerdote que colgó los hábitos… «la verdad es, lo que es»
-San Agustín-. El camino es una sabia escuela y el banquero que vive en una
casa rodante me cuenta la misantropía de Luis II de Babiera, llamado el rey
loco por ser asocial y ahogar entre sus extravagancias a su psiquiatra… quién
somos para juzgar, quizá le estuviera haciendo chantaje emocional o le pidiera
un favor, por aquella época no sé como tenían lo de la eutanasia… en fin, no
quiero disgustar a los que creen que sufrir es un bien divino… escepticismo,
no?

El
otro día compartí alimento con niños jornaleros y madres prostitutas
adolescentes, reinas africanas, muñecas clonadas con la mirada perdida y
respuestas autómatas. No pude dejar de acordarme de las trescientas
instantáneas de los éxodos de Salgado, con el magistral propósito de
concienciar a los más favorecidos y afortunados en el semillero del azar con un
producto que da fe, desnudando el aura de la supervivencia, denunciando un
mundo mal construido, encarnizado y corrupto, enmarcándonos con los horrores de
otras vidas que deben huir para sobrevivir. Son los sin tierra, los emigrantes
ilegales, los desplazados. Salgado se pone en peligro para enseñarnos los
campos de refugiados, los niños tristes que han perdido el núcleo de la
familia. Agonías y dramas de las razas del Tercer Mundo… ver para creer.

Esopo,
un tratante de arte, me habló del dadaísmo y el surrealismo de Max Ernst, de
las confesiones de un rebelde de Sergej Aleksandrovic Esenin, me enseñó láminas
de la etapa más espiritual de Kandinsky y de los exponentes del pop art (arte
popular), Warhol y Lichtenstein.

Buhoviejo
se hallaba sentado en su silla de cáñamo encontrada en el contenedor de la
vida. Había saltado de muchos trenes en marcha, conducía un carro con cartones,
mantas agujereadas y sueños desvanecidos bajo un cielo prieto de circunstancias
adversas. Apretujando su cabellera gris, una gorra calada, de cazador
ecologista sobre la cara surcada de grietas como barro en el lago seco. Curtido
por el aire, el sol, el frío… y el rencor. Me ofreció cinco días de senderismo
y un par de botas untadas de lodo del sur. Contaba que huía de las crueles
ciudades con brutales terrados infestados de parabólicas y antenas-cruces
gamadas que interferían en las ignorancias receptoras de ondas expansivas,
atrayendo información negativa de poderosas sectas destructivas hacia una
posible diversidad mundializada y enriquecedora cultura mestizada… intercambio
de energías. Dardo certero.

Andrómeda,
era una gitana de Baracaldo poseedora de una potente voz rota. Viajaba
uniéndose a bandas y orquestas haciendo bolos, imitaba asombrosamente bien a
Aretha Franklin y Janis Joplin entre otras, pero nunca duró mucho tiempo en un
grupo, quería volar como un espíritu libre y así andaba haciendo «botellas».
Amigo, te diré que respiro mejor, fuera las obsesiones, que si la bolsa baja,
la empresa quiebra… trabajo precario. La gente en la carretera es nómada, si no
se llega a conocer demasiado, siempre queda el lado autentico del principio. El
buscatesoros me dice: tienes que ahorrar para el futuro. Yo le respondo: toma…
quédate tú el dinero y el futuro y dame a mí la libertad… sólo eso. Me levanté
con la picadura del insecto. Mi pequeño compañero de cuatro patas me mira, creo
que llora bajo la oscura brillantez del reflejo lunar. Gira la tierra y es
difícil no caer en los abismos más primitivos. Sobre un fondo fauvista, Zappa y
Stravinski dirigen una orquesta de erupciones volcánicas para desahogo de un
agreste y salvaje valle de pasiones. Hablo con mi fiel compañero sin haberle
puesto nombre, él no está marcado por los designios de otras mentes que
gobiernan las nuestras… somos soldados de alguna mente extraña… o conocida por
todos los temores de la sumisión. Huelo la fresca lluvia, la tierra mojada, los
truenos, los relámpagos, aquel nubarrón que apunta con su cañón y dispara a
bocajarro… esto es dios, joder sí.

Con
mi sombrero de paja, mi bastón de avellano y mis sandalias remendadas de
esparto y cáñamo, hallaré un pequeño indicio de razón, será suficiente para
creer en la lógica de la locura, ¿con cuántas piedras se construyó este mundo?
Espero no llegar pronto y aprender de los grifos, cíclopes o centauros… sigue,
sigue amasando el pan y ofréceme de comer buen samaritano, pues he estado
catorce horas recogiendo tu fruta… la historia de la existencia está
emparentada a los grilletes enlazados de la esclavitud.

Las
generaciones son como los autobuses que pasan, en cada parada baja una década
insatisfecha. Bueno, voy escribiendo mi novela con las mismas palabras
inventadas ya… no sé, quizá la destruya antes de que la leas para no
inmiscuirme en tus telares cerebrales y perderte como amigo. Esto queda así. Da
recuerdos y envíame señales de que siguen llegando olas a la playa, que esta
perra vida sólo me ha enseñado a ladrar… y a esconder el rabo…

Etiquetas: viaje arte camino

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